Imagen el archivo de Manuel "Guajiro" Ferdán
LA NIÑA
PERDIDA (etnia Pemón)
Otro, un hecho
más reciente. Una niñita en Apano (Distrito Sifontes), eso fue hace 5 o 6 años
atrás, los integrantes de esa comunidad fueron a una pesca comunitaria. Es
normal del Pemón cuando van a pescar que cada uno lleve su bojote de barbasco.
Entonces como
uno no tenía se paró a buscarlo, sabía dónde. Pero la hija de él, de unos 8 o 9
años siguió en vez de quedarse a esperarlo. Pero como estaba muy pegada a su
papá dice: ¿Y mi papá? – No, ese quedó cortando unos barbascos, ese viene ya.
Ella se regresó a donde le dijeron que había quedado su papá. Y el papá no sabía
que la hija había regresado, creyendo que había ido con la comunidad llega
allá.
Cuando el papá ¿Y tu hija? Ella se regresó a
buscarte. – Yo no sé. Desesperado, busca y busca.
¡Tardaron veinte días para localizar a una
niñita de 8 años!
Tomado de
Pataamunaanü´nin: Nuestras Tierras son de nosotros (Etnia Pemón). Carlos
Figueroa. Ediciones El Pueblo. Ciudad Bolívar. (2005)
EL REY ZAMURO (etnia Yukpa)
(Ocosie)
Atancha, el primer hombre, había quedado
viudo. Murieron sus primeras esposas, las bellas mujeres que le consiguiera
Sakurare. Pasaba el tiempo y el yukpa estaba cada vez más triste. Cansado de la
soledad, deseaba encontrar una nueva esposa. Pensó en cómo hacer para lograrlo.
Un día
se encontraba trabajando en el campo cuando llegó la familia de Ocosie, el Rey
Zamuro. Es un ave hermosa que habita la Sierra de Perijá. Su cuerpo es blanco y
negras sus alas, mientras que el cuello ostenta un vibrante color rojo. La
familia Ocosie aconsejó a Atancha que se casara con esta ave y lo instruyeron
sobre lo que debía hacer para lograrlo.
Siguiendo las indicaciones, Atancha se untó
el cuerpo con con carne podrida de un cochino de monte que había cazado. Luego
se tendió al sol y así estuvo varias horas, hasta que las moscas le cubrieron
todo el cuerpo. Llegaron entonces los zamuros negros, los Kurumachu, a ver si
realmente estaba muerto. Él contuvo la respiración, sabía que los Kurumachu no
tocan los cadáveres hasta que aparece
Ocosie, el Rey Zamuro, quien abre los cuerpos con una navaja que lleva en el
cuerpo y luego reparte la carne entre todos.
Ocosie
llegó y se posó sobre Atancha que fingía estar muerto. Pero en el momento en
que iba a usar su navaja, el yukpa asió las patas del ave y comenzó hacerle
cosquillas por todo el cuerpo, hasta que empezó a soltar las plumas. De tantas
cosquillas, Ocosie lanzó una carcajada y en ese instante se transformó en
mujer.
Atancha la tomó por esposa y la llevó a vivir
con él a su pueblo.
Fueron
muy felices, hasta que un día, al volver del conuco, Atancha encontró vacías
las sepulturas de sus primeras esposas.
Buscó
los cuerpos por todas partes y no los encontró.
Entonces supuso que había sido su nueva
compañera, Ocosie, quien las había hecho desaparecer del lugar. Furioso le
preguntó:
-¿Qué hiciste?
-Yo no hice nada – aseguró ella.
Atancha
se disgustó muchísimo y reprendió duramente a Ocosie. Ella protestó. Se puso
triste y lloró mucho.
Al
amanecer, Atancha no lo encontró en la hamaca. Ofendida, se había ido. Pero en
su lugar, dejó una gran cantidad de zamuritos pequeños, que alzaron el vuelo
cuando Atancha sacudió la hamaca.
Estos
zamuritos son los hijos de Ocosie y Atancha. Se llaman Tovakasa y hay muchos en
la Sierra de Perijá, pero los yukpa no los comen porque al ser hijos de Atancha
son mitad humanos.
Tomado de “El mundo mágico de los yukpa”,
Marisa Vanini y Javier Armato, Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana (2005)
LA CREACIÓN DE LAS FRUTAS CULTIVADAS (etnia Piaroa)
Los waikunis trabajaron y luego descansaron.
Aún no habían visto agua, pues todavía no existían los ríos. Los waikunis le
pidieron agua a Wajari, pero Wajari respondió así: —Los hombres no beben agua
cuando trabajan. Solamente las mujeres lo hacen. Los hombres soplan yopo o
beben kaapi. Pero ustedes siempre quieren agua. Y no está bien. Yo siempre
trabajo con yopo y no con agua.
En verdad Wajari tenía agua, pero no les
quería dar. En las plantaciones trabajaban varias mujeres y Wajari les pidió
agua: “Nosotras tomamos agua mientras trabajamos, pero los hombres no hacen así”.
Wajari les preguntó de dónde tomaban agua. —Nosotras
tomamos el agua de allá –y señalaron hacia el campo. Wajari dijo así: —Está
bien. Tengo sed. Y se fue para el arroyo.
Y entonces ocurrió, cuando se dirigió hacia
el arroyo, que los waikunis soplaron magia a los pensamientos de Wajari. Wajari
se enajenó y estuvo vagando por la selva durante años. Pero antes Wajari
preparó una soga bien gruesa y ató entre sí las ramas del árbol, para que los
waikunis no lo pudieran cortar.
Wajari les preguntó a los waikunis que por
qué no habían cortado los árboles. Trataron pero no pudieron. Un bicho se subió
al árbol y se comió las amarras. Los waikunis estaban felices, pues ya podían
comer de las frutas.Comían felices. Vino Enemey y también Buoka para comer.
Cada vez venía más gente, recogían las frutas y se las llevaban para su
churuata.
Mientras tanto, Wajari andaba medio enajenado
por la selva: —¿Dónde está mi árbol? –preguntó–. Le preguntaré a los waikunis que
si se comieron o no mis frutas. Discutieron los waikunis y decidieron que si
Wajari llegaba y preguntaba
por las frutas, habían de responderle:
—Nosotros no sabemos nada del árbol. Seguro se lo diste a otro pueblo. No nos comimos las frutas. Otros pueblos se las comieron. Los blancos, los makiritare, los yabarana, los guajibo.
—Nosotros no sabemos nada del árbol. Seguro se lo diste a otro pueblo. No nos comimos las frutas. Otros pueblos se las comieron. Los blancos, los makiritare, los yabarana, los guajibo.
Más tarde, Wajari vio el árbol, pelado
completamente. No tenía nada, solamente el tronco. Wajari no tenía qué comer.
Se puso a mascar las hojas. —¿Quién se comió mis frutas? –preguntó.
Los waikunis dejaron una sola piña. Se
llevaron todo con excepción de la piña. Wajari dijo así: “¡Oh, mi pueblo me
dejó una piña!” Pero, Buoka en la fruta dejó una enfermedad, que pudo habérsele
pegado a Wajari. El aire se llenó con las mentiras de los waikunis. Wajari
dijo:
—Está bien. Le preguntaré a esos pueblos, a los makiritare, a los yabarana, a los guajibo si fueron ellos los que se comieron mis frutas.
—Está bien. Le preguntaré a esos pueblos, a los makiritare, a los yabarana, a los guajibo si fueron ellos los que se comieron mis frutas.
Wajari peló la piña y cortó una tajada. Pero
sintió un dolor terrible, se enfermó, la cabeza y los dientes le empezaron a
doler. Según los piaroa todavía ahora tiene la piña esta enfermedad, pero no le
cantan. Esta enfermedad la tienen todos los animales: sobre todo si te comes la
cabeza de los animales, especialmente la de los peces. Por eso es que los
jóvenes no pueden comer cabezas de pescado. Atraviesa todo el cuerpo del
báquiro.
En cuanto se le fue la fiebre, Wajari entró
en su churuata, en la Affaraba Ojucho en donde se encontró con Buoka. Wajari le
preguntó: —¿Quién se comió las frutas de mi árbol? ¿Fueron los piaroa? Buoka le
respondió así:
—No hermanito, jefe de todo el mundo. Nosotros no las comimos.
—No hermanito, jefe de todo el mundo. Nosotros no las comimos.
Los waikunis no se las comieron. Vimos que
saliste para el arroyo, pero no regresaste. Por eso salimos a buscarte,
gritando tu nombre, pero no me contestaste. Nosotros, waikunis y piaroa, no comimos
de tus frutos. Y cuando regresamos de
buscarte, ya las frutas habían desaparecido. Seguro que fue obra de los
makiritare.
Wajari solamente oía sin responder. Sabía que
su hermano estaba mintiendo. Y entonces dijo: —Hermano, creo que mientes. Tú te
comiste mis frutas. Cuando creé el árbol no había makiritare por los
alrededores. Creo que fuiste tú, junto con los waikunis, quienes se comieron
mis frutas.
Pero Buoka lo negaba rotundamente. Por eso
Wajari dijo que iba a ir a preguntarle a los blancos sobre todo esto y salió en
dirección de la tierra de los blancos y los makiritare. —¿Comieron ustedes mis
frutas?
Respondieron que no habían ido por allá y que
no sabían de eso. Solamente oyeron que tenía un árbol de frutas. Wajari regresó
donde Buoka y le dijo que esos pueblos no se comieron sus frutas. Buoka
respondió: —Tal vez fueron los piaroa.
Así Wajari fue a visitar a los piaroa. Entró
en sus churuatas y les preguntó si habían comido de sus frutas. Ellos negaron y
dijeron que ni sabían que ese árbol existía.
—Oímos que trabajas junto con tu hermano, tus
sobrinos y tu tío. Pero no sabíamos que habías cortado el árbol, o que nosotros
te hubiésemos ido a visitar.
Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos
Boglár Fundación Editorial El perro y la
rana (Caracas, 2015).
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