domingo, 26 de abril de 2020

Leyendas llaneras (Vivencias y testimonios) 8. Ánimas y espíritus (Carmen Pérez Montero)


Con la mayor seriedad los llaneros asumen estos relatos. 
Igen en el archivo del poeta Mayor, Dr. Adelis León Guevara.  



EL ÁNIMA DE ÑO SILVESTRE
En mis andanzas por Guanarito, tras la huella de El Silbón, el poeta Wilmer Vizcaya me narró una historia que incluyo en este trabajo por consideraría bastante interesante para ilustrar la disponibilidad de la gente que habita nuestros llanos para crear y creer en aquellos casos que aun ignoramos si non producto de la imaginación o del mágico pincel de la llanura.
Wilmer aportó lo siguiente: El caserío Los Botalones, cerca de Sabana Seca, aquí mismo en Guanarito, dicen que vivió un señor llamado Silvestre, que tenía un rancho en mitad de la sabana. Este señor era tullido, es decir no podía caminar y una vez, manos criminales, prendieron fuego a la sabana y el rancho de Ño Silvestre, como todos vecinos le decían cariñosamente, se quemó con él adentro.
Este acontecimiento, como decía la gente de antes, causó mucha tristeza, pues toda la comunidad quería mucho a Ño Silvestre. Como ese señor fue un mártir y por la forma tan horrible como fue sacrificado, el comenzó a hacer milagros, pero la gente no le ofrecía velas, sino viajes de agua para regarle su sepultura y dicen que muchas personas iban con taparas, ollas, chirguas, totumas, tobos y cualquier tipo de vasija llena de agua para humedecer su tumba así calmarle el dolor de su quemada. Dicen que la gente optó por llevarle agua a la tumba debido a que una vez un devoto le estaba ofreciendo velas a cambio de un favor que le pedía y Ño Silvestre se le apareció y le dijo: No me traigas velas, hijo, que yo estoy quemao, écheme agua por encima allá en el cementerio pa’ que me calme esta calentura. De allí surgió ese acto inexplicable de no prenderle velas en su tumba, sino regarla con agua fresca. 


EL ESPÍRITU DE JOSÉ EUGENIO BÁEZ
En 1724, el capuchino fray Francisco de Campanillas, en el sitio primitivo que hoy se conoce como Pueblo Viejo, al Este de Villa Bruzual, con indios guamos y atatures fundó la población de Yajure. En 1754 se unieron a estos indígenas un nutrido grupo de yaruros. Yajure es conocida después con el nombre de Turén, cuya capital era Sabaneta. En 1864 le dieron a este pueblo el nombre de Villa Bruzual, para honrar al valiente caudillo Manuel Ezequiel Bruzual, apodado “el soldado sin miedo”,  quien había hecho de Sabaneta, antigua Capital del Distrito Turén, su lugar de recreo y descanso durante la Guerra de la Federación o Guerra de los Cinco Años.
En este lugar, en 1808, según cuenta los creyentes bajó un espíritu especial, ungido de un gran poder y encarnó en Eugenio Báez, quien se convirtió en unos de los agricultores más destacados del caserío  y de sus alrededores, no sólo por su dedicación al trabajo de campo sino por sus conocimientos naturales sobre magias, curaciones, tratos con naturaleza para llamar la lluvia y la protección de los animales del monte. Además, este hombre que vivió 102 años sobre esta tierra de gracia, tenía un alto sentido de solidaridad para con los vecinos y admiración y amor por todos los recursos naturales renovables. Eugenio Báez, aún en este tiempo de luces cibernéticas sigue trotando con su caballo zaino por las tierras turenenses y muchos le conocen como el Duende de la Carama por sus continuas apariciones todavía por esa zona montañosa. El señor Juan de los Santos Rodríguez, conocido guitarrista y cantautor portugueseño, con mucha seguridad de los hechos narró lo siguiente: En el año 1970, cuando yo trabajaba como alfarero haciendo materos y bateas en El Samán de Turén, mucha la gente hablaba de que habían visto a Eugenio Báez. Ellos decían que era un jinete que se atravesaba en la carretera y a veces los perseguía. Más o menos en 1975, una noche como a las ocho, se le apareció a un señor llamado Lorenzo Pineda (q.e.p.d.), conductor de la línea cooperativa de Transporte de Pasajeros Portuguesa, se le atravesó inesperadamente delante del carro y tuvo que salirse de la carretera para no atropellarlo. Casi se mata ese hombre.
Entre los trabajadores del volante adscritos a esta línea era común oír narraciones diferentes relacionadas con Don Eugenio Báez. Yo simplemente la oía, pero nunca las creí hasta que una noche se me hizo tarde en Piritu y me fui para Turén como a las once, cuando llegue a Las Vegas, es decir, a la entrada de Turén, de repente se me atravesó un jinete. 
Al hombre lo vi bien, era blanco, alto, delgado y vestía de blanco. Se me puso frente al carro y yo lo trate de frenar, recorte, pero no pude parar y sin poderlo evitar me llevé por delante el caballo con todo y hombre, pero el carro no se detuvo y seguí. Mire… eso fue horroroso, a mí se me aflojaron las piernas que casi no podía acelerar, el estómago se me revolvió y me dieron ganas de vomitar. En El Samán me paré a respirar y a pasar el susto. Ese otro día a las seis de la mañana salí para Acarigua y pase por el sitio no había nada, ningún muerto ni rastro de accidente. Además, nadie comentó absolutamente nada del asunto. Desde ese momento yo comencé a creer, a pedirle al Ánima de Eugenio Báez y a llevarle velones a su tumba.

Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero.
 
Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente,  en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.  

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