Imagen en el archivo de Amazonia Viral
KANAIMA
(Enrique Plata Ramírez)
En todas partes habitaba Kanaima, el espíritu
del mal. Los Marines temen encontrarse con cualquiera de sus manifestaciones.
Sólo aquellos que van a morir pueden ver a Kanaima.
Obstinada de los maltratos físicos de Kevei,
su marido, Iroraqui esperó a que se durmiera y con valentía, le asestó un
fuerte garrotazo en la cabeza.
La siguiente mañana la encontraron los demás
guerreros de rodilla ante el chinchorro del fallecido marido. Ella, sin
contener su llanto, les dijo:
Vino anoche, sigilosamente, y mientras
dormíamos, con su gran garrote, Kanaima le aporreó el cráneo a mi dulce marido.
EL ORIGEN DEL GABÁN, DE LA GARZA BLANCA, DE LOS CARPINTEROS
CABEZA AMARILLA Y CABEZA ROJA (etnia Piapoko)
En una choza cerca de una
laguna, vivían cinco viejos y dos hijas grandes, en edad de matrimonio. Cuando
iban a buscar la yuca le prohibían a las muchachas salir de la casa. Podrían
bajar de los chinchorros únicamente para comer el moñoco. Las dos indias
siempre desobedecían. Tan pronto como quedaban solas partían a la laguna a
pescar sardinas y bañarse. Al regresar se encaramaban en los chinchorros de un
salto desde la puerta, sin dejar rastros de desobediencia. Cada una se cubría
la cabeza con un pedazo de wabana (2) blanco. La mayor se llamaba Uco y la
menor Atarinavi. Dos indios las querían por esposas. Se distinguían por el
color de su wabana, uno era rojo y otro amarillo. Cuando ellos visitaban la
casa de día, a nadie encontraban. Los padres y los abuelos estaban en el
conuco, las muchachas en la laguna.
Un día a las indias les
empezaron a salir plumas. Avergonzadas se cubrían el cuerpo con la wabana. No
se dejaban mirar ni de los parientes ni de los novios. Otro día, los brazos se
les convirtieron en alas y las bocas en picos. Volaban en vez de bajar de los
chinchorros. Así no las podían querer ni sus padres ni sus novios. Avergonzadas
decidieron entonces abandonar la choza. Levantaron el vuelo y se largaron a las
lagunas y a los caños a comer sardinas.
De la mayor se formaron los
ucos, los grandes gabanes de los ríos. De la otra los atarinavis, las garzas
blancas.
Regresaron en la noche los
padres, y en vez de sus hijas, encontraron plumas en los chinchorros. También
los novios se pusieron muy tristes al enterarse de la desaparición de sus
prometidas. Todos cantaron y lloraron. Al amanecer los novios se internaron en
la selva a buscarlas. Pero no regresaron más, se mudaron en suwa, pájaros
carpinteros cabeza roja y cabeza amarilla.
1. Gabán: Ave zancuda de gran
tamaño que habita en los caños y lagunas de los llanos y selvas venezolanas.
2. Wabana: tejido fino elaborado con la fibra de una palmera. El
criollo lo llama de la región lo llama «marina».
Tomado de Cuentos Indígenas Venezolanos de Antonio
Pérez-Esclarin y Alexander Hernández. Distribuidora Estudios. Caracas (1996)
MITO SOBRE EL ORIGEN DEL FUEGO ENTRE LOS YARURO (Gilberto Antolínez)
Sir George James
Frazer, el eminente mitólogo escocés, al estudiar los diversos mitos sobre el
origen del fuego en América, no pudo incluir el mito propio de los indios
Yaruro que habitan los ríos Capanaparo y Sinaruco, en nuestro estado Apure,
pues el material pertinente aún no había sido colectado. En cambio, incluye los
mitos de los Taurepàn, Arekunà, y Warao, que tenemos en común los dos primeros
con el Brasil y los últimos con la Guayana inglesa. El mito de los Yaruro es
cortísimo y va incluido en el “Mito de la Creación”, colectado por el acucioso
investigador Profesor Petrullo. Para mejor comprensión explicaré de antemano
quienes son algunos personajes que intervienen en el mito. En primer lugar,
tenemos a Puana, o sea, La Culebra de Agua, fuente de toda sabiduría, luego
tenemos a “Itciai”, o “El Tigre Yaguar”, colaborador asiduo de Puanà. Ambos son los seres míticos antecesores,
respectivamente, de cada uno de los dos clanes en que están divididos los
Yaruro del Capanaparo, en tercer lugar está Kuma, la madre de los Yaruro,
divinidad benéfica que tiene su cielo en Occidente. Le sigue Kiberoh, la mujer
maligna que habita en el cielo del Oriente. De Kuma, Puanà e itciai nació el
héroe cultural Hatchawa, que es al mismo tiempo nieto de Puanà e Itciai; esta
incongruencia se explica por el hecho de que los Yaruro no tienen ideas
suficientemente claras acerca del valor de la cópula en la procreación. Y ahora
entraré a dar muy resumido el mito.
“En el principio no
existía nada. Entonces Puanà, la culebra, qué llego primero, creo el mundo y
todo lo que este contiene, incluso los cauces de los ríos, excepto el agua.
Itciai el Yaguar, creo el agua, Kuma fue la primera persona que pobló la
tierra.
Entonces las otras
gentes fueron creadas. Todo nació de Kuma
y todas las cosas que los Yaruro hacen fueron inventadas por ella. Kuma
fue embarazada. Ella quería serlo en el dedo pulgar, pero Puanà le dijo que su
progenie se multiplicaría en la forma ordinaria.
Hatchawa nació nieto de Kuma, Puanà e Itciai. Desde
entonces la atención de los tres se concentró en el muchacho. Hatchawa era muy
pequeño, pero pronto creció y se hizo de gran tamaño. .Kuma se preocupaba de su
educación. Pero Puanà se preocupó más por él. Puanà le fabricó una flecha y un arco y le enseñó a cazar y pescar.
Hatchawa encontró un hoyo en la tierra cierto día y miró dentro de él. Vio a
muchas gentes, vino hasta sus abuelos y les exigió que sacaran del hoyo a
alguna parte de esas gentes. Kuma no quiso acceder pero Hatchawa insistió.
Puana le fabricó una cuerda delgada y un anzuelo y la tiró en el hoyo. La gente
subió en números de muchos hombres y mujeres. Finalmente una mujer embarazada
trató de salir, pero con su peso reventó la delgada cuerda. Esta es la razón por la cual hay poca
gente. El mundo estaba oscuro y frio. No había fuego. Entonces apareció
Kiberoh, que traía fuego en su seno, y por exigencia de kuma lo dio al infante Hatchawa. Pero cuando el
niño quiso darlo al pueblo, Kuma se opuso, y entonces, él con gran
inteligencia, lanzó peces jagupa vivos en el fuego y éstos lo diseminaron a su
alrededor en la forma de carbones encendidos. El pueblo agarró las brasas y
corrió en todas direcciones para encender sus propios fuegos. El primer fuego
había sido mantenido ardiendo en la tierra de Kuma, en una alta colina circular
cubierta de pastos. Todas cosas fueron primero creadas y dadas al muchacho, y
este las fue pasando al pueblo. Una parte de estas gentes eran los Yaruro”.
Frazer ha
demostrado que la generalidad de los mitos del origen del fuego presentan tres
etapas sucesivas: la “Edad sin Fuego”, la “Edad del Fuego Conocido” (Pero en la
cual el hombre no sabía encenderlo), y la “Edad del Fuego encendido”. En el
mito Yaruro aparecen la primera edad muy netamente; falta la segunda, porque
cuando los dioses adquirieron el fuego,
el hombre no existía todavía sobre la tierra; y se nos muestra también la
tercera.
Sabemos además que en esta clase de narraciones siempre aparece el afortunado poseedor del elemento llameante, como un ser egoísta que no quiere dejar a los demás participar de sus excelencias. Entonces hay que robar el fuego. Aquí el ladrón es Hathawa, que comete el hurto con la generosa idea de donárselo al hombre; es el “Urometeo Yaruro” Robador del fuego del cielo”.
En los mitos Taurepàn se habla de una mujer llamada “Pelonosamo”, quien, como Kuma, tenía fuego en su cuerpo, de donde lo sacaba para tostar sus tortas de casabe. En los mitos Warao, otra vieja llamada “Nañobo”, "La Gran Rana”, vomitaba fuego por la boca para cocer sus víveres, y luego lo ingería de nuevo, para que sus adoptivos hijos Pía y Makunaima no lo viesen. En los mitos de los Taruma, indios Arawak de las selvas del sur tales de la Guayana inglesa, una vieja casada con uno de dos gemelos se estrujaba la parte superior del abdomen y entonces una bola de fuego le salía rodando del propio canal genital.
Sabemos además que en esta clase de narraciones siempre aparece el afortunado poseedor del elemento llameante, como un ser egoísta que no quiere dejar a los demás participar de sus excelencias. Entonces hay que robar el fuego. Aquí el ladrón es Hathawa, que comete el hurto con la generosa idea de donárselo al hombre; es el “Urometeo Yaruro” Robador del fuego del cielo”.
En los mitos Taurepàn se habla de una mujer llamada “Pelonosamo”, quien, como Kuma, tenía fuego en su cuerpo, de donde lo sacaba para tostar sus tortas de casabe. En los mitos Warao, otra vieja llamada “Nañobo”, "La Gran Rana”, vomitaba fuego por la boca para cocer sus víveres, y luego lo ingería de nuevo, para que sus adoptivos hijos Pía y Makunaima no lo viesen. En los mitos de los Taruma, indios Arawak de las selvas del sur tales de la Guayana inglesa, una vieja casada con uno de dos gemelos se estrujaba la parte superior del abdomen y entonces una bola de fuego le salía rodando del propio canal genital.
El Hoyo donde
estaba primitivamente viviendo la gente primordial, es la tierra de abajo o
mundo inferior, del cual tantos mitos americanos hablan. En los mitos Warao y
Karibe de Guayana, en cambio, las primeras gentes vienen de la tierra de arriba
o cielo. Precisamente, en su mito del origen del fuego, los hombres y mujeres se
descuelgan desde allá por un agujero hasta nuestra tierra, hasta que una mujer
preñada obtura el hueco, y tanta fuerza se hizo para sacarla de tal posición, que le sacaron las entrañas,
las cuales cuelgan hoy allí convertidas en la estrella de la mañana. Esta mujer
se llamaba Okonakura. Las cosas suceden al contrario que entre los Yaruro. El
primer hombre Warao que bajó del cielo fue Okonorote, vale decir Señor de la Luz del Día; debajo de un gran árbol encontró a
un sapo; al subirse Okonorote cortó del árbol un gran racimo que cayó sobre el
batracio y este despidió un fuego tan violento que abrasó toda la tierra. "Este
fue el primer fuego que hubo en la tierra, y de
él proviene todo el que hay actualmente”.
Todos los mitos de
esta clase convienen en que la madera puede ser ahora encendida porque los
hombres, al robar o recibir el fuego lo introdujeron en un árbol, leño, pasto u
otra cosa semejante. Y opinan que el pedernal tiene la virtud de dar chispas al
ser golpeado porque en el pusieron también un poco del fuego primordial, o bien
en una rocosa montaña: la alta colina circundada de pastos en la tierra de Kuma,
del mito Yaruro, se refiere a entramadas creencias antiquísimas. No
obstante el método por el cual encienden
fuego los Yaruro no es el de percutir pedernal o cuarzo, sino el de frotar,
sobre la hendedura hecha en un madero, una vara seca aguda que se hace girar
entre las manos. Este método es llamado “método de taladro a fuego” (en inglés.”fire-drill”).
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