Niñas pemón en el archivo de la ETAI-Smarayi
SAPANAKA Y SAKAIKA (etnia pemón)
En aquellos tiempos el Pájaro Carpintero era
una persona igual que yo, igual que los demás.
Y Sakaika también era una persona, Martín
Pescador. El Martín Pescador iba todos los días al río, se encaramaba en una
rama. El Martín Pescador se echa al agua – shick – y los peces creyeron que es una presa salen pues a comer, y es
cuando él aprovecha para flecharlos.
Y así todos
los días iba y traía pescado, sabía pescar. Y Sapanaka era agricultor, y por
eso se le veía en las ramas tocando -trrrr-
tumbando su conuco. Porque él hace agujeros en los árboles y los tumba.
Entonces un
día el Pájaro Carpintero se enamora de la hija de Sakaika, y éste se le cede
para que sea su mujer. Y como los suegros tienen derecho de invitar a que colaboren
con él, Sakaika invitó a su yerno a pescar. Y van a pescar. El Martín Pescador
empieza su faena en el agua, y cuando salían los peces –los flechaba: uno,
tres, cuatro, cinco, diez, veinte, treinta; y el pobre Pájaro Carpintero, que
nunca había ido a pescar, no pescó ni uno. Y se regresaron, un poco apenado el
yerno pero el suegro no le decía nada. Al otro día el yerno también invita a su
suegro, le dice: Mira, suegro, venga también a ayudarme. Te acompañé y yo
quisiera también que me ayudaras, que colabores conmigo en tumbar mi conuco.
Sakaika se fue a ver cómo era el conuco. Bueno, el Pájaro Carpintero comienza a
cortar su conuco – ta, trrr, ta, ta – el Sakaika, el Martín Pescador, no cortó
ni un palo, porque no estaba acostumbrado. Entonces de este cuento la enseñanza
que nos dan los viejos es que cada quien tiene que ser lo que es. Que no debe
aspirar lo que no puede alcanzar. Y esa es la enseñanza: que nos dan con ese
cuento.
Tomado de
Pataamunaanü´nin: Nuestras Tierras son de nosotros (Etnia Pemón). Carlos
Figueroa. Ediciones El Pueblo. Ciudad Bolívar. (2005)
EL BÚHO KOTRE (etnia yukpa)
Junto a un río desconocido, en un lugar
secreto, vivía hace mucho tiempo la familia kotre. Era una familia numerosa y
muy trabajadora pero bastante misteriosa.
Un día, un yukpa cazador encontró en su
camino a un ratón. Lo traspasó con su flecha y lo guardó en el mayu, la pequeña
mochila que siempre llevan los yukpa. En ese muy momento vio cerca de un árbol
a un hombre que parecía extranjero. Era un Kotre.
¿No has visto por aquí a un venado que yo
perseguía?. _ Preguntó el Kotre.
-No, lo único que vi fue un ratón. Lo cacé y
lo tengo aquí en mi mayu - dijo el yukpa mostrando su trofeo.
-¡Ese es el venado que yo buscaba! - Exclamó el Kotre. El yukpa se echó a reír:
-¡Pero si es tan solo un pequeño ratón!
- Te digo que es un enorme venado. - insistió
el Kotre - .
¿Quieres que te lo demuestre?
Diciendo esto tomó el ratón, le haló las
orejas y el estiró las patas. Entonces, vio como el ratón se transformaba en un gran
ciervo de majestuosa cornamenta.
-¿Quién eres tú ? ¿De dónde vienes? - Preguntó
maravillado.
-Soy de la familia Kotre y vivo muy lejos,
mas no puedo decirte donde.
El yukpa le pidió que le hiciera conocer su
familia e insistió tanto que el Kotre a pesar de que le estaba prohibido llevar
extranjeros a la casa, finalmente accedió, con la condición de que jamás
revelara la existencia de los Kotre, ni nada de lo que allí viera: Si me
prometes que no contarás a nadie lo que veas, te llevaré conmigo. El yukpa
prometió que guardaría el secreto.
Después de mucho caminar, un atardecer
llegaron al pueblo de los Kotre. El yukpa se sorprendió muchísimo viendo aquella
familia tan trabajadora. Todo el mundo hacia algo: unos tejían hamaca, otros
fabricaban arcos y flechas, otros más elaboraban cestas, las mujeres cocinaban
los alimentos, los hombres preparaban la chicha y cortaban la carne, los niños
ayudaban.
Había mucha gente en movimiento, todos estaban
muy animosos y entusiasmados.
-¿Qué fiesta celebran? - pregunto el yukpa.
-No es ninguna fiesta - le contestó el Kotre
- , nosotros vivimos así, todos juntos, y nos repartimos el trabajo, la comida
y la caza.
El yukpa comió, bebió y su corazón estaba
alegre. Se encontró tan bien entre aquella gran familia, que se quedó a vivir; allí se casó con una linda muchacha Kotre y tuvo cinco hijos.
Pasaron muchos años. Al hacerse viejo, se
acordó de su gente y decidió volver al pueblo. Los Kotre no querían que se
fuera, porque temían que revelar a otros la magia de aquella extraña raza. Pero
prometió regresar pronto y no contar a nadie sobre ellos.
Solo entonces accedieron a dejarlo
partir.
Todos querían saber dónde había estado, pero
el solo decía:
-En otro país.
Tanto insistieron en conocer el nombre del
otro país que luego de seis años el yukpa al fin reveló el misterio.
-Todo este tiempo estuve con los Kotre.
En ese mismo momento, la familia Kotre
desapareció. Se transformaron todos en búhos, incluso los hijos del yukpa.
Cuando el quiso regresar al país de los Kotre
no encontró a nadie. Las chozas estaban vacías. Al anochecer vio en las ramas
de los arboles muchos búhos que cantaban y lo miraban con fijeza.
Así fue como desapareció la familia Kotre,
por un cazador yukpa que no supo guardar
el secreto.
Tomado de “El mundo mágico de los yukpa”,
Marisa Vanini y Javier Armato, Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana (2005)
CANTO SOBRE LA HISTORIA DE LA BABILLA (etnia
piaroa)
Wajari le dio cuerpo a la babilla, le dio
forma sobre una mesa, luego le dio piel y por último le sopló los pensamientos
con agua amarga y chicha envenenada. La babilla no tiene lengua. La chicha se
la quemó. Por eso dijo Wajari que era
mejor si la babilla vivía en el agua, donde también vivían su madre y su padre.
Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos
Boglár Fundación Editorial El perro y la
rana (Caracas, 2015).
MUKA KUYELI: “CANTO CONTRA TODAS LAS
ENFERMEDADES ANIMALES” (etnia piaroa)
En la montaña sagrada de Tiannawa hay un
águila que los piaroa jamás han visto. Se llama Muka Kuyeli. Cantan sobre ella
en todos los cantos. También Muka tiene un canto, que protege a los pichones
contra la enfermedad si comen carne, puesto que el águila come todo tipo de
animales: monos, pavos, báquiros. Este canto de Muka transforma la carne de los
animales en alimento vegetal inofensivo, como la papa. Los piaroa cantan contra
sus propias enfermedades el canto de esta águila.
Muka Kuyeli vive como Enemey y Redyo. Mucha
gente, hombres y animales se encuentran en la casa de la buena Tchejeru y del
bueno Enemey y cantan contra las enfermedades animales. El de ellos fue el
primer canto en el mundo. Y los piaroa todavía lo siguen cantando. Los cantores
piaroa dicen así: “Quisiera poder comer como Muka, para que la carne del pavo,
del mono y de otros animales sea como la papa. Quisiera poder comer como Yubeku,
como Enemey, como Winilki...”. Tchejeru los llama chao, es decir padre.
Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos
Boglár Fundación Editorial El perro y la
rana (Caracas, 2015).
EL CANTO DEL ARMADILLO (etnia piaroa)
Al principio solamente Remu, el gran
armadillo, vivía en su recinto sagrado, junto al Bajo Orinoco. Eso fue antes
del nacimiento de Buoka. Remu dijo: —Enemey Ofo’daa me dio cuerpo, huesos,
piel. Aún era un niño cuando llegó a la superficie de la tierra: no vio
claridad, no vio agua, ni montañas, ni estrellas.
Luego nació su hermano Sera, el pequeño
armadillo, y él también siendo niño, dejó el recinto sagrado. Cuando llegó a la
superficie de la tierra, él tampoco vio nada. Llegaron a la superficie bajo un
platanal. Primero vino Remu y luego Sera.
—Sera –preguntó Remu–, ¿cómo puedes ver sin
claridad? ¿Cómo puedes vivir sin agua?
Sera respondió así: —Vivo porque le ordené a
mis pensamientos que me consiguieran agua. ¡Me acostumbré a vivir así!
Bajo la tierra escucharon la voz de una
cascada. Remu se dispuso al momento a excavar la tierra a ver si encontraba la
caída del agua. En sí no sabía cómo llegar hasta el agua. Su hermano, Sera, era
más pequeño y más delgado. Primero escuchó la cascada y una voz animal sobre
sí. Acechó durante un rato y luego volvió a la superficie.
Entonces escuchó bajo sí la voz de la
cascada. —¿Qué pasa aquí? –preguntó–. Esta voz se mueve. Sera dijo: —Sopla
yopo, tal vez entonces puedas encontrar el agua.
Preparó el yopo, le dio hojas de palma a su
hermano para que en ellas recogiera el agua. Sera volvió a bajar a las
profundidades de la tierra. Vio que el agua no
podía llegar a la superficie porque un dique
se lo impedía. Sera se metió más abajo y vio unos hombres que cuidaban el agua.
Se puso a conversar con ellos.
Después abrió el dique y el agua lo atravesó.
Arriba Remu reunió un montón de hojas de palma para poder recoger agua con
ellas. Pero ya el agua corría en un tumulto. Sera subió a la tierra y le
preguntó a su hermano cómo van las cosas.
Remu respondió: —Hay demasiada agua para
poderla recoger.
Sera le pidió: —Recoge toda el agua que
puedas.
Pero no pudo; así es que Sera bajó y cerró el
dique. Si lo deja abierto, todo el mundo se hubiera ahogado. ¡Pues ya
tenían agua! De aquí se formó una de las ramas del Cuao superior. Aquí se
encuentra la mejor agua del mundo, que nunca se seca, y de ahí se originan
todos los ríos de la tierra.
Luego de esto, Remu y Sera comenzaron a
trabajar en la tierra. Prepararon tierra roja, amarilla y blanca. Tomaron un
poco de tierra y la amasaron como casabe, y la tierra, por sí sola, comenzó a
crecer y crecer. Comenzaron el trabajo en el centro de la tierra, y en su
derredor, en forma circular comenzó a tomarse cada vez más y más tierra. Al
principio, el suelo era muy delgado, mas ellos lo hicieron espesarse.
Sera le ordenó a su hermano que cultivara la
tierra, pero Remu no sabía nada del yopo. —No sabes nada –dijo Sera.
Por eso Sera sopló la tierra que él mismo
creó y de eso creció. Ya estaba lista la tierra y tenía un pequeño río. Sera
bajó de nuevo a las profundidades de la tierra para conseguir más agua. Abrió
el dique y el agua que brotaba a borbotones corrió y se esparció a través de
canales.
Por eso es que el agua tiene forma de río. Sera
le dio nombre a los ríos y a sus afluentes. Cuando creó el primer río, no
existía aún el Orinoco sino el Cuao.
Más tarde, cuando crecieron Buoka y Wajari,
agrandaron el Orinoco. También fueron ellos los que crearon el río del mar.
Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos
Boglár Fundación Editorial El perro y la
rana (Caracas, 2015).
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