Imagen en el archivo Claudia Farfán
EREUKORIMO Y
EL TIGRE DEL AGUA (etnia pemón)
Tengo una experiencia del río Karoni, en una
comunidad indígena que se llama Ereukorimo. El señor que me lo contó se llama
Camilo Pancho Lezama y vive en la orilla del río, en un sitio bastante elevado,
con una playa muy bonita. Al frente tiene una serranía con bastantes cavernas,
ranuras, un farallón empinado al cual no es fácil subir. Y él me contó que una
vez hubo un incendio en esos cerros. Los indígenas saben dónde viven los demás;
por ejemplo, allá abajo vive fulano… y por ese sitio ningún indígena Pemón
vivía. Pero vieron un incendio, que se estaban quemando los árboles.
De las ranuras de ese cerro, de esas cuevas,
aparentemente salieron 15 o 20 personas
a apagar ese fogón. Y después bajaron
nuevamente y se perdieron. Esperaron para ver si eran personas de unos de
nosotros y no los hallaron. Y así han visto, inclusive, ahí a un hermano Pemón
desapareció hace como 20 o 30 años atrás estando joven.
Fueron de
pesca por ese mismo sector del Karoní, precisamente al río Parupa afluente del Karoní, entre Uriman y Paul.
Había mucha pesca en ese tiempo y cuando iban a esa pesca comunitaria invitaban
a los indígenas de Uriman. Acudían bastantes. En esa travesía de regreso había
un indígena así un poco rezagado, quedado, y le echaban mucha broma. Durante el
trayecto de regreso él dice: vamos a parar un momentico,
– Está bien,
chico. Te esperaremos más adelante, pero cuidado si te llevan los dueños de la
montaña. Siguieron, lo esperaron más adelante, y nada. Espera, espera, nada. Regresaron, lo
rastrearon, nada. Desapareció completamente.
Después que
pasaron unos cuantos años, 20 a 30 años aproximadamente, hace 3 o 4 años atrás
esa persona se le apareció a un familiar del mismo, que lo encontró que estaba
pescando por el río Tirika, otro afluente del río Karoni. Por cierto, primo
mío, se llama Chachi. Estaba pescando, se le apareció una persona, y le dice:
Mire ¿de qué familia usted? ¿Y quién es
usted? Dígame quien es usted. – Ah bueno, yo soy el hermano de Camilo
Rodríguez, que en una pesca comunitaria, hace tiempo atrás, se perdió. – yo
tengo un mundo diferente al que lleva ese momento. Usted me da lástima. Yo quiero llevarlo conmigo para que esté en
otra vida diferente a la qué… - No, pero no puedo, yo no he hablado con mis
hijos ni con mi mujer. No puedo así en esa forma – No, no, no, usted me da
lástima. Y yo no paso necesidad y vivo
en un mundo diferente a este. Yo sé que va a estar bien. – No, le estoy
diciendo que no.
En la noche salió y lo volvió a encontrar esa
persona. Entonces le estaba haciendo un tratamiento para llevárselo, no en las
condiciones naturales que se encontraba, sino en otras condiciones. Por
ejemplo, dicen que le dan raíces, o le dan a tomar cosas como para drogarlo,
pero no así en una forma abusiva, sino cierta cantidad para poderlo controlar.
Entonces así se le estaba haciendo hasta que atrás vino su señora y comenzó a
gritar.
Cuando la señora comienza a gritar entonces
interrumpió lo que el señor estaba haciendo y lo dejó, medio atontado. No
sabíamos que le habían hecho, hasta que una hija de él, cuando se enteró que
estaba enfermo le llevó a su comunidad más abajo. A Eurokorimo, donde vieron a
la persona entre los cerros como dije, le llevó. La sorpresa de ellos fue que
ahí nunca esos pájaros que yo imité, que se llama woroiwok esos nunca se oían
por ahí.
El día que bajo él ahí. Si, como si estuvieran
pendientes de él.
Entonces se dieron cuenta de que se trataba de
ellos y le prepararon del palo con que exprimen la yuca, rasparon ese palo, lo
prepararon en un ensalme, se lo dieron a beber y le preguntaron: Mira, queremos
saber ¿qué es lo que te pasó?
Entonces confesó: Miren, me pasó así y así y
así. Y ahorita en este momento están
detrás de mí. Entonces los familiares
pusieron más cuidado, pero en un descuido se lo llevaron nuevamente.
Como era familia de él se lo quería llevar por
que sí. En ese momento se dieron cuenta de su falta y mandaron a los nietos:
¡Vaya, mi amor y tenga cuidado! Efectivamente, encontraron unas personas que lo
tenían agarrado y lo soltaron y se pudo ir. Y empeoró más, ese pariente, que lo
vieron y murió…
Y la no
es la primera vez, pues en el trabajo de construcción de la carretera de la
Paragua a Paul desapareció un criollo del campamento del Ministerio de
Transporte y Comunicaciones, que eran los encargados de construir la vialidad.
Y al lado de ese campamento había uno de los indígenas, con su conuco. Ahí
llegaban a dormir en el trayecto, cuando iban a la Paragua. Y el que me
contó fue Julio Rivas, un primo mío.
Dice que ellos pernoctaron para construir el día siguiente, y que ese criollo que
estaba cuidando el campamento del Ministerio del Transporte los visitó.
Precisamente en este tiempo de lluvias, se fue con su impermeable y se acercó
ahí donde están ellos en sus ranchos y estuvo conversando con ellos. Pero lo
observaban como inquieto, como si quisiera regresar porque alguien lo esperaba,
con esa preocupación: Voy a regresar. - ¿Pero porque tienes tanto apuro? – No,
no, no, porque sí. Y se regresó.
Por la mañana se acerca al campamento y no lo
encuentran: Fulano, fulano… y nada.
¿Qué pasaría? Le siguieron las huellas. Caminó
por la carretera, se internó en la montaña. Le siguieron, paso a paso lo
siguieron. Ahí delante dejó la camisa, más adelante los zapatos, la lámpara, el
impermeable, por ahí pasó, por un palo atravesó la quebrada y al otro le
seguían las huellas.
En vez de las huellas de ser humano que le
venían siguiendo, huellas de tigres. Grandes las huellas.
De ahí supieron que era lo que había pasado.
Se lo habían llevado los dueños de las montañas y lo transformaron en tigre.
Ahí desapareció.
Viene un chamán, o un paisán yekuana, entonces
el Pemón dice: Mira, un criollo desapareció de ahí. Localice donde está, que le
pasó a él, quien lo llevó. El piasan yekuana entonces en la noche, después que
termina dice: Mira, ese criollo está ubicado actualmente, convertido en un
tigre acuático (wairarimo), en la laguna tal. Aquí hay un cerro, y al pie de
ese cerro hay un morichal y una laguna grande.
¿Será verdad?, se preguntaron esos indios.
A la pata de ese cerro encontraron una laguna
que no se seca en el verano, todo el tiempo está permanente. Ese día se puso
celoso, trueno, lluvia, tal cosa. Ahí fue donde lo localizó el shaman yekuana.
Salió la comisión ese día que se perdió, la comisión de la Guardia y no lo
localizaron, no estaba en ninguna parte, pero los indios si sabían que pasó.
Tomado de
Pataamunaanü´nin: Nuestras Tierras son de nosotros (Etnia Pemón). Carlos
Figueroa. Ediciones El Pueblo. Ciudad Bolívar. (2005)
EL MONO CARA BLANCA (etnia yukpa)
Una vez existió entre los yukpa un hombre muy
inquieto. Era revoltoso y no podía estar tranquilo. Cuando iba a cazar
tropezaba con las raíces y las rocas y caía, entonces chillaba ruidosamente,
con una voz aguda que a todos impacientaba. Si veía una culebra chillaba
también y saltaba por todo, volcando a su paso las totumas de chicha, las
cestas de maíz y los alimentos que se cocinaban en el fogón.
Esto molestaba mucho a Tamurenchu, el sabio,
quien desde su alta morada observaba con desagrado a aquel hombre ruidoso y
alborotado, que por donde iba pasando iba dejando un rastro de cosas rotas y
derramadas.
También los demas yukpa se quejaban de lo
escandaloso y descuidado que era.
Un día, el yukpa bullanguero estaba cocinando
sus alimentos en una gran olla. Mientras cocinaba gritaba, reía, saltaba y
corría por todas partes. Se movía tanto que Tamurenchu, desde las nubes comenzó
a desear que se le voltease la olla y que se quemase. Y, efectivamente, así
ocurrió: la olla se volteó y se levantaron el humo, la brasa y las cenizas, que
salpicaron la cara del yukpa, manchándola de blanco y de gris. En aquel momento
este se convirtió en Schirire, el mono cara blanca.
Tamurenchu acudió rápidamente, partió una
rama y se la puso como cola.
Luego lo lanzo en la copa de un árbol
diciéndole:
-Vivirás entre árboles y serás Schirire, el travieso mono cara blanca. Aun
transformado en Schirire, ese ser tan alocado, siguió metiéndose en muchos líos
y provocó desastres:
Destapó la cueva y dejo huir a los jejenes
(antiguamente no los había), que se esparcieron por todo el mundo. Abrió
también la casa de los truenos, de los relámpagos, de los rayos y del viento:
así ahora todos ellos, cuando hay temporal, vagan libremente, por culpa del
travieso Schirire.
Tomado de “El mundo mágico de los yukpa”,
Marisa Vanini y Javier Armato, Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana (2005)
WAJARI CREA LAS FRUTAS (etnia piaroa)
Del estómago de Wajari creció un árbol
gigante y en él germinaron todas las frutas comestibles. Un buen día Wajari
estaba sentado en la orilla del Orinoco esperando un bote que le transportara
las frutas río arriba. Al poco tiempo llegó su sobrino, que después de llenarse
con frutas condujo a Wajari a San Carlos del Río Negro. Poco tiempo después Wajari
fue transportado por sus sobrinos hasta Puerto Ayacucho paraconseguir allá más
alimento.
Mientras tanto, una mujer, Paruba
Awektuva’ju, también hubiera querido probar las frutas. Un pájaro acuático voló
sobre ella y dijo así: —Wajari está en Ayacucho ¿por qué no lo esperas?
La mujer fue por los alrededores del puerto y
sentada en una roca se puso a esperar. —Dame de tus frutas– le pidió la mujer a
Wajari, que llegaba en esos momentos.
—No es posible –respondió– porque ya las
probé y todas me dieron fiebre de mujer: Se me hinchó el vientre, sentí dolores
y tuve pérdidas de sangre. ¡Esas frutas son peligrosas! Wajari tomó a la mujer,
que de todas formas quería probar las frutas y luego se fue.
Una fruta creció en el vientre de la mujer,
que vomitó y orinó sangre. La mujer, ya embarazada, salió río arriba, vagando
de un lugar a otro. En cada lugar que se detuvo derramaba gotas de sangre, de
las que nacieron, silvestres, las frutas de Wajari.
Porque hay frutas que nacen silvestres y
frutas que hay que sembrarlas. Los nombres de los lugares nos indican por dónde
fue Paruba, la que hubiera deseado endulzar las frutas amargas, mas no fue
capaz.
Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos
Boglár Fundación Editorial El perro y la
rana (Caracas, 2015).
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