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martes, 28 de mayo de 2019

I CONCURSO DE VIVENCIAS LITERARIAS “MISTERIOS Y FANTASMAS DEL LLANO” (Narrativa y Dibujo)

Imagen en el archivo de Ofelia Rodríguez Pérez



BASES DEL I CONCURSO DE VIVENCIAS LITERARIAS “MISTERIOS Y FANTASMAS DEL LLANO” 
(Narrativa y Dibujo)

La Coordinación de Enlace Cultural del Vicerrectorado de Infraestructura y Procesos Industriales de la UNELLEZ, con el objetivo de incrementar nuestro patrimonio cultural, declara abierto el I Concurso de Vivencias Literarias “Misterios y Fantasmas del Llano”, el cual se regirá por estas bases.

1) Se podrá participar con obras de origen individual, familiar y/o de grupos culturales, siempre y cuando, su responsable principal sea  estudiante activo de pregrado o postgrado así como también cualquier obrero, empleado y docente (activo o jubilado) del VIPI. También los hijos de los antes nombrados.
2) Solo podrán concursar  obras no antes publicadas en ningún  medio de comunicación, incluyendo Internet.  El tema del concurso son los cuentos, historias, poemas, fábulas,  guiones de radio, televisión, teatro y cine, cuadros de costumbres, comics,  leyendas y crónicas  relacionadas con vivencias experimentadas con misterios y fantasmas ambientados en  el medio rural o urbano del Llano y del municipio “Andrés Eloy Blanco”  del estado Lara.
Por ejemplo: apariciones y desapariciones inexplicables; lugares espectrales; crímenes fantasmales; pactos infernales; brujos, duendes y ánimas; casa embrujadas, seres extraordinarios, mitos indígenas regionales,  pócimas, oraciones  y recetas mágicas.
3) Las obras, en narrativa,  se  remitirá  al e-mail concursopatrimoniovipi@gmail.com. El autor-responsable de la obra concursante, en el mismo correo y previo al contenido  de su obra consignará  los siguientes datos: Nombres y apellidos, número de cédula de identidad, correo electrónico, condición familiar, estudiantil y/o laboral, dirección  de habitación,  teléfonos y el lugar donde su ubica el texto. La falta de alguno de estos datos invalida la participación en el certamen.
4) El contenido de las obras, en narrativa,  es de un mínimo de dos páginas y el máximo de cinco    páginas, en letra arial, a doble espacio, punto 12.   Cierre de la convocatoria: 15 de julio de 2019. 
5) En Dibujo, se admitirá, solamente,  una obra por participante. La obra, hecha a mano, en las diferentes técnicas de este arte milenario,  se consignará en la Coordinación de Enlace Cultural del VIPI, en tamaño carta, hasta el 15 de julio de 2019. Quienes no puedan consignar sus obras antes de esta fecha podrán remitirlas al correo concursopatrimoniovipi@gmail.com., y las presentarán en físico en la Coordinación de Enlace Cultural del VIPI,  hasta el 30 de septiembre de 2019. En ambos casos, el autor-responsable de la obra concursante, suministrará  los siguientes datos: Nombres y apellidos, número de cédula de identidad, correo electrónico, condición familiar, estudiantil y/o laboral, dirección  de habitación,  teléfonos y el lugar donde su ubica el texto. La falta de alguno de estos datos invalida la participación en el certamen.
6) El dibujo ganador será la portada del la publicación antológica de la edición 2019.
7) Un jurado calificador determinará las obras ganadoras en las menciones de narrativa y dibujo  y, podrá otorgar las menciones de honor que estime convenientes. Las obras ganadoras y las que alcancen menciones de honor serán publicadas y difundidas por la UNELLEZ, el Ministerio del Poder Popular para la Cultura y la Imprenta Regional Cojedes de la Fundación “El Perro y la Rana”. 
8) La premiación  de las obras ganadoras se efectuará en los actos centrales del 44 Aniversario de la fundación de la UNELLEZ, en el mes de octubre de 2019: Las y los ganadores recibirán diversos reconocimientos patrimoniales de literatura y arte, de diferentes épocas  y un certificado.  Los ganadores de menciones de honor recibirán sus certificados  y, proporcionalmente,  recompensas similares.
9) Todas las obras participantes pasarán a formar parte del patrimonio cultural de la UNELLEZ.
10) Todas las personas que participen aceptan las bases aquí difundidas. 

martes, 11 de abril de 2017

Vocabulario de Misterios y Fantasmas (2) Isaías Medina López y Duglas Moreno

En Portuguesa, Tierra de El Silbón. Imagen en el archivo de Yurima Alabarrán 

Texto publicado en “El Llano en Voces; Antología de la Narrativa Fantasmal Cojedeña  y de otras latitudes”. Compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno (San Carlos: UNELLEZ. 2007)


Fantasma: Derivación latina de “aparición, espectáculo, imagen”, generando “yo aparezco” y los términos; Fantasía, fantástico, espectro y la técnica francesa de la fantasmagoría (1801); “exhibición de ilusiones ópticas por medio de una linterna”, artilugio que permitió a los hermanos Lumiere crear el cinematógrafo en 1898. El fantasma está hecho de ETER: (Materia de los sueños) del griego aither (cielo) y aitho (yo quemo), emparentado con etéreo, eternidad y eterno. En el llano se le respeta porque él es una proyección de nuestro destino.
Guardahumo: Apodo asumido por el bandido guariqueño y descendiente de los indios guamos de Cojedes Juan Nicolás Ochoa, nacido en 1767 y fusilado, según documentos, en seis ocasiones entre 1802 y 1860. Fundador del temido hato La Rubiera, dominio de Satanás, “al frente de escuadrones infernales” (más información en los corríos; “La historia de la Rubiera” de Ángel Ávila y en “Leyendas guariqueñas” de Rogelio Ortiz). Es tal esa condición que la palabra “rubiera” simboliza “desbarajuste” y “desastre”, tragedia fuera de control.
Homonio: Mezcla de hombre y demonio (término de Humberto Cuenca, 1980): “Mientras la literatura española está densamente poblada de santos, ángeles, demonios y hombres, en nuestra historia sólo aparecen hombres y demonios, demonios y hombres”. También señala; “Nuestra historia está nutrida de piaches, brujos, y espantos, cosa distinta a los encantamientos españoles”. Como homonias tendremos a la SAYONA: Femenino de sayón, voz gótica que significa “ministro inferior de justicia”, ejecutor que portaba una saya (manto) Verdugo / Verduga recubierta bajo un manto. Su semejante la LLORONA se origina del latín plurare, el cual genera y afilia los términos; Lloro, imploración y deplorable (acción horrible, criminal, repudiable). La llorona, llora e implora; así seduce, luego asesina. En los ríos y lagunas aparece la DIENTONA que tiene fauces de caimán.
Imágenes: En Cojedes existe una serie de apariciones igualmente misteriosas, pero benéficas; la Virgen de las Mercedes en Mango Redondo; la Cruz Aparecida de Lomas del Viento; El Padre Eterno de El Cacao; La Virgen de la Totuma de Lagunita, Santa Rosalía en Valle del Río y la Virgen de El Topo. Figuras venerables a las que no se les puede molestar con malas palabras, pues se corre el riesgo de que desaparezcan.
Inicio de un cuento: De sabios contadores de cuentos se extraen fórmulas de inicio que evitan apariciones. Apure; Como por capricho de un santo, así pasaron las cosas. Barinas; Pido licencia a las ánimas para librar este relato. Cojedes; Voy a contar una historia, no es que voy a exagerar. Guárico; La verdad no tiene dueño y como cristiano les cuento. Portuguesa; Si la Virgen me ayuda y la memoria no falla. Nota; Debe desconfiarse del que narre estos cuentos sin aclararse “el pecho”; alguno de los que le escuchan pronto tendrá su ahogo.
Juan Parao; Prototipo del llanero misterioso, averiguao, andariego y faculto en mañas, generador de incertidumbres; el del “caballo herrao con el casquillo alrevés, pa que lo busquen pa un lao, cuando pal otro se fue”. Es la fuente originaria del coplero Florentino.
Kirpa: Ritmo de joropo, llamado antiguamente “el golpe que hace llorar”, en su actual configuración participan “leyendas” de la música llanera como Ignacio “el Indio” Figueredo, Ángel Custodio Loyola y Eneas Perdono. Toma su denominación de su mítico difusor en el siglo XIX; José Antonio Kirpa y del gran misterio, jamás resuelto, que rodea su muerte en una parranda llanera; “Yo no sé por qué en Guiripa, no quieren a los llaneros, por qué mataron a Kirpa y le hirieron al guitarrero”.
Las Galeras del Pao: Leyenda de Dámaso Figueredo y Winstón Leal donde se acotan: “al muerto de la Bajada de la Leona”, una extraña mujer trigueña “tongoneando las caderas”; “un niñito llorón que parece que no anduviera”, posterior “sale un gallo Canaguey, copetón como chenchena”, que se transformará en “un caballo frontino, castaño pecho de estrella” y luego en “un perrote pintao relancino centinela, en la Piedra Pichagua hay una mujer esnuita como pagando condena”, más adelante en la “Bajá de Tinaco sale una danta jobera y esa se le vuelve uno una osita palmera” y por último “un burro colorao con las cuatro patas negras, los ojos como un tizón y de venao la caramera”.
Llaneridad: Término derivado de “llanura” como pertenencia social y de “llanería”o norma de vida del “llanero”, a su vez generados en el término geográfico “llano”. Se entenderá como LLANERIDAD, todas las manifestaciones efectuadas en obediencia a las costumbres autóctonas de la cultura llanera independientemente del territorio donde se efectúen y de cualquier condicionante de moda.
Llanero: Según Víctor Manuel Ovalles (1906) “El llanero tiene costumbres propias, lo que es prueba inequívoca de que posee un alma vigorosa; y su lenguaje, es original, donairoso y muy abundante en frases que, oídas una vez, no es fácil confundir y mucho menos olvidar. Y así no es extraño que las producciones poéticas del llanero también tengan el sello particular de su origen”.
Llanura: Territorio espiritual del llanero, herencia de sus ancestros y cultura, supera al término llano, pues este sólo contempla el mero espacio geográfico de la tierra plana. El llanero es “hijo de la llanura”, no su dueño, a ella siempre la refiere con nostalgia; con la veneración que se tiene por un dios que puede ser bondadoso, pero, que al mismo tiempo es fuente de misterios y de designios indescifrables. La llanura está en el alma, en esa mirada que hacemos en las tardes hacia adentro, el llano en los mapas.
Los Fantasmas: Poemario de Andrés Bello de 1842, fundamento de la poética fantasmal venezolana, del cual citamos :“¿Fantasma acaso / la vista figura? / Como hinchadas olas / que en roca desnuda / se estrellan sonantes, / y luego reculan / con ronco murmullo / y otra vez insultan / al risco, lanzando / bramadora espuma / así van y vienen / y silban y zumban / y gritan que aturden / el cielo se nubla / el aire se llena / de sombras que asustan / el viento retiñe; / los montes retumban”.
Macabro: Designación medieval para “danza de la muerte” o “representación de los muertos danzantes”, que se origina en la tradición bíblica del sacrificio de los “Macabeos”, también asociado en el llano a “muertes en un baile” como la de la misteriosa muerte de José Antonio Kirpa, a “salidas de muertos antes de un baile” como EL SILBÓN de Dámaso Delgado y a los corríos sobre “bailar con muertas” (véase LA MUERTA DE LA CHEPERA y en la discografía llanera temas al respecto de Ruperto Cordoba Colina, Santiago Rojas, Edgar Silva y Domingo García entre otros). Recuerde que “zamuro come bailando por si el muerto se despierta”.
Metaliteralidad (o de la literatura del más allá): Para evitar la pava y la repetición que atrae malas presencias (por ejemplo el tedio que todo lo aniquila), el cuento debe ser variado. Los sabios recomiendan estas estructuras ficcionales: a) El protagonista, bien un solo personaje, una familia o una comunidad enfrenta a una aparición o misterio y cae derrotado; es la víctima. b) El protagonista, invocando un conjuro, afronta y vence a la aparición o misterio; es el héroe. c) El protagonista se convierte en fantasma; esta es la más tenebrosa, pues en acto mimético el hombre pasa a un estado espectral irreversible, no cmo en los cuentos de hadas. A veces el espanto es el protagonista o la víctima (véase El Diablo embotellado) o el héroe como en el corrío Yo soy el hijo del diablo de Jesús Moreno. Quien narra puede o no aparecer en la narración. Los finales felices son de mal agüero, por ser un embuste sobre otro embuste. Al tomar el cuento de otro autor, cuídese de quien sea éste; quizá le pertenezca a un espanto o un ser maléfico de verdad.
Misterio: del griego misteryon “secreto, misterio religioso”. Derivando en místico y “mistificar” que implica “embaucar”; montar con palabras una trampa, en la que cae un personaje o la que el narrador le monta a los receptores de su discurso. Un ejemplo sería la colonización española de Venezuela basada en la idea de salvar las almas perdidas de los indígenas, a este embauque, nuestros aborígenes respondieron con el misterioso relato de “El Dorado” verdadero “clásico” del engaño americano. El engaño es un cultismo derivado de ENIGMA; del latín aenigma “frase oscura” relacionada con el término ainos “fábula, moraleja”.
Pavita: Ave llanera que simboliza pava o mal augurio, igual ocurre con los zamuros, la guacoba o guacaba. A otras se les teme por la alusión de su nombre, como la soy-sola y el cristo-fue. A los carraos o chenchenas, aguaitacaminos y murciélagos por cantar de noche como el mochuelo, creando mucho mal pálpito y a los gavilanes por su apetito asesino. Las llaneras desconfían del alcaraván por develar el misterio de sus travesuras amorosas. Para conjurar estos temores los llaneros imitan los cantos de las aves y hasta los usan como apodos en su membresía artística.
Relato: Definición que comprende “La trasformación de la historia en discurso mediante el arte de narrar” (Platas: 2000; 700) para este caso por vía escrita. Cuenca (1980; 133) nos aclara que “a pesar de que el relato es y aspira ser histórico –fiel y cierto- tiene un grato sabor de fábula y conseja, de mito y tradición”.
Silbones: Antigua designación que se aplicaba a los copleros llaneros quienes, según Humberto Cuenca (1980) se invitaban para contrapuntear profiriendo largos silbidos, generalmente en imitación de ciertas aves llaneras que infundaran miedo y terror. Por extensión todo llanero es ancestralmente un silbón. (Véase El Silbón) 
Siniestro: Acción que acometen los que se ubican al lado contrario de la diestra divina, “los otros”; los seres de la “otredad” cuyos pensamientos están en el terreno de lo inexplorado, de lo que no puede conocerse a ciencia cierta y que apenas se sugiere mediante la palabra de quien relata y la imaginación de quien las recibe.
Trancas: Nombrar más de cuatro veces a un espanto en el mismo cuento. Omitir los consejos de quien sufrió verdaderas apariciones. Describir maneras de buscar entierros; pues a cada tesoro le toca una protección especial. Confundir a un espanto con un ánima protectora. Explicar los poderes de lo desconocido. Relatar fuera del cuento sus andanzas con personas asociadas al maligno. Nota: Nunca, nunca se nombre como luchador contra los demonios, usted no es San Miguel ni su enviado Florentino, recuerde lo que pasó a Don Quijote, que de tanto combatir a los fantasmas terminó siendo uno de ellos.
Tremedal: Del latín tremere; temblar. En el llano lugar espectral, oscuro e inestable, suerte de infierno fangoso en este mundo. Para el citadino representa lo desconocido y lo misterioso de la llanura; para el llanero es la intrincada y salvaje selva de la ciudad.
Velorio. Un velorio es un ritual, es un encuentro con el cuerpo vacío de alguien que apenas hace ratito estaba entre los vivos. A los velorios se llega en silencio, pues en la urna un rostro callado espera por nosotros. Dice Julio Cortázar que vamos a los velorios porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía. En los velorios se llora porque llorar es lo único que les queda a esos hombres y a esas mujeres entre el olor a nardos y a café. En los velorios de la llanura se toma café, se aviva el chocolate, se apura cualquier cigarrillo y se degusta el queso blanco. Hay momentos en que la urna se queda sola, todos están echando cuentos en el patio. También es propicia la ocasión para la alabanza del difunto. Se oyen expresiones como: quedó igualito, ese sí era un hombre bueno, mujer como esa no se merecía tanta desgracia. Se sabe que en el pueblo hay un velorio porque la gente comenta en la calle: Pedro María templó el cacho, cogió la pica, patió el arpa, se le acabó la bulla, dejó el pelero. En mayo se celebra el velorio de la Cruz de Mayo y consta de bailes, cantos y una cruz adornada con flores, palmas y un fervor que parte el alma de cada llanero. 
Zoquete: Lector que no cree en espantos, pero, que lee consuetudinariamente relatos sobre el tema. Persona que se mofa de los fantasmas sin medir el peligro que este acto impuro encarna. Lector que ha concluido la lectura de este libro creyendo que lo termina de leer es cierto. Incauto que ha creído ver imágenes o figuras en la carátula de esta publicación.

Vocabulario de Misterios y Fantasmas (1) Isaías Medina López y Duglas Moreno

Joven llanera de Píritu, estado Portuguesa, con la enseña de Rómulo Gallegos

Texto publicado en “El Llano en Voces; Antología de la Narrativa Fantasmal Cojedeña  y de otras latitudes”. Compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno (San Carlos: UNELLEZ. 2007)


Ánimas: Pobladores del más allá que invocan los llaneros en procura de bienestar. Práctica de la etnia indígena pumé (Montiel Acosta, 1995). Los favores que provee el ánima deben pagarse con el cumplimiento cabal de lo que se haya ofrecido a cambio; dado que el llanero es hombre que muere por su palabra, no es de extrañar que cualquier desobediencia con dichos espíritus se pague con la vida.
Aparatos: Fantasmas y Misterios que siendo “nacionales” tienen diversas versiones según cada comunidad o región del país, como las interpretaciones de las leyendas de Juan Machete, El burro del buracal, Federico y Mandinga y la Historia de la Sayona ( José Alí Nieves y José Jiménez “el Pollo de Orichuna”); La Silbona (Carrao de Palmarito); El espanto del Troncón (Francisco Montoya); El Hachador perdido y El Muerto de Las Tres Matas (Hipólito Arrieta); La Muerta de Las Galeras del Pao (Dámaso Figueredo y Winston Leal); La majada del diablo (Juan Farfán); El auténtico llanero (Nelson Morales); El Misterioso (Dionisio Garrido) y El Canoero del Caipe (Guillermo Jiménez Leal) entre muchos casos. 
Aparecidos: En el año 896 el papa Bonifacio VI, ordena que se “exorcicen y eliminen las apariciones malignas del camino”, flagelo para quienes peregrinaban hacia Santiago de Compostela, pero el anti – papa Bonifacio VII en mayo (mes de los espantos y aparecidos) de 978, les elimina su carácter de “malditos” y los salva al declararlos “almas en pena”, a quienes se les puede rezar y hasta pedir favores. Los llaneros, pese a tener tanto espacio disponible, entierran o dejan recordatorios de sus muertos en los caminos, facilitando la residencia de los aparecidos, esta práctica se hizo nacional, e incluso internacional con las marchas de los llaneros durante la Guerra de Independencia, las otras guerras civiles y los legendarios arreos de ganado. Estas marcas y aparecidos del camino sirven de compañía y hasta de prueba de fe.
Bola de fuego: Fenómeno luminoso y sonoro que recorre la llanura; Apodo e identidad llanera del Tirano Aguirre, quien ciego por la codicia del oro y de su obsesión por su hija Elvira -a la cual cubría con una saya y que asesinará convirtiéndola en sayona- incendia y saquea Margarita y Valencia (véase “El romance del Tirano Aguirre” de 1561, atribuido a Gonzalo de Zúñiga) siendo terrible su destino, Pilar Almoina de Carrera (2000) recopila esta copla; “En castigo de sus culpas / anda por esas sabanas / con las costillas ardiendo / y doblando una campana”, pero igualmente nos ofrece esta alternativa “Que salga un hombre valiente / esta noche a la sabana / que le hable a la bola e´fuego / y será rico mañana”.
Carrao: Ave temida por los llaneros dada su desagradable apariencia, canto penetrante y por aparecerse súbitamente como acostumbra el demonio. Apodo de Juan de los Santos Contreras, “el Carrao de Palmarito”, leyenda del canto criollo por interpretar al diablo enfrentándose a José Romero Bello (Florentino) en el célebre contrapunteo de Arvelo Torrealba, ambos también interpretan la leyenda de Paulino el Turupial y Custodio Quendo, dos míticos copleros que luego de varios días contrapunteando se pierden en “la llanura en una noche de enero”.
Celaje: Combinación arbitraria de “celeridad” e “imagen”. Señal. Presagio, manifestado en sombras o en una luz. Dada su velocidad casi imperceptible se dificulta su interpretación. Puede significar el fin de un agobio o un desenlace fatal. Si el celaje pasa con un ruido igualmente seco y veloz el asunto es de gravedad. Los animeros dicen que si el celaje, además de ruido viene con una brisa brisita fría es que a uno lo agarrar la pelona; viene segura la muerte.
Centauro: Bestia temible de la mitología; griega mitad caballo y mitad humana, matador de hombres con la cual se asocia al llanero desde sus hazañas bélicas en la Independencia y sucesivas guerras civiles en Venezuela. Apodo del general José Antonio Páez. Su símbolo de vigor e invencibilidad, no oculta, que algunos individuos como “El salvaje de la Sierra” de El Pao, Cojedes (según el corrío de Dámaso Figueredo) tengan engendros con tigres, venados, báquiros, rabipelados y otros seres de la fauna llanera.
Chipola: Ritmo del joropo, que junto al pajarillo, integra la estructura musical de Florentino y el Diablo, el mayor de los contrapunteos llaneros. Según la leyenda es también el ambiente musical que siempre acompañará al coplero que actúa en nombre del demonio, generalmente encarnado en un indio, el cual una vez al año retará a un cantador llanero, si logra vencerlo, se lo llevará a su amo y regresará a retar nuevamente, si pierde otro enviado tomará su lugar y el derrotado quedará eternamente en lo más oscuro del infierno.
Contras: Apure; Como toda palabra es bendita, el llanero toma aguardiente claro y carga su cajeta de chimó para invocar la pureza. Barinas; Es buena contra tener la soga de un ahorcado, pero de mal efecto andar con quienes buscan esta prenda sin conseguirla, de ese afán nada bueno se sacará. Cojedes; Las velas buenas para espantar al maligno son las que se le prenden a los muertos confesados, las usadas para pedir por las almas en pena pueden procurar que a usted se lo lleven. Guárico; Nunca se le ocurra encender una vela antes de proferir un conjuro, ni después de culminar un ensalme, es exactamente a la inversa. Portuguesa; No dispare a los espantos, ni toque casquillos disparados por otros, a menos que sean de balas certeras. El Arcángel sólo presta “el escudo, su rejón y su puñal”.
Cuento tradicional: Según el modelo de Jiménez Turco (2003; 65) este concepto se aplica a los textos donde se cumplen las siguientes condiciones; a) “Que sus fuentes sean orales, aunque estuvieran recopiladas y fijadas por escrito”. B) “Que se tratara de narraciones estructuralmente sólidas, independientemente de su extensión”. C) “Que dichas narraciones tomaran como referentes temas y personajes tradicionales, o que ambos fueran de particular interés en el contexto contemporáneo de difusión”.
Diablocracia: Tener familiaridad con el diablo (acuñado por José Vicente Abreu, 1990): como por ejemplo Doña Bárbara, una de las primeras mujeres de la literatura castellana e incluso mundial, que pacta con el Diablo (El Socio), acción siempre masculina. En “Cantaclaro” el papel del “Diablo de Cunaviche” le toca a otro rico hacendado, quien como Doña Bárbara le gustaba vestirse de negro y ajusticiar indios; Juan Crisóstomo Payara, el cual igualmente celaba en extremo a su hija (punto débil de los demonios nacionales) de Florentino. En la versión teatral de Arvelo Torrealba, este “suegro” pacta con el Diablo para que derrote a Florentino y lo aleje de su hija.
Duende: Espíritu habitante o “dueño de una casa”. Contracción de “due/ño de una casa”, forma apocopada de dueño. Se manifiesta mediante la CHANZA: Burla, embuste, deriva en chancear y en chanzoneta, es decir, canción o canto de engaños típico de los encantamientos. El duende criollo; “Conquista o arrebata a los niños, a las mujeres jóvenes o aún las mayores...enseñan a la gente la forma de aniquilar...Pensamos entonces que tales procedimientos podría alejarlos de la condición angélica que se les atribuye” (Álvarez, 1999).
El Diablo Embotellado: Relato de Jesús Guevara, registrado en Macapo, Cojedes en 1975 e incluido por Yolanda Salas de Lecuna en “El cuento folklórico en Venezuela” (1985); el diablo es engatusado y metido en una botella por maña del su pretendida y de la suegra, un arriero borracho lo libera pero para aprovecharse de él y luego abandona. Por contraste, El diablo suelto es una composición musical del zuliano Heraclio Fernández difundida desde 1878 e interpretada por diversas orquestas venezolana como animación y pieza de baile.
El Silbón: Espanto gigantesco que recorre las llanuras en la forma de un gigante delgado y hábil para darle fuertes palizas a los imprudentes con sus propios huesos, que los castigados confunden con una vera, para de esa forma, pagar el crimen de haber devorado a sus padres, cuyos huesos porta en una marusa. Apodo dado a Joaquín Flores, nativo de Barinas, pero fantasmalizado en Portuguesa se proyecta a toda Venezuela gracias a la leyenda que recopila Dámaso Delgado en 1967, sobre la versión teatral de 1966. Desde 1974 se celebra el Festival Internacional de Música Llanera El Silbón. (Véase Silbones)
Entierro: Botija repleta de plata en morocotas y joyas enterrada en sabana abierta o en una casa, a quien este le toque se le aparece una luz azul señalándole la ubicación del botín. En ocasiones un muerto indica el lugar del entierro, pero hay que ofrecerle rezos; si el convenio es con Satanás, hay que empeñar el alma o los hijos que se tengan. Véase en la discografía llanera La historia de la Rubiera de Ángel Ávila y La suerte cambió su rumbo de Víctor Veliz. A su vez, Hipólito Arireta en El Muerto de Las Tres Matas, relata “el chasco que le pasó al negro Zenón Rapia” quien engañado por un vivo y un indio (de seguro el diablo) vestido de cura pierde todo lo que invirtió en sacar un entierro.
Espanto: De espantar. Derivación latina de expavere (temor) y de pavere (pavor). De Pavor provienen: pávido (miedoso); impávido (sin miedo a nada); pava (mal asunto); pavoso (de mal presagio); payar (cantar con valentía) y payador ( cantador valiente) como lo fue Santos Vega, gaucho argentino quien en el siglo XIX contrapuntea y es derrotado por el Diablo encarnado en el payador Juan Sin Ropa. El Diablo vence a Vega, pero el llanero venezolano: Florentino Coronado, sí logra doblegarlo. 
Florentino: Cantador llanero que vence al diablo invocando a sus espíritus protectores tras contrapuntear con éste una noche entera. Papel principal en la novela Cantaclaro de Rómulo Gallegos (1932) y en la Cantata Criolla de Antonio Estévez (1954). Denominación patronímica del Festival “El Florentino de Oro”. Personaje recreado por Alberto Arvelo Torrealba en las versiones de 1940, 1950 y 1957 sobre esta leyenda, basadas en su obra teatral de 1936 y en los textos de José Eustaquio Machado (1924) y de Miguel Mirabal Ponce (1925). Con mucha anterioridad Antonio José Torealba legó esta copla: “yo canté con el demonio / en las Galeras del Pao / y le dije en una copla/ con versos bien afilaos:/ es maldá que usted me tenga / en su libreta apuntao / ya me lo gané cantando / en San José de Tiznao”.

domingo, 9 de abril de 2017

La flama de la vida (cuento premiado de Luis Enrique Frías)

La flama de la vida jamás permanece igual (archivo de Massimo Calanchi)

Obra galardonada en el Concurso Nacional de Cuentos Misterios y Fantasmas Clásicos de la Llanura “Ramón Villegas Izquiel” (UNELLEZ –San Carlos, Cojedes)



A mi madre


Tenías que haberla conocido. Se sentaba y sólo con la mirada, lo ordenaba todo. Mirada pardiza. Penetrante. Como si te abriera el alma. Como si un gran ojo te observara. Tenías que haberla conocido. Recuerdo el día de la llegada de papá. No dijo palabra alguna, a pesar del tiempo alejado de casa . Y me regañabas. Con tu mirada de latigazo, partiéndome el alma... de la duda...de la confusión. Te dije que podía ser peligroso. Tu insistías con tu mirada. Mirada recalcitrante. Que quemaba. Tu insistías. Que eran insensateces mías. Esa manía tuya de buscar cosas. Desde aquella vez en la playa. Tus ojos se quedaron fijos en el caracol. Te preguntabas si podía darte respuesta a la vida. Te lo dije. Pero tu insistías con la mirada. La primera vez, siendo todavía una niña. Era el día de las ánimas. La tarde cayó como un relámpago. Y mi sorpresa, ver la redondez de las arepas que salían de tus manos. Y la tuya, ver los números que salían en ellas, para jugarlos en el azar. Después de comer me enviabas a la casona. Sigo recordándola. Sus inmensas puertas que llegaban al cielo. Sus ventanales, confidentes silenciosos de amoríos y serenatas. El zaguán, que nos decía los pasos infinitos que tiene la vida. Al traspasarlo, aparecía la Doña. Su pelo, desteñido por el tiempo, dejaba ver una solitaria sonrisa maternal. Toma el tobo. Ve al traspatio y le das de comer a las gallinas. Era inmenso. Entraba al gallinero. Metía las manos en el tobo, y comenzaba a regar el maíz. Sin darme cuenta, todas las gallináceas comenzaban a rodearme. En el fondo, la flama aparecía. Se movía de una esquina a otra del traspatio. Se me sumergían los vellos. Poco a poco colocaba el tobo en el suelo. Sentía una pesadez en la pantaleta. Salía del gallinero y me iba corriendo hacia adentro. Te lo conté y no me hiciste caso. No volví a la casona. Siendo adulta, me insistías con tu mirada, que volviera. Decías que el miedo que sentías cuando pequeña, era circunstancial. Que me diera valor. Las penas se aliviarían. Al llegar al traspatio, de nuevo apareció la flama. Te lo conté de nuevo. En el fondo, de una esquina a otra se movía. Te entusiasmaste. Me dijiste que era un entierro, que donde se detuviera la flama, estaba el baúl repleto de dinero. Y tu mirada se hizo insistente. Desentiérralo. Desentiérralo. Esa palabra todavía truena como fogonazo en mi memoria. A la media noche. Tiene que ser a la medianoche. Ya eres mayor de edad. No hay nada que te lo impida. Tomé el valor por asalto. Comencé a sacarlo. Los brazos y las manos, buscaban un segundo aire, por el cansancio. Pero seguía apartando la tierra, como si le arrancara una parte al mundo. Brazada y brazada. La transpiración era un río desahuciado. Seguía. Hasta que por fin apareció. El baúl semejaba olores y colores atávicos. Me ayudaste a levantarlo. Nos dirigimos a la casa. Nadie nos vio. Lo colocamos en la mesa y te dispusiste a abrirlo. Un resplandor nos cegó por momentos. Había tantas monedas de oro, que alcanzaban para saciar toda la avaricia del mundo. Tus ojos brillaron, en un instante, como nunca en la vida. Pero se te olvidó algo... Madre... Las misas. Había que hacerle las misas al difunto. Para qué las misas. Con tanto dinero no era necesario. Ahora ando de traspatio en traspatio, con esa flama que me quema, esperando que alguien haga las mías. Amen.


*Texto publicado en “El Llano en Voces; Antología de la Narrativa Fantasmal Cojedeña  y de otras latitudes”. Compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno (San Carlos: UNELLEZ. 2007)


Luis Enrique Frías (San Carlos, Cojedes, 1960). Ha publicado Génesis de la tragedia y comedia griega (1999) y la recopilación Poemas a San Carlos (1999). Miembro fundador y actual Presidente de la Fundación Círculo de Arte Nuevo Tramo. Docente de la Escuela Regional de Teatro del Estado Cojedes.

viernes, 7 de abril de 2017

Un mágico lugar para viajantes (cuento premiado de Willian Ramirez)

Un gran vacío nostálgico es todo lo  queda de ese mágico lugar llanero
(imagen en el archivo de Julio César Arenas Bravo)

Obra galardonada en el Concurso Nacional de Cuentos Misterios y Fantasmas Clásicos de la Llanura “Ramón Villegas Izquiel” (UNELLEZ –San Carlos, Cojedes)




A la memoria de Antonio y Listey 
viajantes eternos de nuestras evocaciones.

Ella no me lo dijo -esa parte no me la contó- pero lo supongo, no me dijo cual era el color de la noche; esa noche...

Supongo que para hacer honor a una noche misteriosa tenía que ser oscura, muy oscura. Azul oscuro, como las noches llaneras. Tal vez ya no sea importante el color de la noche, sólo que ese azul oscuro de la noche era contemporáneo: Contemporáneo con el azul actualizado de la confortable camioneta de Antonio, contemporáneo con el verde actualizado de los ojos de Listey y contemporáneo con el escepticismo (también actualizado) de la clásica pareja de viajeros. La fausta camioneta “volaba” por la modesta carretera de los llanos desde hacía varias horas, como un gigantesco animal alado sediento de la luz del día, o en su defecto sediento de llegar al destino predeterminado por los peregrinos: La ciudad de “San Carlos de Austria”. Ya casi se habían completado tres horas y media de viaje, desde la salida de Barinas a las ocho horas y treinta minutos de la noche (incluyendo las paradas respectivas) hasta ahora que se encontraban en las llanuras del estado Cojedes. Hacer este recorrido entre Barinas, Portuguesa y Cojedes, no era nada extraordinario para un exitoso hombre de negocios, de un poco menos de treinta años y gerente de una compañía; acostumbrado al trajín de manejar números, dinero y recursos humanos. Cosas que por sí mismas suelen hacer de la vida una rutina que a veces sólo da cabida a lo racional y no a lo espiritual. De allí quizás podamos entender la apatía de Antonio hacia las leyendas de estas tierras inundadas de espectros y espantos y no del hecho de haberlas cruzado indefinidamente en medio de las más tediosas travesías. Listey (la esposa de Antonio) no había comido más que una cena ligera un poco antes de salir de Barinas, y por eso sintió hambre ya cerca de la media noche. Así que entre las poblaciones de “San José de Mapuey” y “Los Colorados” sugirió a su esposo detenerse a comer en lo que a la distancia parecía ser un expendio de alimentos, al menos una “taguara” de las que tanto abundan en los caminos de asfalto que profanan nuestra sabana. No se divisaba muy bien, ya que la brillantez del lugar era impresionante. Pero la forma alargada con vista frontal hacia la carretera recordaba a las chozas de palmera seca que construyen los hombres en las civilizaciones y en las haciendas con el único fin de comer, beber o descansar, trajeados de la naturaleza; y que por cierto reciben el particular nombre de “Caney”. Ya desviados hacia la izquierda del camino principal en la angosta vereda de tierra que servía de única vía de acceso a aquel aparente restaurante, los viajadores se preguntaban cuál podría ser el origen de aquella intensa luz que a pesar de todo parecía iluminar nada más que el exacto lugar donde se encontraba ubicada aquella antigua estructura. Sí, antigua, pero no en edad solamente, si no también en época, porque lucía un lejano de una época remota a la nuestra. Así pensó la pareja mientras se detenía delante de aquel extraño recinto. El frente sí era como una especie de bohío, con varas de bambú, alargadas unas sobre las otras hasta formar medias paredes a cada lado del espacio vacío que se asumía como puerta. Hacia los lados y hacia atrás se erguían ruinosos muros amalgamados en esa tradicional aleación de lodo que suelen llamar “bajareque”. Del techo, que por cierto era de caña y palma seca colgaban lámparas con mechas encendidas, probablemente a base de kerosén, la cuales desprendían una luz tenue al igual que aquellas que servían de centro en las cuadradas mesas de madera añejada. Es por eso que el fulgor que abrigaba la zona no podía venir de las modestas lámparas. Claro, era un “mágico lugar para viajantes” según dijo Antonio, dando a entender que era producto de los escasos y sencillos intentos de los lugareños para llamar la atención de los turistas. A los aparentes clientes sentados a par en cada mesa (uno frente al otro) se le dibujaba una especie de vapor nebuloso en la cara lo que hacia imposible definir las facciones de los rostros. Y ellos sólo se miraban, a sí mismos, sin ningún movimiento... ninguna palabra... Apenas estos pocos detalles pudieron notar los intrigados visitantes cuando se percataron de manera inesperada de la extraña presencia que se encontraba fuera del lugar parada junto a ellos. Una señora de más de seis décadas de vida, quizás, aunque por su aspecto no se podía precisar si la palabra exacta a utilizar en su caso era: “vida”. Llevaba un vestido de antaño, de esos mismos que recuerdan a las mujeres de antaño, de esas que se sólo se conocen a través de los libros y películas también de antaño. Aquellas con un aire de “Teresa de la Parra” y un porte de “Manuela Sáenz”. Pero esta llanera, sexagenaria, vestida de tiempos remotos, parecía traer una altivez desde su juventud arrancada de una tragedia al estilo de “Doña Bárbara”. Una arrogancia que se podía vislumbrar por encima de su palidez, su nariz aguileña, su piel fantasmal y sus ojos hundidos con el mismo e imprescindible vapor nebuloso de los de adentro del lugar y que no dejaba percibir la intensidad de su mirada. Listey, luego de salir de su impacto momentáneo, atinó a preguntar si tenían algún refrigerio que les pudieran servir, a lo que la mística anciana de cabellera gris respondió con un enorme ... ¡NOOOOOOO!... Un -NO- que penetraba las almas... la joven recordó que aquel escepticismo adoptado con el paso del tiempo no existía en sus años infantiles, allá en Mérida, cuando su duende personal la acompañó algunas noches sentándose a la orilla de su cama. Una insensibilidad que floreció luego de trasladarse a ciudades menos afabuladas como Valencia, y a una Barinas que aunque rodeada de mitos era muy urbana y tecnológica para una mujer que pasaba una alta parte de su tiempo entre la universidad y las computadoras. Mas volvía a sentir que aquellos entes y encantos de su Mérida natal se resumían en estas tierras cojedeñas. Su piel erizada y sus selváticos ojos asombrados no solamente le hicieron recordar y sentir, si no también decidir. Así decidió apenas con voz, más de temor que de escepticismo, exigir marcharse inmediatamente de aquel incierto lugar. Antonio que a todas estas había empezado a cambiar de opinión de que aquel lugar era para llamar la atención, si acaso para alejar a los viajantes, puso la reversa de la inmensa bestia mecánica que los contenía a ambos en su interior. Y mientras giraba en un ordinario recodo de la estrecha vereda, ya no observó a nadie alrededor de aquella arcana construcción. Solo una gran ave negra salía por detrás de ella emitiendo graznidos que volvían a penetrar las almas y al descubrirse ante los destellos que nacían en la parte trasera de la singular taberna, asemejaba una ilustración de un cuento de fantasmas y relatos llaneros... Ya en la carretera pasando por la localidad de “Los Colorados” había un silencio entre los dos esposos y un volver a la indiferencia propia de la ostentación que los envolvía en aquel vehículo y que los siguió envolviendo en San Carlos, en casa del hermano de Listey a quien venían a visitar por primera vez, luego que se mudara de Carabobo a San Carlos. La noche transcurrió entre emociones y un descanso breve y sereno, hasta que en la tarde siguiente de regreso a Barinas la indiferencia dejó de envolverlos, cuando se detuvieron en la carretera al filo de aquella estrecha vereda de tierra en la cual se habían adentrado la noche anterior para comprobar que al final de ella solo había... ¡Un terreno vacío!... ¡Un pedazo de nada.


*Texto publicado en “El Llano en Voces; Antología de la Narrativa Fantasmal Cojedeña  y de otras latitudes”. Compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno (San Carlos: UNELLEZ. 2007)


Willian Ramírez (San Carlos, Cojedes, 1969). Poeta con amplia experiencia en diversos talleres de expresión literaria en las áreas de poesía, cuento y ensayo, tanto como participante como en calidad de instructor. Productor de espacios radiales y televisivos en el estado Cojedes.

jueves, 6 de abril de 2017

La Muerta de Las Galeras de El Pao (relato anónimo y audio musical)

"...jamás se pensó que fuese capaz de tales hechos". Imagen en el archivo de Pablo Araque

Como todos los lunes en la noche, María se preparaba para salir de viaje, de El Baúl hacía Valencia, a buscar la mercancía para surtir su negocio de verduras, ubicado en la calle Bolívar del pueblo.
Le gustaba viajar de noche para estar de vuelta el martes antes del mediodía.
Acompañada de Mario el chofer de su papá el viejo Nicolás, a bordo de una camioneta tres cincuenta se deslizaban por la solitaria carretera bajo una luna clarita en amena tertulia.
- Mire María, le dice el papá, a usté además de gustarle andá de noche le encanta viajá los lunes, como si fuera animera.
- No hombre viejo, ya usted va con sus cábalas, cualquier día es igual, pá trabajá lo que necesita es voluntá.
- Bueno eso es lo que pasa, que la juventud de hoy día ni respeta ni cree en ná, por eso es que suceden tantas cosas.
Llevarían cuarenta y cinco minutos de recorrido y la luna empezó a ocultarse tras unos nubarrones negros, hacia tan solitaria la carretera que ni siquiera un conejo se veía jugueteando en el hombrillo.
Se había hecho un corto silencio, el cual interrumpió Mario el chofer.
- ¿Oyeron ese ruido? Parece una cruceta, se respondió el mismo.
- Eso era lo que faltaba, dice María, ojalá que no sea nada grave, precisamente
Comenzando a subir la galera y a esta hora. Que vá.
- ¿Qué hora tenemos Don Nicolás? , preguntó Mario.
- Las once y cincuenta y cinco mijo.
- No se preocupe que sólo fue un traquío, tranquilizó el chofer.
No habían transcurrido cinco minutos cuando justamente en la vuelta de la leona, de la pata de un mango grande que está a la derecha, salió una mujer corriendo y se abalanzó sobre el carro, los tres la vieron muy bien porque la velocidad no era muy alta. Era una mujer muy blanca de larga y negra cabellera que le caía sobre el rostro.
Mario clava los frenos emitiendo un chirrido que se confundió con el grito espeluznante de María, rompiendo el silencio dela noche, logrando detenerse un poco más adelante, como atontado al volante, Mario repetía sin cesar, matamos esa mujer, matamos esa mujer.
- Bueno mijo, bájese, vamos a ver que paso.
- Yo no me bajo gritaba María, presa de una crisis de nervios.
- Cálmese mija que Mario y yo vamos a ver, usté quédese tranquila.
Los dos hombres se bajaron y Mario se agacho por la parte delantera.
- Don Nicolás grito Mario, aquí debajo no hay nadie.
- No puede ser muchacho, si yo la vi en la trompa de la camioneta.
- Don Nicolás revisemos por detrás, a lo mejor quedo más allaíta.
Caminaron varios metros hacia atrás, volvieron a la camioneta, revisaron todo muy bien, no había rastro de sangre ni de nada, una Chupa hueso pasa sobre sus cabezas y pega su chillío, perdiéndose en la oscuridad de la noche, un escalofrío se fue apoderando del cuerpo de aquellos hombres erizándoles la piel.
- María será mejor que nos vallamos, aquí pasa algo muy raro, en el camino le
cuento. Abordaron la camioneta y continuaron su camino.
Una vez repuesto de la impresión Don Nicolás le dice a sus compañeros.
- Miren muchacho lo que vimos esta noche fue una mala visión.
- ¿Cómo una mala visión papá?
- Bueno, lo que vimos fue la muerta de la galera, desde que yo andaba con mi taita por estos caminos sé que sale una mujer por aquí, lo que pasa que para ustedes los muchachos todo es embuste, pero miren los que nos pasó.
- Don Nicolás pero ¿Quién sería esa muerta?
- Decía mi taita que esa era un alma pérdida y que vale la pena que nadie la compadezca.
- Papá, será ¿Qué tiene algunos reales enterrados? ¿O murió debiendo promesa?
- No, mija, es que esa muerta cometió un crimen muy feo que en el mundo no se acepta, mató a su padre y a sus tres hijitos con un tiro de escopeta y no conforme con eso bailaba como si fuera una fiesta, y cuando se dio cuenta que ya estaba descubierta le metió candela al rancho y sólo sacó su maleta.
- Y ¿Para donde se fue?, pregunta María
- Dicen los que la miraron que buscó rumbo hacía El Baúl, como la mujer desierta. Pero fíjese, mija,  que sólo firma con su propia letra, el que la debe la paga, en los bancos de Paraima, allí la encontraron muerta, picá de una cascabel y de allí en adelante quedo vagando esa muerta por aquí por las galeras de El Pao y no sólo es esa muerta, por aquí salen muchos espantos, por eso es que a mí no me gusta anda de noche ni los lunes, por que la noche es de los espíritus.
Así de tertulia en tertulia les amaneció a los tres viajeros llegando a Valencia, diciendo desde ese día no viajar más de noches y muchos menos los lunes.


Informante desconocido. Este cuento llegó al concurso más de trece veces, sin embargo, cuando fuimos a revisar la plica de su autor, siempre estaba vacía. Quisimos desaparecer este cuento; pero algo nos decía que teníamos que publicarlo. Aquí está, si el autor está por ahí por el Llano, nos avisa; pero si es un espanto; mejor que dejemos las cosas de ese tamaño.

Texto publicado en “El Llano en Voces; Antología de la Narrativa Fantasmal Cojedeña  y de otras latitudes”. Compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno (San Carlos: UNELLEZ. 2007)



Disfrute de la versión musical de este relato en: 

miércoles, 5 de abril de 2017

Juegos Tradicionales (Cuento premiado de Francisco Javier Frías Vilera)

Llaneras cojedeñas en el tradicional juego de trepar al "palo encebao"
(Archivo de Ciudad Cojedes) 


Obra galardonada en el Concurso Nacional de Cuentos Misterios y Fantasmas Clásicos de la Llanura “Ramón Villegas Izquiel” (UNELLEZ –San Carlos, Cojedes)



Mira Francisca, esos muchachos no quieren jace caso, es que la Carmencita, la Igua, Antonio y Glade le jecanta burlarse é mí.
No en vaine, después de habé lidiao con tanto generalote, vení a tené que soportá cagones, no digo yo. Esa vaina sí es arrecha. Yo Magdalena la grande jodía despué de vieja.
Quédese quieta Doña Mauda, a fin, los muchachos no le van hacer caso, muchacho es muchacho.
Sí, pero si vienen las ánimas y los espantos, ahí sí, vienen corriendo y chorreao a que cuy, no digo yo, muchacho es muchacho hasta que se caga.
Esas eran las cosas de la abuela, sus infinitos fantasmas aún sobrevolaban su marchita memoria. Una guerra federal que no vivió a plenitud por su corta edad, más sus padres fueron víctimas de la misma y sus almas divagaron por siempre en sus adentros, dejándola marcada para siempre.
Decía, que su hermano Serapio cargaba con sus huesos en una enorme madera que no la apartaba de sí.
No quiso darles cristiana sepultura, con la creencia que le garantizaban mantener una fortuna que jamás dejó entrever que su forma de vestir y lo tacaño que era, dejaba pensar que todo fue falso. Siempre dijo que era un amuleto secreto.
Eran los tiempos de los santos y aparecidos, donde los entierros se encontraban en los traspatios de la casa, en los solares abandonados. Fueron muchos los muertos de guerra reciente que dejaron su oro enterrado, mas no existían bancos y desconfiaban de todo el mundo y nunca se supo en qué lugar. Fue ese mismo día, cuando el ocaso estaba a punto de hacer su aparición, cuando por primera vez Carmencita logró conversar con uno de ellos y a la vez se iniciaron los temores con semejante escena.
-Mira Carmencita, venite muchacha que te va salí un ánima.
-Ya voy amá, es que estoy jugando el palito mantequillero.
-Si no te vení te voy a í a buscá, mirá que está oscuro y los muertos salen pá llevase a los vivos. No juegue, que muchacha pá bruta.
- Déjela quieta Doña Mauda, cuando vea que no hay luz sale corriendo pá la casa. Esa es más miedosa déjela quieta, déjela quieta. Esa no va aprendé de otra manera.
- Gua, como la voy a dejá, será pá que Pancho se arreche conmigo por vieja y rebruta. No jile, eso sí que no. Yo soy Magdalena la Grande quien pelió con Cipriano y nunca me dejé jodé. Pá tené que guantá tripone.
Su carácter era férreo como esculpido en roca de hierro, de una dureza que superaba lo normal, más a su edad que nunca se supo si se encontraba llegando al siglo o lo había superado. Por sus venas corría la historia de cuanto Andino gobernó en este país. Supo de mártir y caudillo, según se le presentaran las circunstancias y jamás se dejó doblegar en los más difíciles momentos, cuando el hombre de La Mulera se hizo dueño de toda la geografía patria.
Esa tarde cuando todos se encontraban jugando el palito mantequillero, de repente como una exhalación, que fue notado sólo por Carmencita, una humareda salió del patio acompañado de truenos y relámpagos, se puso el ambiente radiante saliendo del humo un caballo montado por un hombre blanco de enormes bigotes y vestido de militar de la época Federal. En su boca un largo tabaco encendido y mostraba una enigmática sonrisa. Para su desgracia sólo ella lograba enterarse del asunto, sus primos seguían jugando sin notar su ausencia momentánea. Dejó aparte los nervios y se acercó para ver mejor esa escena tan extraña. Cuando el militar le habló fue que comenzó a sudar frío y le dijo:
- Quiero dejar en sus manos mi fortuna.
En una veloz huida dejó a sus primos solitarios en el patio y no volvió a salir en varias semanas.
Sus primos se burlaron y cada vez que hacían referencia a lo acontecido se encolarizaba y los dejaba solos.
Ella llegó a pensar que todo era producto de las recriminaciones de su mamabuela y para evitar tener algún problema con su hijo le infundía miedo en la oscuridad. Durante esos días evitó hablar del asunto, para no tener que aguantar la letanía, lo dejó como parte de sus fantasías, más sabía que por su edad no le creerían tal historia.
Hubo de pasar más de una semana para que aceptara jugar con sus primos en el fondo del solar. En esta ocasión decidieron jugar la semana. Ya se estaba poniendo tarde y nuevamente Doña Magdalena inició la letanía, más por precaución que por el muerto.
- Mira muchacha te vá a salí un muerto y te vá a llevá, es que queré ite con él. Gueno, si jací es la vaina que te lleve.
- Doña Mauda déjela que juegue al fin no está sola Clemencia está en la cerca.
- Sí, pero el otro mocoso no pué con su alma, va a podé cuida a jotro. Ojalá le salga un muerto, pá que deje la maña. Despue Pancho le va a pegá, eso sí lo tiene merecío por porfiá.
La vecina que se encontraba con ellos en ese día se llamaba Clemencia y tenía unos diez años viviendo en el barrio. Ya era parte de la comunidad y su hijo Nicanor nació en el pueblo. Esa tarde había salido con los muchachos en el patio. En ese tiempo las casas se dividían con troncos y alambres de púas, dejando una puerta para poder comunicarse.
Eran las seis y treinta de la tarde cuando el cielo se volvió de diáfano a turbio, una brisa helada hizo su aparición con características de lluvia. A Clemencia le pareció extraño, más que el invierno no entraría en tres meses, sin hacerle mayor caso siguió divirtiéndose con las ocurrencias de los muchachos. Como una repetición de la última vez, la humareda hizo su entrada acompañada de los truenos y la luz radiante, apareciendo al final el hombre y su blanco caballo. Igual que la última vez, sólo Carmencita logró ver el personaje, quedó petrificada y la piedra que se encontraba en sus manos rodó por el suelo. El personaje se apartó su largo tabaco y le dijo en voz de ultratumba:
- Ven, toma mi oro, es para ti.
Carmencita comenzó a sudar frío y el enigmático personaje le señaló en el suelo el lugar donde se encontraba semejante fortuna. Sin pensarlo dos veces huyó sin despedirse.
Clemencia que sí notó a la niña con sus desvanes quedó con una gran duda y le preguntó a sus primos:
-¿Qué le pasó a esa muchacha, es malcriá o está loca?
Respondiendo Antonio que era el más grande:
- No señora Clemencia, es que Carmencita es miedosa, amá le vive diciendo que le vá a salir un muerto, y cuando cae la tarde, se pone negro se asusta y sale corriendo.
- No creo ese cuento, pá mí esa muchacha vio algo, y debe sé feo pá como corrió pá la casa.
Pasaron varios días hasta que Doña Clemencia logró sacarle a Carmencita la confesión completa de lo que había pasado. Nunca se lo hubiese contado a nadie, llegó a pesar que la tildarían de loca y eso le preocupaba, mas aún no llegaba a los diez años. Clemencia que se sintió algo extraña, sobre todo por el frío repentino de la tarde , sin que el invierno le tocase venir. La llamó desde la cerca de eso de las cinco de la tarde, acababa de regresar de la escuela y aún era temprano para jugar, si es que le quedaban ganas después de semejante susto. Clemencia sin dejarla reaccionar le pregunto:
- Mirá Carmencita ¿qué te pasó el otro día?
- Gua, ná ¿Por qué?
- Muchacha a mí no me vas a engañá, tú viste algo. Pues saliste como ánima en pena y la cara se te puso blanca como un papel. A mí no me vas a engañá, decime qué fue.
- Ná Clemencia, yo no sé qué, pero pá mí, que en jese patio de allá vive un viejo y tiene un caballo grandote.
- ¿Qué es eso muchacha? ¿Qué querei decí?.
- Gueno, que cuando se jace tarde sale a dale é comé ar caballo y como es feo yo sargo corriendo.
- Explícame mejor la vaina que no entiendo.
- El señor saca er caballo blanco a comé.
- ¿Cuál caballo mijita?
- Er de é, cuar va sé. Es grandote y me llama, pero yo le tengo mieo. No vaya sé que me lleve.
- Mirá muchacha, los muertos no salen. ¿Quién te dijo esa vaina?
- Gua mi amá Mauda. Y me dijo que me vaya con é.
Clemencia que era más astuta que la pobre muchacha y que Doña Magdalena le siguió interrogando para conocer mejor que tipo de personaje interrumpía en los juegos de Carmencita y de sus primos y poder entender el frío extraño de ese día.
- Di bien qué te pasó, -Le refutó Doña Clemencia-.
- Cuando estoy jugando é sale a dale é comé ar caballo grandote y me acerqué y luego señala este montoncito de tierra.
- Gua, no igo yo, ¿Qué pue habé ahí?. Yo por eso corro no vaya jace que me quiera enterrá.
No se dijeron más palabras, ya Clemencia estaba enterada de lo que quería enterarse y no deseaba saber más.

Pasaron los años y no se habló más del asunto. Los muchachos crecieron y cambiaron los juegos de la semana y el palito mantequillero por la botella, floreció mi amor y en tiempos de San Juan con el huevo en el vaso de agua, los arfilesó agujas para ver si pegaban y cosas por el estilo. Lo único cierto es que Clemencia se largó a otro país más próspero y nunca se supo de ella. A lo mejor la fortuna estuvo de su parte.


*Texto publicado en “El Llano en Voces; Antología de la Narrativa Fantasmal Cojedeña  y de otras latitudes”. Compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno (San Carlos: UNELLEZ. 2007)


Francisco Javier Frías Vilera (San Carlos, Cojedes, 1959). Poemarios editados; De la tierra al olvido (1980); Al desembarco de la noche (1986); Has llegado para dorar mi piel (2002); Narrativa; Crisanto (1989) y La hoguera oculta (1994). Premio Municipal de Literatura de San Carlos (1987) Es integrante fundador y Ex-Presidente de la Fundación Círculo de Arte Nuevo Tramo.