De cuando “El Capitán de la
palabra” Orlando Pichardo
tecleó 20 veces seguidas esta canción en la
rock-ola.
Mis amigos
me dijeron
ya no riegues esa flor,
esa flor ya
no retoña,
tiene muerto el corazón.
Gasson
I
Sin una flor encendida
se marchita mi
vergel...
cuando el amor es infiel,
de poco sirve la
vida...
palomita
consentida,
tus desdenes me
dolieron,
tus amoríos no
murieron,
pero están
agonizando...
sé que me estás engañando,
mis amigos me dijeron.
II
Me lo insinuó un colibrí
que ayer libó de tus mieles,
las milpas y los
laureles
y el espacio “azul
turquí”,
¿por qué me
escogiste a mí
para sembrar tu
dolor?.
Un gorrión madrugador
me suplicó
lastimero:
¡jardinero,
jardinero!
¡ya no riegues esa flor!.
III
Jamás pensé que tus besos
me pagaran con
agravios,
entregándose a otros labios
con devaneos traviesos.
En mí quedaron
impresos
dulces recuerdos
de ensoña-
ción, y la negra ponzoña
de tu risa y de tu
aliento...
con razón me dijo el viento:
¡Esa flor ya no retoña!
IV
No retoña en primavera,
mucho menos en
estío,
igual al corazón
mío,
náufrago de una
quimera.
Chatita
refistolera,
tu romance
cimarrón
desmoronó mi
pasión
con semejante
crueldad...
con razón, mi
humanidad
tiene muerto el corazón.
LOS LAURELES
Sencillamente, para Omaira
¡Ay que tristeza me da! La perdición de los hombres
Cuando te
llenas de orgullo Son las benditas mujeres,
De ver a mi
corazón aquí se acaban cantando
Enredado
con el tuyo. los versos de los laureles.
I
¡Ay qué tristeza me da!
Mirarme en esta cantina
Por tu amor, mujer divina,
desvariando de
ebriedad.
Fuiste flor de resedá
en vergeles de renombres...
y aunque a mi vida
la escombres
sepultando mi destino,
son las mujeres y el vino
la perdición de los hombres.
II
Cuando te llenas de orgullo
recobras más hermosura,
más candor y más
ternura,
preciosa flor en capullo,
por esto, mi amor,
intuyo
todo lo ingrata que eres
y pienso, que en
los placeres
en esta vida azarosa,
mi desgracia más
graciosa
son las benditas mujeres.
III
De ver a mi corazón
herido y enguayabado,
vivo la vida
acodado
en este viejo mesón.
Dedíquenme otra canción
en la rock-ola
sonando,
que aquí seguiré llorando
mientras escucho
un pasillo...
hombres como
Jaramillo
aquí se acaban cantando.
IV
Enredado con el tuyo
ha de morir mi
recuerdo
sollozando, porque
pierdo
tu hermosos y
cálido arrullo.
Sólo quedará un
murmullo
de brisa entre los
claveles;
y entre rameras
infieles,
apostado en esta barra
cantaré con mi guitarra
los versos de
los laureles.
LA MALAGUEÑA
Besar tus
labios quisiera
y decirte, niña hermosa,
que eres linda y hechicera
como el
candor de una rosa.
I
Malagueña salerosa,
diosa de griego
perfil,
hecha de magia
sutil,
en mi vergel
tierna rosa.
Eres la potranca
briosa
que saltó la
talanquera...
¡malhaya si yo
pudiera!
apaciguar tus resabios.
quisiera besar tus
labios,
malagueña salerosa.
II
“Yo te concedo razón
si por pobre me desprecias”
yegua de pisadas recias
trochando mi corazón,
se desboca mi pasión
por ti, mi
potranca briosa,
malagueña salerosa,
princesa
venezolana,
cantar quiero en
tu ventana
y decirte
niña hermosa.
III
“A cambio de mi pobreza
te ofrezco mi
corazón”,
océano de pasión
donde el amor se embelesa.
Deseo tu boca de
fresa
y tu esbeltez de palmera;
y tenerte
prisionera
en celda de mi alegría
y decirte, vida mía
que eres
linda y hechicera.
IV
Dos hermosos alazanos
son tus ojos de
luceros,
dos senos
pasitroteros
se me fugan de las
manos.
Dos embrujos
puritanos
tus labios de
pomarrosa,
¡bonita, pero
orgullosa!
hecha de flores y miel...
por eso tienes la
piel
como el
candor de una rosa.
LA VERDOLAGA
Aunque me
veas inocente
en las
cosas del amor,
no me gusta
lo corriente,
consumo de
lo mejor.
Rubén de Fuentes
I
¡Ay! de aquel que a las mujeres
se entrega como un borrego,
vivirá pidiendo a ruego
en redil de los placeres.
Tú afirmas que no me quieres
porque no soy competente
para tu furor ardiente...
¡pero si no me has probado!...
yo soy ducho en el pecado,
aunque me
veas inocente.
II
¡Ay! Del pobre desdichado
que ante una mujer se amanse,
porque sufrirá el percance
de morir crucificado.
Quieres tenerme a tu lado
pero me muestras temor,
voy a pedirte un favor:
¡dame el lirio de tu piel!
Para que veas que soy fiel
en las
cosas del amor.
III
¡Ay! De aquel hombre sumiso
que a doblegarse se atreva,
ignorando que, por Eva,
Adán perdió el paraíso.
Hagamos un compromiso
excéntrico, diferente
de lo que hacen, comúnmente
los amantes en el nido...
quiero placer encendido,
no me gusta
lo corriente.
IV
¡Ay! De aquel que en amorío
prometa arrumacos tiernos,
ya le mirarán los cuernos
igual que macho cabrío.
Me disculpas, amor mío,
si te pido otro favor:
si me vas a dar amor,
ponle manos a la obra,
no pretendas darme sobra,
consumo de
lo mejor.
Poemas tomados del texto "Estoy en el rincón de una cantina" (Glosas de la Rancheromanía) del poeta Yorman Tovar. nativo de Guanarito, estado Portuguesa
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