Imagen en el archivo de "Indio César"
LA CREACIÓN DE LOS ANIMALES (etnia Yukpa)
Maipore Nere Pisha
Lo que hoy se conoce con el nombre de reino
animal, formó parte una vez del reino de los humanos, los primeros habitantes
de la tierra.
Cuando Tamurenchu los creó, los hombres le
eran fieles. Pero al correr del tiempo comenzaron a alejarse de él y a cometes
acciones indignas como mentir, traicionar, robar y matar. Se volvieron
perezosos y dejaron de trabajar. Abusaban de la chicha, que sólo era para los días
de fiesta, y la ingerían con frecuencia en gran cantidad, así que se
emborrachaban, y borrachos ofendían a sus madres y a sus esposas. Finalmente se
olvidaron de su Dios creador.
Desde las alturas Tamurenchu miraba con
tristeza los campos sin cultivar, las casas sucias, abandonadas, los hombres
tendidos junto a los ríos, envilecidos. Cansado de tanto abuso e infamia
decidió bajar a la tierra para sorprenderlos y castigarlos. Una sola familia
humana le había permanecido fiel, la de Atancha, el primer hombre, y con ellos
se hospedó. Confiándoles sus terribles propósitos e instándoles a colaborar con
él, para dar una lección a los humanos.
Atancha, el jefe de aquella familia, el
hombre leal, comenzó el preparativo para la gran fiesta que los yukpa llaman chicheo,
porque durante ella toman la chicha, que días antes preparan con el plátano
fermentado.
Todas las gentes yukpa fueron invitadas. La
reunión comenzó con gran entusiasmo. Hombres, mujeres y niños comían y bebían
alegremente. Tamurenchu fue el gran protagonista: fingía beber y emborracharse,
y pronto los demás se animaron a embriagarse ellos también.
Pero cuando todos estuvieron ebrios,
Tamurenchu, su Creador, cansado de tantas estupideces y maldades, dijo:
-He venido a darles el castigo que merecen. Cómo no son dignos de ser seres humanos, desde ahora ¡serán animales!
-He venido a darles el castigo que merecen. Cómo no son dignos de ser seres humanos, desde ahora ¡serán animales!
De inmediato comenzó a transformarlos con su
gran poder y, lo hizo según las características de su conducta anterior. Los
más crueles y sanguinarios fueron convertidos en serpientes y caimanes. Quienes
habían sido traidores se volvieron ratas y sapos. Los más flojos que habían
descuidado sus tierras se tornaron en perezas, los mentirosos en camaleones,
los charlatanes en monos.
Sin
embargo, Tarumenchu, recordó también a las personas alegres y colaboradoras. Les
dio un colorido plumaje y les dijo:
_ ¡Embellezcan el mundo con su canto!. Y
los convirtió en pájaros.
A los
guerreros de carácter violento los convirtió en orgullosos tigres y feroces
pumas. Quienes eran gente limpia y gustaban de lavarse en ríos y arroyos se
volvieron peces. Los que no se aseaban su persona ni sus casas fueron
convertidos en cochinos de monte y gallinas. Los tímidos y retraídos, en
venados. Terminado el castigo y la transformación, Tamurenchu oscureció el
mundo con un eclipse de luna, durante el cual volvió al cielo. Desde entonces,
cada vez que ocurre un eclipse de luna los yukpa se aterran, no duermen. Velan
imsones en el interior de sus chozas, temblorosos en sus hamacas, y no duermen
hasta que termina el eclipse, porque hay un presagio indígena que dice:
El yukpa que se deja sorprender dormido por
un eclipse de luna, se transforma para
siempre en pereza.
Tomado de “El mundo mágico de los yukpa”,
Marisa Vanini y Javier Armato, Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana (2005)
EL
ORIGEN DEL DÍA Y LA NOCHE (etnia Yukpa)
En el comienzo del tiempo, había dos soles,
uno de los cuales salía cuando el otro se ocultaba.
Un día Kopecho invitó a uno de los soles a
una fiesta. El sol asistió, sin embargo, no intentaba bailar.
Kopecho había preparado una gran fogata y se
puso a bailar ante el sol en una forma tentadora. Él se sintió hechizado por la
danzarina. Se levantó y se fue hacia
ella.
Pero, él no había visto que detrás de la
fogata había un abismo en forma de pozo profundo, lleno de carbones ardientes.
Allí cayó el sol antes de alcanzar a Kopecho.
Estando el sol muy acostumbrado al calor, no
se quemó, trepó y salió fuera del abismo. Sujetó a Kopecho por las caderas y la
arrojó al agua. Kopecho se transformó en un sapo y desde aquel día ha vivido
dentro del agua. El cuerpo del sol, no obstante, se tornó blanco y sus ojos se
convirtieron en carbones ardientes. Este sol regresó al firmamento y allí se
convirtió en luna. Así fue como comenzó la noche y el día.
Tomado de Cuentos Indígenas Venezolanos de
Antonio Pérez-Esclarin y Alexander Hernández. Distribuidora Estudios. Caracas
(1996)
LA
PRIMERA FIESTA DE BUOKA Y WAJARI (etnia Piaroa)
Estaban sentados juntos Wajari, Buoka, Imiña
Enemey (el protector de los piaroa, al que Wajari llamó Chujorimu) y Ujori
Ruadyei (al que Wajari llamó Chujori) soplando yopo mientras que hacían los
preparativos de su fiesta. Trabajaban juntos y ayudaron a Wajari en la
celebración de la fiesta.
Sembraron mucha yuca para la ceremonia. Por
el efecto del yopo se les presentaron las imágenes de lo que iba a pasar en la
fiesta. Wajari y Buoka cantaban juntos sus pensamientos. Imiña Enemey y Ujori
Ruadyei se reían juntos del canto de Wajari y Buoka que, así y todo, les
gustaba mucho.
También Tchejeru oyó el canto y quiso que su
hermano le preparara la fiesta para ella. Hoy en día, si no ves con
anticipación las imágenes de la fiesta con una churuata, no puedes dar la
fiesta.
Al otro día todo se repitió. Wajari y Buoka
cantaron juntos y vieron las imágenes de su fiesta. Buoka le dijo a Wajari que
sus imágenes no eran buenas. En cambio, Wajari le explicó que las suyas eran
muy hermosas. Por eso Buoka le dijo a Wajari que se sentía capaz de preparar la
fiesta.
Así Wajari comenzó la fiesta. Le dijo a
Tchejeru que si ella quería una fiesta para ella, tendría que sembrar mucha
yuca y de la cosecha hacer mucha yucuta. Wajari se dispuso a construir el
ruwode, en donde, con Buoka, se darían a la tarea de preparar las máscaras para
la fiesta. A las mujeres gustaba oír la música del Warime. Así trabajaban en
los conucos y luego venían a escuchar.
Ya casi todo está preparado. Tchejeru estaba
orgullosa de su hermano. Y dijo: “Pues sí, en realidad mi hermano es un gran
pensador”.
¿Por qué lo enterraron, por qué lo escondieron?
El chuwo es tan peligroso como el worrah o el da-a, el dyajo o la muotsa. .
Esos son peligrosos porque al tocarlos no están cubiertos, como los bailarines
bajo los Warimes.
Tchejeru pensó que algún hombre estaba
tocando el instrumento. Aquella vez Tchejeru se escabulló tres veces para saber
de dónde venía el sonido.
La flauta nasal trae muchos peligros. Se
llama chuwo, Wajari le puso el nombre. No todo el mundo sabe tocarla. Mi padre
la sabe tocar, mi hermanito está aprendiendo. Cuando suena, dicen las mujeres
chuwo ujkwoku, “está hablando el chuwo”. Al igual que el dyajo y la muotsa.
Wajari tomó el instrumento y lo escondió
porque ese era su instrumento. Lo tocó, lo fue probando en secreto. Tchejeru quería
no solamente oírlo sino verlo también; es más, hasta quería ver los Warimes,
quería saber cómo eran. Wajari le dijo: “Ni los instrumentos musicales ni los
Warimes son propios para las miradas de las mujeres”.
Wajari fue el que los hizo. Luego él también
se puso los warimes y entró en la churuata, como nosotros mismos hacemos.
Wajari cantó, tocó su maraquita. Tchejeru le respondió, cantó y se dio cuenta
que era la voz de su hermano la que venía de adentro del Warime. Salió
corriendo hacia el bailador y corrió la cortina de hojas de palmera que le
cubría la cara.
Wajari salió corriendo, dejó a su hermana y
escondió el Warime en su churuata. Dijo que no era de aquí, que no la había
traído de la casa de su madre.
Tchejeru quería saber por qué solamente Wajari
podía conocer el secreto. Ya una vez había corrido la cortina y había visto
quién se escondía bajo la máscara. Tchejeru era muy curiosa, hubiera querido
ver las cosas prohibidas. Pero no la llevaron allá, donde suenan los
instrumentos musicales.
Pudo ver la danza del Warime, eso sí, pero
esta no era tan secreta. Porque cuando bailan, las hojas de palmera cubren los
rostros. Si te pones una máscara en la cabeza, nadie sabrá quién está bajo el
Warime. Porque hasta tu voz cambia.
Cuando yo bailé esa danza, también canté con otra voz.
Mi padre, el difunto Ñemeh, si que tenía
buena voz. Sabía tocar el chuwo, el worrah y hasta la muotsa. También tocaba el
dyajo; conocía todos los instrumentos. Él me enseñó a mí también cómo tocar el
chuwo, la voz de Wajari.
Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos
Boglár Fundación Editorial El perro y la
rana (Caracas, 2015).
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