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viernes, 24 de abril de 2020

Leyendas llaneras (testimonios) 6. El Venado de Piedra. La Culeca. (Carmen Pérez Montero)

Frente al Venado de Piedra no se puede bajar la guardia.
Imagen el archivo de La Voz del Joropo


LA CULECA
En la actualidad Mesa de Cavacas es un pueblo pintoresco, semejante a muchos que existen diseminados por el Llano venezolano. Calles largas donde se concentra toda la vida pueblerina: plaza, iglesia, medicatura, prefectura, comercio y tráfico de bicicletas.  Sus habitantes sostienen, sin conocer la verdadera historia, que esa altiplanicie fue el primer asiento de Guanare. Aún posee estructura de casas que pertenecieron a acaudaladas familias de principio del siglo pasado.
Esta población fue diezmada por el vómito negro y la fiebre amarilla. Según testimonio de las personas entrevistadas, sólo sobrevivieron: la niña Dolores Herrera, Rosa Medina, Juan Pastor, Juan Ochoa, Manuel Medina y la señora Juana de Márquez, quien según su propio testimonio, se vio en la necesidad de abandonar su casa en compañía de su madre y hermanos para trasladarse a Guanare, donde ellos murieron. Ella al quedar sola y convertirse en mujer se casó con José Márquez, vecino de Guanare, y después se trasladó con él, nuevamente a Mesa de Cavacas, recuperó la casa materna, frente a la Plaza Bolívar. Hoy está residenciada en esa casa, desenredando lentamente sus recuerdos infantiles.
La magia de este pueblo hospitalario me absorbió y, a pesar de que vine buscando la leyenda de “Un baúl encantado”, que según la información recogida se encontraba enterrado en una de las casas más viejas del pueblo, lo cual fue imposible confirmar, me encontré con la leyenda de La Culeca:
El señor Ramón Toro narró que una noche que él venía de La Aguadita, sector llamado así porque allí le daba agua al ganado  (hoy existe en ese lugar la urbanización La Goajira), acompañado por una mujer que traía un niño en sus brazos, al pasar por un sitio llamado Los Mangos, estando claro y sin presagio de lluvia; repentinamente comenzó a llover torrencialmente y Ramón con sus acompañantes tuvo que guarecerse debajo de las ramas de los frondosos mangos. Allí con la luz de los relámpagos, pudieron ver claramente a una gallina con muchos pollitos, la cual cacareaba de manera fuerte y continua. Ramón jamás se ha explicado su presencia debido a que por allí no había casas cerca. Además cuando la gallina con su bandada de pollitos desapareció el invierno cesó y la luna volvió a brillar. Ramón, la mujer y el niño continuaron el camino sin ningún temor.
Caso similar le ocurrió al matrimonio Terán Dorantes. Doña Juana (68) y Don Ricardo (72), estando recién casados (1935) fueron a buscar leña a la loza da La Montañita (hoy urbanización La Goajira). Eran las cinco de la tarde, aproximadamente, cuando ya tenían preparados los haces de leña, el cielo se oscureció repentinamente y entre truenos y relámpagos se desató una tormenta. Fue tan fuerte el aguacero que la leña que habían cortado se mojó y por esta razón acordaron dejarla para buscarla después. Cuando se disponían a salir de la montaña, aun lloviendo, vieron una gallina jabada  culeca con muchos pollitos que piaban insistentemente. Esta anormalidad no asustó a los recién casados, pero sí les extrañó, pues la casa más cercana era la de María Mercedes que quedaba en El Zanjón, más o menos a un kilómetro de la montaña, por lo tanto era muy difícil que esta gallina con sus pollitos estuviera tan lejos de la casa. Como a las cinco y media de la tarde oyeron un estruendoso ruido “como si un trozo de cuero seco se hubiese desprendido de un árbol” ---dijo Doña Juana---. Ese ruido si les asustó y salieron presurosos del monte. No habían terminado de salir cuando el invierno cesó y volvió a reinar la claridad. A los tres días se supo que un vecino sacó un cantarito lleno de monedas de plata de la pata del árbol seco donde estuvo recostada Doña Juana Dorantes de Terán, mientras el señor Ricardo Terán depositaba a sus pies la leña que, posteriormente, vinieron a recoger.
Los esposos Terán Dorantes aseguran que donde sale La Culeca es seguro que hay dinero o tesoros enterrados, porque según cuenta la leyenda que ha trascendido de generación en generación, en tiempos pasados muchos habitantes de Mesa de Cavaca se hicieron ricos sacando botijas y entierros que le señalaba La Culeca los viernes santos, pero los beneficiarios deben ser seleccionados por La Culeca y los esposos Terán  Dorantes no fueron favorecidos. 



EL VENADO DE PIEDRA
José León Tapia, reconocido escritor barinés, en su obra El Tigre de Guaitó, sustenta esta leyenda, cuyo origen supone que se pierde en las páginas de la conquista y ha perdurado en la cultura del campesino larense, del barinés y del portugueseño. Refiriéndose al  General Rafael Montilla dice:
Caminaba días con la ilusión ingenua de   Encontrar el venado blanco con la caramera de catorce puntas, tan encantado y pleno de magia, que para matarlo   se necesitaba un cuchillo con la cruz labrada a cuchillo y cera  Bendita de una vela de Semana Santa.
En un sitio llamado La Palma, más allá de Chaparral y Mijagual, cerca de Agua Blanca, a Remigio Urbano le salió el Venado de Piedra o la Sierva de Piedra, porque él no pudo precisar el sexo del animal, sólo sabe que una tarde como a las cuatro él se internó en la montaña  para ver si conseguía algún animal para llevar carne para la casa y en un paraje donde había un chorrito de agua vio un venado que estaba calmando su sed. Al instante Remigio preparó su escopeta y se dispuso a cazarlo, pero no se explica porque no disparó sino que  siguió detrás del venado que caminaba lento a corta distancia. Él lo fue llevando y lo fue llevando hasta que Remigio extenuado se paró al pie de un cañafistolo grande que había en el monte, allí se quedó dormido. Cuando despertó duró dos días perdidos y gracias a Dios consiguió el chorrito de agua donde había visto el venado y  por eso se orientó y pudo salir de nuevo a la carretera. Remigio  todavía no sabe por qué no le disparó al venado.
Serapio Argüelles, un campesino de Motañuela, caserío ubicado detrás de Tapa de Piedra, por la vía de Barquisimeto narró: Una noche me fui a cazar con un compadre mí llamado Nicolás Cedeño, de Acarigua, por los alrededores de la represa de Las  Majaguas y cuando ya estábamos internados en la montañita, nos salió un venado grande y cuadrado, bien jamao. Yo le dije a mi compadre, que es mejor tiro que yo: Zámpale, compa…que no se vaya. Mi compadre se asentó la escopeta en el hombro y al mismo tiempo que él se acomodó pa` echale plomo al bicho, éste se paró frente a nosotros y se quedó mirando con ojos muy extraños, parecían centellas. Los dos nos miramos con temor y el venado duró buen  rato parado sin que mi compadre pudiera dispararle. Luego se desapareció sin verlo correr, ni el rumbo que cogió. Ahí mismito, frente a nosotros. Inmediatamente, muy asustados, nos regresamos para la casa.
Los cazadores siempre han sido presa de espantos y aparecidos que, supuestamente, custodian las reservas naturales de la tierra. El señor Francisco Sivira nos narró una experiencia que le sucedió en sus años de adolescentes:
Nosotros, Silvestre, Oswaldo y Arístides Bracho, una hermana de ellos llamada Alejandra, Pedro Jiménez y yo, estando muchachos, nos gustaba mucho la cacería y siempre acostumbrábamos hacerle trampa a los animales.
Una vez, aquí en Caramacate, todo esto era posesión de mí papá. Los muchachos se vinieron a quedar un tiempo con nosotros, entonces nos pusimos de acuerdo y preparamos 18 trampas cada uno hizo tres, porque hasta la muchacha hizo las de ella. Se trataba De un hueco como de un metro de hondo, los cuales tapábamos con bejucos y hojas secas. Todos los días al levantarnos salíamos a  revisar las trampas y siempre caían picures, conejos, cachicamos, rabipelados y hasta lapas. Una mañana como a las once, estábamos revisando las trampas y todas estaban vacías. En la penúltima   conseguimos una mapanare enrollada y en la última un picure.
Oswaldo gritó: Aquí esta uno y una voz que venía por dentro de la  tierra como desde la primera trampa respondió con tono  espeluznante: Aquí esta otro. Todos salimos corriendo para la casa y hasta la fecha, ya tengo 64 años y no he vuelto a cazar con trampas


Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero.
Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente,  en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.  


martes, 28 de mayo de 2019

I CONCURSO DE VIVENCIAS LITERARIAS “MISTERIOS Y FANTASMAS DEL LLANO” (Narrativa y Dibujo)

Imagen en el archivo de Ofelia Rodríguez Pérez



BASES DEL I CONCURSO DE VIVENCIAS LITERARIAS “MISTERIOS Y FANTASMAS DEL LLANO” 
(Narrativa y Dibujo)

La Coordinación de Enlace Cultural del Vicerrectorado de Infraestructura y Procesos Industriales de la UNELLEZ, con el objetivo de incrementar nuestro patrimonio cultural, declara abierto el I Concurso de Vivencias Literarias “Misterios y Fantasmas del Llano”, el cual se regirá por estas bases.

1) Se podrá participar con obras de origen individual, familiar y/o de grupos culturales, siempre y cuando, su responsable principal sea  estudiante activo de pregrado o postgrado así como también cualquier obrero, empleado y docente (activo o jubilado) del VIPI. También los hijos de los antes nombrados.
2) Solo podrán concursar  obras no antes publicadas en ningún  medio de comunicación, incluyendo Internet.  El tema del concurso son los cuentos, historias, poemas, fábulas,  guiones de radio, televisión, teatro y cine, cuadros de costumbres, comics,  leyendas y crónicas  relacionadas con vivencias experimentadas con misterios y fantasmas ambientados en  el medio rural o urbano del Llano y del municipio “Andrés Eloy Blanco”  del estado Lara.
Por ejemplo: apariciones y desapariciones inexplicables; lugares espectrales; crímenes fantasmales; pactos infernales; brujos, duendes y ánimas; casa embrujadas, seres extraordinarios, mitos indígenas regionales,  pócimas, oraciones  y recetas mágicas.
3) Las obras, en narrativa,  se  remitirá  al e-mail concursopatrimoniovipi@gmail.com. El autor-responsable de la obra concursante, en el mismo correo y previo al contenido  de su obra consignará  los siguientes datos: Nombres y apellidos, número de cédula de identidad, correo electrónico, condición familiar, estudiantil y/o laboral, dirección  de habitación,  teléfonos y el lugar donde su ubica el texto. La falta de alguno de estos datos invalida la participación en el certamen.
4) El contenido de las obras, en narrativa,  es de un mínimo de dos páginas y el máximo de cinco    páginas, en letra arial, a doble espacio, punto 12.   Cierre de la convocatoria: 15 de julio de 2019. 
5) En Dibujo, se admitirá, solamente,  una obra por participante. La obra, hecha a mano, en las diferentes técnicas de este arte milenario,  se consignará en la Coordinación de Enlace Cultural del VIPI, en tamaño carta, hasta el 15 de julio de 2019. Quienes no puedan consignar sus obras antes de esta fecha podrán remitirlas al correo concursopatrimoniovipi@gmail.com., y las presentarán en físico en la Coordinación de Enlace Cultural del VIPI,  hasta el 30 de septiembre de 2019. En ambos casos, el autor-responsable de la obra concursante, suministrará  los siguientes datos: Nombres y apellidos, número de cédula de identidad, correo electrónico, condición familiar, estudiantil y/o laboral, dirección  de habitación,  teléfonos y el lugar donde su ubica el texto. La falta de alguno de estos datos invalida la participación en el certamen.
6) El dibujo ganador será la portada del la publicación antológica de la edición 2019.
7) Un jurado calificador determinará las obras ganadoras en las menciones de narrativa y dibujo  y, podrá otorgar las menciones de honor que estime convenientes. Las obras ganadoras y las que alcancen menciones de honor serán publicadas y difundidas por la UNELLEZ, el Ministerio del Poder Popular para la Cultura y la Imprenta Regional Cojedes de la Fundación “El Perro y la Rana”. 
8) La premiación  de las obras ganadoras se efectuará en los actos centrales del 44 Aniversario de la fundación de la UNELLEZ, en el mes de octubre de 2019: Las y los ganadores recibirán diversos reconocimientos patrimoniales de literatura y arte, de diferentes épocas  y un certificado.  Los ganadores de menciones de honor recibirán sus certificados  y, proporcionalmente,  recompensas similares.
9) Todas las obras participantes pasarán a formar parte del patrimonio cultural de la UNELLEZ.
10) Todas las personas que participen aceptan las bases aquí difundidas. 

jueves, 28 de febrero de 2019

Más cuentos y más leyendas del Llano. Varios autores. Letras y audio musical


Leyendas, cuentos y cantos se funden en la eternidad y persistencia del Llano

En la casi interminable inmensidad de  la llanura numerosos pueblos se hacen hermanos gracias a la notable diversidad de cuentos, cantos narrativos y leyendas nacidos en la tierra llana.  Mujeres y hombres; fantasmas y espantos;  misterios y asombrosas realidades: se vierten en letras y audios musicales, se entremezclan en este enlace. Distintos seres fabulosos como; “El Silbón”, “La Silbona”,  “El Comegente”, “El Salvaje de La Sierra”, “La Muerta de Las Galeras del Pao”; “El Carretón del Diablo” y otros relatos a cargo de muy talentosos creadores literarios y compositores de la sabana integran este muy interesante repertorio. 
 Isaías Medina López



Viviano era Bicho Malo y otros Cuentos de Lagunitas. Duglas Moreno

Cuentos del Arriero (Encuentro con La Sayona y otras Historias). Samuel Omar Sánchez

El Rostro de la Muerte y otros Cuentos de Lagunitas. Duglas Moreno

Cuentos del Arriero (La Carreta del Diablo y otras historias). Samuel Omar Sánchez

El Muerto de La Ceiba y otros Cuentos de Lagunitas. Duglas Moreno

Cuentos del Arriero (La Procesión de Las Ánimas y otras Historias) Samuel Omar Sánchez

El Matrimonio de Pajarote y Francisca. Poesía Llanera

La Señora de El Silbón. La Silbona. Poemas Llaneros y Audio Musical

Hazañas de El Silbón- Poemas Llaneros y Audio Musical

El Salvaje de La Sierra (Dionisio Garrido). Letra y audio musical

Tres historias de "El Comegente". Letras y audio musical

Leyenda: Historia de Las Galeras del Pao. 1. EL SALVAJE DE LA SIERRA (Dámaso Figueredo) Letra y audio musical.

Leyenda: Historia de Las Galeras del Pao. 2. (Dámaso Figueredo). Letra y audio musical

Leyenda: Historia de Las Galeras del Pao. 3. (Dámaso Figueredo) Letra y audio musical

¿UN GATO O UN PERRO? ¡QUIERO UNA MASCOTA! (cuento de Jania Gámez Sandoval)

DESCONOCIDA (Cuento de Jania Gámez Sandoval)



Corrío de Justo Pérez (Próspero Infante) Poesía llanera

La Muerte del Guerrillero (canto y poesía)

LA TOMA DE SAN FERNANDO DE ATABAPO (José Alberto Pérez Larrarte)

martes, 24 de abril de 2018

Cuentos del Arriero (Encuentro con La Sayona y otras Historias). Samuel Omar Sánchez

Como muchas mujeres del Llano, "La Sayona", tenía una apariencia de misteriosa belleza.
Imagen en el archivo de Raymar Katiuska




EL ENCUENTRO CON LA SAYONA
En los llanos del estado Guárico, sitio por excelencia de los relatos de espantos, aparecidos, encantamientos, y otros más… Don Carpio conocido como “El Paisa”, está conversando en el patio de su hogar, con su hijo Gustavo “el negro”, cuando llegan sus amigos: Francisco “Muerto Flaco”, José Ramón y Luis se saludan, dice “Muerto Faco”: -Compa Carpio, venimos a invitarlo para ir de cacería, comentó mi compadre Federico, que en Cerro Alto, vio unos enormes venados, se anima... Don Carpio, es un afamado cazador e igualmente pescador. Le responde con un ¡Sí! Se van los amigos y le recuerdan: -A las cinco de la tarde, lo pasarían buscando. Le dice a su esposa: -Isolina, prepare los macundales; porque pasaremos varios días en la montaña y me acompañará “El Negro”. Al caer la tardecita, ya han terminado toda la faena y dejado todo listo. Llegan sus amigos en una camioneta doble cabina, toman camino y al llegar a la entrada de la montaña, van directo a casa de don José Gregorio, muy amigo del “Paisa”, se saludan y le cuenta que dejaran el vehículo, porque subirán a la montaña a cazar algunos venados. Después de conversar un rato, se despiden y toman camino, llegando a un cruce de una quebrada, se detienen a refrescarse toman un poco de agua, ven escabullirse dos cachicamos y comenta “El Negro”: -Mire Taita, la cosa pinta buena. Todos se ríen, siguen la marcha, son casi las siete de la noche, arriban a un claro donde deciden acampar, preparan la fogata para cenar, guindan sus chinchorros, se recuestan un rato. A las once, se levantan y se internan en la montaña, “El Ngro”, lleva un buen termo de café para así espantar el sueño, están vigilando un comedero pero nada que aparece ningún animal. Llego la medianoche, toman café y comenta “Muerto Flaco”: -Compañeros, la caza se pone pesada. Aprovecha “El Paisa” para comer una pella de chimó Tarazonero. Una fuerte brisa estremece los árboles, se oyen gritos extraños en las profundidades de la montaña. En una pica ven a tres enormes venados, se alegran y dice Luis: 
-La noche se acomoda amigos, ahí están las presas... 
"El Paisa” es uno de los mejores tiradores expertos del Guárico, prepara su escopeta, un disparo seguro, cae el enorme venado. Los demás logran darle a los dos restantes, se alegran. Llegan al sitio, tremenda sorpresa, ven rastros de sangre pero nada de los venados. Dice José Ramón: 
-Seguro, están más adelante-. Caminan casi una hora, y nada encuentra, al claro de la luna, aparecen los tres venados comiendo, rápidamente disparan y logran darle certeramente. Al llegar ni rastro... Algo asustado dice “El Negro”: 
-Taita, son cosas del demonio-. Todos se persignan y deciden regresar rápidamente para el campamento. Se encuentran alrededor de la fogata, incrédulos aún “Muerto Flaco” saca una botella de aguardiente caña clara y varios tragos se toman. Comenta José: 
-Eso que vimos, son los encantamientos de la montaña-. Nadie dice nada, saben que algo malo presagia la noche. Cada uno se acuesta en sus chinchorros, aún nerviosos. No ha pasado media hora cuando oyen un horrible llanto bajando desde la montaña, se levantan y ven la figura de una mujer, notan que viene levitando, no toca el suelo, sus ojos son dos brasas de fuegos. Exclamó Luís, todo tembloroso: -Esa es la Sayona, vámonos. Agarran sus escopetas y salen a plena carrera montaña abajo, oían ese grito que les reventaba los tímpanos, es un silbido que los tiene locos, casi los alcanzó la mujer, al cruzar la quebrada, pega un grito que les heló la sangre, están blancos, se encuentran como panela de hielo… escuchan el cantío del gallo anunciando el nuevo amanecer, se detienen y ven como esa aparición se esfuma en el aire y detrás el silbido. Los cazadores caen de rodillas y agradecen a Dios, que por andan esa noche casi son ellos los cazados por la Llorona.


EL LLANTO DE LA LLORONA
Frente a la Plaza ubicada en el municipio de Araure, se encuentra la iglesia “Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza”, una edificación colonial, orgullo de sus habitantes, ante sus puertas desfilan constantemente numerosos viajeros que pasan por esos llanos y la visitan, ya que ahí fue bautizado el General José Antonio Páez e igualmente en ella oró el Libertador Simón Bolívar antes de ir a la Batalla de Araure y triunfar con su ejército libertador. Cuentan desde hace muchos años, por esos lados de la plaza, oyen llantos lastimeros de La Llorona, la describen quienes han tenido ese encuentro nada agradable, es una mujer joven, muy bella, de larga cabellera de color negro azabache, piel blanca, con un cuerpo de cuatro y un caminar de potra fina. Mes de mayo, tiempos de cachapas y cantos de velorios a la Cruz de mayo, se encuentran los amigos: “Monche”, Omar Infante, “El Negro” y Ruperto; están conversando y comenta “El Negro”: -En casa de Milagro Pérez, hay un Velorio de la Cruz de Mayo, todos se ponen de acuerdo y a las ocho en punto se encuentran en el sitio acordado, se van conversando. Al llegar Milagro los saluda:
-Me alegra muchachos, que estén aquí y compartamos este momento, pasen son de la casa. Todos la florean al decirle que está más bella que la luna, ella se ríe con esa picardía femenina y dice Milagro:
Tu sonrisa alegra tu belleza, y tientan a besar esos labios provocativos con sabor a miel y albaricoque. Ese caminar de estampa de potra fina, pone a sudar a todos y acelera los corazones con ese poing de cascada de sueños. Milagro, se sonroja y los demás la felicitan. Después de ese galanteo, se ponen a compartir con los presentes, llega la medianoche y después del pago de la promesa, ahora empieza la parranda con arpa, cuatro y maracas. Las jóvenes engalanan con su belleza la fiesta es para amanecer, donde la comida sobra y de tomar cocuy de penca. Son las dos de la mañana, cuando Ruperto les dice a sus amigos que está cansado y se quiere marchar. Le comentan sorprendidos: -Estas loco, mira como hay bellas mujeres, por Dios… Todo serio exclama: -¿Bueno, muchachos igualmente me iré solo…? Intrigada Milagro le pregunta: -¿Qué te pasa Ruperto, estas aburrido, mira cuantas flores adornan la fiesta y te vas a retirar? -No amiga, de verdad me quiero ir. Le responde. Milagro, no le insiste y dice: -Está bien, ve con cuidado, recuerda es mes de mayo, cuando todas las ánimas salen en busca de alguien para aliviar sus penas… Sus amigos también le comentan: -No te vayas, dentro de dos horas nos vamos. Se despide, viene caminando por esas calles solitarias, nada más piensa en llegar a su casa. La luna se detienen y se esconde detrás de unas nubes, de golpe un escalofrío le recorre su cuerpo, llegando a la plaza José Antonio Páez, en Araure, ve sentada a una mujer muy joven, delgada, con una larga cabellera negra que le brilla, nota que su piel es blanca, pero sus ojos le resplandecen al ver que tiene cuerpo de sirena… lleva puesta una bata blanca larga y encima otra de color negra. Piensa… -¿Quién será esa mujer, y con esa vestimenta tan inusual? Sigue caminando, al llegar ante ella. Como un galán medieval le dice: -Buenas noches, mi bella dama: - ¿Qué haces tan solitaria por aquí? - ¿Qué le pasa? Con una sensualidad, lo mira a la cara, le muestra una sonrisa donde sobresalen unos labios rojos carnosos, que tientan a morderlos… Se oyen ladridos de perros acobardados. Ella dice algo triste: -Es que busco a mi hijo. El cual se me extravió por estos lados. Se extraña Ruperto, se pone remolón, se recuerda de los comentarios de sus amigos. La mujer se levanta y queda boquiabierto, al ver tanta belleza con ese cuerpo de guitarra, el hombre salta de la emoción. Se ofreció para ayudarla, caminan agarrados de la mano, siente un frío, su corazón late asustado. Algo presiente… La mujer se detiene y dice:
-¿Qué le pasa Ruperto, lo siento como un ratón acobardado, es que no te gusto…? Se oyen el maullar de gatos, la noche está tétrica anunciando una desgracia. El rostro de la mujer se transforma y grita diciendo: - ¡Mi hijo, mi hijo! Ruperto esta pálido, se da cuenta que esta frente a la misma Llorona, del susto cae desmayado. Al amanecer unos trabajadores del aseo urbano, lo encuentran y lo socorren; aun impresionado les cuenta que La Llorona lo asombró en la Plaza de Araure.


EL AHORCADO (MATURÍN)
Tiempos aquellos donde nuestros abuelos, sentados en sus taburetes de madera y alrededor de la luz de la vela, cuentan esos relatos de aparecidos y espantos, los cuales recorren las calles de tierras del Furrial del estado Monagas. Esos arrieros, aparte de cargar en las mochilas el tabaco en ramas o chimó, lo acompañan la luna y las estrellas en esas largas travesías por caños y montañas. En los arreos de mulas traen mercancías para los negocios; así es la vida, como se la ganan donde a más de uno les salió un aparato feo... Es parte de nuestra idiosincrasia y con los cambios algunas de esas apariciones han desaparecidos con la llegada de la luz. Pero otros se arraigaron como el ahorcado del árbol, que está en frente donde una vez funciono el Club Social y Deportivo el Furrial. El cantante ecuatoriano Julio Jaramillo engalana dicho sitio, con su voz se paseó por un variado repertorio hasta se dejó acompañar con arpa, cuatro y maracas, extasió al público presente con la canción “Tardes Cojedeñas” y salió en hombros al estilo de los grandes matadores de toros, tiempos de bellos recuerdos, en la actualidad funciona ahí la Junta Parroquial. Un día cualquiera, el año se me olvidó, en casa de la señora Mireya, está con su hija Josefina; por cierto estudia cuarto año de bachillerato, una muchacha de dieciséis años. Le dice a su mamá: -Mami, esta noche en casa de mi amiga María Elizabeth, le celebrarían sus diecisietes años de edad, para que me des permiso. Le responde: -Bueno está bien, pero hoy, tú harás el almuerzo. -Gracias mami, muy sonriente. Exclama Josefina. La abraza y se esmera en preparar esa deliciosa comida. Se viste sencilla, pero elegante, al verla así tan bella su madre comenta: -¿Tú amiga, no es la cumpleañera? Pareces una linda princesa, aunque siempre lo eres con ese bluyín negro y esa blusa azul, ¡ay Josefina! seguro que a más de uno le darás un infarto... Se ríen las dos. -¡Ah pues mami! estoy sencilla. Le responde Con la picardía de madre. Dice: -Podrán estar en esa fiesta más de un pretendiente, pero sólo una persona es tú dolor de cabeza... Sus ojos negros le brillan, con un tímido ¡sí! lo afirma, le da su bendición y agrega: -No regreses muy tarde, acuérdate de la aparición que sale en el frente del club social... -Si mami, me cuidaré pero ese espanto ya no existe. Dice sonriendo. Llega con el regalo a casa de la cumpleañera y empieza a disfrutar de la fiesta. Están casi todos sus compañeros de clases y baila tanto que hasta los pies le duelen, varios pretendientes entre ellos Manuel Omar, aprovechan para atenderla como una princesa oriental. Josefina, está descansando un momento y aprovecha para conversar con su amiga y suena un set de canciones románticas, varios tratan de seguir bailando con ella y dice: ¡no! A sus bellos ojos negros, se le van ese brillo de fuego y le brotan dos lágrimas... Le preguntan a María. -¿Qué le pasa a Josefina, que no quiere seguir bailando? -Esas canciones, le tocan su corazón algo bonito de ella. Responde su amiga. Llega la hora de cantar el cumpleaños, sorpresa aparece un mariachis...a la una de la madrugada se despide de su amiga y la familia, le dan un buen pedazo de torta y carne asada con casabe para su mamá. Se ofrece Manuel Omar, para acompañarla junto a José y Marina, que van por el mismo camino. Vienen conversando y Manuel floreando a Josefina, ni pendiente. Están llegando al Club Social, el aire se siente pesado, un olor intenso a cacho quemado casi los asfixia. Y toda sofocada dice Josefina: -¡Ánimas del Purgatorio!, esto no es bueno... Caminan rápido pero los pasos no rinden, ahora todo pálido y tembloroso dice Manuel: -¡Es verdad lo del muerto! y todos se persignan más que viejita montada en moto. De la montaña baja un grito de dolor que los ponen más asustados que gallinas en fiesta de zorros. Una brisa fuerte sale como puñal arañándoles la piel... La luna se acobarda y sale brincando para esconderse. Se oyen rebuznar varios burros, pero parecen risas sarcásticas. Al llegar frente al Club Social, ven una figura colgada de un mecate a la rama de la ceiba, sus ojos brotados, la lengua la tiene de corbata. De la impresión Josefina, pegó un grito que recorre El Furrial. Manuel Omar, está frío como cava de hielo. José junto a Marina, sudan más que tapa de olla de hervido. Un olor al propio azufre los envuelve. Parten en carrera, Manuel deja a Josefina en la entrada de la casa y sale como cohete para su hogar. La muchacha del susto, no puede abrir la puerta. Se levanta su mamá al verla más pálida que muchacha anémica, pero aun así no soltó la torta se la entrega, y le pregunta. -¿Qué te paso hija, mira cómo estás? -Mami, mami, de regreso nos salió ese horrible espanto. Esta toda erizada y temblando. La abraza, le da agua con azúcar y la acompaña al cuarto para que se acueste. Al día siguiente se regó como pólvora que, a Josefina y sus amigos, los asombró El Ahorcado de El Furrial.


EL ENCUENTRO DE LOS MOROCHOS SÁNCHEZ Y LA SAYONA
Hablar de los relatos de ese San Carlos, cuando sus calles eran de tierras, el alumbrado de los poste de electricidad parecen cocuyos en noches de neblinas, casas de bahareque y techos de zinc, en los patios no falta un chiquero donde engordan varios marranos para la venta y el consumo de la familia, igualmente no falta los tinajeros y jarrones de barro donde se almacenaban esa agua la cual se mantenía fría y dulce, pero los cuentos de aparecidos, de fantasmas eran el pan de cada día. Este relato sucedió más o menos para los años de 1.965, Samuel Elías Sánchez, conocido como “El Morocho” trabaja para la Oficina del Correo de San Carlos, es cartero y lo ven recorrer las calles en una bicicleta de reparto que le asignaron para llevar las cartas y encomiendas, a los tres años siguientes pasó a trabajar como Oficinista en los depósitos del Garaje del Estado, su hermano Elías Sánchez, el otro morocho, para esos años está trabajando en el área de mantenimiento en la parte eléctrica del Hospital Los Llanos, el cual estaba ubicado en los terrenos de la Plaza Manuel Manrique y la Cinemateca, por cierto en dicho sitio aun rondan los aparecidos de ese viejo Hospital. Samuel Elías, se había casado, pero siempre en las tardes, visita a su madre Teresa Sánchez, en el barrio La Morena, ahí se entretenían jugando barajas con ella, igualmente la señora María Rivero, don Pánfilo, doña María Seijas y por supuesto el otro morocho Elías, son casi las nueve de la noche y dice la señora Teresa: -Mira Samuel, acércate a ver qué le ha pasado a tu hermano, que no ha llegado. -Está bien le responde. Sale en la bicicleta, al llegar se encuentra con la enfermera de guardia de nombre Rosario, al verlo dice: -Caramba, ¿vienes a ver  a ...?.
-No chica, ya esa mujer se fue para Manrique. Se despiden, se viene los dos en la bicicleta de reparto está manejando Samuel, cuando están llegando donde ahora funciona las Oficinas de Eleoccidente, antes llamada Calle Real hoy Avenida Bolívar, en esos terrenos había un aserradero. Una estela de una fuerte brisa los mueve, sienten que la noche se paralizó, dice Elías: -Cónchale, es La Sayona. En ese momento oyen los gritos y dice Samuel: -Agárrate, hermano, que le daré pedal. Están asustados, los gritos más cerca de ellos, siente que los traen coleados, parece que no han recorrido mucho, cuando llegan a la puerta de la casa, tocan la puerta desesperados y sale la señora Teresa, al verlos así ya sabe que vienen espantados, trae en su mano una vela de La Candelaria y la estampa de La Magnifica, está rezando y la mujer se perdió por esos caminos, gracias a su madre, se salvaron. Esa noche Samuel, se queda a dormir en casa de su madre, al día siguiente fue el comentario que a los hermanos Samuel y Elías, los asombraron.


Estas piezas literarias se tomaron del libro: Los Cuentos del Arriero de Samuel Omar Sánchez, editado en San Carlos, por la Fundación Editorial El perro y la rana –Cojedes,  2017 

miércoles, 5 de abril de 2017

Juegos Tradicionales (Cuento premiado de Francisco Javier Frías Vilera)

Llaneras cojedeñas en el tradicional juego de trepar al "palo encebao"
(Archivo de Ciudad Cojedes) 


Obra galardonada en el Concurso Nacional de Cuentos Misterios y Fantasmas Clásicos de la Llanura “Ramón Villegas Izquiel” (UNELLEZ –San Carlos, Cojedes)



Mira Francisca, esos muchachos no quieren jace caso, es que la Carmencita, la Igua, Antonio y Glade le jecanta burlarse é mí.
No en vaine, después de habé lidiao con tanto generalote, vení a tené que soportá cagones, no digo yo. Esa vaina sí es arrecha. Yo Magdalena la grande jodía despué de vieja.
Quédese quieta Doña Mauda, a fin, los muchachos no le van hacer caso, muchacho es muchacho.
Sí, pero si vienen las ánimas y los espantos, ahí sí, vienen corriendo y chorreao a que cuy, no digo yo, muchacho es muchacho hasta que se caga.
Esas eran las cosas de la abuela, sus infinitos fantasmas aún sobrevolaban su marchita memoria. Una guerra federal que no vivió a plenitud por su corta edad, más sus padres fueron víctimas de la misma y sus almas divagaron por siempre en sus adentros, dejándola marcada para siempre.
Decía, que su hermano Serapio cargaba con sus huesos en una enorme madera que no la apartaba de sí.
No quiso darles cristiana sepultura, con la creencia que le garantizaban mantener una fortuna que jamás dejó entrever que su forma de vestir y lo tacaño que era, dejaba pensar que todo fue falso. Siempre dijo que era un amuleto secreto.
Eran los tiempos de los santos y aparecidos, donde los entierros se encontraban en los traspatios de la casa, en los solares abandonados. Fueron muchos los muertos de guerra reciente que dejaron su oro enterrado, mas no existían bancos y desconfiaban de todo el mundo y nunca se supo en qué lugar. Fue ese mismo día, cuando el ocaso estaba a punto de hacer su aparición, cuando por primera vez Carmencita logró conversar con uno de ellos y a la vez se iniciaron los temores con semejante escena.
-Mira Carmencita, venite muchacha que te va salí un ánima.
-Ya voy amá, es que estoy jugando el palito mantequillero.
-Si no te vení te voy a í a buscá, mirá que está oscuro y los muertos salen pá llevase a los vivos. No juegue, que muchacha pá bruta.
- Déjela quieta Doña Mauda, cuando vea que no hay luz sale corriendo pá la casa. Esa es más miedosa déjela quieta, déjela quieta. Esa no va aprendé de otra manera.
- Gua, como la voy a dejá, será pá que Pancho se arreche conmigo por vieja y rebruta. No jile, eso sí que no. Yo soy Magdalena la Grande quien pelió con Cipriano y nunca me dejé jodé. Pá tené que guantá tripone.
Su carácter era férreo como esculpido en roca de hierro, de una dureza que superaba lo normal, más a su edad que nunca se supo si se encontraba llegando al siglo o lo había superado. Por sus venas corría la historia de cuanto Andino gobernó en este país. Supo de mártir y caudillo, según se le presentaran las circunstancias y jamás se dejó doblegar en los más difíciles momentos, cuando el hombre de La Mulera se hizo dueño de toda la geografía patria.
Esa tarde cuando todos se encontraban jugando el palito mantequillero, de repente como una exhalación, que fue notado sólo por Carmencita, una humareda salió del patio acompañado de truenos y relámpagos, se puso el ambiente radiante saliendo del humo un caballo montado por un hombre blanco de enormes bigotes y vestido de militar de la época Federal. En su boca un largo tabaco encendido y mostraba una enigmática sonrisa. Para su desgracia sólo ella lograba enterarse del asunto, sus primos seguían jugando sin notar su ausencia momentánea. Dejó aparte los nervios y se acercó para ver mejor esa escena tan extraña. Cuando el militar le habló fue que comenzó a sudar frío y le dijo:
- Quiero dejar en sus manos mi fortuna.
En una veloz huida dejó a sus primos solitarios en el patio y no volvió a salir en varias semanas.
Sus primos se burlaron y cada vez que hacían referencia a lo acontecido se encolarizaba y los dejaba solos.
Ella llegó a pensar que todo era producto de las recriminaciones de su mamabuela y para evitar tener algún problema con su hijo le infundía miedo en la oscuridad. Durante esos días evitó hablar del asunto, para no tener que aguantar la letanía, lo dejó como parte de sus fantasías, más sabía que por su edad no le creerían tal historia.
Hubo de pasar más de una semana para que aceptara jugar con sus primos en el fondo del solar. En esta ocasión decidieron jugar la semana. Ya se estaba poniendo tarde y nuevamente Doña Magdalena inició la letanía, más por precaución que por el muerto.
- Mira muchacha te vá a salí un muerto y te vá a llevá, es que queré ite con él. Gueno, si jací es la vaina que te lleve.
- Doña Mauda déjela que juegue al fin no está sola Clemencia está en la cerca.
- Sí, pero el otro mocoso no pué con su alma, va a podé cuida a jotro. Ojalá le salga un muerto, pá que deje la maña. Despue Pancho le va a pegá, eso sí lo tiene merecío por porfiá.
La vecina que se encontraba con ellos en ese día se llamaba Clemencia y tenía unos diez años viviendo en el barrio. Ya era parte de la comunidad y su hijo Nicanor nació en el pueblo. Esa tarde había salido con los muchachos en el patio. En ese tiempo las casas se dividían con troncos y alambres de púas, dejando una puerta para poder comunicarse.
Eran las seis y treinta de la tarde cuando el cielo se volvió de diáfano a turbio, una brisa helada hizo su aparición con características de lluvia. A Clemencia le pareció extraño, más que el invierno no entraría en tres meses, sin hacerle mayor caso siguió divirtiéndose con las ocurrencias de los muchachos. Como una repetición de la última vez, la humareda hizo su entrada acompañada de los truenos y la luz radiante, apareciendo al final el hombre y su blanco caballo. Igual que la última vez, sólo Carmencita logró ver el personaje, quedó petrificada y la piedra que se encontraba en sus manos rodó por el suelo. El personaje se apartó su largo tabaco y le dijo en voz de ultratumba:
- Ven, toma mi oro, es para ti.
Carmencita comenzó a sudar frío y el enigmático personaje le señaló en el suelo el lugar donde se encontraba semejante fortuna. Sin pensarlo dos veces huyó sin despedirse.
Clemencia que sí notó a la niña con sus desvanes quedó con una gran duda y le preguntó a sus primos:
-¿Qué le pasó a esa muchacha, es malcriá o está loca?
Respondiendo Antonio que era el más grande:
- No señora Clemencia, es que Carmencita es miedosa, amá le vive diciendo que le vá a salir un muerto, y cuando cae la tarde, se pone negro se asusta y sale corriendo.
- No creo ese cuento, pá mí esa muchacha vio algo, y debe sé feo pá como corrió pá la casa.
Pasaron varios días hasta que Doña Clemencia logró sacarle a Carmencita la confesión completa de lo que había pasado. Nunca se lo hubiese contado a nadie, llegó a pesar que la tildarían de loca y eso le preocupaba, mas aún no llegaba a los diez años. Clemencia que se sintió algo extraña, sobre todo por el frío repentino de la tarde , sin que el invierno le tocase venir. La llamó desde la cerca de eso de las cinco de la tarde, acababa de regresar de la escuela y aún era temprano para jugar, si es que le quedaban ganas después de semejante susto. Clemencia sin dejarla reaccionar le pregunto:
- Mirá Carmencita ¿qué te pasó el otro día?
- Gua, ná ¿Por qué?
- Muchacha a mí no me vas a engañá, tú viste algo. Pues saliste como ánima en pena y la cara se te puso blanca como un papel. A mí no me vas a engañá, decime qué fue.
- Ná Clemencia, yo no sé qué, pero pá mí, que en jese patio de allá vive un viejo y tiene un caballo grandote.
- ¿Qué es eso muchacha? ¿Qué querei decí?.
- Gueno, que cuando se jace tarde sale a dale é comé ar caballo y como es feo yo sargo corriendo.
- Explícame mejor la vaina que no entiendo.
- El señor saca er caballo blanco a comé.
- ¿Cuál caballo mijita?
- Er de é, cuar va sé. Es grandote y me llama, pero yo le tengo mieo. No vaya sé que me lleve.
- Mirá muchacha, los muertos no salen. ¿Quién te dijo esa vaina?
- Gua mi amá Mauda. Y me dijo que me vaya con é.
Clemencia que era más astuta que la pobre muchacha y que Doña Magdalena le siguió interrogando para conocer mejor que tipo de personaje interrumpía en los juegos de Carmencita y de sus primos y poder entender el frío extraño de ese día.
- Di bien qué te pasó, -Le refutó Doña Clemencia-.
- Cuando estoy jugando é sale a dale é comé ar caballo grandote y me acerqué y luego señala este montoncito de tierra.
- Gua, no igo yo, ¿Qué pue habé ahí?. Yo por eso corro no vaya jace que me quiera enterrá.
No se dijeron más palabras, ya Clemencia estaba enterada de lo que quería enterarse y no deseaba saber más.

Pasaron los años y no se habló más del asunto. Los muchachos crecieron y cambiaron los juegos de la semana y el palito mantequillero por la botella, floreció mi amor y en tiempos de San Juan con el huevo en el vaso de agua, los arfilesó agujas para ver si pegaban y cosas por el estilo. Lo único cierto es que Clemencia se largó a otro país más próspero y nunca se supo de ella. A lo mejor la fortuna estuvo de su parte.


*Texto publicado en “El Llano en Voces; Antología de la Narrativa Fantasmal Cojedeña  y de otras latitudes”. Compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno (San Carlos: UNELLEZ. 2007)


Francisco Javier Frías Vilera (San Carlos, Cojedes, 1959). Poemarios editados; De la tierra al olvido (1980); Al desembarco de la noche (1986); Has llegado para dorar mi piel (2002); Narrativa; Crisanto (1989) y La hoguera oculta (1994). Premio Municipal de Literatura de San Carlos (1987) Es integrante fundador y Ex-Presidente de la Fundación Círculo de Arte Nuevo Tramo.

martes, 4 de abril de 2017

Los espantos de la Villa (cuento premiado de Ramón Hernández)



Campesina llanera, como lo son los protagonistas de esta historia 


Obra galardonada en el Concurso Nacional de Cuentos Misterios y Fantasmas Clásicos de la Llanura “Ramón Villegas Izquiel” (UNELLEZ –San Carlos, Cojedes)



Lo que nunca imaginé, es que aquel turno sería inolvidable. He tenido grandes sustos, pero ¡Pija! Aquella noche se me mojaron los trapos, el corazón me dió un salto, el pelo se me paró, setí miedo en las rodillas que ahí mismo se me aflojaron.
La prevención estaba estrenando nuevo comandante; se trataba del coronel Tosta Luis Veles, hombre de confianza de mi general; infatigante en su labor de Comandante, astuto y sagaz, duro con los enemigos del Gobierno y del Benemérito, no titubeaba para arrestar a cualquiera, civil o militar, incrédulo y gran jugador de gallos igualito que mi general. Un día estaba de guardia y se me ocurrió pedirle permiso, para ir hasta la tinaja, que se encontraba al final del pasillo, frente al patio de formación.
El soldado es de hierro y si bebe agua se oxida... además recuerde que el general José Manuel Hernández, alias “El Mocho” se alzó y está comandando a un grupo de insurrectos, enemigos del Gobierno y del Benemérito... así que abra bien los ojos, no se le vaya a aparecer y le vuele la chuza. . .Ja, Ja, Ja, Ja, Ja...
Pasaron los días y con ello llegó el invierno; la ‘Villa reverdeció nuevamente junto a su majestad el río Tirgua, caudaloso y bondadoso como la naturaleza misma. La diana anunciaba un nuevo día, la noche había transcurrido lluviosa y tempestuosa; un intenso olor a tierra mojada invadía la cuadra.
Hoy, como todos los domingos, debía cumplir con mi guardia de centinela; desde que me reclutaron eran muy pocos los domingos que compartía con mi familia; en donde cumplíamos con la estricta ceremonia del sancocho dominguero. El estirado ritual, comenzaba con la llegada de mi abuelo: apertrechado, para cumplir con tan importante acto familiar. Luego de la comida, nos divertíamos con sus cuentos e historias tan fantásticas como él mismo.
Formados en el patio de la prevención, mi sargento Suárez, anunciaba nuestro punto de guardia. Todo era alegría, como siempre, los habitantes de la Villa, lucían sus mejores trajes domingueros; algunos con el pretexto de oír misa, pero que en el fondo, no eran más que una excusa para oír los sermones del padre Hilario, quien atacaba al Gobierno de vez en cuando; otros se limitaban a pasear por los inmensos pasillos de la plaza, en busca del chisme del día. Mi coronel Tosta agarraba unas calenteras porque nunca faltaba un chismoso que le fuera con el cuento de los sermones del padre Hilario.
Carajo, se me resbalara el curita ese, caray.
Aquella noche, la gente comenzó a retirarse temprano, la lluvia parecía inminente. Los últimos en retirarse fueron los vendedores de torrejas, cotufas, niño envuelto y pan de horno. Las lámparas de carburo se iban apagando una a una, hasta dejar que aquella masa oscura y turbulenta me devorara, convirtiéndome en un zombi. Esporádicamente, a través del grueso telón de nubes, se asomaban enceguecedores y violentos relámpagos; iluminando las fantasmales casas de techos rojos.
El pesado máuser me lo terciaba de lao, mientras peregrinaba por aquellas desoladas y tenebrosas calles. Frente a la casa “La Molinera” donde mataron al Soberano del Pueblo, el general “Ezequiel Zamora”, una manada de perros realengos, con ojos de candil me atacaron obligándome a una urgente pero inocente retirada. En mi veloz carrera, en la esquina de la Cruz Verde, tropecé con un botalón cayendo largo a largo, que hasta los perros me mearon en aquella desigual pelea; mientras que desde un patio cercano, se oía, a un mal nacido.
Cuje, cuje boca negra, cuje... cuje... cuje...cuje...
Como pude, a uno de mis atacantes logré asestarle un coñazo, con el máuser, huyendo todos de aquel lugar; empantanado y todo turuleco, decidí regresar hasta mi punto de guardia, ubicado en la esquina, frente a la iglesia de la Concepción. Una vez en mi punto y agotado por lo sucedido, decidí sentarme debajo del portal central de la iglesia; poco a poco me iba apoyando en la pesada puerta de madera; un coro de grillos y sapos acompañaban esporádicos y lejanos truenos, mientras que yo, hacía grandes esfuerzos por mantener mis párpados abiertos.
De pronto, mi cuerpo se paralizó, al sentir a través de la gruesa y pesada puerta. Habían soplado a mis oídos. Los pelos se me pararon mientras que; un intenso frío recorría todo mi cuerpo. Constantemente los bancos se movían, niños que lloraban, ruidos extraños, risas y gritos todo ello dentro de la iglesia; quería retirarme de aquel lugar pero mis piernas no respondían, aquellos muertos, estaban a punto de volverme loco, hasta que logré apoyarme en el máuser, para escapar de aquel lugar de espantos.
Sentado al otro lado de la plaza, buscaba una explicación a lo sucedido; en mi cabeza todo era confusión, de pronto un relámpago iluminó toda la plaza como si fuera de día; por el pasillo central, apareció aquella mujer.
Caminaba lentamente, con la mirada fija en el piso, su cabellera era suelta y descuidada, pensé que algo malo le estaba pasando.
Señora, en qué le puedo ayudar...señora...señora... soy yo, el centinela...
Sin importarle mis palabras, ni mi presencia; la extraña mujer no vacilaba en caminar, su rumbo era fijo y seguro; de repente frente a la iglesia comenzó a crecer, extendiendo sus dos brazos para tocar el portal de la misma
Virgen del Carmen Bendita, pero... ¡si esto es La Sayona!...
Sentí el miedo en las rodillas que ahí mismo se me aflojaron. Antes de que terminara de asombrarme, la gorra me la voltié, con lo de alante pá trás; me presigné y me tapé la cara para no ver aquel aparato tan espantoso, recé un Padre Nuestro y un Ave María a todo pulmón, esto según mi abuelo, había que hacerlo para que el espanto se fuera o si no; que le dijera groserías, que también los corría. Concluida la oración, me destapé la cara, el espanto ya no estaba, se había ido. Todo tembloroso me senté en un banco cercano; no podía salir de mí asombro, mi abuelo tenía razón, La Sayona existía y yo la había visto. Rato después, comencé a oír unos extraños sonidos, que provenían de todas partes, me encaramé en el banco, para ver lo que estaba ocurriendo, mi sorpresa no tenía límites.
Cuando por un lado de la iglesia de La Concepción apareció aquella manada de lechones, a través de la oscuridad podía ver la hermosura de los graciosos cochinillos; cuando pasaron frente a mí, la belleza de aquellos animales era incomparable, en mi vida no había visto nada igual ¿Quién era el dueño? Y ¿Qué hacían a esa hora por allí? ¿Hacia dónde se dirigían?
Después de todas aquellas interrogantes decidí seguirlos calle abajo; hasta que llegaron a la esquina de la toma de agua, cruzando cerro arriba hacia la iglesia San Juan; a medida que se acercaban a la iglesia los lechones iban creciendo.
Bendito sea Dios, este es otro espanto...
Sin pensarlo dos veces, nuevamente me volteo la gorra con lo de alante pa’ tras.
Virgen de la Coromoto, Virgen de la Chiquinquirá, Virgen del Carmen Bendita, Virgen de la Soledad aparten de mí esos bichos....
Dicho esto me persigné y cerré los ojos; cuando los abrí allí estaban los cochinos pero ahora más grandes, cerré nuevamente los ojos y esta vez comencé a decirles groserías, las que repetía una vez agotado el repertorio. Cuando consideré, que se habían ido abrí los ojos; frente a mí estaba el mismísimo mandinga, los cochinos se habían convertido en una manada de monos, que botaban candela por los ojos y por la boca.
Cuando reaccioné estaba en la prevención más jipato que un resucitao, sentía que me estrujaban el pecho, mientras mi sargento impartía las órdenes.
Tráiganme agua y una silla...
Un grito desgarrador salió de lo más profundo de mi ser, que hasta mi coronel Tosta se despertó.
Sargento... ¿Qué zaperoco es ese?
Mi coronel; al soldado Felipe parece que lo asombró un espanto.
Ah carajo sargento... usted también cree en esas pendejadas... no le parece raro, que sea el primer turno, el que ve los fantasmas... a mi me late que estos carajos como que nos están tomando el pelo y les vengo haciendo un seguimiento; no me van a seguir jodíendo con el cuentico ese de los muertos y los fantasmas... además ¿Quién dijo que lo que se entierra sale?.. y si es verdad que le sale uno de esos aparatos, échenle plomo, pa’ qué coño tiene una carabina, después averiguan que carajo pasó... a mi modo de ver las cosas, aparte de usted, sargento, aquí no hay hombres con los cojones bien puestos... a ver soldado, échele el cuento... ¿qué fue lo que vio?
Mi coronel, con todo el respeto que usted se merece, déjeme decirle que yo sí soy un hombre y que en mi vida he visto y oído cosas raras sobre todo, en las sabanas pero; lo de hoy no tiene nombre.
Eche pa’ fuera hombre y dígame qué le pasó...
Después de haber oído con atención mi historia, esta fue su respuesta:
Sargento... meta a este carajo preso por negligente, embustero y también por quedarse dormido en la guardia.
El próximo que me venga con el mismo cuento lo arresto.
No podía dormir en aquel oscuro y húmedo calabozo, el canto de los gallos anunciaba un nuevo día, de repente un nuevo alboroto despertó a toda la cuadra, todos corrían hacia el patio de formación.
Sargento traiga al soldado Felipe...
Más rápido que inmediatamente se presentó mi sargento.
Felipe salga y se le presenta al coronel.
En el patio un grupo de soldados junto a mi coronel rodeaban a un hombre, mientras que a un lado del patio, una manada de cochinos permanecían atados por sus patas traseras.
Felipe, venga para que vea el fantasma que lo asustó anoche.
Al acercarme no podía dar crédito a lo que veían mis ojos. Abuelito que estás haciendo aquí...
No sé muchacho, he caminado toda la noche, con este arreo de cochinos que traigo del Cacao, rumbo a la pesa que está aqué mesmo, en La Morena; un centinela que me vio, cuando venía por la calle real, salió como alma que lleva el diablo, al rato llegó un pelotón y ya usted ve...
Sargento, usted es testigo de la confesión de este anciano y su nieto.., por eso es que cuando yo digo, que la burra es negra, es porque tengo los pelos en la mano.., no hay que ser un científico para darse cuenta de la complicidad manifiesta, en estos vende patria... he aquí una célula desestabilizadora, cómplices de los enemigos del Gobierno y del Benemérito.., está clarito el plan...aterrorizar al común y a los soldados para tomar el poder... mañana mismo sale una comisión para la capital y me dejan a estos dos en La Rotunda...
Pero mi coronel mi abuelo y yo somos inocentes...
Silencio farsalio, desde este momento considérense presos del Gobierno y del Benemérito.


Texto publicado en “El Llano en Voces; Antología de la Narrativa Fantasmal Cojedeña  y de otras latitudes”. Compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno (San Carlos: UNELLEZ. 2007)