Cada golpe del hacha trasmite al Llano su fuerza.
Imagen en el archivo de Elkin Cardozo.
EL CARRETÓN
En Acarigua, pueblo hospitalario, con pasado
de mudanzas e invasiones, también existen leyendas misteriosas que han vencido
al tiempo y aún viven en el recuerdo de algunas de sus víctimas. Sara Marina de
Medina, profesora de la Unidad Educativa “Ramón Colmenárez” y Rosa Medina, su
cuñada, narraron que una noche, en el año 1958, viviendo ellas en la antigua
calle 7 de Acarigua, hoy calle 32 y siendo como la una de la madrugada, estaban
en la calle, sentadas sobre un medidor de agua, auxiliadas con la luz de un
poste del alumbrado público, bordando sabanas (las cuales confeccionaban y
vendían a 40 bolívares el juego). Se encontraban conversando animadamente, de
pronto el niño pequeño de Sara lloró dentro de la casa y ellas rápidamente
recogieron el material y se fueron a la cocina para prepararle el tetero.
Inmediatamente sintieron que por la calle pasó algo así como un carro de mula,
con ruedas de hierro que sonaban estruendosamente sobre la calle de piedra. Al
día siguiente hicieron el comentario de
lo que habían oído y Doña Petra de Parra les dijo: Ese es El Carretón, el mismo donde llevaban los muertos cuando la
fiebre amarilla y como esta es la calle del cementerio, por aquí siempre se
escucha.
La difunta Doña María de la Cruz Parra, quien
también vivía en la antigua calle 7 de Acarigua, contaba que una noche, como a
las doce, estaba ya acostada, oyó el ruido inconfundible de una carreta, pues
se oía el traqueteo de sus ruedas de hierro sobre la calle de piedra. Sin
temor, sino presa de la curiosidad, se levantó y sin pensarlo mucho entreabrió
la ventana y se asomó y por poco cae desmayada cuando vio que sobre un caballo
flaco que guiaba la carreta iba sentado un hombre semejante a un esqueleto,
desnudo y en posición contraria a la de un jinete normal. Es decir, estaba
sentado de frente a la grupa del animal. De allí en adelante, atemorizada no
pudo dormir.
EL HACHADOR
Ospino, tierra de, fundada en 1715 por
iniciativa de varios guanareños que tenían hatos de ganado en esa población y
que, en vista de que no podían ir a misa los domingos en Guanare, pidieron
permiso para construir una capilla en el centro del poblado que inicialmente se
le dio el nombre de Manzano de Ospino.
Hasta el 15 de agosto de 1754 esta población dependió de las autoridades de
Guanare, fecha en que fue declarada Villa de San Fernando de Ospino, en honor
al Rey Fernando VI, quien después de cuatro años de discusión, aceptó la
propuesta del pueblo ospinero y le dio su autonomía.
Esta histórica Villa no escapa de los
misterios que formaron el folklore portugueseño en su suelo, en sus montañas nace la leyenda de El Hachador,
espanto que algunos llaman con mayor
llaneza: El Hachero y sostienen que es el alma en pena de un hombre que cortó
madera en la montaña para fabricar su propia urna. Otros más analíticos,
explican que El Hachador era un hombre que se levantaba muy temprano y se
acostaba muy tarde, porque día a día iba a la montaña a cortar leña para
venderla en el pueblo, pues debido a que en todas las casas usaban fogón de
leña, era fácil sostenerse con este oficio. También se dice, para enaltecer la
parte moralizante de la leyenda, que es el ánima vagante de un hombre que salió
a cortar leña en día de Semana Santa y por eso durante esos días de
recogimiento y oración, es cuando con mayor frecuencia se oye el chas, chas de
El Hachador en lo profundo de las montañas, Los cierto es que sea como haya
sido, este personaje importunó, muchas veces, a los cubicadores de madera que
en la década de los años cincuenta
poblaban la montaña de Guanarito, Turén y Ospino buscando esta riqueza natural para luego venderla a los aserraderos
de Guanare y Acarigua. Así mismo, también asustó a muchos cazadores que en la
oscuridad de la noche salían, unos por necesidad y otros por afición a buscar
la más codiciadas presas.
Con respecto a esta leyenda el señor Emilio
Oropeza, ospinero de 77 años de edad narra lo siguiente:
Yo vivía en la Estación de Ospino y una noche
se me oscureció en el pueblo y me fui tarde la noche, eran como las once, ya cuando
iba llegando a la casa, en un matorralito que había al lado del camino escuché
golpes de hacha, me sorprendí y me paré a escuchar y se oía clarito el chas,
chas. No me dio tiempo de pensar porque hubo un momento en que se quedó en
silencio y entonces tosió, pero fue una tos muy fuerte y penetrante. Yo salí
corriendo porque sentí miedo y cuando iba pasando por el frente del matorral
cayó el palo. Sentí el traqueteo cuando se estaba reventando y hasta el viento
que traía en la caída, además el estruendo, acompañado de un lamento. Llegué a
la casa casi asombrado y al día siguiente fui con gente a revisar y no había
nada, todo estaba igual. Ni árboles cortados, ni huellas de hachazos, ni de
gente.
En el Portachuelo, por la vía de Agua Blanca,
el señor Francisco Sivira, de 64 años de edad narra: Una noche mi compadre
Roseliano González y yo nos fuimos de cacería. Estando todavía claro nos
pusimos de acuerdo para la ubicación. Yo me monté en un tacamajaca bien
frondoso y mi compadre en un caruto. Allí esperamos la noche y los animales.
Eran como las doce y no llegaba nada, pura plaga. Ya como a la una veo yo, que
estoy de frente, un hombre que no sé de donde salió con un hacha en la mano que
le cae a hachazos al caruto y mi compadre no hablaba, ni gritaba y a mí se me
hizo un “nudo” en la garganta que me impedía gritar. Yo vi como ese hombre se
le afincaba al árbol y mi compadre arriba. Llegó un momento en que el palo se
cimbró, traqueó y cayó al suelo. “El Hachador” desapareció y yo trabado de
tanto miedo, casi privado, pude bajarme del palo para ayudar a mi compadre
Roseliano que estaba en el suelo. Como pude lo llevé a la casa. Este otro día
vinimos a ver el sitio y conseguimos todo igual, no había pasado nada, sólo
estaban regados en la pata del caruto la linterna, el machete, la escopeta y la
cajeta de chimó de mi compadre Roseliano González.
Luis Escalona Rangel, reportero gráfico, hijo
del desaparecido Manolo Escalona, fundador y dueño del semanario El imparcial
de Acarigua, también narró su experiencia ocurrida en la montaña: Yo no soy
cazador, más bien temo a la oscuridad y a la inseguridad que brinda el monte:
sin embargo, en el año 1983, una noche, por insistencia de unos amigos, fui de
casería para acompañarlos. Nos metimos por la montañita que bordea el río de la
Estación de Ospino, al llegar al sitio donde íbamos a acampar, mis compañeros
hicieron todos los preparativos. Como a las ocho de la noche me ubicaron en el
tronco de un árbol seco. Yo siguiendo las instrucciones, me subí al tronco,
cargué la morocha y me dispuse a esperar la codiciada presa. Corría el tiempo y
nada pasaba. De vez en cuando encendía la linterna para darme ánimos y de la
misma forma mis compañeros respondían.
Eran como las diez de la noche cuando encendí
la linterna y al alumbrar hacia un árbol de abundante follaje que tenía frente
a mí observé unos ojos grandes penetrantes que
me miraban amenazantes. Corrí la linterna para ver de qué se trataba
y no pude ver cuerpo alguno. Giré la
linterna y nuevamente pude ver los ojos acechantes, me dio la impresión de los
ojos estaban solos en el árbol. Al tratar
de seguir escudriñando con la vista, a la luz de la linterna, sentí que
el tronco donde estaba sentado comenzó a moverse…a girar, hasta colocarme de
espalda a la extraña visión. Presa de los nervios caí del tronco seco y la escopeta se disparó, por eso llegaron
mis amigos y auxiliaron, yo estaba prácticamente privado. Ellos dijeron que era
algún espíritu protector de los animales salvajes.
Tomado de "Mitos y Leyendas predominantes en el Estado Portuguesa" de Carmen Pérez Montero.
Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente, en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.
Carmen Pérez Montero. Nacida en Tinaquillo, Cojedes y residenciada en Araure, Portuguesa. Profesora Titular de I.U.T.E.P. Sus poemas, investigaciones didácticas y culturales se divulgan, de manera sólida y contundente, en libros, diarios y blogs de nuestro país desde 1964.
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