viernes, 11 de octubre de 2013

LAS PUERTAS ABIERTAS DEL CIELO (María del Socorro Duarte Hernández)




Mi madre fue abandonada por mi padre estando embarazada de mí, para la familia eso había sido el peor de los pecados, mis tíos eran sumamente duros y conservadores, la culpaban  a ella por no haber sabido elegir un buen marido y no haber sido buena esposa, así que mi madre se iba cada semana a la Ciudad a trabajar y procuraba estar el menor tiempo posible en el rancho, sólo los fines de semana. Los tiempos eran muy duros, no era fácil que le dieran trabajo pues la veían son su bebé en brazos y muchas veces la rechazaban…Hubo una noche muy dura, el poquito dinero que había conseguido se había terminado, no había comida ni para ella ni para mi…Había buscado con desesperación en su bolso y nada…ni un peso. Mi madre siempre ha sido mujer de fe. Esa noche se encomendó  a Dios esperando que su Divina misericordia  la socorriera.
      Mi abuelo había sido su único apoyo pero había fallecido solo unos meses antes, sin él, no contaba con nadie y esa noche de hambre, soledad y tristeza mi abuelo la visitó por medio de un sueño.

     “Hija, sé que estás necesitada y por eso he venido, ten te dejo estas monedas…  ¿Recuerdas que un día  tú me prestaste un dinero?, he venido a pagártelo… ¿Recuerdas la promesa que nos hicimos un día, que el que muriera primero vendría a decirnos si había gloria e infierno? pues hija….Si hay gloria y hay infierno, pero gracias a Dios yo tengo un rayo de luz, míralo-entonces mi madre recuerda haber visto la figura de mi abuelo iluminada por un pequeño rayo de luz y entonces mi abuelo  se despidió diciéndole: Como señal de que es cierto que vine a verte  encontrarás la puerta de enfrente abierta, por una puerta voy a entrar y por la otra voy a salir…Me voy hija mía tú ahorita no puedes acompañarme porque donde yo estoy tú no puedes llegar.”   Después de eso, mi madre recuerda haber visto alejarse a mi abuelo perdiéndose su figura en bellas lomas blanquecinas.

      A la mañana siguiente mi madre se levantó sobresaltada y lo primero que vio fue  el portal de la casa abierto, el cual ella siempre ponía un gran candado por seguridad  pues vivía sola y tenía miedo de que alguien nos hiciera daño y  la puerta de atrás estaba abierta también.
     Triste, asombrada y pensativa, recuerda que me tomó en brazos para salir a ganarse el pan, al tomar su monedero se dio cuenta que algo sonaba, eran las monedas que mi abuelo había puesto en sus manos en el sueño. Ésa mañana lloró de tristeza, esperanza y felicidad y ambas pudimos comer, descansar y regresar a visitar a la abuela con mediana prosperidad.

Autora: María del Socorro Duarte Hernández

María del Socorro cuenta con más de 25 años de experiencia como Licenciada en  Educación  Preescolar. Posee una Maestría en Educación Preescolar. Suma en su haber con  400 poemas inéditos. Ha incursionado  en el género musical con temas de su autoría, en recitales que han llevado el nombre de una de sus obras musicales más importantes: PRESENTIMIENTO
Investigadora Educativa  autora del Método Vocacional  para niños en Edad Preescolar
Co-Fundadora del Sistema Educativo Popular  A.C. cuyo lema es “Por una educación Popular, Libre y Equitativa” En el  cual coordina como Subdirectora a un conjunto de maestros identificados con sus ideales, llevando la Educación Gratuita a los grupos indígenas y zonas marginadas del Estado de Baja California, México.
Obras en manuscrito: Mi primer Libro de Historia y Civismo y Mis amigos Flecha y Tijera.   

Actualmente continúa como Educadora en servicio, publicando parte de su biografía y poesía en su BLOG en +GOOGLE “Presentimientos” y en la producción de cuentos educativos de su autoría.

martes, 8 de octubre de 2013

Mito indígena de Venezuela (4):"Mi otro corazón"

 Amorosa madre indígena con su infante 





SOBRE SALVAJES

Los pemones de la Gran Sabana llaman al rocío
Chirïké-yeetakuú, que significa Saliva de las Estrellas;
a las lágrimas Enú-parupué, que quiere decir Guarapo
de los Ojos, y al corazón Yewán-enapué: Semilla del
Vientre. Los waraos del delta del Orinoco
dicen Mejokoji (El Sol del Pecho) para nombrar al alma.
Para decir amigo dicen Ma-jokaraisa: Mi Otro Corazón.
Y para decir olvidar dicen
Emonikitane, que quiere decir Perdonar.

              Los muy tontos no saben lo que dicen
              Para decir tierra dicen madre
              Para decir madre dicen ternura
              Para decir ternura dicen entrega

             Tienen tal confusión de sentimientos
              que con toda razón
              las buenas gentes que somos
              les llamamos salvajes.


JOKOYAKORE NARUAE ANAYAKORE YAROTE

marchó en la madrugada,
al anochecer regresará
CANCIÓN WARAO

Solía pasar como fantasma o perro
desnudo entre la noche
Sin más olor de vida que sus ojos
No sabíamos nada Temblábamos
en medio de las sombras
Nunca supimos qué dolor callaba
ni qué abyecta impiedad condescendía
a permitirle ser como el adobe
como la soga
como los guijarros
Hasta que apareció en nuestros papeles
con su tambor de guerra su tocado
de plumas su linaje
orgulloso su macana
Y de allí se metió en nosotros mismos
y fue nosotros mismos
y no fantasma o perro de la noche
y no más pesadumbre
y no más barro triste
sino nosotros mismos
nosotros mismos en nosotros mismos.


LOS NAVÍOS

El primer navío partió al amanecer
El segundo fondeó al otro lado del arrecife
El tercero no supo decir qué humillación lo vencía tan
hondo
Del cuarto bajaron náufragos con algas en el cuerpo
y rosas del océano
capturadas en lejanas fronteras
El quinto pasó a nuestro lado como un témpano
y apenas nos dejó su débil susurro de niebla peregrina
Al sexto lo bauticé Mensajero de los Vulnerables
El séptimo se desprendió como el sueño de una infancia
recobrada
que no tiene regreso
El octavo se metió en las tinieblas amparado por sus
pantuflas doradas
El noveno se dolió de antiguos arrebatos y se dio a los
hechizos
El décimo se llamó a sí mismo El Inmortal
y yace en el fondo de las arenas.


SOMARI DE LOS BÁRBAROS

Los verdaderos  bárbaros dijeron: “¡Guerra a muerte a los
bárbaros”

Y en el espejo se vieron a sí mismos Radiantes
                                                         Hermosos
                                                         Civilizados

                                                                                                                                                                     Perfectos.



Textos tomados del libro Poesía y Prosa (2013) de Gustavo Pereira,editado en Caracas por la Fundación Biblioteca Ayacucho. 

lunes, 7 de octubre de 2013

Mito indígena de Venezuela (3): Las auténticas amazonas

Desde la orilla de las aguas  arroja sus dardos certeros (archivo de Beys Sequera)







COSTUMBRES DE CUMANÁ
            Los de esta tierra son de su color; van desnudos, si no es el miembro, que atan por dentro o que cubren con cuellos de calabazas, caracoles, cañas, lista de algodón y canutillos de oro. En tiempo de guerra se ponen mantas y penachos; en las fiestas y bailes se pintan o tiznan o se untan con cierta goma o cierto ungüento pegajoso con liga, y después se empluman de muchos colores, y no parecen mal los tales emplumados. Córtense los cabellos por empar del oído; si en la barba les nace algún pelo, arrancándoselo con espinzas, que no quiere allí ni en medio del cuerpo pelo, aunque de suyo son desbarbados y lampiños. Précianse de tener muchos negros los dientes, y llaman mujer al que los tienen blancos, como en Curiana, y al que sufre barba, como español, animal. Hacen negro los dientes con zumo o polvo de hoja de árbol, que llaman ahí, las cuales son blandas como de terebinto y hechura de arrayán. A los quince años, cuando comienzan a levantar la cresta, toman esta yerbas en la boca, y tráenlas hasta ennegrecer los dientes como el carbón; dura después la negrura toda la vida, y  ni se pudren con ella ni duele. Mezclan este polvo con otro de cierto palo y con caracoles quemados, que parece cal, y así abrazan la lengua y labio al principio. Guárdanlo en espuertas y cesta de cañas y verga, para vender y contratar en los mercados, que de muy lejos vienen por ellos con oro, esclavos, algodón y otras mercaderías. Las doncellas van de todo punto desnudas; traen senogiles muy apretados por debajo y encimas de las rodillas, para que los muslos y pantorrillas engorden mucho, que lo tienen por hermosura; no se les da nada por la virginidad; las casadas traen saraguayes o delantales; viven honestamente; si comenten adulterio, lleva repudio; el cornudo castiga al quien lo hizo. Los señores y ricos hombres toman cuantas mujeres quieren; dan al huésped que a su casa vienen la más hermosa, los otros toman unas o pocas; los caballeros encierran sus hijas dos años antes que la casen, y ni salen fuera, ni se corta el cabello durante aquel encerramiento. Convidan a la boda a sus deudos, vecinos y amigos. De los convidados, ellas traen las comidas, y ellos la casa. Digo que presentan ella tantas aves, pescados, frutas, vino y pan a la novia, que basta y sobra para la fiesta, y ellos traen tantas madera y paja, que hacen una casa donde meter los novios, bailan y canta a la novias, mujeres, y al novio hombre; cortan unos los cabellos a él, y una a ella, por delante solamente, que por detrás no le corta.  

Ataviados muy bien, según su traje; comen y beben hasta emborrachar. Siendo noche dan al novio su esposa por la mano, y así queda velado;  estas deben ser las mujeres legítimas, pues las demás que su marido tienen las acatan y reconocen. Con estas no duermen los sacerdotes, que llaman piaches, hombres santos y religiosos, como después diré, a quien dan las novias a desvirgar, que lo tienen con honrosas costumbres. Los reverendos padres toman aquel trabajo por no perder sus preeminencias y devoción, y los novios se quitan de sospecha, quejas y penas. Hombres y mujeres traen ajorcas, collares, arracadas de oro y perlas si las tienen, y sino de caracoles, huesos y tierras, y muchos se ponen coronas de oro guirnaldas de flores y conchas. Ellos traen unos anillos en las narices, y ellas bronchas en los pechos, con que a primeras vistas se diferencian. Corren, saltan, nadan y tiran un arco las mujeres también como los hombres, que son en todo diestros y sueltos.
Al parir no hacen aquellos extremos que otras, ni se quejan tanto; aprietan a los niños muy blandos, pero muchos, entre dos almohadillas de algodón para ensancharle la cara, que lo tiene por hermosura. Ellas labran la tierra y tienen cuidado de la casa,  ellos cazan o pescan cuando no hay guerra, aunque a la verdad son muy holgazanes, vanagloriosos, vengativos y traidores; su principal arma es la flecha enherbolada. Aprenden de niños, hombre y mujeres a tirar al blanco con bodoques de tierras, madera y cera. Comen erizos, comadrejas, murciélagos, langostas, arañas, gusanos, arugas, abejas y piojos crudos, cocidos y fritos. No perdonan cosas vivan por satisfacer a la gula, y tanto más es de maravillas que coman sabandijas y animales sucios cuando tienen buen pan y vino, frutas, peces y carnes.
El agua de río Cumaná engendra nubes en los ojos; y así ven poco los de aquella rivera, o que lo hagan lo que comen. Cierran los huecos y heredades con un solo hilo de algodón o de bejuco que llaman, no en más alto que a la cintura. Es grandísimo pecado entrar en tal cercado por encima o por debajo de aquella pared, y tienen creído que mueren presto quien la quebrantan.

Texto de Francisco López de Gomara, tomado de Historia Real y Fantástica del Nuevo Mundo (1992), compilación de Horacio Jorge Becco, publicado en Caracas por la Biblioteca Ayacucho.

domingo, 6 de octubre de 2013

Mitos indígenas de Venezuela (2): los mágicos truenos del agua

Los mitos son de particular interés para los niños de los pueblos originarios






TAMBIÉN mandé al capitán Whiddom, a W. Connocke y a unos ocho arcabuceros a ver si encontraban algún mineral a las orillas de ríos.
Una vez alcanzadas las cimas de las primeras colinas que se elevan a la llanura que bordeaba al río, contemplamos aquellas asombrosas brechas por donde corrían el Caroní desde allí pudimos ver como el río se dividía en tres brazos en una longitud de más de 20 millas; y aparecieron antes nuestras vista unas 10 o 12 cataratas escalonadas unas detrás de otras y cada una tan alta como la torre de una iglesia sus aguas caían con tal furia que su salpicaduras cubrían todo el parajes de una fina lluvia que al principio nos pareció una inmensa humarera que subía desde algún pueblo grande.
Por mi gusto, siendo como soy tan mal caminante, hubiéramos al barco; pero los demás sentían tantas ganas de acercarse al lugar donde se producía los extraños truenos del agua que convencieron poco a poco; y así llegamos al valle siguiente, donde lo pudimos ver mejor. Nunca he contemplado un paisaje más hermoso ni vista más alegres: colinas que se levantaban aquí y allá sobre el valle, el ruido serpenteado en diversos brazos, con las planicies contiguas desprovista de matas y de maleza; todo cubierto de yerba verde y fina y con un suelo de arena dura, cómodo para caminar a caballo o a pies; venados que cruzaban cada senderos pájaros que al atardecer cantaban en todos los arboles sus mil canciones distintas; grullas y garzas blancas, rojas y carmesí, que parloteaban en las orillas el aire fresco soplaba en forma de una ligera brisa del este, y cada piedra que cojeamos semejaban, por su color, ser de oro o de plata. Sus señorías verán muchas variedades y espero que haya algunas que no tendrán igual bajo el sol.
Para arrancarlas solo disponíamos  de nuestros cuchillos y dedos. Las rocas son de aquel mineral que ante mencioné y tan duras o más que el pedernal sus betas se encuentran a una o dos brazas ten el interior de las rocas. Pero carecíamos de todas las cosas necesarias salgo nuestro gran deseo y nuestra bueno voluntad, para ver obtenido más en resumen, cuando las otras dos partidas volvieron, cada una trajo varias piedras que parecían prometedoras, pero las hallaron esparcida por el suelo, eran por lo general solamente doradas, sin ninguna cantidad de oro en su interior; pero los que no tenía conocimientos ni experiencia guardaba todo lo que brillaba, y era imposible convencerle de que únicamente por el lustre que tenía, no era valiosas. Las trajeron, juntos con marquesitas de trinidad, dándolas a ensayar en muchos sitios, extendiéndose así la que habían en la creencia de que todo lo demás de lo que habían en la Guayana era igual. Sin embargo más tarde, enseñes algunas de las mías a un español de Caracas y me dijo que era la madre del oro y que la mina estaría en la tierra a más profundidad.
No es mi deseo de engañarme a mí mismo o a mi país con fantasías ni tampoco estoy enamorado de aquello alojamiento, vigilias, atenciones, peligros, enfermedades, pestilencias y comidas y otras mil calamidades que acompañan a estos viajes, como para pretender para mandar una nueva expedición, si no estuviera convencido de que en ningún otro lugar del mundo brilla el sol sobre tanta riquezas. El capitán Whiddon y nuestro cirujano Nichola Millechap me trajeron unas piedras que parecían zafiros no lo sé lo que resultaría ser. Cuando se las enseñé a algunos Orenoqueponi, prometieron llevarme a una montaña que contenía muy grandes piezas, donde aparecían de la misma manera que sucede con los diamantes. Que sean cristal de roca, diamantes de Bristol o zafiro no lo sé todavía; pero espero lo mejor, puesto que estoy convencido de que el lugar es tan propicio a ellos por sus semejantes con aquellas donde se extraen todas las piedras preciosas. Y además está a la misma latitud o muy cerca.
En la margen izquierda del río Caroní está asentada la nación de Iwarawaqueri, enemigos de los Epumerei, de quienes hablé antes; y en la cabecera, junto al gran lago Cassipa, están situadas las otras naciones que también son hostiles al Inga y a los Epumerei, llamados Cassepagotos, Eparegotos. Además tengo entendido que este lago Cassipa es tan grande que se tarda más de un día en cruzarlo en unas de sus canoas, acaso tenga unas 40 millas. Varios ríos desaguan en él y se encuentran gran cantidad de pepitas de oro en sus riberas en gran rio, más allá del Caroní, llamado Arui. Este también atraviesa el lago Cassipa para desembocar en el Orinoco más hacia el oeste; y todo el terreno comprendido entre ambos queda convertido en una hermosa isla. Cerca de Arui existen otros dos ríos: Atoica y el Caora.
En la orilla del segundo vive una nación de gentes cuyas cabezas no asoman por encima de sus hombros. Se puede pensar que esto sea una mera fábula; pero estoy convencido de que es verdad, pues hasta los niños de la provincia de Arromaia y Canuri así lo afirman. Se llaman Ewaipanoma y se dice que tienen los ojos en los hombros y la boca en medio del pecho y que un gran mechón de pelo les crece hacia atrás entre los hombros.
El hijo de Topiawari, a quien llevé conmigo a Inglaterra, me dijo que aquellos son los hombres más fuertes de toda la Tierra, y que sus arcos, flechas y macanas tienen tres veces el tamaño de los de la Guayana o de los Orenoqueponi; y que un Iwarawaqueri cogió prisionero a uno de ellos el año anterior a nuestra llegada y lo llevó a las proximidades de Arromaia, el país de su padre. Además, como aparecía que lo era simplemente una más de las naciones fuertes, tan corriente como cualquier otra de aquellas provincias; y que en los últimos años habían matado a muchos centenares de gentes de su padre y de otras naciones vecinas. Añadió que era una pena que yo no hubiera tenido ocasión de oír hablar de ellos antes de mi regreso, pues con sólo haberlo mencionado estando el allí, podía haberme traído uno para dejarme desvanecida todas las dudas. Una nación parecida fue descrita por Maundevile, cuyos relatos fueron considerados como fábulas durante muchos años; sin embargo, a partir del descubrimiento de las Indias Orientales, vemos la verdad de muchas cosas que hasta entonces se habían tenido por increíbles. Que sea verdad o no, el asunto no tiene gran importancia; tampoco ganaremos nada con especulaciones; yo no los vi personalmente, pero me parece difícil que tanta gente pueda ponerse de acuerdo para inventar esta especie.
Más tarde, cuando llegué a Cumaná, en las Indias Orientales, hablé por casualidad con un español que vivía cerca de allí, un hombre que había estado en la Guayana y llegando hasta el Caroní, tan al Oeste, su primera pregunta fue si había visto algún Ewaipanoma, es decir, uno de los acéfalos. Este hombre, que tiene fama de ser honrado en sus palabras como en todo lo demás, me dijo que había visto muchos.

Texto de Walter Raleigh, tomado de Historia Real y Fantástica del Nuevo Mundo (1992), compilación de Horacio Jorge Becco, publicado en Caracas por la Biblioteca Ayacucho.

sábado, 5 de octubre de 2013

Mito indígena de Venezuela (1): Narabao, Namoni y Karibe


Imagen en el archivo de la Yorman Posada 



Muy lejos de la tierra y por encima de ella está el  mar de arriba que es color azul y tiene agua del fondo cuajada y espesa para que no pueda derramarse sobre el mundo habitado por los guaraos.
Los cerros y las montañas de arriba se ven desde aquí como nubes blancas, y en ellas tienen los zamuros sus conucos, en los cuales cultivan yuca, ñame, plátanos y otros frutos, cuyas semillas fueron arrojadas desde allí a los hombres hace muchas lunas por el gran zamuro Kokou, y por eso las gentes poseen desde entonces conucos iguales a los de aquella tierra.
El gran zamuro blanco Bure-Kua-mana manda sobre todos los demás, que salen a pasear y a pescar en su curiaras por el mar de arriba.
Antiguamente solo allí buscaban sus presas, pero Bure-Kua-mana se enemistó en cierta ocasión con un güisidatu y a partir de aquel momento envía a los zamuros a devorar a la carroña de la tierra. Entonces las gentes los ven como aves, pues en sus montañas son guaraos los mismos que los habitantes de los caños.
Todo lo que pescan los zamuros y lo que recogen de sus plantaciones lo entregan luego al gran espíritu Kuai-Mare, del que son servidores y amigos.
A este espíritu se le llama de muchas maneras, como Ka-nobo, que quiere decir nuestro abuelo; Aidamo, que significa señor; Jebu, espíritu y Güisidatu-Arotu o dueño de los güisidatus. Pero su verdadero nombre es el de Kuai-Mare, o sea el feliz que habita arriba.
Kuai-Mare vive en el Joebo, que es un lugar que está situado en el mar de arriba y al cual van a descansar las sombras de todos los güisidatus de la tierra. Allí tiene el gran Jebu una hermosísima casa, en la que también vive su padre Jololi, su madre Yajuma, sus dos mujeres Korata y Koratari, y muchísimos hijos, uno de los cuales, uno de los cuales llamado Kuai-Nasi, tiene la cabeza tan pequeña y reluciente como las cuentas de los collares que los guaraos se ponen para adornarse el cuello.
Kuai-Mare es parecido a un guarao, pero es muy blanco y su palidez se refleja por las noches sobre el agua de los caños haciéndolos transparentes y luminosos.
Los ojos del Jebu son muy grandes y relumbran como si fuese de fuego. Sus cabellos, largos y suaves como chorros de rubia miel, le caen por encima de los hombros.
Sus orejas son enormes y le cuelgan a lo largo del cuerpo, una por el lado del poniente y la otra por el del oriente. Las lleva adornadas con preciosos zarcillos, los cuales brillan como el oro y la plata.
Con estas orejas gigantescas Kuai-Mare puede oír el rumor de la brisa por entre los árboles, el ruido del agua contra las rocas, los gritos de los arrendajos, el silbido de las serpientes los rugidos de las bestias feroces, las voces que se escuchan en las regiones de arriba, las que llegan de debajo del agua, y todas las palabras que dicen los hombres que habitan sobre la tierra.
No lleva Kuai-Mare solamente un guayuco como los guaraos, sino que va cubierto de una larga túnica que le baja hasta los pies, y que esta tejida con finísimas fibras.   Cuando el espíritu se mueve, su blanca túnica flota y cruje en el aire, produciendo esa brisa que agita el agua de los caños y que levanta la niebla por encima de los arroyos.
Las manos de Kuai-Mare son largas y blancas, y lo mismo son sus pies, con los que al pisar hace estremecer la tierra, desprendiendo las rocas de los cerros y haciendo crepitar el tronco de los viejos árboles de la selva.
Es este gran Jebu el más poderoso de los espíritus, porque ha creado todas las cosas que existen y también a los otros jebus o espíritus malos. 
Son, pues, hechura suya el jebu Betere, dueño de los vientos fuerte, de los grandes huracanes y de los terremotos. Este espíritu tiene forma de un guarao y siempre lleva la cara tapada con las manos para que no se le escape el viento que lleva dentro de sí. Cuando separa las manos de la boca, vienen los ciclones sobre la tierra y todo lo arrasan.
Otro mal espíritu es Juluna, que es el jebu de los ataques. Cuando Juluna avanza sobre los poblados y se apodera del cuerpo de algún guarao, éste siente unas terribles convulsiones que lo hacen revolcarse por el suelo, rechinar los dientes y arrojar espuma por la boca.
El jebu Inakilo tiene invadida la tierra en forma de moscas, tábanos, galofas y otros insectos que revolotean entre las matas, viven en el fondo de las charcas o se ocultan entre la hierba, mortificando a las gentes con sus terribles picaduras.
Aún existen otros muchos jebus que atacan a los guaraúnos de diversas maneras, como el pájaro Masisikire, cuyo canto anuncia la muerte; el Boracire, al que ven solamente los que van a morir; el Narabao, mal espíritu de las aguas; el Namoni, y el misterioso y terrible Karibe, que es unas veces hombres, otras mujer y otras tigre, y que baja de tiempo en tiempo hasta el Orinoco a comer pescado fresco y roba a los pequeños guaraúnos que encuentra a la orilla de los caños. 
Cuando los jebus quieren beber se lo piden al piache durante la noche, y éste, al despertarse, llama a los guaraos y les dice:
-Mis jebus tienen sed y quieren kasirí. Mañana, con el nuevo sol, tenéis que hacerlo.
Y al siguiente día, mientras en la ranchería todos se afanan preparando varias totumas de kasirí, el piache coge la maraka sagrada y la mueve hacia un lado y hacia otro avisando a los jebus que viven debajo de la tierra; luego a los espíritus de los karekos, que están ocultos dentro de las misma maraka y son unas piedrecitas blancas y redondas escogidas en los ríos, consagradas por el humo del tabaco, la saliva y la sangre del piache, y transformadas con palabras misteriosas en espíritus pertenecientes al Joebo.
Llama por último el piache a los Mejocoji que en aquel momento se encuentran más cerca. Estos espíritus son las sombras de los muertos, que aparecen a los guaraos vivos durante el sueño, y habitan en el cuerpo de algunos pájaros o animales que se llaman brujos, o dentro de los huecos abiertos en la corteza de los árboles.
Así, pues, desde los viejos troncos o por entre las hendiduras de las rocas; de las cavernas profundas de las montañas y del fondo de los arroyos y caños van surgiendo los espíritus convocados por el repique de la maraka y acudiendo en tropel al estómago del piache, donde se sientan cómodamente esperando el kasirí.
Cuando el piache comprende que todos los jebus avisados están dentro de su estómago, deja de tocar la maraka, y entonces se le acerca un guarao y le ofrece la bebida en una totuma nueva, rebosante de kasirí. El piache bebe de ella lentamente hasta el final. Luego vuelven a llenársela una y otra vez, y así se bebe cinco totumas repletas, al acabar las cuales, los jebus aposentados en su estómago están ya completamente borrachos y cantan con vocecilla chillona:
Nosotros estamos borrachos, nosotros estamos borrachos.

Entonces los guaraúnos acuestan cuidadosamente al piache en un chinchorro nuevo y cómodo, para que duerma tranquilo y no tenga motivo de enojo contra ellos.
Y, seguidamente, todos beben hasta quedar completamente embriagados.
Cuando al otro sol el piache se despierta, les dice a las gentes:-Si no hubieras hecho el kasirí a mis jebus, todos vosotros estaríais ahora muertos.
En tanto, allá arriba, durante soles y lunas seguidos, Kuai-Mare permanece en la misma postura, sentado en su trono refulgente y apoyándose contra el respaldo, con las manos cruzadas por detrás de la nuca. Así contempla la vida de las gentes de la tierra y la de las redondas familias de estrellas que habitan cerca del Joebo.
El espíritu es amigo de los buenos guaraos y sólo castiga a los malos en vida y aun después de de muertos. Pero algunas veces se enoja contra las gentes, y entonces viene la lluvia y habla entre las montañas con palabras de trueno que retumban en el fondo de los caños, arrojando luego palos sobre las matas y las personas, y alzando piedras de fuego que incendian árboles.
Entonces el güisidatu sale a ahuyentar a las nubes. Las sopla con su aliento y las conjura con las manos abiertas y con la intención de su mirada, mientras dice: Márchate, lluvia; márchate, lluvia. Acábate, lluvia: acábate, lluvia.

En otras ocasiones el furor de Kuai-Mare es tan grande, que se levanta de su trono y se pone a pasear por los caños revolviendo las aguas.
Se eleva entonces el gran Orinoco hasta cubrir casi las más altas rocas que sobresalen de su superficie; se desbordan los ríos y el agua empapa y envía sobre los poblados a los malos jebus de la fiebre, que atacan a los niños, mujeres y hombres guarúnos, los cuales se mueren lentamente dentro de sus chinchorros, viendo crecer el agua del invierno y avanzar por entre los caños más anchos a los grandes manatíes.
Cuando esto sucede, los güisidatus se dirigen al Jebu a ja-noko o Casa del Gran Espíritu, y sacan de sus cajas o toro-toros las marakas sagradas, para preparar la fiesta del Ka-nobo.
Se arranca la hierba crecida y la broza que obstruye el camino de la Casa del Jebu y se limpia la plaza que hay delante, levantado luego allí una pequeña choza para guardar  el harina, de las ofrendas.
La fiesta está dedicada a la resplandeciente Yajuma, madre de Kuai-Mare, para que ella pida al espíritu que de fin a las calamidades enviadas sobre los guaraúnos.
Bien de mañana se hacen las tortas de yuruma, las cuales se depositan después en el Jebu a ja-noko hasta la noche.
Y en cuanto el sol deja de iluminar las palmeras y el agua de los caños empieza a reflejar la claridad del gran espíritu, el güisidatu, seguido de todos los guaraos, se acerca a la Casa del Jebu, y se detiene ante ella para dar principio a la fiesta de Ka-nobo o de Idamotuma, que quiere decir de nuestros antepasados.
Todos los guaraos se adornan para esta ocasión con largas plumas en la cabeza y se colocan brazaletes en las piernas, debajo de las rodillas y en los tobillos; se pintan las orejas, la nariz y los labios de rojo oscuro y los salpican luego de lunares blancos y de un color rojo más vivo. En el resto del cuerpo se marcan líneas rojas y azules.
Cuando ya están reunidos en la plazoleta, el güisidatu se sienta encima de un tronco y se fuma lentamente su tabaco; luego coge la maraka y la mueve de cierta manera a la vez que empieza a cantar, invitando al espíritu a que se presente para comer todo lo que se le ha preparado.
En cuanto acaba la canción, alza la maraka lo más alto que puede y la suena con energía para llamar la atención del espíritu. Luego la baja y se le acerca a la boca, escuchándose entonces la voz del gran Jebu, que se hace oír a través de los propios labio del güisidatu con un sonido delgado y tenue, con el que pregunta para qué se le llama.
El güisidatu saluda con respeto a Kuai-Mare y le explica cómo la enfermedad y la muerte han caído sobre rancherías y los guaraos desean que cese su ira y acoja favorablemente la ofrenda de las yurumas, las cuales le son presentadas en aquel momento, en medio del silencio y de las salutaciones.
Después que Kuai-Mare ha aceptado la ofrenda, los guaraos, muy contentos, se reparten las tortas de yuruma en pequeños pedazos y luego comienzan a bailar el jatabu o baile de los arcos, al son de la música del esemoy, que es una flauta hecha con huesos de venado, y beben y bebe kasirí de las grandísimas totumas colocadas en el centro de la plaza, durante días y noches, hasta ser rendidos por el cansancio.
Así queda desagraviado el gran espíritu, que vuelve a sentarse en su trono y refleja la luz sobre la tierra de abajo.
Y por las noches, cuando los guaraos miran hacia el Joebo, ven brillar las sombras de los güisidatus –separadas del cuerpo por la muerte o por haber desobedecido algún mandato del Jebu-, que ya convertidas en espíritus cruzan rápida y fugazmente por el mar de arriba como si fuesen estrellas que se corriesen de un lado a otro.


Nota: Este documento fue tomado de Kuai-Mare. Mitos aborígenes de Venezuela,  de María Manuela de Cora, publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas (2005). Transcripción de Isaías Medina López y Aury Aponte. 

viernes, 4 de octubre de 2013

Poemas de Amor Llanero (1) Soneto y Glosa

Imagen en el archivo de Carlos González


ROSA DE LUZ (Ramón Villegas Izquiel)

El sol es una inmensa rosa de oro
que la tarde deshoja lentamente,
son danzarines de un radiante coro
sus pétalos de luz sobre tu frente.

Son danzarines de un radiante coro
sus pétalos de luz sobre tu frente:
El sol es una inmensa rosa de oro
que la tarde deshoja lentamente.

El sol es una inmensa rosa de oro:
sus pétalos de luz sobre tu frente
son danzarines de un radiante coro.

Sus pétalos de luz sobre tu frente:
El sol es una inmensa rosa de oro
que la tarde deshoja lentamente.







GLOSA Nº 4 (José Antonio Borjas Nieves)

QUISIERA VER EN TUS OJOS
EL PERFIL DE LA LLANURA,
PARA SENTIR LOS ANTOJOS
DE BESARTE CON LOCURA.

-Poeta- mujer morena
Alba – cristal del rocío
Corazón del Llano mío
Torrente de primavera.
Caudal que llevo en la vena
Sensible de mis antojos,
Por los llanos verdi-rojos
Para despertar la brisa:
Una pequeña sonrisa
quisiera ver en tus ojos.

He perseguido la huella
En esta hora tardía,
He vencido la osadía
Para llegar hasta ella.
-eres francamente bella-
Y derramas la ternura,
Tienes la sonrisa pura
Y sensible el pensamiento;
Ya que llevas muy adentro
el perfil de la llanura.

He volcado la mirada
Para ver donde te encuentro,
He sentido en el momento
La huella de tu pisada.
Te he buscado en la escapada
En la senda y el abrojo,
En las rutas de mi enojo
Por los lares de mi estancia,
Talonando tu fragancia
para sentir los antojos.

Esta glosa concebida
Con aroma de mastranto,
Volcó la luz de mi canto
Y rebasó la medida.
Fue talismán en la herida
Que dejó tu empuñadura;
Cuando rastree tu hermosura
Por la senda de mi Llano,
Y quedé con el desgano
de besarte con locura.

martes, 1 de octubre de 2013

Nuevas narraciones breves de Francisco Aguiar Ruiz

Raras  fantasías movían su  imaginación. Archivo de la Alcaldía de Píritu, Portuguesa


IMPRESIÓN
Tengo la sensación de haber estado aquí, de haber hablado contigo y aunque puedo jurar  nunca haber estado en este lugar. Sé que al torcer a la izquierda, nos toparemos con una iglesia y con un cortejo fúnebre: el nuestro.

ERRATAS
Su artículo en contra de la conflagración, circulaba por todo el país con el siguiente titular: “Los herrores causan orrores.”  Y porque  la (H) se posicionó donde no debía, todos formaron un gran revuelo y se olvidaron por completo de la errata mayor ─ esa que cometemos con mayor frecuencia: amar la guerra.

A QUIÉN LE PUEDA INTERESAR
Una vez quise plagiar un cuento y desistí de la idea ─  no porque me faltara ganas o descaro ─, si no, porque caí en cuenta de que al tener esa bella prenda junto a mis harapos, le darían a mi libro un aspecto sencillamente ridículo.

LA GOTA QUE DERRAMÓ EL VASO
Toc, toc, toc, toc. Se va llenando a cuentagotas. Toc, cae la gota que derrama el vaso. Lo inevitable sucede. Pero nadie sabe de qué se llenó.

EL MAGO
Una vez le pregunté a Miguel que cómo hacía para criar a tantos muchachos, a tamaña familia, con un salario tan precario. Arrojó un suspiro, me tocó el hombro y me dijo que hacía magia.
No tenía gorro ni varita. Pero supe inmediatamente que estaba frente a un mago.

NO HAY NADA QUE EXPLICAR
El que nace para martillo, golpea. El que nace para clavo, recibe el golpe.

REFLEXIÓN
El viejo sostenía: tener ochenta y nueve años no sería tan malo si no fuera por la nostalgia, el ocio y la esperanza.


TEDIO
Y me cansé de hacer nada.

EPITAFIO 
COMO CUALQUIERA DE USTEDES
TUVE UNA META
LA MÍA NO FUE IR MÁS LEJOS;
SI NO MÁS CERCA
LO SUFICIENTE COMO PARA ENCONTRAME.

AL SALIR DEL COMA
La noción de haber perdido la noción del tiempo era lo único que tenía. 

TE FUISTE
Me quedé, con ese sabor: sabor a despedida.

QUÉ TRAGEDIA
Nada de lo que sabe le sirve para triunfar.

PUEDO ASEGURAR
Esopo se hizo de muchos enemigos por su manía de fabular.

MANIFIESTO CREADOR
Es simple, mi (creo) es el de crear, no el de creer.

COMPROBACIÓN DE UNA TEORÍA
Después de embriagarse, el mundo le empezó a dar vueltas ─ dijo ─ Copérnico tiene razón: el mundo es redondo.

EN TRES Y DOS
Era cuestión de morir o matar y yo maté.

LA NINFÓMANA
Siempre quise saber cuáles eran sus pensamientos después de hacer el amor.

EQUIS
Lo asesinaron. La prensa local lo resalta en la página de sucesos. En el pueblo es la comidilla del día. Pero como es un (X), un cualquiera. En un parpadeo lo olvidan.

RAYUELA
Horacio, Maga, Merannys y yo, jugábamos la rayuela. Cuando a Merannys le tocó dar el salto ─ ese que la conduciría a otra casilla ─. Caí en cuenta, de que ya no podría prescindir de sus brazos.

ELLA Y YO
La única forma de comunicación que teníamos era la discusión ─ pero destaco ─: todo el tiempo nos comunicábamos. 

HONESTIDAD
Me gustaría decir que te amé como a nadie, que te amé como nunca. Pero no me gusta mentir.

DESTINO CRUEL
Comenzó a ser adulto. No supo cómo ni cuándo. Simplemente se volvió complicado, pensativo y serio. Un adulto nuevo, uno más, de la larga cadena de seres sin gracia ni brillo.

NUESTRO CANTO ES MÁS QUE UNA VOZ
Amigo Walt, Walt Whitman. Nuestro canto es más que una voz, también es la suma de todos los silencios. Nuestro canto, lo que somos y más que una trova, es la esencia de la esencia, el vaho vital de todo nuestro contorno. Sigamos cantando amigo mío; sigamos cantando, que para cantarle a la existencia fuimos creados, ella misma nos clama: oíd.

RECIÉN DESCUBRÍ
Hay una enorme brecha entre la luz y la oscuridad y se rompe ─ cuando se abren los ojos.

PARA VARIAR
─ Llegó un salvador. No pudo salvarse.
─ Ojalá llegue una salvadora. Para variar las cosas.

OBRAS INCONCLUSAS
Seis libros que nunca terminaron de escribirse exponían lo poco o lo mucho que en ellos se había plasmado con un dejo de tristeza ─ eran mis libros y los evoco, pues ellos personifican las obras inconclusas.

EL PSEUDOINGENIERO
El ingeniero puso su mejor esfuerzo, pero no se le ocurrió ni una idea. El albañil tomó la soga, la instaló en la polea y asunto arreglado.

A NIETZSCHE
Como era bueno, era loco y por loco era sabio y por sabio lo quería; lo quería grandemente ─. Así era Nietzsche, mi dilecto amigo.

FRACASÉ
Llegada la hora donde de nada valen las palabras ni los recuerdos, tuve que admitirlo: fracasé.

VERDAD IRREFUTABLE
Todo es mezcla, todo se diluye. Sólo un elemento se mantiene puro: el odio.

EUREKA
No salí corriendo desnudo, sin embargo, cuando te encontré. No dejaba de gritar que te encontré ─. Qué arrobamiento me produjo tu hallazgo.

BIENAVENTURADOS
Bienaventurados los que no necesitan dogmas ni religiones, de ellos está lleno el reino de los cielos.

EL ERMITAÑO
Cree que alcanzará la libertad suprema en cuatro paredes.

DESPEDIDA
Cargar el cadáver de nuestro amor ha sido un fiasco.

LA ELECCIÓN POBRE
Sabía poco de casi nada y para colmo de males; eligió el oficio menos lucrativo ─ el de escritor.


Nota: Francisco José Aguiar Ruiz (Cojedes, 1985). Narrador y poeta. Tiene destacada participaciones en la Feria Internacional del Libro de Venezuela, Capítulo Cojedes y en el Festival Nacional de Poesía de Venezuela "Bajo la protección de la palabra". Ganó el Concurso Ensayo Histórico 114 años de la Batalla de la Mata Carmelera en abril del 2012. Su obra ha sido publicada en las revistas MEMORALIA y Arte de Leer y en 100 Cachos: Antología de la Narrativa Fantástica Oral de Cojedes (2013) compilada por Isaías Medina López y editada por la UNELLEZ-San Carlos, universidad en la que cursa estudios de Castellano y Literatura. Tiene tres libros inéditos.