Infantes indígenas venezolanos en el archivo de la ETAI Saramayi
CANTO DEL ARMADILLO Y DEL OSO HORMIGUERO (etnia Piaroa)
Inmediatamente después de los armadillos,
nació Woya, el oso hormiguero. Su recinto sagrado está bajo una montaña, en el
Orinoco Inferior. Dijo que había tomado forma, piel, cola de Enemey Ofo’daa.
Cuando fue creciendo, bajó a la tierra. Pero no vio nada, ni agua, ni luz ni
estrellas. —¿Cómo pueden vivir sin nada esos hombres? No tienen comida, no
tienen agua.
Antes Wajari había creado la claridad. Tenía
faroles en los ojos y veía con ellos (todos los animales tenían lo mismo antes
de haber claridad). —¿Cómo conseguir hombres amigos? –se preguntó Woya.
Salió pues y recorrió el mundo entero para
encontrar amigos. Y así llegó hasta la casa del armadillo. Remu y Sera vivían
juntos en la casa. Woya quiso entrar, pero la puerta estaba cerrada. Los
armadillos no se dieron cuenta de su presencia, por eso volvió para la casa. En
su casa se puso a meditar en cómo iba a poder meterse en aquella morada. Sopló
yopo para que le vinieran pensamientos. Los animales sopladores de yopo no
tienen que pasar por la ceremonia de las espinas de raya. Cierto que no había
nadie que se las hubiera podido hacer a ellos. Preparó el yopo y lo sopló.
Luego partió hacia la morada de los armadillos, pero se perdió.
En el aire flotaban las palabras: te
perdiste. Por fin llegó al hogar de los armadillos. Se paró afuera y se puso a
pensar. —Hace un rato pasé por aquí y no me dejaron entrar. Se transformó en
picaflor y voló hasta el árbol situado en el techo de la casa y cantó en la voz
del pájaro meyre.
Los hermanos escucharon el canto. Remu dijo:
—Podrías matar este pájaro con cerbatana. Sera trató, pero erró el tiro. El
pájaro se echó a reír. —¡Oh, ese pájaro se está riendo de mí! –dijo Sera.
El pájaro se transformó en dos: quedó como
picaflor, pero al mismo tiempo se transformó en un hombre, que por el sendero
se encaminaba hacia la casa. El hombre le habló a Sera, quien se asombró mucho,
pues en ese momento estaba tratando de disparar con la cerbatana al pájaro.
Sera dijo: —Yo soy el hermano mayor,
pero no te conozco. Puedes entrar. Mi hermano sabrá seguro a qué grupo
perteneces.
Y el pájaro al igual que hoy en día, se quedó
en el árbol sobre la casa. Remu estaba jugando y riéndose en su chinchorro, en
la mitad de la churuata.—¿Qué clase de gente nos ha venido a visitar? No te
conozco, aquí está tu chinchorro, al lado mío.
Sera siguió tratando de matar al pájaro, pero
sin efecto. Woya le explicó que ese pájaro lo acompaña siempre, y si lo matan,
han de morir los tres.
—Ese pájaro es un pensador disfrazado. No lo mates, pues moriremos nosotros tres.
—Ese pájaro es un pensador disfrazado. No lo mates, pues moriremos nosotros tres.
Remu le dijo a su hermano que dejara ya la
cacería, pues era peligrosa. Sera entró. Woya le preguntó a Remu si tenía yopo.
Remu mandó a Sera a buscar yopo. Trajo claridad a la churuata. Remu le preguntó
a Woya:—¿De qué pueblo eres? ¿De dónde has venido?
Woya le respondió: —Primero dame yopo,
después te lo diré todo. Luego Remu le pidió yopo a Woya. Pero Woya dijo: —Yo
soy un gran pensador, no soy como son ustedes. Si soplaras de mi yopo, dirías
cosas raras de mí.
Pero Remu así y todo le pidió del polvo y
luego dijo que ya su yopo estaba listo:
—Dáselo, Sera. Woya dijo: —No, no quiero que
sea Sera el que me lo dé. Pues así no vale nada.
El propietario del yopo es el que tiene que
dármelo, o sea tú, Remu. Yo soy un mejor pensador que tú. Yo he soplado yopo y
he bebido dada también. Remu solamente quería darle un poquito, pero Woya lo
quería todo de golpe. Y en verdad se lo sopló todo de una vez. Woya dijo: —Está
bien. Tú también puedes soplar yopo y podrás convertirte también en un pensador
como yo.
Y así Woya le dio tres veces yopo a Sera. Y
dos veces a Remu. El yopo de Remu no le hizo efecto a Woya, pero el de Woya era
más fuerte. No le hizo efecto a Sera, pero a Remu sí. Remu vomitó y gritó:—Woya
me quiere matar, yo mato hombres.
Sera dijo: —Esa es una visión del futuro.
Remu gritó: —Ese hombre que entró en mi casa va a matarme.
Sera le dijo a Remu: —No vales mucho si te
emborrachas tan rápido. Es tu error. No tenías que haber pedido yopo. Remu
gritaba y gritaba y en la figura del armadillo que antes había sido hombre,
corría por toda la churuata, daba brincos y tirábase al suelo diciendo: —Woya
me quiere matar, pero yo lo mataré.
Sera ató a su hermano, pero Remu rompió las
amarras. No había qué hacer. Sera le pasó la maraca por la cabeza a su hermano
y se curó. Remu le preguntó a su hermano: —¿Qué me pasó? Tuve visiones sobre el
futuro.
—Sí –respondió Sera. —¿Grité algo malo? ¿Qué
fue lo que me pasó? –preguntó Remu.
Woya mientras tanto intervino, le pidió a
Sera que no contara lo que había pasado, pues de lo contrario se iba a enojar.
Sera dijo así: —No hiciste nada. Estabas sentado en tu banquito.
Woya le preguntó a Remu: —¿Qué efecto te hizo
mi yopo? ¿Qué fue lo que viste?
Remu: —Vi que me matabas, pero seguro era
mentira.
Woya: —Te dije que el yopo era algo
peligroso. No estás acostumbrado al yopo fuerte.
Remu: —¿A qué grupo perteneces, Woya? ¿De
dónde has venido?
Woya: —Yo vine de abajo, hacia donde voy a
regresar y donde seré el padre de los animales. Woya le preguntó a Remu: —¿Y
tú, quién eres?
Remu le contestó: —Mi tierra está aquí. Esta
es mi tierra. Yo llegué aquí antes que tú. Woya se quedó dos días más con ellos
y luego regresó a la casa de abajo.
Antes de irse, dijo: —Dentro de poco nacerá
Wajari y todos ustedes serán sus animales. Pero sépalo, el chácharo, el mékira,
será mi animal. Luego dejó la casa de los armadillos.
Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa.
Lajos Boglár Fundación Editorial El
perro y la rana (Caracas, 2015).
LA MUERTE (Mito Karibe-tamanak
del Rio Orinoco. Filippo Salvatore Gilii, ortografía hispanizada por Gilberto Antolìnez)
El civilizador
Amalivac, concluida su obra, quiere regresar a su tierra natal ultramarina;
tripula una canoa y, para despedirse de los tamanak les dice en alta voz: “Uspicachetpè
mapicatechi: os renovareis cambiando la piel de vuestro cuerpo”, esto es: que
nunca morirían, más se rejuvenecían tirando la piel vieja como las serpientes, grillos y otras alimañas. Se
admiró tanto una vieja que allí estaba, que exclamó: “oh”, dudando de tales
añagazas. Airado por tal cosa Amalivac repuso luego: “Matagueptechi”, que
declarado es: “Desde ahora moriréis”. Los Tamanak decían que si la anciana no hubiese dudado
hoy vivirían en perpetua juventud.
Idea central: la muerte es un castigo a la falta de fe en la palabra de un Dios. El acto de la vieja fue una contingencia accidental. Hasta entonces cuenta el tiempo de los orígenes.
Idea central: la muerte es un castigo a la falta de fe en la palabra de un Dios. El acto de la vieja fue una contingencia accidental. Hasta entonces cuenta el tiempo de los orígenes.
LA MUERTE (mito de
los karibe-Taurepàn de la Gran Sabana)
(Theodor Koch-Grünberg
y Fr. B. de Matallana, ortografía
hispanizada por Antolìnez).
Karapishainmà, “la
Gran Langosta” ancestro de los Taurepàn y primer hombre, yacía abandonado y
yerto en una isla desierta adonde había sido deportado por el sapo de la
lluvia, Waromà. Fue regocijado por Uey, El Sol, en la canoa que le servía para
atravesar el gran río (Vía Láctea) con sus bellas hijas (estrellas de las
nebulosas). Estas lo remozaban bañándolo en el río, pues el sol quería tener un
futuro yerno en Karapishaimà, Así Uey, le dijo: “Te casarás con una de mis
hijas, pero no te dejes seducir de ninguna de las demás mujeres”. Pero el pillo
de Karapishaima, en un descuido, se puso a retozar con las hijas de Kasanak,
el Rey Zamuro de dos cabezas, que son
las estrellas no incluidas en la Vía Láctea. Así como regresó Uey con su
familia vio el desastre, y las chicas reprendieron al primer hombre por haber saltado a tierra
sin permiso y no dar cumplimiento a sus restricciones impuestas por El Sol.
Este último dijo: “De haberme obedecido, permanecerías para siempre bello y
joven, pero ahora tendrás juventud por corto tiempo y después te verás feo y
muy viejo”. Al día siguiente despertó
sin encontrar El Sol, que se había ido, y
se vio entre zamuros, feo y viejo, y tuvo que casarse con una hija del
oscuro Kasanak. “Karipishaimà fue nuestro ancestro-dicen los taurepán- el padre
de los indios, pero por su culpa están las hijas del sol en el camino de los
muertos (Vía Láctea), mientras que nosotros venimos a parar en feos y viejos”.
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