domingo, 10 de abril de 2011

DOS CUENTOS CORTOS DE DACIEL PÉREZ

Algunos detalles de sus costumbres hicieron sospechar a las autoridades 
(archivo de Karina Pérez)




DESDE EL BANQUILLO DEL ACUSADO
¿Qué nos hace más humanos a unos de los otros? … qué, si no más que el mismísimo regalo teológico del corazón, del que me obligaron a desarraigarme durante siete años de atrocidades.
Hoy heme aquí, sentado en el banquillo del acusado, tratando de explicar que ningún hombre puede ser sometido a tal despojo, ¡semejante a la colonización española en tierras americanas! Pasaron siete años de destierro y sufrimiento. ¿Acaso no fueron suficientes? Me pregunto: ¿Por qué se me acusa hoy?, ¿Por qué me aíslan en contra de mi voluntad en la búsqueda de una reforma social de mis actitudes?, para la cual… mi mente y toda la extensión del cuerpo no dieron permiso alguno.
Como sacado de una biografía grotesca me catalogan – como lo dijo “Asterión” en la obra de Borges – de un poco misántropo, de un poco lunático, y de un poco soberbio; afirmaciones éstas, “tan falsas como un intento de capitalismo sin la explotación del proletariado”. ¡No, no…no!
En mi defensa alego que es cierto el hecho de que no pude salir alguna vez de mi morada, y por eso, con el tiempo llegué a desarrollar cierta agorafobia, por el miedo a ser nuevamente rechazado… miedo a hundirme. ¡¿Y por qué no había de sentirlo?! Si mi primer recuerdo cuando he llegado a pisar la calle, fue la discriminación de sus miradas, me increparon como extraño, se escondían y no bastando con eso me enfrentaban con escaramuzas. Si salí por la noche, fue por esa antipatía que aún hoy percibo de la gente, con sus caras pálidas y alargadas; ¡busco las causas sociales de tan despreciable efecto! pero no hacen gala de su presencia por mucho que mi cabeza se rompa en el experimento… no lo sé, me sigo diciendo. Pero aún siendo así, estaba yo predispuesto a recibir y disfrutar cualquier compañía, que en soledad es totalmente grata. “Que fuese a visitarme quien desease”, mujer, hombre, niño, anciano… yo no le limitaría, dejaría que se expresará como le pareciera; el único inconveniente sería pues, la escasez de muebles en mi residencia, sin duda alguna un hogar como pocos: improvisación de manos tiranas.
Lo espantoso – que daba vueltas en mi cabeza – es que con cada minuto que moría se reducían las posibilidades de que alguien – aunque sea por compasión – fuese a visitarme.
Postrado sobre mi cama sólo me consolaba la esperanza de mi Redentor, el cual vendría a liberarme de ese confinamiento tan inhumano, de esa soledad, de ese sufrimiento que se calaba poco a poco en mis entrañas.
De mis pasatiempos allí – pues como todo ser humano tengo distracciones – qué les puedo decir; jugaba con los escasos espacios de mi casa y los hacía infinitos en mi mente: la misma silla era otra, la ventana se hacía más alta, la cama era una de millares, del patio no les podría contar: “se me hacía eterna su extensión”. Algunas veces fingía que esperaba visita y al llegar le enseñaba de los recuerdos que estaban entre las paredes, no podía ver bien su rostro, lo observaba, parpadeaba, ya no era el mismo: había cambiado algún detalle de su borrosa cara, seguía parpadeando y era otro nuevamente y así con cada nuevo parpadeo, pero en esencia sabía que seguía siendo el mismo; conversábamos gratamente durante horas, a veces lo llegué a imaginar dotado de conocimientos universales e interesantes, o tal vez alguien destacado en cierta área: comercio, deportes o literatura, arte esta que me ha llamado mucho la atención desde que entre allí y que admito es la causa de mis incontables desvelos. Aprendo todo lo que puedo de mis fantasmas, más que fantasmas son un reflejo de esas pequeñas individualidades que se mezclan con las hojas y el polvo que a diario alimentan mi curiosidad, que además componen la suma de mi alma. Pero no me limitaba a eso. Mi juego favorito era soñar, porque sólo en ellos me deformo a lo deseado; fingía que olvidaba los gritos que me atormentan día y noche, pero en vano, era la voz de mi consciencia. Despertaba y por instantes creía dominar el tiempo, lo alargaba o lo achicaba, todo a mi preferencia como un Dios; pero agrego, ¡ojo! … “que no se deben olvidar de mi modestia”.
Una tarde me visitó un hombre con la cabeza lustrada, nariz aguileña, ojos arrugados, de vestidos negros y pliegues alargados, con un libro grueso y negro entre sus manos, manos víctimas del paso de los años; lo que me hizo reflexionar si alguna vez llegaría a ser vejete. Conversó amenamente conmigo, no fue hipócrita e igual le correspondí, si llegamos a reírnos fue de manera espontánea, natural; sin conocerlo divisé que podría saberme mejor que cualquiera que haya estrechado su mano conmigo. Supe que era mi Redentor, había llegado la hora de decir adiós a Goethe, Schopenhauer, Hegel, Feuerbach, Marx, Engels, Lenin, el Che y a otros que se hicieron de mis pensamientos en esos siete años. Mi redentor abrió su libro, y con cada párrafo leído me llenaba de una tremenda paz interior al punto que no quedó ningún rincón de mi cuerpo que no fuese sacudido por esa corriente milagrosa.
¡Benditos los que son perseguidos, porque de ellos es el reino de los cielos! le llegué ha de escuchar decir.
Rodeado de barrotes, de pecados a los lados – custodios de historias diversas y profanas – marchaba camino hacia la redención, entonces recordé los vestigios de sangre que bordaban aquellas paredes que fueron testigos silenciosas de mi inoportunidad. Todo pasó en un instante, no sentí dolor alguno, aunque mis venas hayan sido invadidas por torrentes de sustancias emponzoñadas.
“Al fin me había liberado del confinamiento”…
Cuando soñaba que mi alma por fin se alejaba de su cuerpo hacía los ríos oscuros de la muerte, con el terrible destino de ser un condenado errante sobre la tierra, que padecería sed y hambre insatisfecha por la infinitud: ¡ABRÍ LOS OJOS!, y con no menospreciada exaltación ya no estaban los barrotes; frente a mí el cuadro de un hombre con aspecto griego, con su dedo índice y medio en su corazón cubierto de llamas brotándole del pecho; a mi derecha en la repisa un libro grueso y negro. Di unos cuantos pasos hacia el baño y al ver mi rostro en el espejo ¡para mi sorpresa!… la misma cabeza lustrada, la nariz aguileña, las mismas manos y ojos envejecidos de mi redención.
AURIGA
¡Preparen! Ordenaba la agreste voz sobre los veinte, al tiempo que rompía con la pereza de la tarde. ¡Apunten! Veinte fusiles se erguían señalando al hombre de espaldas al muro bermellón. ¡Fuego! Y veinte balas se desperdigaban al mismo tiempo, batiendo el cuerpo contra la tosquedad del suelo. Sólo el calor se cotejaba con tan detestable escena. El albor de la tarde se hacía más intenso y la sangre de aquel hombre se expandía vertiginosamente llegando hasta donde me encontraba extenuado.
Sin noción alguna me encontraba en este aborrecible lugar, olores almizclados y sulfurosos lo inundaban, así como escombros monumentales que se interponían en mi búsqueda de horizonte alguno, los gritos y sus ecos jugaban con mis oídos en un vaivén insoportable. El dolor fue copando lentamente cada célula de mi humanidad, las nauseas vaciaron mi estomago; la sangre seguía expandiéndose infinitamente y tras ella la oscuridad. Pronto la sangre se convirtió en cenizas y luego en polvo, a la oscuridad no se le escapó nada, cerré los ojos con la esperanza de despertar.
Seguía allí extenuado, en el esfuerzo de recordar el dolor transgredía mi cuerpo progresivamente, impidiéndome escapar de la agnosia. La luz se hizo, sorprendiéndome exactamente en el mismo lugar donde presencie la grotesca escena, caminé a través de la inclemencia del calor con los pedregosos centinelas a mí alrededor. Miré mi reloj, eran las 3:15 p.m., ¿Por qué se me hacía familiar la hora? Algo sólido truncó mi andar, era el muro bermellón, intenté esquivarlo bordeándole, pero si me desplazaba tantos pasos hacia la derecha o la izquierda seguía encontrándome a la misma distancia como si no hubiese avanzado nada; pensé en saltar o escalar el mismo, intempestivamente el muro creció haciéndome sentir al tamaño de una nimia hormiga. Sin duda alguna era el fin del camino.
Al dar media vuelta veintiún seres de aspecto sepulcral emergían de la tierra, todos menos uno, fusil al hombro; ¡Preparen! Ordenaba el de la agreste voz sobre los veinte de rostros putrefactos. ¡Apunten! Veinte fusiles se erguían señalándome, mientras me retorcía internamente en una mueca de horror plantado sin poder moverme. ¡Fuego! Y veinte balas se desperdigaban al mismo tiempo batiendo mi cuerpo contra el tosco suelo. Mi sangre se expandió trayendo con ella la oscuridad, los gritos se hicieron presentes, el dolor no dejó cuartel.
La luz me sorprende nuevamente en el mismo lugar, el hostigamiento y el dolor son partes inexecrables de mí. ¿Qué me trajo a este sitio? En mi reloj son las 3:15 p.m. Tras un insufrible intento vienen a mí las palabras del Caronte cuando pagué con el óbolo correspondiente:
“Al cruzar las puertas _ me dijo_ te enfrentaras a tu infierno personal, un laberinto que sólo a través de la autoexpiación que proviene del recuerdo podrás encontrar salida”
Me es tan doloroso recordar, la conciencia me flagela sin tregua. Vuelven a emerger el muro bermellón y los veintiún seres, la agreste voz rompe el silencio, mi cuerpo vuelve a caer abatido sobre la tosquedad del suelo…

ANTES DEL AMANECER
Su presencia deslizó el miedo por encima de la nicotina y en los pantalones de los presentes. Parecía un Aníbal a las puertas de Roma. Había llegado con los nervios forjados por el estruendo de las bala y con la mirada llena de muerte. Lo aquejaba la omnipresencia del hombre del habano encajado en la boca. Tomó el lugar acostumbrado y entre el inventario de brebajes multicolores ordenó el maridaje perfecto a su situación: Ron.
Entre trago y trago lo interrumpió un muchacho de andar tambaleante, sólo la vista del acostumbrado sobre amarillo fue suficiente para partir de inmediato al parque. Ambos habían luchado codo a codo con la furia de la calle, forjando la precisión del águila en el gatillo.
Habían salido por la puerta estrecha del bar. Uno a paso nervioso, el otro a ritmo de quien se prepara para el choque de trincheras.
Luego de sacar el sobre amarillo, el de andar perturbado pormenorizaba en su compañero los ojos teñidos de muerte. Consciente de la penumbra acrecentándose a medida que se acercaban al parque tarareaba mentalmente una canción:

Somos dos perros pequeños
mandados una y otra vez
La vida no vale nada
Caín mató a a Abel
tan fuerte la incertidumbre
que no nos pase otra vez.

Una vez nos dijiste que los nuevos asesinos no esperan al amanecer, no importa si se merece o no, cada hombre de aquí tiene su puñalada sentenciada.
También nos enseñaste que se llevan vivos, pero se dejan muertos y amordazados. Que cada frente tiene su precio. En esa práctica le debías por lo menos uno a cada familia de la ciudad, ¿Cuánta sangre y gritos a desborde?, ¿Cuántos hijos sin padre?
Nos recalcaste incontables veces la importancia del metro de distancia, no muy lejos de la precisión ni muy cerca de la salpicada; nos mostraste la importancia del ácido para evitar el escaneo facial y dactilar. Recuerdo tu sonrisa cuando contabas como descubriste el por qué de los zapatos a un lado de las carreteras, que no tienen su par sino unos cuantos kilómetros después, si los examinasen encontrarían en las suelas la escena del crimen.
Nos hablabas una y otra vez de la importancia de la serenidad, de la mente en blanco y el sello de las emociones. ¿Tú y el otro dónde dejaron esas instrucciones?, ¿Envueltas en celofán?
¡Una sola bala en el martillo!, ¿Qué confianza le tenían? Por eso nos mandan a sacar la basura. Si fueras inteligente hubieses hecho lo mismo que él y así te evitabas nuestra visita.

***Su propio retrato entre sus manos, sacado del sobre amarillo de costumbre, hizo explotar de sorpresa a sus ojos llenos de muerte.

La vida no vale nada
tú eres solo un papel
yo tengo el arma y tú no
la vida es solo un papel

El cañón con todo su frío metálico reposó sobre la sien del que tenía los ojos de estruendo. Al otro se lo había dicho el hombre del habano, “Una bala, sólo una bala en el martillo, confío en tu trabajo, más que en el de mi sobrino”. Esa noche sus manos decidirían el destino de aquel que lucho codo a codo junto a él. La transpiración y el pulso acelerado desbordaban a gritos en los dos.

Sé el cachorro más astuto
no como Caín otra vez
la vida no vale nada
tengo el arma y soy papel

La bala, la única en el martillo, había cruzado la garganta del de paso nervioso en un estruendoso accionar, azotando a quienes clamaban a las deidades, para que los hiciera extranjeros de estas calles divorciadas de las casas, venidas a prisiones nocturnas hace mucho tiempo.
Al ver la sangre del otro explayarse sobre el prostituido suelo del parque, viuda y huérfano / grito y sangre, para él, con mirada forjada en el estruendo de la calle, dejaron de ser palabras vacías. Comprendió en esa inmolación el precio que se paga por querer salir, por anhelar una vida más allá de esa ley forjada en los extramuros.
Él que nació con el primer trabajo moría hoy, sabía que se nace una o dos veces, pero los nuevos asesinos a veces no esperan al amanecer.
Tu Némesis prefirió inmolarse antes que traicionarte, por eso dudó en hacerlo camino al parque. Luego con tu huida pagabas el sacrificio, ¡que cobarde fuiste!
Cuando empezamos en esto los llamaban Cielo y Tierra, como si fueran peleadores de películas chinas. Defiendo que los golpes de navajas y la pólvora comida en la calle, tienen más mérito que una coreografía elaborada a puerta cerrada.
Huiste a los brazos de una pobre mujer que te guarda tantas esperanzas, a ti gloria de la escoria. Acaso no te importa tanta desidia causada, ¿Cuántas mujeres viudas y huérfanos has dejado?, ¿Cuántas frentes has coleccionado?
Imagino los gritos de la pobre, en medio de un escuadrón de policías, la puerta tumbada, el sollozo de cuatro pobres niños con apellidos diferentes.
La justicia de chapa te deja libre por una prueba de balística; para ellos eres el testigo de un suicidio en el parque Los Naranjos, sospechándote de criminal amparado en el silencio; ellos no tienen las pruebas de tus proezas, de los muertos que arrastras en tu mirada; pero no me interesa vengar a tantos gritos hambrientos. Vengo a cobrarte los siete años que tiraste a la basura por querer salir.
No me sorprende tanto verte arrodillado y con las manos sobre la nuca sino esa mirada, serena incluso para quien espera la muerte…

***A las tinieblas no se le ha escapado ningún espacio de este campo de batalla llamado calle, esa furia sin cuartel se venda los ojos a su paso y cercena a cuanto débil perciben sus garras.
Luego de escuchar por teléfono: “el sapo muere reventado”, al hombre con el habano encajado en la boca le resuena una frase de Maquiavelo: “Los males pueden ser prevenidos de antemano; pero si se aguardan a que sobrevengan no hay tiempo de remediarlos, porque la enfermedad se ha vuelto incurable”.

13 de octubre 
SUCESOS
Posible relación con el suicidio del Parque Los Naranjos"
Muere hombre abatido en ajuste de cuentas"

(…)Las evidencias encontradas apoyan la teoría, el cuerpo fue hallado maniatado a orilla de la carretera, con siete impactos de bala en la espalda y dos en la nuca.


DACIEL PÉREZ (San Carlos, 1986). Su primer libro de cuentos editado: Inducciones desde el banquillo (2008), expone parte de su sólida técnica literaria, dotada de variados planteamientos narrativos, con textos que se asoman a profundidades del alma humana, entre ellas,  la poesía.
Ha sido jurado evaluador y organizador de distintos certámenes literarios de amplitud nacional. Integra el equipo fundador-responsable de la Feria Internacional del Libro de Venezuela en Cojedes. Es un permanente activador de talleres literarios con distintas instituciones nacionales. Entre otras publicaciones, resalta su inclusión en la III Antología de Jóvenes Escritores (Fundalea- Mérida, 2007) y fue finalista en el II Concurso Iberoamericano de Minicuentos “El Dinosaurio”. Es miembro de la Red Nacional de Escritores de Venezuela y labora para el Ministerio del Poder Popular para la Cultura- Cojedes. 
Isaías Medina López


 

sábado, 9 de abril de 2011

Cuatro relatos de la sabana (Yorman Tovar)

Mujer del Llano en el archivo de La Voz de Joropo   

Jóvenes llaneras de Cojedes durante un festival de narraciones del Llano 

Enjalma llanera para bestias de carga 
(archivo de Radio Comunitaria Baúl 105.5 FM) 


CUATRO RELATOS  SOBRE  
LA MULA MANIÁ DE LA MATA CARMELERA
Yorman Tovar 

1- El Llano es -si se quiere- la región más fantasiosa de Venezuela. El llanero es un ser supersticioso por naturaleza, gracias al mestizaje de las tres castas que conforman su raza, sobre todo, las herencias aborígenes y africanas. Cualquier incidente es un incentivo para el surgimiento de una leyenda, un mito, un corrío o un relato oral, de esos que se difunden, de una generación a otra, preservándose en la memoria colectiva. Así nacieron numerosas leyendas y relatos sobre fantasmas y reaparecidos de la llanura: “Florentino y El Diablo”, “El Silbón”, “El espanto del Troncón”, “Juan Machete”, “El Diablo del pastizal”, “El ánima del taguapire” y “El ánima de Mata e `Silva”. Una de esas canteras de leyendas y relatos es la Historia Patria: desde la Conquista, pasando por la colonización, la Independencia, la Guerra Federal, hasta nuestros días. Una de las creencias más fantásticas la representa “La Mula Maneá”, y se refiere a la muerte del Presidente y caudillo de la “Revolución Legalista”, General Joaquín Crespo, muerto de un lanzazo o de un balazo en un sitio del estado Cojedes: “La Mata Carmelera”, específicamente entre los caseríos Camoruco y Camoruquito, por la carretera nacional, en la llamada “Curva de Guabina”, sitio donde han ocurrido los más tétricos accidentes automovilísticos; y según dicen los lugareños de esos caseríos, se deben, más a la mala influencia de “La Mula Maneá”, que a la imprudencia de los conductores.
Cuentan los relatos orales que el día en que ocurrió el magnicidio de Crespo, este andaba remontado en una mula blanca que le habían traído de las sierras peruanas, y en el momento en que comenzó la escaramuza, entre balas y lanzazos, a Crespo se le encabritó la mula y no pudo dominarla, y fue cuando el viejo zorro lancero Luis Loreto Lima (a quien se le atribuye la muerte del caudillo) aprovechó para lancearlo. Este magnicidio, al igual que el de Zamora en San Carlos dan muestra de que en Cojedes no se juegan con nadie para darle el pasaporte a cualquier caudillo, por más peligroso y poderoso que este sea. Desde el día de la muerte de Crespo, el ánima en pena de este General condenó a la pobre mula a ser un eterno fantasma, reaparecido o espanto de caminos.
Lo cierto es que la mula no respeta si es de día o de noche, ni escoge las víctimas a espantar; y pobre de aquel que no sepa que es un espanto, porque la bicha, aparte de espantar, muerde y patea al que no sepa rezar. Dice la leyenda que la única manera de quitársela de encima, a pesar de que fue su jinete quien la condenó a ser un espectro, es rezar un Ave María o invocar tres veces el ánima de Joaquín Crespo de esta manera:

¡Ánima de Joaquín Crespo,
no te pongas resabiá!
Sálvame, que no me mate
Tu vieja mula maneá.

2Felipe Meléndez y Monche Camacaro, dos experimentados camioneros, que en la década de los 50 y 60 transportaban madera de las selvas de Guanarito y de Capitanejo hasta el “Aserradero Coromoto” de Acarigua. Un Miércoles Santo su patrón, Don Pablo Yústiz Ramos, les encomendó llevar unas cargas de samán blanco a un aserradero de San Carlos. A las tres de la tarde partieron de Acarigua en sendos “Roleros” (un Ford de Meléndez y un “Reo” de Camacaro). Justo a las 4:30, en la “Curva de Guabina” se le reventó una punta de eje al Ford del catire Felipe. Monche Camacaro que iba más atrás se detuvo a auxiliar a su compañero. Por desgracia no pasó nadie conocido que pudiera ayudarlos, entonces decidieron colgar sus hamacas entre los tojines de los camiones, dormir allí hasta ese otro día para regresar, uno de ellos, a Acarigua en busca de ayuda. Exactamente a las seis, a Felipe Meléndez le dieron ganas de defecar, cogió unas hojas de periódico y se internó en el monte. No se había terminado de agachar cuando escuchó el recio cabalgar de una bestia, que entre la semipenumbra venía hacia él. Felipe se subió los pantalones y echó a correr. Camacaro que sí tenía cierta noción del espanto, recordó la manera de repelerla, y gracias a la oración del Ave María, pudieron deshacerse del aparecido de la mula. Esa misma noche descargaron, a orilla de carretera el camión “Reo” de Camacaro y se regresaron a Acarigua, y el catire Felipe ofreció un rosario de agradecimiento la noche del viernes santo al ánima de Joaquín Crespo.

3- En mayo de 1959, Tomás Espinola (alias) “El Gabán” y su “pareja” de vaquerías Manuel Jacinto Mora (alias) “El coplero de la noche” salieron desde “Los Cortijos” en Guanare con una punta de ganado. Una noche acamparon en Apartaderos. La peonada encerró el ganado, “El Gabán” y Manuel Mora, encargados de dirigir la faena, decidieron explorar el camino que transitarían al día siguiente. Esa tarde, cuando pasaron por San Rafael de Onoto, Don Rafael Torres (un viejo boticario) les advirtió acerca del espanto de “La Mula Maneá” y la manera de alejarla. Cuando pasaban por “La Mata Carmelera” notaron que sus caballos se encabritaban, y que ellos, jinetes vergatarios, no podían detener los animales. “El Gabán” se cayó del caballo, el animal se perdió entre los montes, mientras veía una mula blanca con una manea en una pata se le venía encima. El hombre lanzaba sombrerazos a la mula y esta avanzaba más y más sobre su víctima. En ese momento apareció su compañero Manuel Mora, quien como buen poeta hizo uso de la copla acostumbrada como amuleto, y así ahuyentó el espanto. Tomás Espinola quedó privado en el terronal y Mora lo revivió, dándole a oler caña blanca con chimó. Ese otro día negociaron el ganado en Apartadero y regresaron a Guanarito.

4-Algo similar les ocurrió a los copleros portugueseños Cheo Hernández Prisco “El Coplero Coleador” y Alfonso “El Negro” Palacios. Era la una de la madrugada, regresaban de Tinaquillo, donde habían cantado en unos toros coleados. Cuando se acercaban a la “Curva de Guabina”, Cheo notó que, extrañamente, su flamante y melosa camioneta, con tres días de sacada de la agencia, se recalentó. Frenó el vehículo y se bajaron con una linterna a revisar. En ese preciso instante vieron una bestia blanquita que corcoveaba graciosamente, no muy lejos de la carretera. Hernández, como buen llanero, diestro en equinos, se fue acercando y notó que era una mula; Palacios, más resabiado, se quedó mirando. Cheo se le acercaba a tientas a la mula y Palacios observaba que la bicha quería atacar a su compañero. De repente la mula logró tropezar a Cheo y este cayó aporreándose una costilla. “El Negro”, que es medio brujo y sumamente bellaco en vainas de espantos recordó que una vez Don Paulo Emilio Díaz le había relatado lo que le ocurrió a “El Gabán” y Manuel Mora. Palacios comenzó a rezar el Ave María y cuando soltó los cuatro versos de la copla, la mula se desapareció misteriosamente. “El Coplero coleador” se levantó ayudado por Palacios, prendieron la camioneta, que ya había recobrado su temperatura normal y continuaron el camino. Esa misma noche, Alfonso Palacios se inspiró y, produjo estos versos:


Miren lo que le pasó
al gran Cheo Hernández Prisco
que una mula, paso arisco
lo pateó y lo mordisqueó.
Cheo Hernández se cayó
acostado entre terrones,
se orinó en los pantalones,
y a punta de versos reacios
lo salvó el negro Palacios
con copla y con oraciones.

Gracias doy a Paulo Emilio,
el que me logró enseñá
aquella copla que espanta
a esa bestia encabritá:
¡Ánima de Joaquín Crespo,
no te pongas resabiá!
Sálvame, que no me mate
tu mula vieja maneá.

Nota de Yorman  Tovar: Estas tres historias reales son testimonios contados por sus protagonistas que aun viven. Felipe Meléndez en Acarigua, Monche Camacaro en El Palmar de Turén, “El Gabán” en Guanarito, Manuel Mora en El Samán de Apure, Cheo Hernández, todavía de manga en manga de coleo y Palacios en La Capilla (Guanarito)... ¡por si alguien tiene dudas!. El viejo Camacaro asegura que la condición para salvarse es andar “emparejao” con algún compañero, porque si se anda solo, la víctima corre el peligro de morir en ese misterioso lugar cojedeño.-

Nota del Editor: Este material involucra a tres de los más representativos de la cultura llanera del estado Portuguesa:  
1-Yorman Tovar (Compilador y coautor). El Mayor Trovón. Nació en Guanarito, estado Portuguesa, el 26 de noviembre de 1955. Destacado autor de éxitos discográficos, profesor universitario, investigador, maestro y teórico de postgrado de los saberes del Llano, poeta, decimista y declamador con diversos poemarios publicados, vencedor y jurado en distintos eventos musicales y literarios (nacionales e internacionales) de la cultura llanera. Articulista de periódicos y revistas con más tres décadas de experiencia. Productor radial y líder de gremios de  literatura y universitarios. Antologista de la poesía popular venezolana. Su obra, siempre en crecimiento,  supera la veintena de libros publicados.  
2-Cheo (José Manuel) Hernández PriscoNació en Papelón, estado Portuguesa, el 16 de febrero de 1942. Experimentado cantautor y contrapunteador, maestro de nuevas generaciones de cantautores del Llano. El Cantor Número Uno de los Toros Coleados es figura obligada en los catálogos, emisoras radiales, páginas Web, y la discografía de la música llanera y el deporte del Coleo.
3-Alfonso Palacios. El Negro. Nació en Guanarito, estado Portuguesa, el 6 de febrero de 1947.  Recio contrapunteador, arreglista y cantautor. Sus temas (El Gabán Coleador, El Comegente, Parranda en La Cañada), los interpretan por igual voces experimentadas y nuevos talentos de la canta criolla; Armando Martínez, Juan De Los Santos Contreras, Cheo Hernández Prisco y  Julio Pantoja, entre otros.

El cuaderno, titulado por su compilador, el poeta Yorman Tovar, Tres sucesos con el espanto de “La Mula Maneá”  recrea cuatro narraciones que forman parte del enorme grupo de testimonios sobre la infame Mula Maneá de la Mata Carmelera, quizá el espanto al que se le atribuye el mayor número de muertes en todas las llanuras de Venezuela y Colombia.
Isaías Medina López

martes, 5 de abril de 2011

Porque sí soy mujer y otros poemas de Carmen Pérez Montero



Joven llanera de Cojedes en el archivo de Víctor Hernández


MUJER
Al llamarme mujer
me das el mundo
porque me hace sentir
la diferencia
y sabiéndome amada
así de cerca
en la luz meridiana
y en la sombra
me siento más mujer
y te bendigo,
te bendigo
por hacerme vivir
entre premuras
esos atardeceres tan distantes
de las notas amargas
que entretejen las guerras.
Te bendigo
por darme este lugar
porque si soy mujer
es porque tú eres hombre
y si a veces protesto
llorando enardecida
es porque tu machismo
me hace daño,
pero luego
tu rostro solitario
me conmueve
y de nuevo soy mujer.

MUJERES… TODAS MUJERES
Mujer que llevas el alma
crisolada de angustias
mujer que tienes un hijo
por cada placer logrado;
pero que yergues tu talle
ante cada bofetada
y le respondes al aire
con tu sonrisa callada.

Mujer que una tarde oscura

sembraste al hombre que amabas
bajo la tierra reseca
por miles de enfermedades
y regresaste a la vida
sin lágrimas, ni lamentos
a buscar una respuesta
para el clamor de tus hijos.

Mujeres… todas mujeres

amantes… todas amantes.

O aquella mujer resuelta

que el divorcio no intimida
porque se siente capaz
de ser madre y de ser padre
y de soportar las noches
que saben a frío de muerte
porque el calor masculino
dejó en su cuerpo la huella.

A esas ensalzo

sin olvidar la ramera
que goza de lecho en lecho
el deleite del dinero;
pero que siendo mujer
no deja de ser sensible
y el corazón se le ensancha
cuando ve llorar un niño.

Canto a la madre soltera

que valiente y desafiante
sintió en su entraña vibrar
el retoño de un amor
y se quedó meditando,
bordando blancos pañales
para cubrir lo que el mundo
llamó fruto de pecado.
Mujeres… todas mujeres
amantes… todas amantes.

No tenemos distinción
porque la obrera y la rica
la doña y la pordiosera
todas mimaron a un hombre
y amamantaron a un niño
y hasta los labios resecos
de la solterona adusta
se llenaron de ternura
al soñar una mañana
con un hombre que llegaba
y un niño que lo esperaba
entre risas y juguetes
y un azul claro sin nubes
donde el sol fuerte brillaba.

Mujeres… todas mujeres

amantes… todas amantes.

Y aquella mujer callada

que en el calor del hogar
espera sin una queja
al hombre que algún día llegará.
Esa, la santa mujer,
la esposa que va muriendo
olvidada entre la manta
de una cama perfumada
que se quedó en el desuso
la que espera la que calla.

Mujeres… todas mujeres

amantes… todas amantes.

MADRE
Música de alma y sentir
cAscada de fresca lluvia
caDena de versos nuevos
sonReídos de la brisa
madrE dulce, madre buena.

DESCUBRIMIENTO

Qué sensación me embarga,
no la puedo explicar.
He aprendido a extrañarte
y hay alegría en mi ser
porque vives en mí
porque te busco con ardor
y te imagino aquí
ya para siempre.

RUMOR

Sin presentirte llegaste
y volverás a la nada
pero dejarás tu ausencia
y la voz del riachuelo
que revivió a su paso
una semilla.

EL MAR

El mar abierto, azul y doloroso
con su carga de sal sobre la arena
me brindó de tus labios la dulzura
y al momento nació la interrogante.
¿Cómo tus labios dulces consiguieron
rechazar tanta sal y en un instante
envolverme con su cálida ternura
que fue miel entre sal evaporada?

REVELACIÓN

Cuando llegaste a mí
una estrella gigante me cegó
y pasé muchos días
dormida junto a ti,
mas luego al despertar
comprendí que te amaba
con un amor intenso
como el azul marino
de la distancia aquella
de mi infancia.

UN CORAZÓN NO BASTA
Hay que tener un corazón gigante
que arrope el cielo y sobre
para llegar a comprender el corazón
de una mujer amante;
pero para llegar a conocer
el alma de una mujer poeta
y soñadora
un corazón no basta.

ÉRASE UNA CIUDAD

Érase una ciudad
con embelesos,
érase una ciudad
multicolor
y una quebrada
fría y transparente
le incrustaba en el alma
su canción.

Érase una ciudad
llena de flores
con un riachuelo
anclado en cada arbusto
donde los pájaros
pequeños arco iris
solían trinar las notas del amor.

Érase una ciudad
donde día a día
se labraba la tierra
con empeño
y los frutos de miel
en abundancia
plenaban de dulzura
el corazón.

Érase una ciudad.

¡Bendita sea¡
una ciudad sensible
silenciosa,
una ciudad donde todos sus habitantes
tenían el precio exacto
de la vida.

Érase una ciudad, mas ya no es
se la tragó el concreto
la sepultó el asfalto
y en su lugar quedaron sudorosos
los mismos hijos que la derribaron.

Érase una ciudad…

PRESENCIA
Te amé descalza…
en la candente arena de tu cuerpo
soleado y generoso
que me dio sin reservas
el amor que nunca
en otra playa imaginé.

Tu playa fue remanso de mi sed

y hoy que mi barca
penetra en otras riberas
temo volver al mar y naufragar
porque me siento llena de tu piel
y caldeada en la arena de tu mar.

SOLEDAD

La que busca y me aconseja…
Es una impertinente compañera
no quiero verla y sin embargo está
presente en mis caminos y mis días.

SI EL MAR FUERA NEGRO
Si el mar fuera negro
pensaría que es el mar
quien me hunde
en el misterio gris
de su profundidad
y no tus bellos ojos
que cada día que pasa
hacen más tentativa
esa incógnita azul
que me devora.

TODAVÍA

Yo guardo aquí en mi sangre todavía
tu presencia desnuda en mi aposento
y tu carne vibrando entre la mía
buscando solazar sus ansiedades.

Yo aguardo aquel murmullo incoherente
de voces de suspiros y de llanto
y guardo en lo profundo de mi entraña
la lluvia de tu esencia urgente y tibia.

Yo guardo entre mis poros el sudor
de tu cuerpo jadeante de deseo;
pero guardo también ¡malhaya sea!
esas noches de insomnio sin tu amor,
ese azul de distancia que me agobia
y unos ojos fugitivos que en la noche
me miran con lujuria y me poseen.

NOCTURNO

Cuando la noche cae
me tomas en silencio
y en tus ojos brillantes
de un mirar infinito
adivino el pozo de ternura
que me baña…
y siento que te tengo
confundido en mi cuerpo
y siento que respiras
con mi respiración
y siento que estoy viva
porque me estoy muriendo
debajo de tu cuerpo,
sembrada por tu amor.

PIEL CON PIEL
Me penetra hasta el fondo
tu mirada cargada de ternura
me penetra y sacude mis sentidos
tu cadenciosa voz…
que es murmullo agradable
de riachuelo que como agua cristalina
entra por mis oídos
erizando mi piel.

Me preparo con la psiquis

y con el alma
para dejarte amarme
y pierdo la razón
cuando tu piel desnuda
se roza con la mía
y cuando más que un roce
es la unión piel a piel
adherencia profunda.

Mis sentidos explotan

y tu piel se fusiona
por toda la epidermis
con mi cuerpo ardoroso
que solaza tu amor.

OPORTUNIDAD
Una oportunidad tú me has pedido
y con el corazón te la he brindado
porque sé que soy yo quien se la da,
porque tu despedida es mi condena.

Esa oportunidad que me pediste
me demostró tu amor claro y sincero
y yo te perdoné porque mi pecho
sigue aferrado al hilo de tu piel.

Esta oportunidad será el final
de los caminos vagos y sombríos,
después que pase quedará la calma
y la seguridad de que jamás
otra oportunidad te pueda dar.


SOLO ESO… NADA

Yo soy aquella sombra
que el viento en una aureola
de luz y fantasía
disolvió en la nada.

Desaparezco inerme

en tu noche de sueños
y sigo siendo el punto
que no marcó el pincel
te siento …y sin embargo,
tú no sabes que existo
sembrada en cada surco
soleado de tu piel.

MAGIA ROTA

El amor como llega se va.
De repente, sin aviso…
silencioso;
pero llega cantando,
rebozando alegría
y se va con angustia
sembrando desamor.
Se nos escapa
sin saber por qué.
Nos duele el alma
y una espina punzante
hace sangrar las fibras
más hondas del sentir;
pero se va…se va…
sin volver la cabeza,
sin mirar hacia atrás
para no arrepentirse.

Se va como llegó,

sin avisarnos;
pero nos deja
helado el corazón
y un deseo de morir
nos golpea la razón.

Se ha perdido la dicha de vivir,

se ha perdido
el deseo de compartir
porque cuando llegó
trajo un trozo de amor
y cuando se retira
se lleva el trozo
y todo el corazón
porque rompe la magia
y nos coloca con la ilusión
partida frente a la realidad.

MIS MUERTOS

Mis muertos
son el día del laberinto,
la calle larga y tétrica
que les brindó la vida.

Mis muertos

son locura entre mis manos
porque ellos
abandonaron mi existencia.
Mis muertos son mis muertos.
Mis muertos
son pasado y son futuro,
mis días y mis pasiones
en la esperanza azul
que me devora.
Mis muertos son la luz y son la sombra
que agiganta y opaca
mis recuerdos.
Con su dolor de sol
sobre la arena
le dieron a mi vida…
a mi alegría
un dejo soterrado
de tristeza.

Mis muertos

son las noches de desvelo
y el florilegio
de mis despertares.


NOTA: Carmen Pérez Montero es una Tinaquillera residenciada en Acarigua-Araure, estado Portuguesa. Su vida literaria ha sido intensa y fructífera, con diversos desempeños que impactan la literatura llanera de manera muy positiva y constante: docente universitaria, investigadora de nuestras tradiciones, articulista de la prensa regional, poeta y líder de gremios literarios. Tal como ha sido su vida, su poesía está signada por lo profundo, lo diverso, lo incansable y las pasiones humanas en toda su plenitud y consecuencias. Su poesía duele desde el mismo desgarramiento del ser femenino que es destello mismo del verso, de allí que seleccionáramos este título para identificar la presente selección mínima de sus poemas MUJERES… TODAS MUJERES.
Entre sus libros reseñamos los poemarios: Pasión Literaria (1964); Un sacudir de alas (1982); Hacia el azul (1995) y Sobre tu piel (2006). Como investigadora ha merecido la edición de dos obras trascedentes en la explicación llanera de la cultura venezolana: Mitos y Leyendas del estado Portuguesa (2002) y Margarita… Magia y Sol (2007).NOTA: Carmen Pérez Montero es una Tinaquillera residenciada en Acarigua-Araure, estado Portuguesa. Su vida literaria ha sido intensa y fructífera, con diversos desempeños que impactan la literatura llanera de manera muy positiva y constante: docente universitaria, investigadora de nuestras tradiciones, articulista de la prensa regional, poeta y líder de gremios literarios. Tal como ha sido su vida, su poesía está signada por lo profundo, lo diverso, lo incansable y las pasiones humanas en toda su plenitud y consecuencias. Su poesía duele desde el mismo desgarramiento del ser femenino que es destello mismo del verso, de allí que seleccionáramos este título para identificar la presente selección mínima de sus poemas MUJERES… TODAS MUJERES.
La notoriedad de su poesía ha sido reseñada por otros importantes escritores que guiarán al lector en las profundidades de su obra. Jesús Rosas Marcano acotó la siguiente nota: “Carmen Pérez Montero es dueña de una escritura existencial. Dos fuentes antagónicas y a la vez concurrentes han alimentado sus expresión: la alegría y la angustia”. Por su parte José Agustín Catalá suscribió que en su poesía: “La piel, los ojos, el silencio, son voces recurrentes de su poesía, también son temas constantes, la soledad, las despedidas, el deseo pasional”, la necesidad de darse y ser recibida como el intenso regalo que es su sentir”.
Yorman Tovar en el ensayo Carmen Pérez Montero la feminidad idealizada, deja un comentario extenso, pero muy válido y que asentimos plenamente: “Ahora en plena madurez, trashumante gaviota, Carmen, oteando horizontes y lejanías, desde el confortable zaguán de su “Villa Ilusión”, recoge las más profundas fantasías, ficciones y realidades que a mujer alguna se le hayan ocurrido en este Llano Occidental: impresiones de fémina terrenal, ilusiones de mujer soñadora, sensaciones de nómada poetisa, viajera incansable, dueña de frases eróticas y espirituales; orfebre de conmovedoras palabras de dolor, tristeza, melancolía, nostalgia por cada adversidad…”
Otro cercano conocedor de su poesía, Coromoto Álvarez Quintana, nos plantea una aproximación por demás interesante: “Hace caso omiso al ruido para rendirle culto a la memoria y al silencio. Sempiterna iconoclasta ante las formas clásicas establecidas, en procura del misterio y del hallazgo, cabalga sobre la noche cómplice y cruza el horizonte de las musas de una virgen viuda, sin apresurar la marcha de su corcel y sin vulnerar en lo más íntimo de su creación la pureza del lenguaje”.
La presente muestra no se rige solamente por nuestro criterio, a decir verdad, influye en la elección de los poemas un texto de la misma Carmen asomado más como una pregunta en metáforas que una conclusión imposible de alcanzar sobre el magnífico abanico multicolor y sensorial que despliega su poesía:

Hay que tener un corazón gigante

que arrope el cielo y sobre

para llegar a comprender el corazón

de una mujer amante;

pero para llegar a conocer

el alma de una mujer poeta

y soñadora

un corazón no basta.


Esperamos que esta pequeña muestra haya sido placentera, tal como fue para nosotros transcribir palabra a palabra este encuentro con la feminidad poética, con la vida que llega y la que se nos convierte en pasión , en sueño, nostalgia y adiós.

Isaías Medina López