jueves, 13 de febrero de 2014

Mitos Indígenas de Venezuela 11 (Yaruro)

La belleza de nuestras indígenas también es mito, leyenda y realidad




LA INDIA ROSA, CREADORA DE ESPÍRITUS
La India Rosa es buena. Al espíritu de Duriridurí  en el principio lo creó la India Rosa. El espíritu de Tuguyo, el de Cristofue, el Chucuto sin cola, el espíritu Boca Torcida: son numerosos los espíritus. Todos tienen nombre de los antiguos.
Ahora el indígena ni siquiera se pone un nombre como esos, como los nombres que oyó a través del canto. Es verdad, cuando canta el sabio el espíritu dice su nombre. Las hijas de los espíritus  que piensan bien, dan su nombre a las terrenales. Así son los nombres iguales que los de aquí.
Conforme el jefe les da nombre, así se llaman los espíritus. Así también todos los árboles tienen nombre, en todos los lugares lejanos. Aquí a  Poaná se le llama con el mismo nombre. El dueño le puso nombre. 



KUMAÑÍ, LA DIOSA DEL PULGAR PREÑADO Y EL PARTO
En el principio del mundo la Kumañí estaba en cinta de Hachava el que oímos. Hijo de ella no tenía en el vientre, son en el dedo pulgar. Tiempo después de dar a luz a Hachava, ella soñaba con que no había sol. Había pura tiniebla, no existía sol. “He soñado una cosa así”, le decía a la otra (diosa) que vive en el Este.
“Tal vez he soñado algo malo. Me parecía que salía el sol por el Este”. “En mi sueño se veía salir el sol”, le contaba a la otra.
“No comprendemos: vivimos inocentes en el principio de la creación”, le dijo.
Un día después que ella soñaba así, salía el sol con colores resplandecientes. “Está saliendo el sol que yo soñaba”, dijo la Kumañí. Recién había dado luz a Hachava.  Ella estuvo encinta en el dedo pulgar, no en el vientre. En el comienzo era tal vez para burlarse. Así soñó Kumañí con el sol: “No existe  sol y he soñado que he visto salir el sol” “¿Qué habré soñado estando recién parida?” decía. No sabemos.
Así fue que salió el sol por primera vez: “amarivá”, el sol mismo, como le decimos.
Después que tuvo el sueño, la Creadora vio el sol cuando salía. “Tienes que ensartarte la lengua”, le dijo la Creadora del Este.
Para que las hijas terrenales siguieran el ejemplo, ella  se ensartó la lengua con una puya de raya y soplaba para todos lados.
Ahora las mujeres del mundo, después de dar a luz, tienen que soplar como hizo ella en el principio.


EL ÁRBOL DE LOS FRUTOS
En el comienzo el danto era un yaruro. En el mundo vivían los yaruros. Lejos, cerca del Paraíso había un bosque grande. El ratón también era persona indígena, pequeñita, redondita. El tenía su mujer. Siempre en la mañana solía ir el danto. Llegando a un lugar, se encontró el árbol de los frutos, que estaba desparramado de gran manera. Una rama del árbol estaba enredada en el cielo.
Allá tenía mango, topocho maduro, todas esas frutas comestibles. Abajo del árbol también había de todo.
Estaba agradablemente oloroso. Iba comiendo y probando. Fue el ratón trotandito. Una vez que llegó al lugar: “viniste nietecito. Coma”. Le dijo el danto. Emocionado el quiso comer de una sola especie.
“No, nieto, no es así. Vaya probando uno por uno”. Entonces le llevó a la mujer un solo cambur. “Te traje esto. Este abuelo me llevó a un lugar donde hay gran cantidad”, le dijo. Después decidieron cantar  los indígenas. Mezclaron un yopo bueno. “¿Qué será lo que sale a comer el abuelo?”, decían, lo criticaban.
Le prepararemos yopo para que absorba. Entonces  le dijeron: “Abuelito, venga a absorber yopo para que se le quite el cansancio”. Ajá, espere un momento. Déjeme gargarear. Él pensó vomitar lo que se había comido.
Si él no hubiera vomitado, no se habría dado cuenta. Entonces absorbió. Después de haber absorbido le dieron un jayo.
Masticó el jayo, después concha de palo, hoja de guachamacá. Probablemente se le revolvió el estomago con el jayo y con el yopo. Entonces se puso a vomitar de todo: pedazos de mango, pedazos de lechosa, lo que había comido.
“Vean, eso es lo que come”, decían los indígenas. “Mañana le seguiremos los pasos”. Saliendo echaron a correr al jefe de los ratones para que fuera rápido.
“Tiene gran cantidad donde él va a comer. Hemos encontrado el árbol de los frutos”, le dijo a los demás, que fueron: el guineo, el carpintero, toda clase de pájaros. Llevaron consigo hachas.
El árbol era enorme. Comenzaron a  hacharlo haciendo algarabía. Entonces mandaron el danto lejos donde había una casa en la inmensidad. “Llévemele una carta a la creadora; a ella misma se la entrega”. Así lo comisionaron diciéndole que ella misma lo llevara para el lugar.
Le rezaron oraciones para que la tierra misma se alejara. Lejos al monte,  del Más Allá  lo mandaron  con el canto de oraciones para que no volviera al lugar donde estaba el árbol. Entonces hachaban y se iban.
Al día siguiente amanecía intacto cuando ellos llegaban al lugar. Después dijeron: “Nos traeremos los chinchorros porque nunca vamos a derribarlo”. Prendieron un  fogón, lo hacharon toda la noche.
Entonces lograron derribarlo, pero por la rama que estaba enredada en el cielo no terminó de caerse y quedó inclinado. Luego el carpintero dijo: “¡Qué broma. Yo iré a cortar esa rama!”
Logró cortarlo todo. La rama saltó y convirtiéndose en Pájaro fue a caer en  un totumo de la tierra creadora.
“Era Aniceto transformado en pájaro”, dijo la Creadora. Al carpintero le dijo la Creadora que fuera pájaro para siempre. Con almidón del mismo yopo le untó la espalda: por eso es negro hasta el cuello. Tiene la cabeza roja porque se amarró el pañuelo. Por eso si no fuera por él no hubiera comestibles como la yuca, el topocho, todo lo sembrado. Por esa razón hay cantidades hacia el Oeste, porque la rama del árbol, cayó allá en el principio de la creación del mundo. Para que ahora pudieran alimentarse los hijos del mundo.
El árbol de los frutos era el que contenía todo. Las mujeres transportaron de todo en un mapire, amontonaban toda clase de frutos, los cuales eran interminables de recolectar. “Todos los vamos a recoger, para que no se pierdan”. Dijeron.
Los que tenían hijos recogían de todo para llevar. Hicieron carato. El que era sabio hacía carato con oraciones.
Después de esto se quedó dormido. Les dijo: “Canten ceremonia. Luego hagan lo que yo hice”, les decía.
Hacían algarabía en el sitio donde estaba el árbol: por eso ahora en este mundo no se volverá a encontrar un árbol que tenga de todo, como en el principio de la creación, que contenía toda clase de alimentos. 


NotaLos tres mitos indígenas de esta entrada se transcribieron de: La diosa del pulgar preñado. Narrativas yaruras de Hugo Obregón Muñoz y Jorge Díaz Pozo. Publicado en Caracas por Monte Ávila Editores Latinoamericana (1993). 

3 comentarios:

Unknown dijo...

Los mitos indígenas de Venezuela nos llega como una manera de conocer mas sobre los pueblos indígenas, tanto sus costumbres como sus tradiciones, que traspasa su imaginación y nos enseña la forma de vivir de estos pueblos que son totalmente diferentes a los nuestros actualmente.

Unknown dijo...

Estos mitos indígenas nos muestran lo tan maravilloso que es nuestra tierra y que debemos conocer mas a nuestra Venezuela, pues estamos perdidos totalmente en sus costumbre y tradiciones, ellos nos muestra que tan diferente pueden llegar a ser y su forma de vivir tambien es diferente a la de nuestra sociedad actual.

Unknown dijo...

Me encantó, amigo.