Escolares de la etnia Pemón en el archivo de Alejandra Sánchez
MITOS
DE LOS GUAHIBOS Y PIAPOCO
KUEMAINU (Anaconda, Vía Láctea)
Tsawaliwali era una serpiente muy fuerte, le
gustaba ingerir comida en gran proporción: tenía una hermosa hija llamada Majunajunali a quien cuidaba evitando
que se le acercaran pretendiente alguno.
Purnaminali, uno de los Tzamani más
poderosos, estaba enamorado de ella, pero, le era imposible acercarse a la
muchacha; por ello decidió transformarse en Ikuli (morrocoy) para ser tentación
de la serpiente. Ikuli se ubicó cerca de
la maloca esperando que Tsawaliwali saliera en busca de comida.
Pasado un corto tiempo, la serpiente observó
a lo largo del camino un Ikuli muy provocativo, se arrastró hacia éste para
atraparlo con su grueso y largo cuerpo, pero el morrocoy pesaba demasiado.
Tsawaliwali cansado, desistió y fue en busca de su hija quien estaba limpiando
la maloca; ella al ver el agotamiento de su padre le brindó una taza de yucuta.
Él, sorbiendo la bebida, le dijo:
-¡En el camino hay bastante comida… debe
traerla lo más pronto posible!
Majunajunali marchó a prisa por el camino
buscando la comida sin hallarla. De pronto escuchó pasos entre los frondosos
árboles, tornó su mirada y observó a un joven
atractivo que le ofrecía la más hermosa flor y le causaba un profundo
sentimiento.
-¡Oh!, ¿Quién es usted? – le preguntó ella.
-Soy Purnaminali y vengo en busca de la más
hermosa mujer… ahora dígame si es el perfume de las flores la causa de su
presencia aquí.
-No, mi padre me envió en busca de Ikuli,
pero no le he encontrado, quizás se escondió entre el ramaje.
-¡El Ikuli que observó su padre soy yo!.
Me
transformé en animal, buscando la manera de encontrarme con usted, ahora le
pido que me acepte como su mejor amigo para protegerla todo el tiempo.
-Me agradaría mucho pero… ¡Imposible, mi
padre jamás aceptaría su presencia en la maloca!.
-¡Yo tengo el poder para ser admitido por su
familia, me transformaré en garrapata y él no notará me presencia! – exclamó
Purnaminali.
Al
atardecer, Majunajunali y Purnaminali (transformado en garrapata), emprendieron
el camino de regreso a la maloca. Allí entre brazos y risas conversaban los
amantes. De repente, Tsawaliwali, extrañado de los ruidos que escuchó, se
levantó y miró a través del tordillo que protegía la hamaca de su hija;
enfurecido al ver a Purnaminali intentó golpearlo pero Majunajunali muy
temerosa se dirigió a su padre implorándole castigo.
-¡No tengo miedo! Por el poder que me
acompaña, él debe aceptarme como su yerno.
Al
instante Tsawaliwali se retiró y desde entonces Purnaminali vivió con su esposa
y sus suegros. Un día, cuando
Purnaminali se encontraba bastante lejos de la maloca buscando alimento en
compañía de su hermano menor, cayó un fuerte aguacero que apagó las brasas
utilizadas para secar y asar la carne.
Hermano, debes ir hasta la maloca a traer
unos tizones pero no vaya a entrar convertido en animal, debe de entrar en
figura humana, de lo contrario sería comida para Tsawaliwali - recomendó
Purnaminali.
A
través del camino, el muchacho corría bañado en sudor; el afán de llegar pronto
a la maloca lo indujo a transformarse en Lapa. Cuando llegó a la maloca no tuvo oportunidad
de adquirir su forma natural; Tsawaliwali, al verlo, se contrajo abalanzándose
sobre el indefenso cuerpo del animal, dándole muerte.
Majunajunali arregló la carne de la víctima y la asó en pedazos. A la luz
de la luna consumieron en silencio la suculenta comida en espera de
Purnaminali. Cuando él regresó, su esposa le ofreció carne asada, pero él la
apartó con suavidad permaneciendo inmóvil frente a la leña que ardía en el
fogón. No pudo dejar de pensar que esa carne era de su hermano.
Pasada
la media noche cayó un fuerte aguacero acompañado de un viento recio.
Purnaminali se dirigió a su esposa diciéndole:
-¡Por favor…!. déme un pedazo de carne cruda
y otro asado: empáquelos en medio de una torta de yuca.
La
mujer, extrañada, le entregó lo solicitado. Purnaminali se dirigió bien adentro
de la selva y buscó la palma real más elevada. Cuando la encontró, formó un
nido con la torta de yuca y acomodó los pedazos de carne dentro de éste. Luego
los ubicó en la rama más alta de la palma. En medio de la tormenta regresó a la
maloca, guindó la hamaca y se acostó para descansar.
Pasados varios días, nacieron dos polluelos de
Kotsala (águila), los cuales se desarrollaron rápidamente. Purnaminali los
alimentó y los entrenó colocándoles palmas y palos en las garras para que
adquieran fuerza y altura en el vuelo. Cuando las águilas lograron subir una palma al cielo, Purnaminali
supo que había llegado el momento de acabar con Tsawaliwali; entonces ideó la
forma de sacar a la serpiente de la
maloca utilizando un nido de bachacos que lo ubicó frente a la entrada.
Tsawaliwali, al verlo, se arrastró hacia éste
tratando de alcanzarlo, pero era imposible ya que el nido se alejaba cada vez
más de su morada. Cuando la serpiente estuvo completamente retirada de la
vivienda, dos gigantescas águilas descendieron y atraparon a Tsawaliwali por la cabeza y la cola,
llevándola hasta el cielo, y la dejaron allí. Ésta, con el poder de
Purnaminali, se convirtió en Kwemainu: franja de estrellas conocidas como el
camino de Santiago o Vía Láctea.
TSIKIRIRI (Suegra de Purnaminali)
Después que Purnaminali vengó la muerte de su
hermano continuó viviendo en compañía de
su esposa Majunajunali y Tsikiriri quien era una mujer muy hambrienta.
Cuando
terminaba la dura jornada, Purnaminali regresaba a la casa extenuado. Su esposa
lo esperaba con la comida servida y una taza de yucuta. Tsikiriri acercaba un
banco a la mesa y observaba la suculenta comida.
Al ver
que Purnaminali empezaba a comer, Tsikiriri le lanzaba excrementos de cucaracha
y de grillo sobre el alimento; Purnaminali con repugnancia se levantaba del
banco y corría a botar la comida. Tsikiriri con la sagacidad de un felino y una
sonrisa malévola en sus labios se abalanzaba sobre el plato para ingerirlo. Purnaminali, cansado de esta situación,
siempre pensaba en la forma de vengarse de ella.
Un día,
al regresar temprano a casa, Purnaminali creó una laguna cuya agua diáfana
refractaba los luminosos rayos solares
que encandecían los ojos de los
animales que se acercaban y deshojó plantas de merey que bordeaban la laguna,
arrojando las hojas al agua. Al
instante, éstas se formaron en grandes pirañas.
Cuando
llegó a la maloca, su esposa extrañada de verlo tan temprano, le preguntó:
-¿Hubo algún problema en el trabajo? ¿Por qué has regresado a plena luz del día?
-Mientras caminaba un poco distraído, descubrí
una laguna rica en peces, y decidí venir
a comunicarle para aprovechar ese alimento – respondió Purnaminali.
Tsikiriri al escuchar a su yerno empezó a
quejarse:
-¡Ay, ay, ay… me voy a morir de hambre!
Purnaminali con cortesía se dirigió a ella diciendo:
-Tranquila, la laguna tiene bastante comida,
venga conmigo, le indicaré el sitio, y además le presto el mejor arpón; pero
eso sí, no vaya a capturar los peces grandes.
Tsikiriri apresurada alistó un pedazo de torta
de yuca y salió en compañía de su yerno quien le dejó cerca de la laguna y él
se alejó para continuar su trabajo. La
mujer muy contenta recolectó muchos peces, los cuales iban directo al fogón que
había armado cerca de la laguna.
Mientras Purnaminali trabajaba, imaginaba a su
suegra capturando a un pez enorme que le arrastraría al fondo para que la
devoraran las pirañas. De hecho, en ese momento, su suegra era engullida por
los monstruosos animales.
Al
atardecer, Majunajunali muy preocupada por la tardanza de su madre, emprendió
la búsqueda. Al llegar al frente de la laguna observo una camareta y varios
pescados carbonizados sobre las cenizas del fogón. Su cuerpo se estremeció de
miedo y con voz temblosa llamó a Tsikiriri varias veces sin obtener respuesta.
Vadeó varias veces la laguna y de repente su rostro palideció al divisar a
través de las cristalinas aguas el esqueleto de su madre.
Un
fuerte grito de dolor conmovió a las aves canoras que reposaban en sus nidos, y
en bandada empezaron a sobrevolar la laguna emitiendo un canto lúgubre.
Majunajunali llena de dolor y desesperación comprendió la intención de su
esposo y se lanzó al fondo del agua para rescatar los huesos de Tsikiriri.
KAJUYALI (Constelación de Orión)
La hija de Tsikiriri y Tsawaliwali estaba muy
furiosa por lo sucedido con sus padres y un fuerte deseo de venganza hacia
Purnaminali le invadió todo su ser. Cegada por el dolor se armó con el hueso de
la pelvis de su madre y se encaminó hacia el lugar donde posiblemente
conseguiría a su esposo.
Después de varias horas entre la espesura de
la selva, escuchó unos golpes sobre madera y corrió hacia allá. Poco a poco
vislumbró la figura de un hombre que labraba una canoa y cuya apariencia era
similar a la de Purnaminali.
Majunajunali empezó a gritarle:
-¡Usted ha causado la muerte de mis padres,
ahora seré yo quien acabe con su vida para siempre!
El
hombre confundido y sorprendido exclamó:
-¡No soy el hombre que está buscando!...
¡Usted me está confundiendo!...
Majunajunali no le creyó. Se instaló frente a
la canoa y le arrojó el hueso sobre una pierna cortándosela completamente.
Kajuyali, emitiendo gritos de dolor contempló por un instante a la mujer y la
convirtió en pato carretero. Kajuyali
cogió su pierna ensangrentada y la lanzó sobre las aguas de un riachuelo; al
momento la pierna se convirtió en bagre rayado.
Atormentado por el dolor de su cuerpo,
Kajuyali sintió la necesidad de comunicar a sus hermanos el estado en que se
encontraba. Para ello cogió el mariapi
(inhalador para sorber yopo) y con éste creó el picua (ave mensajera) y
mirándola fijamente le dijo:
-Vuela muy alto en dirección al sitio de mi
gente y trae ayuda.
Cuando
el pájaro llegó a la maloca, se tiró al piso gritando: -¡Tzikue – tsikue-
tzikue…!
Sus
alas se movían aceleradamente intentando dar el mensaje. Las personas al verlos
se interrogaron frente a lo que sucedía, pero continuaron inmóviles sin
entenderlo. Picua al darse cuenta que su canto no era comprendido emprendió
vuelo.
Kajuyali haciendo rezos para calmar el dolor
acudió a la patena (mortero para yopo) y creó el zamuro para que cumpliese la
misma misión de picua; sin embargo, cuando llegó al sitio indicado se limitó a
revoletear en círculos sobre la maloca, pero la gente aún no comprendía. Kajuyali
desilusionado agarró la mochila y la transformó en sikoro (ave de gran tamaño),
la lanzó con fuerza y ésta comenzó a volar sobre la copa de los árboles
emitiendo una melodía triste que decía:
“¡jiji Kajuyali ikutsu uku!” (a Kajuyali le
cortaron una pierna).
Los
hermanos de Kajuyali, al escuchar el mensaje, se apresuraron a buscarlo. Cuando
llegaron al sitio, Kajuyali agonizaba en medio de la hierba húmeda.
Purnaminali, Iwinai y Tzamani consternados de dolor emitieron una plegaria, y
el cuerpo ascendió al cielo.
Allí
Kajuyali, mutilado de su pierna, quedó para siempre representando la
constelación de Orión.
KEKERETO (Venus)
Era una mañana diáfana cuando Pumeniruwa,
segunda esposa de Purnaminali, llamada la mujer olorosa se dirigió hacia el río
en busca de agua para preparar alimentos. Allí se encontró con Yakukuli, un
viejo pescador quien venía de regreso después de una noche ardua de pesca.
-¡Yakukuli, qué cantidad de pescado
atrapaste… regálame uno – dijo Pumeniruwa.
El
hombre, al escuchar a la mujer, remó lentamente hacia la orilla.
-¡Claro, suba y escoja el que más le guste!.
La
mujer, muy contenta, se embarcó para seleccionar el pescado, pero cuál no fue
su sorpresa al ver que el pescador empezó a remar rápidamente con intención de raptarla.
Ella,
muy angustiada, miró hacia todas partes implorando ayuda. De repente, advirtió
una canoa que se aproximaba hacia ellos, era el rey Zamuro (gallinazo) quien
dio un fuerte golpe a Yakukuli y agarró a la mujer embarcándola en su canoa.
Purnaminali,
pensativo e inquieto, esperaba el regreso de su mujer.
Transcurrieron varios días y aún Pumeniruwa
no aparecía. Una noche, cuando
Purnaminali se encontraba pescando, escuchó la algarabía de los monos
titíes, los maiceros y los micos, quienes se encaminaban hacia la celebración
de la famosa fiesta de chicha de fruta que ofrecía el rey Zamuro.
Kekereto, el gran lucero se mostraba en todo
su esplendor motivando a Purnaminali a continuar la búsqueda de su mujer. De
pronto, él se transformó en un anciano que se unió al grupo de invitados y
continuaron la larga jornada hacia el occidente, acompañados siempre por el
planeta Venus.
Cruzaron los grandes y caudalosos ríos hasta
llegar a la isla del rey Zamuro. Allí todos bailaban y bebían hasta agotar la
deliciosa bebida. Purnaminali buscaba cautelosamente a Pumenirouwa y a la media
noche se percató de la presencia de su mujer; entonces corrió a la laguna a
bañarse y adquirir su propia apariencia. Cuando Pumeniruowa vió a su esposo,
corrió hacia sus brazos llena de alegría y emprendieron el camino de regreso a
la maloca.
Purnaminali, resentido por el dolor causado
por el rey Zamuro, decidió vengarse de éste. Preparó la comida apetecida por el
rey y lo invitó a su maloca. Cuando el Zamuro disfrutó del alimento,
Pumenirouwa y Purnaminali lo lanzaron a una caneca llena de zumo caliente de
yuca brava y ají. El zamuro emitió gritos de dolor pronosticándole maldiciones
y la muerte prematura para la nueva generación. El cuerpo del rey se cubrió de
un plumaje negro y emprendió vuelo reafirmando sus maldiciones.
Todos los textos se tomaron de: Raíces,
Mitos, Relatos y Leyendas, compilación de Bety Triana y Néstor Mendoza de la
Editorial Montaña Mágica, Santa Fe de Bogotá, 1997.
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