domingo, 27 de mayo de 2012

NOMBRAR Y MARCAR. Hacia una filosofía de la historia cotidiana de Venezuela (Arnaldo Jiménez)

Madre venezolana de paseo (archivo de Urbano Aborígen)

La oralidad no es la palabra hablada solamente, una palabra que se basta a sí misma y no necesita de otros sistemas de comunicación o de codificación de mensajes para poder existir. El habla es más que la escritura, abarca la espontaneidad de la vida misma. Por tanto oralidad y vida se conjugan, pero esta fusión no se realiza pasivamente; se realiza a través de los actos de marcar: las conquistas simbólicas y afectivas que las personas realizan en sus espacios inmediatos de vida. Me gustaría detenerme un poco en esta apreciación. 

Mujer llanera en labores del río

La oralidad escrita es un contrasentido, al pasar a la escritura la voz ya no es la voz, pero sabemos que la fuente de eso escrito es la oralidad, y al comprenderlo estamos indicando la existencia de una historia y esta historia tiene su propia expresión y su propia manera de acontecer. No es la misma historia que procura, que busca su pasaje a la escritura, la historia del poder político y económico. La historia oral existe antes de su registro escrito, no me refiero a una biografía o a una historia de vida, sino a la historia “no escrita”. Sería ingenuo pensar que podríamos idear un sistema de fijación de la memoria oral que de manera absoluta cubriera todos los aspectos de la vida; siempre se hace imperioso limitarnos a los fundamentos más importantes. Para nosotros esos fundamentos son los siguientes:

1- Organización de las voluntades en contra del absurdo de la vida.
2- Ritualización del comportamiento.
3- La negación del individuo.

Niño llanero saciando su sed (archivo de Ofelia Rodríguez Pérez



1-Organización de las voluntades en contra del absurdo de la vida: el meollo de toda vida es buscar verdades que le ayuden a vivir con sentido el transcurso del tiempo que se opone a la permanencia. El paso del tiempo por sí mismo no es equiparado tanto a la muerte como al absurdo, es absurdo vivir y no tener hijos, es absurdo vivir y no saber qué se quiere de la vida, es absurdo vivir y morir joven, no formar familias, etc. el absurdo es un concepto negativo que moviliza las positividades del vivir, pues por no caer en su famélico hocico, los seres humanos nos organizamos en torno a los esfuerzos y las esperanzas.

Las familias se forman por el deseo de inmortalidad que subyace en el ser humano y del cual la sexualidad es una representación, una expresión, ninguna pareja se casa para realizar su sexualidad sino para reproducirse a través de ella. La reproducción entraña un deseo de continuar vivo en el flujo del tiempo. En el fondo el hijo es una forma de dominar al tiempo, se le devuelve a un principio y el sujeto se salva del absurdo. Son las vidas las que constituyen el cuerpo real de la historia cotidiana y de cualquier otra historia, las vidas con sus constantes interacciones, por tanto el verdadero tiempo de la historia es un tiempo filial, ese que parece ir hacia adelante pero sólo está preparando el camino para devolverse, un tiempo que se subraya, que es hundido en el espacio, un tiempo que va y regresa como un oleaje.

La gracia de lo cotidiano (archivo de Neddy Cabello)

La historia cotidiana es sentida como opresión sobre el cuerpo, como obligación de vivir, por eso las voluntades se organizan y tratan de modificar esta opresión, no sólo atenuándola, suavizándola, sino reforzándola, hundiéndose en ella, llevándola hacia sus extremos, realizando muchas actividades en un solo día, acumulando demasiados hechos en una sola vida. Este es el sentido que tienen las fiestas, las celebraciones y el querer repetir su motivación en los rituales de muerte; pero estas movilizaciones tienen como contrapartida una fascinación por la quietud, por la inmovilidad que amenaza constantemente a la sociedad y es una característica muy particular de nuestra cotidianidad. Esta quietud se muestra de manera ejemplar en las sociedades indígenas, signadas sobre todo por su aspecto lúdico. En los barrios y urbanizaciones, algunos comportamientos delatan esa pasividad que pudiéramos llamar activa; por ejemplo, grupos de personas que suelen reunirse en sitios determinados y a horas específicas, sitios de encuentros como plazas y ríos, licorerías; la recurrencia en visitar un lugar, bien un camino, un pozo, un banco, un sitio dentro de la casa, etc. Las personas están en esos sitios y parecieran estar “perdiendo el tiempo”, y sin embargo están marcando el lugar, lo están conquistando, por eso la llamamos activa. Queremos una actividad diferente al trabajo, una actividad en la que nos encontremos a nosotros mismos o al menos dejemos nuestras huellas o nuestras maneras de marcar el lugar para saber que es parte de nosotros.

La gracia y lo cotidiano (archivo de Santos Quiroga)

La historia cotidiana se moviliza en miles de direcciones, pero en todas se busca el sentido de la vida. La cultura ofrece objetos y proyectos de sentidos que morirían si no fuese porque las personas los acoplan a sus anhelos y a su imaginario. El ser humano soporta los rigores del trabajo, la explotación de su cuerpo y de su espíritu siempre y cuando tenga objetos donde convocar las fuerzas del sentido contra el absurdo, muchas personas los encuentran en el mismo acto de trabajo, pero es característica de la historia cotidiana que la insatisfacción aceche constantemente a sus actores.
Gracia de lo cotidiano (archivo de Santos Quiroga)

2-Ritualización del comportamiento: para escapar del malestar de ser, para no saberse con la carga del absurdo sobre la espalda de los días vividos, la historia oral o no buscada, ritualiza el comportamiento buscando que la pertenencia a un ritual colectivo desintegre el paso del tiempo y con él se supere la vida individual. La ritualización del comportamiento tiene la cualidad de detener el tiempo en la sensación, el tiempo pasa, pero no se siente, y este sentir es fundamental para que se pueda atestiguar que hay un tiempo que fluye. El rito pone en escena el vínculo cuerpo-tierra. Cuando se establece entre ellos la mediación de un objeto abstracto, como el poder o el capital en cualquiera de sus expresiones, sólo cabe hablar de sujetos des-ritualizados, lo cual supone la ausencia del elemento espacio en sus conquistas simbólicas. Pero esto casi no se ve en la historia cotidiana de la clase supuestamente dominada, precisamente por su tendencia a ritualizarse. En la clase dominante, la presencia de ese elemento abstracto que destruye o imposibilita el vínculo cuerpo-tierra, genera lo que Deleuze llamaba desterritorialización, es decir, salir de la tierra, para nosotros no es sólo un hecho físico. También se puede salir de la tierra si esta representa una mercancía y no ha sido reapropiada a través de una conquista afectiva y simbólica, se puede salir de la tierra aún estando en ella. Como vemos, todos estos términos son cercanos y tributarios a la noción de territorio. Los animales se acercan a sus territorios y los marcan dejando sus olores o sus micciones, es lo que les permite defenderlos, que en esencia es impedir que otro animal marque el mismo espacio; lo importante es que veamos a esas marcas como formas de escritura para la apropiación del espacio. En el caso de los rituales y sus efectos sobre el cuerpo y el espacio, son formas de escritura que se relacionan con la oralidad dentro de la oralidad misma, no se necesita de la escritura convencional para fijar esta historia. La historia oral se preocupa por marcar el presente, la otra historia, por registrar el pasado.

Vendedor de café y cigarrillos en San Carlos, Cojedes. 
(archivo de Samuel Omar Sánchez)

La historia cotidiana tiende a evitar el fluir del tiempo lineal. El ritual, sin embargo, no es exclusivo de eventos anuales vinculados con mitos universales o ciclos cósmicos, el ritual está presente en la cotidianidad de los hogares, el comer, por ejemplo se convierte en muchos hogares en un ritual de comunión, tomar café a una determinada hora, sentarse en algún sitio de la casa a conversar, las parrillas familiares, el sancocho vecinal, la reunión para festejar con bebidas algún hecho familiar o histórico, las relaciones sexuales, los cortejos amorosos, los ritos mortuorios, la visita a los cementerios, la utilización de los altares, el rezo en familia, la devoción a los santos, los sahumerios, etc. todo tiende a ser rito y adquiere el sentido de tal en las expresiones del comportamiento cotidiano, ya que el ritual tiene como objetivo atenuar el peso de un acontecer, o celebrar la existencia o penetrar los misterios para abstraer de la realidad a sus seres ritualizados. Entendemos al ritual y al hecho de ritualizarse como actos de otra escritura, escritura del cuerpo que conscientemente conquista su espacio inmediato de vida. Desde este punto de vista los rituales para marcar el cuerpo, para pertenecer a una banda, los rituales de muerte en los grupos y pandillas también poseen el mismo sentido, aunque además hay un elemento adicional de poder evidenciado en el control de los cuerpos y el estrechamiento de los límites culturales entre la vida y la muerte.


Liceistas cojedeños en su ensayo musical 

La historia cotidiana es la madre de las culturas y por tanto de todos los rituales. El ritual subyace y soporta la dinámica cultural. En el fondo, el ser humano sigue haciendo lo mismo que hacen todos los animales, tomar de la naturaleza lo que necesita para vivir, pero este fondo se ritualiza y se complejiza. En los sistemas de esclavitud, casi siempre, el trabajo se torna ritual que permea la crueldad, acompaña el dolor del cuerpo que sufre y en cierto modo disminuye el impacto de ese dolor, reproduce un tiempo mítico y une a los miembros de un grupo étnico, hace que el tiempo pase más rápidamente y permite que el trabajo sea la causa de la creación de cantos, danzas, músicas, poemas, enseñanzas.

La historia oral es encuentro inmediato entre el ser y el espacio para generar un estar. Estar, refiere a un presente que se multiplica de muchas maneras, a un espacio que se ha vestido para la ocasión con la piel simbólica del ser humano.

La falta de ruptura entre la persona y el espacio es lo que permite la multiplicidad de las relaciones: el lugar en la madre, la madre en el lugar, el hijo-madre en el espacio, las conductas políticas entre habitantes de diferentes lugares, las formas de nombrarse y de enamorarse, las manifestaciones artísticas, folclóricas, tradicionales, las modificaciones del habla, los cambios de uso a un mismo objeto. La sacralización de los objetos, creando ritos de comunión que pueden ser transmitidos oral y prácticamente. La sacralización implica en muchos casos una deformación de la religión oficial.

El estar tiene entradas y salidas, las familias poseen un tiempo circular que se rompe al salirse fuera de ella, los rituales tienen un tiempo mítico circular que se rompe al salirse del ritual. La oralidad o la historia no buscada de la clase supuestamente dominada, se enmarca a su vez en dos acciones colectivas: nombrar y marcar, ese mundo es un mundo de nombres, mundo comprendido e imaginado, y es un mundo tocado, por tanto afectivo, inmediato, corporizado; un mundo vivido. Nombrar, marcar y sentir el espacio inmediato de vida son las acciones propias del estar.

3-La negación del individuo: el movimiento de lo cotidiano se debe a una multitud de motivaciones psíquico-prácticas tales como intereses, necesidades, odios, culpas, esperanzas, ilusiones, proyectos, solidaridad, pertenencias, egoísmos…, estas motivaciones se internalizan y se expresan en diferentes roles sociales llevados a cabo por una sola persona, lo cual conlleva a la negación del concepto de individuo.

La persona es inmediatamente varias funciones sociales, desde que vive sumergido en la madre, desde que emerge en la familia, desde que surge a los grupos; la cotidianidad le da una posición social con múltiples identidades, un código cultural de comportamiento, una ética establecida, una moralidad que impera; la historia oral es la recurrencia de las enseñanzas y de los aprendizajes por medio de los cuales las personas se vinculan inmediatamente a otros seres y en sus acciones lo individual es reducido a su mínima expresión; existe, como concepto perteneciente al yo de la persona que delimita un cuerpo físico, una imagen de sí; sin embargo, ese cuerpo físico no es una frontera, no separa al universo psíquico de sus extensiones y lo físico mismo es el móvil de las uniones y los afectos. La conciencia no es un fenómeno individual, privado, su modo de suceder es por encartamientos, toda conciencia es colectiva.

No podemos hablar de lo oral como diferente a las marcas, ni del tiempo como diferente al espacio. El comportamiento puede hacer más rápido o más lento el paso del tiempo, esta obviedad, que vinculamos al ritmo de trabajo por un lado y por otro a los modos de estar, privilegia al espacio, el tipo de relación con el espacio genera una modalidad de tiempo: el acontecer.

Según el tipo de relación y de significado que el espacio tenga para los grupos sociales y para las personas, el tiempo ligado a esa relación se modificará, es lo que entiendo por acontecer. El acontecer es el modo de cómo ocurre lo cotidiano. El acontecer está constituido por acontecimientos disímiles y discontinuos, puntos de sucesos que pueden expandirse y mezclarse a otros, pueden aparecer y desaparecer dentro de sus propios ámbitos de acción, pueden ser recurrentes en el tiempo, pueden ser regresivos. El acontecer sería la resulta de la vinculación entre la conquista simbólica y afectiva de los espacios inmediatos de vida y el estar que de allí se genera o la resulta de la negación de esta conquista y de este tipo de estar; es decir, nombrar, marcar y sentir, o no marcar ni nombrar ni sentir al espacio; ritualización y desritualización, en el caso de la historia no buscada, la historia oral. En la otra historia, estaríamos hablando de hechos, un tipo de suceso especial liderado por una o varias personas, uno o varios grupos políticos y gubernamentales que tienen por finalidad controlar y dirigir los acontecimientos de la historia cotidiana. El espacio es entendido desde una posición de poder, por tanto, el rito allí es imposible. El hecho se mueve privilegiando al tiempo.

En la oralidad, los móviles del aceleramiento del tiempo (dinámica socio-económica) se cruzan con los móviles que lo calman, que lo desaceleran, las ritualizaciones del comportamiento.

El acontecimiento tiene una fase de nacimiento que puede ser interpretada, esta interpretación no coincidirá plenamente con esa fase porque aún no se ha desenvuelto todo el acontecimiento. La significación precede, acontece y post-cede al acontecimiento. Surge con él, se mantiene en su desenvolvimiento y regresa después de que el acontecimiento ya no es, esta última fase de la significación del acontecimiento tiene las mayores posibilidades de acertar pero no de evitar la recurrencia, ya que esta no es individual. Por acertar entiendo el conocimiento más preciso de lo ocurrido, vemos que hay cierta ingenuidad en esta pretensión, pues el acontecer se agota en múltiples acontecimientos y estos se encadenan a otros, tanto hacia el pasado como hacia el presente que deviene, nacen mezclados, se desenvuelven en mezclas y se transforman o entran a otros debilitándose o fortaleciéndose. No hay manera de precisar toda la significación de un acontecimiento, la inmersión en los flujos espacios-temporales no lo permitiría; además la comprensión supone a un sujeto separado del acontecer y es bien sabido que esto no es posible.

Tiempo, ser y espacio se conjugan en el acontecer, este se deriva en múltiples fases, lo que tiene un efecto retroactivo en los tres elementos nombrados y hace que se crucen y se complementen los acontecimientos y las fases del acontecer de cada persona, de cada familia, de cada colectivo impidiendo el comportamiento aislado. La interconexión entre el espacio y el tiempo es el ser humano.

* Otro enlace de este autor: "EL RUIDO" un cuento de Arnaldo Jiménez http://letrasllaneras.blogspot.com/2011/11/el-ruido-un-cuento-de-arnaldo-jimenez.html

FANTASMAS (Y) MUJERES. CUENTOS DE SAMUEL OMAR SÁNCHEZ

La hermosa y temida "Sayona" es la fantasma más afamada del Llanp
(archivo del IACEB)

Los cuentos de fantasmas dan esencia a la cultura llanera
(archivo de Prensa -VIPI) 



CUANDO LA LLORONA ASUSTÓ 
A DON BENITO ANTONIO ESPINOSA
Me aclaro la garganta y me persigno para contar esta historia que es la purísima verdad y los santos me iluminen.
Corría el año de 1.972, en la ciudad de San Carlos, ya florecían las calles asfaltadas que le daban belleza a esas casas coloniales testimonios de nuestra Independencia y el aporte de nuestros héroes cojedeños a esa gloriosas lucha por la libertad de Venezuela.
Para mayo, cuentan las personas mayores, que es mes de las flores, pero también de esas apariciones de los caminantes fantasmales de la noche, se les ve recorrer las inmensidades de los Llanos, de los estados, los pueblos y caseríos, asombrando a esas personas que se atreven a salir por esos caminos.
Don Benito Antonio Espinosa, una persona trabajadora, y con mucho esfuerzos y sacrificios levantó una familia, le disfrutaba divertirse con sus amigos, jugando unas partidas de dominó o de bolas criollas, al compás de una canción llanera.
Para un lunes, por cierto; día de las Animas del Purgatorio, Don Benito, se llevó a su hijo Juan Espinosa, este tendría como 7 años de edad, lo acompañó al recordado Club Familiar “Mutuo Auxilio”, ubicado en la calle Sucre, se encontró con su amigo y compadre Ángel Izaguirre conocido con el apodo de “Pollo Maneao”, esa noche jugaron y ganaron varias partidas de dominó y de bolas criollas, Juancito, aprovechó para comer sandwid de jamón y queso amarillo hasta más no poder y refresco.
Son casi las 2 de la mañana, cuando deciden abandonar dicho sitio, Don Benito junto con Juancito, deciden acompañar a su amigo “Pollo Maneao”, hasta su casa, se vienen caminando poco a poco por la calle Sucre, echando cuentos, lo dejan en su casa ubicada en la Av. Ricaurte diagonal a la escuela Básica “Carlos Vilorio”, está más prendido que lámpara de carburo, padre e hijo llegan a la esquina de la calle Democracia, desde ahí son tres cuadras que tienen que caminar hasta la calle Figueredo, donde está su hogar en el sector “El Chuchango”. En ese momento oyen en la lejanía el llanto de una mujer, que la brisa lo trae ¡ummm! En un espabilar de ojos, el llanto estaba más fuerte, los perros ladran asustados y mire ¡Camarita! Se les ve corriendo por esas calles desoladas, dice Juancito ¡Papá! Y ese llanto que es; Don Benito, fruñe las cejas y responde; -hijo no se asuste, eso es el llanto de la Llorona-. Al oír eso ¡ummm! se eriza todo, al verlo así exclamó -!Virgen del Carmen, protégenos de esta aparición!-.  Reza un Padre Nuestro y un Ave María, le dice: -“agárrame bien las manos, no mire para atrás y camine rápido”- En ese momento la luna se asusta y en veloz estampida se va a ocultar en unas nubes, dan varios pasos y oyen el grito del llamado pájaro de mal agüero el "Chupa Hueso”, ahí sienten el celaje de algo que les pasa por un lado y oyen el llanto, Don Benito ahora sí está asustado, siguen caminando rápido y el grito detrás de ellos, nadie se veía por esa calle, Juan, le comenta a su papá: -“Qué raro; tenemos caminando un buen rato y no hemos avanzado nada, parece que la casa quedara a varios kilómetros”-. Los pasos no le rendían a Don Benito, le dice: -“no vea para los lados y siga caminando” seguían escuchando el llanto y están los dos realmente asustados, al fin llegan a la casa Don Benito, no encontraba las llaves y vuelve a pasar el celaje, acompañado con el llanto de la Llorona, tocan la puerta de madera y le abre Doña Ángela María de las Mercedes conocida partera de la ciudad y todos le decían “Mamá Ángela”, la abuela de Juan y dice viejo: “-¿Qué estás haciendo de madrugada por esas calles y con el nieto, no ves que por ahí anda suelta la Llorona?”-. Le responde Don Benito: -“Sí, vieja, nosotros la oímos y nos viene carrereando, desde la esquina de la escuela Carlos Vilorio”-. Doña Ángela, dice: -“Viejo, estamos en el mes de mayo y ahí aprovechan para asustar, tengo rato rezando la oración de La Magnífica para que se aleje"-…y así fue.
Al día siguiente Don Benito le dice a su compadre “Pollo Maneao”, que la Llorona los había asustado y a pie;  más nunca lo acompañaron. 
Cuento de Samuel Omar Sánchez Terán, basado en el relato oral de Juan Espinosa.
San Carlos, 25 de abril de 2011.

LA COSTURERA
Es un relato oral de los tantos de la población de El Baúl, del estado Cojedes, bello pueblo con aires de Llano, para esa época había casas de bahareque y las imponentes casas de altos, sus calles de tierra, sus habitantes vivían en sana armonía.
A una cuadra de la calle principal, en una casa con frondosas matas de mangos y un lindo jardín, vive la señora Josefina Cruces, de oficio costurera, así se gana la vida nunca le faltaba trabajo, se le ve sentada frente a su vieja máquina de pedal conocida como la “Negrita” de marca Singer; se ganó el respeto de la población. Era su costumbre coser de lunes a lunes, en horas de la noche, tarde se quedaba, la gente decía que ella sabía todo lo que sucedía en dicha población.
Cosía cerca de la ventana, la cual tenía abierta; cuando escuchaba algo en la calle, se levantaba para asomarse a ver,  ya que desde ahí tiene una gran visión de todo ese sector. Sus amigas decían: -“Josefina, deja de estar pendiente de los demás, cuidado te asustan por estar de averiguadora”. Ella, se reía diciendo: -“Lo hago de noche porque en el día estoy ocupada en los quehacer del hogar, además me gusta tener la ventana abierta para que entre buena brisa”.
Sucedió que Josefina, pasó todo el día en diligencias. A las 7 de la noche, se sentó a coser, tenía que entregar varios encargos en la mañana, está abierta la ventana, prepara un poco de café porque había algo de frío, varias veces se levantó para mirar, son las 11.30, se asoma porque creyó escuchar gritos lo ve solitario, se extrañó. Vuelve a meterse de lleno a su costura, de repente siente que un pequeño silbido en su oreja estremece todo su cuerpo, en ese instante alguien toca la ventana diciendo: -“Buenas noches señora”- . Le responde: -“Sí, señor, ¿qué se le ofrece a estas horas?”-. El hombre contesta: -“Me la recomendaron; mañana voy a viajar a Carúpano, traje 4 pantalones para que les arregle el ruedo". Ella, se levanta sin ninguna malicia y ve al señor que tiene como 60 años de edad, de piel blanca, lo notó algo delgado y le dice: - “Está bien, pero tengo varios encargos que entregar en la mañana”. El anciano responde: -“No se preocupe, señora, le pago el doble, pero por favor téngalos listo a primera hora”. La mujer dice: -“Está bien démelos por la ventana porque no abriré la puerta”-. El visitante le insiste: -“No se preocupe y le pasa una bolsa de color negro, lo agarra en sus manos y se le cae al suelo levanta la mirada para ver el señor no está, revisa el paquete y para sorpresa en vez de pantalones, contenía unos huesos, pega un grito de asombro, lo agarra y lo lanza por la ventana, cerrándola de inmediato.
De ahí en adelante la señora Josefina, dejo de coser de noche y menos de estar pendiente de la vida ajena de los demás.
Testimonio oral de Nancy Yasdey Cisnero.

LA APARICIÓN EN “EL CHUCHANGO”
Esto es uno de los relatos tradicionales del barrio “El Chuchango”, ubicado en San Carlos Estado Cojedes. Sucedió para el año de 1955, donde aun se respiraba el aire de campo en las barriadas cojedeñas, sus calles de tierras con sus polvaredas en verano y en invierno barrial, los escasos alumbrados, dio a que muchas personas fueran asombradas por esos caminantes nocturnos de las noches.
Don Domingo Garcia, hombre venido de El Baúl, llegó al sector “La Morena”, a una casa ubicada en la calle Federación, entre las esquinas de la Alegría y Madariaga, le gustaba mucho jugar barajas en especial las caídas y el tute. Muchas veces iba a una casa cercana donde vivía la señora Teresa Sánchez y se pasaban horas jugando con otros vecinos.
Les gustaba salir a visitar unos amigos por los lados del Cerro San Juan y sobre todo por donde quedaba el recordado negocio “El Pilón de Juan Bimba” de Marcos Vilera. Una noche, del día miércoles de un mes de abril, salió de su casa como a las 8 en punto, se puso un pantalón de color blanco y una camisa color kaki, unas alpargatas de suela se dirige hacia el sector del Cerro San Juan, al llegar se ponen a jugar unas partidas de barajas en especial de caídas, se entretienen con unos deliciosos jugos de piña, están unas vecinas animando, porque Don Domingo junto a otros compañeros le han puesto varios zapatos al otro equipo, cuando se despiden es la una de la mañana, le dicen: -“Domingo, ten cuidado recuerda que a estas horas sale una mujer que espanta”. Les responde -“Tranquilo; aquí va un llanero con guáramo”. Se ríe y se viene hacia al sector “La Morena”, nota que los perros están ladrando asustados, un viento helado viene bajando desde el cerro, cuando está llegando cerca de la iglesia Santo Domingo, ve una mujer que no sabe de donde salió, la ve vestida con una bata totalmente blanca, un pelo negro que le brilla en la claridad de la noche, siente un escalofrío no le para y sigue su caminata en toda la esquina de la Iglesia esta desaparece, ahí él se pone nervioso se persigna, reza un Padre Nuestro, apura el paso en la cuadra siguiente siente unos pasos detrás,  voltea y ve que es la mujer,  pero ahora esta envuelta en una negrura, él casi se desmaya del susto, se acuerda que dentro del pantalón lleva un caja de chimó, lo saca y toma una pella, como puede camina más rápido siente la brisa de la mujer que lo lleva coleado..., siente que le falta la respiración ya está a media cuadra de su casa, como puede pega una carrera, una fuerte brisa se convierte en ventarrón trata de envolverlo. Ya frente de su hogar como puede abre la puerta y cerca está la imagen de la Virgen del Carmen la abraza y le pide que le aleje esa aparición, en ese momento la mujer pega un grito aterrador que la sangre se la heló del miedo y por obra de Dios, la mujer se fue, como pudo cierra la puerta y se fue acostar del susto lo hizo con todo y ropa.
A la mañana siguiente se supo como a Don Domingo Garcia, por andar jugando cartas en el Barrio San Juan, la Llorona lo asustó.
Cuento  de Samuel Omar Sánchez Terán, basado en el relato oral de mi padre Samuel Elías Sánchez.
San Carlos,  13 de abril de 2011.

LA APARICIÓN EN EL BARRIO PAN DE HORNO
Este relato es uno de los tantos de la tradición oral del barrio Pan de Horno, situado en San Carlos, estado Cojedes. Pan de Horno como es conocido este sector, hace muchos años ahí funcionó el viejo cementerio, quizás por eso está lleno de una aureola de misterios y muchos aparecidos que a más de uno, mire compa, los han asombrado.
Este testimonio es la purita verdad, sucedió que para el año de 1989. Luis Alfredo López, es del caserío El Potrero, pero está viviendo en el sector Pan de Horno, en casa de su tía Teléfora López, para un 30 de diciembre había un espectáculo de música en frente de la Plaza Miranda; son casi las 2 de la mañana Alfredo, decide venirse y cuando va llegando a la casa donde viven actualmente la familia Fazzi; anteriormente ahí estaba una enorme mata de mango era tan grande que casi tapaba la calle, la noche está como asustadiza el aire se empieza a sentir pesado otro detalle no se ve un alma en la calle a pesar de que es diciembre, cuando empieza a sentir unos pasos detrás de él; voltea por curiosidad para ver quien lo sigue y vaya sorpresa distingue la figura de una bella mujer que anda totalmente vestida de blanco, tiene el pelo negro y largo que le llega casi a las caderas que la hace ver misteriosa; Alfredo, se pone remolón y apura el paso y viéndola que cada vez la tiene más cerca al llegar al frente de la casa de la señora Ana García, existe un callejón y cerca la casa de su tía, ahí la mujer está a su lado al sentirla voltea viéndole el rostro totalmente desfigurado y nota que de la boca le brotan dos colmillos muy feos este pega un grito de miedo... que retumbó en la soledad de ese sector y la mujer se esfumó, como puede corre hasta llegar a su casa, no encuentra las llaves y toca la puerta como un desesperado, su tía lo oye que está gritando abre la puerta al hacerlo lo ve pálido, sudando, este quiere hablarle pero no puede;  esta casi ahogado porque le falta el aire, se tiró al suelo enteramente asombrado, casi desmayado, su pulso y corazón laten aceleradamente, su tía se asusta y trata de preguntarle ¿Qué te pasó, muchacho? No le puede responder, ella va rápidamente a su cuarto y trae una botella que contiene agua bendita, le da a beber un poco, ahí este empieza a decir palabras incoherentes, asustado de verdad. Su tía enciende una vela de La Candelaria y le reza unas oraciones. Alfredo, se empieza a recuperar y llorando le cuenta que una mujer de cuerpo bello se le apareció y de golpe su rostro se le transfiguró de una manera horrible y se esfumó en su presencia.
Así se supo como a Luis Alfredo López, tuvo una aparición en el Barrio Pan de Horno, lo más increíble es que esto sucedió un 30 de diciembre del año 1989 y el 4 de enero del año 1990, viniendo con un amigo de la ciudad de Acarigua, falleció en un trágico accidente vial.
Cuento de Samuel Omar Sánchez Terán, basado en el relato oral de Freddy García. San Carlos, 13 de julio de 2011.

LOS PASOS DEL MÁS ALLÁ
Este relato es de la tradición oral de San Carlos. A la comunidad de “Los Malabares”, llegó, hace tantos años que ya no me recuerdo,  una señora matrona que venía de Arismendi, con un cargamento de sueños y de ilusiones de echar para adelante, mujer trabajadora, de unos 45 años de edad, piel blanca y contextura mediana: Doña Nicolasa Martínez conocida como Doña Nico, compró una casa en dicho sector, junto a sus hijas.
Era muy servicial con sus vecinos, empezó por hacer unos ricos dulces para la venta, ni hablar de los famosos pan de horno que elaboraba artesanalmente en su hogar para eso habían hecho un horno de barro en el patio, temprano se agotaban. Igualmente cocinaba para los ángeles; por cierto su nieta Nancy, heredó de ella su sinceridad y amistad al igual que cocina para chuparse los dedos.
Otra faceta de Doña Nico era que tejía unos chinchorros de primera;  lo aprendió de sus abuelos en Arismendi, así le entraba un dinero extra, Se le recuerda en el fondo del patio en su labor de tejer, muchas noches se quedaba haciéndolo, sus hijas le decían, que no trabajara tan tarde porque era malo, ella respondía: -“Tranquila hija, soy una mujer del Llano, además de noche trabajo mejor, así paso el tiempo”.
Una noche, estando tejiendo,  eran como las 11, siente unos pasos cerca, se dijo: -“¿Será una de mis hijas? A lo mejor que se levantó a tomar agua". No reparó en esto y siguió en su labor, pero  volvió a percibir los pasos, pero ahora la acompañó un frío que la heló por unos momentos, la noche se puso asustadiza que hasta la luna se perdió, se extraño y en un parpadear de ojos, de pronto ve la sombra de una persona pasar cerca de ella, se asustó porque no era de la casa, esta sombra se dirigió por un topochal que tenía en el fondo del patio, de golpe una ráfaga de viento le tumbó el chinchorro. Ahora si Doña Nicolasa, tenía miedo y en un dos por tres recogió todo y se metió a la casa.
En la mañana le cuenta a sus hijas lo que le pasó la noche anterior, desde ahí en adelante ya no tejía tarde de la noche. Así se supo como a Doña Nicolasa Martínez, unos pasos en el fondo de la casa la asombraron.

Cuento  de Samuel Omar Sánchez Terán, basado en el relato oral de Francisca Ávila; conocida como Doña Pancha. San Carlos, 16 – 09 – 2011.