Novia indígena en el archivo Juan José Pedroza
LEYENDA PEMÓN (Etnia Pemón)
Jóvenes pemón en el archivo de Alejandra Sánchez
Entonces en
ese tiempo había una mata de cambur gigante, que antes de llegar a San
Francisco de Yuruani hay un cerro que se ve hacia el Roroimo, que se llama
Wandakupia´po (Wadaká-piapó-tapuy). Ese cerro tiene una forma cónica con un
triángulo arriba, como si fuera la cabeza de un cuarzo. Bonito es ese cerro,
antes de llegar a Yuruani, ahí está. Ese era una mata gigante de cambur que
producía toda clase de frutos, de la cual se alimentaban todo los seres
vivientes, incluyendo los animales.
Pero ellos al principio no la conocían, no
sabían que existía eso y se alimentaban de cualquier cosa. El que descubrió esa
fuente de alimentación fue el acure. Acure lo tenía bien oculto y no se lo
decía a nadie. Mientras que los demás medio comían cualquier cosa, siempre
venía acure que estaba gordo. Decían ¿Bueno, de que se alimentará este acure?
Un día acure, después que había comido, se echó una siesta. Estando durmiendo,
roncando con la boca abierta, se le acercaron a ver y le descubrieron entre los
dientes pedacitos de diversos frutos… Miren, venga a ver. Mira, aquí hay
pedazos de yuca, yuca dulce, mapuey, cambur ¿dónde conseguirá esto? Vamos a
espiarlo.
Cuando el acure se despertó dijo: No, eso lo
consigo algunas veces por ahí. No quiso decir.
Entonces, cuando se descuidaba ellos se iba,
pero siempre en forma sigilosa.
Nosotros observamos que el acure no baja
caminando en la montaña, camina un pedazo y se voltea, como vigilando su camino
por donde ha venido. Así mismo iba a comer los frutos de esa mata gigante de
cambur que producía todos los alimentos. Se iba, se paraba, veía atrás a ver si
alguien le seguía. Cuando ya había caminado un buen pedazo, bueno, ahí si salía
corriendo, encontraba los frutos, comía… Los demás decían: No, este tiene que
tener algo por ahí, vamos a seguirlo ¿Cómo hacemos? Entonces llamaron a la
ardilla y le dicen: Mira, espía adonde consigue alimentos el acure – Como no.
Estaban pendientes… en un descuido se fue por ahí, pero como ya la ardilla
había sido avisada lo siguió.
Tomado de
Pataamunaanü´nin: Nuestras Tierras son de nosotros (Etnia Pemón). Carlos
Figueroa. Ediciones El Pueblo. Ciudad Bolívar. (2005)
SOBRE LA VALENTÍA (Etnía Piaroa)
Una vez una niña entró a la selva y se
perdió. Se detuvo en medio del sendero y lloró. Por allá pasó un indígena con
una carretilla y siguió su viaje. Caminaron juntos un largo trecho. La niña le preguntó: —¿Por
dónde vamos?
—Hacia la orilla del río –respondió el
indígena. —¿Qué haremos allá? –preguntó la niña. —Nos bañaremos y luego iremos
a mi churuata.
El indígena preguntó: —¿Por qué te pegaron
tus padres?
—Porque me porté mal. Porque la niña nunca
hizo nada en la casa, no trabajó, no cocinó, no cosió, no mantuvo el orden
entre sus cosas. En cambio andaba por los senderos, hasta después del
crepúsculo, hasta la madrugada. —No pasas la vida en casa, sino por ahí por los
caminos –le dijeron.
Le pusieron tres días de castigo, pero ya no
resistió más y se fue huyendo. Allá fue donde se encontró con el indígena. Siguieron
andando y primero se encontraron con una gran tortuga. Luego anduvieron otro
tramo y se toparon con una culebra. La muchacha le preguntó al muchacho: —¿Te
comes la carne de la tortuga y de la culebra? Porque a mí no me gusta la
tortuga, tiene mal sabor.
—¡Cómo no! Opino que la tortuga tiene una
carne muy sabrosa –dijo el muchacho.
—¿Y cómo son los huevos? –preguntó la
muchacha.
—Redondos como una pelota. Volvamos donde la tortuga. Comámosla juntos –dijo el muchacho.
—Redondos como una pelota. Volvamos donde la tortuga. Comámosla juntos –dijo el muchacho.
Al otro día fueron por allá, pero se
encontraron con un gigantesco tigre. —¿Qué busca el tigre aquí en el sendero?
–preguntó la muchacha. —El tigre no nos hace nada si le pasamos corriendo por
el lado –contestó el indígena. Siguieron andando sin problemas, hasta que se
encontraron con un buey tremebundo. —Eso es una bestia –dijo el piaroa.
—Mejor si vamos despacio –dijo la muchacha. Pero
el muchacho tuvo miedo.
—Si vamos despacio la bestia nos apresará.
Mejor si corremos, pues si el buey se encoleriza, es más cruel que el tigre.
Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos
Boglár Fundación Editorial El perro y la
rana (Caracas, 2015).
LA FILA DE PIEDRAS (Etnía Piaroa)
Pitah conoce bien la historia, él se la contó
a Ñemej, que fue quien se la contó a mi padre. Por aquella época vivían pocos
piaroa porque los kerimine los habían matado. Los asesinos atacaron las
churuatas: apresaron tres o cuatro, se los comieron y luego atacaron otras
churuatas. Después los kerimine subieron a la montaña donde hoy en día se
encuentran las piedras en fila, fueron para la montaña Meñerujewa y todos
llevaban una piedra consigo. Su jefe le ordenó: —Todos y cada uno de nosotros
tiene que llevar una piedra.
Cada uno tomó una piedra y la llevó. Hombres,
mujeres, niños. Llevaron tantas piedras para la montaña, como piaroa habían
asesinado, y colocaron en fila las piedras en la montaña. Desde la cima se ve
hasta muy lejos. Los kerimine se pusieron a observar la selva: se fijaron en la
columna de humo que iba ascendiendo, porque donde hay piaroas trabajando en las
plantaciones queman las malas hierbas. Y siempre subía el humo por sobre la
selva. Y como desde la montaña se podía ver hasta muy lejos, el humo les mostró
el camino a los kerimine. Salieron en dirección a las churuatas y los asesinaron.
Las piedras quedaron allá. Las puedes contar.
Si alguien subía, llevaba consigo una piedra. Así siempre sabían cuántos piaroa
habían matado. De la alta montaña podían ver todas las churuatas, todas las
plantaciones, y partían siempre por donde se alzaba la columna de humo. Si encontraban
vacía una churuata, seguían avanzando, porque si en una casa atrapaban a un
piaroa para comérselo, la noticia se extendía y la gente huía. Hombres, mujeres
iban de casa en casa para alertar a los piaroa de lo sucedido. Si los kerimine
encontraban una churuata habitada, apresaban tres, cuatro y a veces hasta cinco
piaroa. Los kerimine eran muchos y los piaroa eran cada vez menos.
Los piaroa buscaban y buscaban la montaña y
por fin la encontraron. Se llamaba Meñerujewa. Todos los piaroa subieron juntos
la montaña. Entre cimas de montañas, en lugares bien visibles colocaron
especies de puentes tejidos de lianas.
Vinieron los kerimine a la montaña. Algunos
tenían cascos en la cabeza, parecidos a las cazuelas de aluminio y se alegraron
mucho del puente. Los piaroa los estaban esperando arriba en la montaña. Los
kerimine avanzaron, cada vez ascendían más. Ya casi habían llegado a la cima;
de tan cerca que estaban, se pudieron ver los dientes rojizos de un kerimine.
Cuando llegaron a la cercanía inmediata de la cima, se desprendió el puente tejido con tanta habilidad. Los kerimines se despeñaron en el vacío. Solamente quedó con vida una mujer embarazada. Todos los demás murieron.
Cuando llegaron a la cercanía inmediata de la cima, se desprendió el puente tejido con tanta habilidad. Los kerimines se despeñaron en el vacío. Solamente quedó con vida una mujer embarazada. Todos los demás murieron.
Dicen que la mujer dio a luz a su hijo que ya
es un adulto y de nuevo se multiplicaron los kerimine. También dicen que en el
futuro harán lo mismo, al igual que sus antecesores: regresarán a la montaña.
Pero la montaña tiene también una historia
anterior. Antes que los kerimine hubieran situado las piedras, Kwoimoi, la
serpiente venenosa, había andado por ahí. Hay que saber que esta montaña es el
centro del mundo de los piaroa. Tiene cuatro nombres, cuatro lados, cuatro
partes, Iyakome se llama la montaña de enfrente y la otra Neñurekju. Dicen que
fue allí donde Kwoimoi les dio nombre a los animales venenosos, y también donde
les entregó el veneno, pues Kwoimoi es en sí la misma serpiente venenosa. Los
animales recibieron de él sus dientes venenosos.
Pero esto ocurrió hace mucho tiempo, antes de
nosotros nacer. Dicen que una vez un hombre descubrió la peligrosa madriguera
de Kwoimoi, en el otro lado de la montaña. El hombre andaba de cacería, seguro
que vio el veneno, esta cosa prohibida, y luego siguió tranquilamente su camino
sin sospechar que no se podía contemplar el veneno. Partió para su casa cuando
de pronto comenzó a llover, soplaba un viento muy fuerte, tronaba y
relampagueaba. Se acercó a su churuata y en el sendero una serpiente venenosa
lo mordió. Todo esto ocurrió donde Kwoimoi la serpiente venenosa, mezcló y
pintó el veneno.
Dicen que al otro lado de la montaña hay
todavía más pinturas rupestres que en este lado, y que el hombre que las miró
se murió. Vio todo tipo de figuras pintadas, por eso lo mordió la serpiente.
Pero antes de morir, hizo el cuento de lo que había en las rocas. Dijo
así:—Allá están las figuras pintadas y cual guapitas tejidas se enredan las
serpientes. También Kwoimoi estaba allá.
Kwoimoi preparó el veneno, pintó las figuras
sobre la roca, incluso allá por donde brota agua de la montaña. Este lugar
solamente puede ser visto por animales. Si el hombre lo mira, muere. Si alguien
quiere morir, vaya a verlo. Pero las laderas de acá no son peligrosas. Hace
mucho tiempo, sobre estas laderas soplando madyaka, cera mágica, pintaron las figuras
contra la serpiente venenosa. Y la serpiente no se atreve a venir por aquí.
En aquella época los piaroa primero se
imaginaron las figuras, luego cantaron en las cercanías de la montaña, por
último llenaron las paredes de las rocas de pinturas. Solo después de esto se
fueron a casa. El hombre que no sabía nada de esto descubrió el secreto; pero
la serpiente venenosa lo mordió y el cazador se murió. Desde entonces nosotros
tampoco podemos ver el secreto, porque es un lugar secreto tampoco podemos
pronunciar el nombre de la montaña si aparece a nuestros ojos ni aunque estemos lejos, como
por ejemplo, ahora.
Los manantiales del Verras, el caño Caracol,
y el río Paria rodean la montaña, y no está lejos del curso superior del Cuoto.
La montaña se llama Meñerujewa.
Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos
Boglár Fundación Editorial El perro y la
rana (Caracas, 2015).
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