Imagen en el archivo de Martín Garza
EL ARCOIRIS (etnia yukpa)
Tubira
Kuschumchi, el rojo: Schikaka, el azul;
Araura, el amarillo; Kussre, el morado; Shipi, el verde, éstos eran los
miembros de la familia Tubira, que acostumbraba a vivir en las cabeceras de los
grandes ríos. Todos tenían cuerpos suaves, ágiles y relucientes, de distintos
colores, que ardían como las llamaradas de una hoguera.
Los
yukpa veían a los Tubira juntos al agua, en la espuma o tras la gota de la
lluvia.
Una
noche el yukpa Potaiké, mientras dormía en su chinchorro de corteza de árbol,
soñó con un bellísimo Tubira, o arcoiris, que se extendía del este al oeste.
Distinguió bien los cinco colores, que ardían como el fuego.
Al
amanecer del día siguiente, cuando apresurado se dirigía al río para tomar agua
y lavarse antes de empezar su jornada de trabajo, una visión extraordinaria lo
deslumbró: la familia Tubira, reunida, brillando exactamente sobre el curso de
agua. Potaiké, asombrado trató de
retroceder y esconderse, pero una voz imperiosa lo detuvo:
-¡No retrocedas ni un paso! Te estamos
esperando desde anoche.
De
inmediato Potaiké se sintió trasportado, llevado por los aires, y se encontró
en medio de aquella reunión familiar.
Oyó
entonces otras voces:
-No tengas miedo, somos tus amigos, y
mientras tú también lo seas para nosotros no te haremos daño. Ven, siéntate,
comeremos juntos.
Potaiké obedeció y aquella comida le pareció
exquisita. Era un banquete de carne de venado, que los Tubira habían asado con
sólo tocarlo. Los contempló detenidamente. Sus rostros resplandecían como el
fuego, cada uno de un color distinto.
Terminado el festín, el jefe de los Tubira
habló:
-Potaiké, de hoy en adelante no comerás nada
caliente. Si no obedeces te quemaras por dentro. Te prohibimos terminantemente
hablar a nadie de nosotros, ni siquiera a tu mujer. Nuestro encuentro será
secreto. Si lo comentas, tu boca se torcerá, y se torcerán también tus brazos y
piernas.
Durante algún tiempo el yukpa cumplió la
promesa pero, al pasar los días, se cansó de comer todo frío.
Deseaba,
además, contar lo ocurrido.
Resolvió hablar y le refirió a la esposa su
amistad con los Tubira. En ese momento, su boca se deformó y sus dedos se
torcieron para siempre.
Así el
jefe de los Tubira castigó a Potaiké por romper el pacto.
Es por
eso que los yukpa admiran a Tubira, el arco iris, cuando brilla en el cielo,
pero jamás lo señalan con el dedo, porque creen que en momento de hacerlo sus
manos podrían torcerse, como las de Potaiké. Ellos respetan a Tubira.
Y cada
vez que Tubira cuelga sus luces en el firmamento, los yukpa saben que ese es el
momento en el cual todos los miembros de esa familia se reúnen para comer: No
deben navegar, ni remontar sus canoas los cursos de agua. Es peligroso
acercarse a las cabeceras de los ríos cuando Tubira resplandece en el cielo.
Tomado de “El mundo mágico de los yukpa”,
Marisa Vanini y Javier Armato, Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana (2005)
¿CÓMO CREARON AL BÁQUIRO? (etnia piaroa)
Muchas veces cantamos sobre el báquiro, el
ime, antes de comernos su carne y
mientras bailamos con su máscara. Hay varios cantos sobre los ime, y también
hay una historia sobre su creación.
El canto de la danza de máscaras sigue
derecho, mientras que el canto sobre las enfermedades del báquiro serpentea
como el caño. Me gusta el canto del Warime y también el del báquiro porque son
interesantes. En la zona de los manantiales, el Sipari-aje, allá donde en época
de la seca se alza la churuata de Marepa hay una montaña, la Ime-tajtawinawa. Allá
crearon al báquiro. Yo sé dónde está la gran montaña de piedra, la Ime-tajtawinawa.
Frente al caño Sipari, en la selva.
Allá cantaban también el Warime, el canto de
la fiesta del báquiro. Son innumerables las palabras del canto: ujku-vasruve,
luego ujku-yuwe-yuwe, luego arikoto. Son muchas las palabras como esas. Cuando
suenan los instrumentos y bailan las máscaras, se puede escuchar el canto del
Warime.
Los bailadores se van deteniendo, van
diciendo las palabras del canto y las mujeres responden. Solamente las mujeres
que dan las respuestas conocen el canto. Las otras, no. Y los que responden van
vertiendo de su garganta las palabras.
Los bailadores y cantantes se quedan un rato
en el monte, como una hora, luego siguen subiendo. Arikoto, dicen abajo. Nea-a
parewa, se encaminan hacia abajo. Luego vuelven a subir y a bajar como el
báquiro. Allá fue donde crearon al báquiro. Esa es también obra de Wajari. Pureydo
es el lugar donde las sierras se suceden entre sí. Los hombres andan
enmascarados. Luego entran en una churuata, en otra, en otra tercera.
Antes de haber creado a los piaroa solamente
existían muchas montañas de piedra y la selva. La montaña de piedra era una
churuata abandonada, pues la churuata de los piaroa es como la cima de la
montaña. Y Wajari reconoció las churuatas abandonadas cuando se escapó de sus enemigos.
Porque Kwoimoi, la culebra venenosa, deseaba su muerte.
Pero Wajari, para que no lo reconocieran, se
puso una máscara. Cambiaba constantemente de aspecto e iba de una churuata a
otra disfrazado con las máscaras, y le dio muchas cosas a los hombres hasta que
llegó a la churuata abandonada. Por eso es que cantamos sobre ese lugar.
Pureydo no está cerca, Pureydo está lejos.
Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos
Boglár Fundación Editorial El perro y la
rana (Caracas, 2015).
EL CANTO DEL BÁQUIRO (etnia piaroa)
Buoka llegó primero, lo siguió Kwoimoi, la
culebra venenosa. Buoka nunca fue a visitar a Kwoimoi porque tenía miedo que lo
atacara y se lo comiera. Wajari después de haber sido creado por Buoka, quiso
ir a visitar a Kwoimoi, porque no lo conocía y no sabía que Kwoimoi había
probado varias veces matar a Wajari y a Buoka porque le envidiaba las
ceremonias enmascaradas, quería robárselas para poderse comer a los bailadores enmascarados.
La culebra venenosa se escondía tras todo tipo de máscaras y no hacía más que
pensar cómo podría matar a los dos hermanos.
Sin embargo, en cuanto a sabiduría, Kwoimoi
quedaba mucho más atrás que Wajari, sus pensamientos eran más pequeños. Wajari
le dijo a Kwoimoi: —¡Primero te mataré antes que tú me mates!
Los dos hermanos decidieron celebrar una gran
fiesta y enseguida comenzaron a prepararla. Mientras tanto, Kwoimoi, bajo la
forma de todo tipo de animales los iba espiando. Sin embargo los dos hermanos estaban
alerta, advirtieron al enemigo y salieron corriendo. El único deseo de Buoka
era el de dirigir la primera fiesta. Pero Wajarile dijo:
—No lo hagas. Nosotros tenemos que organizar
juntos la fiesta, pues tú no sabes lo suficiente y va a terminar mal la cosa si
celebras solo la ceremonia. Sin embargo, Buoka no le hizo caso a su hermano y
salió para preparar él solo la ceremonia de los enmascarados. Pero vino Kwoimoi
y se comió todos los objetos sagrados que Buoka había preparado para la fiesta.
Hoy en día el mékira, el chácharo, es el
espíritu de los bailadores que Kwoimoi se comió. Esos chácharos hubieran podido
ser aún mayores que el báquiro de hoy si Kwoimoi no los hubiera devorado. Luego Wajari preparó los instrumentos de la
fiesta, pero los mantuvo bajo su más estricta vigilancia. Buoka, llorando,
contemplaba los trabajos de Wajari. Wajari le preguntó a su hermano:
—¿Cómo van los preparativos de tu ceremonia?
¿Todo bien?
—Kwoimoi devoró todos mis bailadores a
excepción de uno. –respondió Buoka–. Como ves, las cosas van muy mal. —¿No ves? Te lo dije, preparémoslo todo
juntos. Yo sé más que tú –dijo Wajari.
Pero Kwoimoi solamente esperaba el inicio de
la fiesta, también aspiraba a los bailadores de Wajari. Poniéndose una máscara
se acercó a espiar. Pero en vano se escondió, Wajari reconoció al enemigo y le
dijo:—No te acerques. Los instrumentos de la fiesta son sagrados, y no es
necesario que otros los guarden; es suficiente si yo, Wajari, cuido los instrumentos.
Kwoimoi fue para su casa y se buscó otra máscara.
Pero Wajari sospechaba lo que se traía entre manos (al final Wajari mató a
Kwoimoi para vengarse de que le había devorado los bailadores a Buoka).
Tenemos que saber que la esposa de Wajari,
Kwawañamu, era hija de Kwoimoi. Pero hasta los hermanos de su esposa, ayudaron
a Wajari contra su padre. Querían ayudar a su cuñado Wajari, querían salvarlo y
lo consiguieron con el yawa-keba (amuleto hecho de una fruta negra, que por eso
los piaroa no la comen hoy en día). Ellos le dieron a Wajari el amuleto de fruta
para que lo protegiera contra Kwoimoi. Wajari lo aprovechó y se defendió contra
Kwoimoi.
Luego de la fiesta de los enmascarados, le
devolvió a sus cuñados el amuleto y les dio las gracias. Los cuñados de Wajari,
hermanos de Kwawañamu se llamaban: Kewiyepu, Irekuwa y Kumatari.
Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos
Boglár Fundación Editorial El perro y la
rana (Caracas, 2015).
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