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jueves, 19 de abril de 2018

SAN ANTONIO DE BERRÍO: EL PRIMER PUEBLO FUNDADO EN COJEDES (Argenis Agüero)


 
El habitante originario del “Nuevo Mundo” fue sometido a crueles estados 
de guerra y esclavitud por los conquistadores y colonos de la culta Europa 


El proceso de conquista y ocupación del territorio cojedeño por parte de los conquistadores y encomenderos se remonta al siglo XVII, siendo entonces cuando se inició el proceso de colonización europeo en Cojedes. Ello se produjo con el establecimiento del primer centro poblado, al cual se denominó “San Antonio de Berrío”, fundado por Baltazar Matías de Almao el año 1616, comunidad que se mantuvo hasta 1621 cuando debido a los maltratos hechos a los indígenas estos se fugaron hacia Araure. Este conquistador logró reducir a los indígenas “guamonteyes” que se encontraban en los montes de Acarigua, huyéndole a los indígenas “caribes”; Almao los llevó al sitio de Tucuraguas y allí estableció un poblado, como ya se dijo, en 1616, donde pagaba los costos de la iglesia y un sacerdote (no misionero) pero varios años después ante la ausencia de Almao el poblado quedó a cargo del Alférez José Suarez, quien condujo a varios indígenas al valle de Acarigua, obligándolos a realizar trabajos forzados, maltratándolos, lo cual provocó que muchos huyeran hacia los ríos muriendo ahogados más de 300 entre mujeres y niños, provocando así el final del poblado en 1621.
 La fundación de este pueblo aparece reflejada en los registros de encomiendas, siendo publicado por Vicente Dávila en su libro “Encomiendas”, tomo V (pág. 180):
 Auto expedido por el gobernador don Francisco Núñez Melean, con inclusión de una petición hecha por el cap. Bartolomé Suarez Daboín a nombre del cap. Baltasar Matías de Almao, y la real cedula despachada en su favor. el dho mi parte hizo asiento con el gobernador don Francisco de la Hoz Berrío que lo fue de esta provincia de hacer los castigos en los indios hirajares y ... poblar un pueblo de cantidad de mil cien indios con iglesia y campana y cura a su costa para que en nombre de su majestad se le hiciese merced de prorrogarle una vida  más la encomienda que posee en segunda vida  y en cumplimiento del asiento el dho mi parte hizo los castigos... y asi mesmo pobló en el valle de Tucuragua el pueblo nombrado San Antonio de Berrío con más cantidad de mil y cien indios en forma de pueblo con iglesia y campana y cura que lo fue el licenciado Cristóbal Gómez...
Se adjuntan aquí los testimonios ofrecidos por el propio Baltazar a través de testigos que avalan su labor fundadora del pueblo de San Antonio de Berrío en Tucuragua:
interrogatorio presentado por el cap. Baltasar Matías de Almao, para que examinen los testigos.. : iten saben, vieron o han oído decir que el año pasado de seiscientos y diecisiete el señor gobernador y capitán general que fue de esta provincia don Francisco de la Hoz Berrío acatando la mucha lealtad mía, de mis padres y abuelos que han servido a  su majestad hemos tenido en su conformidad me dirigió comisión y título en forma de Capitán de Infantería para que como tal vasallo del rey ntro señor levantase e hiciese jente militar y que entrase en los llanos a descubrir y castigar los indios de nación noaras rebeldes a la corona del rey...
...iten si saben o han oído decir... teniendo noticia y certidumbre que algunas parcialidades de indios de los llanos se habían retirado de temor de los caribes cerca del valle de Acarigua y pueblo de San Miguel... pedí y suplique al dicho Gobernador me diese comisión para poblarlos y reducirlos en buena paz, el cual... me concedió la dicha comisión... y con bastante número de soldados hice la dicha entrada y... sin ser necesario guerras ni contienda los reducí a buena paz en servicio de dios ntro señor y del rey don Felipe, cuyas cabezas de nación eran los capitanes Ariguiguare y Aguriagure Auramaquire y el capitán Acarigua,  Yanahaure,  el capitan Poporo Paparitano Araiguana con más de mil indios sus sujetos y deseando el cristianismo los saqué y poblé en nombre del rey sin apremio alguno en el sitio que llaman Tucuragua...”
Destaca como información singular en el párrafo anterior la identificación por su nombre autóctono de varios caciques indígenas reducidos por el Capitán Baltazar Matías de Almao, pudiendo ser esta la primera referencia de este tipo que se tiene para la región de Cojedes.
También publica Vicente Dávila los testimonios presentados años después por el Capitán Juan de Salas para demostrar su vínculo parental con Baltazar Matías de Almao y la responsabilidad de este en la fundación de dicho poblado:
información de testigos que ofrece dar el cap. Juan de Salas , por el tenor siguiente: digo que el cap. Baltazar Matías de Almao, mi padre, hizo asiento y capitulación con don Francisco de la Hoz Berrío, Gobernador y Capitán General de esta provincia, el cual le dio título de Capitán de Infantería, para que pudiese hacer gente y con ella entrar a su costa a los llanos a conquistar y reducir mucha cantidad de indios de las naciones que en dichos llanos hay, y de tenerlos juntos agregados hiciese un pueblo en nombre de su majestad, como lo hizo, y habiendo reducido y sacado de los dichos llanos más de mil y trescientos indios, con sus mujeres e hijos, los pobló en nombre de su majestad en un pueblo llamado San Antonio de Berrío o Tucuragua...  ...y les hizo iglesia y puso en él al licenciado Cristóbal Gómez para que les fuese enseñando lo que de su obligación era, y bautizándolos como cura doctrinero que era del dicho pueblo, y estuvo en el mas de tres o cuatro años de asistencia dándoles doctrina a los dichos indios, y el dicho mi padre le pagaba su estipendio todos los años, y así mismo tuvo en su resguardo ocho hombres con sus armas y demás pertrechos todo el tiempo...”
Aunque solo tuvo una duración de apenas cinco años, San Antonio de Berrio, en Tucuragua, constituye el primer poblado establecido por los españoles en territorio cojedeño, con la particularidad de que el mismo tuvo carácter laico, a diferencia de los siguientes, que fueron pueblos misionales fundados por religiosos capuchinos.
Después de transcurridos 40 años de la desaparición de San Antonio de Berrio, se produjo la fundación de otro centro poblado en la zona de Tucuragua (probablemente en el mismo lugar), el cual se produjo como consecuencia de que en abril de 1661 se fugaron los indígenas guamonteyes asentados en el pueblo de Auro y los cherrechenes del pueblo de Araure (actual estado Portuguesa),  estos últimos huyeron hacia el rio Pao y los primeros hacia la zona de Tucuragua. Los misioneros siguieron tras ellos, fundando entonces los pueblos San Francisco del Pao y San Antonio de Tucuragua, ambos a mediados de 1661, convirtiéndose así, estos dos poblados en los primeros pueblos misionales establecidos en el actual territorio cojedeño.
Al relatar los pormenores del desplazamiento indígena en la zona, por el abandono del pueblo San Antonio de Auro, en tierras del actual estado Portuguesa, el hermano Nectario María dice:
Fray Eusebio de Sevilla siguió a los fugitivos manteniéndose en la expectativa hasta ver donde se detenían los indios, los cuales acamparon en Tucuragua por fines de junio de 1660. Allí se quedó con ellos el misionero, logrando afianzarlos en este asiento al cual conservó el título de San Antonio agregando el de Tucuragua: San Antonio de Tucuragua”. Y refiriéndose a dicho pueblo Nectario María señala: “en cuyo desarrollo reconcentraron sus esfuerzos los misioneros, en especial Fray Rodrigo de Granada, pues allí construyó chozas para los misioneros e indios y una amplia y rústica iglesia de palmas”.
El Padre Buenaventura de Carrocera en su libro “La Misión de los capuchinos en los llanos de Caracas” (Tomo I), señala al respecto:
no tenemos noticias tan explicitas sobre la fundación de San Antonio de Tucuragua... consta ciertamente de su existencia a mediados de 1664 y que para esa fecha tenía una regular población de habitantes, puesto que en noviembre del citado año, entre los del Pao y Tucuragua daban una cifra total de 1.200 almas... esos pueblos, únicos que seguían teniendo aun en 1669, El Pao y Tucuragua, reunían en total 1.500 habitantes... en 1673 los misioneros decidieron retirarse a Tucuragua y continuar la catequización de los aquí poblados...”
Este poblado misional duró unos veinte años ya que luego los indígenas fueron mudados nuevamente a su lugar de origen (Araure) por el capuchino Fray José de Nájera, tal como lo testimonia el mismo Padre Carrocera:
otra novedad en esos años fue el traslado del pueblo de San Antonio de Tucuragua a Araure, sitio más saludable y de mejores tierras. Querremos advertir que no se trata de una nueva fundación, sino de mero cambio a otro sitio mejor. Esta mudanza fue efectuada por el padre José de Nájera..  no puede tampoco fijarse cuando haya tenido lugar, pero es seguro que fue por los años 1681 o 1682”.
Vale aclarar que el actual caserío de Tucuraguas, a pocos kilómetros al occidente del pueblo La Sierra, no tiene ningún nexo con estos dos poblados fundados en el siglo XVII (1616 y 1661), ya que ambos estuvieron ubicados a orillas del río Tucuraguas, en un lugar relativamente amplio, y como mencionan los documentos, San Antonio de Berrio tenía una matrícula de 1.100 indios, población que ameritaba unas 200 o más viviendas para albergarlos, mientras que San Antonio de Tucuraguas (que se supone usó el mismo espacio donde estuvo su antecedente) tuvo una población menor pero también requirió gran número de viviendas para su alojamiento. Un reto de investigación (que no he podido cumplir hasta ahora) es precisar la ubicación física del espacio donde estos dos pueblos primogénitos estuvieron asentados.
Otro reto lo constituye dilucidar lo concerniente a la existencia y ubicación de un pueblo denominado “Tucuragua” (sin el santo), entre 1802 y 1816, cuyas matriculas son citadas por el investigador John Lombardi, y allí se puede observar la ausencia indígenas y blancos (en el último año), sin embargo la predominante población esclava se mantuvo presente, así como una significativa densidad en los pardos.

Año
Blancos
Indios
Pardos
Negros
Esclavos
Total
1802
15
07
366
05
72
445
1803
27
00
325
05
65
422
1804
19
00
191
07
46
263
1805
15
00
326
06
62
409
1807
13
00
284
04
50
351
1808
16
00
328
12
50
406
1809
15
00
328
11
50
405
1812
05
00
236
00
49
280
1816
00
00
126
02
25
153


Este pueblo desapareció en 1621; probablemente en ese mismo espacio fue que Fray Eusebio de Sevilla fundó en 1661 el pueblo de misión "San Antonio de Tucuraguas", el cual también desapareció años después. Se desconoce el lugar exacto donde estuvo ubicado, solo que estaba a orillas del río Tucuraguas, una zona de relieve irregular (montañoso) con pocas áreas planas, la localización se cree estuvo al noroeste del actual poblado de La Sierra, a varios kilómetros del caserío o comunidad actual de Tucuraguas.


A finales del siglo XIX se conformó y consolidó el pueblo de La Sierra en esos mismos predios. Este pequeño poblado, de una sola calle que discurre a lo largo de una fila montañosa, surgió como centro sub-urbano en las últimas décadas del siglo XIX, formando parte de una amplia jurisdicción territorial denominada “Aldea Tucuragua”, integrada por numerosos caseríos o vecindarios satelizados al de mayor densidad poblacional, al cual se le identificaba como “La Sierra de la Aldea Tucuragua”, en razón a la ya mencionada condición de ubicarse en la fila o sierra de la montaña. Con el tiempo el nombre se redujo tan solo  a “La Sierra”, tal como le conocemos en la actualidad.

viernes, 30 de junio de 2017

Breves cuentos, mitos y leyendas indígenas (29)

Imagen en el archivo de Pedro Pablo González

SOBRE LOS MONOS (etnia piaroa)
El mono y la mona tuvieron un monito. Wajari le dio forma al monito: pelo, ojos, carne, piel, etc. El mono creció. Se reunieron todas las especies de monos y Wajari se dispuso a enseñarlos. Les dio agua amarga y yopo. Pero no les dio ni dada, ni tuipa ni espinas de raya.
Wajari les dio a los monos varias clases de yopo, todas muy fuertes. Wajari les preparó a los monos varias clases de yoperas y cigarros también. Sobre las yoperas sopló el humo de los cigarros sagrados.  Wajari les dio a probar esos yopos, una especie tras otra, y los monos crecieron y comenzaron a chillar. Gritaron las mismas palabras que acostumbran hoy en día. Y en sus visiones vieron el futuro. Wajari les dijo que esos eran los peligros que los acechaban. “Ustedes están chillando ahora, y de hoy en adelante será así como chillarán. Y ustedes mismos transmitiránesta fiebre si los piaroa se enferman, chillan como los monos”.
Allá se alza un árbol, el K’elau Mak’ ili’a. También así se llama la enfermedad de los monos. Wajari creó el árbol para proteger a los monos. Los monos ebrios de yopo saltaron a este árbol, donde poco a poco volvieron en sí. Wajari les preguntó a los monos: —Les he dado yopo. ¿Cómo ven ahora el futuro?
Y dijeron: —Nuestro futuro no parece muy largo que digamos. Morimos, como todo el que llega a viejo. Así será nuestro futuro. Un águila nos matará,  un hombre nos matará con cerbatana.

Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos Boglár  Fundación Editorial El perro y la rana (Caracas, 2015).

EL CANTO DEL DANTO (etnia piaroa)
Wajari bebió dada y vio su propio futuro en la imagen del danto. Pero primero vio el recinto sagrado de todos los animales, como el báquiro, el mono y otros, en fin, de todos los animales que él creó. Luego vio también los lugares donde conseguía los accesorios para su ceremonia.
Y también vio dónde habría de encontrar la muerte. Y en la muerte se vio como un danto. Wajari vio que el espíritu del danto no queda mucho tiempo en la tierra. A él le pasará lo mismo que a los monos. Los blancos lo matarán y se comerán su carne.
Y vio que el grupo inakwedya de los piaroa también comerán de su carne. Y también vio a un hombre que lo mataba con arco y flecha. Vio que también el tigre lo mataba. Y vio también a un hombre que lo mataba con escopeta y a otro con lanza. Luego de estas visiones, Wajari creó el cielo, la luna y el sol.

Tomado de: Cuentos y mitos de los piaroa. Lajos Boglár  Fundación Editorial El perro y la rana (Caracas, 2015).

**************De pueblos hermanos

LOS DIOSES AZULES (etnia emberá)
Ankoré es nuestro Dios, la fuerza y energía suprema del Universo. Él no tiene forma porque es de todas las formas y se manifiesta por doquier. Es padre y madre de  Karagabí a quien hizo con su saliva y lo mandó a crear todo el Universo. Entonces Karagabí creó los nueve mundos: Los cuatro Mundos Azules de Arriba, los cuatro Mundos Oscuros de Abajo, y Egoró, la Tierra del Medio; y ordenó los astros celestes y todo lo que existe. Luego creó al hombre de una gota de agua y creó las leyes para que los hombres convivieran en paz y armonía entre ellos y con la naturaleza.
 Cuentan los primeros hombres  escucharon hablar a los Dioses y se enteraron que arriba de la tierra había otro mundo, donde todo era azul, un mudo llamado Nentre, la casa de los dioses. Quisieron ir y preguntaron a Karagabí qué hacer. Karagabí construyó una larga escalera de bejucos cristalinos y azulados de los cuales crecían innumerables flores azules. En esos primeros tiempos, esta escalera fue el puente entre Egoró, la tierra, único mundo en que  brillan todos los colores y Nentre, el cielo de los dioses, donde todo es azul.
Los hombres subieron a Nentre por esa escalera. Sus cuerpos, y sus adornos y pinturas corporales y faciales, se tornaron azules.
Asombrados  veían que allí arriba todo era azul: manadas de zainos azules tumbaban azules matas de maíz y pelaban mazorcas azules con sus dientes y sus afiladas pezuñas; luego corrían alegres con granos azules de maíz brillando en sus bocas.
 El azul es el color de lo bueno, lo saludable, lo puro. Es el color de los dioses y el color de Nentre, el mundo donde los dioses se reunían a conversar sus cosas y las cosas de los hombres y mirar la creación: Los dioses miraban atentos los días de la vida de los hombres, sus trabajos, y sus guerras, sus leyendas y sus vicisitudes. Miraban todo lo que los hombres afrontaron desde la Creación. Y cuando vieron que ya el hombre preparado para ser dueño de su propio destino, los Dioses Mayores y Principales acordaron retirarse para siempre a Nentre, su Mundo Azul.
Sólo se quedaron a vivir en nuestra tierra dioses menores, espíritus malignos, y espíritus protectores y monstruos y fabulosos animales del agua y del monte.
Por eso decimos que los dioses mayores son dioses olvidados. ¿Para qué llamar a quien es ciego y es sordo?

Texto tomado de: Raíces, Mitos, Relatos y Leyendas, compilación de Bety Triana y Néstor Mendoza de la Editorial Montaña Mágica, Santa Fe de Bogotá, 1997. 


ORIGEN DE LA NOCHE (etnia ufania)
En el comienzo todo era luz. Sólo alrededor de la maloca del abuelo oscurecía. El resto de la selva estaba siempre de día. Los cuatros Imarikakana llegaron allí y llamaron, pero el abuelo no despertaba. Entonces lo golpearon tres veces con la macana en las canillas y al fin despertó:
-“¿Qué quieren?” – preguntó.
-“Abuelo. Queremos la noche, vivimos siempre de día, nunca oscurece y no dormimos”.
-“Ustedes están bien así. ¿Para qué quieren dormir? Dormir es mi trabajo, a mí si me sirve porque tengo que soñar para ordenar todo el mundo. Ustedes no”.
-“No importa, abuelo. Queremos dormir. Traemos coca para pagar por la noche”.
-La noche no sirve, en la noche la culebra pica, la gente muere, el enemigo ataca.
- Les digo que así de día es bueno. Pero si ustedes vienen a pedir… Yo doy. Allá ustedes. Miren, allí hay muchas bolas de la noche amarradas, hay grandes y chicas. 
- Lleven la chiquita y cuando lleguen a la maloca de ustedes, cogen leña, luego sueltan la noche y queman la leña. Cuando ya no queden sino los tizones, ahí amanece. Lleven ese poquito de noche y no lo suelten por el camino.
-Salieron. Iban lejos y en la mitad del camino se sentaron a descansar.
-“Hermanos – dijo el menor – esto es chiquitito y este mundo grande, ¿cómo va a  esto para llenar todo con la noche? ¿Será que nos alcanza para oscurecer la casa y el patio no más? Yo voy a soltar un poquito para mirar.
-“No” – dijeron  los hermanos.
 Mientras pensaban, el menor vio a su lado un palo seco y adentro un gusano que comía en redondeles, dejando sólo la cáscara seca, y dijo:
-“Voy a soltar un poquito”.
 Y soltó un poquito. Como un soplo potente salió una pelotita negra que cayó al suelo y saltó al cielo y tapó al Sol y a su hijo Luna. Todo quedó oscuro y la gente que estaba pescando se perdió. Una vieja que barbasquiaba se convirtió en Madre Monte.
 Ella es bruja y enseña. Un hombre que estaba de cacería se quedó Kurupira y ahora es el dueño del monte. Él también es brujo y enseña. La oscuridad convirtió como en animales a esa gente. Ahí mismo dijeron los hermanos Imarikakana:
- “No, nosotros no somos hijos de gente, somos hijos del mundo; a nosotros no nos pasa nada. Volvámonos micos nocturnos y comamos que tengo hambre” – dijo el hermano menor.
Y comieron y luego hicieron todos los animales que andan de noche. Después durmieron.

Texto tomado de: Raíces, Mitos, Relatos y Leyendas, compilación de Bety Triana y Néstor Mendoza de la Editorial Montaña Mágica, Santa Fe de Bogotá, 1997. 


EL NACIMIENTO DE LA GENTE (etnias yukuna y natapí)
No había gente. Nadie. Y vimos llegar a los Yukuna y nacimos los Natapí. No sé de dónde llegaron. Del mundo de abajo será. Pero cuando nacieron, primeros fueron palmas de canangucho, por eso no peleamos con gente Yukuna. Con ellos cantamos y bailamos, con ellos la guerra es fiesta, canto y baile.
No sé de dónde salieron: de la tierra será.
Nacieron en Yuinata, en una sabana, Marití, arriba, por el quebradón de Pilumichari.
También había otra gente: Kulanumí, gente danta que no se mata. Ellos nacieron con nosotros, nacieron del canangucho. Por eso el canangucho no se corta. Si cortas el canangucho entonces llueve, truena, uno pasa malo, el camino se hace camino de danta, camino de animal hermano.
Uno de esos hermanos era Ureyu, era el Capitán. Otro Kana`pe, el Gavilán, Rimakuté ayudaba y era Mandadero.
Luego nació otro, el cuarto. Pero nació con rabo y su madre quería matarlo. Luariya, estaba allí y dijo:
-“Este muchacho nació”. Nacer es buen pensamiento, buena cosa, llevémoslo al payé, él sabe arreglar. Él brujea”.
-Paye brujió tabaco. Acabó de brujear y prendió el tabaco, luego sopló al muchacho y ahí le desapareció el rabo.
El muchacho nació bajo del árbol que se llama Wiri, por eso la madre lo llamó Wihimi.
Cuando él fue grande, nació mucha gente; se llamaron los Himuri. Desde entonces el muchacho sin cola se llamó Ka`amari. Ya sabía volverse tigre, y tenía un hermano para hacer la guerra. Ya se podía hacer la fiesta y la borrachera. Entonces hicimos los bailes.

Texto tomado de: Raíces, Mitos, Relatos y Leyendas, compilación de Bety Triana y Néstor Mendoza de la Editorial Montaña Mágica, Santa Fe de Bogotá, 1997. 


LA CAIPORA DE LAS SELVAS BRASILEÑA (Gilberto Antolinez)
Los folcloristas de Brasil hablan de la Caipora, el dueño de la selva, se los indios tupi de su país. En el norte y nordeste de esa tierra, la Caipora es una indiecita chica y fuerte, cubierta de pelambre, de cabellera suelta, que protege la caza y siempre está ansiosa de tabaco y aguardiente. Su macho es Caipora, el ser terrible que anda de jinete sobre un puerco de monte. En las selvas de Para, Amazonas y Acre, se dice hoy que la Caipora se extasía en el comercio amoroso con los hombres con los que se amanceba, les exige fidelidad perpetua y les hace condueño de la caza. Pero estos amantes, si quieren casarse con alguna mujer, tienen que emigrar del bosque, pues si la Caipora les descubre el intento les da una “sobá” con espinosos bejucos hasta darles la muerte. La Caipora monta sobre un váquiro o puerco de monte y resucita a los animales que el cazador abate. Es un perfecto prototipo de la María de la Onza de muestro estados Yaracuy y Lara.
Muchas veces se la pinta como mujer de un solo pie, que marcha a saltos, tiene una cabeza enorme de chiquilla y produce a quien la encuentra una mala suerte duradera, solo evitable si se le rinde tributo de aguardiente y tabaco. Es dueña de la caza, excepto volátil. Se le puede donar también pan de yuca sin azúcar ni sal. Detesta la pimienta malagueta ferozmente a quien le lleve.
En la provincia Parahibana, la Caipora lleva por nombre “Flor del Bosque” pero ahora se distingue porque su cabellera es rubia. Es muy hermosa y ardiente y goza una eterna presencia de doncella de doce años.
En Alagoas, la Caipora es una indiecita de cabello largo, muy fumadora de cachimbo, amiga de consumir sopa de yuca tocada con un extraño sombrero. No deja cazar en los días viernes. Apalea los perros desde su mundo invisible, de modo que el cazador oye los gritos sin saber a qué causa se deban. Para llamarla hay que golpear un pico contra una pala: hierro contra hierro. Cada vez que hace una diablura de las suyas, suelta estridente risotada, acompañada de suavísimo silbido como el que suele lanzar el saci o saucel, duende de los bosques amazónicos.

Como se ve, el Catey femenino de Trujillo, tiene vasta parentela en la mitología indígena y con el folklore actual de otros países de Sudamérica y Antillas, por lo cual merece que el futuro se le dedique una encuesta científica suficientemente intensa. Entonces podrá determinar hasta dónde tiene aquí la misma conexión con María la de la Onza y que sus parientes muestran en otras naciones respecto a la dueña de la caza, esposa del señor del monte y rey de los venados y los puercos salvajes, seductora de cazadores, ladrona de mozuelos de niños y numen mortal de los sueños sensuales.