Como si José Ramón Lucena me hubiese pedido que
escribiera esta glosa
Tú dices si
no la olvido Y tú, tan alto y tan alto
O dime si
no la aguanto, Mirando mi desconsuelo
Si al fin y
al cabo, mis ojos Sabiendo que soy un hombre
Se van a
llenar de llanto. Que está muy lejos del cielo.
I
Tú dices si no la olvido
Guitarra que me acompaña,
decímelo, si me
engaña
en el calor de
otro nido.
Mujer, no tiene
sentido
decir que ya no te falto,
si ayer tomé por
asalto
el fortín de tu
altivez...
hoy me arrastro
hasta tus pies,
y tú, tan alto y tan alto.
II
O dime si no la aguanto,
guitarra de medianoche,
dime por qué este
reproche,
si la quiero
tanto, tanto.
Escucha, cariño santo
este canto hecho
desvelo,
si yo detengo mi
vuelo
en alianza con la
brisa,
tú te mueres de la
risa
mirando mi desconsuelo.
III
Si al fin y al cabo mis ojos
no han de vivir sin los tuyos
que son mágicos
cocuyos
en mi senda con
abrojos.
No le pongas más
cerrojos
al castillo de tu
nombre
que todo el mundo se asombre
por esta extrema
locura,
¿por qué no me das
ternura?
Sabiendo que soy un hombre.
IV
Se van a llenar de llanto
mi alma y mi
corazón
por la triste
conmoción
de las musas de mi canto.
Ángeles, virgen y
santo
rezarán por mi
consuelo;
y hasta el Satán
de mi anhelo
reirá de mi triste
historia
cuando sepa que mi
gloria
está muy lejos del cielo.
SERENATA HUASTECA
Al bohemio Antolín Tovar
Betancourt, (Q.E.P.D.),
quien con su guitarra, cantando esta serenata,
enamoró a mi hermana Olinda.
Yo no
bajaré la luna
ni las
estrellas tampoco
aunque no
tenga fortuna,
me querrás poquito a poco.
José Alfredo Jiménez
I
Tú me pides tantas cosas.
Yo, sin podértelas
dar,
pides el azul del
mar
y el aroma de las
rosas;
pides –entre tantas cosas-
las nubes, una por
una,
mas la suerte me
importuna
aquí, en esta encrucijada...
yo no puedo darte
nada,
yo no
bajaré la luna.
II
Quisiera darte del río
el ímpetu de las olas,
regalarte las
cabriolas
de un potro en libre albedrío;
y el pobre corazón mío,
medio cuerdo y medio loco,
cada vez que yo te
evoco
entre tantas maravillas,
no puede darte
cabrillas
ni las estrellas tampoco.
III
Sé que se opone el destino
a que un día sea tu dueño
y así naufraga mi
sueño
en un vendaval marino.
Me he trazado como
sino
–aunque el tiempo
nos desuna-
ser espejismo en
la duna
de tu epidermis,
mujer...
yo he de gozar tu
querer
aunque no tenga fortuna.
IV
Tú dices que me aborreces
pero lo niegan tus ojos,
yo sé que ardo en
tus antojos,
aunque no me perteneces,
pasarán días y
meses
y yo, con mi
empeño loco...
los ímpetus que
provoco
en tu alma, vida
mía
me dicen que, día
tras día
me querrás
poquito a poco.
CUANDO SALE
LA LUNA
Yo sé que
no hay en el mundo Cuando estoy entre tus brazos
amor como
el que me das siempre me pregunto yo,
y sé que
noche con noche ¿cuánto me debía el destino va
creciendo más y más. que contigo me pagó?
José Alfredo Jiménez
I
Yo sé que no hay en el mundo
Un idilio más fogoso
que este amor lleno de gozo
y erótico en lo
profundo.
Luego de aquel ¡NO! rotundo
fui Quijote de fracasos,
luego de seguir
tus pasos,
volvimos al mutuo
acuerdo...
ya ni el pasado recuerdo
cuando estoy entre tus brazos.
II
Amor como el que me das,
tierno, hechizante y altivo;
delirante y
excesivo;
incomparable y
audaz,
es un romance
tenaz
que del corazón
brotó
y en el alma se
sembró
como en la tierra
el mastranto...
¿por qué te amo
tanto, tanto?
Siempre me pregunto yo
III
Y se que noche con noche,
sin pudor y sin sosiego,
nuestra pasión,
hecha fuego
se habrá de soltar
el broche;
y después que mi
ansia troche
morenez de tu
camino
y libe con gusto
el vino
de tu macerada
piel,
preguntará como
aquel:
¿cuánto me debía el destino?
IV
Va creciendo más y más
este idilio, como el trigo,
y esta alcoba es
la testigo
más confidente y veraz.
Sobre nuestro
fuego hay paz
que el deseo consolidó
y en los azares jugó
mi amor en buena
partida...
¿cuánto me debía la vida,
que contigo me
pagó?
Poemas tomados de "Estoy en el rincón de una cantina"(Glosas de la Rancheromanía), del poeta Yorman Tovar (Guanarito, estado Portuguesa), del mismo autor una ofrenda adicional
AQUELLA NOCHE DE ABRIL
Como yegua retozona
vibra el arpa en el cordaje
y el cuatro, al son de un pasaje,
con las maracas se entona,
un motivo me emociona
en este baile cerril,
calmaste mi ansia viril,
y al cobijo, en la majada,
desbaraté
la alambrada
de
tu orgullo femenil.
Tú escobillas, relancina,
mientras que yo zapateo
al compás del bordoneo
en la noche campesina.
De esta parranda genuina
–flor anónima y cerril-
recordaré que en abril.
Al calor de la majada
desbaraté
la alambrada
de
tu orgullo femenil.
Bonita pero orgullosa
eras única en el llano,
salida de los arcanos
encendidos de la rosa,
eras prohibida diosa,
oronda en tu “sexapil”
y yo, cimarrón, cerril,
padrote de las yeguadas
desbaraté
la alambrada
de
tu orgullo femenil.
Hoy de la nostalgia, presos,
lejanos de la aventura
recordamos la locura
de tan cálidos excesos.
¡Ah, mundo los dulces besos
de aquella noche de abril!
Con el ansia juvenil
y la osadía desbordada…
desbaraté
la alambrada
de
tu orgullo femenil.
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