Imagen en el archivo de Ofelia Rodríguez Pérez
ORIGEN
DEL DUENDE (Luis
Arturo Dominguez)
Según la leyenda que nos han referido en
muchos lugares de Venezuela los duendes eran ángeles, y cuando Luzbel se alzó
con ellos para derrocar al Supremo, los duendes fueron obligados por el
lugarteniente de Dios a levantarse junto con él en contra del Supremo; Luzbel
al frente de los ángeles rebeldes fue derrotado por el Supremo y los ángeles
leales a él, entonces el Supremo sancionó a Luzbel y a sus seguidores, pero los
duendes fueron objeto de una sanción especial, pues el Supremo tenía
conocimiento de que los duendes habían sido obligados a levantarse en su contra
y, por tal motivo, no los envió al reino de lo oscuro, sino que les dio la
misión de venir a la tierra a cumplir comisiones extraordinarias como son las
de guardadores de tesoros escondidos, conservadores de los manantiales,
custodios de los vegetales, protectores de los animales salvajes, mantenedores
del fuego, y son conocidos con los nombres de salamandras, silfos, ninfas y
gnomos.
En muchas regiones de Venezuela, por su
parte, se tiene la creencia que los niños que mueren sin ser bautizados van al
Limbo o se transforman en duendes.
En el sur y en la región oriental de nuestro
territorio se tiene también el convencimiento que tales espíritus elementales
se materializan, gracias a los actos sexuales que realizan los adolescentes de
uno y otro sexo contra natura. Esto coincide con las creencias de algunos
ocultistas medioevales, y no deja de tener relación con las larvas conocidas
con el nombre de íncubos y súcubos de aquel periodo de espantosas creencias y
supersticiones.
Según el doctor Frederik Koning, “el íncubo
es un demonio que, como espíritu masculino, procura tener relaciones carnales
con las mujeres, en especial cuando duermen o sueñan”. Y afirma: “La primera
mención de los íncubos se encuentra en la Biblia (Génesis 6:1-4). “Cuando
comenzaron a multiplicarse los hombres sobre la tierra y tuvieron hijas, viendo
los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron de entre
ellas por mujeres las que quisieron. Y dijo Yahvé: No permanecerá por siempre
en el hombre porque no es más que carne. Ciento veinte años serán sus días.
“Existían entonces los gigantes de la tierra,
y también después, cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los
hombres y les engendraron hijos. Estos
son los héroes famosos muy de antiguo”. Y prosigue este autor: “No se sabe muy
bien hasta qué punto esos “hijos de Dios” pueden ser considerados como los
ángeles caídos. Esto probablemente seguirá siendo un enigma; pero, según se
advierte, en el referido texto bíblico se adjudica a los espíritus la
posibilidad de fecundar a las mujeres”. Y continúa: “También los sumerios y los
babilonios tenían esa creencia, si bien opinaban que los demonios, fueran íncubos
o súcubos, engendraban siempre otros demonios. En la mitología griega, que no
conoció los demonios en el mismo sentido que los pueblos del Próximo Oriente,
se exponen numerosos casos de mujeres y jóvenes que fueron fecundadas por
dioses y faunos. A la inversa, cierto número de diosas y ninfas tuvieron hijos
de hombres”. Y continúa: “Pasando a la religión cristiana, es de notar que todo
el edificio dogmático se basa en el hecho de que el Espíritu Santo fecundo a la
Virgen María”.
En su obra La Ciudad de Dios, citada por el
doctor Koning, San Agustín dice: “Hay tantos casos comprobados sobre íncubos y
súcubos, que no se puede negar su existencia sin vergüenza. Es menester
considerar que la autoridad de tantas personalidades debe tomarse en serio, así
como los informes de hechos que no pueden desmentirse, lo mismo en pueblos
civilizados que en pueblos bárbaros, y también las confesiones de miles de
personas”.
Según la opinión de demonólogos y teólogos
los espíritus demoníacos no tienen sexo determinado, pudiendo actuar como
masculinos o como femeninos, esto es, son hermafroditas.
José Joaquín Salazar Franco en su libro La
Tacarigua de Margarita, citado por Jesús Manuel Subero, al referirse a los
gnomos y sus características, manifiesta lo siguiente:
“Los célebres personajes de lo ignoto,
denominados o conocidos como duendes (varones y hembras) sombrerones o de
melena larga, barbudos o lampiños, con “dienticos” o sin ellos,
transformándoseles en un santiamén, de tamaño, aspecto y contextura, y ser
herejes penitentes, muertos sin “el agua del bautismo” los que tienen el poder
sobrenatural, de escoger su pareja de sexo opuesto, para practicar sus
diabólicos enamoramientos y mantenerles en constante zozobras, llegándose hasta
el insólito caso de sonsacarlos, con argucias y engaños, hasta lugares lejanos
e intrincados, de dónde sólo pueden rescatarles, la oportuna intervención de
sus padrinos, mediante rezos y “espergeos” de agua bendita, y alejarlos de los
sitios por ellos frecuentados simulando bautizos en su presencia o la ingestión
de comidas asquerosas.”
Y por su parte Subero comenta: “En la isla de Margarita en general se dice
que los duendes son niños que murieron sin ser bautizados, de ahí la costumbre
de “echar el agua” o sea una especie de primer bautizo; pero sin la presencia
de sacerdote y sin ir a la iglesia”. Y luego cuenta: “Nos refería Diego Serra,
nativo de Pampatar, de 74 años de edad que en una oportunidad iba de madrugada
para el mar, pero tenía que pasar llamando al patrón del bote que era Pedro Mota,
al llegar a la puerta de la casa de éste vio frente a la casa de Chico Paz un
grupo de muchachitos tomados de la mano danzando. Llamo a Pedro para que los
viera y al gritarlos los niños se fueron corriendo y lanzando finos chillidos.
El afirma que eran duendes”.
Por lo común en la mayoría del medio rural
venezolano no existe sacerdote. La falta de caminos vecinales agrava más esta
situación, y los padres de las criaturas, temiendo que éstas puedan morir sin
bautizo y vayan a parar al Limbo o se conviertan en duendes, convienen en
aplicarles a sus hijos un prebautizo que denominan “echadura de agua”. El acto
comienza cuando la madrina toma en sus brazos al niño y el padrino enciende una
vela que sostiene en la mano derecha durante la ceremonia del prebautizo. El
agüero, que así se denomina el hombre o la mujer que ejecuta este acto, por lo
menos debe saber el Credo, y conocer el mecanismo de ciertos ritos en los
cuales, a pesar de lo extravagante, tienen para los campesinos un soberano
prestigio. El echador de agua empieza por interrogar por tres veces a la
criatura, si quiere ser cristiano. Los que hacen de padrinos responden por el
niño, que sí. La persona encargada de llevar a cabo la ceremonia procede
entonces a palmotear por varias veces las mejillas del chiquillo; le pone sal
de cocina en la lengua y finalmente vierte agua con una totuma (media calabaza)
sobre la cabeza del chico que se cristianiza, mientras la madrina recibe el
residuo del líquido en un caparazón de hicotea (Ghelys fimbriata). El individuo
o la mujer que hace las funciones de cristianador, termina el prebautizo
diciendo a viva voz:
Por las diezmil candelas
que ardieron en Galilea,
mamáte
este cacho de agua,
carapacho de hicotea.
Dicha costumbre también se conoce en muchas
regiones de Venezuela con el nombre de “Ponedura de agua”, y tales actos
terminan, por lo común, con una fiesta hogareña donde se canta, se baila, se
toma aguardiente y se come en abundancia.
ADIVINO /ADIVINA (Mercedes Franco)
Persona que adivina, que puede desentrañar el
porvenir, o los problemas de alguien, por medio de visiones, sueños o
premoniciones de cualquier tipo. En nuestra historia, un ejemplo memorable es
el de la adivina de San Mateo, que logró predecir el futuro del Libertador.
Cuentan que para 1803 Bolívar iniciaba su
idílica vida de casado, en la hacienda de San Mateo. Regresaba de un paseo con
su esposa cuando una mujer se arrojó a sus pies. Con ojos delirantes exclamó:
“Vengo a hablarle, mi señor, pues una voz dentro de mí lo ordena”. El joven
Bolívar se asombró mucho cuando aquella sencilla campesina se dirigió a él con
un lenguaje impropio de su escasa cultura: “Usted está destinado a cosas muy
grandes, la gloria está muy cerca. Llevará la guerra a muchos lugares, pero
antes debe sufrir un gran dolor. Será aclamado con un título más honroso y
digno que el de un rey. Pero deberá afrontar grandes penalidades, y muchos
enemigos buscarán su muerte”. Cuando perdió a su amada María Teresa Bolívar
recordó las palabras de la adivina: “Un gran dolor”. Marchó a Europa y ya no
pensó nunca más en la amarga profecía. Pocos años más tarde los caminos de la
guerra se abrían ante él, también los grandes honores y las terribles
calamidades que le habían sido auguradas.
El Gran Mariscal de Ayacucho fue también
visitado por una adivina india, que le advirtió: “No me gusta el nuevo título
que te han dado. Te han nombrado Mariscal de los Muertos”. Se refería a que en
lengua quechua, “Aya” significa caídos y cucho rincón. El sombrío título era,
pues, Mariscal del Rincón de los Caídos.
AGUA BENDITA (Mercedes Franco)
Se dice del agua bendecida por algún
sacerdote. Según la tradición católica, sirve para alejar a los fantasmas, y
para ahuyentar al demonio y alejar toda presencia o fuerza maligna. Se usa
rociada (en aspersión) sobre la zona o lugar que se cree habitada por fantasmas
o visitadas por demonios. Se puede utilizar directamente del frasco sobre
cualquier fantasma o aparición maléfica, que se desvanecerá inmediatamente.
Cuando un niño muere antes de ser bautizado, se trazan cruces de agua bendita
sobre su frente y pecho, a manera de bautismo, mientras se le da un nombre y se
invoca al Espíritu Santo, pues de lo contrario, el alma del pequeño difunto
podría quedar vagando en el Limbo, una región vacía de eterna niebla impalpable.
EL MILAGRO (Ramón
Lameda)
Desde hacía dos
meses, el cadáver del delincuente yacía aun lado de la plaza Campo Elias había
sido lamido y orinado por toda clase de perros. No faltaron los borrachos que
lo vomitaran y hasta lo defecaran encima. Pero quiso el destino que “El
Iluminado” lo tomara como prueba de su poder. _Nada es insondable para los designios de
Dios. ¡Levántate! Yo te lo ordenó.
A la vista de todos, el delincuente se fue
movilizando lentamente, agazapándose en el suelo y, convertido en una pantera
hambrienta, saltó sobre “El Iluminado” y le desgarró la garganta de un certero
zarpazo.
NADA SABEMOS (Eduardo
Mariño)
En medio de la noche las
manos, el hombre que se acerca al murmullo inconsciente, trémulo bajo el
cinematográfico, previsible ventilador. Sobre la cama el cuerpo, la mujer que
pocos minutos antes soñaba con desnudos brazos, en sí misma un acto de
crueldad, infamia onírica sin otra luz que el ligero y tembloroso saludo del
noticiero.
¿Podemos ver las marcas,
las rojizas huellas? ¿Podría usar gargantillas de fino oro después de esta
noche? Acaricia la almohada, aún húmeda de sus lágrimas, ardiente de sus
gritos. Sus manos fuertes no están cansadas, ha sido poco el esfuerzo.
Pero nada sabemos de su
alma obscura en la noche.
MAL DE OJO (Armando José Sequera)
¡Ay, Carmencita, mija, yo estoy sumamente
preocupada: desde anoche Danielita está decaída y tengo miedo de que le hayan
echado mal de ojo! Anteayer, cuando estábamos en el zoológico de El Pinar, ella
estaba comiéndose unas papas fritas y pasó por ahí una señora que tenía los
ojos azules y se paró a hacerle una carantoña. La señora la acarició y le dijo:
«¡Que niña tan bonita eres tú!» Desde entonces, Danielita no quiere comer, no
quiere jugar, no quiere nada. Ella siempre había cargado su azabache para
protegerse pero, desde hace como quince días, la mamá se lo quitó. Yo no quiero
que mi primera nieta se muera. Celso me dijo que si para cuando él viniera a
almorzar, la muchachita seguía así, esta misma tarde la llevábamos donde un
señor que él conoce en Guarenas, que y que es muy bueno en eso de curar el mal
de ojo… Ay sí, yo le tengo una vela encendida a San Onofre para que el tiempo
pase rápido y Celso venga pronto.
HOMENAJE A ALFREDO ARMAS ALFONZO
(Algunos
cuentos)
7 X 4
Encontró al
ángel muerto traspasado por una guadaña. Sobre las plumas del pecho brillante
como escamas del bagre culo colorado ya empezaba a diseminarse las hormigas y
el tono gris de la fatalidad de todo fin orgánico empalidecía rostro, mano y pierna, aunque el sexo refulgía como si
estuviese amaneciendo. Ese efecto desacostumbrado en un cadáver hacía olvidar a
los hombres que hicieron el hallazgo de la naturaleza divina de algunas
apariciones y no tuvieron el valor de mirarse entre sí para no reconocerse en
el fondo de los ojos la llamarada azul que denota las pasiones carnales.
8 X 6
El tipo hizo
sonar el tenedor de plata que usaba a manera de aro en la muñeca, golpeándolo
con la gruesa sortija donde se revolvía con intención de culebra dispuesta a
lanzar la mordedura un cuerpo de mujer del que destacaba la cadera desmedida en
proporción con el resto del cuerpo; al platero no debió costarle nada la plata,
si era plata aquel exceso en la conducta humana.
Aun así el
ruido no se hacía notorio y el sujeto entonces extrajo el arma, apuntó al
tomatico de todo el medio de los tres de la etiqueta del frasco e hizo volar el
catsup a todo su alrededor.
9X5
Sembraba la
semilla de la cuarentadía, que da una flor blanca, una flor morada, una flor
colorada, una flor amarilla, una flor del corazón de la auyama, una flor doble,
una flor grande y una flor chiquita, se le pierde hasta la cuenta.
Sembraba la
semilla de la siempreviva, que se extiende de tanta flor que le carga. Sembraba
la azucena, de un sobre que le regaló una de las monjas del internado de los
ancianos. De muchas le nacían pocas, pero no eran ni la cuarentadía, ni la
siempreviva, ni la azucena. Le nacía la
zarza, que le rompía las manos hasta hacérselas sangrar con abundancia a
veces difíciles de contener. Él lo atribuía a que su mano no era maternal.
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