Pasaba
por el borde florecido
La
revestían luces de manzana.
Él
bajaba el sendero vespertino
a
rescatar luceros en el agua.
Ella
era la brisa en el retoño
la
luz de amanecer en el naranjo.
Él
arpegios oía en el escombro.
Su
corazón era un bosque de ocaso.
Ella
incitaba pájaros del alba
y
círculos de llamas en las rosas.
Él
sabía que todo es escapada
en
el humo, las aguas, las alondras.
Ella
inclinó, rendida la cabeza
y
fue como un albor estremecido.
Él
se alejó en su íntima guerra.
Huellas
de luna fueron su camino.
A
UNA ROSA (Domingo Andrade Toro)
Aman todos los bardos a las rosas,
símbolo de belleza y de ternura,
y elogian su romántica hermosura
en variadas canciones melodiosas.
Unos cantan las rosas misteriosas,
las de color de sangre casi oscura;
otros, las rosas de ideal blancura,
acaso las más tiernas y preciosas.
Y hay quien canta las rosas amarillas,
las del mismo color de las mejillas
del niño triste, convertido en hombre.
Yo, en los hondos rosales de mi vida,
no cantaré otra rosa más querida
que la límpida rosa de tu nombre.
NADA
ES MAYOR (Arturo Camacho Rodríguez)
Nada es mayor que tú; solo la rosa
tiene tu edad suspensa, ilimitada:
eres la primavera deseada
sin ser la primavera ni la rosa.
Vago espejo de amor donde la rosa
inaugura su forma deseada,
absorta, inmersa, pura, ilimitada,
imagen, sí pero sin ser la rosa.
Bajo tu piel de nube marinera,
luz girante, tu sangre silenciosa
despliega su escarlata arborecida.
Nada es mayor que tú,
rosa y no rosa,
primavera sin ser la primavera:
arpegio en la garganta de la vida.
DOLIENTE
ROSAL (Carlos Borges)
Cada quien su rosal ha deshojado
en oblación gentil a tu hermosura:
de nieve, grana y oro el perfumado
profluvio envuelve tu ideal figura.
Oh novia del poeta afortunado,
yo soy el bardo de selva oscura;
en mi viuda jardín solo ha quedado
un doliente rosal de sepultura.
¿Quieres sus rosas? Con piedad divina
en el tronco, entre una y otra espina,
tu compasivo corazón injerta.
Y en cambio de la rosa funeraria
florecerá en tu boca la plegaria,
la flor más digna de mi pobre muerta.
XXIX/I/MMXVII (Héctor
Méndez Zamudia)
El
azul de mis querencias
se
hizo melodía en tu aurora
cuando
huérfano de anhelos
pintaste
mi flor de bora
Cálido
raudal aflora
al
roce de mil caricias
y
una estampida de besos
a
mis anhelos envicia
Con
delicada impudicia
sabiamente
en tu vergel
vas
floreciendo senderos
Me
sabe a miel la codicia
que
me provoca tu piel
bajo
un cielo de luceros
HAIDEE
(José Ramón López Gómez)
Buscaba en mi jardín un ejemplar,
que conservando su aroma y su tersura
pudiera todo el tiempo conservar
manteniendo por siempre su hermosura.
Y he aquí, que romántico juglar,
entre geranios y rosales, con ternura,
una flor permanente he de lograr,
la vida inundando, con su denosura.
La tomé entre mis manos cuidadoso,
sus pétalos sedosos y su aroma
me han hecho exclamar con alborozo.
¡Esta planta tiene algo de mi sino!
Y esta flor de delicadas formas,
será constante promesa en mi destino.
ILSE
(José
Ramón López Gómez)
Ha sido un cuento romántico,
un camino de rosas perfumadas
y muchas aves entonando un cántico
por entre las tiernas enramadas.
Madreselvas son para el caminante
flores que su aroma le dan dulcemente,
y es frágil lirio tu talle fascinante
núbil deidad que admiro ufanamente.
Hasta aquí esta tierna, dulce historia
que en mi corazón por siempre perdura
y guarda perenne toda mi memoria.
Hoy siento infinito este anhelo
de mirar por siempre tu gentil figura
lucero encendido de mi claro cielo.
De
“NO JUSTIFICO UN COMIENZO” (Orlando
Barreto)
Tardas
en aflorar
recelas
de la palabra como si ella te pesara
Aunque
lo pareciera solamente, porque
el
poema después de todo te hace existir
No
cierres tu flor arisca y salvaje
Sal
con
toda la enredadera de tu flor carnal
y
no te hundas en el umbroso cierre
de
los bosques no solicitados
Asiste
al desierto, pues, que las palabras
están
echadas en la piel no escrita
de
tu protegida ausencia
VIAJERA DEL RÍO
(Letra de Manuel Yáñez. Intérprete:
Serenata Guyanesa)
Paseando
una vez por el malecón
extasiado
me quedé
al
ver una flor perfumando el río
era
angelical como el azar
y
corría y corría,
buscando
el horizonte se perdía;
la
quise tocar, la quise abrazar,
quise
amarla como a ti,
ni
que fuera un mago para contener
la
fuerza del rio
y
se fue ocultando
y
se fue marchando
luego
desapareció,
pasaron
los años
y
el arcano tiempo la alejó de mí;
por
eso en mis sueños
cuando
la recuerdo
triste
voy al malecón
para
ver si el río cambia la corriente
y
vuelvo a ver mi flor...
La
quise tocar, la quise abrazar,
quise
amarla como a ti,
ni
que fuera un mago para contener
la
fuerza del río
y
se fue ocultando
y
se fue marchando
luego
desapareció,
pasaron
los años
y
el arcano tiempo la alejó de mí;
por
eso en mis sueños
cuando
la recuerdo
siempre
voy al malecón
para
ver si el río cambia la corriente
y
vuelvo a ver mi flor...
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