Joven de Cojedes en el archivo de Carlos González
ENTIERRO
(Mercedes Franco)
Una Luz palpita, saltando en la noche tibia.
Rodean un árbol grueso y se detiene allí, donde una débil sanación. Seguramente
señala el lugar de un “entierro”. Los “Entierros” son tesoros enterrados,
vasijas, botijuelas, o cofres repletos de oro, que alguien enterró.
Durante la conquista y colonización de
Venezuela, muchos enterraban sus riquezas, por miedo a ser robados, pues no
existían aun los barcos. A veces pasaba el tiempo y morían en forma inesperada
sin poder revelar a los suyos el lugar del tesoro. Y ese oro permanece allí,
bajo tierra, custodiado por el alma en pena de quien lo enterrará.
Dicen que existe en Paraguaná un lugar
especial, llamado Cardón Liao, que oculta un gran tesoro. Antes de la
Independencia vivía allí adinerado español, dueño de un hato llamado “Acayude”.
Una vez iniciada la Guerra de Independencia, aquel hombre decidió volver a su
país. Salió de su finca con varias mulas cargadas de oro y un esclavo. En la
orilla del mar lo esperan un barco que lo llevaría a España. Muchos dijeron que
se había llevado todo su oro. Otros, que lo enterró, para buscarlo después. Y
algunos añadían que había enterrado vivo al esclavo, para que su alma
custodiara aquel tesoro. Algunas noches se ve brillar entre las piedras de
Cardón Liao una envolvente luz dorada, muchos creen haber visto vagar por la
arena blanca una figura sombría. Es aquel infortunado esclavo negro, que vigila
eternamente el lugar. En el cerro El Vigía, en Pampatar, hay una piedra mágica,
llamada la “Piedra del Duende”, que brilla desde lejos en las noches y junto a
ella se ven algunos niños jugando, supuestamente duendes. Se cree que el
corsario francés Pierre D`Autant enterró allí su gran tesoro, luego se casarse
con una bella margariteña.
ESCAPULARIO
(Mercedes Franco)
Especie de talismán católico. Con imágenes,
hechos en telas y fieltros, protege de todo mal, de fantasma, hechizos y
fuerzas malignas. Tiene más valor si se le “reza”, si alguien de comprobada
bondad reza sobre él más aún si se le bendice con agua bendita. Se lleva al cuello,
dentro de la cartera o se pone bajo la almohada.
CARNAVAL
(Ramón
Lameda)
Era un Viernes
Santo pero me fui a bañar al río Masparro. Sin embargo, me perseguía la voz de
mi abuelo: El que se baña un día Santo, se vuelve pescado.
El calor apretaba y
me lancé al agua como una jabalina asustada. En el fondo del río, encontré a
varios de mis amigos muertos, transformados en peces oscuros nadando en el
medio de una montaña de latas de cerveza. Todos me perseguían y querían que me
quedara bajo las aguas. Desesperado, empecé a nadar buscando aire pero no
avanzaba. Era como si tuviese una roca sobre el pecho.
Menos mal que era
un sueño y me encontré nadando sobre la cama y sacudiendo la cabeza como un
desesperado. Entonces abrí los ojos y vi a mi mujer cubierta de escamas y con
una enorme cola de bagre en el lugar de sus lindas piernas.
_ ¡No puede ser!
¡No es cierto! _empiezo a gritar parado sobre el colchón.
Mi mujer me miró
con un aire displicente.
_Hoy es carnaval, estúpido. Ponte tu traje de
Neptuno.
UN SUEÑO DE OTRO MUNDO
(Enrique Mujica)
Chibí dormía con el radio prendido, tal vez
una forma excéntrica de conjurar los recuerdos, de acallar el pensamiento. Su
primo Luis Alberto compartió una noche la habitación con él. Ya tarde, cuando
Chibí roncaba, Luis Alberto le apagó el radio. Él se despertó en el acto con el
escándalo del silencio y le dijo al primo: “Primo, no me apague el radio porque
me despierto “.
EL SOMBRERO DEL TURISTA
(Gabriel Jiménez
Emán)
Un turista va caminando por la playa y el
sombrero se vuela, intenta recogerlo pero el sombrero sigue rodando por la
arena, sigue detrás de él pero el sombrero va a dar al mar, sigue arrastrado
por el viento y por fin se detiene al encontrar una roca.
El turista se lanza al agua, nada hasta la
roca, coge el sombrero, y como está cansado se sienta un momento en la piedra a
mirar las gaviotas y algunas lanchas que pasan.
Después se detiene un muy momento a tomar el
sol, duerme un poco, y cuando despierta se da cuenta que ha perdido el
sombrero, el turista se siente muy fuera de lugar y entonces nada hasta la
orilla, va hacia el hotel, arregla su equipaje y se marcha a su país.
Al llegar a su tierra se detiene en la
primera playa que ve, y se sienta en la arena a esperar que llegue el sombrero.
Después de varias horas lo ve aparecer cerca de unas piedras y se lanza al agua
a buscarlo, pero el viento comienza a soplar fuerte y a llevarse el sombrero
muy lejos: el turista piensa que hasta un país donde es imposible llegar.
LEYENDA DE LA VIRGEN QUE EL MAR
TRAJO A
CHORONÍ
(Juan Vicente Camacho)
Hacia el año de 1780… vivían cerca
de Choroní, Don Juan del Corro, su
esposa Doña Felipa de Ponte y Villena y sus bien educados hijos …Al
amanecer de un día de verano, Don Juan entró en su sala después de haber
presenciado la distribución de los trabajos del campo…
Felipa -le dijo Don Juan, cuando Dios bendijo
nuestra casa, mandándonos el último de nuestros hijos, pensé que hubiera llegado tu última hora…
Si, Juan, momento aquel en que creí perder la
vida al darla a nuestro pobre Francisco… me acongoja el estado infeliz de
nuestro Paquito, que ha tenido un año, no de vida, sino de sufrimientos
superiores a su edad.
Así es, Felipa. En vano nuestro amigo el
maestro Santiago Ordóñez ha recurrido a su ciencia para salvar los días de ese
niño que Dios nos deparó para consuelo de nuestra vejez. El infeliz se muere de
languidez y lo veo consumirse como una lámpara que se apaga por falta de
aceite. -Pobre niño, murmuró Dona Felipa.
Al ver tus sufrimientos y los de
nuestro hijo, me encerré en mi oratorio para rogar a Dios por nosotros. Yo
ofrecía al cielo que si salvaba tus días haría colocar la imagen de Nuestra
Señora de la Soledad en el templo de San Francisco de Caracas… El cielo oyó mi
oración, continuó Don Juan, y tú estás salva, aunque se muere nuestro hijo.
Si tal promesa hiciste, Juan, es preciso
cumplirla a cualquier costa, y tal vez la Santa Señora nos conserve por nuestra
fe la vida de Francisco. En ese momento entró a la sala un joven robusto, que
tendría unos catorce años de edad.
Fernando -le dijo Don Juan con tono severo-,
¿por qué has dejado solo a nuestro padre capellán, siendo ésta la hora del estudio?
El mismo capellán en quien me manda, padre
-respondió Fernando. Todos los criados
están en el campo y los que sirven la casa han ido a ayudar al desembarque. El
padre me envió a decir a su merced que mi padrino, el señor Don Sancho de
Paredes, capitán de armada, acaba de llegar a la playa.
¡Don Sancho! -exclamaron a una voz Don Juan y
su esposa. Corre hijo, ve en persona a traernos a
nuestro buen amigo, y pídele antes su bendición. Salió el joven de prisa a cumplir la orden de
su padre y los dos ancianos se entregaron al regocijo por la llegada de Don
Sancho, que miraban como una cosa providencial, pues el capitán debía hacer
viaje a España en el navío de Indias, siento ésta la coyuntura más propicia
para su encargo. Un momento después entró el capitán… y conversaron los esposos con Don Sancho, a quien tenían como de la familia…
Queremos, compadre -continuó Don Juan, que vaya Ud. a la Corte y disponga que el mejor escultor de las Españas
haga la imagen de la Soledad, sin excusar gastos de ninguna especie, pues
deseamos hacer al templo de San Francisco un presente regio, aunque en ello se
nos vaya toda nuestra fortuna.
«Y encargará Ud., Doña Felipa, los vestidos y
los ornamentos más ricos de oro y plata para vestir dignamente la imagen de
Nuestra Señora.
Todo se hará a la medida de sus deseos
-respondió Don Sancho de Paredes, despidiéndose para su largo viaje. Ocho meses después, con buen viento y mar
bonanza, salía para Indias el navío San Fernando, felices fueron los primeros
días de navegación, pero al entrar en el mar de las Antillas, empezó a sufrir
la embarcación frecuentes huracanes que casi diariamente se levantaban en su
inmensidad tempestuosa.
Un día amaneció el cielo de color de plomo…
Un fuerte frío empezó a azotar las cuerdas del buque. Las olas se encrespaban,
llevando la cabeza coronada de espuma y estrellándose con sordo rumor en los
costados del buque. Bien pronto, con el viento arreció la lluvia y el pesado
navío era arrojado por la tempestad, lanzándolo desde la cúspide de las olas
furiosas hasta los abismos más espantosos. Don Sancho hizo arrojar al agua toda
carga… Sólo quedaba sobre cubierta la caja que contenía la imagen de la
Soledad… Por un instinto religioso, no había querido arrojarla a las olas sino en
un último caso; pero ya el buque iba haciendo tanta agua, que hubo de verse en
la dura extremidad de lanzar al mar la santa escultura y salvarse con sus
marinos en los botes a todo trapo.
Bien pronto el San Fernando hundió la proa en
las ondas rabiosas, giro con rapidez sobre las aguas, y rompiendo la armazón de
sus tablas con un ruido que parecía un quejido lastimoso, despareció en un
torbellino de espuma. Los náufragos fueron arrojados por el viento a las playas
de la isla de Trinidad…
Casi a la misma hora y en la misma sala de su
heredad, Don Juan y su esposa Doña Felipa departían,
formando mil conjeturas sobre la próxima llegada del San Fernando, y la
consagración de la imagen de la Soledad, a quien debían la salud de su hijo Francisco,
el cual estaba jugando a los pies de su madre.
Entró en la sala su hijo Fernando y, refirió
a sus padres cómo estando los criados desechando un desagüe al mar, habían dado
con una gran caja cerrada que, por su peso, debería algún rico tesoro arrojado
allí por las olas…A la llegada de Don Juan y su esposa, dos robustos negros
empezaron a romper la caja misteriosa. Al quitar la cubierta descubrieron… la
imagen de la Madre de Dios, pálida y macilenta, con las manos cruzadas sobre el
pecho y los ojos inundados de lágrimas. Por un movimiento involuntario, todos
cayeron de rodillas ante aquella aparición divina…
Poco tiempo después, los hermanos de la
Tercera Orden de San Francisco, colocaban en la nave
de la derecha la imagen de Nuestra Señora…Un gentío inmenso colmaba las naves del templo, entre ellos Don Juan y su esposa,
vestidos de ricas galas…
Estando en estas pláticas, entró pálido y
agitado Don Sancho de Paredes, y se arrodilló en silencio ante la Virgen,
entregándose a una muda contemplación. Los frailes y sus amigos respetaron su
éxtasis religioso y sólo después que hubo concluido, recibió las felicitaciones
y abrazos de todos por su vuelta…
Don Sancho, sin separar los ojos de la
Virgen, exclamó con acento humilde:
Hermanos, adoremos la voluntad de Dios. Un
año hace todavía que sorprendido por una tempestad en el mar Caribe, arrojé a
las aguas con la carga del navío una caja cuadrada que encerraba esa imagen,
hecha ante mi vista y por mi dirección en Madrid. Con mis propias manos la
entregué a las olas, pidiendo antes perdón a Dios, y ahora la veo con sus
mismos vestidos…
Don Juan refirió entonces lo que ya sabemos,
y todos, después de adorar con santo regocijo el divino milagro, salieron del
templo para asegurar el hecho bajo su firma, ante los alcaldes ordinarios, para
ejemplo y edificación de los venideros siglos.
ME VOLVIERON A ROBAR
(Deisy Elizabeth Silva
Fuentes)
Cuando Jaime salió del trabajo, había
recibido su cheque de la mensualidad. Llevaba una lluvia de ilusiones: quería
comprarle la computadora a su esposa, le tendría que comprar los zapatos para
hacer deporte a Gabriel, abastecería la nevera de su casa, le compraría algunas
cosas que su madre necesitaba y hasta le alcanzaría para tomarse unas cuantas
cervezas y para obtener la muñeca Jimena, tanto deseada.
Dobló la esquina, apuró el paso y llegó justo
a tiempo para entrar al banco, antes de que el de seguridad cerrara la puerta.
Pensó: “qué suerte tengo, mañana tendré el día libre, me dieron mi cheque y tal
parece que lo cobraré hoy mismo; por el camino que voy, voy muy bien,
¡excelente!... al menos hoy, no gastaré mi sueldo jugando bolas; ni tendré que
inventarle excusas a la cuaima que tengo por esposa”. En media hora había
cobrado el cheque. Guardó el dinero en el bolso y salió del banco. Su casa no
quedaba lejos; así que decidió caminar el corto camino.
Había recorrido dos cuadras, cuando sintió
que en su cráneo lo apuntaban con la punta fría de un cañón. “Alto, no des un
paso más” — dijo el malhechor, “si lo haces, te quiebro aquí mismo”. Una moto
se acercaba y el conductor hablaba con el atacante… “¿Qué haces?”, “apúrate, no
juegues, ten cuidado y muévelo pana”. Jaime se resistía a perder su maleta;
pero cuando el tipo reafirmó el arma en su cabeza, no se opuso más. El hombre
tomó el bolso, subió al vehículo y se fueron.
Jaime
quedó lamentándose de su suerte, decía en voz alta, ¿Qué le diré ahora a mi
mujer? Esos tipos los conozco yo; donde los vea los mato. Pronto se oyó
nuevamente el ruido de la moto. Ellos regresaron y llevaban aún sus
pasamontañas; al pasar frente al desdichado, le arrojaron algo y le gritaron,
“para que te la comas en tu casa”. Cabizbajo, llegó aquel hombre a su hogar,
sin ilusiones, sin esperanzas. Su mujer le preguntó: ¿Qué te pasó ahora? Sin
pensarlo dos veces, él contestó: “me volvieron a robar”.
En su mano llevaba el cuerpo del delito, el
arma con que le apuntaron; por lo que pensó que perdería su preciada vida; por
lo que murió de miedo; la pistola con que lo robaron… un plátano verde.
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