jueves, 8 de junio de 2017

Breves cuentos, mitos y leyendas indígenas (7)

Imagen en el archivo de Martín Garza

EL ARCOIRIS (etnia yukpa)
Tubira
 Kuschumchi, el rojo: Schikaka, el azul; Araura, el amarillo; Kussre, el morado; Shipi, el verde, éstos eran los miembros de la familia Tubira, que acostumbraba a vivir en las cabeceras de los grandes ríos. Todos tenían cuerpos suaves, ágiles y relucientes, de distintos colores, que ardían como las llamaradas de una hoguera.
 Los yukpa veían a los Tubira juntos al agua, en la espuma o tras la gota de la lluvia.
Una noche el yukpa Potaiké, mientras dormía en su chinchorro de corteza de árbol, soñó con un bellísimo Tubira, o arcoiris, que se extendía del este al oeste. Distinguió bien los cinco colores, que ardían como el fuego.
 Al amanecer del día siguiente, cuando apresurado se dirigía al río para tomar agua y lavarse antes de empezar su jornada de trabajo, una visión extraordinaria lo deslumbró: la familia Tubira, reunida, brillando exactamente sobre el curso de agua.  Potaiké, asombrado trató de retroceder y esconderse, pero una voz imperiosa lo detuvo:
-¡No retrocedas ni un paso! Te estamos esperando desde anoche.
 De inmediato Potaiké se sintió trasportado, llevado por los aires, y se encontró en medio de aquella reunión familiar.
 Oyó entonces otras voces:
-No tengas miedo, somos tus amigos, y mientras tú también lo seas para nosotros no te haremos daño. Ven, siéntate, comeremos juntos.
 Potaiké obedeció y aquella comida le pareció exquisita. Era un banquete de carne de venado, que los Tubira habían asado con sólo tocarlo. Los contempló detenidamente. Sus rostros resplandecían como el fuego, cada uno de un color distinto.
 Terminado el festín, el jefe de los Tubira habló:
-Potaiké, de hoy en adelante no comerás nada caliente. Si no obedeces te quemaras por dentro. Te prohibimos terminantemente hablar a nadie de nosotros, ni siquiera a tu mujer. Nuestro encuentro será secreto. Si lo comentas, tu boca se torcerá, y se torcerán también tus brazos y piernas.
Durante algún tiempo el yukpa cumplió la promesa pero, al pasar los días, se cansó de comer todo frío.
Deseaba, además, contar lo ocurrido.
Resolvió hablar y le refirió a la esposa su amistad con los Tubira. En ese momento, su boca se deformó y sus dedos se torcieron para siempre.
Así el jefe de los Tubira castigó a Potaiké por romper el pacto.
Es por eso que los yukpa admiran a Tubira, el arco iris, cuando brilla en el cielo, pero jamás lo señalan con el dedo, porque creen que en momento de hacerlo sus manos podrían torcerse, como las de Potaiké. Ellos respetan a Tubira.
Y cada vez que Tubira cuelga sus luces en el firmamento, los yukpa saben que ese es el momento en el cual todos los miembros de esa familia se reúnen para comer: No deben navegar, ni remontar sus canoas los cursos de agua. Es peligroso acercarse a las cabeceras de los ríos cuando Tubira resplandece en el cielo.

Tomado de “El mundo mágico de los yukpa”, Marisa Vanini y Javier Armato, Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana  (2005)



¿CÓMO CREARON AL BÁQUIRO? (etnia piaroa)
Muchas veces cantamos sobre el báquiro, el ime, antes de comernos  su carne y mientras bailamos con su máscara. Hay varios cantos sobre los ime, y también hay una historia sobre su creación.
El canto de la danza de máscaras sigue derecho, mientras que el canto sobre las enfermedades del báquiro serpentea como el caño. Me gusta el canto del Warime y también el del báquiro porque son interesantes. En la zona de los manantiales, el Sipari-aje, allá donde en época de la seca se alza la churuata de Marepa hay una montaña, la Ime-tajtawinawa. Allá crearon al báquiro. Yo sé dónde está la gran montaña de piedra, la Ime-tajtawinawa. Frente al caño Sipari, en la selva.
Allá cantaban también el Warime, el canto de la fiesta del báquiro. Son innumerables las palabras del canto: ujku-vasruve, luego ujku-yuwe-yuwe, luego arikoto. Son muchas las palabras como esas. Cuando suenan los instrumentos y bailan las máscaras, se puede escuchar el canto del Warime.
Los bailadores se van deteniendo, van diciendo las palabras del canto y las mujeres responden. Solamente las mujeres que dan las respuestas conocen el canto. Las otras, no. Y los que responden van vertiendo de su garganta las palabras.
Los bailadores y cantantes se quedan un rato en el monte, como una hora, luego siguen subiendo. Arikoto, dicen abajo. Nea-a parewa, se encaminan hacia abajo. Luego vuelven a subir y a bajar como el báquiro. Allá fue donde crearon al báquiro. Esa es también obra de Wajari. Pureydo es el lugar donde las sierras se suceden entre sí. Los hombres andan enmascarados. Luego entran en una churuata, en otra, en otra tercera.
Antes de haber creado a los piaroa solamente existían muchas montañas de piedra y la selva. La montaña de piedra era una churuata abandonada, pues la churuata de los piaroa es como la cima de la montaña. Y Wajari reconoció las churuatas abandonadas cuando se escapó de sus enemigos. Porque Kwoimoi, la culebra venenosa, deseaba su muerte.
Pero Wajari, para que no lo reconocieran, se puso una máscara. Cambiaba constantemente de aspecto e iba de una churuata a otra disfrazado con las máscaras, y le dio muchas cosas a los hombres hasta que llegó a la churuata abandonada. Por eso es que cantamos sobre ese lugar. Pureydo no está cerca, Pureydo está lejos.

Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos Boglár  Fundación Editorial El perro y la rana (Caracas, 2015).



EL CANTO DEL BÁQUIRO (etnia piaroa)
Buoka llegó primero, lo siguió Kwoimoi, la culebra venenosa. Buoka nunca fue a visitar a Kwoimoi porque tenía miedo que lo atacara y se lo comiera. Wajari después de haber sido creado por Buoka, quiso ir a visitar a Kwoimoi, porque no lo conocía y no sabía que Kwoimoi había probado varias veces matar a Wajari y a Buoka porque le envidiaba las ceremonias enmascaradas, quería robárselas para poderse comer a los bailadores enmascarados. La culebra venenosa se escondía tras todo tipo de máscaras y no hacía más que pensar cómo podría matar a los dos hermanos.
Sin embargo, en cuanto a sabiduría, Kwoimoi quedaba mucho más atrás que Wajari, sus pensamientos eran más pequeños. Wajari le dijo a Kwoimoi: —¡Primero te mataré antes que tú me mates!
Los dos hermanos decidieron celebrar una gran fiesta y enseguida comenzaron a prepararla. Mientras tanto, Kwoimoi, bajo la forma de todo tipo de animales los iba espiando. Sin embargo los dos hermanos estaban alerta, advirtieron al enemigo y salieron corriendo. El único deseo de Buoka era el de dirigir la primera fiesta. Pero Wajarile dijo:
—No lo hagas. Nosotros tenemos que organizar juntos la fiesta, pues tú no sabes lo suficiente y va a terminar mal la cosa si celebras solo la ceremonia. Sin embargo, Buoka no le hizo caso a su hermano y salió para preparar él solo la ceremonia de los enmascarados. Pero vino Kwoimoi y se comió todos los objetos sagrados que Buoka había preparado para la fiesta.
Hoy en día el mékira, el chácharo, es el espíritu de los bailadores que Kwoimoi se comió. Esos chácharos hubieran podido ser aún mayores que el báquiro de hoy si Kwoimoi no los hubiera devorado. Luego Wajari preparó los instrumentos de la fiesta, pero los mantuvo bajo su más estricta vigilancia. Buoka, llorando, contemplaba los trabajos de Wajari. Wajari le preguntó a su hermano:
—¿Cómo van los preparativos de tu ceremonia? ¿Todo bien?
—Kwoimoi devoró todos mis bailadores a excepción de uno. –respondió Buoka–. Como ves, las cosas van muy mal.  —¿No ves? Te lo dije, preparémoslo todo juntos. Yo sé más que tú –dijo Wajari.
Pero Kwoimoi solamente esperaba el inicio de la fiesta, también aspiraba a los bailadores de Wajari. Poniéndose una máscara se acercó a espiar. Pero en vano se escondió, Wajari reconoció al enemigo y le dijo:—No te acerques. Los instrumentos de la fiesta son sagrados, y no es necesario que otros los guarden; es suficiente si yo, Wajari, cuido los instrumentos.
Kwoimoi fue para su casa y se buscó otra máscara. Pero Wajari sospechaba lo que se traía entre manos (al final Wajari mató a Kwoimoi para vengarse de que le había devorado los bailadores a Buoka).
Tenemos que saber que la esposa de Wajari, Kwawañamu, era hija de Kwoimoi. Pero hasta los hermanos de su esposa, ayudaron a Wajari contra su padre. Querían ayudar a su cuñado Wajari, querían salvarlo y lo consiguieron con el yawa-keba (amuleto hecho de una fruta negra, que por eso los piaroa no la comen hoy en día). Ellos le dieron a Wajari el amuleto de fruta para que lo protegiera contra Kwoimoi. Wajari lo aprovechó y se defendió contra Kwoimoi.
Luego de la fiesta de los enmascarados, le devolvió a sus cuñados el amuleto y les dio las gracias. Los cuñados de Wajari, hermanos de Kwawañamu se llamaban: Kewiyepu, Irekuwa y Kumatari.


Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos Boglár  Fundación Editorial El perro y la rana (Caracas, 2015). 

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