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miércoles, 18 de noviembre de 2020

El doctor Nicanor Guardia (crónica escrita por José Gregorio Hernández)

 

Representación del Dr. José Gregorio Hernández, sector Los Malabares, San Carlos Cojedes.
 Imagen en el archivo de Samuel Omar Sánchez 





(El Cojo Ilustrado. Año II Nº 35. Caracas, 1º de Junio de 1893)

Los tiempos modernos presentan entre nosotros el fenómeno singular de que el desenvolvimiento material que se presenta en toda nación no va acompañado del movimiento intelectual correspondiente; obsérvese, por el contrario, que cada día disminuye el número de los que en otro tiempo forman una brillante pléyade que ilustró la República y la puso a la altura de los países más aventajados en materias científicas.

Así se nota en la naturaleza, que, después de una cosecha rica en frutos que embellecen los campos y repletan los graneros, se presenta otra que, siendo ya menguada de por sí, parece serlo todavía más si se la compara con la que le precedió.

Más en esos mismos instantes en que parece que los vegetales reparan las fuerzas agotadas por una fructificación optima, en esas épocas de decadencia vital, suele presentarse uno que otro fruto que reúne en sí y magnifica todas las cualidades eximias que hicieron afamada entre todas a su especie, el cual viene a alegrar a los cultivadores, porque su presencia encierra una promesa halagadora por el porvenir.

Las épocas pasadas hicieron creer que nuestra raza tenía el privilegio de llevar radicadas en ellas potencias intelectuales superiores a las que existían en las demás; luego vino una triste realidad a desvanecer tan lisonjeras ilusiones, si bien se encuentran todavía algunos espíritus elevados que poseen en grado sumo todas las grandes dotes de aquellos que en tiempos venturosos dieron lustre y renombre a su país.

Uno de estos varones esclarecidos de nuestra época es el señor doctor Nicanor Guardia: inteligencia amplia y vigorosa, que ha cultivado uno de los ramos más difíciles de los conocimientos humanos, la Medicina, y que ha llegado a ocupar un puesto culminante entre los hombres científicos de nuestra patria.

Lleno de amor apasionado por la ciencia, sigue paso a paso el movimiento casi vertiginoso que ella presenta en la actualidad, experimentando un verdadero entusiasmo cada vez que viene a descubrirse un nuevo secreto a la naturaleza, y presentándose, por lo tanto, siempre al corriente de los adelantos científicos. Dotado además por la naturaleza de una lógica irresistible, marcha sin vacilar por la senda que debe conducirle a la verdad, el único ideal que los deslumbra y atrae.

En la ciencia difícil del diagnóstico, en la habilidad para descubrir y llenar la indicación terapéutica; en una palabra, en la parte clínica de la Medicina, es donde brilla su inteligencia con más esplendor. Es increíble con cuánto vigor realiza diariamente esa lucha incesante contra la enfermedad, que a veces llega a convertirse en una lucha homérica contra la muerte. Y parece imposible pintar esa rara energía que le hace resistir donde los demás flaquean, y teniendo entonces arranques de inspiración que le levantan y colocan en una altura inaccesible a los demás mortales.

Poseedor de una elocuencia natural, unida a un criterio nada común, agrupó en torno de su Cátedra universitaria un auditorio entusiasta que corría a recoger ávidamente los preceptos científicos, los cuales adquirían con sólo salir de sus labios una autoridad incontestable. La Madre Universidad, que nunca ha podido consolarse de su ausencia, le tiene orgullosa en el cuadro de sus profesores honorarios.

Muy raras son, en efecto, las dotes intelectuales de tal magnitud, y por lo mismo muy valiosas; pero más raras y valiosas son las cualidades morales, que rodean al hombre de una simpática aureola y le dan un prestigio tan grande como merecido. El señor doctor Guardia las posee todas; la bondad natural, que compadece los sufrimientos ajenos; la generosidad, que ennoblece el espíritu y le proporciona mil goces inefables; la santa caridad, que llena el alma de los más excelsos sentimientos, genera las acciones grandiosas que inmortalizan al hombre. Y practica la amistad de una manera tan perfecta que los elegidos sienten por él un amor profundo y un respeto ilimitado. ¡Oh, cómo corre la pluma fácil y ligera al escribir las palabras que nos dicta el corazón!...

Tiene por compañera de su existencia un ángel que le endulza las penas inherentes a su profesión, y vive tranquilamente gozando de la veneración que le profesa toda su familia, y en medio de la consideración universal. ¡Quiera el Cielo conservarle a Venezuela por largos años un ciudadano tan distinguido como eminente!

Tomado de: "José Gregorio Hernández Obras Completas" Compilación y notas Dr. Fermín Vélez Boza. Ediciones OBE Caracas 1.968, por  Alfredo Gómez Bolívar


sábado, 1 de abril de 2017

Espejos de magia y otros apuntes de Francisco José Aguiar

El espejo...lugar de magia. Archivo de Karina González Puche

La aventura de leer
Leer es maravilloso, pero explicarle esto a quien no tiene este hábito es muy difícil, es como explicarle a un ciego las cualidades de la luz. Sin embargo, escribo estas líneas con la esperanza que alguien se anime y por la deuda que tengo con las personas que me han preguntado sobre mis descubrimientos.
Me gustaría tomarlos de la mano y llevarlos a donde he explorado, pero la experiencia es íntima, es como la historia del hombre de sal que se internó en el océano para comprobar si era conmensurable o inconmensurable y al hacerlo se disolvió en él y no pudo narrar su experiencia.
Me cuesta narrar mis experiencias como lector. Lo más honesto sería dejar la página en blanco pues cualquier cosa que escriba será absurda por la tamaña empresa que pretendo.
Borges era un gran viajero y salió poco de su biblioteca. Él podía llegar en un tris a la Grecia de Homero, a la India de Gautama o a épocas venideras y lo traigo a colación porque al hacerlo le rindo tributo.
Todo el que se interna en un libro halla la invitación a soñar. Soñar es el primer paso. . . el resto depende de nuestra capacidad de concretar lo soñado. Los libros son albaceas de la libertad, con ellos podemos salir de las murallas del espacio y del tiempo.
La historia del hombre de sal la asocio con la aventura que he seguido desde mi niñez. La asocio porque muchas veces me han preguntado qué encuentro en ella y generalmente respondo con el silencio.
Hay cosas que no se pueden comunicar con palabras. Por ello cada párrafo que he escrito está parcamente elaborado. Sin embargo, espero dejar al menos un vislumbre de lo que quieren saber.
El hombre de sal y yo somos en esencia el mismo hombre y vamos con toda la alegría que un alma puede albergar.

Mundos prestados
Podría afirmar en este momento que todo escritor como principal recurso literario recurre a la utilización de palabras prestadas; palabras imposibles de devolver porque llegan a ser parte inherente de quien las emplea. (El aire que llega a nuestros pulmones es prestado, pero cuando lo inhalamos se vuelve parte de nosotros. ¿No es así?). Si utilizas palabras prestadas con un buen orden de ideas, la experiencia enseña: surge la literatura.
Alexander Pope aseveró que el gran escritor es el que expresa mejor lo que otros han pensado y estoy totalmente de acuerdo, claro, el copismo es otra cosa, el plagio descarado siempre tendrá mi desaprobación y en cuanto a la intertextualidad debo recalcar: es un excelente recurso.
Las horas de lecturas archivan un bagaje de ideas que incluso no perteneciéndonos las consideramos como propias. Ahora bien, ¿qué es lo que realmente nos pertenece? ¿De qué somos dueños?
Las ideas de otros que pululan en nuestra mente las llamo Mundos prestados. Somos cada uno de los escritores que hemos leído; somos ese algo que no podemos descifrar y así como el agua se evapora para luego aparecer en forma de lluvia ─ en ese ciclo que dura por siempre ─, así nace el ambiente creador, así brotan las ideas para que se concrete lo eterno.
El Génesis asegura que de la nada se hizo el mundo, pero en cuanto al génesis de los autores esta afirmación no es cierta. En el terreno artístico para que surja algo debe provenir de algo. Los dioses de la nada hacen el todo, pero nosotros requerimos herramientas, materias primas y muchas ganas para manufacturar obras de arte.
Los mundos que se prestan no se pueden devolver pues se transforman en sangre, médula, tejido, en otros mundos, en parte de la existencia y esto hace que la literatura pueda compararse con el universo; con ese algo que todos sabemos infinito.

El cadáver más bello que ha producido la historia
Hay hechos que no pueden desaparecer y hay hombres signados por el destino para encarnarlos. Uno de estos hombres es el subteniente Luis Antonio Rivero Sanoja, a  quien por la autoridad que me han conferido sus deudos dedico este canto.
Famosas son las gráficas tomadas por Héctor Rondón y José Luis Blasco de la rebelión que sucedió en Puerto Cabello el 2 de junio de 1962. Hartos son los ensayos y monografías que se han realizado a raíz de este acontecimiento, pero poco se ha escrito sobre la conmoción de la familia cojedeña por la pérdida de uno de sus más queridos hijos.
Los sancarleños de la época recuerdan la misa que ofició el párroco Patricio Palacios en la catedral en honor al oficial caído en acción en El Porteñazo y el cortejo fúnebre multitudinario que lo condujo por la calle Silva hasta el Cementerio Municipal.
Esta historia la he escuchado muchas veces porque era un militar querido por su pueblo, tanto es así, que pese a las décadas que han transcurrido aún pervive el afecto y los que no lo conocieron ─ como es mi caso ─ crecieron conociéndolo. Tal es el poder de las palabras.  
Es el deber de todo poeta cantarle a sus héroes, vaya mi canto a los caídos. Desde el eco del galpón viene mi canto y va hacia los confines del alma humana. No aspiren menos.
Me niego aceptar las frías páginas de la historiografía, me niego a mostrar sólo un conjunto de párrafos gélidos. Así que insuflo mis pulmones para exclamar un ¡HURRA! que entibie hasta la misma fatalidad.
Gracias a un monólogo que me dispuse a escribir fui a entrevistar a la viuda y al hijo del subteniente Rivero. Quería que me mostraran desde su perspectiva, a un hombre que fue signado por el destino para encarnar la tragedia de su generación.
A la señora María Cristina Ortega le dije que en mi monólogo hay una línea donde afirmo que su esposo es “El cadáver más bello que ha producido la historia”, línea que en vez de entristecerla le proporcionó brillo a sus ojos y como siempre he pensado que las cosas bellas no mueren del todo, es justicia que de esta manera dé por concluido este canto.   

Palabras al Doctor Isaías Medina López
Hay quienes son luminosos y preparan el camino para el que vendrá. Hay quienes son dignos de emular. Uno de estos tales es el poeta cojedeño Isaías Medina López, quien gracias a la providencia es mi profesor y mi amigo. Ustedes, queridos lectores (como es de esperar) querrán que refiera alguna de las enseñanzas que me han marcado y así lo haré. De mi profesor he aprendido a no confundir el mapa con el terreno, a trabajar con fe y a ser consecuente con mis capacidades expresivas. 
32 años dedicados a la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (mi casa de estudio). 32 años de una destacada trayectoria académica, científica y humanística. . . cierto día, viéndolo en su cubículo, lo comparé con el molino de viento que está ubicado diagonal al paraninfo. Lo comparé, pues ambos siguen en pie pese a los vientos buenos y malos, y porque han dejado su impronta en la comunidad unellista.
Recuerdo, como si fuera hoy, la primera clase que tuvimos mis compañeros y yo con el profesor Medina. . . en dicha clase nos ordenó salir del salón y dirigirnos hacia la biblioteca. Antes de entrar  nos señaló una madera que tenía esta leyenda: BIBLIOTECA RAMÓN VILLEGAS IZQUIEL. Luego dijo: “Grábense ese nombre. . . el poeta bauleño Ramón Villegas Izquiel, logró hacer una biblioteca en un banco de sabana”.
He de acotar que este gran académico ha organizado: la Feria Internacional del Libro de Venezuela Capítulo Cojedes, ponencias, recitales, foros, competencias de carteleras, de libros artesanales, las festividades decembrinas, de San Juan Bautista y de la Cruz de Mayo, y ha presentado cada número de la revista Memoralia, ya que (nuestra revista) es una huella en la memoria humanística de Venezuela. 
En mi casa de estudio ha organizado eventos de carácter nacional e internacional. Una muestra de ello fue el VII Festival Mundial de Poesía que se realizó en el Salón de Usos Múltiples, el 28 de mayo de 2010, para que nosotros (en esa época jóvenes poetas) pudiéramos codearnos con juglares de muchos países. También he de recalcar que fue uno de los ideólogos del Doctorado Honoris Causa que se le confirió a Amado Lovera (Uña de Oro de Venezuela), el 10 de noviembre de 2011.
Quien de este modo obra,  la providencia lo recompensa con creces. Por ello, el Dr. Alberto Quintero, rector de la Universidad que Siembra, conjuntamente con el Consejo Directivo y las Autoridades del Vicerrectorado de Infraestructura y Procesos Industriales,  el lunes 13 de febrero de 2017 en el paraninfo de la UNELLEZ San Carlos, le confirieron al poeta Isaías Medina López el Doctorado Honoris Causa. Ahora bien, si alguien me preguntare por qué se le otorgó a mi profesor tan alta distinción. . . diré, lleno de orgullo, que se le otorgó por una vida dedicada al trabajo y al amor.

Luciérnagas
El poeta romántico Víctor Hugo, en el célebre clásico que lleva por título Los miserables, es tajante al clasificar a la humanidad en luminosos y tenebrosos. Pero estas líneas (por razones obvias) se las dedico a los que como dignos hijos de Prometeo tienen el fuego sagrado e iluminan al mundo.
Uno de estos hijos era el filósofo Diógenes de Sinope, quien iba por su ciudad (a plena luz del día) con una lámpara buscando a los hombres honestos… otro de sus vástagos era nuestro Simón Rodríguez, quien cansado de tanta incomprensión instauró una fábrica de velas para, al menos de esa forma, seguir dando luz.
En el relato de Eduardo Galeano titulado El mundo, un hombre del pueblo de Neguá “dijo que somos un mar de fueguitos” y que hay fuegos que arden con tantas ganas que “quien se acerca, se enciende”. Esto – como lo constata la tradición oriental – ocurre cuando el discípulo encuentra al maestro.
Voy por estos pasajes con el candor que produce lo amado y con el ánimo de quien es feliz al recordar líneas que lo han hecho feliz. La vida es breve, lo que podemos aprehender es limitado. Hay quienes pretenden saberlo todo, como Fausto (el personaje esencial de la obra de Goethe), pero se equivocan de medio a medio.
Sigo con lo amado y formulo esta pregunta: ¿cuántas páginas escribió el prolífico poeta barinés Orlando Araujo? Los eruditos lo saben. Yo recuerdo dos pensamientos de este autor, recuerdo que  un amigo es el espejo donde tú eres él; que no hay que apagar esa luz ni fallarle en cualquier oscuridad y que “con la investigación histórica nos buscamos en la memoria de los otros”.
Las iluminaciones son como un relámpago y nosotros rasgamos o intentamos rasgar – como el Libertador Simón Bolívar – un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo… no importa que después nos perdamos en el vacío, y este ensayo, es producto de los fogonazos de las luciérnagas que admiro y que deslumbran mi incesante caminar.

La magia de los espejos

A Guillermo Meneses
Un espejo es un artículo insustituible para alquimistas, espiritistas y adivinos, y como comprendo que ficción y realidad en la literatura se funden. . . me valdré de ello para abordar su magia con algunos clásicos. No en orden cronológico ni de relevancia, sino en el orden en que mi corazón los ha acunado. 
*Si pienso en un escudo – espejo, pienso en la silueta de Medusa inmersa en el metal bruñido, en una mano que se levanta empuñando una espada (la de Perseo), para decapitar al monstruo petrificador de hombres.
*Narciso es interesante no por su belleza, sino por el lago – espejo. Narciso tiene la utilidad de un tesoro sumergido.
*Una ciudad – espejo como el Macondo de Aureliano Babilonia: muestra que toda ciudad puede desaparecer sin dejar rastros.
*Si tomo a colación un portal – espejo tomaré el de Alicia. . . no sin antes aclarar que no todos los portales son azogues: los hay traslucidos.
*Las Crónicas de Indias están plagadas de algo que me gusta llamar oro – espejo. Los aborígenes le intercambiaban a los europeos oro constante y sonante por cristales azogados. Tal era su fascinación.
*El utensilio – espejo es el más común pero no hay que restarle importancia. Existe en diferentes formas y lo encontramos en tocadores, lavamanos, automóviles, en fin, en muchos lugares y sirve para que rostros como el de Frankenstein, el de Quasimodo, el de Helena o el de Cleopatra se enfrenten a ese juez pero bajo diversos veredictos.
Siempre me han obsesionado los espejos, quizá porque tengo la necesidad de reflejar lo que soy, y si he abordado estos clásicos no es para desentrañar sus misterios. Desentrañar misterios nunca me ha interesado. Prefiero vivirlos.


FRANCISCO JOSÉ AGUIAR. San Carlos, Edo. Cojedes, 1985. Narrador, poeta y dramaturgo. Licenciado  en Educación, Mención Castellano y Literatura,  por la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ). Cursó el Taller de Formación Teatral que auspició la Compañía Nacional de Teatro (CNT) en el 2014. La Revista Memoralia publica el monólogo que se titula La Alcantarilla en el 2015. En el transcurso del 2016 publicó entrevistas, artículos y notas en periódicos de su región y obtuvo mención honorifica en el 1er Concurso de Crónica Breve “UNELLEZ NUESTRA DE CADA DÍA” con la crónica titulada El encanto de una tarde. 

jueves, 5 de diciembre de 2013

Globalización y periferia en América Latina (Duglas Moreno)


Diversidad, color y sentimiento latinoamericano (imagen Hmendez Artellier)


Estampa criolla (archivo de Francisco Canapial Romero)

Globalización y periferia: margen y centralidad en el pensamiento epistémico latinoamericano (Duglas Moreno)



La historia del hombre está marcada por profundas y existenciales antinomias. El sujeto es trashumante en el mundo de lo objetual. La luz existe, aunque en el fondo se aproxime su sombra como expresión silente. El tiempo tiene el día, pero éste supone igualmente la nocturnidad. La unidad deja en lo recóndito lo fragmentario del todo. La identidad implica la otredad. El margen nos lleva a un centro. Cóncavo y convexo; el vértigo y el vacío son figuras de una manifiesta co-presencialidad. Al nombrar la finitud pensamos inmediatamente en lo infinito. Sin duda, los modelos expresivos antinómicos conforman verdaderos matrimonios lingüísticos.


Cuando aparece uno (la vida, por ejemplo), el otro (la muerte) acecha subrepticiamente en el entorno. Así, lo global comprende a su vez la particularidad. En ese contexto de presencia y no presencia de algo aparece lo fronterizo y la globalización. Este ensayo, de naturaleza intrínsecamente documental, trata de mostrar que la epistémica de lo fronterizo y las ideas de la globalización están allí no para mostrar que una somete o doblega a la otra, sino para repensar la dinámica discursiva en América Latina. Para tratar de coexistir o bien generar una tercera vía que se complemente con ambas.
Esta revisión del pensamiento latinoamericano pasa, en primer lugar, por asumir que la dialogía ha de ser un principio epistémico que vehicule las realidades de lo global y las particularidades de lo translocal. En segundo término, debe admitir que el pensamiento latinoamericano forma parte de una multiglosia discursiva, ya que entre los espacios del pensar americano y el europeo básicamente ha de darse en un continuum epistémico que se expresa en una universalidad, no términos absolutos, o en un ámbito particular.

La dialogía como imagen epistémica global
La idea de que las estructuras políticas, económicas, históricas, sociales, tecnológicas, culturales y epistémicas sean una sola entidad entendible y dominada por el hombre ha sido un pensamiento recurrente e incesante de la humanidad. El resultado no ha sido el más favorable, ya que la sociedad como un todo no termina de dinamizar su realidad y el hombre como individualidad no logra construir las herramientas indispensables para alcanzar la aprehensión y comprensión de todo hecho humano. Refiere Foucault (1968) que la humanidad tuvo un tiempo en que las palabras centelleaban en la semejanza universal de las cosas. Era un contexto donde la autonomía de lo análogo borraba en su lenguaje ambiguo la distinción de los signos y la separación de la cosa. Lo uno era lo diverso. Alude Foucault (1968) a una unidad remota pero tenaz: “Taxinomia Universalis”, cuyo propósito central era volver a encontrar en todos los dominios concretos de la naturaleza o de la sociedad un mismo orden. Parecía que hasta la misma nada tenía una explicación y un espacio en esa universalidad suprema. Aún hoy, este an- helo humano está más cerca de seguir siendo una utopía que una verdad concreta y avalada por la sociedad entera. 
En tal sentido, Panikkar (2006) sostiene que no hay un criterio absoluto, que tal vez la salida vaya por la vía del “pensar simbólico que no es ni objetivo ni subjetivo, sino esencialmente dialogal” (p. 44). Esta dialogía demanda algunos criterios. Primero que lo dialógico sea una condición compartida y subsumida por un “afuera”, externalidad infinita, que comprende las manifestaciones de un “adentro” que busca su expansión, no para imponerse, sino para ser compartido. Como bien lo anuncia Leff (2004), el diálogo se debe dar entre homólogos y sobre todo entre seres mar- cados por la heteronomía del hombre. Esta dialogicidad, como apertura hacia lo otro, es un pasar, un ir, un llegar a lo verdaderamente referencial, que se establece sobre la base del lenguaje como expresión simbolizante, donde el máximo signo en ese universo de inteligibilidad es la palabra, en- tendida como revelación imaginaria y como valor transcultural de los actos de habla en los hombres.
Lo principal es entender que lo que es supuestamente único no deja de tener un referente homologético, ya que la alteridad se entiende plenamente cuando se asume como una representa- ción imaginaria o analogía de un algo. Siempre es- tamos en procesos de comparación o por lo menos en un acercamiento a lo otro. Gnisci (2002) refiere que cuando buscamos aproximarnos a algo estamos ante una manifestación de carácter imagológico, pues toda “imagen se constituye a través de una comparación continua que va de la identidad a la alteridad” (p.349). No hay fragmentación entre la forma de pensar lo identitario y la manera de asumir la otredad, pues lo fundamental es aceptar que entre ambas categorías teoréticas hay un continuum epistémico que se expresa, bien sea en universales noéticos, o en un escenario local.
Ahora bien, sea universalidad, mundialización, globalización, particularización, fronterización o periferia, siempre hay una narratividad discursiva que trata de explicar la realidad que nos circunscribe, por cualquiera de estas vías o bien tratando de armonizarlas en una propuesta dualizada. Esto es, teniendo un enfoque particular y otro generalizante, es decir, usar una perspectiva ideográfica (específica) o una visión nomotética (general). Debemos señalar que entre mundialización y globalización hay marcadas diferencias. Para Armand (2000) globalizar significa incorporar cualquier cosa dentro de un conjunto, mientras que mundializar denota la transformación de algo para que sea parte del mundo. Sentencia que lo global debe desaparecer para dar paso a un mundo-otro, a la mundialización del todo. La sociedad debe estar bajo una ética cósmica que conduzca “al reconocimiento de la igualdad de derechos fundamentales entre todos los seres humanos” (2000, p. 25). Parece que en esta noción dicotómica (mundialización/globalización) lo global ha tenido más aceptación. No es cuestión de principios diferenciales, al parecer, sino de carácter nominal, es decir, pareciese que sonase mejor el término globalización.
Lo más sensato es pensar que una de estas representaciones epistémicas de la realidad no sea lo suficientemente totalizante para descifrar completamente lo que nos rodea. Esto es para que siempre haya un motivo, una búsqueda para la curiosidad epistémica. Esta idea totalizante, apoyada en saberes nomotéticos o legitimadora “absoluta de las verdades” (Wallerstein, 2005, p. 90), encuentra su obstáculo en una perspectiva que pretende aclarar lo real por la senda de las particularidades o hechos únicos, fenómenos contingentes, es decir, de verdades con características idiográficas o fácticas. La realidad del hombre está ahí  como un absoluto enigma que necesita la acción pensante del hombre. Por eso nacieron los mitos, las fábulas, las teorías sociales y las epistemes actuales.

La idea de lo global
La globalización supone un escenario donde el mundo es un todo en interacción constante. Hay una realidad económica, política, cultural, identitaria, epistémica que está ahí, que se mueve invariablemente. Es por eso que todo lo que pase en ese “lugar” tendrá como condicionante la noción de globalidad. Sin duda alguna que Ulrich Beck (1998, citado por Steingress, 2002, p. 4) se acerca, desde nuestra visión personal del tema, a un concepto aceptable de lo que debiera ser la globalización, al definirla como proceso que “crea vínculos y espacios sociales transnacionales, revaloriza culturas locales y trae a un primer plano terceras culturas”. La revalorización de esas culturas permite su conocimiento e inserción en planos diferentes a lo meramente local. Compartimos esta aproximación teórica pues de igual manera sentimos fi­liación por la noción que plantea Steingress, en el sentido de ver la globalización como una “fase de expansión de una cultura universal a través de la transculturalidad” (Steingress, 2002, p. 82).
Para Mato (2003, p. 33), el proceso de globalización “a la vez que impulsa procesos de homogeneización cultural, estimula identidades culturales diversas”, pero que tienen una particularidad especial, no están vinculadas a un solo lugar, sino a varios, son “identidades deslocalizadas o translocales”. Así, la globalización deviene en verdad y esencia de los lugares identitarios de los pueblos del mundo, pero a su vez revaloriza los criterios de una universalidad tendiente a concebirse en planos absolutos. Aclaramos que lo universal se interpreta como la propensión hacia un estado ideal que no excluye lo particular, sino que lo revaloriza.
Escobar (2003) expone que la globalización implica la universalización y radicalización de la modernidad. Se entiende por esta vía que lo global es un proceso que emana de unos pocos centros hegemónicos. Se asume que el triunfo de lo moderno radica en su advenimiento como acaecer universal. Esto es conocido, según Escobar, como el efecto Giddens, pues “es la modernidad todo el camino, en todas partes, hasta el final de los tiempos” (p. 57).
En este apartado es interesante reflexionar acerca de la relevancia de la episteme de la modernidad y su relación coadyuvante con el proceso de globalización. Argumenta Escobar (2003) que la modernidad, surgida en el siglo XVII en Francia, Alemania e Inglaterra y que se da entre los procesos de la Reforma, la Ilustración y la Revolución Francesa, culturalmente tiene como base la razón, los individuos, el conocimiento y el proceso de racionalización del mundo-vida, la universalización y la individuación. De igual manera, en la modernidad no hay que apartar del análisis concreto la noción de colonialidad. Asegura Escobarque lo colonial constituye la “unidad analítica de la modernidad”. La colonialidad es un espacio epistemológico y político. El sistema mundo moderno colonial es una realidad que se fundamenta en procesos y formaciones sociales de carácter colonial.
Igualmente, Mignolo (2003) se refiere a la colonialidad global en sus aspectos de conocimiento y dimensiones culturales del proceso de subalterización realizado por la colonialidad del poder. La colonialidad es un sitio de enunciación desde la modernidad misma y es a su vez plataforma de la pluriversalidad. Se asume que lo pluriversal se genera por el agotamiento de la universalidad de la diversalidad. La colonialidad no es un nuevo “universal abstracto”, sino el espacio donde la “diversalidad como proyecto universal puede ser pensado” (Escobar, 2003, p. 62).
Retomando lo referente a la globalización, ésta ha sido el resultado de un proceso en unos pocos centros hegemónicos. Se entiende que lo hegemónico doblega y somete en nombre de una aparente supremacía que lo hegemónico mismo se ha otorgado. De alguna manera, es dominio representacional, es decir, se actúa en nombre de otro que es evidentemente superior. Todo esto lleva a Escobar a sugerirnos que desde una “perspectiva filosófica y sociológica, la raíz de la idea de una creciente y omnipotente globalización subyace en la concepción de la modernidad como un fenómeno esencialmente europeo” (2003, p. 55). En la actualidad esta idea tiene sus parches, sus ecos, sus solapamientos, pues desde Latinoamérica se viene pensando esta realidad de una forma diferente: una epistemología fronteriza. Las situaciones de la globalización son multi-relacionantes. La globalización se trata de un proceso objetivo (Castells, 2007), no de una ideología, aunque haya sido utilizado por la ideología neoliberal como argumento para pretenderse como la única racionalidad posible. Y es a su vez un proceso multidimensional, no solo económico. Esta última idea castellsiana es fundamental, puesto que desmonta la apreciación bidireccional: de economía y multimedia, que se le pretende dar a toda la problemática de la globalización.
Sader (2004), en el marco conclusivo del Foro Social Mundial de Porto Alegre, Brasil, argumenta que si bien a los máximos exponen- tes de este encuentro -las organizaciones no gubernamentales- les faltó ambición en su tarea de construir proyectos hegemónicos alternativos, no dejan de mantener una resistencia, señal de carácter defensivo, al neoliberalismo, y cree que la lucha contra la hegemonía imperial norteamericana y contra las políticas neoliberales vienen a ser “ele-mentos que pueden marcar el viraje a una etapa ofensiva y política de los movimientos que luchan por una globalización alternativa (ob. cit., p. 26). Sería una globalización que difiera de la actual y que sea más cercana al hombre y que se aleje de las ideologías (globalización neoliberal) y sobre todo de los modelos económicos, lo que Sader denomina globalización económica.
No solo se ha pretendido ver lo global en las transacciones de la economía mundial, o hacerla distinguir con una realidad social de un trasfondo siniestro potenciado por la cultura massmediática de las sociedades actuales, sino que la consideran “fuente de incontables problemas, desde la destrucción de las culturas nacionales hasta el creciente empobrecimiento” (Stiglitz, 2007, p. 41). En este lado oscuro, volátil, los conocidos efectos adversos, su gran dinámica en tela de juicio de lo global que plantea Stiglitz, son vistos en el marco casi exclusivo de lo económico.
En definitiva, en el marco de la globalidad del mundo, nada sucede por azar. La correlación de los actos humanos es extremadamente evidente. La evanescencialidad es un signo de la globalización. Esto responde a una premisa teórica de Bauman (2007), ya que para él la globalización significa que todos dependemos unos de otros. Muchas veces esto no se entiende así. Desde el centro hegemónico del poder se trata de imponer una lógica que avasalla y que da pocas oportunidades para lograr actuar en un estado justo y de marcado equilibrio humanitario. La nueva globalización tiene que desmarcarse de ese sentido absolutista (nada más lo económico) y dar cabida a todas las manifestaciones y expresiones de lo humano.

La idea de lo fronterizo
En un contexto interaccional de naciones o países existen diversas fronteras. Están, entre otras, la jurídico-política, la institucional, la económica, la soberana, la identitaria y los “límites entre regímenes de significados” (Grimson, 2011, p. 122). Lo fundamental, señala Grimson, es aclarar los elementos de confusión en los planos simbólicos y geográficos, y precisar las fronteras de las “identificaciones y las fronteras culturales” (2011, p. 122). Cada entidad epistémica delimita un espacio para su accionar. Pero esa demarcación está caracterizada por un fenómeno que Grimson (2011), llama transfronterización, es decir, un límite que separa y contacta a la vez significados homogéneos y heterogeneidades culturales. Pueden unirse y distanciarse simultáneamente, respondiendo a sus lógicas de configuración cultural. No es una frontera tradicional o material, es simbólica, ya que la parte limítrofe la conforman prácticas y creencias muy parecidas. Se debe señalar que ninguna cultura predomina sobre otra, por el contrario, se fusionan y generan una cultura transfronteriza, constituida sobre la base de patrones semejantes que cada una de las configuraciones culturales en contacto posee.
La homología de carácter cultural (universo simbólico) se despliega, lógicamente, sobre elementos similares. La semejanza es el reconocimiento (anamnesis) de una cosa en diversos es- pacios, en diversos momentos, en distintas expresiones culturales, en otros discursos. El gran principio de la semejanza “reposa en el postulado de la pluralidad” (Durand, 1999, p. 213). La frontera cultural tiene su propia voz. Se enuncia desde un lugar que tiene profundizados rasgos culturales. Por eso es fundamental conocer y valorar el punto desde donde narramos nuestra esencia identitaria. Es el lugar desde donde nos pensamos lingüística- mente, tanto en el pasado como en el devenir. Ese paraje debería ser un afuera, no constituido por el discurso hegemónico, sino una exterioridad independiente del adentro discursivo moderno o ser no-moderno. El lugar es el verdadero espacio del “ser ahí” heideggeriano, es decir, un lugar-mundo, con sus recodos encantados, pero a su vez con sus sendas temibles. Esa inhospitalidad que lo define  y por ende lo caracteriza es a su vez su verdad y su conciencia. El lugar es tu vivencialidad simbolizada, tu existencia dada en lo imaginario. Quizás lo más cercano a lo que Habermas (citado por Finke, 1993, ante el problema de la intersubjetividad de  Edmund Husserl) refiere como el mundo de la vida, es decir, aquello que nos llega por el sendero de la palabra y es acervo cultural heredado y del cual el sujeto forma parte.
Ahora bien, lo fronterizo es un lugar-límite de una dinámica discursiva muy productiva. Supone un espacio distante de la centralidad, pero dentro de una realidad. Sin duda que la frontera es una demarcación eminentemente epistémica. Para Escobar (2003, p. 66) “Insertarse en el pensamiento de frontera es, entonces, moverse más allá de las categorías creadas e impuestas por la epistemología occidental”. Pensar desde el interior o desde la centralidad no es igual a pensar desde lo fronterizo, pero el origen del pensamiento no deja de pertenecer a cierto espacio-tiempo. Lo fronterizo tiene un lugar en la interioridad del sistema mundo moderno/colonial, así como en la exterioridad. Mignolo (2003) lo denomina “fronteras interiores y “fronteras exteriores”.
El imaginario de lo político, lo social y lo cultural tiene en el pensamiento de frontera o epistemologías de frontera un soporte discursivo de alto valor representacional. Esto es posible epistémicamente puesto que la idea o surgimiento de un pensamiento otro, un conocimiento otro, una epistemática otra, una lengua otra, esto es, que no responda a la lógica eurocéntrica, es ciertamente posible (Escobar, 2003). Dentro de esta diversidad epistémica insurgente y cuestionadora del discurso eurocéntrico hegemónico destacan: la Teología de la Liberación como filosofía y ciencia social latinoamericana autónoma (Dussel, Fals Borda y Ribeiro, entre otros); la Teoría de la Dependencia, los  debates sobre la modernidad y postmodernidad, discusiones sobre hibridez y las nociones académicas sobre estudios culturales (Ibídem).
Recientemente, Guevara (2012) plantea en su libro Conciencia periférica y modernidades alternativas en América Latina, la necesidad de descolonizar definitivamente el pensamiento latinoamericano. Son teorías desde América para integrarse al “pensamiento crítico” latinoamericano del siglo XX, pero que no son paradigmas otro o un pensamiento otro, es decir, se encuentran inmersos en la dinámica de una logicidad del pensamiento de la modernidad y se inscriben o “encuadran” en una historia lineal de epistemes en la globalización. Tampoco creo que al pensar desde nuestra localía se pretende hacerlo desde cero, es decir, desconocer la tradición epistémica del mundo no es la alternativa. Lo que se impone es la creación de nuevas categorías y nuevas visiones desde nuestro mundo para que sean comprendidas y analizadas en otros espacios de saber.
Que la teorética sea de naturaleza única, eterna, cuando se origine en el centro, no es de importancia, o que sea de categoría episódica (Grosfoguel, 1997, citado por Mignolo, 2003) tampoco es relevante. Lo fundamental es que hay una tendencia teórica, un pensamiento sobre lo real que es meritorio analizar. El pensamiento fronterizo es una modalidad epistemológica relacionante occidente-orientalismo. Tienen cabida en este aspecto las ideas de Fernández (2009) quien confirma que en la actualidad predomina un diálogo inter-epistémico, condición inmanente a la interculturalidad, donde se coexiste sin anular las diferencias, pues se entiende que es un diálogo de trasfondo civilizatorio.
El pensamiento fronterizo implica la “rear-ticulación de los designios globales por y desde historias locales; con la articulación entre cono- cimiento subalterno y hegemónico desde la pers- pectiva de lo subalterno; y con el remapeo de la diferencia colonial hacia una cultura de alcance mundial” (Escobar, 2003, p. 67). Hay un “pensamiento crítico subalterno” o razón subalterna. Esto debe entenderse como “un conjunto diverso de prácticas teóricas que emergen desde y responden a los legados coloniales en la intersección de la historia moderna euro/americana” (Mignolo, 2003, p. 162). La gnosis fronteriza representa un deseo de superar la subalternidad. Se refiere (Lira, 2010) a la condición de un nuevo conocimiento que desde la perspectiva subalterna provoca una reflexión crítica sobre los conocimientos sistemáticos. Esta reflexión es cuestionadora e insurgente desde una nueva forma epistémica de ver el mundo o el sistema mundo wallerstiano.
El pensamiento de frontera es una herme- néutica pluritópica, diferente a la crítica monotópica de la modernidad. Esta perspectiva pluritópica es pensar la realidad desde diferentes espacios, desde la diversalidad, es decir, desde la multiplicidad. Esta visión rompe con el eurocentrismo como la única forma epistémica discursiva. Es una forma de pensar que toma el lugar de la crítica desde la subalternidad. Lo subalterno simboliza uno de los “discursos más radicales del pensamiento” de finales del siglo XX. Esta radicalidad, según Valdés (2004, p. 103), ha estado asociada “al tema del sujeto, a su búsqueda y reivindicación, como también a la búsqueda de “nuevos lugares de enunciación”. Esa lugarización lingüística o del discurso le da una particularidad a esta epistémica translocal, no como categoría teórica contrapuesta a la universalidad, sino como fuerza renovadora y matizada por la esperanza de saber que existen alternativas ante la visión eurocentrista y hegemónica. Así, lo universal y lo local, más que distanciarse, han de transitar unidos, sin plantearse bifurcaciones traumáticas, por una suerte de continuum epistémico compartido.
La otredad: un símbolo de salvación
En la actualidad, la sentencia es de De Sousa Santos (2010), la creación y la negación del otro lado de la línea son constitutivas de los principios y prácticas hegemónicas. La otredad se desconoce, su realidad es eliminada, se invisibiliza el otro todo, los demás lugares. Esta nega- ción radical (De Sousa Santos, 2010, p. 14) de la co-presencia de ambos universos, el verdadero y el falso, el legal y el ilegal, fundamenta la afirmación de la diferencia radical de que, en este lado de la línea, está la línea hegemónica y hacia el otro lado lo periférico, “una vasta cantidad de experiencias desechadas, hechas invisibles tanto en las agen- cias como en los agentes, y sin una localización territorial fija” (ob. cit., 2010, p. 19). Lo anterior supone la negación de lo que ha sido negado siempre. Cuando se reniega de la perenne y hegemónica negación, es lo que Dussel (2005) explica como la alteridad no eurocéntrica, lo oculto, el otro excluido, es decir, lo negado de la negación, surge como pensamiento cuestionador y autónomo. Esta práctica sistemática de anular la existencia de uno de estos universos, lleva a De Sousa Santos a distinguir, en el campo del conocimiento, no sólo un pensamiento de apariencia abismal, como ciencia moderna que monopoliza la distinción universal entre lo verdadero y lo falso, entre formas de verdad científicas y no científicas, sino a concebir el pensamiento pos-abismal. El autor supone que “la diversidad del mundo es inagotable y que esa diversidad todavía carece de una adecuada epistemología” (De Sousa Santos, p. 31).
En otras palabras, la diversidad epistemológica del mundo no global todavía está por construirse y esa ha de ser la tarea de los grupos peri- féricos. Afortunadamente hay pensadores en esa línea de generación de nuevas teorías. Esa construcción no supone una adscripción absoluta a los principios de la globalización, sino la posibilidad de plantar una nueva forma de entendernos en un mundo altamente relacionante, dialógico y de respeto a la diversidad.
La idea de margen y centralidad como lugares de enunciación
El lugar desde donde hablamos, donde escribimos, desde donde nos analizamos como sociedad –y lo más importante-es el sitio de la enunciación epistémica propia. No es de naturaleza otrédica per se, es autónoma y real. Es el lugar desde donde nos pensamos, tanto en el pasado como en el devenir. En definitiva, hay consenso en cuanto a la necesidad de reconceptualizar la centralidad y el margen, o la periferia. Esta recomposición teórica nos ayudará a “definir y delimitar la posición social que significa el ser periférico o céntrico en un orden colonial, contribuyendo a pensar la descolonización del poder, del ser y del saber” (González, 2009, p. 5). Tanto el imaginario colectivo como las entidades epistémicas (centralidadperiferia) delimitan un espacio para su accionar.
Sería muy sencillo pensar que si dejamos de aplicar las nociones de lo céntrico, entonces lo periférico tendría un auge o repunte, pero la realidad no es tan fácil así. No se trata de inclinar la balanza hacia un punto, sino de ubicarse en lugar estratégico y generar un pensamiento que no responda a los preceptos de la centralidad ni a los principios de la periferia, sino a una posición que las conten- ga o que al menos tome lo mejor de ambas.
Se considera que si entendemos este momento crucial en Latinoamérica como una manera de superar la noción centro-periferia prebischiana (La noción centro-periferia es economicista y se le debe al argentino Raúl Prebisch, quien en 1949 presentó para la CEPAL un estudio denominado: Estudio Económico de América Latina) y anunciar las ideas no pensando que responden a una periferia determinada, o que se dirigen a un centro específico del sistema-mundo (Wallers­tein, 2005, 2007, 2008), sino pensar desde una nueva configuración epistémica transdiscursiva, es decir, hacer un discurso que no responda plenamente a la centralidad, así como tampoco al margen, sino que los transite y logre aflorar lo mejor de cada uno, conformando no solo una nueva epis- temología de la enunciación latinoamericana, sino una novedosa teoresis fusional de lo heterogéneo y lo homologético, con la finalidad de constituir un universo heterotópico sobre la base de esa transculturalidad compleja que es una de las características fundamentales de nuestros pueblos.
Cierre ideacional
En esta nueva concepción de globalización las distancias son puntos difusos, las fronteras pierden sus rasgos limitales. Cualquier hecho, por muy distante que esté de otros escenarios, que de alguna manera se articulan por su temática u otros aspectos, incide en otros contextos. Esta idea se podría explicar con el famoso “efecto mariposa”. Tal es la realidad en la globalización en la cual una mínima variación o perturbación inicial en un sistema dado afectaría notablemente la estructura sistémica. Todo esto se da y se comprende por la vía del continuum interepistémico. Lo que suceda en un lugar puede tener consecuencias globales. Lo que se haga en una realidad cultural, puede resultar un cambio significativo en otros lugares, en otras culturas. La globalización no es una expresión de territorialidades, sino un espacio imaginal donde se dinamiza el hombre junto a sus imagi- narios.
Sin duda que en la globalización está contenido lo periférico, y éste a su vez es una muestra representacional de la epistémica global, ya sea como alternativa novedosa o como texto epigonal. Los prismas epistémicos para ver los problemas deben fundamentarse en un lugar teorético libre. Lo ideal es buscar un sistema de pensamiento donde tengan vigencia todos los lugares con sus marcadores únicos de identidad y con aquellos que sean co-equivalentes con la realidad global. Se debe evitar la periferialización de los discursos de la periferia, puesto que la primera hace que los contenidos de éstos no se generalicen o guarden la homogeneidad de cada lugar, y que no permitan a su vez mantener algunas diferencias puntuales y necesarias de cada enunciación fronteriza. La conciencia sobre el discurso epistémico de la fronterización no debe profundizar en nuestros abismos, sino avanzar hacia una dialogía del pensamiento, lograr que los enunciados epistémicos no tengan un punto geográfico de origen, sino que su inmanencia vital sea el saber de toda la humanidad.
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***Documento tomado de: Enl@ce Revista Venezolana de Información, Tecnología y Conocimiento, 10 (1), 73-84

martes, 31 de julio de 2012

Del miedo a los duendes (Mervis Velásquez)

El poder de transformación del duende  es legendaria 
(Imagen en el archivo de Anita Mendoza)

Los duendes ya no asustan

Durante milenios, el cuento ha sido una actividad expresiva y común a las diversas culturas del mundo, en épocas primitivas, cuando todavía no se conocía la escritura, los hombres transmitían sus recuerdos, sus experiencias, e impresiones a través de la oralidad. Así de esta forma tan sencilla nace la narración. Asimismo, en la actualidad, el niño desde muy temprana edad se encuentra en contacto con experiencias de orden narrativo (cuentos, fábulas, anécdotas), que son propiciadas tanto por su entorno familiar como escolar.

Cuando una madre arrulla con una canción a su hijo lo prepara para su primer contacto con la poesía, y lo mismo sucede cuando un abuelo relata alguna historia de fantasmas o comenta un trabalenguas. Todo ello, forma parte de ese maravilloso mundo llamado literatura, en el cual todo niño, niña o joven se encuentra inmerso.

Si cerramos por un momento nuestros ojos y nos dejamos llevar por los recuerdos de la infancia, nos daremos cuenta que este adulto de hoy, en su niñez tuvo la experiencia de conocer a través del cuento un mundo donde el mal está omnipresente, al lado del bien; manifestándose en determinados personajes perfectamente definidos o se es bueno o se es malo.

Ahora me pregunto: ¿Con el pasar de los años hemos olvidado la encorvada figura de la madrastra de Blancanieves? ¿El sufrimiento de Cenicienta? ¿Cuántos temblamos al imaginar que la malvada bruja podía cortar el cabello de Raspuncel? ¿La voracidad del lobo frente a la impoluta Caperucita Roja?

Es posible que temiésemos enhebrar una aguja porque solíamos creer que podíamos pincharnos el dedo como la Bella Durmiente o que si colocábamos crucifijos en los dinteles de las puertas podríamos ahuyentar a los vampiros.

Estos cuentos de una u otra manera llenaron un espacio en nuestras vidas. Ya que, esa fue la literatura infantil que leímos, la que nuestros padres y maestros dieron a conocer. Los hermanos Grimm eran parte de nuestro mundo. Hans Chistian Andersen nos llenó el espíritu de plantas misteriosas, animales fantásticos, ambientes exóticos y mil fantasías más que aún persisten en nuestra memoria colectiva.

Hoy, para beneplácito de los lectores, la llamada Literatura Infantil, en las últimas décadas se ha enriquecido con nuevos e interesantes elementos mucho más cercanos a la realidad socio-cultural que rodea al lector (no importa su edad). En mi permanente búsqueda de textos para niños y con la sana intención de acercarlos al maravilloso mundo de la literatura, me tropecé con los "Duendes de allende y aquende" de Luiz Carlos Neves, poeta, teatrero, cuentista y crítico de la literatura infantil y juvenil.

Él, junto con Rosario Anzola, María Luisa Lázaro, Armando José Sequera y Mercedes Franco, entre otros, llenan el espacio literario infantil y juvenil de situaciones que se parecen al niño o joven de nuestro país. Muestra de ellos es la incorporación de la familia con todos los eventos que la hacen creíble; y de situaciones en la que cualquiera de nosotros se puede ver reflejado, aunque sean de ficción.

La obra cuentística de Neves se recrea en ambientes cotidianos, en donde el lenguaje humorístico y la poesía lo alejan del que emplean algunos escritores que usan la literatura para dar clases de moral.

Sus libros también sorprenden por sus ilustraciones; el que mencioné con anterioridad, Duendes de aquende y de allende, es el preferido de un grupo de jóvenes lectores quienes fascinado cada me piden que le cuente el cuento de esos duendes traviesos. Ellos son un grupo de seres encantados que habitan en los teatros, los cines, las aulas de manualidades, el salón de clase, las tierras de la llanura venezolana, las maracas, las bandolas; hasta son lo culpables de la picazón que se siente en un miembro fracturado (el duende rompe-huesos); e inclusive son los responsables de que a muchas personas les dé miedo hablar en público.

Los duendes de Neves llevan a esos sorprendidos lectores a disfrutar y sentir placer por lo que están leyendo, a relacionarse con su entorno. En cada encuentro no dejan de reír porque éstos ya forman parte de su vida cotidiana. De manera muy pícara dicen que el duende acusón es el que ocasiona que ellos le digan a su profesora que alguien los está molestando o de comentarle a su mamá que el duende grafito está haciendo que su prima le raye las paredes del cuarto.

Mariana, quien sólo tiene cuatro años, descubrió que esos personajes de ficción pueden ser sus amigos y que como ella realizan travesuras en la escuela, en el hogar, en el parque y disfruta de esos seres en miniatura, que juguetonamente, saltan de las páginas del libro para formar parte de su día a día.

En más de una ocasión me he sentido burlada cuando pregunto ¿quién se comió las galletas de chocolate? y con una sonrisa responde: yo no fui, recuerda que mis amigos los duendecitos están en todas partes ( a Elfina le encanta comer chocolate).

Con la lectura de esas historias el humor está presente en cada uno de sus juegos. Nuevos duendes como: el tocón (el que la incita a despertar a su papá); el desorganizado (culpable de que sus juguetes estén en todas partes) viven ahora en nuestra casa.

Gracias a la magia de esta nueva manera de concebir el hecho literario, desprovisto de estereotipos alienantes, los niños de hoy no se dormirán temblando de miedo ni en espera de alcanzar lo imposible; por el contrario, esos personajes de ficción pueden ser sus aliados porque se parecen a ellos. Ya los duendes no asustan.

Mervis Velásquez: Educadora nativa de El Tinaco, Cojedes. Licenciada en Educación con Maestría en Lectura y Escritura. Es coautora, junto a Maritza Torres Cedeño,  del texto "Estrategias para promover la lectura y la  escritura" (UNELLEZ-San Carlos, 2010)