Niña de Cojedes en el archivo de Alcaldía de Tinaco
AMULETO (Mercedes Franco)
Tal vez la idea de los amuletos nació cuando
el hombre pensó que ciertos objetos encerraban algo divino: piedras, plantas,
etc. El amuleto puede ser de una imagen, un símbolo, una piedra, un cristal. Se
supone que aleja el mal, físico o espiritual, y atrae la buena suerte. A veces
los amuletos no son sino imágenes de santos, o cruces. Otras veces placas de
algún metal o piedra considerada protectora, como el azabache, o simplemente
partes de animales, como patas las patas de conejo. Se llevan a veces en collares
o en bolsas colgados al cuello, como los escapularios. Antes estos objetos se
escondían en bastones o medallones. Amuletos clásicos son el rojo pintado
labrado en oro, que recuerda al sol; la cruz, que evoca la divinidad de Cristo;
la cornucopia o el cuerno, que concita la abundancia; la espina de una rosa,
que defiende de las malas influencias; y el trébol de cuatro hojas, que atrae
la fortuna. En Venezuela, la semilla conocida como “ojo de zamuro” y la de
jabillo que semeja un cuerno o un pez, son amuletos de prosperidad. Y el
cachube falconiano protege de todo mal.
ANILLOS DE PODER (Mercedes Franco)
Desde
hace mucho tiempo se atribuyen propiedades mágicas a algunos anillos. Si no que
lo diga el muy famoso J.M. Tolkien, que recoge en El Señor de los Anillos toda
una serie de leyendas relativas al tema. En las Mil y Una Noches, Aladino
invocaba a un genio con una lámpara y a otro con un anillo.
ANILLO DE SALOMÓN (Mercedes Franco)
Se dice que el Rey Salomón poseía un anillo
que le permitía hablar con los animales. Según la leyenda, el Rey perdió este
anillo, y quien lo encuentre, podrá tener el mismo don.
LOS DUENDES SON ENAMORADIZOS
(Luis Arturo
Dominguez)
Los duendes son enamoradizos y se aficionan a
ciertos animales, prefiriendo entre éstos el conejo y el venado, como ya en
párrafos anteriores hemos dicho. Tales cuadrúpedos les sirven de señuelo para
atraer hacia los encantos a los cazadores, lugareños y demás personas que
transitan por el monte. Frecuentan los manantiales con el fin de seducir a las
muchachas inexpertas que madrugan para darse a los trajines del conuco o a la
busca del agua para los quehaceres de la casa.
Al pie de la letra, y a mayor abundamiento,
copiamos el relato que en 1948, en la ciudad de Coro, nos hiciera el señor
Ignacio Zárraga, natural de Cabure, Distrito Petit del Estado Falcón. Tales
datos subrayan las características que hemos venido indicando en el presente
estudio con relación al ente imaginario que nos ocupa. El señor Ignacio
Zárraga, relata lo que sigue:
“El duende es un ser invisible pequeñito. Un
duende se enamoró locamente de una muchacha muy bonita de nombre María de
Jesús, a quien todo el mundo en el pueblo de Cabure cariñosamente llamaban
Machú. El duende le hacía los amores sin que ella le pudiera ver. Machú se daba
cuenta de la presencia de su enamorado, porque sentía que alguien la besaba y
le sobaba las piernas. A María de Jesús aquellas caricias le daban ataques, y
muchas veces se privaba y perdía el conocimiento por unos instantes. Los padres
de ella no sabían qué hacer para librar a su hija de la persecución del duende.
Por fin, cansados de tanto martirio y después de haberlo pensado mucho, los
padres de la chica resolvieron mudarse lejos del lugar y, para el caso, al paso
de la media noche empezaron la mudanza. Pero, cuando por el camino iban los que
se mudaban la madre de Machú, dirigiéndole la palabra a su marido, le dice: ¡Ah mundo, Felipe, la esterita donde dormía
Machú se me olvido traerla!... y ahora, ¿qué hacemos?...
Grande fue la sorpresa de aquella pobre
gente, cuando en la oscuridad de la noche oyeron la voz del duende que les
decía: “No se preocupen por eso, que la esterita la llevo yo”. Por su parte, el
señor José Rafael Castro Vivas, natural de Aguasay, Distrito Maturín, Estado
Monagas, en la cuidad de Caracas en 1949, nos contó el siguiente caso:
“Un duende se enamoró de una muchacha
campesina que vivía en el pueblo del Aguasay y no la dejaba en paz. Pues, la
joven acostumbraba lavar su ropa en la orilla de una quebrada cercana, en donde
siempre un duende la esperaba para dialogar con ella. La muchacha se daba
cuenta de la presencia de su enamorado, porque el bejuco de una mata que estaba
cerca de la corriente de agua se movía y desde tal maroma, acompañándose de una
guitarra invisible también y con música de un estribillo tramado, el
duendecillo le cantaba:
Este verano que viene
me voy a vivir al Llano;
si este bejuco se revienta
se mata este ciudadano.
“La muchacha, al escuchar este canto y
aquella música tan alegre, se reía a grandes carcajadas y luego sostenía con el
pretendiente largas conversaciones. Cierto día la joven desapareció del hogar
paterno para mas nunca saberse de ella, pero no faltaba quienes digan que
aquella muchacha vive en un palacio encantado con el duende que le hacía los amores
cuando ella iba a lavar su ropa a una quebrada del pueblo de Aguasay”.
En los estados Lara y Falcón,
particularmente, existe la creencia de que el Paragüita del Duende o Flor de
Tierra, no nace del excremento del asno como muchos piensan, sino que es el
diminuto paraguas que utilizan los duendes cuando están enamorados y clavan
sobre un cagajón de burro para protegerse de la lluvia y de la luz del sol
reverberante. Se afirma, de igual modo, que el denominado Paragüita del Duende
es una planta cicatrizante que al marchitarse algunos curanderos del campo,
utilizan para sanar heridas que no cierran fácilmente o llagas superficiales.
El denominado Paragüita del Duende o es otra cosa que el Agaricus campestri,
planta talofita que se reproduce generalmente por esporas; es de consistencia
acorchada, carnuda y gelatinosa que vive parásita o sobre substancias
orgánicas; es diminuta, no tiene olor alguno y se le conoce con el nombre de
hongo de sombrerito. Con relación a esta planta minúscula, denominada también,
Flor del Cagajón, existe en el territorio falconiano la frase: “Ser como la
flor del cagajón que no yede ni huele”, que se aplica a los individuos de poca
importancia, y así se dice: “Fulano es como la flor del cagajón que no yede ni
huele”.
INMORTALIDAD (Gabriel Jiménez Emán)
Era una señora que no quería morir nunca.
Tenía obsesión con la salud y visitaba hospitales y clínicas
y familiares de médicos y enfermeras y paramédicos y farmacéutico. Era
una mujer sana, pero que no quería morir nunca se la pasaba comprando medicinas
en la farmacia para tomarlas con rigor, o las recomendaba a otros. Los
medicamentos comenzaron a surtir efecto cuando se sentía realmente mal, pero
cuando se sentía bien el medicamento le desarreglaban el cuerpo; poco a poco
comenzó a inventarse males y enfermedades, y consultaba opiniones. Se fue
haciendo vieja sin darse cuenta, sin saber que tenía una salud de hierro.
Los medicamentos la dejaron ciega, le
debilitaron los huesos y los músculos, le hicieron sufrir dolores abdominales y
jaquecas. Los médicos le diagnosticaron varios males juntos, y pronto habría
que operarla. Empezaron por tratar de extraerle un pequeño quiste que tenía en
el oído, pero al abrirla para extraerle el quiste encontraron que tenía en el
interior de la cabeza un tumor maligno; estaba allí desde su nacimiento, un
tumor grande que ocupaba casi la mitad de la cabeza, y la dejaron así.
La señora vivió sana sin operarse hasta los
99 años hasta el día que dijo que se sentía de maravilla, tenía sueño y se
acostó a dormir.
LA COMUNIÓN (Enrique Mujica)
Lisandro y Rubito, en los tiempos de la
necesidad y el hambre, y en las andanzas por los pueblos, se pusieron a
recoger, en sociedad, unos cueros de res. En un cuarto los amontonaban
asoleados y curados con cal. Un negocio de mataderos y talabarterías.
Amontonaron cientos en la espera de la venta, hasta que la mala fe picó a
Rubito, que se perdió del mapa con los cueros. Los largos años curtieron a
Lisandro, hasta que un día por manos de topocho apareció Rubito. Fue en un
pueblo lejano y por pura coincidencia.
Corrían las fiestas patronales. En una larga
fila los feligreses esperaban la comunión de manos del obispo. Hay estaba
Rubito, contrito, cabizbajo. “¿vas a comulgá?”, le dijo Lisandro.
“Sí”. “¿y ya te confesaste?”. “Sí”. “¿Y le
dijiste los pecados al obispo?”. “Sí”. “¿Y le dijiste de los cueros?”. “Sí”.
“¿Y él te
perdonó?”. “Sí”. “¡Claro, porque los cueros no eran dél! “.
LOS CAMINANTES DEL SILENCIO
(María Inés
Pérez)
Luego de jugar al tarot y conjurar a los
espíritus extraterrenos, los caminantes del silencio durmieron plácidamente. Al
despertar se pusieron a cantar al unísono el mantra magnífico que abre el ojo
de la noche y de las constelaciones zodiacales.
Vinieron cíclopes, cangrejos, balanzas,
peces, leones y hasta vírgenes. Ocurrió entonces el encuentro esperado por
todos.
Cuando se cerró el ojo sempiterno, los
caminantes se hicieron invisibles y jugaron influir a los hombres con una
constelación zodiacal cada tanto tiempo.
LA PIEDAD DE SER ESPANTO
(Eduardo Mariño)
«Pero yo nunca me creí lo del espanto en casa
de las Laya, yo estaba muy grande —decía mi abuela, para estar creyendo en
espantos que viven a media cuadra de la casa».
Puedo imaginar ahora como era: Uno pasando
cauteloso, quizás viniendo de hacer un mandado, y al llegar a la fulana esquina
salir corriendo, como cogiendo hacia la orilla del río, por donde hoy llaman
calle Los Placeres.
«Eran otros tiempos», parece decir todavía. Tiempos en los que uno se asombraría de ese
rostro pálido, esa mirada perdida y semioculta en el hueco de la calavera que
era ese rancho pintado de cal encajado completico frente a la curva donde crece
la carama, y suena la brisa que baja del cerro.
Eran otros tiempos y quizás asustaba más (o
era más piadoso) decirle a uno que en ese ranchón había un espanto, que llamar
leprosa a la mayor, a la solterona de las Laya.
HOMENAJE A ALFREDO ARMAS ALFONZO
(Algunos
Cuentos)
9 X 9
Llevaba casi
cuatro horas sentado junto a la urna y no podía dejar de pensar en la similitud
del cadáver con una papa descortezada con el pelo blanqueado por el polvo de
una burlesca imitación de ser humano. Mirando su derredor sólo advirtió el
consabido Cristo de mal metal, las velas inacabables en los apliques de la
pared, el marquito de una producción de Morillo en el muro del lado de acá de
donde estaban los sanitarios, la antigua mancha del forro de las cenefas, los
tiradores de porcelana en las puertas chirreantes. Dos ranas estridían en una
soledad que advertía el avanzado tiempo de la madrugada.
Salió
afuera, al balcón, y divisó, cercanas aunque opacas entre la bruma, las torres
del Panteón Nacional.
Entonces fue
cuando advirtió que él no tenía qué hacer allí, en un velorio de una persona
totalmente desconocida.
6X8
La cóitora,
el yaguazo, la camata, el patoteje, el querepete, la zamurita, ay, el chicuaco,
la chenchena, el carrao, el bachaco culón, el gavilán mochilúo, ay Tomás
Tachinamo, no te mueras de ningún mal de los habidos, porque entonces esos
carajos vienen y te entierran y no te ponen ni siquiera un papelito en la
tierra diciendo que ése eres tú, y la tristeza que siempre juega garrote en el
fogón del pobre se apoderará de tu recuerdo. Ay Tomás, hasta que te nazcan
plumas de tautaco, de gallina grifa, de gallo piroco, de guineo jabao, o se te
aparezcan escamas de corroncho o te nazca un pico de tucusito sobre los
dientes, o empieces a hacer como el bagre tigrito cuando se embarriala, ay
Tomás, que es preferible que a uno le nazca adentro cualquier cosa menos las
alas del ángel por afuera. Tú no ves que son tan frágiles que se rompen con la
primera ventolera.
25 X 20*
El cuerito se le desprendió de su ligadura carnal durante la balacera de Guanape, no
porque se lo hendiera un plomo salido del frente del General Zenón Marapatuco,
sino porque buscando irse del cementerio, intentando una salida entre los
muertos cayó sobre la alambrada que Chucho Armas había mandado a colocar entre
la pared del tumberío y el fondo de su casa para prevenir abusos. Nunca Chucho
Armas convino en aquella vecindad porque, como él se vivía diciendo, al difunto
la vela, la flor y la novena de las santas ánimas del purgatorio, pero amistad
tramada nunca.
Chucho Armas
no hizo nada para desprender al hombrecito de donde no se le tenía mandado,
porque ése era deber del celador municipal, no ve que el cuerpo no alcanzó a
hacer sombra del lado de acá y si la hacía era hacia la jurisdicción del
gobierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario