Manuel Feo La Cruz
MUERTA LA MUERTE
III
Muerta la soledad, queda la muerte,
Y me preguntas con temor velado
Cómo acallar su grito desgarrador,
Cómo vencer su palidez inerte.
Es de temor de perderme y de perderte
tras la sombra asfixiante del murado;
de perder estas voces que en sagrado
instante del amor nos dio la suerte.
En ellos, corazón no mancillado;
en su clara mirada para verte;
en su mundo de paz iluminado,
esta luz eterna, de tal suerte
que en su vida la nuestra ha continuado:
muerta la soledad, muerta la muerte ¡
IV
Este grave metal de la campana
-en plomo de tormenta derretido-
anuncia la llegada del olvido
en crucero de luz por la mañana.
Alza bronca su voz en la lejana
espera del amor languidecido
y vierte la acritud de su sonido
como lluvia lodal en la fontana.
Es la voz de muerte su gemido;
es un cántico gris a hora temprana;
es puñal en costado mal herido.
Mas, dime tú de sueños hortelana,
que no temes la
muerte ni el olvido,
sino el grave metal
de la campana!
V
Aunque la muerte haya
muerto, no mueras.
Vierte el amor en tu
lámpara sonora
y llama la emoción
donde mora
la paz indefinible de
las eras.
Aunque la muerte haya
muerto no mueras.
Acerca tu calor a la
canora
huerta que ha
nuestros hijos enamora
con florecer de
innúmeras quimeras.
No mueras, de mi ser
horticultora ¡
Bien sé que, en el
recuerdo, si murieras,
aliento de mi amor,
como es ahora.
Tu huella rondaría
mis esperas;
más, para recordar,
aún no es hora.
Aunque la muerte haya
muerto, no mueras!
Gerardo González Vásquez
LA MUERTE NOCTURNA
La muerte tiembla
cuando yo despierto
y se acobarda de su
propio engaño.
La he vencido en el
alba. Su rebaño
de sombras fue un
carámbano en mi huerto.
Muy lejos de la
noche, me convierto
en la última pirámide
del año.
Y entibian mis
aristas el extraño
sol que alumbra en un
místico desierto.
La muerte me acompaña
mientras duermo
con el dolor de su
esqueleto enfermo
pero en fracaso su
misión concluye,
porque mi cuerpo, sin
mortal herida,
en nocturno combate
por la vida
la cansa, la derrota
y la destruya!...
Poema de Nieves Clemente
Yo quiero vivir pecando
entre un vaso de aguardiente
con el tintero presente
cuando me estén fustigando.
Yo quiero vivir cantando
y morir por el derecho.
Que pá todos haya techo
y la luna campanera
bendiga el trigo en la era
con la musa de mi pecho.
Orlando Araujo
CANCIÓN AL HÍGADO DE CAÑA Y MUERTE
Extraño ser metido en mis entrañas
silente defensor de mi locura
a ti debo la vida que perdura
en el amor y en todas sus hazañas.
Sólo Dios sabe cómo tú me amañas
y cómo quieres a esta vida dura
para seguir conmigo en la locura
de las letras y el canto de las cañas.
Conozco hígados tristes y sin dueño
que en cuerpos sin amores y sin vinos
jamás sintieron la embriaguez de un sueño.
En cambio tú, amigo, eres divino
y sé que estás muriendo en el empeño
de no dejarme solo en el camino.
Nemesio Antonio Alvarado Mendoza
DÉCIMA DEL AGUARDIENTE
I
Yo he visto unos caballeros
que dicen saber beber
pero los he visto caer
el día menos pensado
y solo en mí se ha notado
este mal tan diferente
no más a los inocentes
castigan por el licor
y de este modo Señor
todos toman aguardiente.
II
Tiene un secreto tan fino
este licor soberano
que el padre toma lo humano
y el rico lo divino
como toma el capuchino
metido entre su capote
también toma el sacerdote
metido en su casucha
y el monaguillo la suya
y que a mi nada más se note.
III
La más digna señorita
toma sin ser rescatada
y le dicen a la criada
dame acá una migajita
y cuando la ven tontica
ay que beso señorita
una niña tan decente
que parece un serafín
pero es capaz de darle fin
a un alambique caliente.
Poemas Tomados del Proyecto de Extensión
Universitaria: ANTOLOGÍA DE LA DÉCIMA
POPULAR EN EL ESTADO COJEDES (UNELLEZ-San Carlos) Autor: Isaías Medina
López
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