sábado, 1 de abril de 2017

Espejos de magia y otros apuntes de Francisco José Aguiar

El espejo...lugar de magia. Archivo de Karina González Puche

La aventura de leer
Leer es maravilloso, pero explicarle esto a quien no tiene este hábito es muy difícil, es como explicarle a un ciego las cualidades de la luz. Sin embargo, escribo estas líneas con la esperanza que alguien se anime y por la deuda que tengo con las personas que me han preguntado sobre mis descubrimientos.
Me gustaría tomarlos de la mano y llevarlos a donde he explorado, pero la experiencia es íntima, es como la historia del hombre de sal que se internó en el océano para comprobar si era conmensurable o inconmensurable y al hacerlo se disolvió en él y no pudo narrar su experiencia.
Me cuesta narrar mis experiencias como lector. Lo más honesto sería dejar la página en blanco pues cualquier cosa que escriba será absurda por la tamaña empresa que pretendo.
Borges era un gran viajero y salió poco de su biblioteca. Él podía llegar en un tris a la Grecia de Homero, a la India de Gautama o a épocas venideras y lo traigo a colación porque al hacerlo le rindo tributo.
Todo el que se interna en un libro halla la invitación a soñar. Soñar es el primer paso. . . el resto depende de nuestra capacidad de concretar lo soñado. Los libros son albaceas de la libertad, con ellos podemos salir de las murallas del espacio y del tiempo.
La historia del hombre de sal la asocio con la aventura que he seguido desde mi niñez. La asocio porque muchas veces me han preguntado qué encuentro en ella y generalmente respondo con el silencio.
Hay cosas que no se pueden comunicar con palabras. Por ello cada párrafo que he escrito está parcamente elaborado. Sin embargo, espero dejar al menos un vislumbre de lo que quieren saber.
El hombre de sal y yo somos en esencia el mismo hombre y vamos con toda la alegría que un alma puede albergar.

Mundos prestados
Podría afirmar en este momento que todo escritor como principal recurso literario recurre a la utilización de palabras prestadas; palabras imposibles de devolver porque llegan a ser parte inherente de quien las emplea. (El aire que llega a nuestros pulmones es prestado, pero cuando lo inhalamos se vuelve parte de nosotros. ¿No es así?). Si utilizas palabras prestadas con un buen orden de ideas, la experiencia enseña: surge la literatura.
Alexander Pope aseveró que el gran escritor es el que expresa mejor lo que otros han pensado y estoy totalmente de acuerdo, claro, el copismo es otra cosa, el plagio descarado siempre tendrá mi desaprobación y en cuanto a la intertextualidad debo recalcar: es un excelente recurso.
Las horas de lecturas archivan un bagaje de ideas que incluso no perteneciéndonos las consideramos como propias. Ahora bien, ¿qué es lo que realmente nos pertenece? ¿De qué somos dueños?
Las ideas de otros que pululan en nuestra mente las llamo Mundos prestados. Somos cada uno de los escritores que hemos leído; somos ese algo que no podemos descifrar y así como el agua se evapora para luego aparecer en forma de lluvia ─ en ese ciclo que dura por siempre ─, así nace el ambiente creador, así brotan las ideas para que se concrete lo eterno.
El Génesis asegura que de la nada se hizo el mundo, pero en cuanto al génesis de los autores esta afirmación no es cierta. En el terreno artístico para que surja algo debe provenir de algo. Los dioses de la nada hacen el todo, pero nosotros requerimos herramientas, materias primas y muchas ganas para manufacturar obras de arte.
Los mundos que se prestan no se pueden devolver pues se transforman en sangre, médula, tejido, en otros mundos, en parte de la existencia y esto hace que la literatura pueda compararse con el universo; con ese algo que todos sabemos infinito.

El cadáver más bello que ha producido la historia
Hay hechos que no pueden desaparecer y hay hombres signados por el destino para encarnarlos. Uno de estos hombres es el subteniente Luis Antonio Rivero Sanoja, a  quien por la autoridad que me han conferido sus deudos dedico este canto.
Famosas son las gráficas tomadas por Héctor Rondón y José Luis Blasco de la rebelión que sucedió en Puerto Cabello el 2 de junio de 1962. Hartos son los ensayos y monografías que se han realizado a raíz de este acontecimiento, pero poco se ha escrito sobre la conmoción de la familia cojedeña por la pérdida de uno de sus más queridos hijos.
Los sancarleños de la época recuerdan la misa que ofició el párroco Patricio Palacios en la catedral en honor al oficial caído en acción en El Porteñazo y el cortejo fúnebre multitudinario que lo condujo por la calle Silva hasta el Cementerio Municipal.
Esta historia la he escuchado muchas veces porque era un militar querido por su pueblo, tanto es así, que pese a las décadas que han transcurrido aún pervive el afecto y los que no lo conocieron ─ como es mi caso ─ crecieron conociéndolo. Tal es el poder de las palabras.  
Es el deber de todo poeta cantarle a sus héroes, vaya mi canto a los caídos. Desde el eco del galpón viene mi canto y va hacia los confines del alma humana. No aspiren menos.
Me niego aceptar las frías páginas de la historiografía, me niego a mostrar sólo un conjunto de párrafos gélidos. Así que insuflo mis pulmones para exclamar un ¡HURRA! que entibie hasta la misma fatalidad.
Gracias a un monólogo que me dispuse a escribir fui a entrevistar a la viuda y al hijo del subteniente Rivero. Quería que me mostraran desde su perspectiva, a un hombre que fue signado por el destino para encarnar la tragedia de su generación.
A la señora María Cristina Ortega le dije que en mi monólogo hay una línea donde afirmo que su esposo es “El cadáver más bello que ha producido la historia”, línea que en vez de entristecerla le proporcionó brillo a sus ojos y como siempre he pensado que las cosas bellas no mueren del todo, es justicia que de esta manera dé por concluido este canto.   

Palabras al Doctor Isaías Medina López
Hay quienes son luminosos y preparan el camino para el que vendrá. Hay quienes son dignos de emular. Uno de estos tales es el poeta cojedeño Isaías Medina López, quien gracias a la providencia es mi profesor y mi amigo. Ustedes, queridos lectores (como es de esperar) querrán que refiera alguna de las enseñanzas que me han marcado y así lo haré. De mi profesor he aprendido a no confundir el mapa con el terreno, a trabajar con fe y a ser consecuente con mis capacidades expresivas. 
32 años dedicados a la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (mi casa de estudio). 32 años de una destacada trayectoria académica, científica y humanística. . . cierto día, viéndolo en su cubículo, lo comparé con el molino de viento que está ubicado diagonal al paraninfo. Lo comparé, pues ambos siguen en pie pese a los vientos buenos y malos, y porque han dejado su impronta en la comunidad unellista.
Recuerdo, como si fuera hoy, la primera clase que tuvimos mis compañeros y yo con el profesor Medina. . . en dicha clase nos ordenó salir del salón y dirigirnos hacia la biblioteca. Antes de entrar  nos señaló una madera que tenía esta leyenda: BIBLIOTECA RAMÓN VILLEGAS IZQUIEL. Luego dijo: “Grábense ese nombre. . . el poeta bauleño Ramón Villegas Izquiel, logró hacer una biblioteca en un banco de sabana”.
He de acotar que este gran académico ha organizado: la Feria Internacional del Libro de Venezuela Capítulo Cojedes, ponencias, recitales, foros, competencias de carteleras, de libros artesanales, las festividades decembrinas, de San Juan Bautista y de la Cruz de Mayo, y ha presentado cada número de la revista Memoralia, ya que (nuestra revista) es una huella en la memoria humanística de Venezuela. 
En mi casa de estudio ha organizado eventos de carácter nacional e internacional. Una muestra de ello fue el VII Festival Mundial de Poesía que se realizó en el Salón de Usos Múltiples, el 28 de mayo de 2010, para que nosotros (en esa época jóvenes poetas) pudiéramos codearnos con juglares de muchos países. También he de recalcar que fue uno de los ideólogos del Doctorado Honoris Causa que se le confirió a Amado Lovera (Uña de Oro de Venezuela), el 10 de noviembre de 2011.
Quien de este modo obra,  la providencia lo recompensa con creces. Por ello, el Dr. Alberto Quintero, rector de la Universidad que Siembra, conjuntamente con el Consejo Directivo y las Autoridades del Vicerrectorado de Infraestructura y Procesos Industriales,  el lunes 13 de febrero de 2017 en el paraninfo de la UNELLEZ San Carlos, le confirieron al poeta Isaías Medina López el Doctorado Honoris Causa. Ahora bien, si alguien me preguntare por qué se le otorgó a mi profesor tan alta distinción. . . diré, lleno de orgullo, que se le otorgó por una vida dedicada al trabajo y al amor.

Luciérnagas
El poeta romántico Víctor Hugo, en el célebre clásico que lleva por título Los miserables, es tajante al clasificar a la humanidad en luminosos y tenebrosos. Pero estas líneas (por razones obvias) se las dedico a los que como dignos hijos de Prometeo tienen el fuego sagrado e iluminan al mundo.
Uno de estos hijos era el filósofo Diógenes de Sinope, quien iba por su ciudad (a plena luz del día) con una lámpara buscando a los hombres honestos… otro de sus vástagos era nuestro Simón Rodríguez, quien cansado de tanta incomprensión instauró una fábrica de velas para, al menos de esa forma, seguir dando luz.
En el relato de Eduardo Galeano titulado El mundo, un hombre del pueblo de Neguá “dijo que somos un mar de fueguitos” y que hay fuegos que arden con tantas ganas que “quien se acerca, se enciende”. Esto – como lo constata la tradición oriental – ocurre cuando el discípulo encuentra al maestro.
Voy por estos pasajes con el candor que produce lo amado y con el ánimo de quien es feliz al recordar líneas que lo han hecho feliz. La vida es breve, lo que podemos aprehender es limitado. Hay quienes pretenden saberlo todo, como Fausto (el personaje esencial de la obra de Goethe), pero se equivocan de medio a medio.
Sigo con lo amado y formulo esta pregunta: ¿cuántas páginas escribió el prolífico poeta barinés Orlando Araujo? Los eruditos lo saben. Yo recuerdo dos pensamientos de este autor, recuerdo que  un amigo es el espejo donde tú eres él; que no hay que apagar esa luz ni fallarle en cualquier oscuridad y que “con la investigación histórica nos buscamos en la memoria de los otros”.
Las iluminaciones son como un relámpago y nosotros rasgamos o intentamos rasgar – como el Libertador Simón Bolívar – un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo… no importa que después nos perdamos en el vacío, y este ensayo, es producto de los fogonazos de las luciérnagas que admiro y que deslumbran mi incesante caminar.

La magia de los espejos

A Guillermo Meneses
Un espejo es un artículo insustituible para alquimistas, espiritistas y adivinos, y como comprendo que ficción y realidad en la literatura se funden. . . me valdré de ello para abordar su magia con algunos clásicos. No en orden cronológico ni de relevancia, sino en el orden en que mi corazón los ha acunado. 
*Si pienso en un escudo – espejo, pienso en la silueta de Medusa inmersa en el metal bruñido, en una mano que se levanta empuñando una espada (la de Perseo), para decapitar al monstruo petrificador de hombres.
*Narciso es interesante no por su belleza, sino por el lago – espejo. Narciso tiene la utilidad de un tesoro sumergido.
*Una ciudad – espejo como el Macondo de Aureliano Babilonia: muestra que toda ciudad puede desaparecer sin dejar rastros.
*Si tomo a colación un portal – espejo tomaré el de Alicia. . . no sin antes aclarar que no todos los portales son azogues: los hay traslucidos.
*Las Crónicas de Indias están plagadas de algo que me gusta llamar oro – espejo. Los aborígenes le intercambiaban a los europeos oro constante y sonante por cristales azogados. Tal era su fascinación.
*El utensilio – espejo es el más común pero no hay que restarle importancia. Existe en diferentes formas y lo encontramos en tocadores, lavamanos, automóviles, en fin, en muchos lugares y sirve para que rostros como el de Frankenstein, el de Quasimodo, el de Helena o el de Cleopatra se enfrenten a ese juez pero bajo diversos veredictos.
Siempre me han obsesionado los espejos, quizá porque tengo la necesidad de reflejar lo que soy, y si he abordado estos clásicos no es para desentrañar sus misterios. Desentrañar misterios nunca me ha interesado. Prefiero vivirlos.


FRANCISCO JOSÉ AGUIAR. San Carlos, Edo. Cojedes, 1985. Narrador, poeta y dramaturgo. Licenciado  en Educación, Mención Castellano y Literatura,  por la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ). Cursó el Taller de Formación Teatral que auspició la Compañía Nacional de Teatro (CNT) en el 2014. La Revista Memoralia publica el monólogo que se titula La Alcantarilla en el 2015. En el transcurso del 2016 publicó entrevistas, artículos y notas en periódicos de su región y obtuvo mención honorifica en el 1er Concurso de Crónica Breve “UNELLEZ NUESTRA DE CADA DÍA” con la crónica titulada El encanto de una tarde. 

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