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martes, 28 de abril de 2020

Leyendas llaneras (Vivencias y testimonios) 10. El Salvaje (Carmen Pérez Montero)

De las llaneras raptadas por El Salvaje apenas quedan los recuerdos. 
Imagen en el archivo de Villavo al revés 



EL SALVAJE
Esta leyenda está muy generalizada en el estado Lara, hay quienes aseguran que de allí, por ser estado limítrofe de Portuguesa, ha penetrado sus llanuras. Otros ubican su origen en Ospino, durante el siglo XIX. Hay quienes sostienen que es originaria de la zona alta del estado Portuguesa, porque en sus montañas habita este legendario animal, aseveración que sustenta la muerte del Padre Chabas quien confundido con un salvaje por los indios Cambambas y por tal razón le dieron muerte. Sin embargo, lo importante es reseñar que en tiempos pasados era usual oír a los abuelos narrar estas historias que atemorizaban a la muchachada, quienes oían con mucha atención. Esta transmisión oral permitió su popularidad en todos los confines portugueseños. Raúl Humberto De Pascuali en su trabajo de investigación titulado (La leyenda del Salvaje) aporta lo siguiente:
“Son osos frontinos (única especie de osos que habitan en Venezuela), viven en los lugares de más difícil acceso, oscuros y arbolados de las montañas; son de gran talla; parados alcanzan hasta dos metros de altura y su cuerpo puede tener hasta un metro de ancho.
Su pelaje es largo y espeso, de color negro. La especie más común tiene alrededor de los ojos unas manchas blancas, razón por la cual se denominan osos de anteojos. Su nombre científico es Tremactos Ornatos”.
Acerca de estos animales se han tejido algunas historias inverosímiles. Se dice que los machos raptan a las mujeres y las hembras a los hombres y les hacen trojas en las copas de los árboles y allí los mantienen como frutos silvestres y le lamen todo el cuerpo, pero sobre todo la planta de los pies para ponerle la piel sensible y se les haga imposible caminar y así tenerlos cautivos por el resto de sus vidas. También se dice que estos animales tienen predilección por las parturientas o mujeres en periodo de lactancia.
En Portuguesa se ha generalizado la creencia de que la carne de Salvaje es muy nutritiva y fortalece mucho el organismo. Así  mismo,  que la sangre tiene propiedades afrodisíacas y aquellos hombres que la ingieren jamás pierden su apetito sexual ni su virilidad. Entre otros comentarios relacionados con este animal, se pueden mencionar: Que grita similar a los hombres y el tigre le teme, que se enamora y es sumamente persistente en el logro de su objetivo, que (sus partes) son (igualitas) a las de las personas (mujer y hombre) y que cuando se siente perseguido camina hacia atrás y de esta manera confunde al enemigo quien lo busca en sentido contrario de donde él se encuentra.
Alejandro de Humboldt decía que esta leyenda estaba muy generalizada en la orilla del Alto Orinoco, el Valle de Upata, cerca del Lago de Maracaibo, las montañas de Santa Marta y Mérida, las provincias de Quijos y las riberas del Amazonas cerca de Tomependa, pues en estas regiones tan apartadas una de otras se habían encontrado huellas de pies que tenían los dedos vueltos hacia atrás, que hacían pensar en la presencia de este animal en esas zonas.
En el año 1960, una señora llamada Belarmina Pérez, quien vivía en La Lucía, me afirmó que su abuelo Nicolás Pérez, natural de un caserío cercano a Sanare, estado Lara, llamado Yai, pero residenciado durante muchos años en La Lucía, le contó que en este pueblo hace mucho tiempo ocurrió un caso que conmovió a todo el poblado, pues una muchacha fue raptada la noche antes de su matrimonio. Todos, hasta los padres, creían que era el novio quien se la había llevado, porque en ese tiempo era muy común que los hombres pidieran a las muchachas y después se las robaran, pero resulta que no fue así. El novio fue interrogado y se comprobó que no tenía nada que ver con el rapto. La gente del caserío imaginó que se la había llevado El Salvaje. Cuentan que dedicaron a buscarla y unos cazadores, después de varios años de estar esta muchacha perdida, la encontraron en una troja hecha de caña brava, en la copa de un flor amarillo. Los cazadores la bajaron del árbol con unos mecates. Ella y que tenía un muchachito de El Salvaje y la pobre no podía ni hablar porque se había vuelto casi muda y se la llevaron para la casa de sus padres y el hijo, que era similar a un salvaje pequeño se le murió y la gente tuvo que matar a El Salvaje porque la proseguía a la muchacha por todas partes.
La señora Martina Moreno de Ramírez, narra que una noche como a las doce de un Miércoles Santo, para amanecer un Jueves Santo,  estando ella pasando la Semana Mayor en la Granja Villa Ilusión, ubicada en la vía de Los Tanques, Araure, su esposo Rafael Ramírez la invitó para ir hacia la montañita que está detrás de la granja, a menos de un kilómetro de la casa, con la intención de cazar algún animal silvestre. Cuando habían recorrido como cincuenta metros y estando frente al camino por donde debían entrar por la quebrada, oyeron un estruendoso ruido como si un animal muy grande y corpulento hubiera saltado de un árbol a otro, golpeando con su cuerpo las ramas de los árboles. Se oyó claramente el rasgar de las ramas al abrir para dar paso al cuerpo y el ruido al caer. Después el silencio reino en la oscuridad. Martina que ella le dijo a Rafael que fueran a ver qué había pasado y éste le argumentó: No ve que esa es cosa mala… usted no  ve  que se sintió caer, pero si fuera animal de verdad se la hubiese sentido la pisada… como cree usted que va a caer y no se va a mover. Ese o es un espanto o es El Salvaje.

Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero. 

Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente,  en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.  

lunes, 27 de abril de 2020

Leyendas llaneras (Vivencias y testimonios) 9. Espantos y bestias (Carmen Pérez Montero)

Las bestias gigantes llenan muchas páginas de la literatura llanera. 
Imagen en el archivo de Rosa Elena Montenegro Ortiz



EL ESPANTO DE EL BAJÍO
Esta historia es muy vieja en el pueblo de Turén. Siempre entre los músicos se acostumbraba después de las tertulias, las serenatas y los "palitos", encargarle a los que debían atravesar casi todo el pueblo para llegar a sus viviendas, que se cuidaran del Espanto del Bajío. El Bajío  es un sector de Turén llamado así porque en épocas de lluvia este terreno se inundaba y era casi imposible transitar por él.
Es conveniente recordar que en esta época de guerra y guerrillas la gente que tenía dinero acostumbraba en colocarlo en tinajas de barro y enterrarlo, unos porque se incorporaban a los ejércitos convencidos de sus ideales liberales o conservadores y otros, para evitar que esos mismos ejércitos que tenían fama de revoltosos y abusadores pudieran robárselos.
Wilman Rodríguez, habitante de La Colonia Agrícola de Turén y yerno de María Alibardi de Ruffato, narró que una noche, estando el joven, se fue con unos amigos a dar serenatas en Turén y ya pasada la una de la madrugada tuvo que regresar solo para La Colonia Agrícola de Turén. Como estaba ebrio y caminó mucho acompañando a los amigos, se perdió y de repente vio una luz fuerte que daba diferentes colores. A veces daba visos azules, verdes, morados y reflejos amarillos.  Wilman reflexionó y fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba en el sitio llamado El Bajío y la luz que brillaba con diferentes colores estaba, precisamente, en el lugar donde, supuestamente,  existió la antigua ceiba donde, segun la leyenda, en tiempo de Cipriano Castro, un hombre seguidor del General Rafael Montilla, El Tigre de Guaitó, hizo enterrar su fortuna en el pie de esta frondosa ceiba. Este hombre utilizó los servicios de un peón para abrir el hueco y después, temiendo que este pudiera robar el dinero o divulgar su existencia, lo mandó a meter dentro del hueco con pretexto de que acomodara el cajón contentivo de las morocotas de oro e inmediatamente, le dio muerte con el pico y lo enterró junto con el tesoro.
A Wilman se le paso la borrachera y rápidamente busco la salida hacia el centro del pueblo y de allí el camino para La Colonia, sumamente asustado por todo lo ocurrido. Después de ese incidente fueron muchas las personas que lo aconsejaron a Wilman Rodríguez que volviera al sitio, que ese dinero era para él, pero Wilman no quiere saber nada del Espanto de El Bajío y prefiere seguir siendo el humilde maestro de música que vive de su trabajo. 



LA VACA ESOCADA
Esta la leyenda nació en ese pueblo antiguo, formado inicialmente por los negros y esclavos de los fundos y haciendas pertenecientes a la mayoría de las  familias  "acomodadas" de Guanare: Ospino, tierra de retiro y tranquilidad, Allí nos encontramos con el señor Tomas Villegas, quien después de aclararnos que él no es de ese pueblo, que él vive en Acarigua, nos relata lo siguiente: Cuando yo estudiaba en la Escuela Granja de Ospino, en el año 1987, se hizo costumbre, para un grupo de estudiantes, fugarnos casi todas las noches para salir a parrandear por el solitario pueblo y en la madrugada, ya con la claridad del día, regresábamos a dormir a la escuela.
Una noche, serian como las once, la luna estaba clarita y salimos del dormitorio Said Antonio Valdez, Antonio Cedeño, Freddy Colmenárez, Ildemaro García y yo,  atravesamos el puentecito donde estaba la quebrada, donde muchos estudiantes habían visto muchos espectros nocturnos como figuras de enfermeras, hombres vestidos de blanco, marranos y una vaca que era el espanto del que más oía hablar en el ambiente y cuando ya íbamos llegando a la cerca por donde estaba el hueco por donde solíamos escapar, un ruido extraño y escalofriante nos detuvo, todos nos miramos y exclamamos al mismo tiempo ¡Dios mío!... ¿Qué es eso?. Nos quedamos petrificados y el ruido que se sentía por debajo de la tierra y que estremecía el suelo donde estábamos parados se hizo cada vez más fuerte, era como un animal pesado, lleno de huesos, que bufiaba a la vez que arrastraba una pata de palo. Sentimos que (la cosa) se acercaba cada vez más y, sin embargo, no lo vimos pasar. ¿Cuánto tiempo duro ese ruido desconocido? No lo sabemos pero fueron minutos interminables. Nosotros creemos que lo que nos salvó de un susto mayor fue el vigilante que en ese momento sonó el pito y nosotros recobramos el aliento y pudimos movernos. Yo fui el primero que salió corriendo y los demás me siguieron. De la cerca al dormitorio yo creo que tardamos un minuto. Esa fue mucha carrera. En la mañana siguiente le contamos a Luis Terán, el viejito de la bodega de la esquina, él nos dijo: Esa jue la vaca asocá que les salió, menos mal que no la vieron porque no jueran echao el cuento, la gente que la visto ha quedao privá y muchos, hace tiempo, se murieron del susto.
 Nosotros le preguntamos al señor, por qué la la llamaban la vaca esocada y él nos respondió: Bueno, poco antes cuando esa vaca salía bastante, muchos la vieron y decían que era una vaca escoyuntá. Bueno, ¿Cómo les digo?... una vaca con los huesos dislocaos, que caminaba tirando las patas pa’ los laos. La gente de antes decía que ella salía en el Barrio Abajo y caminaba por toa la calle Principal, pasaba por la plaza y se perdía por los laos de Barrio Nuevo. Ese espanto es muy viejo aquí en Ospino, más bien ya no sale casi porque esa vaca hoy en día se asusta cuando ve a los roba ganao.

Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero

Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente,  en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.  

domingo, 26 de abril de 2020

Leyendas llaneras (Vivencias y testimonios) 8. Ánimas y espíritus (Carmen Pérez Montero)


Con la mayor seriedad los llaneros asumen estos relatos. 
Igen en el archivo del poeta Mayor, Dr. Adelis León Guevara.  



EL ÁNIMA DE ÑO SILVESTRE
En mis andanzas por Guanarito, tras la huella de El Silbón, el poeta Wilmer Vizcaya me narró una historia que incluyo en este trabajo por consideraría bastante interesante para ilustrar la disponibilidad de la gente que habita nuestros llanos para crear y creer en aquellos casos que aun ignoramos si non producto de la imaginación o del mágico pincel de la llanura.
Wilmer aportó lo siguiente: El caserío Los Botalones, cerca de Sabana Seca, aquí mismo en Guanarito, dicen que vivió un señor llamado Silvestre, que tenía un rancho en mitad de la sabana. Este señor era tullido, es decir no podía caminar y una vez, manos criminales, prendieron fuego a la sabana y el rancho de Ño Silvestre, como todos vecinos le decían cariñosamente, se quemó con él adentro.
Este acontecimiento, como decía la gente de antes, causó mucha tristeza, pues toda la comunidad quería mucho a Ño Silvestre. Como ese señor fue un mártir y por la forma tan horrible como fue sacrificado, el comenzó a hacer milagros, pero la gente no le ofrecía velas, sino viajes de agua para regarle su sepultura y dicen que muchas personas iban con taparas, ollas, chirguas, totumas, tobos y cualquier tipo de vasija llena de agua para humedecer su tumba así calmarle el dolor de su quemada. Dicen que la gente optó por llevarle agua a la tumba debido a que una vez un devoto le estaba ofreciendo velas a cambio de un favor que le pedía y Ño Silvestre se le apareció y le dijo: No me traigas velas, hijo, que yo estoy quemao, écheme agua por encima allá en el cementerio pa’ que me calme esta calentura. De allí surgió ese acto inexplicable de no prenderle velas en su tumba, sino regarla con agua fresca. 


EL ESPÍRITU DE JOSÉ EUGENIO BÁEZ
En 1724, el capuchino fray Francisco de Campanillas, en el sitio primitivo que hoy se conoce como Pueblo Viejo, al Este de Villa Bruzual, con indios guamos y atatures fundó la población de Yajure. En 1754 se unieron a estos indígenas un nutrido grupo de yaruros. Yajure es conocida después con el nombre de Turén, cuya capital era Sabaneta. En 1864 le dieron a este pueblo el nombre de Villa Bruzual, para honrar al valiente caudillo Manuel Ezequiel Bruzual, apodado “el soldado sin miedo”,  quien había hecho de Sabaneta, antigua Capital del Distrito Turén, su lugar de recreo y descanso durante la Guerra de la Federación o Guerra de los Cinco Años.
En este lugar, en 1808, según cuenta los creyentes bajó un espíritu especial, ungido de un gran poder y encarnó en Eugenio Báez, quien se convirtió en unos de los agricultores más destacados del caserío  y de sus alrededores, no sólo por su dedicación al trabajo de campo sino por sus conocimientos naturales sobre magias, curaciones, tratos con naturaleza para llamar la lluvia y la protección de los animales del monte. Además, este hombre que vivió 102 años sobre esta tierra de gracia, tenía un alto sentido de solidaridad para con los vecinos y admiración y amor por todos los recursos naturales renovables. Eugenio Báez, aún en este tiempo de luces cibernéticas sigue trotando con su caballo zaino por las tierras turenenses y muchos le conocen como el Duende de la Carama por sus continuas apariciones todavía por esa zona montañosa. El señor Juan de los Santos Rodríguez, conocido guitarrista y cantautor portugueseño, con mucha seguridad de los hechos narró lo siguiente: En el año 1970, cuando yo trabajaba como alfarero haciendo materos y bateas en El Samán de Turén, mucha la gente hablaba de que habían visto a Eugenio Báez. Ellos decían que era un jinete que se atravesaba en la carretera y a veces los perseguía. Más o menos en 1975, una noche como a las ocho, se le apareció a un señor llamado Lorenzo Pineda (q.e.p.d.), conductor de la línea cooperativa de Transporte de Pasajeros Portuguesa, se le atravesó inesperadamente delante del carro y tuvo que salirse de la carretera para no atropellarlo. Casi se mata ese hombre.
Entre los trabajadores del volante adscritos a esta línea era común oír narraciones diferentes relacionadas con Don Eugenio Báez. Yo simplemente la oía, pero nunca las creí hasta que una noche se me hizo tarde en Piritu y me fui para Turén como a las once, cuando llegue a Las Vegas, es decir, a la entrada de Turén, de repente se me atravesó un jinete. 
Al hombre lo vi bien, era blanco, alto, delgado y vestía de blanco. Se me puso frente al carro y yo lo trate de frenar, recorte, pero no pude parar y sin poderlo evitar me llevé por delante el caballo con todo y hombre, pero el carro no se detuvo y seguí. Mire… eso fue horroroso, a mí se me aflojaron las piernas que casi no podía acelerar, el estómago se me revolvió y me dieron ganas de vomitar. En El Samán me paré a respirar y a pasar el susto. Ese otro día a las seis de la mañana salí para Acarigua y pase por el sitio no había nada, ningún muerto ni rastro de accidente. Además, nadie comentó absolutamente nada del asunto. Desde ese momento yo comencé a creer, a pedirle al Ánima de Eugenio Báez y a llevarle velones a su tumba.

Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero.
 
Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente,  en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.  

jueves, 23 de abril de 2020

Leyendas llaneras (Vivencias y testimonios) 5. El Carretón y El Hachador (Carmen Pérez Montero).


Cada golpe del hacha trasmite al Llano su fuerza.
Imagen en el archivo de Elkin Cardozo.



EL CARRETÓN
En Acarigua, pueblo hospitalario, con pasado de mudanzas e invasiones, también existen leyendas misteriosas que han vencido al tiempo y aún viven en el recuerdo de algunas de sus víctimas. Sara Marina de Medina, profesora de la Unidad Educativa “Ramón Colmenárez” y Rosa Medina, su cuñada, narraron que una noche, en el año 1958, viviendo ellas en la antigua calle 7 de Acarigua, hoy calle 32 y siendo como la una de la madrugada, estaban en la calle, sentadas sobre un medidor de agua, auxiliadas con la luz de un poste del alumbrado público, bordando sabanas (las cuales confeccionaban y vendían a 40 bolívares el juego). Se encontraban conversando animadamente, de pronto el niño pequeño de Sara lloró dentro de la casa y ellas rápidamente recogieron el material y se fueron a la cocina para prepararle el tetero. Inmediatamente sintieron que por la calle pasó algo así como un carro de mula, con ruedas de hierro que sonaban estruendosamente sobre la calle de piedra. Al día siguiente  hicieron el comentario de lo que habían oído y Doña Petra de Parra les dijo: Ese es El Carretón,  el mismo donde llevaban los muertos cuando la fiebre amarilla y como esta es la calle del cementerio, por aquí siempre se escucha.
La difunta Doña María de la Cruz Parra, quien también vivía en la antigua calle 7 de Acarigua, contaba que una noche, como a las doce, estaba ya acostada, oyó el ruido inconfundible de una carreta, pues se oía el traqueteo de sus ruedas de hierro sobre la calle de piedra. Sin temor, sino presa de la curiosidad, se levantó y sin pensarlo mucho entreabrió la ventana y se asomó y por poco cae desmayada cuando vio que sobre un caballo flaco que guiaba la carreta iba sentado un hombre semejante a un esqueleto, desnudo y en posición contraria a la de un jinete normal. Es decir, estaba sentado de frente a la grupa del animal. De allí en adelante, atemorizada no pudo dormir. 


EL HACHADOR
Ospino, tierra de, fundada en 1715 por iniciativa de varios guanareños que tenían hatos de ganado en esa población y que, en vista de que no podían ir a misa los domingos en Guanare, pidieron permiso para construir una capilla en el centro del poblado que inicialmente se le dio el nombre de Manzano de  Ospino. Hasta el 15 de agosto de 1754 esta población dependió de las autoridades de Guanare, fecha en que fue declarada Villa de San Fernando de Ospino, en honor al Rey Fernando VI, quien después de cuatro años de discusión, aceptó la propuesta del pueblo ospinero y le dio su autonomía.
Esta histórica Villa no escapa de los misterios que formaron el folklore portugueseño en su suelo, en sus  montañas nace la leyenda de El Hachador, espanto que algunos  llaman con mayor llaneza: El Hachero y sostienen que es el alma en pena de un hombre que cortó madera en la montaña para fabricar su propia urna. Otros más analíticos, explican que El Hachador era un hombre que se levantaba muy temprano y se acostaba muy tarde, porque día a día iba a la montaña a cortar leña para venderla en el pueblo, pues debido a que en todas las casas usaban fogón de leña, era fácil sostenerse con este oficio. También se dice, para enaltecer la parte moralizante de la leyenda, que es el ánima vagante de un hombre que salió a cortar leña en día de Semana Santa y por eso durante esos días de recogimiento y oración, es cuando con mayor frecuencia se oye el chas, chas de El Hachador en lo profundo de las montañas, Los cierto es que sea como haya sido, este personaje importunó, muchas veces, a los cubicadores de madera que en la década de los  años cincuenta poblaban la montaña de Guanarito, Turén y Ospino buscando esta riqueza  natural para luego venderla a los aserraderos de Guanare y Acarigua. Así mismo, también asustó a muchos cazadores que en la oscuridad de la noche salían, unos por necesidad y otros por afición a buscar la más codiciadas presas.
Con respecto a esta leyenda el señor Emilio Oropeza, ospinero de 77 años de edad narra lo siguiente:
Yo vivía en la Estación de Ospino y una noche se me oscureció en el pueblo y me fui tarde la noche, eran como las once, ya cuando iba llegando a la casa, en un matorralito que había al lado del camino escuché golpes de hacha, me sorprendí y me paré a escuchar y se oía clarito el chas, chas. No me dio tiempo de pensar porque hubo un momento en que se quedó en silencio y entonces tosió, pero fue una tos muy fuerte y penetrante. Yo salí corriendo porque sentí miedo y cuando iba pasando por el frente del matorral cayó el palo. Sentí el traqueteo cuando se estaba reventando y hasta el viento que traía en la caída, además el estruendo, acompañado de un lamento. Llegué a la casa casi asombrado y al día siguiente fui con gente a revisar y no había nada, todo estaba igual. Ni árboles cortados, ni huellas de hachazos, ni de gente.
En el Portachuelo, por la vía de Agua Blanca, el señor Francisco Sivira, de 64 años de edad narra: Una noche mi compadre Roseliano González y yo nos fuimos de cacería. Estando todavía claro nos pusimos de acuerdo para la ubicación. Yo me monté en un tacamajaca bien frondoso y mi compadre en un caruto. Allí esperamos la noche y los animales. Eran como las doce y no llegaba nada, pura plaga. Ya como a la una veo yo, que estoy de frente, un hombre que no sé de donde salió con un hacha en la mano que le cae a hachazos al caruto y mi compadre no hablaba, ni gritaba y a mí se me hizo un “nudo” en la garganta que me impedía gritar. Yo vi como ese hombre se le afincaba al árbol y mi compadre arriba. Llegó un momento en que el palo se cimbró, traqueó y cayó al suelo. “El Hachador” desapareció y yo trabado de tanto miedo, casi privado, pude bajarme del palo para ayudar a mi compadre Roseliano que estaba en el suelo. Como pude lo llevé a la casa. Este otro día vinimos a ver el sitio y conseguimos todo igual, no había pasado nada, sólo estaban regados en la pata del caruto la linterna, el machete, la escopeta y la cajeta de chimó de mi compadre Roseliano González.
Luis Escalona Rangel, reportero gráfico, hijo del desaparecido Manolo Escalona, fundador y dueño del semanario El imparcial de Acarigua, también narró su experiencia ocurrida en la montaña: Yo no soy cazador, más bien temo a la oscuridad y a la inseguridad que brinda el monte: sin embargo, en el año 1983, una noche, por insistencia de unos amigos, fui de casería para acompañarlos. Nos metimos por la montañita que bordea el río de la Estación de Ospino, al llegar al sitio donde íbamos a acampar, mis compañeros hicieron todos los preparativos. Como a las ocho de la noche me ubicaron en el tronco de un árbol seco. Yo siguiendo las instrucciones, me subí al tronco, cargué la morocha y me dispuse a esperar la codiciada presa. Corría el tiempo y nada pasaba. De vez en cuando encendía la linterna para darme ánimos y de la misma forma mis compañeros respondían.
Eran como las diez de la noche cuando encendí la linterna y al alumbrar hacia un árbol de abundante follaje que tenía frente a mí observé unos ojos grandes penetrantes que  me miraban amenazantes. Corrí la linterna para ver de qué se trataba y  no pude ver cuerpo alguno. Giré la linterna y nuevamente pude ver los ojos acechantes, me dio la impresión de los ojos estaban solos en el árbol. Al tratar  de seguir escudriñando con la vista, a la luz de la linterna, sentí que el tronco donde estaba sentado comenzó a moverse…a girar, hasta colocarme de espalda a la extraña visión. Presa de los nervios caí del tronco seco  y la escopeta se disparó, por eso llegaron mis amigos y auxiliaron, yo estaba prácticamente privado. Ellos dijeron que era algún espíritu protector de los animales salvajes.

Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero.
Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente,  en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.  


miércoles, 22 de abril de 2020

Leyendas llaneras (Vivencias y testimonios) 4. JUAN DE EL MORRO (Carmen Pérez Montero)

En todo el Llano conocen la fama de Juan de El Morro.
Imagen en el archivo de Nayaris Ojeda.



JUAN DE EL MORRO
La leyenda de este personaje que habita la línea divisoria entre lo real y lo irreal nace en San Rafael de Onoto, población  fundada en 1726, por los misioneros Fray Bartolomé de San Miguel y Salvador de Cádiz, con 260 indios entre Otamacos, Guaranaos y Guamos. 
Buscando el origen de estas misteriosas narraciones que parecen arrancadas de las páginas de la Ilíada o cualquier otra obra enmarcada dentro de la mitología griega, con sus personajes increíbles, sus sentencias y sus castigos, nos encontramos caminos de El Morro con José Ramón Pérez (51años) quien nos informó:
Para el año 1954, aproximadamente, en este espacio abierto que Ud. Ve ahí no estaba la represa de las Majaguas, sino que eso eran dos posesiones bien grandes, una de Abelardo Hernández y la otra donde hoy está la represa que era de Juan de El Morro. El General Marcos Pérez Jiménez se propuso hacer en este sector la represa de las Majaguas, para resolver el problema del déficit del  agua existente en esa zona agrícola. Como para esta fecha, supuestamente, ya Juan de El Morro había muerto y su espíritu vagaba por toda su posesión, empezaron a ocurrir acontecimientos difíciles de explicar, tales como: muertes repentinas de los obreros que cortaban los árboles, derrumbes, árboles que caían inesperadamente triturando a los trabajadores, muertes por mordeduras de serpientes, obreros que desaparecían de su casa a la represa sin dejar ningún rastro, algunos que se perdían en esa misma montaña, otros que se ahogaban. Una tarde como 6 p.m., Juan de El Morro se le presentó a Martín Alvarado habitante de La Esperanza, le pidió chimó y le dijo: No me corten la madera porque ésa me pertenece. Éste es mi dominio - y desapareció- .
José Ramón lo describe como un anciano mal vestido, con alpargatas y un morral en el hombro.
José Ramón Pérez  también nos refirió que en la década de los cincuenta era muy común oír hablar de este personaje en Agua Blanca y San Rafael de Onoto, El Morro, La Esperanza y en otras regiones donde venían los pescadores, quienes ofrecían parte de la pesca al espíritu de Juan de El Morro con tal de que les permitiera sacar una buena porción  de peces. Son muchos los que aseguran haberlo visto con su morral, en posición muy humilde sentado sobre una piedra, sobre la represa.  
Continuando con la búsqueda nos trasladamos al caserío La Esperanza. En la entrada del poblado nos sorprende  encontrarnos con un cementerio donde reposan, aproximadamente, treinta tumbas con sus respectivas cruces y trabajos en granito, mármol, cemento y algunas con el característico “lomo de perro” esta última opción se produce al recoger la tierra que sobra, después de enterrado en el muerto y hacer un camellón donde se coloca la cruz. Indagamos sobre el particular y nos informan que no es un cementerio lo que allí existe, sino la concentración de los rosarios de los difuntos que sacan a la calle y coincidencialmente, todos concluyen en el mismo sitio.
Al pedir explicación de este hecho, el señor Antero Calle nos relata: Hace muchos años se acostumbraba que a todos los difuntos se les sacaba el rosario para la calle; pero hoy en día son pocas las familias que aún conservan esta tradición. La cuestión consiste en que al celebrar la última noche o final de la novena, a las 12 p.m. al rezar el último rosario, el rezandero (que deber ser hombre), sale de la casa llevando una cruz de madera, hierro o cemento con el nombre del difunto. A éste le acompañan todos los hombres asistentes, llevando cada uno una vela encendida. En la casa deben quedar, únicamente las mujeres, ancianos y niños. Todos deben llorar al ver salir la procesión.
El rezandero avanza con su séquito por el mismo camino por donde llevaron al muerto (lo cual explica por qué el supuesto cementerio está a la entrada del poblado, ya que esta comunidad entierra a sus dolientes en San Rafael de Onoto). A llegar al sitio donde termina al rosario, se debe clavar la cruz en la orilla derecha del camino y regresar, caminando de espalda, nuevamente hacia la casa del difunto. Se cree que si el rezandero o algunos de los “Rosarieros” da la espalda a la cruz, el muerto se puede regresar con el grupo y comenzará a penar; es decir, a salir y asustar. Cuando la gente regresa a la casa ya los familiares pueden sacar del cuarto del muerto la vela y el vaso de agua que debieron colocar en este recinto desde el día de su muerte y proceder a ocuparlo. Es de hacer constar que en el caserío “Los Tanques” jurisdicción del municipio Araure aún se conserva esta costumbre y con la reseña que de ella se hace en este trabajo, se pretende  enriquecer los conocimientos sobre el comportamiento ancestral de nuestros antepasados para tratar de conservarla como una muestra cultural que tiende a desaparecer.
Al llegar a La Esperanza localizamos al pescador Tomás Arellana, quien narró su experiencia:
Juan de El Morro es un espíritu que puede hacer bien, pero puede hacer  mal  también, depende  para lo que se busque. Yo pase un susto muy grande con ese personaje aquí mismo en la represa de Las Majaguas. Una tarde, como a las cinco, ya mi hermano y yo habíamos terminado de pescar, habíamos hallado bastante pesca: lebranches, bagres, pargos bocachicos, viejitas, coporos… Ya nos íbamos, cuando un muchacho llamado Félix, que vivía cerca de mi casa y que se ahogó aquí en la represa, salió del agua y nos dijo: Espérenme, para irme con ustedes… yo voy a ver si consigo un pargo blanco que acabo de ver junto a la pata de aquel palo y señaló hacia la represa. (Dentro de represa pueden observarse algunos árboles sumergidos). El muchacho se zambulló en el agua y viendo yo que pasaba el tiempo y no salía le dije a mi hermano: Voy a ver qué pasó y me eché un clavado. Cuando llegué al fondo sólo sentí un ruido muy feo y vi que venía una avalancha de piedras por debajo del agua. Sacando fuerza nadé hacia arriba y cuando salí mi hermano me estaba llamando desesperado: – Tomás…Tomás…Tomás-. Mi hermano me abrazó y me dijo: Tomás yo vi algo muy horrible, una ola se levantó del tamaño de una casa y yo le conté lo que vi en el fondo de la represa. Esperamos la salida del muchacho y éste no salió más.
Nosotros fuimos al pueblo a pedir ayuda y vinimos los buzos o sea gente que sabe nadar y ello testimoniaron que vieron al muchacho en la pata del palo donde él nos dijo que había visto el pargo blanco, que estaba agachado con los ojos abierto y que aún apuntaba con el arpón como si estuviera viendo la presa. Los buzos que eran bien valientes no se atrevieron a sacar ese “muerto”.
Don Pancho García, un anciano que ha vivido desde siempre en los alrededores de la represa nos contó que antes de que el Gobierno hiciera la majestuosa represa de Las Majaguas, él conoció en ese mismo sitio una laguna llamada La Cañada donde vio, una tarde, como 6 p.m. una culebra de unos doce metros de largo y un grosor aproximado de 80 centímetros. Esa laguna la absorbió la represa y se cree que esa culebra está dentro de la represa y es la que “encanta” a las personas que no aceptan las leyes de Juan de El Morro porque muchas personas la han visto y dicen que es como un monstruo por lo grande y escamosa por lo vieja.
El señor Guadalupe Vásquez (72 años) nos recibió con mucho entusiasmo y concertó con nosotros una nueva visita para que viniéramos preparados para asistir al Palacio de Juan de El Morro, ubicado detrás del cerro de El Morro. El señor Guadalupe nos pidió que lleváramos un litro de aguardiente, chimó, tabacos y velas. 
Cumpliendo con el compromiso adquirido llegamos, nuevamente a La Esperanza, el señor Guadalupe nos llevó al Palacio, después de recorrer una carretera de tierra, estrecha y solitaria que va bordeando el cerro de El Morro, dominios de Juan de El Morro. En la falda del cerro se levanta un altar, sin santos, sólo existen grutas adornadas con la bandera nacional. Allí Don Guadalupe, quien practica el espiritismo para curar males y mejorar la suerte de sus hermanos, nos ensalmó, antes de buscar la comunicación con Juan de El Morro. La experiencia fue de encuentro espiritual y luego regresamos al poblado. Durante el recorrido Don Guadalupe Vásquez relató: Existe un dueño para cada laguna… para cada río. Toda corriente de agua tiene su dueño: De que existe…. existe  y aquí en la represa Juan de El morro es el apoderado. Mire, en ese cerro de El Morro nunca ha vivido nadie, nadie ha hecho casa ahí porque lo respetan. La gente sabe que con él no se debe meter porque le va mal. Hay una historia de un muchacho de Acarigua que amaneció bebiendo allá y como a las siete de la mañana le dieron ganas de  venirse, con un amigo, a pescar para acá, para la represa, eso fue en la Isla de Piedra. Ese pobre muchacho parecía llamado a morir aquí, algo increíble. El amigo ya había sacado pescado bastante y estando ya  en la orilla, el muchacho agarró la tripa y se lanzó de nuevo al agua diciendo: Voy a darle la mano a Juan de El Morro y allí mismo se ahogó en la orillita, como a cinco metros y ninguno de los presentes pudo hacer nada. El muchacho se perdió y dicen que los buzos lo encontraron en el fondo de la represa, en una carretera, pero que no lo pudieron sacar porque estaba agachado y con los ojos abiertos, metido dentro de un rollo de culebra muy grande.
Otra particularidad digna de mencionar es que dentro de la represa existen carreteras, incluyendo la carretera vieja, vía Caracas, puentes, cementerios, incluso hasta hace poco se podían ver, en época de verano, las cercas y “peines” de las fincas que quedaron ahogadas debajo de las represa. Así  mismo hay diferentes tipos de vegetación y es asombroso ver, a veces, “baquianos” del sector caminar dentro del agua, para sorpresa de los visitantes que desconocen la existencia de los caminos y  carreteras dentro del agua. Otra cuestión que debo referirles y que también ocurrió aquí en la década de los años cincuenta, fue el compromiso que hizo el General Marcos Pérez Jiménez con Juan de El Morro para que éste dejara de hacer tantos estragos con la gente que venía a trabajar en la construcción de la represa y permitirá que el trabajo se realizara sin obstáculos.
Cuenta que ese pacto se realizó en la Montaña de Sorte, dominio de María Lionza y que el hermano Pedro Soterano estuvo presente. Allí se llegó a un convenio entré las partes y, según dicen,  Juan de El Morro pidió, a cambio de la donación de parte de su propiedad para la construcción de la represa, le dieran el poder para, durante cuarenta años, recoger todas las   almas de los seres que murieran entre Apartaderos y Acarigua, para hacerlos sus súbditos y nutrir sus dominios. El pacto fue aceptado y en el año 1995, supuestamente, se cumplieron los cuarenta años acordado para dar por concluido el negocio. 


Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero.
Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente,  en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.  


martes, 21 de abril de 2020

Leyendas llaneras (Vivencias y testimonios) 3. Los duendes (Carmen Pérez Montero)

La dulzura de su aspecto puede engañar a cualquiera.
Imagen el archivo de Joel González


LOS DUENDES
Se dice que estas criaturas extrañas son manifestaciones de los niños que viven en el “limbo”, porque mueren sin bautizo, son abortos o hijos que han muerto y que durante su corto paso por esta tierra fueron malcriados, llegando hasta el extremo de golpear a sus padres.
Para ilustrar este tipo de presencia sobrenatural no hizo falta efectuar entrevistas, debido a que existe una experiencia propia, muy concreta, con respecto a estos gnomos o Poltergeist y es que en una casa, ubicada en Acarigua y que fue de mi propiedad, por espacio de quince años hubo un duendecillo que vivió con nosotros, sin causarnos ningún problema grave. ¿Cuándo llegó?... No sabríamos precisar el momento exacto, pero llegó y después de tocar, suavemente, la credibilidad de los habitantes de la casa se instaló definitivamente con la familia.
Este duendecillo o espíritu burlón comenzó inesperadamente a producir ruidos de llaves en las cerraduras y a llamar por su nombre a los miembros de la familia con las voces de los demás integrantes y ya era usual que, estando la casa en silencio, cualquiera saliera de un cuarto o de algún sitio de la casa gritando: ya voy… y cuando llegaba frente a la persona que, supuestamente, lo había llamado, comprobaba que era falso, que nadie había hablado. Esta situación se repetía a diario, luego comenzó a apagar y prender luces, a abrir puertas y a cambiar de lugar algunos objetos. Sin embargo esta situación no amedrentaba a ningún miembro de la familia. Una vez, mi hija mayor regresó a casa después de su divorcio y David, nombre que ella misma le colocó y que después se familiarizó entre todos los habitantes de la casa y los amigos más allegados, se disgustó tanto por su regreso a casa que se puso insoportable. Una noche, estando yo de viaje, como a la una de la madrugada la despertó porque estaba casi sobre ella respirándole en la cara como un mono negro, que sigilosamente se escondió detrás de un escaparate. Otra vez lo vio con figura de verdugo colocado frente a su cama y acompañado de otros verdugos. Esa noche mi hija llegó a mi cuarto prácticamente privada, con los ojos fijos y sin poder hablar. David estaba realmente insoportable… silbaba, se veía su sombra cuando atravesaba las habitaciones de la casa, movía los carros u otros juegos de los niños, abría los chorros de agua de los lavamanos y del lavaplatos.
Pero una tarde llegó al colmo al encender el quemador  de una cocina a gas que no tenía piloto. Mi hija al ver esto, conjuntamente con una muchacha de servicio que trabajaba en la casa se dispuso a insultar a David con fuertes palabrotas y a correrlo para lo más profundo del infierno. Cuentan las dos jóvenes testigos de este episodio que un perro llamado Amigo que estaba parado en la puerta de la cocina, de repente, lanzó un chillido horrible y todo el pelo, desde la cabeza hasta la cola, se le paró como si fuera un cepillo de alambre. Transcurrió algún tiempo y la presencia de David no se sintió más en la casa.
Un año después mi hija se casó de nuevo y se fue de la casa. Yo me sentí muy sola y creo que extrañaba a David, sentía la casa vacía y muy fría. Una noche, como a las doce llamé a David, lógicamente, no lo vi, pero le dije que si él se sentía bien en nuestra casa, si le gustaba su silencio y ese ambiente de lectura y creación que podía regresar, que ya mi hija no estaba.
La tercera noche después de mi llamado, estaba dormida cuando sentí que la mesita de noche era movida por alguien que la mecía como si estuviera falsa en el piso. Desperté, recordé a David, sostuve con mi mano la mesa y le dije: Está bien, David, ya sé que llegaste. Inmediatamente volví a recobrar el sueño.
Una noche la profesora Juhdy Villegas y yo fuimos a una fiesta y como ella, en ese tiempo (1982), vivía en Píritu, acordamos que se quedaría en mi casa. Cuando regresamos eran como las doce de la noche y ella se bajó del carro para abrir el portón del garaje. Yo noté que ella se quedó paralizada y luego comenzó a gritar, pues de adentro de la casa salía un ruido muy fuerte como si una moto estuviera encendida en el garaje. Yo, rápidamente, bajé del carro y contra la voluntad de mi amiga que no quería que entrara a la casa, me introduje y vimos con asombro que en el cuarto que toda la familia nombraba como “el cuarto de David” estaba la máquina de coser trabajando a toda velocidad, sin poder ver a la persona que estaba cosiendo. Desde esa noche la profesora Juhdy Villegas jamás se volvió a quedar en mi casa.
En el año 1985 contraje nupcias y parece que a David no le cayó muy bien mi marido porque durante el año y medio que duró mi matrimonio casi lo enloqueció. Mi esposo llegó a verme caminar por la casa de un lugar a otro, teniéndome agarrada de la mano. Fue tanto el terror que sembró en él que en los últimos meses de matrimonio, teniendo llave de la casa, cuando llegaba primero que yo, como en la casa no vivía nadie más, él prefería esperarme sentado en la acera, pues no se atrevía a entrar solo a la casa.
Fue tanto el problema que me causó David en ese matrimonio que opté por buscar un sacerdote para exorcizar la casa. Después de hacer muchas diligencias logré hablar con el Padre Ramiro Castaño y él accedió a hacerme una visita para tratar de limpiar y bendecir la casa. El Padre Ramiro, mi esposo y yo nos ubicamos en el “cuarto de David” y cuando el sacerdote levantó la mano para hacer la señal de la Cruz, una foto de mis hijos, tomada el día de ellos hicieron la primera comunión y que estaba colgada en la pared, frente al Padre Ramiro, explotó con un fuerte ruido y cayó al suelo vuelta añicos. La foto estaba colgada entre dos vidrios y con una cadenita que servía de sostén en el clavo. Todo cayó y el clavo quedó incrustado muy fuerte en la pared conjuntamente con la cadena. Es de hacer notar que esa foto tenía más o menos diez años colgada en ese cuarto.
En una oportunidad, ya estando divorciada, en que viajé a Caracas acompañada por la profesora Juhdy Villegas, cuando llegué sola a la casa, porque ella no quiso quedarse, eran las doce y media de la noche y habiendo entrado y revisado las cerraduras de las dos puertas de la casa y consciente de que todo estaba normal, me dispuse a sacar unos libros que había comprado en el viaje y cuando estaba revisando alguien se me acercó, yo sentí su proximidad, y me habló al oído con un seseo tan profundo que sólo pude captar al final la palabra “más”. A mí se me erizó todo el pelo y casi me desmayo porque no pensé en David, sino en que algunos bandidos se habían introducido en mi casa y me estaban esperando. Saqué valor de mi Dios interno, giré mi cuerpo con la intención de negociar con los intrusos, pero mi sorpresa fue mayor al no ver a nadie alrededor. Enseguida le dije en voz alta: Así no, David. ¿Qué vaina es?… ¿tú me quieres matar de un susto?. Y sin temor de ninguna especie continué revisando los libros. Ese ser nunca me inspiró miedo y si narro todas las experiencias tendría que hacer una historia separada de este trabajo, porque en quince años son muchas las anécdotas vividas, no sólo por mí, sino por familiares y visitantes, por lo tanto se hizo una selección de los acontecimientos más inverosímiles registrados en este caso. La casa se puso en venta  y tardé cuatro años para poder venderla. Ignoro si David sigue viviendo en ella o no está conmigo en la granja donde habito hoy, pues no se ha vuelto a manifestar. Lo que sí es cierto es que la casa, posteriormente, ha sido vendida varias veces porque supuestamente la gente que la compra no puede vivir en ella por los acontecimientos anormales que allí suceden. 

Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero.
Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente,  en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.  

lunes, 20 de abril de 2020

Leyendas llaneras (vivencias y testimonios) 2. El Familiar (Carmen Pérez Montero)

Muchos hatos prosperaron gracias a este maleficio.
Imagen en el archivo de Ofelia Rodríguez Pérez



EL FAMILIAR
 En el llano portugueseño es común oír hablar del El Familiar que viene a ser aquella figura que El Diablo toma para presentarse en los sitios donde él y los dueños han celebrado algún pacto: “… suele suceder que Satanás se presente en persona o animal desconocido y aun puede ocurrir que lo haga en forma de tronco con las ramas cortadas”. El monje alemán Sufurino que en antiguos pergaminos hebreos advertía  a todas las criaturas del universo de la forma siguiente:
 “Los espíritus diabólicos acostumbran tomar toda clase de formas tanto de personas como de animales. Los más usuales, sin embargo, son las de dragón o de cabra, aunque algunas veces se presentan en forma de gato, gallina, cocodrilo, etc.”
Sin embargo, sea de la forma que fuere, las narraciones de los portugueseños han dado testimonio de lo que se conoce como “pactos con el Diablo”.
La señora Aurelia Quintero, habitante de la Aparición de Ospino narró: Cuando yo tenía 9 años vivía con mi hermana Lucía Quintero en Río Claro. Eso era muy solo en ese tiempo, imagínese yo tengo ya 56 años, ella vivía con un señor llamado Antonio Cáceres. Yo apenas estaba aprendiendo a leer las primeras letras. Casi no entendía ninguna lectura, pero yo siempre observaba que en una troja que había en la sala de la casa el señor Antonio guardaba celosamente un libro, el cual revisaba muy a menudo. Muchas veces, estando escondida, lo vi subir por la vieja escalera de madera, quitar unos sacos de fique y de un cajón sacar un libro rojo, grande, “mala comparación”, del tamaño de un Biblia. Un día mi hermana y él se fueron para el pueblo y me dejaron cuidando la niña. Era mediodía. Apenas ellos se fueron me encaramé en la escalera y con mucho temor de que ellos regresaran y pudieran sorprenderme, revisé rápidamente el libro. Me quedé realmente asombrada, porque como un milagro del mismísimo Diablo yo leí, sin vacilar, clarito lo que decía, lo recuerdo como si fuera hoy mismo. Por fuera decía: El Libro Rojo de la Cabra  Infernal y cuando abrí las paginas leí un párrafo  que decía, más o menos así: Para hacer un pacto con el Diablo debe conseguir tres huevos de una gallina negra y llevárselos, cuando sean las doce de las noche para un camino oscuro donde haya muerto alguien y este clavada una Cruz,  allí coloca uno delante de la Cruz y dos detrás… creo que había que llevarse los dos huevos que estaban detrás de la cruz a los siete días y el Diablo le aparecía a uno en forma de gallina negra. Lo cierto es que yo leí rápidamente lo que pude y luego muy asustada por lo que había leído y porque si mi hermana me conseguía revisando ese libro me daba una paliza, lo guardé cuidando de dejar todo como estaba originalmente, sin rastro de mi curiosidad. Ellos no regresaron. En la noche la niña se durmió. Yo me acosté con ella y dejé la lámpara de querosén encendida. Me dormí y ya en la madrugada, no tengo ni idea de la hora, desperté y vi el libro rojo sobre la cama, a mi lado, abierto en las mismas páginas donde había leído el pacto al mediodía, me levanté llena de miedo, coloqué el libro de nuevo en el cajón, lo tapé con los sacos y no dormí más, pendiente del libro hasta que amaneció. Yo jamás he sido sonámbula y sé que es imposible que con el temor que uno antes tenía yo haya dejado de guardar ese libro. Para mí fue un acontecimiento que nunca me lo he podido explicar.
En visita a Las Tucuraguas, más allá del Salto del Diablo, distante unos nueve kilómetros de la carretera Panamericana, entre Agua Blanca y San Rafael de Onoto, José Gregorio Vaca nos informa: Estando yo pequeño vivía con mi tío Antonio Vaca y éste le trabajaba a un señor llamado Pablo Falcón. Un día Falcón le dijo a mi tío: mire Antonio yo tengo ganas de hacer un pacto con el “Panaquire”, que así también le dicen a Lucifer. Una noche el hombre agarró un machete, un litro de aguardiente y se internó en la montaña. Fue solito. Ese otro día cuando apareció le dijo a mi tío: ya estoy listo, él me dijo que me daba progreso, dinero, salud; pero que le prometiera que al morir, él se haría cargo de mi alma. Yo acepté y entonces me dijo: váyase y cumpla… sabe.
A los pocos días vino un hombre extraño al lugar y le dio una fortuna a Falcón por unas tierritas peladas que tenía aquí en Las Tucuraguas. Falcón se residenció en Acarigua y fundó una carpintería, donde se dedicaba a hacer guacales. Día a día el hombre se enriquecía y el trabajo aumentaba. De todas partes venían los agricultores a encargarle guacales.
Falcón se puso millonario y mi tío que trabajaba con él en la carpintería le dijo: Mire Falcón, a mí me da mucho miedo ese pacto que usted hizo. Yo lo voy a dejar solo. Yo no sigo con usted… Falcón se quedó pensativo y a la semana le dijo a mi tío: Antonio yo esta vaina la he pensado mucho y voy  a hablar con el personaje aquel y le voy a decir que yo no sigo en este negocio. Así fue y no pasaron tres meses sin que los hijos de Falcón cayeran presos, la carpintería se quemó, y Pablo Falcón se murió.
En el fundo El Chaparral, por la vía de La Choconera, en Turén, también existió un señor de apellido Perozo que según, decía la gente del lugar, tenía pacto con el Diablo.
A este ganadero, según los comentarios, Lucifer le mandó un toro negro que era, supuestamente. El Familiar. Ese toro se encargó de recoger todo el ganado suelto que andaba por la sabana. Llegó un momento que el ganado no cabía en los corrales. Un día el dueño del fundo se enfermó y se agravó. La esposa, que desconocía el trato hecho por el hombre, mandó a buscar un sacerdote para que lo confesara y le ayudara a bien morir. Cuentan los testigos que presenciaron el acontecimiento que cuando llegó el sacerdote “El Familiar” saltó la cerca del corral, la cerca de la posesión y se fue camino abierto por la sabana, llevándose tras sí toda la inmensa manada de ganado vacuno.
En Sabana Dulce, Pedro Guédez nos refirió una historia que le contó su abuelo Don Gerónimo Laya y que ocurrió más o menos para el año de 1910, en un fundo propiedad de un señor de apellido Novellino.
Decían los campesinos que ese elemento tenía pacto con el Diablo y que en su hato había un toro blanco (El Familiar) que andaba suelto por la llanura y nunca lo pudieron enlazar, pero en ese hato cada vez aumentaba más el ganado y todas las semanas sacaban arreos inmensos de animales y el hato igualito, llenos los corrales. Un día el caporal del hato se dispuso, junto con otros peones, a enlazar el toro y cada vez que lo llevaban alcanzado parecía que se elevaba por los aires y se ponía más adelante… más adelante. Llegó un momento en que lo encerraron en una ensenada, todos eran buenos jinetes, llaneros amansadores, sin embargo, el toro desapareció  y apareció en la parte alta, mirando con ojos centelleantes. El caporal no se dio por vencido y con los peones le salió de nuevo al encuentro. El toro embistió al caporal e hirió de muerte al caballo. Cuando el caporal se agachó para tratar de auxiliar al caballo, el toro se paró en dos patas, bufeó muy fuerte, se regresó con los ojos despidiendo candela y corneó al caporal quien cayó al suelo agonizante. Los peones lo llevaron al corredor de la casona donde habitaban los dueños. El caporal pedía agua… agua. Los presentes negaron el agua al moribundo por considerar que era perjudicial debido a la grave herida que presentaba en el abdomen. El hombre murió y cuentan que durante muchos años fue común para los habitantes del hato oír por las noches el trote de un caballo que llegaba al corredor y se escuchaban los pasos hasta el tinajero donde servía el agua en la totuma. Luego se oían las pisadas de las botas de regreso y el pasitrote del caballo al alejarse de la casa. De la familia no se supo más nada, la hacienda se tornó en ruinas y la gente aún sostiene que en Sabana Dulce, en noches de luna clara se ve el toro blanco atravesar la llanura, corriendo como alma que lleva El Diablo.
En Píritu, estando agonizando, desde hacía varios días, el señor Esteban Pérez, cuñado de Don Albino Quintana, conocido comerciante de esa población de los años cuarenta y abuelo del periodista Coromoto Álvarez Quintana y encontrándose  de visita en la casa del enfermo la señora Petra Parada y en presencia de la niña Jovina Quintana (hoy viuda de Álvarez), llego en pleno día, un hombre a caballo, desconocido por todos, bajó de la bestia y entró al corredor de la casa, sin decir absolutamente nada, pasó a la habitación del moribundo, lo observó y de la misma forma como llegó, salió. Esa misma tarde Esteban Pérez dejo de existir. Después se regó como pólvora entre el pueblo piriteño el comentario de que éste hombre tenía pacto con El Diablo.
El señor Baudilio Mendoza, de 83 años de edad, residenciado en Palo Alzao, caserío ubicado cerca de Biscucuy, nos informó: se puede recibir beneficios de El Diablo sin necesidad de pactar con él, prueba de ello es la magia de las habas. Trato que uno hace sin correr ningún riesgo. Este trato se hace así: se mata un gato negro, un día sábado  cuando suene la primera campanada de las doce de la noche, se le mete un haba en cada ojo, otro debajo de la cola y una en cada oído. Luego se entierra en un solar desocupado que esté cercano a la casa y se le cubre de tierra, después se riega todas las noches con poco agua cuando sean las doce, hasta que las habas hayan brotado y estén maduras. Cuando esto sucede se corta la mata se lleva para la casa y se ponen las habas a secar para cuando llegue el momento de usarlas.
Una haba metida en la boca tiene la propiedad de hacer invisible a la persona. Manteniéndola apretada con el dedo del corazón de la mano izquierda se puede llamar a El Diablo y éste se presentará para ponerse incondicionalmente a las órdenes de quien posee el haba.
Se debe tener presente que por las noches cuando se van a regar las matas, se aparecen muchos fantasmas y manifestaciones extra-sensoriales para asustar al interesado. Eso es normal, pues al demonio no le gusta servir sin que haya mediado un trato, donde esa persona le haya entregado el alma. Es recomendable no asustarse y al llegar al lugar donde este enterrado el gato negro ponerse de rodillas, hacerse la señal de la Cruz y rezar un credo.
Se comenta que en Portuguesa cualquier persona que desee superarse económicamente puede venderle un familiar o un amigo a Lucifer sin necesidad de que la persona vendida tenga conocimiento del negocio realizado.

Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero. 
Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente,  en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.  

Puede consultar también: 
EL SILBÓN: VIVENCIAS Y TESTIMONIOS (Carmen Pérez Montero)

domingo, 24 de febrero de 2019

Tres historias de "El Comegente". Letras y audio musical

Sus víctimas eran hombres. Ninguna flor de nuestros campos llamaba su atención.
Imagen en el archivo de Barbuquejo 



El “Comegente de Venezuela”, José Dorángel Vargas Gómez, nacido en 1957, no es un personaje ficticio, pero sus acciones como asesino serial y caníbal (varios informes indican que son cuarenta sus víctimas), le hizo merecedor de un triste espacio en el imaginario venezolano. Los primeros reportes de sus fechorías datan desde 1995. Las siguientes versiones propias de la poesía musical llanera, asoman su impacto en la mitología popular.  


EL COMEGENTE  (Alfonso “El Negro” Palacios)
Fuente: Cheo Hernández Prisco (cantante)

Voy a pegar este grito
en tiples y tenoretes,
en tiples y tenoretes
para que el público vea
que este negro tiene suerte,
que este negro tiene suerte
al Táchira yo no vuelvo
ni que me ofrezcan billetes,
ni que me ofrezcan billetes.
Muchos me criticarán
diciendo que soy zoquete,
diciendo que soy zoquete
en la feria parrandeando
casi consigo la muerte,
casi consigo la muerte
si el tipo me hubiese visto
se da tremendo banquete,
se da tremendo banquete
ya me fuera escuartizao
convirtiéndome en filete,
convirtiéndome en filete
cuando supe la noticia
se me aflojaron los dientes
el cuerpo se me erizó
como picao de serpiente,
como picao de serpiente
se los voy a describir
en mi canto brevemente,
en mi canto brevemente
lo llaman Dorángel Vargas
tiene un aspecto demente,
tiene un aspecto demente
una barba larga y sucia
parecido a un indigente,
parecido a un indigente
su casa, un  lugar sombrío
la cabecera de un puente
entre sancocho y fritura
se ha comido veintisiete
carga una lanza tigrera
un puñal y dos machetes
sólo les bota las patas
el mondongo y los jarretes
la prensa lo reseñó
“El Andino Comegente”.

Cuando estaba declarando
lo dijo cínicamente,
lo dijo cínicamente
“Me gusta la carne humana
desde que era adolescente,
desde que era adolescente
los muchachos y mujeres
tienen sabor diferente,
tienen sabor diferente
me gusta la carne de hombre
porque sabe es aguardiente,
porque sabe es aguardiente. 
Escuchen amigo mío,
mis hermanos y parientes,
mis hermanos y parientes
el loco carga una lista
más larga que un expediente,
más larga que un expediente
en Acarigua tenía
casi listo al gordo Pepe
un tal Jesús Jotahola
gran caballista de Oriente,
gran caballista de Oriente 
al presidente ´e Feveco
que es diputado suplente
en Las Mercedes del Llano
daría su golpe de suerte,
daría su golpe de suerte
porque supo que Gaspar
estaba de rechupete
a Nicolás Espinoza
el que narra alegremente
como es flaco y canillón
le zamparía un sólo lepe,
le zamparía un sólo lepe
también Miguel y Miguel
el del sonido excelente
allá en la Hacienda Boraure
iba a montar un templete
pa´ atrapar el loco César
parrandero consecuente
pero le dieron noticia
que este es un loco valiente
comenta Armando Marcano
de una manera ocurrente
“Ese loco, mi compae,
es una constituyente”.      

EL COMEGENTE  (Winston Leal)
Señores, qué les parece
el fulano Comegente,
es un nuevo personaje
que salió en el siglo veinte
unos dicen que está loco
y yo pienso diferente
yo pienso que ese es un vivo
astuto e inteligente
él dice que ha matao quince
yo creo que son más de veinte
y le gusta son los hombres
que sean grandotes y fuertes
para comerles la lengua
con yuca frita en aceite
eso es un tronco de mentira
yo no agarro ese paquete
para mí es un traficante
que vende órganos de gente
porque los que él ha matao
los ojos no le aparecen
y ahora como lo agarraron
él vive tranquilamente
a contar la historia falsa
haciéndose el inocente
él lo dice tranquilito
pa´ que crean que está demente
y el fulano condenao
dice que no se arrepiente
lo dijo en televisión
para  que el público piense
que está loco de remate
a ver quién se compadece
hay que andar ojo pelao
como dijo el Presidente
a todos los borrachitos
que les gusta el aguardiente
no vaya ser que lo suelten
y aparezca de repente
y los encuentre dormidos
y los ajunte con dientes
el que no mata lanciao
lo mata con un machete
y ni siquiera espabila
ni se le arruga la frente.
          
Voy hacer un comunicado
y lo voy a mandar urgente
que se le averigüe bien
la vida del Comegente
si tiene apellido y nombre
debe de tener parientes
entonces dónde se encuentran
que ahora ninguno aparece
otra cosa que le pido
al Gobierno competente
que agarren a ese chivú
y que por favor lo afeiten
y lo lleven a la morgue
para ver si le apetece
un muerto descuartizao
y se lo ponen al frente
yo apuesto fuertes a lochas
y qué a que no se le mete,
pero cuando lo rechace
amárrenlo fuertemente
y le meten en la boca
un clavo que esté caliente
o le den una paliza
hasta que quede inconciente
después que se recupere
si esto no es suficiente
siéntenlo sobre una silla
pero que tenga corriente
y no lo bajen de allí
hasta que no se reviente
también le pido al Gobierno
en nombre de los dolientes
que a las personas así
aplíquenles pena de muerte,
ojalá la decretaran
junto a la constituyente
y así toditas las cosas
marcharán correctamente.

EL COMEGENTE Y EL SALVAJE  (Sergio Cuba)
Una vez en el Tinaco,
pasó algo muy sorprendente
en la panificadora
se apareció el Comegente
pidió que le despacharan
medio litro de aguardiente
se lo echó de  un solo trago
igualito a un indulgente,
igualito a un indulgente
y se echó una carcajá
salió soplao de repente
se detuvo en Las Galeras
viendo a quién podía comerse
venía pasando el Salvaje
y nos vimos frente a frente
me dijo: “ Vine a comerte
los muslos y los cachetes ”
como cargaba una lanza
me aguanté pa´ sorprenderle
en un descuido que tuvo
le di una patá en la frente
cuando cayó al pavimento
se le partieron los dientes
llegué  y me  le  monté arriba
casi no podía moverse
pero tenía mucha fuerza
ese tragón comegente
rodamos como cien metros
esperen que se los cuente
y se apartaban los tigres
ciempiés  vienen, y serpientes
se alborotaron los pájaros
pensaban que era un torrente
y le di con mi garrocha
pa´ que le diera corrente
y se quedó muy tranquilo
de un modo muy complaciente
ya no come carne humana
pues le gusta el majarete.

Voy a seguirles contando
que pasó con el demente
lo amarré con una soga
y se lo llevé al Presidente
enseguida dio una orden
a todos sus concurrentes
que vengan los generales,
coroneles y tenientes,
coroneles y tenientes
condecoren a este hombre
que ha atrapado al Comegente,
con una estrella dorada
revienten muchos cohetes
y que su fama se riegue
por todito el continente
el Salvaje ´e  Las Galeras
ha atrapado al Comegente
yo voy a recomendarle
oiga, señor Presidente,
no torturen a este hombre
que siga comiendo gente
que se coma a Montesino
viejo malvado y zoquete
por llevarse del Perú
casi todos los billetes
que le coma la barriga,
las manos y los cachetes
pa´ cuando vaya pal baño
casi no pueda moverse
y se parezca una rana
montado en un taburete
así quiero que le pase
a los otros presidentes
que dejaron al país
viviendo su propia suerte
yo si quiero a mi país
oiga, señor Presidente,
si no cumple a Venezuela
lo agarrará el Comegente.

Disfrute de un audio musical de estos poemas musicales en:
https://www.youtube.com/watch?v=Zpd_mB0SGhk

Estas versiones se toman de: “Análisis de Figuras espectrales en el Corrío y Leyendas del Canto  Llanero Tradicional”, de Isaías Medina López. Duglas Moreno y Carlos Muñoz Lamas, publicado en Caracas (2018),  por la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU), del Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior, Ciencia y Tecnología –Consejo Nacional de Universidades.