Joven llanera de Píritu, estado Portuguesa, con la enseña de Rómulo Gallegos
Texto publicado en “El Llano en Voces;
Antología de la Narrativa Fantasmal Cojedeña
y de otras latitudes”. Compilación de Isaías Medina López y Duglas
Moreno (San Carlos: UNELLEZ. 2007)
Ánimas: Pobladores del más allá que invocan los llaneros en procura de
bienestar. Práctica de la etnia indígena pumé (Montiel Acosta, 1995). Los
favores que provee el ánima deben pagarse con el cumplimiento cabal de lo que
se haya ofrecido a cambio; dado que el llanero es hombre que muere por su
palabra, no es de extrañar que cualquier desobediencia con dichos espíritus se
pague con la vida.
Aparatos: Fantasmas y Misterios que siendo “nacionales” tienen diversas
versiones según cada comunidad o región del país, como las interpretaciones de
las leyendas de Juan Machete, El burro del buracal, Federico y Mandinga y la
Historia de la Sayona ( José Alí Nieves y José Jiménez “el Pollo de Orichuna”);
La Silbona (Carrao de Palmarito); El espanto del Troncón (Francisco Montoya);
El Hachador perdido y El Muerto de Las Tres Matas (Hipólito Arrieta); La Muerta
de Las Galeras del Pao (Dámaso Figueredo y Winston Leal); La majada del diablo
(Juan Farfán); El auténtico llanero (Nelson Morales); El Misterioso (Dionisio
Garrido) y El Canoero del Caipe (Guillermo Jiménez Leal) entre muchos casos.
Aparecidos: En el año 896 el papa
Bonifacio VI, ordena que se “exorcicen y eliminen las apariciones malignas del
camino”, flagelo para quienes peregrinaban hacia Santiago de Compostela, pero
el anti – papa Bonifacio VII en mayo (mes de los espantos y aparecidos) de 978,
les elimina su carácter de “malditos” y los salva al declararlos “almas en
pena”, a quienes se les puede rezar y hasta pedir favores. Los llaneros, pese a
tener tanto espacio disponible, entierran o dejan recordatorios de sus muertos
en los caminos, facilitando la residencia de los aparecidos, esta práctica se
hizo nacional, e incluso internacional con las marchas de los llaneros durante
la Guerra de Independencia, las otras guerras civiles y los legendarios arreos
de ganado. Estas marcas y aparecidos del camino sirven de compañía y hasta de
prueba de fe.
Bola de fuego: Fenómeno luminoso y sonoro que recorre la llanura; Apodo e identidad
llanera del Tirano Aguirre, quien ciego por la codicia del oro y de su obsesión
por su hija Elvira -a la cual cubría con una saya y que asesinará
convirtiéndola en sayona- incendia y saquea Margarita y Valencia (véase “El
romance del Tirano Aguirre” de 1561, atribuido a Gonzalo de Zúñiga) siendo
terrible su destino, Pilar Almoina de Carrera (2000) recopila esta copla; “En
castigo de sus culpas / anda por esas sabanas / con las costillas ardiendo / y
doblando una campana”, pero igualmente nos ofrece esta alternativa “Que salga
un hombre valiente / esta noche a la sabana / que le hable a la bola e´fuego /
y será rico mañana”.
Carrao: Ave temida por los llaneros dada su desagradable apariencia, canto
penetrante y por aparecerse súbitamente como acostumbra el demonio. Apodo de
Juan de los Santos Contreras, “el Carrao de Palmarito”, leyenda del canto
criollo por interpretar al diablo enfrentándose a José Romero Bello
(Florentino) en el célebre contrapunteo de Arvelo Torrealba, ambos también
interpretan la leyenda de Paulino el Turupial y Custodio Quendo, dos míticos
copleros que luego de varios días contrapunteando se pierden en “la llanura en
una noche de enero”.
Celaje: Combinación arbitraria de “celeridad” e “imagen”. Señal. Presagio,
manifestado en sombras o en una luz. Dada su velocidad casi imperceptible se
dificulta su interpretación. Puede significar el fin de un agobio o un
desenlace fatal. Si el celaje pasa con un ruido igualmente seco y veloz el
asunto es de gravedad. Los animeros dicen que si el celaje, además de ruido
viene con una brisa brisita fría es que a uno lo agarrar la pelona; viene
segura la muerte.
Centauro: Bestia temible de la mitología; griega mitad caballo y mitad humana,
matador de hombres con la cual se asocia al llanero desde sus hazañas bélicas
en la Independencia y sucesivas guerras civiles en Venezuela. Apodo del general
José Antonio Páez. Su símbolo de vigor e invencibilidad, no oculta, que algunos
individuos como “El salvaje de la Sierra” de El Pao, Cojedes (según el corrío
de Dámaso Figueredo) tengan engendros con tigres, venados, báquiros,
rabipelados y otros seres de la fauna llanera.
Chipola: Ritmo del joropo, que junto al pajarillo, integra la estructura
musical de Florentino y el Diablo, el mayor de los contrapunteos llaneros.
Según la leyenda es también el ambiente musical que siempre acompañará al coplero
que actúa en nombre del demonio, generalmente encarnado en un indio, el cual
una vez al año retará a un cantador llanero, si logra vencerlo, se lo llevará a
su amo y regresará a retar nuevamente, si pierde otro enviado tomará su lugar y
el derrotado quedará eternamente en lo más oscuro del infierno.
Contras: Apure; Como toda palabra es bendita, el llanero toma aguardiente claro
y carga su cajeta de chimó para invocar la pureza. Barinas; Es buena contra
tener la soga de un ahorcado, pero de mal efecto andar con quienes buscan esta
prenda sin conseguirla, de ese afán nada bueno se sacará. Cojedes; Las velas
buenas para espantar al maligno son las que se le prenden a los muertos
confesados, las usadas para pedir por las almas en pena pueden procurar que a
usted se lo lleven. Guárico; Nunca se le ocurra encender una vela antes de
proferir un conjuro, ni después de culminar un ensalme, es exactamente a la
inversa. Portuguesa; No dispare a los espantos, ni toque casquillos disparados
por otros, a menos que sean de balas certeras. El Arcángel sólo presta “el
escudo, su rejón y su puñal”.
Cuento tradicional: Según el modelo de Jiménez Turco (2003; 65) este concepto se aplica a
los textos donde se cumplen las siguientes condiciones; a) “Que sus fuentes
sean orales, aunque estuvieran recopiladas y fijadas por escrito”. B) “Que se
tratara de narraciones estructuralmente sólidas, independientemente de su
extensión”. C) “Que dichas narraciones tomaran como referentes temas y
personajes tradicionales, o que ambos fueran de particular interés en el
contexto contemporáneo de difusión”.
Diablocracia: Tener familiaridad con el diablo (acuñado por José Vicente Abreu,
1990): como por ejemplo Doña Bárbara, una de las primeras mujeres de la
literatura castellana e incluso mundial, que pacta con el Diablo (El Socio),
acción siempre masculina. En “Cantaclaro” el papel del “Diablo de Cunaviche” le
toca a otro rico hacendado, quien como Doña Bárbara le gustaba vestirse de
negro y ajusticiar indios; Juan Crisóstomo Payara, el cual igualmente celaba en
extremo a su hija (punto débil de los demonios nacionales) de Florentino. En la
versión teatral de Arvelo Torrealba, este “suegro” pacta con el Diablo para que
derrote a Florentino y lo aleje de su hija.
Duende: Espíritu habitante o “dueño de una casa”. Contracción de “due/ño de
una casa”, forma apocopada de dueño. Se manifiesta mediante la CHANZA: Burla,
embuste, deriva en chancear y en chanzoneta, es decir, canción o canto de
engaños típico de los encantamientos. El duende criollo; “Conquista o arrebata
a los niños, a las mujeres jóvenes o aún las mayores...enseñan a la gente la
forma de aniquilar...Pensamos entonces que tales procedimientos podría
alejarlos de la condición angélica que se les atribuye” (Álvarez, 1999).
El Diablo Embotellado: Relato de Jesús Guevara, registrado
en Macapo, Cojedes en 1975 e incluido por Yolanda Salas de Lecuna en “El cuento
folklórico en Venezuela” (1985); el diablo es engatusado y metido en una
botella por maña del su pretendida y de la suegra, un arriero borracho lo
libera pero para aprovecharse de él y luego abandona. Por contraste, El diablo
suelto es una composición musical del zuliano Heraclio Fernández difundida
desde 1878 e interpretada por diversas orquestas venezolana como animación y
pieza de baile.
El Silbón: Espanto gigantesco que recorre las llanuras en la forma de un gigante
delgado y hábil para darle fuertes palizas a los imprudentes con sus propios
huesos, que los castigados confunden con una vera, para de esa forma, pagar el
crimen de haber devorado a sus padres, cuyos huesos porta en una marusa. Apodo
dado a Joaquín Flores, nativo de Barinas, pero fantasmalizado en Portuguesa se
proyecta a toda Venezuela gracias a la leyenda que recopila Dámaso Delgado en
1967, sobre la versión teatral de 1966. Desde 1974 se celebra el Festival
Internacional de Música Llanera El Silbón. (Véase Silbones)
Entierro: Botija repleta de plata en
morocotas y joyas enterrada en sabana abierta o en una casa, a quien este le
toque se le aparece una luz azul señalándole la ubicación del botín. En
ocasiones un muerto indica el lugar del entierro, pero hay que ofrecerle rezos;
si el convenio es con Satanás, hay que empeñar el alma o los hijos que se
tengan. Véase en la discografía llanera La historia de la Rubiera de Ángel
Ávila y La suerte cambió su rumbo de Víctor Veliz. A su vez, Hipólito Arireta
en El Muerto de Las Tres Matas, relata “el chasco que le pasó al negro Zenón
Rapia” quien engañado por un vivo y un indio (de seguro el diablo) vestido de
cura pierde todo lo que invirtió en sacar un entierro.
Espanto: De espantar. Derivación latina de expavere (temor) y de pavere
(pavor). De Pavor provienen: pávido (miedoso); impávido (sin miedo a nada);
pava (mal asunto); pavoso (de mal presagio); payar (cantar con valentía) y
payador ( cantador valiente) como lo fue Santos Vega, gaucho argentino quien en
el siglo XIX contrapuntea y es derrotado por el Diablo encarnado en el payador
Juan Sin Ropa. El Diablo vence a Vega, pero el llanero venezolano: Florentino
Coronado, sí logra doblegarlo.
Florentino: Cantador llanero que vence al diablo invocando a sus espíritus
protectores tras contrapuntear con éste una noche entera. Papel principal en la
novela Cantaclaro de Rómulo Gallegos (1932) y en la Cantata Criolla de Antonio
Estévez (1954). Denominación patronímica del Festival “El Florentino de Oro”.
Personaje recreado por Alberto Arvelo Torrealba en las versiones de 1940, 1950
y 1957 sobre esta leyenda, basadas en su obra teatral de 1936 y en los textos
de José Eustaquio Machado (1924) y de Miguel Mirabal Ponce (1925). Con mucha
anterioridad Antonio José Torealba legó esta copla: “yo canté con el demonio /
en las Galeras del Pao / y le dije en una copla/ con versos bien afilaos:/ es
maldá que usted me tenga / en su libreta apuntao / ya me lo gané cantando / en
San José de Tiznao”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario