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sábado, 25 de abril de 2020

Leyendas llaneras (Vivencias y testimonios) 7. El Amo del Agua (Carmen Pérez Montero)

El Amo del Agua: dominador de ríos y familias.
Imagen el archivo de Ariel Urbano Bastilla.



EL AMO DEL AGUA
Esta historia en el seno de una familia de apellido Márquez que vivía en Chabasquén, a la orilla del río Chabasquencito. Esta tierra como todo el territorio portugueseño también es patrimonio de duendes y aparecidos. Antes de la dominación española fue tierra de los Cambambas indígenas pobladores de esa región. En 1620 el Gobernador Francisco de la Hoz Berrío reunió a todos los indígenas dispersos en diferentes encomiendas y fundó el pueblo de Chabasquén. El primer cura doctrinero que tuvo este poblado fue el Padre N. Chabas, de este sacerdote se cuenta que un día que andaban los indios de caserío por un lugar conocido hoy como la Ermita, vieron un bulto semejante a ese animal legendario y misterioso que llaman “El Salvaje” y lo atravesaron con una flecha, al llegar al sitio y revisar la “presa” con asombro y mucho dolor constataron que se trataba del Padre Chabas. Desde ese momento dicen que Chabasquén fue la región maldita del Estado Portuguesa. También se dice que el Padre Chabas cuando pasó el río chabasquencito, dejando el pueblo atrás, lo maldijo para siempre. Lo cierto es que el pueblo de Chabasquén estuvo, después de ese incidente, durante mucho tiempo sin cura doctrinero. Hasta que el 6 de marzo de 1777, se construyó una capilla, fuera del poblado, en el sitio denominado La Playa, a orillas del río Biscucuy, allí nació posteriormente, el pueblo de San Antonio de las Playas de Biscucuy, hoy Biscucuy. Era necesario hacer esta referencia inicial para ilustrar, hasta cierto punto, por qué desandan por las calles de Biscucuy  y Chabasquén, estos dos pueblos hermanos, de la zona alta, tantas figuras fantasmales, ruidos extra-sensoriales, silbidos, aullidos y llantos lastimeros inexplicables.
Cuenta el profesor y poeta Ángel Márquez, hoy cronista popular del pueblo de Biscucuy, que cuando él estaba pequeño vivía con su familia en una casa de corredor grande a orillas del río Chabasquencito y que era usual, por las noches escuchar el alboroto que formaban los animales que se quedaban en el corredor, como si alguien entrara y los espantara.
Una noche, estando ya durmiendo oyeron una persona que calzando botas entró al corredor y caminó varias veces con pisadas fuertes, luego se metió en la cocina y movió todas las ollas y latas que allí habían. Después salió y al pasar frente a la puerta del cuarto donde estaba durmiendo su mamá, sus hermanos y el, tosió y se aclaró la garganta. En la mañana todo estaba igual. No había rastro de pisadas y en la cocina todo estaba tal como su mamá lo había dejado.
Una tarde como a las seis, cuenta el profesor que estaba  él parado en el corredor y de allí se podía ver la playa del río. Inesperadamente vio que del río salió un hombre vestido de blanco con un mandador en la mano y se aproximó a la casa. Él se quedó paralizado…inmóvil.  El hombre era alto y flaco. Él lo vio bien porque le pasó por un lado y cuando llegó al corredor comenzó a golpear con el mandador a todas las gallinas y los perros que estaban allí. Los perros lanzaron unos aullidos tan espeluznantes que fue lo que asustó al profesor, quien cayó desmayado. Por el ruido de los animales salió la mamá y según ella le contó, lo encontró tirado en el suelo, blanco como un papel y le dieron a oler plumas de gallina quemadas para que volviera en sí. Cuando le contó a su mamá lo que había visto, ella le dijo: Debe ser que tú te metiste con él porque yo lo veo pasar casi todas las tardes y a mí no me hace nada.
Rafael Báez, una trabajador de la granja “Villa Ilusión”, sector Los Tanques, Araure, narró  que en esta misma zona, hacia, el cerro donde llaman “La Guafita” hay una guafa que según dicen que está llena de oro, plata, esmeraldas, rubíes y todo tipo de material precioso. Esa guafa tiene muchísimos años clavada en ese cerro y debajo de la guafa hay un pozo de agua tan clara que si uno observa con atención ve que el agua que sale de la guafa destila como un polvillo amarillo. De allí la leyenda de que la guafa está llena de oro.
En un recodo, como en una cueva, está un cajón amarrado con cadenas y semienterrado en la montaña. Este cajón suena por dentro como si fuera un enjambre de abejas o una fuerte tempestad. Un señor de nombre Jonás Calazán vino con un amigo dispuesto a sacar ese tesoro. Traían martillos, tenazas, alicates alambres, cadenas, mandarrias, ceguetas y hasta pólvora. Cuando comenzaron a golpear el cajón se oscureció la tarde como si fuera a llover y “Los buscadores de tesoros” comenzaron a sentir un frío espantoso. El amigo de Jonás, por terquedad, se negó a regresar y cuando lo bajaron del cerro ya estaba muerto. Jonás Calazán duro casi ocho días para recuperarse, porque llegó a su casa casi tullido y morado del frío que sufrió en el cerro de “La Guafita”. 
En La Florida, hace unos cuarenta años también ocurrió un caso digno de mencionar: Un señor llamad Alejandro Terán tenía unas tierras en La Aduana, había sembrado tomates y se le estaban perdiendo porque no conseguía obreros para recoger la cosecha y le pedía ayuda a los hijos y a su mujer, pero nadie quería ayudarlo. Él era un hombre huraño, refunfuñón y como dicen en el llano “malasangre”. Una mañana se levantó muy temprano y despertó a toda la familia y les obligó, con insultos, a que fueran ayudarle a recoger los tomates y todos salieron con él. Para llegar a la parcela era más rápido, en ese tiempo, navegar en balsa por la Portuguesa y así lo hicieron. Todos se embarcaron, cuando iban en la mitad de la corriente, el caudal del río aumentó considerablemente y la deteriorada balsa comenzó a hundirse al vaivén de la creciente. Alejandro Terán iba remendado con otro señor, amigo de la familia. De repente soltó los remos, le quitó a su hija la niña (su nieta) que llevaba en los brazos y sin mediar palabras se lanzó a las turbulentas y oscuras aguas. Tres días duraron buscando los cadáveres. Al tercer día consiguieron el pañal de la niña y después su cuerpecito sin vida, sostenido por una “carama” de palos. El señor Alejandro se perdió y jamás se encontró, ni vivo ni muerto. Transcurrieron unos seis años desde la desaparición de Alejandro Terán y un día el señor José Castillo vino y le dijo a la Señora Aura Pérez, cuñada de Alejandro Terán de esta historia: Sabe que estuve en Sorte y Alejandro Terán no está muerto. Yo lo vi vestido de kaki, trabajando en la montaña como súbdito de María Lionza, estaba “echando pico” y era él, estoy seguro, porque le vi bien la cara. 


Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero.
Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente,  en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.  


miércoles, 27 de febrero de 2019

Leyenda: Historia de Las Galeras del Pao (3). Dámaso Figueredo. Letra y audio musical

Esta leyenda viaja por las rutas del misterio y la poesía musical llanera. 
Imagen el archivo de Fernando Parra

Esta versión se tomó de: “Análisis de Figuras espectrales en el Corrío y Leyendas del Canto  Llanero Tradicional”, de Isaías Medina López. Duglas Moreno y Carlos Muñoz Lamas, publicado en Caracas (2018),  por la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU), del Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior, Ciencia y Tecnología –Consejo Nacional de Universidades.


Autor compilador: Dámaso Figueredo
Fuente y elenco: Dámaso Figueredo (Don Rozo; DR). (Rozo = Zorro) Winston Leal (Lorencito; L)
Conjunto: Hermanos Linares, actuación especial de Elio Álvarez (cuatrista)

Don Rozo: Lorencito, ya que nos conocimos, chico, y somos colegas, mucho gusto en presentarte a mi novia.
Lorencito: ¡Caramba! De hace rato que estoy viendo a ese mujerón, tanto gusto, señora.
Elvira: ¡Señora, no! Soy la señorita Elvirita de Jesús.
Don Rozo: Pero chico, te estoy presentando a mi novia: ¿cómo vas a creer tú, que yo me voy a casá con una mujer corría? Ella es toda una señorita.
Lorencito: Don Rozo, pa´ adivino Dios y pa´ brujo el Diablo, de todas maneras y, ¿cuándo va ese matrimonio? Yo no me pelo de esa fiesta, a mí me gusta mucho el pavo horneado. 
Don Rozo: Pronto, eso lo vamos a celebrá, sea casao, sea amancebao hay fiesta, pero yo no espero más, en siete  años de amores que tengo con esta mujer; ¿verdad, mi amor?
Elvira: Mire, don Rozo, primero hay que comer verde pa´ después comé maduro y dese con una piedra en el pecho que se va a llevar a una mujer hecha y derecha. Soy la menorcita, bordona de la casa, apenas tengo cincuenta y dos años, mi hermana mayor tiene cincuenta y cinco, y lleva diez años de amores con un musiú, y si yo me caso primero que ella estamos poniendo a las otras en mal camino.
Don Rozo: ¿Y entonces, hasta que ellos no se casen, tú, no te vas a di conmigo? ¿Cómo se llama ese musiú? ¿Dónde vive? Tu hermana se va a quedá como morrocoy en tiempo ´e  joba; viendo pa´ arriba.
Elvira: Don Rozo, él vive en Guardatinajas y se llama Tico, es zapatero y vende ropa.
Lorencito: Bueno, yo aquí soy el entrometío, pero lo mejor es que, usted, señorita Elvirita,  se vaya ligero con ese hombre; lo que es del cura va a la iglesia.  
Elvira: No señor, no se meta en eso, cuando mi mamá y mi papá digan, salgo de mi casa de velo y corona.
Lorencito: Perdón, señorita, yo  estoy apurado es por comé carne. Ah, mire, don Rozo, ¿y a dónde va a pasá, usté, esa luna de miel?
Don Rozo: Nada más y nada menos que en Las Galeras del Pao, sea casao o sea soltero, pero es allá. Para no hablar más, vamos a cantar un contrapunteo. 
Lorencito: Vamos, salga.

DR: Yo soy un hombre soltero
muy pronto seré casao
paso la luna de miel
en Las Galeras del Pao.

L: Cuidao como, a usté, le pasa
como el que pescó acostao
se durmió y cayó en el río
y se lo tragó un pescao.

DR: Ésa me la llevo yo,
tranquilo y despreocupao
para eso ya le tengo
un buen trabajo montao.

L: Usté, tiene que amarrá
un caimán que esté jambriao
pa´ llevarse a esa mujer
de quien está enamorao.

DR: Supieras lo que le tengo
Cerca ´e  la casa enterrao
un gato negro amarillo
un barcino y un pintao.

L: Yo no pensaba que, usté,
era mal intencionao
el hombre que es marañista
tiene que morí arruinao.

DR: Yo no es que soy marañista
sino guapo y apoyao
digo que hay leña segura
si ta´ el burro amarrao.

L: Si alguna de mis hermanas
me la fueras embrujao
hace tiempo viejo Rozo
que ya te fuera matao.

DR: Tate quieto,  Lorencito,
hágase el agazapao
no vaya de aquí a  mañana
amanecer aventao.

L: Esas son bromas, don Rozo,
no se ponga disgustao
yo lo respeto y lo aprecio
como a un hermanito criao.

DR: Eso es pa´ que busque el hilo
y no se encuentre enredao
en el monte el casiragua
le huye al león barreteao.

L: Desde que soy folclorista
nunca  he sido amenazao
y ahora este viejo Rozo
me quiere tené perreao.

DR: Yo nunca a esté, Lorencito,
Lo he querío tener arriao
lo que le digo es que siempre
cargue el ojo bien pelao.

L: Yo siempre pelo los ojos
nunca los cargo cerraos
aunque me caiga mosquito
no se me ponen aguaos.

                 Pasaje IV-  La muerta de Las Galeras
Don Rozo: Lorencito, te voy a contá algo grande de Las Galeras del Pao, una vez, se acercaba la Pascua y yo necesitaba carnes finas para las hallacas, en la Vuelta de La Leona había un mango que le bajaban lapas como coporo en el río Arauca. Me encaramé a las siete de la noche, y a eso de las siete y media había matao  veinte, me faltaban diez, y esa luna clarita, chico, veo un bulto que viene derechito hacia mí, noté que era una mujer,  me concentré a verla: ¡qué belleza!; tuve que hablarle “Hermana por parte ´e   Dios, diga lo que se le ofrezca, pa´  sacala de sus penas, con tal pueda”. Me dijo “Tengo una música para regalártela”, no me la dijo tarareado, me lo dijo  en ju, jú: “Um, um, um, um, um, um.” Y ahora se la canto:
No pase por allí solo,
amigo mío, tarde
después que oscurezca
en La Galera del Pao,
saben que sale una muerta
cerquítica de La Leona
casi en la Tercera Vuelta
con una vela prendía
y las manos en la cabeza
señalando con el picó
hacia una mora seca.

Nadie  se atreve a hablale 
a ver si dice la pena
por qué ella peca,
si es que tiene  algún tesoro
o murió debiendo promesa
si su alma está perdida
uno se para y le reza
si es por asustar que sale
mejor la dejemos quieta,
pero cuando vaya al cielo
le cierren todas las puertas.
Yo no pensaba
que un ser humano en el mundo
después que muere
tuviere tantas molestias
pero hay millones de cosas
que no han sido descubiertas
debieran a  publicarse
y nadie las manifiesta
sin otorgar el consejo
que nos da el cura en la iglesia.
Primeramente el rico
y su capital solo se ocupa
a administrá su riqueza,
el pobre casi no duerme
contemplando la pobreza
soñando con el destino
cuál será su mala suerte
sabiendo que en este mundo
todo es por naturaleza.

Un muerto dicen que sale
si  en esta vida
deja una cosa mal hecha,
a veces que con sus padres
por alguna malcriadeza
si es mujer y es casada
su esposo no lo respeta
y uno al hombre a la mujer
le dan son malas respuestas
más bien debemos decirle
que Dios me la favorezca.
La Muerta de la Galera,
vale la pena,
que nadie se  compadezca
cometió el crimen  más grande
que en el mundo no se acepta
mató a su padre y tres hijos
en  un tiro de escopeta
al momento del destino
los cuatro estaban en recta
de la oreja de un caldero
fabricó de palanqueta.
No fue conforme
con el crimen desastroso
sino que bailaba
como que tenía una fiesta
y cuando se dio de cuenta
que ya estaba descubierta
le metió candela al rancho,
sólo sacó su maleta,
buscó rumbo hacia a El Baúl 
como una mujer desierta,
pero el destino es algo tan poderoso
que sólo  Dios firma con su propia letra
el que la debe la paga
sin que haya una protesta
en los bancos de Paraima
allí, la encontraron muerta
picá de una cascabel
en la canilla derecha.

               Pasaje V- En muchacho no confío
Lorencito: Perdóneme la pregunta, don Rozo: ¿Y era que esa muerta era muda?
Don Rozo: Muda no, chico, tú sabes que la gente cuando se muere lo primero que se le pudre es la lengua y le quedan, puramente, los dos corotos de ancía, por eso cuando va a da rial o tiene una pena lo hace por señas o en “ju, jú”.
Don Rozo: ¿Cuántos años tienes tú, Lorencito?
Lorencito: Dieciocho, andando en diecinueve.
Don Rozo: Tiene razón, el que anda con muchacho tiene que salí chorreao.
Lorencito: La verdad es que, usted, está más que chorreao. Don Rozo, le voy a decir una cosa, no es pa´ que usté, se vaya a poné tan pensativo o le vaya a caer tan pesao.
Don Rozo: Dígame, eche pa´ alante.
Lorencito: Sepa que Elvirita de Jesús ya no se va di con usté.
Don Rozo: ¿Cómo, quién te dijo?
Lorencito: Ella mismita me lo dijo, ayer en Puente Pao.
Don Rozo: Me extraña bastante, y, ¿qué andabas haciendo, tú por´hay?
Lorencito: Usted, sabe que hay que buscar la vida, yo andaba pescando; la pereza que se duerme se la lleva el huracán, yo no le andaba preguntando, ella fue la que me dijo, usted, sabe que chismes no me gustan, más bien me daba pena decirle, no fuera a ser que, usted, ya un hombre viejo fuera a ponerse nervioso o le fuera dar un ataque, o yo no sé si, usted, padece del corazón y un hombre ya de sesenta años por cualquier susto estira la pata, yo hablé bastante con ella en la orilla del río, todo a favor suyo, don Rozo, y le dije “Señorita Elvirita, eso es malo, no le haga eso a ese pobre viejo, váyase con él”, y ella lo que comenzaba era a reírse.
Don Rozo: Caramba, chico, esto se está poniendo pelú. ¿No será que, tú, me le estás dando casquillo a mi novia? Cada vez que, tú, estás donde estoy yo con ella, me le tienes el ojo clavao. ¿De qué se estaban riendo, será madadera ´e  gallo? ¿Taban del otro lao o de este lao del río?
Lorencito: Nos ta´bamos riendo, no;  la que tenía su risoteo era ella, a más, ella estaba pal lao de allá y yo pal lao de acá, todo lo que hablamos era gritao, la gente joven grita duro, don Rozo.
Don Rozo: Mucho cuidao. Lorencito, que no se te vaya a pegar una taramona del sobaco, yo nunca he peliao por una mujer, pero yo, por Elvirita, mato al que se me atraviese. Yo quiero mucho a esa mujer, es rara la noche que yo no sueño con ella; he aguantao hambre, he gastao real, a más, en  siete años de amores que yo tengo con Elvirita, no he comprao cobija de arropame, me arropo  con un camisón de ella, y si no me embojoto la cabeza bien embojotá no duermo. Cuidao, Lorencito, respete, respete.
Lorencito: Entonces yo ahora, don Rozo,  puedo saber que  lo van a matar y no le digo nada. Yo pa´ mujer tengo la mía y jovencita, no un piazo ´e  vieja de cincuenta y dos años y si se sigue poniendo escamoso se la voy a buscar de verdad,  así se muera encaprichao.
Don Rozo: Ahora sí, va a sabé, que el cebo de burro mojino sirve para ser jabón, ella viene a la tarde eso lo vamos a hablar frente a frente los tres, a ve quién es quien, mientras tanto vamos a cantar un contrapunteo, ya que tú, eres tan jembrero y te la echas  de machito. ¡Salga!
Lorencito: Salga, usted, que es el que está enamorao.

DR: Lorencito ta´ buscándole
las cuatro patas al gato
por meterse ande no cabe
le va jallá  más de cuatro.

L: La que a mí se me atraviese
enseguida la retrato
y tienen que perdonarme
porque yo soy un muchacho.

DR: En sesenta primaveras
no he pelao un anzuelazo
el zamuro que es un vivo
tranquilo cae en mi lazo.

L: Don Rozo más adelante
puede tener un fracaso
no me esté zumbando puntas
que yo, a usted, no lo amenazo.

DR: Antes te trataba bien
y ahora no te trato
eres como al cigarrón
que no puede ve´ un juraco.

L: La mujer es como el oro
se vende caro y barato
como yo estoy jovencito
se me presentan ca´  rato.

DR: Date cuenta, Lorencito
que el duende no deja rastro
cuidao como el pavo real
se te va a volvé un chicuaco.

L: El chicuaco es muy sabroso,
para mí, es el mejor plato
cuando me apreta la jambre 
como hasta pájaro vaco.

DR: Elvirita es igualita
al tigre cuando está flaco
que desprecia a un chivo gordo
pa´ comerse un araguato.

L: El amor profundamente
es como manteca ´e  mato
que da fuerza en la cintura
y  la rueda del espinazo.

Don Rozo: Caramba Chico, Elvirita de Jesús, mi novia más querida, ninguno sabe pa´ quién trabaja, tú también vas a llegá a viejo, Lorencito, algún día la pagarás.
Lorencito: Déjese de esas chocheras, don Rozo,no esté celando mujer, cante pa´ alante.

DR: Yo a Elvirita le he comprado
vestidos por zipotazos
pero ahora no le compro
ni siquiera un piazo ´e  trapo.

L: Don Rozo es como el conoto
cuando viene el mes de marzo
aunque su novia sea fiel
piensa que el amor es falso.

DR: No siento tanto el despecho
sino la pena que paso
ya le dije a todo el mundo
que yo muy pronto me caso.

L: Perro que lambe manteca
y cochino que come sapo
con sólo  sacá  la lengua
ya piensa que queda jarto.

DR: Voy a ofrecé una promesa
a ver si jacen los gastos
para matar a Elvirita
y entonces después me mato.

Lorencito: ¡Yavé! Eso es último que va sé usted, meté la pata después de viejo, deje a esa mujer tranquila;  ella no lo quiere.
Don Rozo: A ti te interesa mucho pa´ quedate con ella, yo sé que te estás burlando de mí a cuenta ´e  joven, yo, soy un viejo malicioso; esa mujer ni va se´ pa´ ti,  ni va a se´ pa´ mí, menos mal;  ahí viene Elvirita,  ya vamos a desenredá ese bejuquero.
Elvirita: Buenos días, mi amor.
Don Rozo: Hola.
Elvirita: Besito.
Don Rozo: Anda a besá a tu cogollo, tu flor de amapola, tu ramito de pericoco; Lorencito, ahí ta´ sentao, debe se´ esperándote como que no quiebra un plato.
Elvirita: ¿Qué te pasa, don Rozo? ´tás  como perro con mal de rabia; tú cómo que me estás celando con ese muchacho. A ese lo vi yo, chiquito, mamando con la leche en los labios, puede ser  mi hijo, ni lo vi cuando llegué por venirte a besá, ahora si lo voy a saludar; ¿cómo está, Lorencito?, ¡caracha, pobre muchacho!
Lorencito: Bien, señorito, un placer, me contenta haberla visto; bonita, hermosa, cariñosa como siempre ha sido usté. ¡Qué Dios y la Virgen me la favorezcan! Aunque yo pienso que, usté,  después de ser una mujer, se va a volver santa.
Don Rozo: La contesta de ese saludo me parece más adornao que un altar ¡Qué burlistos son los dos! ´tás  viendo tú, Elvirita, eres igualita al  mapurite, que cuando uno espera verte la cara le das el lomo.
Elvirita: ¿Hasta cuándo, don Rozo?, me tiene cansá, esos siete años de amores dese de cuenta que no son nada, si se quiere matar mátese, pero a mí, no me va  a  matá, ese muchacho tendrá que  meté la mano por mí, así digan que yo me enamoré a escondidas con Lorencito, a mí no me importa. Lorencito, venga a ponerle la cara seria a este viejo.
Lorencito: Bueno, don Rozo, ya, usté, me tiene cansao; si se va a engurruñá de la rabia, se va a engurruñá, pero hoy, yo me llevo a Elvirita, porque alante de mí no la va a matá usté, haga lo que usté quiera, busque el pañuelo si va a llorá.
Don Rozo: A llorá, no. Yo soy un macho, agárrese los calzones pa´ que pelee conmigo.
Lorencito: Eso es dándole, salga pa´l  patio.
Don Rozo: Véngase, he peliao con hombres y no voy a peliá con un pela gato, y, ¿pa´ qué brinca pa´ atrás? Eche palante.
Lorencito: Pa´ alante es que voy, “Viejo Zorro”, coja.
Elvirita: Dale.
Lorencito: Coja.
Elvirita: Dale.
Lorencito: Coja.                
Elvirita: Dale.
Lorencito: Aprenda a llevá golpes después de viejo.
Elvirita: Pa´ que no me esté levantando calumnias. ¿Cómo se va a poné un viejo a igualarse con un muchacho?
Don Rozo: Ta´ bien, Lorencito, me ganaste, me rompiste un ojo, me rajaste la boca, me jinchaste las orejas, por culpa de esa piazo ´e  zorra traicionera y burlista.
Elvirita: Bien, bien hecho ¿Quién te manda a se´ celoso? Amenazándome de muerte, piazo ´e  viejo, pata é guache, camastrón, cabeza de comegén, eso era lo que tú querías que te envainara el muchacho.
Don Rozo: ¡Lo que se hace con gusto, ni rabia da! Elvirita, para que te recuerdes toda la vida te voy a cantar este pasaje.

DR: Mira como vengo
con  las orejas hinchás
y tengo un ojo rompío
de tanto golpe
que me pegó Lorencito
anoche en el desafío. 
Jamás y nunca
yo juera ido a esa fiesta
si algo yo juera sabío,
ella es culpable
que no me dijo con tiempo
que él era su otro marío
y es un muchacho
sin vergüenza y  atrevío
que me mandó a cayapiá 
con unos desconocíos 
si juera un hombre en verdad
y se sintiera con brío
frente a frente y mano a mano
solo me hubiera salío.
Gracias a Dios
que no doy por vencío
más bien le mando razón
que ande bien aprevenío
que al ajuntarse conmigo
va a mirá el cielo  prendío
ahí es cuando va a sabé
que es barro si no ha llovío

Elvirita de mi alma

Ahora pienso buscame
otra mujercita y no aceptá mantenío,
era un muchacho
que siempre iba a la casa
y yo no lo había corrío,
pero Elvirita cuando el muchacho llegaba
le decía “bien recibío”
las tres comidas,
taza de café con leche
porque  iqué era amigo mío.
Yo trabajando
como un hombre sometío
con el sol echando chispas
llegaba  sudando frío
y el muchacho en la sala  
en un chinchorro tendío
con las manos en la cara
como haciéndose el dormío.
Y Elvirita le dio un pequeño silbío
así como cuando juegan
el juego del escondío
entraba y salía del cuarto
cambiándose del vestío
bañaíta y bien alegre
y el muchacho había comío.   

Disfrute del audio musical de esta leyenda en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=ptkc_DAXFsE