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martes, 24 de abril de 2018

Cuentos del Arriero (La Carreta del Diablo y otras historias). Samuel Omar Sánchez

Imagen en el archivo de Ofelia Rodríguez Pérez



CUANDO ASOMBRARON A MILAGRO SÁNCHEZ DE CARPIO
Me santiguó y pidiendo a la Virgen de Coromoto, que me aclare la garganta para relatar esta historia que es la pura verdad por este puñado de cruces. Sucedió en “El Socorro” del estado Guárico.  Milagro Sánchez de Carpio, hija de Emperatriz Gómez de Sánchez y Elías Samuel Sánchez, nació en Valencia estado Carabobo, al graduarse de maestra se fue a trabajar a El Socorro con el paso del tiempo se casó con Gustavo Carpio “el negro Carpio”, para ese tiempo veían poco televisión ya que nacieron 4 hijos: Ryszard, Katy, Ilic y Gutsmila. Disfrutaba con su familia y viajaba para Valencia a ver sus padres y a San Carlos también a visitar a su tío Samuel Elías Sánchez. Al paso del tiempo la señora Emperatriz se fue a vivir a El Socorro, se compró una casa en el sector Las Amazonas, monta un negocio el cual atendía y se distraía, su hija la visita todos las tardes en un vehículo que había comprado, a veces va con toda la familia o sola. Es una fija llegar a las 6 de la tarde y se regresaba a las 12 de la madrugada, su madre le decía: -”Lala a estas horas no te vayas quédate a dormir aquí. Y le respondía: 
-No mami no pasara nada, le pedía su bendición y se regresa para su hogar. Sus amigos le decían y hasta su esposo que por esos lados salían apariciones, a más de uno los han asustado por cierto en el puente Las Amazonas, salen diferentes espantos se comenta de la tradición oral que en esa quebrada hay un entierro de morocotas que nadie ha podido desenterrar. Sucedió por cierto para un lunes del mes de mayo, Milagro cumple con todos sus quehaceres y le dice a su esposo “El Negro”: 
-Iré un rato a casa de mi mamá, le lleva un pedazo de queso llanero y un plato de pisillo de chigüiere y una taza de arroz con coco. Le dice: 
-Milagro, acuérdate que es lunes de las ánimas y estamos en el mes de los espantos que andan haciendo de las suyas. Se ríe con jocosidad y dice: -¿Qué te pasa, Negro? Vas a creer en esos cuentos y con ese tamaño ahora me saliste cobarde… Se va tranquila, llega a las 7 de la noche, su mamá le da su bendición, se alegra de verla y está contenta que niña con muñeca nueva al recibir esos detalles. Pasan las horas entretenidas conversando con las anécdotas, se dan cuentan, es la una de la madrugada, Milagro decide irse; su mamá le dice: -No te vayas y le recuerda de la aparición en el sector del puente Las Amazonas. Se despide, antes de llegar al sitio hay una especie de bajada, ella distingue a lo lejos dos faros que brillan, pensó debe ser un gato encaramado en el palo, toma la bajada en primera y acelera su carro para sorpresa de ella a un lado del puente ve la figura de un hombre que salió de la nada, lo raro es que solo ve dos ojos resplandecientes, tiene puesto un sombrero enorme de color negro que le tapa casi toda la cabeza, unos pantalones pero no le nota los pies; está levitando en el aire, ni le distingue las manos porque lleva un saco grande y le tapa casi todo el cuerpo, Milagro se persigna y acelera pasándole a un lado, con el rabillo del ojo lo distingue, pensó a lo mejor era una persona pasada de tragos y se le lanzaría hacia su carro, ve por el retrovisor y nada, pensó Dios será que lo golpeé, ahí mismo da la vuelta en dicho sitio, llega al sitio se baja, reviso los alrededores con la mirada y nada, se recuerda que su esposo y su mamá le decían que asombraban en el puente, de sopetón una fuerte brisa apareció, es tan fría que castañean su dientes, en la lejanía se oyen a unos perros ladrar, siente un celaje a su lado; está nerviosa, un miedo que le recorre todo el cuerpo, voltea hacia el árbol cerca del puente y de nuevo ve los dos ojos centellantes, ¡Ay Dios! Se monta en su carro y da chancleta, esa recta la devora en un santiamén, llega a su casa, está realmente asustada, abre la puerta y entra directo a la cocina, no encuentra explicación de lo sucedido le atacan los nervios en ese momento sale del cuarto Katy y ve a su madre temblorosa le dice: -¿Qué te pasó? Y le cuenta lo que pasó, se va al cuarto de su hija, tan asustada que se acostó con ropa y todo, en la mañana se levanta, su esposo está haciendo el café y le cuenta lo sucedido. Así se supo cómo a Milagros Sánchez de Carpio en el puente Las Amazonas de El Socorro la Asustaron.


LA NOVENA
Este relato es de la rica tradición oral de Acarigua. Portuguesa, sitio lleno de misterios y aparecidos. Desde la Colonia se oyen los cuentos desde El Carretón, La Llorona, La Sayona, Los Duendes del Camino, todos se dan la mano con El Silbón en un cruce de caminos, para seguir saliendo por esos anchos caminos de la llanura. Esto que contaré es la realidad por la Virgen del Carmen. Un grupo de amigas Josefina Hernández, Omaira Ostos, Carmen Teresa y Gloria, van de visita al Museo Inés Mercedes Gómez Álvarez, ubicado en Guanare disfrutan todo el día, tarde de la noche regresan a sus hogares. Al día siguiente reciben la noticia en casa de la familia Ostos, falleció un familiar en un accidente de tránsito en la vía Guanare – Acarigua, se riega como pólvora, su familia deciden velar el cuerpo en su residencia en Araure. Al saber la noticia sus amigas se van en el vehículo de Carmen Teresa, llegan a casa de Omaira, le dan las condolencias, es noche cálida y sin brisas como son las noches de Guanare, en las que ni el soplo de un pajarito hacia mover ni siquiera una hoja seca esparcida entre las sombras de unas acacias...le dan el pésame a la familia que han llegado del estado Apure, y son de la vieja creencia que el fallecido debe ser velado en su hogar, rezar los tres santos rosarios al cuerpo presente, los hace una mujer con rasgos indígenas, a muchos sorprendió porque las letanías son diferentes a las actuales, otro detalle que no sabía leer ni escribir, pero con una soltura rezaba. Han rezado las novenas de las siete y las nueve de la noche, el café, el chocolate, las galletas, el queso y cigarros, no falta a los presentes, en el patio prepararan un hervido que no le falte nada, para los que amanecieran acompañando a la familia en esa hora triste. Comenta algo intrigada Gloria: -¿Que manera tiene de rezar y de donde salió esa señora?
-Ella viene acompañando a mi familia desde Apure, es del entorno de confianza, además por esos lados rezan de esa manera.  Le responde Omaira. Y agrega Carmen: -Además cuando reza, a nosotras nos ve muy raro, no me gusta y desde que llegó no se ha movido de esa silla, ni para ir al baño. Las amigas, siguen conversando de las actividades que harían después, está por empezar la plegaria de las once para terminar al filo de la medianoche y así cumplir con las tres novenas que se le hacen al difunto. -Muchachas, me siento incomoda y me voy a retirar-: dice Carmen. Algo extrañadas las amigas, Exclaman: -¿Qué te pasa Carmen? Terminamos esta novena y nos vamos. -No amigas, si quieren se vienen ahora, esta morena se va... Empiezan a rezar, se levanta de la silla, se despide, se monta en su vehículo y sale rumbo a su hogar. -No se preocupen muchachas, mi tía nos mandará con cualquiera de sus hijos o si no amanecemos. Dice Omaira. Carmen, viene manejando tranquilamente oyendo una canción, siente a su espalda una respiración, la mujer se eriza, su corazón palpita fuertemente, de nuevo lo escucha y ahora alguien tosiendo, la mujer frena bruscamente, suerte que no vienen otros vehículos. Un poco asustada, se pregunta: -¿Qué pasa Dios Mío, vengo sola, no estoy loca? En ese instante pasa frente del vehículo un señor, al reconocerlo revienta en llantos. -¡Dios mío! Es el difunto. Se persigna y se regresa al velorio. Al llegar la ven más sudada que una hielera y con los ojos más pelados y llorosos que teniente cuidando frontera. En ese momento la rezandera ordenó que todos los que estaban ahí se pongan de pie y pidió que nadie se atravesara entre el altar y la entrada de la casa, ordenó que abrieran las puertas de par en par y ahí pronunció unas oraciones aún más intensas dirigidas a los santos del cielo y especialmente a San Pedro, para que llevara y protegiera aquellas almas sin que ningún espíritu o entidad inferior osare interferir en su camino...en ese momento estando todos de pie y en un verdadero suspenso, sienten un estampido de brisa que venía saliendo de lo profundo de la casa apagándose repentinamente las velas encendidas en el altar el cual estaba ubicado en el centro de la sala, al igual que golpeando con fuerzas las ventanas y puertas en un inexplicable recorrido desde el interior hacia afuera, golpeando la rejita a media pared de la entrada de esas que caracterizan muchas casas de pueblos; cuyos hierros traqueteaban como queriendo desprender de sus base... los vasos de plásticos con los cuales habían servido el chocolate y café, rodaron dispersos por el suelo como disparados hacia la calle y formando un pequeño remolino, durante pocos segundos parecía un ventilador encendido a toda potencia, la rezandera en esos momentos profería sus peculiar rezos... Carmen, alcanzó a terminar la novena, sus amigas al verla aun nerviosa, le buscan agua y le pregunta Omaira: -¿Amiga que te paso, mira como vienes, nos tienes intrigadas? Varios de los presente, se acercan a ver qué le sucedió. La rezandera vio a la muchacha pálida y afirma con la cabeza un sí. –Amigas, es que el difunto me asombró y por eso me regresé. Respondió Carmen. Se le acerca como una buena madre, le acaricia el pelo y dice: -Usted es tan joven y no cree mucho en las costumbres del Llano, cuando se reza a un cuerpo presente, no se deben levantar ni retirarse porque si no él los asombra y se tienen que regresar para terminar la novena, eso le pasó.


EL ENCANTAMIENTO EN EL JARDÍN DE ORIENTE 
Llamado “Jardín de Oriente” Caripe del estado Monagas, con un clima y vegetaciones increíbles, luego de un recorrido de montaña por la orilla de un río, se disfrutan de las aguas cristalinas, las cuales han esculpido por años cuevas, toboganes y algunas que desembocan en un chorrerón, que da nombre al sitio. En dicho lugar fresco y sombrío, donde solo se oye el canto de los pájaros y revolotean enormes mariposas azules metálicas o caballitos del diablo. Un día cualquiera, el año 2011 un grupo de compañeros de estudios del IUTIRLA, entre ellos: Karla, Liliana, Luisana, Omar, José y Olimar, se reúnen después de clases y se ponen de acuerdo para ir al Chorrerón, dice Karla: -Vamos el sábado. Los demás apoyan la propuesta. El sábado a primeras horas se dirigen al terminal de pasajeros, Karla lleva a sus dos hijos: Emili y Sebastián; Lilimar va con su hija Marimar; Olimar va con su dos hijos Simón y Francia; llegan temprano antes de tomar camino para el sitio de recreación, van a una bodega a desayunar, el señor que los atiende ya entrado en años, con el pelo escarchado les dice: -Muchachos, me han caído bien, tengan cuidado con el pozo, está encantado. Manuel le agradece y se van cantando, a la vez que oyen el ruido de la naturaleza. Al llegar se encuentran a una familia, pero como es grande nadan todos tranquilos, ahí dice Emili: -¡Qué bello todo esto, gracias mami por traernos! Y agrega Sebastián: -¡Si mami, me quedaría toda una semana! Todos se ríen y comenta Karla: -Bueno pórtense bien y estudien para traerlos de nuevo. Los hijos de Olimar responden: -¡Nosotros nos portamos bien…! Es mediodía, están Omar, Lilimar y Olimar, preparando el pescado frito y las arepas, Karla tiene listo la ensalada y el guarapo de papelón. Mientras almuerzan comenta Luisana: -Caramba, comadre Karla, le quedó sabrosa… Y riéndose con picardía dice: -Claro, mi coma, es que tengo esa magia para cocinar. Empiezan a echar cuentos de aparecidos, y Olimar le pregunta a Omar, un educador y quien ahora es locutor: -¿Qué hay de cierto sobre las apariciones en estos pozos?, además, a ti te asombraron en la radio. A lo que él responde: -Una vez estando de guardia en la emisora Soclas 98.7Fm, que se encuentra en el 7mo piso, es la una de madrugada y después de tener una conversación con un gran amor, de aquí mismo de Maturín y darle un concierto de canciones, tocan el timbre de la puerta, salgo a ver quién será, ¡susto! No hay nadie y de ñapa el ascensor está arriba, al regresar la cabina sentí un silbido en la oreja que me espelucó todo. Todos se ríen con duda. Y agrega Omar: -Pero recuerden, aquí en este pozo sale un encanto también. Son las cuatro de la tarde, la otra familia se fue, llega una fuerte brisa, aparecen mariposas enormes de color negro, oyen unos gritos y ven a los animales asustados, los pájaros salen en desbandadas, cerca del pozo hay una enorme piedra, la cual se envuelve en una neblina y ante ellos aparece una mujer de pelo negro, sentada…todos la miran, ahí grita Sarais: -¡Mami! Por Dios… Viene corriendo toda temblorosa hasta su madre. Quien le pregunta: -¿Qué te pasó hijita? Nerviosa le dice: -Sentí que alguien me acarició el pelo. Y ninguno de los muchachos está cerca de ella. Llegan otras mariposas, pero de color azul, sus corazones laten acelerados como tren sin freno, el tiempo se detuvo, la mujer se ríe de una manera loca y se lanza al agua, antes sus ojos en la piedra ahora se ha posado un pájaro grande desconocido, todos se persignan, y como bailar en un tusero con alpargatas nuevas, en segundos salen en veloz carrera más blanco que dulce de leche. Llegando a la bodega, los espera el vendedor muy calmado y moviendo la cabeza, a lo que Olimar le afirma: -Es verdad lo del encantamiento del pozo.


LA CARRETA DEL DIABLO 
Los relatos orales, son parte de nuestro acervo patrimonio inmaterial, de ahí que debemos preservarlo en el tiempo, y las generaciones venideras sepan de donde se viene, como se formó una comunidad y sobre todo los cuentos y leyendas son parte de ese legado cultural. En el sector 23 de enero, en San Carlos, estado Cojedes, llegan a vivir la señora Hilda La Cruz y su pareja Elio Sánchez, uno de sus hijos es Gilda, muchachona de piel canela y vivaracha, con su caminar muy fino, estudiante de la escuela Carlos Vilorio, junto a sus compañeros Marlene, Mary, Nora, Mon Valera y Julito Aguiño, todos excelentes muchachos pero…siempre hay un capitán o capitana y es Gilda, muchas veces se escapan del colegio para ir de pesca y bañarse a los ríos “el canal de riego” y “El Paso de Las Negras”, como disfrutaban como peces y dígame comiendo mangos, eso sí al llegar a sus hogares preparen esas nalgas que se las dejarían moradas de la pela que llevan. Por cierto por toda esa zona recorre sus calles El Carretón, hasta se dan las manos al encontrase La Llorona, con El Ahorcado y El Duende que aparece en dicha escuela y  a más de uno lo han asombrado, como lo que le pasó al buen amigo Tito Ortiz, “Titico”, el hijo de Rosario Pérez, enfermera del viejo Hospital Los Llanos y del nuevo y de Tito Ortiz, viejo camionero y eterno jugador de bolas criollas, una noche viene “Titico” después de venir de una parranda y al llegar a la escuela, de la nada le apareció La Llorona lo lleva coleado hasta su casa, gritando y  sus tías Amelia y “La Negra”, lo rescataron por un tiempo parece monaguillo en la casa. Todos esos cuentos los amigos siempre los oían, ya que sus padres lo relataban, pero ellos decían que son cuentos de caminos, tienen una ceba de jugar de lunes a lunes, llueva, truene o relampaguee, llegan a la esquina de la casa de señora Rosarito La Cruz, sitio de encuentro y disfrute, al salir al recreo de la escuela dice Gilda: -Ya saben muchachos en la noche nos vemos. Cada quien después de hacer las tareas y los mandados de la casa se van, la mama de Gilda, siempre le decía: -Mija, deja esa maña de estar jugando siempre de noche, un día de estos los asombraran. Con respeto le respondía: -Ah pues, mami, tranquila que no pasara nada y se viene más contenta que perico comiendo guayabas. Se encuentran todos, se ponen a jugar, esa noche los muchachos están hipnotizados, juegan la “ere”, “el paralizado”, “el escondido”, metras, la semana, cuando dice Mary: -Muchachos la señora Rosario ya se acostó. - ¡Vacío! si son las once, dice Mon. En ese momento escuchan en la lejanía el sonido de varios cascos de caballos y el rebuznar de unos burros, dice algo intrigada Gilda: - ¡Mueca esos son los burros de don Benito!  ¿A estas horas? Un fuerte ventarrón acompañado con una espesa neblina los arropa, están como paletas de helados, temblando…oyen el chasquido de las ruedas de una carreta, ahora si todos están como gallina grifas. Julito quiere decir algo y empieza gaguear, Marlene toda morada grita: -Muchachos es la Carreta del Diablo.  Cada quien sale como viento en sabana a sus casas. Gilda, llega más asustada que gallina en casa de zorro, su madre la abraza y la manda a dar una ducha para que duerma tranquila, ese día su padre está de viaje, ya está en su cama, el reloj da las doce campanada dando la bienvenida a la medianoche, oye estrepitosamente la ruedas de una carreta que mete miedo, los perros laten asustados, esa carga fantasmal se le oía por la calle Federación, de la impresión le da un dolor de muela, es fuerte ese chirriar y la pone más asustada que ratón en madriguera de culebra y a su edad de nueve años, el miedo pudo más, sale corriendo para el cuarto de sus madre, ya sabe porque viene, la coloca debajo de su abrazo, como lo hacen las mama gallina y acurrucan a sus pollitos: -Ves hija lo que te decía, esa es La Carreta del Diablo. Gilda al oír esa bulla sus tímpanos están acobardados, que la señora se pone a rezar la oración de La Magnífica para así alejar esa mala aparición. A la mañana siguiente, era el comentario entre los amigos de la bulla de El Carretón del Diablo, la escuela se alborotó tanto que llevaron a un cura para que bendijera la institución, según para alejar esos espectros, lo bueno es que dejaron esa ceba de jugar todas las noches. Si lo hacen es temprano y después cada quién para su casa.


Estas piezas literarias se tomaron del libro: Los Cuentos del Arriero de Samuel Omar Sánchez, editado en San Carlos, por la Fundación Editorial El perro y la rana –Cojedes,  2017 

martes, 23 de abril de 2013

Este señor no tiene corazón y otros cuentos de Lagunitas (Duglas Moreno)

Los cuenteros del Llano sacan provecho de los relatos testimoniales 
(archivo de Maritza Torres)


BIGOTES DE TIGRE. AGUAS SERENITAS
Reescribiendo a Sinforoso Rivero

Una vez Genaro Pumás, me dijo, sin que en su cara se apareciera la decencia, el bigote de tigre es más fuerte que el acero. Un cajón de jierro es una mota de algodón pa lo pesao de los pelos vergatarios de esas fieras. Me acuerdo de un  día que estaba yo cazando, por los laos de Dos Cerritos, y precisamente en uno de los cerritos estaba una maraca e tigre. Era un animal tan bonito que me dio lástima tirarlo. Bicho  como ese,  gordo y pintao hasta no más, creo que por las montañas de El Barbasco no se ha visto más nunca. Yo digo que hay tigres que se parecen a esos hombres que son  pretenciosos y faramalleros. Lo digo porque  ese tigre se acariciaba el bigote con las patas, como si fueran las  manos de una persona. Se los templaba, Dios me salve, como dicen que se los jalaba el difunto General Gómez. Yo escuché decir que los bigotes de Gómez están en el  Panteón Nacional, no me crea;  pero debe ser verdad porque en ese lugar y que guardan hasta los uniformes de mi General. Sigo con la historia. Mirá Almario, esos pelos parecían dos lingotes de oro. La gente cree que el tigre tiene el bigote separao, no señor, el bigote e tigre es como una mata e cambur. Es una sola hebra, yo no sé cómo se teje esa bicha, se da un parecío a un embudo,  la punta es delgaitica y cerca del jocico es gruesota. Lo cierto es que a mí se me cruzó una idea loca por la cabeza. Quitarle los bigotes al tigre de un solo plomazo. Dicho y hecho. Me acomodé la escopeta en el hombro y me le dormí. Le disparé a no pegarle al tigre, solo arrancarle los bigotes. Yo esa tarde chico, tenía el pulso serenito.  Y sonó ese matracazo. Cuando la jumará se fue, vino lo bueno del cuento.  Mirá, la bala le dejó la trompa rojita y el bigote cayó lejos. El tigre pegó un berrío que estremeció la montaña y se perdió de vista. Me acerqué hasta el cerro y me llevé una mandilata e sorpresa. El bigote estaba completico, pero como a unos 30 metros debajo de la tierra. Sí chico, la punta se fue metiendo en el terronal, como que si la empujaran.  Y yo dije, no crea que la voy a dejar aquí.  La amarré con un piazo e soga  y me la traje parriba. Y en el güeco que dejó, yo creo que cabía una casa. Bueno, me llevé esos mostachos de tigre pal rancho y sin decirte una pizca   e mentira, por donde yo pasaba, la gente lo que se le veía era la carrera. Salían barajustaos. Y te digo que varios pusieran la tierra amarillita.  Yo creo que el bigote e tigre jiede  al mismísimo tigre.  Y otra cosa, Almario, el olor a tigre cuesta pa quitase. Yo duré más de un mes con esa jediondera. Mire, lo último que le cuento, es que esos bigotes se fueron secando y secando y entonces los agarré y me jice una canoa. Chico  y esa embarcación mía  no me la atajan ni bejucos. Esa se va serenita por las aguas. Y no se junde ni que el río tenga crecientes. Por eso yo siempre digo, a mí sí que me han pasao lavativas asombrosas,   que ya la gente ni me las cree.

Talla de Demetrio Silva

ESTE SEÑOR NO TIENE CORAZÓN.
MEDICATURA DE LAGUNITAS
Reescribiendo a Sinforoso Rivero


Yo estaba seguro  de que en la medicatura de Lagunitas no me iban a curar la enfermedad que tenía. No es que estos doctores no sepan, sino que hasta yo mismo cargaba un miedo con lo que me pasaba. Bueno, sin embrago, llegué un día hasta la medicatura y me metieron en un  cuarto y las enfermeras corrían pa todos laos. El doctor  me tocaba con un aparato. De repente agarró una carpeta, la metió en un maletín y llamó al chofer. Traiga la ambulancia a este paciente hay que llevarlo para San Carlos, pero es ya. No tuve ni tiempo de avisarle a mi familia. Con la buena de Dios  y todos los santos llegamos a San Carlos. Me volvieron a meter en otro cuarto. Ahí no se veía nada de nada. Me quitaron la ropita. Primera vez que yo siento un viento tan frío. Era como si estuviera en las barrancas del Cojedes y en la madrugaíta. Hacía frío de verdad. Al ratico llegaron un puño e doctores. Uno dijo: Éste es el señor que no tiene corazón. Los médicos se asombraron.  Pasaba uno tras otro y decían: es verdad, no tiene corazón. Y  yo callaíto. Me vapuleaban parriba y pabajo, y yo callaíto.  Hasta que llegó una doctora bien bonita y me dijo: ¡hola viejito! ¿Cómo estás?  ¿Y dónde estará ese corazoncito?  Me preguntó que cuál había sido mi trabajo desde niño. Le dije que muchos, pero que era zambullidor, trabajaba siempre haciendo tapas en los ríos. Que yo sabía cómo eran todas  las corrientes de las aguas de El Barbasco. Que me aplastaba, como un tongo, en las barrancas amarillas de Caño de Agua y era como si nada. Que me conocía a Camoruco como la palma de mi mano. Que en Lagunitas nadie duraba más tiempo zambullío que mi persona. Yo le hablaba y ella me pasaba un aparatico por el pecho, las costillas, la cirunta, la boca el estómago, el  cuadril y cuando llegó a la vejiga comenzó ese bicho a latir. Les digo que el corazón parecía un caballo en medio de una sabana. Quería correr pa todas partes.   La doctora comenzó a reírse. Le dije: ¿verdad que mi corazón es como una pepa e merey? Vi cuando meneó la cara, diciendo que sí. Después me  indicó: se va para la casa y me abandona eso de las tapas.  Yo no le hice ni caso.  Yo seguí con mis tapas y mis ríos. No sé si el corazón ha seguío bajando y bajando. Tal vez esté porai metío en el talón o en   una batata. Total, yo ya ni voy pa las medicaturas. No me crean, pero desde ese día, cuando mi corazón salta como caballo enjaranao, me acuerdo mucho de lo bonita que era esa doctora. 


Tallas de Juan Olivo (Archivo del ICEC)



EL TIGRE PALOMETERO DE CAMORUCO.
CARIBE LOMO NEGREAO
Reescribiendo a Sinforoso Rivero

Ese día el río estaba con el marrón clarito de septiembre. Una sombra extraña andaba sobre las aguas. Yo conozco ese río y cuando Camoruco está así, es mejor que busque un saco porque habrá cosecha; hay que aprovecharlo, pues los pescaos quieren como salirse  solitos pafuera. Me fui pa mi  pesquero de  palometas. Les digo que así  es como siempre me ha gustao Comoruco. Hay días en que no se consigue ni una pecha, es cierto; pero  es el  río más bueno de Lagunitas. Les digo que ese color marrón es como si viniera un tropel de pescaos. Miren, al tirar el anzuelo, agárrese duro, porque el templón es bueno. Lo cierto es que ese día llegué al pesquero, me acomodé y  lancé unos manotazos de maíz. Al ratico traía la primera palometa, lanzo de nuevo y otra más. Yo sacabas las bichas y las tiraba pa la barranca. Cuando calculé que tenía unas 10 más o menos,  recojo todo y dije me voy. Subo la barranca   y no podía creer lo que vi. No había una sola palometa. Apenas, entre las hojas secas y los bejucos, estaban 15 cabezas  esguanñangaítas. No había terminao de pasar el susto, cuando miro, como a unos 20 metros, en la costilla de un taparón, a un mamotreto e tigre comiéndose la última palometica. Se la pasaba lentamente entre la boca. Era como cuando uno pasa   un piazo  e caña por un trapiche. Parecía un mismo perro devorándose una lapa. Así como lo oyen, todas las bichitas que saqué, el tigre se las había comío. El animal me miraba como dándome las gracias por la jartá que le estaba dando. Yo creo que me decía: lánceme la otra. Y yo pensé. Ajá, vamos a ver,  tigre jambroso, si te va a gustá la próxima. Agarré una  de las 20 cabezas ensangrentadas y me busqué en la marusa un anzuelo caribero, de esos que jago yo, con un jeme de alambre liso en la punta. Me voy agachíto y lo tiro a la corriente. ¡Caramba!  Y no me fallo Dios. Me ajiló un tremendo caribe pecho rojo y lomo negreao. Lo agarré por la cola y se lo tiré pallá. Miren, yo no había escuchao un berrío tan feo. El tigre pasó volando por encima del pesquero y calló lejos, en las ramas de un samán. Como me pasó por  encima de la cabeza, pude verle al caribe pegao en la trompa. Seguramente cuando el tigre se lo fue a comer, el caribe fue más vivo y se le pegó del jocico. Lo cierto es que ese animalón  se fue rejendiendo  monte con esa grizapa. Yo creo que ese tigre se murió,  pues dicen que cuando el caribe aprieta, no afloja más nunca.   


LOS PAPERUDOS. GALERAS DEL PAO
Yo siempre  le decía a Genaro Pumás que un día cualquiera iba agarrá un caballo y me iba a perder de El Barbasco hasta meterme en las oscuridades de las Galeras del Pao. En el pueblo se contaba que en esos arrabales pagüeños la oscurana era tan fea que a los hombres más vergatarios se les enfriaba el guarapo.  No me están preguntando, pero en Lagunitas no le tenemos miedo a ningún camino y mucho menos a las tinieblas, a la oscuridad, pues. Bueno, un día llegó ese día. Ensillé la bestia y me fui. Quería llegar a la cima y ver todo desde allá arriba. Duré tres días rejendiendo monte; pero cuando menos lo imaginaba estaba en los copitos de la montaña. Iba de lo más feliz cuando de repente el caballo se paró en seco. Era como si el animal hubiera  visto al maligno o una figura del más allá. Le aprieto los talones y nada. Me bajé, caminé unos pasos y cuando volteo patrás no había caballo ni nada. Menos mal que me había quedao con la marusa y la peinilla. Digo a caminar y a caminar. No les había dicho, pero iba notando que los árboles se estaban volviendo la noche misma. Cuando voy de lo más tranquilo, caigo como en una cueva gigantesca. Comencé a rodar pabajo y pabajo. Miren cuando tenía como una semana bajando por esos bejucales, vi que se venía apareciendo el sol. Si amigos, llegué a una claridad. Era un pueblo que yo nunca había mirao. Eran unas personas extrañas. No tenían garganta sino unas mamburrias de paperas. Les digo que pasó una muchacha como pa un matrimonio, pero las paperas le llegaban a la cintura. Cabello y paperas eran una sola cosa. Los viejitos tenían las paperas arrugaítas. Bueno, como tenía sed, me acerqué a un rancho y cuando una mujer me vio, casi sale corriendo. Le dijo a los niñitos: Miren ese ejemplo, a este hombre lo castigó Dios, por no hacer caso, lo dejó sin paperas. Los muchachitos lloraban y le decían a la mamá: ahora sí que te vamos hacer caso mamaíta. No queremos que Dios nos quite nuestras paperitas. Yo sabía que no estaba en un lugar bueno, como quien dicen,  de este mundo. Salí corriendo y me lancé en la corriente de una madrevieja y me fui. Las aguas se fueron haciendo más profundas y más profundas que me hundí y cuando saqué la cabeza estaba en medio de la Represa del Pao. Agarré la orilla y saben quién me estaba esperando en la barranca, el pobre caballo mío. Me monté y me vine derechito pa El Barbasco. Yo que iba llegando al pueblo y me consigo a Genaro Pumás y ya le iba a contar lo que habían vistos mis ojos, cuando me dice: épale Almario y qué te pasó en la garganta que te vienen naciendo como unas paperas.      



Textos tomados del libro: 100 CACHOS: ANTOLOGÍA DE LA NARRATIVA  FANTÁSTICA ORAL DE COJEDES (Compilación, Prólogo-Estudio, selección  y notas de Isaías Medina López; 2013) Publicado por la  UNELLEZ-VIPI, en San Carlos, Cojedes, Venezuela. 


Estos cuentos están disponibles en la versión electrónica del libro: Escenas Narratoriales de Lagunitas. Ahora te llamarás septiembre. Obra de Duglas Moreno. Edición del autor en San Carlos, Cojedes,  2017- 

domingo, 29 de julio de 2012

Lo fantástico y los cuentos (Duglas Moreno)


Imagen en el archivo de Yurima Albarrán

Lo fantástico en la cuentística de Antonio Ros de Olano. Un análisis Hermenéutico-Literario (Duglas Moreno)

RESUMEN: Lo fantástico en la literatura es la base teórica del presente estudio sobre los cuentos: La noche de máscaras y El ánima de mi madre de Antonio Ros de Olano. A partir de una revisión de la hermenéutica general de Gadamer y Ricoeur, así como de la hermenéutica literaria de Hans Robert Jauss, se examina la significación del lenguaje para la creación textual, la fijación de la escritura y la constitución del ser hablante, desde una perspectiva epistémica en la que se concibe la representación como realidad y se valora la alteridad de las creaciones artísticas. Sobre estas bases, el análisis hermenéutico-literario de los cuentos señalados permitió reafirmar la noción de los textos fantásticos como escenarios en los que se muestra el discurso ficcional. Asimismo, se identificó una serie de isotopías verbales que estructuran y contribuyen a darle coherencia temática al discurso ficcional y facilitan la comprensión del texto literario por parte del lector.



INTRODUCCIÓN: Este ensayo parte de la hermenéutica como expresión desde y hacia el hecho literario. La hermenéutica literaria tiene como tarea entender la relación de tensión entre el texto literario y la actualidad del hombre. Esa aprehensión del sentido pasa por la fase de la interpretación, objeto primordial de la hermenéutica, y persigue un encuentro permanente y real con el ser o, mejor dicho, con la necesidad de desvelar el sentido del ser encubierto en el relato de ficción. La hermenéutica literaria en la que profundizaremos se basa en Hans Robert Jauss (2002), para quien no existe una verdad única del texto literario sino la apertura a diversas interpretaciones. Diríamos que es una hermenéutica de la pluralidad, tanto del lector como del texto mismo. Lógicamente, no podemos llegar hasta Hans Robert Jauss sin antes revisar a Gadamer (1998, 2003) y Ricoeur (1999, 2006, 2008).
El estudio se hizo sobre los cuentos fantásticos La noche de máscaras y El ánima de mi madre de Antonio Ros de Olano [1808-1886]. Revisamos sus elementos fantásticos, sobre todo considerando lo que plantea Tzvetan Todorov (1981) en su texto Introducción a la literatura fantástica.

HERMENÉUTICA: Históricamente, el origen de la hermenéutica, se ubica entre los siglos XVI y XVII. En 1654, J. Dannhauer publicó un libro llamado Hermeneutica sacra sive methodus exponendarum sacrarum litterarum (citado por Gadamer 1998). Se debe recordar el aporte de Orígenes y de San Agustín a la hermenéutica teológica. También es digna de mención la obra de un autor del siglo XIX como Friedrich Schleiermacher, quien parte del trasfondo teológico la hermenéutica y la hace ver o girar hacia la filosofía. Su idea de hermenéutica la situaba en el lenguaje, en el ser que habla. Iba más allá y apuntaba hacia el ser conversacional. Al respecto aducía que la interpretación debía hacerse en el campo lingüístico. Para este iniciador de los estudios hermenéuticos, lo fundamental para la hermenéutica, como teoría y doctrina, es comprender para reconstruir lo dado en la escritura discursiva. Hizo que el pensamiento dogmático (bíblico) perdiera su influencia y tomara fuerza una idea más científica.
Con Schleiermacher y después con Dilthey “el problema hermenéutico se convierte en un problema filosófico” (Ricoeur 2008, p. 10). Esto refuerza la idea de que con estos críticos la noción de epistemología se fue afianzando en el campo de la hermenéutica. No se apuesta tanto por infranqueables reglas exegéticas, pues su centro de acción es el texto, en éste se encuentra el sentido múltiple de la fijación escritural. La hermenéutica transitará entonces por los senderos alegóricos del lenguaje, ya que esta multiplicidad ha de entenderse como un enunciado que significa una cosa; pero al mismo tiempo significa otra cosa, sin dejar de significar la primera (Ricoeur 2008). Aquí se establece como fundamento que el problema de la hermenéutica es el conocimiento (epistemología de la interpretación) y no una ontología de la compresión del ser finito, a la manera de Heidegger (Ricoeur 2008).
Hans Georg Gadamer (Verdad y método II, 1998) la considera un campo de la tradición científica de la época moderna. Gadamer desarrolla una “hermenéutica filosófica de las ciencias humanas” (Grondin 2088, p. 26). La verdad como objeto final es el planteamiento hermenéutico gadameriano, discrepante de la visión metódica planteada por Dilthey. Destaca Grondin que en Gadamer el comprender plenamente sólo se alcanza cuando se es “capturado” por lo que se intenta comprender. De igual manera enfatiza la necesaria “fusión de horizontes”, es decir, un ambiente constituido por el “intérprete y su objeto, entre el presente y el pasado” (Grondin 2008, p. 27), entre el lenguaje y el mundo. Busca Gadamer, específicamente en Verdad y Método, una pretendida universalidad del pensamiento o giro ontológico que se sustenta en la expresión: el ser que puede ser comprendido es el lenguaje, dejando a un lado el paradigma metodológico de la hermenéutica tradicional. Ese ser para la comprensión que es el lenguaje tiene en el discurso su más acabada muestra óntica. En este sentido, Stephen Clark asegura que “todo discurso es una suerte de ontología puesto que es la manifestación privilegiada del ser” (2000, p.93) Esta universalidad gadameriana se entiende porque en ésta el lenguaje “puede acoger todo contenido de sentido” (Grondin, 2008, p.48). No debe entenderse como la reducción de la realidad al orden lingüístico, sino como la palabra que trasciende el propio lenguaje.

HERMENÉUTICA LITERARIA: El texto literario no solo está para ser leído, sino para ser interpretado. La interpretación establece una relación mediadora entre lector, realidad y texto, surge de ese mundo constituido por el lenguaje. La interpretación “es lo que ofrece la mediación nunca perfecta entre hombre y mundo” (1998, p. 327). Viene a ser la estructura originaria del ser en el mundo (ibíd.). La precisión epistémica de la interpretación genera en la lingüisticidad la noción de texto. Para Gadamer, el texto hermenéutico se superpone a la perspectiva gramatical o lingüística, es un producto intermedio, “una fase en el proceso de comprensión que encierra sin duda como tal una cierta abstracción” (1998, p. 329). Cualquier escritura no es texto, el carácter legible está latente e igualmente ciertas condiciones comunicativas que rebasan el “contenido” de lo dicho.
Los textos literarios remiten a un grado especial, están ahí siempre para una nueva lectura. Viven en la memoria de la gente como si estuvieran “escritos en el alma, se orientan a la escritura y por eso no puede sorprender que en las culturas de la lectura” (ibíd.), por tal motivo a estos textos egregios se les llame literatura. El texto literario no solo fija un discurso sino que apunta, más que a un acto lingüístico originario, a una escritura auténtica signada por la artificialidad, o sea, una palabra desplegada en su máxima plurivocidad expresiva, en toda su magia especular. La referencia a la realidad (relaciones de sentido) en el texto literario queda suspendida, pues se impone la realidad de la ficción. Se establece un distanciamiento generado por la conciencia imaginativa. Esta última niega “el mundo fáctico” (Jauss 2002) para poder crear por sí misma, mediante el un signo estético, una nueva realidad liberadora configurada sobre la base de la palabra. Sólo Gadamer marca una clara diferencia entre lenguaje y escritura, para él la literatura, más que lenguaje, es hecho escritural en el que ambos se mantienen en una “referencia recíproca” (Gadamer 1998, p. 343).
Paul Ricoeur (2006) asevera que el discurso narrativo tiene un “sentido oculto en el sentido aparente” (p.17). Es en esa otredad, que debe ser descifrada, donde opera la lógica de la hermenéutica. El pensamiento hermenéutico de Ricouer, conformado por la tríada: comprender, explicar, aplicar, estudia lo aparente; pero su agudeza se dirige a lo otro; lo que debe ser develado. Esa búsqueda se hace por la dinámica de la pregunta-respuesta, proceso un tanto parecido a la mayéutica socrática, sólo que más que enseñar, la idea es la comprensión, pues el texto responde a una lógica iniciática originada por una pregunta y la tarea hermenéutica consiste en hallar esa pregunta en el hermético discurso y restituirle su alteridad.
Para Hans Robert Jauss (2002), la hermenéutica se da como experiencia estética en el lector-espectador. Se pasa de una estética representacional a una de la percepción. La cosa artística, el texto narrativo, debe liberarse de su pura visibilidad y mostrarse como hecho desconceptualizado. Ya no hay que ver lo que deseamos ver, sino encontrar una mirada que sea creadora y ande libre en los inagotables aspectos de la significación. La hermenéutica literaria de Jauss se da en lo receptivo. El hombre, señala Jauss (2002), tiene en el arte la posibilidad de la experiencia estética. Esta se presenta por intermedio de la poiesis (capacidad poiética), como experiencia que busca satisfacer su “necesidad universal de encontrarse en el mundo como en casa” (Jauss, p. 42). Igualmente la aisthesis es la experiencia estética que tiene la pretensión de que una obra de arte puede “renovar” la percepción de las cosas. Por último, la catarsis es descrita como experiencia estética que garantiza la liberación del hombre de los intereses prácticos, de los temores de sus vivencias.
La hermenéutica literaria jaussiana interpreta la “relación de tensión existente entre texto y presente como un proceso en el que el diálogo entre autor, lector y nuevo autor apura la distancia temporal, mediante el movimiento de ida y vuelta de pregunta y respuesta” (citado en Galván Moreno 2004, p.90). La obra literaria es un espacio para la mirada estética constante. La atemporalización es lo que hace que la estética de la recepción sea una continuidad, es decir, que un horizonte de interpretación lleve a otro de carácter interpretante y se produzca una mirada de sentido cada vez que miremos, cada vez que se lea el mismo texto. La hermenéutica literaria de Jauss, en consecuencia, no va en pos de una “verdad” del texto sino que reconoce en éste su condición diversa. La hermenéutica jaussiana es pluralizante en su proceso de comprensión del sentido en la textualidad que se analiza.
Cerraremos este apartado confirmando que la disciplina que se ocupa de comprender textos no es otra que la hermenéutica. Ricoeur (1999) la entiende como arte de interpretar textos, de modo que la interpretación tiene un carácter de apropiación. En este sentido, la interpretación es tomar para sí la verdadera intención del texto. La interpretación es el acto del texto, antes que el del exégeta. Consiste en buscar la relación de las cosas con el lenguaje. Este último es el mecanismo para llevar a cabo la interpretación. Indudablemente que la interpretación implica que la significación de un contexto cultural debe ser traducida o comprendida por otros. La comprensión es un “acontecer” de sentidos, por medio de la cual se “reconstruye” el texto u obra originaria. Se comprende básicamente lo dado como arte o relato literario. En esa síntesis de lo heterogéneo que es el relato, es donde actúa la hermenéutica, no en búsqueda de su recomposición sino con el propósito de construir un grado de homogeneidad comprensible. Más que establecer una “verdad”, la hermenéutica literaria pretende ver como el sujeto narrador y los narratarios se constituyen, se hacen otredad en ese médium simbólico que es el lenguaje en el texto literario.

HERMENÉUTICA Y LENGUAJE: LA PALABRA POÉTICA.
El lenguaje es espacio de creación constante donde el hombre se hace y se define ante la realidad, que si bien lo incluye, de alguna manera, lo hace ser otro dentro de lo diverso, en el marco de lo real. Para Heidegger, el “lenguaje es el que lleva primero al ente como ente a lo manifiesto” (1985, p. 112). El hombre, por el lenguaje, es expresión, discurso, ideas; es configuración de la palabra misma. La existencia del ente, comenta Heidegger, es dada por el habla; cuando lo nombra por primera vez, el ente pasa de ser nada a existir, pues el nombrar lo lleva a la palabra. El habla viene a ser una realidad dual. Ciertamente, el habla implica un nombramiento, una identificación, un decir; pero también es una amenaza para el ser que habla, pues lo puede hacer desandar, llevarlo por laberintos. La noción del habla como caída y extravío (op. cit., p. 131) es de un signo sombrío, del abismo, pues implica desolación, parajes insondables para el hombre. Aunque el habla, tal como lo hace el texto, según Paul Ricoeur (1999), fija algo, también produce ocultamientos.
El lenguaje en su uso literal siempre dice algo (umbral de idealidad o idealización inmanente) y en su condición de sistema referencial, ese decir es sobre algo. El objeto de la hermenéutica deviene en identificar y comprender ese querer decir, pues es allí donde está la realidad de lo dicho. El lenguaje no es más que una mediación que va de su estructura inmanente al plano referencial, donde sus “efectos de sentido se ofrecen a la mordedura de lo real” (Ricoeur, 2008, p. 80). Hablamos para superar los “límites del universo de los signos” (ibíd.), es como si la idea fuese hacer que el lenguaje no existiera, muriera como objeto, solo quedara la palabra en su levedad absoluta y el objeto referencial en su más pura expresión. Formaríamos así parte de un diálogo que ha de caracterizarse por el agotamiento de la verdad, la fuga de las convicciones, el solapamiento de lo real, la ineficacia de las sentencias, por la indetenible insignificancia de los sentidos. Serían voces (habla) transitoriales, evanescentes sin carga semántica contundente; pero logrando comunicar su significancia irrefutable y fáctica. El habla es un acontecimiento del discurso, una expresión viva del leguaje.
Sin embargo, el habla, no solo tiene ese carácter de perdición (Yurman [2005] atribuye una “fatalidad simbólica” al lenguaje), sino que permite la creación de mundos. La trascendencia del lenguaje se redimensiona cuando es “advenimiento” del ser de las cosas y de lo humano. Tal vez esta sentencia condensa la idea: nada ha de ser donde falte la palabra, la ausencia del lenguaje es presencia de la nada. El habla (Ricoeur 1999, p. 60) es la “realización de la lengua en un acontecimiento discursivo”. Este suceso ricoeuriano es la fijación de la escritura que da origen al texto y registra el habla. Lo fijado es el sentido, el discurso, el decir. Los acontecimientos son hechos ocultos que deben ser descubiertos. Se debe entender como un concepto límite, “como la idea de lo que ha sucedido realmente” (ob. cit., p. 103). El acontecimiento ha de ser “algo más que un suceso singular” (ob. cit., p.192), apuntaría a la universalidad.
Expone Walter Navia Romero (2008) que “el ser de las cosas como siendo algo se da en el lenguaje” (p. 139); sin éste nada llega a ser. Sólo el lenguaje transforma al hombre en ser hablante, en ser dialogal. Ciertamente el individuo se concreta en el habla, pero “ésta acontece primero en el diálogo. En la dialogicidad está nuestra existencia. (Heidegger 1985). El diálogo es el hombre mismo y así nombra a los dioses llega a “ser el mundo en la palabra” (ob. cit., p. 136.). Pero es una palabra que viene de lo poético, de la voz del habla, del silencio del ser (Navia Romero 2008).
Para Heidegger la poesía, y por extensión la literatura, instaura el ser con la palabra poética. Es a través de ésta que el hombre es y es plenamente en el mundo creado lingüísticamente. El habla poética no es un instrumento, sino un acontecimiento que hace que el ser sea. Heidegger toma la poesía de Hölderlin para refrendar esta idea. Aunque la poesía es, al parecer, inocencia, es la expresión del ser para la vida. La poesía viene del hombre por medio del lenguaje, el bien más peligroso que se le ha dado al hombre. Lo perdurable, lo que queda, es instaurado por la poética del hombre. Para poetizar nuestra estadía en la tierra recurrimos a la palabra. Somos diálogo, dirá Hölderlin, y nos podemos oír unos a otros. Así el habla deviene en medio de encuentro del ser. Es en la poesía, como obra de arte humana, donde hay el acontecer de la verdad (Heidegger, p.63), es la verdad del ente; éste está definitivamente en ser poético.

LA HERMENÉUTICA Y EL TEXTO COMO LUGAR DE LAS APORÍAS: Lo aporético está en el texto como un misterio que debe ser entendido y descifrado. Así concebimos la aporía textual, si bien es una complejidad de la escritura es también una oportunidad para generar el pensamiento. Explicar-comprender viene a ser la gran aporía hermenéutica, y es en el texto donde está la explicación y la comprensión aporética generada por la vía de la hermenéutica. La textualización y la interpretación del pensamiento del hombre constituyen dos formas de un arte que, por antigua, no deja de tener hoy una vigencia fundamental. Nos referimos a la hermenéutica.
En la actualidad, la acción hermenéutica es una suerte de koiné (episteme de interés común) en la filosofía y las ciencias sociales de este momento. La hermenéutica está llamada a descifrar las grandes aporías textuales que necesitan ser explicadas y comprendidas por el hombre, ya sea en un relato histórico o de naturaleza ficcional. La ficción es propia de la narratividad y el relato histórico de la historicidad. La narratividad es una estructura básicamente lingüística, juego del lenguaje que apunta hacia la temporalidad del relato, mientras que lo fundamental para la historicidad (Ricoeur, 1999) es que somos seres históricos y en tal sentido hacemos “historia” y formamos parte de su realidad. La historia es lo que ha sucedido realmente y el relato que hacemos de ella. Ricoeur considera y entiende por historicidad tanto el contar una historia como escribirla. El primer fundamento de la hermenéutica de la historicidad es el tiempo. Esto supone que el (mi) “ámbito temporal” se acopla o se ajusta a diversos marcos espacio-temporales. La historicidad es llevada al lenguaje por la historia y la ficción.

HERMENÉUTICA TEXTUAL: RELATO HISTÓRICO Y RELATO DE FICCIÓN: Relatar es una manera de hacer que la historia o la ficción sean contadas. El relato es la “dimensión lingüística que proporcionamos a la dimensión temporal de la vida” (Ricoeur 1999, p. 216). La historia y la ficción son relatos diferentes en el tratamiento de la “verdad”; pero ambos poseen “una estructura narrativa común, que nos permite considerar el ámbito de la narración como un modelo discursivo homogéneo” (ob. cit., p. 83). La esencialidad del relato de ficción está en trabajar con la distinción entre el enunciado narrativo y la historia contada, pues el realce se encuentra en el lenguaje más que en la diégesis del relato. Lo mismo sucede entre el enunciado y su enunciación o narración. El relato histórico “consiste en una separación respecto a la lógica del mínimo relato” (p. 178).
Vamos a entender una historia como “una serie de acciones y de experiencias llevadas a cabo por algunos personajes reales o imaginarios” (ob. cit., p. 92). La tesis sobre el papel del relato en la historia, confiesa Ricoeur, proviene del texto “La función de las leyes generales de la historia” de Carl Hempel (1942), por eso prefiere designarla como el “modelo hempeliano”. De allí que Ricoeur (p. 85) señale que hay una relación directa entre la “singularidad del acontecimiento y la enunciación de una hipótesis universal”. En este sentido se plantea que los acontecimientos se deducen de dos premisas. Siempre hay un acontecimiento precedente y, además, una regularidad en su aparición. Los acontecimientos vienen a ser fundamentales para hacer inteligible la historia que se cuenta. Como todo relato tiene una dimensión episódica (cronológica) y otra configurativa (atemporal), es en ese marco donde se encuentra su historicidad.

HERMENÉUTICA, REPRESENTACIÓN Y ALTERIDAD: CUANDO LO AUSENTE ESTÁ PRESENTE: La idea de lo representacional es un proceso infinito. Aunque lo representado esté ausente, su imagen abstracta y física está siempre presente para generar representaciones. Diríamos que nada la extingue, ni la necesidad de representar, ni mucho menos lo representado. Ahora bien, las representaciones tratan de acercarse al origen representacional. Para Gadamer, la obra de arte misma está en la representación. La representación “permanece referida en un sentido esencial a la imagen originaria que se representa en ella” (2003, p.189). La representación está signada por un rasgo profundo de onticidad. Lo representado ve fortalecido su “rango óntico” con el proceso representacional.
La representación viene a suponer un incremento del ser. En la representación, modo de ser de la obra de arte, está la presencia de lo representado, aún por encima de su ausencia. Esta paradoja, deviene, a nuestro parecer, en una aporía. La pregunta resalta: ¿cómo ha de estar presente aquello que no está? Dice Ricoeur: “Vivir a través de la representación consiste en proyectarse en una imagen falaz detrás de la que nos ocultamos” (p. 228). Ciertamente la representación oculta, dado que no es lo representado, pero también descubre, a través de lo representacional, caminos hacia lo posiblemente real de las cosas o del hombre.
Heidegger encontraba en la representación o reproducción la esencia de las cosas. Por ello se interroga (ob. cit., p.64) “¿Quién podría afirmar lo imposible, que en la obra arquitectónica se representa la idea del templo en general?” La respuesta es que sí. No hay imitación sino representacionalidad. Argumenta que la escritura poética tiene la capacidad para mostrar la verdad de las cosas, tal como hace C. F. Meyer en su poema La fuente romana:

Asciende el chorro y al caer se derrama
llenando la redonda pila de mármol,
que rebozante se desborda
en el fondo de una segunda pila;
la segunda da, ya está harto rica,
su henchida onda a una tercera,
y cada una a la vez toma y da,
corre y descansa.

Heidegger razona: “Aquí ni está pintada poéticamente una fuente que en verdad existe, ni se reproduce la esencia general de una fuente romana. Pero la verdad está ahí puesta en operación. ¿Cuál verdad acontece en la obra? ¿Puede en general acontecer la verdad y ser, así histórica? La verdad, se dice, es algo intemporal y supratemporal” (p.65). Por la palabra vemos la fuente, es el lenguaje que muestra, es el discurso quien hace la representación, es el texto que como estructura aporética, deja ver el misterio y el encanto de lo representado. Es en la obra de arte, en un poema como el señalado, donde está la realidad. Se analizan o estudian “para encontrar ahí el arte verdadero” (ibíd.).
Según Gadamer (2003) el “verdadero ser no se puede separar de su representación” (p. 167), ya que es en ésta donde radica su unidad y mismidad. Esta imposibilidad de fragmentación del ser en la obra de arte es una muestra de que la representación se halla como un aparte de lo que representa.

ANTONIO ROS DE OLANO: Antonio Ros de Olano, nació en Caracas el 9 de noviembre de 1808 y muere en Madrid en 1886. Estuvo en Venezuela hasta 1815, cuando su padre Lorenzo Ros muere. Hacia 1816 se encuentra ya en tierras españolas. Su primera publicación la realiza en 1833, con apenas 25 años. Se trata del romance Satisfacción de Tarfe y Abenamar (Pont 2009). Al año siguiente, escribe en el periódico español El Siglo, su primer cuento: Cuadro árabe. En 1840, aparece su cuento La noche de máscaras, en el periódico El Correo Nacional. La versión que analizamos en este ensayo es la de 1841, recogida por Carlos Sandoval en su libro: Días de espantos, publicado por la Universidad Central de Venezuela en el año 2000. También de 1841 es el cuento El ánima de mi madre, el otro texto analizado. Dice Jaume Pont (2009, p. 7), uno de los estudiosos más serios de la obra de Ros de Olano, que éste era un escritor “solitario, heterodoxo y excéntrico”.
Era un hombre de andarse por los márgenes, tanto del mundo literario como del bullicio social. Fue poeta y narrador, no por oficio, sino por una desesperada e irresistible pasión por la escritura. En sus inicios como escritor, es considerado por Baquero Goyanes y Baquero Escudero (1992) como cultivador del cuento fantástico. En Ros de Olano lo fantástico se evidencia por lo grotesco y lo absurdo (Rodríguez Gutiérrez 2009). No existen en su cuentística los famosos castillos germánicos, las noches llenas de misterio abismal; los personajes no se enfrentan a grandes peligros ni aventuras signadas por el horror, sino que lo fantasmal es la irrupción de lo cotidiano en la vida del hombre.
Antonio Ros de Olano generó polémicas por sus incursiones en la actividad militar. Participó en la Primera Guerra Carlista de 1840 y fue el gran triunfador en la Guerra de Marruecos en 1860. Llegó a ser General del imperio español y fue honrado con el título de Marqués de Guad-el-Jelú. En política ejerció como senador vitalicio desde 1877.
Su obra literaria resulta de difícil clasificación. Los estudios críticos lo ubican como un extraño. Algunos dudan de su capacidad creadora y de su rol de escritor. No obstante, su obra está ahí como un legado extraordinariamente raro, pero evidentemente admirable.
Escribió poesía. De hecho, Pedro de Alarcón presentó en 1886 la más importante antología poética de Ros de Olano. También incursionó en novela, crónica, teatro y sus cuentos que se asoman a la literatura fantasmal. La obra de Ros de Olano es de un hibridismo genérico y de una fantasmalidad desbordante, refrendada por las circunstancias de lo sobrenatural. En opinión de Roas Deus (2000, p. 467), la “narrativa de Ros de Olano ocupa un lugar aparte en la historia del género fantástico español. Con todo, aun reconociendo el aporte de Ros de Olano al género, sostiene que Ros de Olano “no es un autor de cuentos fantásticos” (ibíd.). Parece contradictorio lo afirmado por Roas Deus, pues en un pasaje posterior de su trabajo nos informa que Ros de Olano produjo “cinco relatos fantásticos”. Si la historia literaria española lo registra y si escribió cinco relatos fantásticos, en consecuencia nuestro autor tiene relación con la narrativa fantasmal.
Bajo el andamiaje de lo grotesco, yace la narrativa de lo fantástico en la cuentística de Ros de Olano. Los topoi (Pont, 2009) de sus relatos son propios del ambiente metafórico y simbólico fantasmal. Un ejemplo es el salón de baile de carnaval en La noche de máscaras. Algunos críticos como David Roas (citado por Pont, 2009) refieren que estos cuentos son pseudofantásticos. No obstante, de alguna manera siempre está presente el ambiente fantasmal. La categoría de lo grotesco es otra clave en la narrativa rosolaniana. La presencia de lo grotesco en los cuentos mencionados se matiza con lo inusual, lo raro, lo estrambótico, lo bizarro y sin orden (Pont, 2009).
En relación a la adhesión de Ros de Olano a alguna tendencia de la literatura de su tiempo, Bartolomé Martínez (2008) no duda en adscribirlo al “movimiento romántico”, dado que la “vacilación genérica y el hibridismo que impregna sus textos podrían ser considerados una característica romántica” (p. 333). Su producción escritural fue abundante. Mantuvo un estilo donde el cambio era lo permanente. Llegó a pensar en un libro “híbrido", donde se mezclaran o se cruzaran los diversos géneros literarios. Propugnaba un texto donde las fronteras entre la realidad y la imaginación fueran imperceptibles. Lo cierto es que Ros de Olano ha mantenido una presencia ineludible en los más relevantes textos antológicos de la literatura española.

LO FANTÁSTICO EN ROS DE OLANO: El primer crítico que utilizó el término «fantástico» en literatura fue Jean-Jacques Ampère, en un artículo publicado en Le Globe de París el 7 de febrero de 1828, en el que se refiere a los cuentos de E.T.A. Hoffmann [1776-1822] e insiste en el carácter innovador de la obra literaria de este creador alemán. Lo siniestro, lo fantástico y el misterio son signos de la cultura del hombre. Lo fantástico es una revelación inacabada, transgresión de lo real. Su condición espectral postula otra lógica, otra realidad. Lo fantasmal es un acontecimiento imposible de explicar con las leyes del mundo de la cotidianidad. Implica una relación entre lo que existe como realidad y la evenencialidad de lo imaginario. Lo fantástico ocupa el tiempo de la incertidumbre. Es un componente más de la “pluralidad de lo real” (Josef 2007, p. 128)
Para Tzvetan Todorov (1981, p. 19) lo fantástico es “no solo la existencia de un acontecimiento extraño, que provoca una vacilación en el lector y el héroe, sino también una manera de leer”. Fernando Yurman (2005, p. 144) sostiene que de lo fantástico emerge una realidad asimbólica, inasible. El texto o narración fantástica organiza su discursividad sobre la “oposición entre las creencias racionales y supersticiosas”. La espectralidad está en la sombra que viene del espanto o figura espectral, como corporeidad. El relato fantasmal, es importante esta idea, “no pertenece exactamente al género del terror, sino al de la aprensión”(Savater, 2006). Lo fantasmal no es más que esa imagen o “aparición inmaterial” que asoma espectralmente en el cuerpo narrativo (Franco 2001, p. 11). Decía Julio Cortázar (1997, p. 45) que uno de los más ardientes deseos de un fantasma es “recobrar por lo menos un asomo de corporeidad”. Nuestro análisis se centrará en la representación espectral o figural que destaca en La noche de máscaras y El ánima de mi madre.
La temática de lo fantástico es uno de los componentes vitales de la literatura latinoamericana. Solo recordemos a escritores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar y Juan Rulfo. En relación a este último autor, sostiene Román de la Campa que los “espectros” rulfianos son partícipes de la multitemporalidad cultural americana. Estos espectros más que andar por una localidad definida, desandan en el más nunca, en el “muy lejos” y en el “muy allá”, en esta tríada espacial se muestra una “oralidad nomádica” (Campa, 1999).
En Venezuela, destaca el trabajo de Carlos Sandoval (2000): Días de espantos (cuentos fantásticos venezolanos del siglo XIX), donde sostiene que lo fantástico en la narrativa del país data de 1841. Se refiere lógicamente al cuento objeto de nuestro estudio: La noche de máscaras de Antonio Ros de Olano. En ese importante texto, Sandoval publica una leyenda fantástica titulada: La caverna del diablo. La misma fue compilada por José Heriberto García de Quevedo (Coro, estado Falcón, 1816-París, 1871) y según este novelista y dramaturgo venezolano, la leyenda se remonta al siglo XVII. No obstante, David Coifman (2005) se atreve a sugerir que la fábula: El morrocoy y las perezas, del músico Juan Manuel Olivares, sea considerada el primer cuento fantástico de la literatura venezolana. Esta obra se halla escrita en versos octosílabos y endecasílabos. El investigador basó su propuesta en los siguientes versos:

En ese llano adentro
cien leguas más allá del Orinoco
tiene un valle en su centro
una ciudad que se conoce poco;
habitan las perezas solamente
que otro animal allí no se consiente…

Andrés Bello también publicó en 1842 un largo poema titulado Los fantasmas (Bello 2010). Sin embargo, se deben precisar algunas cosas. Primero, en el género del cuento priva el discurso en prosa, no la versificación. Lógicamente, la hibridez narrativa no es una expresión desconocida, sino que la representatividad del cuento se encuentra en lo prosaico. El hecho de ser una fábula lleva implícito lo asombroso, animales hablando, por ejemplo. De ahí que se deba tener cuidado con estas apreciaciones. Aquí suscribimos las palabras de Carlos Sandoval (2000), para quien La noche de máscaras constituye, hasta el momento, el primer cuento de naturaleza fantasmal de la literatura venezolana.

LA NOCHE DE MÁSCARAS Y EL ÁNIMA DE MI MADRE: La noche de máscaras (1841) es una narración de trasfondo bestiario, en la que destaca una mujer en transmutación constante: ángel y demonio a la vez, figura con aretes diabólicos que escupe sapos. Esta imagen tenebrosa le da un carácter fantástico al texto. La dualidad demonio/ángel convierte a esta dama, quizás, en la primera femme fatale de la literatura venezolana. María es el cielo divino pero también es lujuria, tiene los labios más dulces que la miel de hiblea. Aquí encontramos una intertextualidad de carácter bíblico, pues María ha de ser la Sulamita de El Cantar de los Cantares. En los ojos de María está su dualismo. Tiene un ojo melancólico, humildoso y el otro vivaracho, insolente y provocador.
Ese dualismo (demonio/ángel) termina siendo unicidad misteriosa. Así encontramos que en el texto María usa aretes con la figura de Lucifer y la imagen de Dios representada por un ángel. En la oreja “el diablo atarazaba su parte con dientes y uñas, y el ángel se parecía mucho a María, tanto que eran lo mismo, tanto que eran uno mismo.” (Sandoval 2002, p. 36). La dualidad en el relato romántico es uno de sus “imaginarios más característicos” (Bravo 2003, p. 211). El doble está relacionado antropológicamente con la “sombra, con los sueños, los espectros, la imagen reflejada, los fantasmas…” (Franco 2009, p. 31).
La noche de máscaras es definida por Pont como “disquisición carnavalesca sobre los estrechos límites que separan el sueño y la realidad” (1992, p. 1405). Aquí presenta lo fantástico como una suerte de ideal narrativo que se muestra en un enunciado que remarca la imperfección de lo romántico frente a una “otredad soñada”. Igualmente tenemos una enunciación, donde destaca un narrador “deus ex machina”, un narratorio apelativo y por último una sintaxis fragmentada por dos planos narratoriales confrontados: “lo natural visible y lo mental figurado” (ob.cit., p. 1406). Termina diciendo esta autora que lo más apropiado es no considerar La noche de máscaras como “un cuento fantástico, como pretendía su propio autor, sino más bien un cuento con elementos fantásticos” (p. 334). Es una narración homodiegética, donde Leoncio, el personaje principal, no solamente narra sino que actúa como un personaje más dentro del cuento. Además, en un recurso metadiscursivo, en el cuento se afirma que “Las máscaras encierran algo diabólico”, lo que es una manera de decirnos la naturaleza del texto que estamos leyendo. Baquero Goyanes y Baquero Escudero (1992) consideran La noche de máscaras (1841), un texto donde hay un componente de fantasmalidad, pues lo que allí se presenta “nada tiene de real, y sí mucho de visión onírica” (p. 44), de alucinación. Es un cuento lleno de confusiones, según los críticos, donde se destaca la narrativa olanoense, ya que coexisten la escritura aleatoria, la “carencia de argumento, digresiones, inesperados contrastes” (ob. cit., p. 52) y la prosa estrambótica.
En el cuento El ánima de mi madre (1841), destacan también elementos del misterio: ánimas, gitanas prestidigitadoras, demonios, diablo hecho serpiente y “jorobadillo barbudo, chascando un látigo y echando fieros y blasfemias por la boca”. El hombre (Coronel Zuazo) se transfigura en Diablo: “vestía bata de color de fuego sembrada acá y allá de diablos negros” y luego en sigilosa serpiente. Lo bestiario en el texto queda representado por la serpiente: Yo soy parte hoy y mañana el todo del oro de la tierra. Ámame, ámame como te amo, adorada mía, que de placer, si me abrazaras, me derretiría en el canal que forman tus dos pechos. Esa voz infernal es símbolo del mal.
Destaca en este cuento la presencia del narrador o narradores. Notamos una técnica transicional de narradores múltiples. Leoncio, narrador homodiegético, da paso a la voz de su madre, quien asume la narratividad bajo la autodiégesis del texto. Observemos en el texto lo que planteamos. Leoncio (homodiégesis) afirma: “Mi madre me arrebató en sus brazos, me arrulló sobre sus muslos, con la mano izquierda sostenía mi cabeza y con la derecha muy delicadamente puso entre mis labios uno de sus pechos.”. Luego aparece la voz de la madre de Leoncio, en un juego narrativo que hace que pasemos de una voz homodiegética (Leoncio) a una forma autodiegética (el ánima de la madre): “-Leoncio, mío, enjuga tus ojos, levanta la cabeza y mírame para que mi memoria se retrate en el espejo de mi vida real. Voy a contártela tan sin rebozo y con una extensión tal, que sólo tú la sabrás en la tierra”.
Para el desarrollo del cuento es fundamental la presencia múltiples narradores, ya que la voz autodiegética introduce la noción de metaficcionalidad. El cuento principal se hace dentro del mismo texto. El verdadero texto literario es la vida de la madre de Leoncio. La metaficción (Carrera 2000) es ficción dentro de la ficción o mise en abyme. Se asiste a un juego exegético, envuelto entre imágenes fantasmales, donde una narración trata de representar una realidad literaria apoyándose en otro texto ficcional; estamos en presencia de una doble ficción. El autor, por la vía de la narración autodiegética, termina con un mensaje para el personaje Leoncio, igualmente dirigido al lector: Por ahí viene tu padre que se volvió loco hace veinte años. A ti te busca y yo le temo tanto que me voy. No le digas nunca que me has visto ni le cuentes nada de lo que de mí sabes porque no te creería. Esa conminación a que guarde silencio ante el padre atormentado es un ludismo escritural, pues la supuesta falta de creencia o la duda ante lo narrado vale también para aquel que termina de leer el texto. El lector es invitado a participar en la construcción de la ficción.
En ambos cuentos podemos señalar algunos rasgos lingüísticos que muestran una isotopía espectral. La isotopía, término acuñado en 1966 por Algirdas Julien Greimas en su libro Semántica estructural, debe entenderse como “un conjunto de categorías sémicas” (Viñas Piquer 2008, p.437) que permiten lograr una lectura coherente. En La noche de máscaras observamos un cuadro isotópico de la otredad. Las máscaras son símbolos del ocultamiento, del solapamiento de la identidad. Esta otredad se muestra en términos como: máscara, careta, carnaval, espejos, daguerrotipo, falsete, anfibología, reflejos. Lo infernal constituye otra isotopía, destacan palabras como: Diablo, Luzbel, Satanás, monstruo, satánico, ángel caído, difunto. En El ánima de mi madre destacaremos una isotopía de lo bestiario: serpiente, buitre, animal informe, chasquidos infernales, doseles, zarandilla.
A la luz de estas consideraciones, podemos concluir que la narrativa fantástica venezolana tiene en Antonio Ros de Olano un escritor que amerita estudios más profundos y sistemáticos para su conocimiento. Sus cuentos La noche de máscaras y El ánima de mi madre muestran una serie de rasgos estilísticos que los identifican como narrativa fantástica. En ese sentido, la hermenéutica literaria es una novedosa herramienta para tratar de interpretar textos como éstos que deslindan una tendencia narrativa en el marco de la historicidad literaria.

REFERENCIAS
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NOTA: DUGLAS MORENO
Licenciado en Letras de la Universidad de los Andes y Magíster Scientiarum en Literatura Venezolana de la Universidad de Carabobo. Profesor Asociado de la UNELLEZ – San Carlos, institución donde se ha desempeñado como Director de la Biblioteca y Coordinador de Investigación. Ensayista y articulista. Editor-fundador de las revistas Agrollanía (de Ciencia y Tecnología) y Memoralia (de Humanidades y Educación). Co-organizador del Concurso Nacional de Cuentos y Relatos Misterios y Fantasmas Clásicos de la Llanura “Ramón Villegas Izquiel” (1998- 2002). Tiene un libro de cuentos inéditos llamado: Escenas narratoriales de Lagunitas- Ahora te llamarás septiembre. Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales, mención Estudios culturales de la Universidad de Carabobo. Investigador A del PEII.
Esta publicación fue tomada de la revista Estudios Culturales: Vol. 4, Nº 7/ enero-junio 2011, publicada por la Universidad de Carabobo, Valencia –Venezuela.