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jueves, 28 de febrero de 2019

Noventa y cuatro cuentos, mitos y leyendas indígenas

La divulgación de estas narraciones ancestrales 
es fundamental para la conservación de nuestras culturas indígenas


Divulgar las variadas tradiciones literarias de nuestras etnias indígenas es el objetivo principal de este enlace. Noventa y cuatro leyendas, cuentos y mitos se han recopilado para brindar a nuestros lectores una amplia posibilidad de conocer, más de cerca,  estas extraordinarias muestras del rico patrimonio cultural y ancestral de  caribes, wuayúes, guahibos, pemones, tareúpanes, yukpas, piapocos, piaroas, yanomamis, junto a otras naciones autóctonas hermanas,  así como el trabajo de importantes narradores, cronistas e investigadores. 

Isaías Medina López


SOBRE LOS MONOS (etnia piaroa); EL CANTO DEL DANTO (etnia piaroa). De pueblos hermanos: LOS DIOSES AZULES (etnia emberá); ORIGEN DE LA NOCHE (etnia ufania); EL NACIMIENTO DE LA GENTE (etnias yukuna y natapí); LA CAIPORA DE LAS SELVAS BRASILEÑA (Gilberto Antolinez).

EL RABIPELADO Y LA GARRAPATA (etnia pemón); EL SAPO (etnia yukpa); HISTORIA SOBRE LOS INSECTOS (etnia piaroa). De pueblos hermanos: LA MANCARITA DE COLOMBIA (Gilberto Antolinez); LAS SIGUAPAS DE CUBA Y DOMINICANA (Gilberto Antolinez)

EL COLIBRÍ (etnia yukpa);  EL CANTO DE LOS WAIKUNIS (etnia piaroa);  HISTORIA SOBRE EL PERRO (etnia piaroa);  EL FUEGO Vitamu (etnia yukpa);  ACERCA DEL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS (etnia Warao)

EL DILUVIO (etnia yukpa); EL DUEÑO DE LA LUZ (etnia Warao); LA CREACIÓN DEL PERRO Y DEL TIGRE (etnia piaroa);  EL DIOS DEL ORDEN (etnia barí)

SAPANAKA Y SAKAIKA (etnia pemón); EL BÚHO KOTRE (etnia yukpa); CANTO SOBRE LA HISTORIA DE LA BABILLA (etnia piaroa); MUKA KUYELI: “CANTO CONTRA TODAS LAS ENFERMEDADES ANIMALES” (etnia piaroa);  EL CANTO DEL ARMADILLO (etnia piaroa)

KANAIMA (Enrique Plata Ramírez); EL ORIGEN DEL GABÁN, DE LA GARZA BLANCA, DE LOS CARPINTEROS CABEZA AMARILLA Y CABEZA ROJA (etnia Piapoko); MITO SOBRE EL ORIGEN DEL FUEGO ENTRE LOS YARURO (Gilberto Antolínez)

EL KALIAWIRINAE (El Árbol  del Alimento) Mito de los guahibos y los piapoco; EERI – KEERI (SOL Y LUNA) Mito de los guahibos y  los piapoco; LA ASCENSIÓN AL CIELO (Mito de los guahibos y los piapoco)

CANTO DEL ARMADILLO Y DEL OSO HORMIGUERO (etnia Piaroa);  LA MUERTE (Mito Karibe-tamanak del Rio Orinoco. Filippo Salvatore Gilii, ortografía hispanizada por Gilberto Antolìnez); LA MUERTE (mito de los karibe-taurepán de La Gran Sabana)- (Theodor Koch-Grünberg y Fr. B. de Matallana, ortografía  hispanizada por Antolìnez)

LA CREACIÓN DE LAS FRUTAS CULTIVADAS (etnia piaroa); LA MUJER DEL KATEY EN EL ESTADO TRUJILLO (Gilberto Antolinez); ANA KARINA ROTE (Enrique Plata Ramírez); XIBALBA (Enrique Plata Ramírez);  CUANDO VI BLANCOS POR PRIMERA VEZ (etnia piaroa); JAGUAR EN CRUZ (Wilfredo Machado)

MARIWEKA  (Etnia Piaroa); EL SER SUPREMO (1) (Gilberto Antolinez)

LA CREACIÓN DE LOS PIAROA (etnia piaroa);  EL SER SUPREMO (2) Gilberto Antolinez

LA CREACIÓN DE LOS ANIMALES (etnia yukpa);  EL ORIGEN DEL DÍA Y LA NOCHE (etnia yukpa); LA PRIMERA FIESTA DE BUOKA Y WAJARI (etnia piaroa)

EL ORIGEN DEL FUEGO (etnia wuayúu); JULUNA (Enrique Plata Ramírez); LA MUJER SALVAJE DEL MONTE SOLITARIO (Gilberto Antolinez)

EL PRIMER PEMÓN QUE EXISTIÓ (etnia pemón)

LEYENDA PEMÓN (etnia pemón); SOBRE LA VALENTÍA (Etnía Piaroa); LA FILA DE PIEDRAS (Etnía Piaroa)

LEYES SAGRADAS (etnia pemón); LA MUERTE DE KWOIMOI (etnia piaroa); LA MUERTE DE BUOKA (etnia piaroa); LA MUERTE DE WAJARI (etnia piaroa)

EL ORIGEN ANCESTRAL DEL PUEBLO PEMÓN (etnia pemón); EL MÁS ALLÁ DE LOS YUKPA (etnia yukpa); LA CREACIÓN DE LOS ESPAÑOLES (etnia piaroa)

LA NIÑA PERDIDA (etnia pemón); EL REY ZAMURO (etnia Yukpa)

Mitos de los guahibos y piapoco: KUEMAINU (Anaconda, Vía Láctea); TSIKIRIRI (Suegra de Purnaminali); KAJUYALI (Constelación de Orión); KEKERETO (Venus)

EREUKORIMO Y EL TIGRE DEL AGUA (etnia pemón); EL MONO CARA BLANCA (etnia yukpa); WAJARI CREA LAS FRUTAS (etnia piaroa)

MAYIKOK O PATAMONA (etnia pemón);  EL CACHICAMO (etnia yukpa); WAJARI, LOS WAIKUNIS Y LA GESTACIÓN (etnia piaroa)

EL ARCOIRIS (etnia yukpa); ¿CÓMO CREARON AL BÁQUIRO? (etnia piaroa); EL CANTO DEL BÁQUIRO (etnia piaroa)

LA TEMPESTAD (etnia piaroa); EL MITO DEL MAÍZ (etnia yanomami); TCHEJERU ENLOQUECE Y LOS PIAROA PIERDEN LAS COSAS DE LOS BLANCOS (etnia piaroa);  REDYO Y LA TORTUGA (etnia piaroa)

LOS ALIMENTOS (etnia yukpa); CONEJO COMIENDO LUNA (etnia pemón);  LA NACIÓN DE LOS ENANOS (crónica de Nicolás Federmann; 1501-1542)

LA LUNA Y EL SOL (etnia yukpa); EL CONEJO AMARRÓ AL TIGRE (etnia pemón); WAJARI CREANDO HOMBRES (etnia piaroa)

EL FIRMAMENTO (etnia yukpa); EL KEERRALY (etnia wuayúu)

LA CREACIÓN DE BUOKA (II) Etnia piaroa

EL HOMBRE, LA MUJER Y EL PÁJARO CARPINTERO (etnia yukpa); EL ÁRBOL MARAHUAKA (etnia yekuana); LA CREACIÓN DE BUOKA (I) (etnia piaroa)

sábado, 17 de junio de 2017

Breves cuentos, mitos y leyendas indígenas (17)


Imagen en el archivo de "Indio César"



EL ORIGEN DEL FUEGO (Etnia Wuayúu)
En un principio los hombres no conocían el fuego. Eran seres imperfectos que comían cosas crudas, como carnes, tubérculos, raíces y frutos silvestres. Ningún alimento vegetal era pasado por el fuego, ni calentado ni cocido. Nada preparado se comía. La carne no la ahumaban, no la asaban; sino que la hacían cecina, la tendían al sol y la consumían seca.
La triste suerte de los primeros hombres a causa de su imperfección era igual  la de los animales. Unos vivían metidos en los troncos, en los huecos, en las cuevas; otro tenían ranchos para abrigarse, pero sin fuego para calentarse ni lumbre para ahuyentar el miedo que emergía del fondo de las noches. Solo Maleiwa poseía fuego en forma de piedras encendidas que celosamente guardaba en una gruta fuerte lejos el alcance de los hombres.
Maleiwa no quería entregar el fuego a los hombres porque éstos eran falsos de juicio, y en vez de hacer buen uso de él podrían emplearlo para sus maldades. Por eso los preservó de su uso. Pero sucedió una vez, que estando Maleiwa sentado junto al fuego, calentando su cuerpo al calor de la fogata, vio venir hacia él un joven aterido de frío, llamado Junuunay.
Maleiwa, al verlo, se indignó grandemente. -¿Qué venís a hacer, intruso? ¿No sabéis que este sitio está vedado a todo acceso? ¿Acaso venís a perturbar mi tranquilidad y a colmar mi paciencia?
Y Junuunay respondió con actitud suplicante. -No venerable abuelo. Sólo vengo a calentar mi cuerpo junto a vos. Tened clemencia para mí, que no he querido ofenderos. Amparadme de este frío que me hiela, que me puya la carne y me llega hasta los huesos. Tan pronto entre en calor me marcharé.
Así decía Junuunay escondiendo su intención. Aquel joven audaz, para convencer a Maleiwa se valió de mil artimañas. Hizo crujir sus dientes. Erizó los poros de su cuerpo como carne de gallina muerta, tembló como machorro, frotó sus manos. Hasta que por fin, Maleiwa, complacido, lo aceptó.
Pero el gran padre no le quitaba la vista de encima, porque tenía sus reservas respecto a la habilidad de aquel extraño personaje, que más inspiraba admiración que desdén. …Y ambos comenzaron a frotarse las manos y a darse calor en el cuerpo.
Las llamas de aquel juego eran intensamente bellas, resplandecían a lo lejos como los fulgores aéreos de las estrellas, como las brasas del cielo. Junuunay se llenó de coraje y quiso conversar con Maleiwa para distraerlo, pero éste permanecía callado sin hacer caso a las palabras del intruso. Pero, un rumor de viento hizo que Maeleiwa voltearse la cara hacia atrás para mirar y cerciorarse bien del pequeño ruido que se avecinaba. Era así como si fuesen pasos cautelosos que estrujaban la hojarasca del paraje.
Aquel instantáneo descuido lo provecho JUNUUNAY. Cogió de la fogata dos brasas encendidas y rápidamente las metió en un morralito que llevaba oculto bajo el brazo. Con las mismas se dio a la fuga, y se escurrió por la maleza que rodeaba la gruta.
Consumado por el robo, y burlado así el gran Maleiwa decía: -¡Me ha engañado el muy bribón! Lo castigaré dándole el suplicio de una vida inmunda.  Lo haré vivir entre los estercoleros rodando bolas de excremento… Y diciendo esto, corrió atrás el ladrón.
Junnunay, corría desesperado, pero los pasos eran tan lentos y cortos que casi no avanzaba al menor trecho. Y en ese trance difícil, quiso emplear de nuevo su escurridiza habilidad para salvarse. Llamó en auxilio a un joven cazador llamado Kenaa a quien rápidamente le entregó una brasa para que la escondiera.
Kenaa tomó la preciosa joya incandescente y se alejó con ella sin ser visto. El sol le ocultó de la vista de Maleiwa pero siempre fue descubierto cuando llegó la noche y trataba de esconder entre las matas. Entonces Maleiwa, para castigarlo, lo convirtió en cocuyo nocturnal, que en las noches oscuras de invierno emite su luz intermitente cuando vuela.
Junnunay, en su desesperación encontró en su paso a Jimut cigarrón y le dijo:
-Amigo mío, Maleiwa me persigue porque le he robado fuego para dárselos a los hombres. Toma esta brasa que me quema, huid con ella y escóndela en un sitio bien seguro. Quien posea esta joya será el más afortunado de los hombres: sabio y grandioso. Dicho esto, Jimut tomó la brasa y rápidamente la metió dentro de un palo de caujaro. Luego la pasó a un olivo, después a otro palo, y así se extendió y multiplicó por todas partes, hasta que los hombres la encontraron una vez por medio de un niño llamado Serumaa. Este niño, mientras se divertía en jugar y saltar por entre los montes, iba señalando a los hombres los palos en donde Jimut había depositado fuego.
Aquel niño no sabía hablar sólo sabía decir ¡ski!... ¡ski!... ¡ski! ¡¡Fuego!!...¡¡Fuego!!
Los hombres entonces se apresuraron en buscar el fuego, pero ello no podían encontrarlo ni tampoco lo sabían obtener. Y así registraron todos los palos y los troncos y nada pudieron conseguir. Practicaron mil maneras y ¡nada! Taladraron y frotaron con sus manos dos varitas de caujaro y al punto surgió el fuego que iluminó el corazón de los montes y encendió de alegría el espíritu de los hombres.
Desde entonces el fuego lo destinaron a sus servicios.  Ya los hombres no sintieron más temor, ni volvieron a sufrir los rigores de las noches frías.
En cuanto al niño Serumaa, lo convirtió Maleiwa en pajarillo que salta de rama diciendo: ¡ski!... ¡ski!... ¡ski!  Su voz natural. Esto aconteció después que Maleiwa convirtió en Junnunay en escarabajo, y lo condeno a vivir en inmundicias por haber robado el fuego.
Desde entonces, el escarabajo vive y se alimenta de excrementos. Y en castigo de su atrevimiento quedó a vivir entre las inmundicias por haber robado el fuego. Y en castigo de su atrevimiento, quedo impreso en su cuerpo la mancha de su robo, o sea, las manchas brillantes que llevan en sus patas los escarabajos.

Tomado de Cuentos Indígenas Venezolanos de Antonio Pérez-Esclarin y Alexander Hernández. Distribuidora Estudios. Caracas (1996)


JULUNA (Enrique Plata Ramírez)
Con todo su corazón pidió a Juluna que la próxima vez que Najo Romo, su marido, la golpeara, le diera un castigo para el resto de su vida.
Cuando Najo romo regresó de la reunión de los guerreros, aquella noche, oliendo a cachiri, sin decir palabra alguna, abofeteó a Guanta, su mujer.
De pronto la noche se hizo más oscura y un terrible silencio lo invadió todo. Desde el fondo de la selva sintieron algo extraño que se aproximaba.
Y Cuanta, sorprendida y satisfecha, vio como Julna poseía a Najoromo, quien sufría unas terribles convulsiones que lo hacían revolcarse, rechinar los dientes y lanzar espuma por la boca.


LA MUJER SALVAJE DEL MONTE SOLITARIO (Gilberto Antolinez)
LA PELUDA HEMBRA DEL OSO FRONTINO. En el tomo I del año 1.945, publiqué en la notable revista científica “Actas Venezolanas” un ensayo folclórico titulado “ El Oso Frontino” donde aparece como un hombre y la leyenda del “Salvaje”, es un plantígrado habitador de la cordillera de los andes; se encuentra en Venezuela en las montañas de Mérida, Trujillo, Lara y Yaracuy, y en las selvas de Apure y las selvas de Guayana, y se ha soportado sobre su forma anatómica el peso de numerosas leyendas populares como salvaje peludo, de hábitos solitarios, enamoradizo de las hijas de los hombres, a quienes roba y mantiene como queridas en sus altos nidos de follaje que sabe fabricar sobre los árboles. Después del ensayo que se ha citado, he publicado muchos otros en que aprovecho aportaciones debida a otros folkloristas venezolanos en el tiempo siguiente, como fueron las de Francisco Tamayo, Olivares Figueroa, y Juan Pablo Sojo. El cuento del Salvaje se extiende por toda Sudamérica, pero también se comprueba en la zona antillana. Poderoso en su complejo legendario en el Brasil, según se desprende de numerosos ensayos de Cámara Cascudo.

Pero si un salvaje de sexo masculino ha contribuido a nuestros folklore con leyendas tan rancio abolengo indiscernibles como muestran los cuentos de “Juan salvajito”  y “Juan Peludito” o “Peluito” tan corrientes en Lara, Falcón, Yaracuy y Carabobo, emparentados nada menos que el de los ciclos de Hércules Horikulas y sus pariaguales de la antigüedad asiática, mediterránea y germánica, no menos notable son las fantasías a que ha dado lugar a la hembra del herbívoro oso de Los Andes, con referencias a una mujer peluda y amorosa que gusta ayuntarse a los hombres en el misterio incitante de los bosques. Así en los estados andinos del país tenemos al “katey y su mujer”, “el medio hombre y la medio mujer” de la montaña, en Colombia también hay mujeres salvajes como la “la Mancaraita” “la Patasola”, y en las Antillas se habla de “las Siguapas” velludas, ardientes y tentadoras; y en el Brasil de “las Caiponas” lúbricas, reservadas y dueñas de la caza a la que ponen bajo el poder de sus amantes.

domingo, 4 de junio de 2017

Breves cuentos, mitos y leyendas indígenas (3)

Imagen en el archivo de Derecho, Cambio Climático y Bosque

EL FIRMAMENTO (etnia yukpa)
(Ovaya)
En los tiempos más antiguos, cuando aún los yukpa eran pocos, el firmamento era muy bajo. El sol brillaba casi encima de sus cabezas y, por eso, siempre era de día, jamás llegaba la noche.
Como estaba tan cerca de la tierra, el sol ardía terriblemente. Las plantas se secaban, el agua huía de sus cursos, los hombres sufrían siempre débiles y agotados. El sol hacía el mismo viaje que hace ahora, recorría todo el cielo. La luna surgía, pero su brillo no podía verse porque no existía la noche. Ella entonces,  después de haber hecho muchísimas su recorrido, enojada porque nadie la miraba, huyó a esconderse en lo más denso del bosque, molesta y cansada.
Todo era calor. Las plantas languidecían, el agua hervía en los ríos, el hombre trataba de cultivar, pero no lograba cosechar los frutos porque las siembras se  calcinaban, todo se secaba y marchitaba.
Mucha gente mayor moría por la fuerza de los rayos solares, muchos niños  desfallecían por el furor de la luz.
Los hombres se dieron cuenta que solo elevando el firmamento podía alejarse ese ardor, pero ¿cómo lograrlo? Por más que pensaran y pensaran, no encontraban la solución.
Entonces, Tamurenchu, el sabio, el creador, llamó a Sakurare, el pájaro carpintero, su ayudante, y le confió la tarea de levantar el firmamento para socorrer a los hombres.
-Tengo que levantar el firmamento, sea como sea -se dijo Sakurare.
Pensó hacerlo con sus flechas. Las preparó, las untó con pez y comenzó a arrojarlas contra el sol. Pero no lograba atinar ni una sola. Durante muchos días disparó y disparó su arco, sin acertar en el luminoso blanco   
Le preguntó entonces Tamurenchu:     
 -¿Qué estás haciendo? ¿Quieres acaso flechar el sol?.    
- Sí, quiero flecharlo y alejarlo. Quema demasiado.
-Prueba con estas -le dijo Tamurenchu, ofreciéndole sus propias flechas. -Dispara con fuerza.
El pájaro carpintero apuntó bien y disparó, con tanta fuerza y con tanta buena suerte que la primera flecha cruzó el sol silbando y subió certera hasta clavarse en el centro del sol, en su gran ojo. Inmediatamente el cielo se elevó y los rayos solares perdieron parte de su ardor.
Sakurare arrojó la flecha por segunda vez, y el firmamento se alejó una vez más,  hasta un lugar que ocupa hoy.
Desde entonces el sol no quema tanto. Y, también, desde aquel momento apareció la noche. Pero, sucedió que la noche era demasiado tenebrosa, completamente oscura.
Sakurare haciendo mucho ruido entre los árboles y sacudiendo entre ellos los arcos y las flechas, logró despertar a la luna que se hallaba allí dormida desde hacía mucho tiempo. La luna salió de noche, con su luz suave porque aún estaba soñolienta, clara, pero no encendida, y desde entonces ilumina suavemente el descanso de los hombres.  
Así fue como los hombres tuvieron el día y la noche.

Tomado de “El mundo mágico de los yukpa”, Marisa Vanini y Javier Armato, Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana  (2005)

EL KEERRALY (etnia Wuayúu)
Cuentan los ancianos más ancianitos, conocedores de las costumbres guajiras, a sus hijos y nietos, la existencia de un espanto llamado Keerraly.     Es un demonio que sale en las noches oscuras...
Desde hace muchos años esta historia se sigue contando de generación en generación, de padres a hijos, de hijos a nietos, de nietos a bisnietos, de bisnietos a tataranietos.
Ocurrió una vez que Takataka, joven inquieto y andariego, no le daba mucha importancia a las narraciones de su abuelo. Se decía entre sí: “Taata me quiere meter miedo para que no salga en las noches”.
Takataka era un joven fuerte, trabajador y amante de sus animales que cuidaba con cariño.
Su debilidad como joven, eran las muchachas; donde viera una, allí estaba como un clavel, diciéndole tantas mentiritas piadosas. Era un excelente caminante; donde escuchaba que había un baile, allí  iba a dar para ver a las hermosas  majayuras. ¿por qué no amanecer en los brazos de ellas si creían en sus mentiritas?
Era un buen tamborilero y gran bailador. Él era el que iniciaba siempre los bailes. En el toque de la tambora nadie le ganaba. Ni imitando el canto de las aves, el aletear de los murciélagos y el trotar de los caballos.
Les decía cosas a las majayuras con el sonido de la tambora: Terun, terun ,terun, tan, tan, tan, tac, tac, tac, trakatan, trakatan, trakatan, tan, tan, traaaaaaaa.
Ellas reían guiñando el ojo y pellizcándose unas con otras. Era muy querido por las majayuras que se lo disputaban para bailar con él, porque sabían que era un buen partido. Dolor de cabeza para muchos padres. Envidia de muchos jóvenes por su soltura y don con las hembras.
Siempre andaba solo ya que decía: “ si me encuentro un dato madurito en el camino, me lo como solito. Y si es una linda majayura, los secretos quedan entre dos. Así evitamos los chismes y murmuraciones de la gente”.
Era el primero a llegar al jagüey con sus animales para que bebieran agua limpia. Aunque estuviera en la mejor fiesta o amaneciera sobre el pecho de una bella Jiachon (hembrita), siempre se acordaba de sus vacas, chivos, caballos y carneros que le servían un ida, cuando se cansara de sus andanzas, para pagar su mujercita.
Era tan responsable que su abuelo se sentía muy orgulloso de él. Pero le preocupaban sus salidas de noche. Temía que algún día se topara con ese espanto que llamaban Keerraly que tanto temían muchos  guajiros que conocían de su existencia.  Una tarde, su abuelo le vuelve a llamar la atención y le dice:
-Takataka, no salgas de noche; menos cuando está muy oscuro, porque una noche de estas te vas a encontrar con el Keerraly. Esa cosa es muy fea, hijo.  Se te puede aparecer en muchas formas, te golpeara hasta matarte. Su única diferencia es una luz que le brilla en la cabeza.
-Abuelo, yo no puedo acostarme temprano como una señorita y mecerme hasta que me duerma, sabiendo que una majayura me está esperando. Taata, eso del Keerraly no existe . Yo siempre salgo de noche, nunca me he encontrado con nada. Sólo veo la luz de un chompín, cuando una linda jiechón me hace señas con él para decirme que sus padres están dormidos.
-Hijo, la única arma a que le teme el keerraly es un machete, cuando salgas de noche, llévate uno por si acaso.
-Está bien, taata, no te preocupes y perdóname- y decía eso para tranquilizar a su abuelo.
Una madrugada que regresaba de una fiesta, vio algo en el camino que le hizo erizar la piel: un hombre muy alto y bien vestido, con un sombrero brillante, se encontraba parado a la mitad del camino.
Takataka respiró fuerte llenándose de valentía; pero sentía un escalofrío por todo el cuerpo. Sin embargo, siguió adelante tratando de pasar por un lado del hombre.
El muchacho le saludo mirándole el rostro: “hola”. Pero no le vio la cara; pero sintió que unas manos fuertes le agarraban por un brazo.
Takataka quiso gritar pero su garganta no le respondía, no podía hablar. Sentía un nudo en la garganta que le impedía hasta respirar. Trató de soltarse: -Epa amigo, ¿qué te pasa? Pero no pudo, ya que las garras que le sujetaban eran tan fuertes que le sangraban la piel.
Le lanzó un puñetazo a su enemigo al rostro, sólo escuchó un gruñido como el de un perro rabioso. Takataka comprendió que estaba frente al mismo diablo o Keerraly del que tanto hablaba  su Taata.
Sin embargo, se fajó en una lucha desigual con su enemigo que lo golpeaba con saña. El joven agarró  a su sanguinario enemigo por la cintura, apretándole por la faja que le ataba el wayuco; así se mantuvo defendiéndose de su espantoso enemigo, veía con terror que él tenía la cara como la de una serpiente.
A medida que seguían luchando, iba cambiándola por la de una iguana. Lo último que vió el joven fue la de un murciélago con los ojos brillantes como dos brasas. El muchacho sentía los manotazos de su enemigo que le rompían los huesos. Takataka sangraba por todo el cuerpo, pero no soltaba a su rival. Los galllos empezaron a cantar, anunciando el amanecer.
El espanto empezó a desesperarse por soltarse de las manos del joven. De su garganta volvió a salir un gruñido como si sintiera un dolor. Para asombro del joven, a medida que salía el sol se debilitaba más el Keerraly; el horrible monstruo se iba encogiendo de tamaño. El asombro del muchacho fue tan espantoso que casi se desmaya, cuando vio que apretaba por la cintura una enorme iguana.
Con grima más que con miedo, soltó el enorme reptil, que al verse libre corrió a refugiarse en unos cardonales.   Takataka empezó a gritar pidiendo ayuda. Fue auxiliado por un par de viejos que iban al molino. Su abuelo, que se encontraba ordeñando, se asustó al ver que traían a su nieto todo arañado y sangriento
-¿Quién se ha atrevido a golpear a mi nieto?
-Taata, el Diablo, el Diablo, que cosa más fea. ¡Dios mío!
 -¿Qué te hizo, hijo mío?
-Nada abuelo, sólo los golpes y estos aruños. Era muy feo, taata, está en el cardonal.
El joven empezó a vomitar y a convulsionarse. Su abuelo mando a buscar a todos los piaches y curanderos, que estuvieran por allí. De todas partes de la Guajira llegaron los mejores curanderos, que empezaron a preparar con hierba un brebaje, para que expulsara todo lo malo que había respirado de su enemigo y curar sus heridas.
Tres meses estuvo el joven luchando con la muerte, ayudado por los piaches que utilizaron todas las hierbas medicinales de la Guajira para salvarlo. Una mañana, el joven amaneció bien. Todos los piaches se reunieron con el abuelo del joven. Había que preparar una gran fiesta, para agradecer al dios Maleiwa por rescatar al muchacho de las garras de yoluuja (Diablo).
Su abuelo muy feliz, organizó la mejor fiesta para la salida de su nieto. La tambora sonaba   desde muy temprano invitando a todos al gran baile. Las hembritas brincaban y canturriaban de contenta de saber que Takataka estaba vivo.


Tomado de Cuentos Indígenas Venezolanos de Antonio Pérez-Esclarin y Alexander Hernández. Distribuidora Estudios. Caracas (1996)

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Quinta muestra de poesía indígena en Venezuela (poemas y fotografías)


La poesía es la esperanza que se sueña



“He visto el rostro de mi hermano, sus ojos de lince joven, dos puntas finas de flecha, brillando en la oscuridad”.


Poesía de la sonrisa que se canta


“Mis hermanos son dos paujíes alados, brillantes y certeros.

Mis hermanos silban entre las ramas, como el paují de terciopelo y oro, como el tucán en la espesura”.

Joven indígena en ceremonial de la cosecha 


PALABREO DEL CHAMÁN (1)
Soy la voz del piapoco en la rama, mi paso es el paso 
del lagarto y del jaguar.
Mis ojos miran a lo lejos, traspasan la selva y llegan 
al corazón de la tierra.
Mis amigos son los ardientes cunaguaros, las veloces ardillas, las lánguidas iguanas.
Mi canto es el canto del torrente, que arrastra flores 
y ramas en la espesura.
Piso como la danta, como el picure.
Veo en el aire rostros desconocidos, flores y truenos, 
tengo el signo de la flor y el canto.
Soy piedra y latido, soy rugido de fiera 
en la noche, compás de lluvia en la arena.
Mis cabellos flotan sobre el río
soy brillo de luciérnagas entre la hojarasca.
Pertenezco a la selva, traigo palabras 
de unión y fuerza, de aliento y de esperanza.
Están escritas en fuego y sangre nuestras lenguas, 
nuestras voces perviven en el aire, 
resuenan a través de los siglos.
Nuestra fuerza está en la tierra y la unión con ella, 
nuestro vigor esta en nuestros cantos, en nuestras flautas, en nuestros pasos a través de los árboles.
Cantemos juntos dancemos juntos, hablemos a las flores, 
a los animales, a los ríos.
Todos permaneceremos, cada día seremos más fuertes, creceremos como la hierba, como el bejuco silvestre, entibiaremos la tierra con calor de sol.

Serenidad y belleza originaria

Poesía Wayúu (2)

AURORA
Más allá delante de la aurora
donde retoñan las florecitas caminantes
donde danzan los pasos del viento
donde junto a la casa tenemos la casimba
se abre el cometa en el cielo

NADA CONSIGO EN CONTRA DE LOS PÁJAROS 
¡Cuánto envidio a los pájaros
por volar en el cielo! 
Leo cuanto libro consigo el delito de los animales 
y nada consigo en contra de los pájaros.
¡Desde cuándo que volaron las palomas
acompañando a la paz!

GUARDAMOR
Busco antigua urdimbre
para tejer un guardamor
con la imagen de tu cabellera.

CANTO REBELDE
El único canto
que me atrevo a replicar
es el canto de mi abuela
un canto encantado
un canto secreto

y canto rebelde.

Princesa amazónica


Poesía Kariña (3)

WANANA
Esponjo mis plumas
aspiro todo el aire
y con paso de garza
danzo   danzo

Contorsiono el cuerpo
tenso el pecho: escudo de nubes
rebullendo arenisca al paso
ciego los ojos
en esta guerra de amor

Agito a palmadas lentas frenéticas tirantes
cuello cabeza piernas
y danzo danzo danzo
hasta vencer pronunciando tu nombre
colgándote mis alas

VEN, IOROJKA, ¿DÓNDE ESTÁS?
Ven, Iorojka, ¿dónde estás?
En la gran inmensidad donde vives,
en lo profundo del profundo río,
en el hueco del sol y de la luna,
en las estrellas que obedecen tu poder,
en donde quiera que estés, óyeme.

Atiéndeme, Ayúdame,
Con todas las fuerzas te llamo.
Escúchame.
No permitas que desmaye, que muera.
Llámame a tu sitio.
Respóndeme con flor de la sangre.
Ven, Iorojka de dos caras. Ven.

Poesía Shikana (4)

PALABREO PARA CARMEN
Carmen es morena y menuda, como las piedras brillantes de los ríos son sus ojos color de miel húmedo y lento al posarse sobre las cosas, como pájaros o pétalos de flores.
Carmen es criolla, pequeña y suave como la hierba del camino.
Ella habla con voz leve como la brisa de la tarde.
Ocupa el lugar de mi madre y es como ella, callada, breve, exacta, hermosa, según la imagen que tengo guardada, según la imagen que ha viajado en el tiempo para mí, a través de dibujos que mi padre me dio diciendo: “Esta es tu Madre”.
Y se veía una mujer en plenitud lunar, con el embrujo del puma en la mirada.
Carmen no tiene su sonrisa, esa sonrisa de flores y frutas que sé en la imagen de mi madre.
Pero la siento cercana, su piel de hierba me recuerda la piel de nuestra gente.
Siento su voz amiga y presiento que también su imagen quedará presa en mi memoria.


Poesía Pemón (5)

TAREN PARA SOBREVIVIR LA MUERTE DE LA MUJER AMADA.
Amada mía, amada, como olvidar tu brillo, dame fuerzas para soñar que estas aún conmigo.
Porque tu ausencia duele como la herida de mil dardos ponzoñosos en la mitad del pecho.
Como olvidar el color de tu risa suave como lluvia sobre el caño, como olvidar tu ropa revuelta que se abrazaba tenue alrededor de tus muslos, tu cuerpo andariego, pleno de soles y luna, tú acento de pájaro silvestre, tus pasos de jaguar, tu sigilo de nube leve como un celaje de la tarde.
Evoco tus cabellos nocturnos, suave como las alas de la seda de las doradas mariposas.
Con esas alas vuelas tú, amada, con esas alas doradas y sedosas.
Vuela sobre la selva, sobre las montañas sagradas, vuela con las alas de mariposas sobre los ríos interminables, 
vuela con alas de colibrí brillantes sobre las grutas secretas de las cumbres desconocidas, 
mientras yo encuentro tu rostro en las hojas y escucho tu acento en las piedras que los niños lanzan al río
y oigo tu risa en el salto de agua más cercano, 
y siento de nuevo tu olor entre las frutas escondidas del monte.

TAREN DE UN JOVEN PERDIDO EN LA SELVA
No conoce los caminos y quiere encontrar el rastro, la huella invisible del Chamán amigo, 
el de los largos cabellos, el de la voz de águila y murmullo de espumas, del amor insatisfecho, de la pasión inconclusa, el del tabaco que jamás se apaga.
Taren es un niño – tigre que no encuentra el rumbo.
Le preguntara a los astros el camino, a la luna fría y distante, y después oirá la voz del mochuelo nocturno el canto helado de los grillos, el trino solitario de las aves que pueblan la noche espesa.
Escuchará el rugido de los ardientes cunaguaros que se acercan envueltos en luciérnagas, para llevarlo al río para que sacie su sed de siglos y contemple el rostro sabio del padrino.
Taren del joven que bebió el agua pura de la tierra escarchada de estrellas, y supo que el Chamán protector lo miraba desde el aire, guiaba sus pasos.
Así encontró el sendero y fue con unos de los seibos de copa riente, fue uno con el viento, uno con el lustroso cunaguaro, con el obstinado armadillo.
Así llego al lugar seguro y no lo toco la tormenta, ni lo asusto el murciélago, ni la lechuza, porque conoce todos los secretos de la selva, por eso toco su flauta mientras termina este taren, taren de un joven que hallo su camino.

UN TAREN PARA NO PERECER
“Waira”, el danto, siendo padre de un recién nacido se puso de viaje, y no en un viaje cualquiera.
Por la montaña adentro, por entre nubes, por lugares pantanosos y hasta de noche en medio de las grandes selvas habitadas por Waira, Tamanua y cunaguaro.
Pero Waira se dio cuenta de que por allí andaban las grandes serpientes y otros seres, que habitaban en las selvas, en las serranías, en las lagunas y en los ríos por donde iba a salir de viaje.
Y por eso se nombró a sí mismo y se hizo taren.
Así se hizo taren Waira:
He aquí que yo voy a salir de viaje, y me nombro a mí mismo.
Porque he aquí, que yo, yo mismo, me voy de camino con mis sandalias de hierba en los pies y mi sombrero de palma en la cabeza, la nube será mi sombrero.
Yo iré por medio de las grandes serpientes y las iré espantando, y los “mawariton” no me verán, ni me verán los “awapiri” nocturnos, más bien yo los asustaré y los ahuyentaré.
Yo ciertamente yo y por mí mismo, yo que soy el “Dawairapia”.
Este solo y único nombre fue el que dijo. Y ni él se dañó ni sus hijitos.
Y este es nuestro taren para cuando siendo padres de recién nacidos, tengamos que ir de caza o por otros motivos viajar a través de las montañas holladas por los cunaguaros.
Pero cuando el viaje no es por las selvas, sino por sabanas y las “wontai”, o montecillos, el que se nombra como taren es el “tamanua” u oso hormiguero.
¿Por qué? Porque el oso hormiguero se fue siendo padre de un niño muy pequeño, en tiempo de verano a través de caminos inseguros y por medio de lugares sin camino, por medio de árboles espinosos y de cañas y hierbas punzantes, y a pesar de todo, su hijo no se enfermó ni entristeció.
Y esto, porque al tiempo de salir de viaje, teniendo un niño pequeño, yo voy a caminar por lugares sin camino y entre plantas espinosas y pelusas que escuecen.
Pero yo haré que mi hijo no se enferme, esas cosas no lo lastimarán.
Yo cargaré siempre a mi hijo sobre mí mismo. Y mi hijo no se escocerá, mi hijo no llorará, mi hijo no se debilitará.

Nota de la Edición 
Palabreo del Chamán (1); La Poesía Shikana (4) y la Poesía Pemón (5) se transcribieron de El Chamán de los CunaguarosViaje por el mundo indígena venezolano de Marisa Vanini de Gerulewicz, publicado en Caracas (2008)  por El perro y la rana.  
(2) La Poesía Wayúu fue transcrita de Lenguaje de Sol de José Ángel Fernández Silva Wuliana publicado en Caracas (2006) por Monte Ávila Editores Latinoamericana. 
(3) La Poesía Kariña fue transcrita de Piel de Maraka de José Canache de La Rosa, publicado por en El Tigre (1993) por el Centro de Actividades Literarias de El tigre.