Joven llanera en el archivo de Elkin Cardozo
LAS LAGUNAS EMBRUJADAS DE LOS ANDES
(Mercedes
Franco)
Los Andes tienen muchas lagunas y dicen que
todas están embrujadas, y además custodiadas por duendes llamados momoyes y por
diversos espíritus protectores. Si se les arroja una piedra, un extraño humo
blanco sale del agua. Se cree que durante la guerra de independencia algunas
familias patriotas arrojaban allí recipientes de barro llenos de oro y joyas,
tratando de salvarlos. Nunca pudieron recuperarlos y por eso sus almas penas
allí, poder descansar, cuidando sus queridos tesoros.
LAZOS DE BRUJAS
(Mercedes Franco)
Antiguamente, se creía que las brujas tenían
sogas o lazos tejidos con pelo de animales y que hacían nueve nudos lanzando
pensamientos de odio hacia la persona escogida, para atraer el mal sobre ella,
causar daños en sus propiedades o esterilidad en sus animales.
LIBERTADORA
(Mercedes Franco)
La “Libertadora” es una planta tropical, que
se da en forma silvestre en tierras cálidas y húmedas. Muchos venezolanos
conocen sus virtudes y las cultivan en sus jardines, cuidándola con esmero. Son
realmente sorprendentes las propiedades curativas de esta hierba de hojas
carnosas, cuyo nombre científico es
Bryophylum Pinnatum.
Esta hierba americana perenne, de la familia
de las crasuláceas, posee un hermoso aspecto y es en verdad muy singular. De
sus gruesas hojas brotan las raíces, que se entierran y dan origen a nuevas
plantas. Estas hojas, aplicadas a las sienes, tienen la virtud de aliviar los
dolores de cabeza y las migrañas. Sin embargo, las hojas de la Libertadora no
pueden arrancarse así como así. Es preciso “pedir” las hojas a la planta, pues
solo de esta manera sus propiedades tienen efecto. Debe pedírsele la hoja y
tomaría con mucha gentileza, tratándola de “Señora Libertadora”, y muy pronto
se aliviará el dolor de cabeza o la migraña.
LIMPIEZAS
(Mercedes Franco)
La “limpieza” de una casa sirve para librarla
de malas influencias. Para la limpieza se lavan los pisos con alcohol y se
esparce luego una sustancia llamada “cuerno de ciervo” posteriormente se hace
un sahumerio en el centro de la vivienda. Se fabrica una escoba con hojas de
ruda y se barre toda la casa, pidiendo que salgan los malos espíritus y malas influencias.
LUNA
(Mercedes Franco)
Las creencias acerca de la luna son en
Venezuela muy diversas. Hay “lunàmbulos”, personas que atribuyen facultades
regeneradoras o vivificantes a la luna llena. Otros en cambios creen que la luz
lunar es dañina y perturbadora. Que dormir bajo la luna u observar el “paso de
luna”, es decir, su cambio de luna llena a menguante, puede llevar a la locura.
Se dice que las mujeres embarazadas no deben contemplar la luna llena, pues el
niño saldrá con feos lunares.
Nuestros indígenas han otorgado siempre a la
luna un poder más bien benéfico, y creen que trae la fertilidad a las mujeres y
hacen producir a la tierra. Muchas personas creen que la luna llena puede hacer
“doler” viejas fracturas y recrudecer heridas.
LA LEYENDA DEL TESORO DEL CARONÍ
(Orsi de
Mombello)
Hablando hoy detenidamente con los indios, he
podido saber que están divididos en siete tribus que son: Arecuna, Guaicas,
Caribes, Araguac, Maxuchi, Pizauco y Paramuna… En cuanto a superstición, los
indios no van en zaga con ningún ser viviente del mundo: creen en el Dios del
mal, el Diablo Kanaima, en gigantes, serpientes de fuego…
Un viejo de ellos me habló de los misioneros
españoles de Avechica, que fue el punto más avanzado que ocuparon, donde se
encuentra todavía las ruinas, lo mismo que en Cura, del río Yuruari, un poco
más al Norte del Salto del Sol, y los lugares llamados San Serafín y Gurí, en
el Caroní. En efecto, bien conocida son las tentativas infructuosas de
exploración hechas por los españoles en estos últimos años, en busca de los
tesoros de aquellas misiones.
El indio al que me refiero, que ha olvidado
su edad, me informaba que los frailes, en unión de los mismos indios,
transportaron ocultamente esos tesoros a cierto lugar, amenazando a éstos, si
llegaban a decirlo, con que el Dios Kanaima los mataría instantáneamente. No
doy a estas versiones otro valor que el que merecen…
ALTERIDAD
(Enrique Plata Ramírez)
Detrás de la celosía, mi mujer me engañaba
con otro idéntico a mí.
INFLAMABLE
(Enrique Plata Ramírez)
Lo llamaban el hombre alcohol. Su mujer raspó
un fósforo y lo incendió.
LOS OTROS
(Enrique Plata Ramírez)
Nadie quería cederle por más que lo jurara.
Sólo se reían de él llamándolo loco.
Apesadumbrado, juraba el fantasma a ver visto
a un vivo detrás del espejo.
LA NAVE SE PARECE A
UN CHINCHORRO
(Ramón Lameda)
Ulises vive en un
pueblo lejano, a trescientas millas del mar. Es gallero. En la noche, sale
acompañado de una luna inmensamente amarilla. Piensa que es el tiempo exacto
para robar pollo de cría. Oye un mar de cabezas de gallo cantando en la
llanura. ¿Sera las sirenas de los mares sin luz? Cuando regresa a la casa, su
perra Penélope le sale al encuentro.
Un viejo ciego
viene ensartando en la aurora. Trae un tolete de sangre ensangrentada. Ulises, le dice el viejo, ayer pasaron las patrullas
con las sirenas encendidas y regaron las calles con las cabezas de tus gallos.
Ulises no responde
y da media vuelta a la embarcación para seguir soñando. Los colgaderos de su
chinchorro crujen en la noche sanguinolenta.
EL VIEJO FÉLIX
(Gabriel Jiménez Emán)
El viejo Félix se sentaba en la esquina - en
toda la orilla del gran escalón- se quitaba el sombrero para rascarse la cabeza
y miraba hacia las colinas lejanas del valle azul de Yaracuy. Era su manera de
descansar luego de la faena diaria de trabajo, ayudando a mi abuelo en el
negocio de los cambures pasados. Él era quien los transportaba del mercado a la
casa en una carretilla. Graciosa era la manera que tenía el viejo de ladearse
el sombrero y sonreír de lado y de caminar para la izquierda. El viejo Félix
vivía de lado, veía el mundo al sesgo por las rendijas de sus ojos, y quizá esa
era la clave de su personalidad. Mascaba
su chimo y se empinaba de vez en cuando su carterita de aguardiente. Todo el
mundo era un gran olor a cambie pasado, hojas aromáticas de tabasca, bayrum y
frutas añejas. Hablaba con una sonrisita cantora, y cuando algo le hacía mucha
gracia, se asfixiaba con la risa y tocia.
Un día un viejo más viejo que él le contó un
cuento cómico de su infancia que hizo reír al viejo Félix hasta pararle la
respiración. Se puso rojo, tosió y se atraganto con la risa. Luego comenzó a
derramar una saliva de varios colores, un hilillo de saliva rojo, verde,
amarillo y azul. El cauce de la flema corrió por la avenida y al final llego al
jardín de una casa, por donde trepó a un árbol, poniendo el tronco y las hojas
de un color turquesa muy bonito.
Los pulmones del viejo Félix no dieron más.
Tosió por última vez y de su garganta salió un gran caramelo con olor a frutas
que rápidamente se fue derritiendo en el patio con el fuerte sol de Yaracuy. El
cuerpo del viejo se fue desinflando, hasta que de él solo quedaron en la tierra
los calzones, la franela y las alpargatas, medio tapados con el viejo sombrero
oloroso a cambur pasado.
EL
SEDUCTOR
(Orlando González Moreno)
De nuevo estoy aquí, sentado sobre la tumba
de Luciano, bebiendo con él, tal como lo hacíamos casi todas las noches antes
de que lo mataran. Lo asesinó un amigo suyo al descubrir que se acostaba con su
esposa. Luciano era profesor de la Universidad, igual que yo. Al final de cada
semestre, me decía: “Esta noche alguna jeva va teñir de sangre mi cama”.
Durante todo el curso, el único requisito que
le exigía a las alumnas que le gustaban para aprobar su materia, era la de
acostarse con su persona. Las que no accedían a sus solicitudes por excelentes
que fueran sus evaluaciones, las aplazaba sin remordimientos. Cuando estas
alumnas pedían revisión de prueba, siempre les hallaba errores que no tenían. O
simplemente los inventaba.
Además, mi amigo les tomaba fotos a las
estudiantes que aceptaba su petición en todas las peticiones imaginables, para
mostrárselas después a otros profesores en el cafetín de la Universidad o en el
mismo departamento donde trabajábamos todos.
Pero mi pana no solo seducía a las alumnas, también
se acostaba con algunas profesoras de diferentes facultades. Por eso, estas
mujeres discutían por el en los estacionamientos de la Universidad. Sin
embargo, Luiciano jamás fue protestado y nunca recibió una amonestación del
jefe del departamento, ni del rector de la Universidad, ni del Decano, ni de
nadie. No sé por qué. Pero las pago todas cuando tuvo la osadía de meterse con
la esposa de un amigo de la infancia.
Esto sucedió cuando la mujer de su amigo fue
su alumna, a pesar de que le gustaba, al comienzo la respeto. Pero luego no
pudo resistir la tentación y empezó a levantarla. Ella lo rechazo muchas veces,
pero Luciano no se daba por vencido y un día, con el pretexto de aclararle algo
sobre la materia, le dijo que la invitaba a tomarse un café en una fuente de
soda en Chacaíto.
Al concluir la explicación de un aspecto de
la asignatura, la invito a tomarse unas cervezas en una tasca. La mujer se puso
alegre e hizo que Luciano la invitara a bailar a un night club. A media noche
se fueron a un motel de la avenida Libertador. A partir de allí se hicieron
amantes.
Al principio, mi panadería era discreto. Pero
como no sucedía nada, hizo lo mismo que había hecho con las demás mujeres: le
tomaba fotos desnuda a la esposa de su amigo en todas las posiciones. Y se las
enseñaba a todo el mundo en la Universidad. Por esta razón, su amigo de la
infancia pudo enterarse. Entonces, una noche este decidió esperarlo a las
afuera del cine donde había entrado a ver una película con otra alumna. Al
salir, le descargo una pistola, y al meterse en su automóvil, le paso varias
veces por encima al cuerpo del amante de su mujer que agonizaba sobre el
pavimento.
A pesar de que recibió su merecido, yo vengo
todos los años, por esta fecha, a cantarle canciones a mi pana y a vaciarle
lentamente una botella de whisky sobre su tumba.
CUENTO TONTO
(Eduardo Sanoja)
Había una vez un hombre que tenía fama por
ser muy bravo y tener muy mal carácter. Este señor tenía bigotes, el pelo
lisito peinado hacia atrás y era de piel trigueña, barrigón y de mediana
estatura. Tuvo muchos hijos con una
señora chiquitica que tenía los ojos de hielo y que además tenía el poder de
hacerse invisible cuando quería.
El señor peleón era quien mandaba en todo
–menos en la particularidad de hacerse invisible que tenía la señora–, y
también gritaba y desafiaba a quien lo molestara. Era, como dije antes, una
persona que por su mal genio infundía no sé si temor o respeto.
Pero el caso es –y esto es lo más tonto de
este cuento– que hoy revivo en el archivo de mi memoria que aquel señor de
apariencia amenazadora tuvo una vez un sueño sumamente delicado y que aún hoy,
teniendo la certeza de que así fue, me causa extrañeza pues el sueño de él fue
tener una gran fábrica de perfumes.
Hoy reflexiono que quizá la señora se hacía
invisible cada vez que él dejaba de pensar en los perfumes. ¿O sería que él
dejaba de pensar en los perfumes cada vez que la señora se hacía invisible?
Quién sabe…
CLARK (José Adames)
Comenzamos, pues, a sospechar seriamente de Clark. Muy sencillo, en la crema-soda, sin que él y el Sr. Kent y la Sra. Kent se enteraran, mezclamos dos porciones (de una onza y ¼ de onza c/u) de kriptonita verde-mar que el pequeño Luthor nos consiguió nadie sabe cómo. (Ya habíamos ensayado otras veces con la K.Colorada, y la K.Fucsia, pero nada de nada).Al primer trago Clark se puso verde laguna, balbuceó una cantidad inteligible e excusas, se llevó la mano a la frente, dijo ¡oooh!, y cayó luego largo a largo (como para ser sacado en golin-golin) en el ponchecito donde conversábamos todos desde el atardecer. Yo aproveché (era mi única oportunidad) para pincharlo fuertemente y el alfiler se dobló la primera vez; pero probé un poco más tarde y salió (¡ajá!) rojo de ex -super-sangre. El Sr. Kent perdió su habitual compostura de viejito-bondadoso-guardador-de-secretos-extraterrestres y se dio a decirnos animales landros hijos-de-perro etcétera etcétera. Y hasta intentó golpearnos con su antiguo cinturón de cuero de cordobán que nosotros mismos la habíamos regalado. A la dulce señora Kent se le iluminaron los ojillos detrás de sus espejuelos culuebotella como cuando le medía a Clark preciosas camisolas plenas de mariposillas bordadas maternalmente de rosa y oro. Y Luisa (Mírenla, pues, después que estaba de acuerdo) ahora ni siquiera nos dirige la palabra…ni mucho menos se va con nosotros al bosque de atrás a beber y a beber de la muy sabrosa y picante kriptonita-verde-menta que nos pone a retozar como sólo nosotros sabemos hacerlo cuando Clarkito no está y ella sí…
CLARK (José Adames)
Comenzamos, pues, a sospechar seriamente de Clark. Muy sencillo, en la crema-soda, sin que él y el Sr. Kent y la Sra. Kent se enteraran, mezclamos dos porciones (de una onza y ¼ de onza c/u) de kriptonita verde-mar que el pequeño Luthor nos consiguió nadie sabe cómo. (Ya habíamos ensayado otras veces con la K.Colorada, y la K.Fucsia, pero nada de nada).Al primer trago Clark se puso verde laguna, balbuceó una cantidad inteligible e excusas, se llevó la mano a la frente, dijo ¡oooh!, y cayó luego largo a largo (como para ser sacado en golin-golin) en el ponchecito donde conversábamos todos desde el atardecer. Yo aproveché (era mi única oportunidad) para pincharlo fuertemente y el alfiler se dobló la primera vez; pero probé un poco más tarde y salió (¡ajá!) rojo de ex -super-sangre. El Sr. Kent perdió su habitual compostura de viejito-bondadoso-guardador-de-secretos-extraterrestres y se dio a decirnos animales landros hijos-de-perro etcétera etcétera. Y hasta intentó golpearnos con su antiguo cinturón de cuero de cordobán que nosotros mismos la habíamos regalado. A la dulce señora Kent se le iluminaron los ojillos detrás de sus espejuelos culuebotella como cuando le medía a Clark preciosas camisolas plenas de mariposillas bordadas maternalmente de rosa y oro. Y Luisa (Mírenla, pues, después que estaba de acuerdo) ahora ni siquiera nos dirige la palabra…ni mucho menos se va con nosotros al bosque de atrás a beber y a beber de la muy sabrosa y picante kriptonita-verde-menta que nos pone a retozar como sólo nosotros sabemos hacerlo cuando Clarkito no está y ella sí…
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