"...jamás se pensó que fuese capaz de tales hechos". Imagen en el archivo de Pablo Araque
Como todos los lunes en la noche,
María se preparaba para salir de viaje, de El Baúl hacía Valencia, a buscar la
mercancía para surtir su negocio de verduras, ubicado en la calle Bolívar del
pueblo.
Le gustaba viajar de noche para estar
de vuelta el martes antes del mediodía.
Acompañada de Mario el chofer de su
papá el viejo Nicolás, a bordo de una camioneta tres cincuenta se deslizaban
por la solitaria carretera bajo una luna clarita en amena tertulia.
- Mire María, le dice el papá, a usté
además de gustarle andá de noche le encanta viajá los lunes, como si fuera
animera.
- No hombre viejo, ya usted va con
sus cábalas, cualquier día es igual, pá trabajá lo que necesita es voluntá.
- Bueno eso es lo que pasa, que la
juventud de hoy día ni respeta ni cree en ná, por eso es que suceden tantas
cosas.
Llevarían cuarenta y cinco minutos de
recorrido y la luna empezó a ocultarse tras unos nubarrones negros, hacia tan
solitaria la carretera que ni siquiera un conejo se veía jugueteando en el
hombrillo.
Se había hecho un corto silencio, el
cual interrumpió Mario el chofer.
- ¿Oyeron ese ruido? Parece una
cruceta, se respondió el mismo.
- Eso era lo que faltaba, dice María,
ojalá que no sea nada grave, precisamente
Comenzando a subir la galera y a esta
hora. Que vá.
- ¿Qué hora tenemos Don Nicolás? ,
preguntó Mario.
- Las once y cincuenta y cinco mijo.
- No se preocupe que sólo fue un traquío,
tranquilizó el chofer.
No habían transcurrido cinco minutos
cuando justamente en la vuelta de la leona, de la pata de un mango grande que
está a la derecha, salió una mujer corriendo y se abalanzó sobre el carro, los
tres la vieron muy bien porque la velocidad no era muy alta. Era una mujer muy
blanca de larga y negra cabellera que le caía sobre el rostro.
Mario clava los frenos emitiendo un
chirrido que se confundió con el grito espeluznante de María, rompiendo el
silencio dela noche, logrando detenerse un poco más adelante, como atontado al
volante, Mario repetía sin cesar, matamos esa mujer, matamos esa mujer.
- Bueno mijo, bájese, vamos a ver que
paso.
- Yo no me bajo gritaba María, presa
de una crisis de nervios.
- Cálmese mija que Mario y yo vamos a
ver, usté quédese tranquila.
Los dos hombres se bajaron y Mario se
agacho por la parte delantera.
- Don Nicolás grito Mario, aquí
debajo no hay nadie.
- No puede ser muchacho, si yo la vi
en la trompa de la camioneta.
- Don Nicolás revisemos por detrás, a
lo mejor quedo más allaíta.
Caminaron varios metros hacia atrás,
volvieron a la camioneta, revisaron todo muy bien, no había rastro de sangre ni
de nada, una Chupa hueso pasa sobre sus cabezas y pega su chillío, perdiéndose
en la oscuridad de la noche, un escalofrío se fue apoderando del cuerpo de
aquellos hombres erizándoles la piel.
- María será mejor que nos vallamos,
aquí pasa algo muy raro, en el camino le
cuento. Abordaron la camioneta y
continuaron su camino.
Una vez repuesto de la impresión Don Nicolás
le dice a sus compañeros.
- Miren muchacho lo que vimos esta
noche fue una mala visión.
- ¿Cómo una mala visión papá?
- Bueno, lo que vimos fue la muerta
de la galera, desde que yo andaba con mi taita por estos caminos sé que sale
una mujer por aquí, lo que pasa que para ustedes los muchachos todo es embuste,
pero miren los que nos pasó.
- Don Nicolás pero ¿Quién sería esa
muerta?
- Decía mi taita que esa era un alma
pérdida y que vale la pena que nadie la compadezca.
- Papá, será ¿Qué tiene algunos
reales enterrados? ¿O murió debiendo promesa?
- No, mija, es que esa muerta cometió
un crimen muy feo que en el mundo no se acepta, mató a su padre y a sus tres
hijitos con un tiro de escopeta y no conforme con eso bailaba como si fuera una
fiesta, y cuando se dio cuenta que ya estaba descubierta le metió candela al
rancho y sólo sacó su maleta.
- Y ¿Para donde se fue?, pregunta
María
- Dicen los que la miraron que buscó
rumbo hacía El Baúl, como la mujer desierta. Pero fíjese, mija, que sólo firma con su propia letra, el que la
debe la paga, en los bancos de Paraima, allí la encontraron muerta, picá de una
cascabel y de allí en adelante quedo vagando esa muerta por aquí por las
galeras de El Pao y no sólo es esa muerta, por aquí salen muchos espantos, por
eso es que a mí no me gusta anda de noche ni los lunes, por que la noche es de
los espíritus.
Así de tertulia en tertulia les
amaneció a los tres viajeros llegando a Valencia, diciendo desde ese día no
viajar más de noches y muchos menos los lunes.
Informante desconocido. Este cuento
llegó al concurso más de trece veces, sin embargo, cuando fuimos a revisar la
plica de su autor, siempre estaba vacía. Quisimos desaparecer este cuento; pero
algo nos decía que teníamos que publicarlo. Aquí está, si el autor está por ahí
por el Llano, nos avisa; pero si es un espanto; mejor que dejemos las cosas de
ese tamaño.
Texto publicado en “El Llano en Voces;
Antología de la Narrativa Fantasmal Cojedeña
y de otras latitudes”. Compilación de Isaías Medina López y Duglas
Moreno (San Carlos: UNELLEZ. 2007)
Disfrute de la versión musical de este relato en:
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