sábado, 5 de octubre de 2013

Mito indígena de Venezuela (1): Narabao, Namoni y Karibe


Imagen en el archivo de la Yorman Posada 



Muy lejos de la tierra y por encima de ella está el  mar de arriba que es color azul y tiene agua del fondo cuajada y espesa para que no pueda derramarse sobre el mundo habitado por los guaraos.
Los cerros y las montañas de arriba se ven desde aquí como nubes blancas, y en ellas tienen los zamuros sus conucos, en los cuales cultivan yuca, ñame, plátanos y otros frutos, cuyas semillas fueron arrojadas desde allí a los hombres hace muchas lunas por el gran zamuro Kokou, y por eso las gentes poseen desde entonces conucos iguales a los de aquella tierra.
El gran zamuro blanco Bure-Kua-mana manda sobre todos los demás, que salen a pasear y a pescar en su curiaras por el mar de arriba.
Antiguamente solo allí buscaban sus presas, pero Bure-Kua-mana se enemistó en cierta ocasión con un güisidatu y a partir de aquel momento envía a los zamuros a devorar a la carroña de la tierra. Entonces las gentes los ven como aves, pues en sus montañas son guaraos los mismos que los habitantes de los caños.
Todo lo que pescan los zamuros y lo que recogen de sus plantaciones lo entregan luego al gran espíritu Kuai-Mare, del que son servidores y amigos.
A este espíritu se le llama de muchas maneras, como Ka-nobo, que quiere decir nuestro abuelo; Aidamo, que significa señor; Jebu, espíritu y Güisidatu-Arotu o dueño de los güisidatus. Pero su verdadero nombre es el de Kuai-Mare, o sea el feliz que habita arriba.
Kuai-Mare vive en el Joebo, que es un lugar que está situado en el mar de arriba y al cual van a descansar las sombras de todos los güisidatus de la tierra. Allí tiene el gran Jebu una hermosísima casa, en la que también vive su padre Jololi, su madre Yajuma, sus dos mujeres Korata y Koratari, y muchísimos hijos, uno de los cuales, uno de los cuales llamado Kuai-Nasi, tiene la cabeza tan pequeña y reluciente como las cuentas de los collares que los guaraos se ponen para adornarse el cuello.
Kuai-Mare es parecido a un guarao, pero es muy blanco y su palidez se refleja por las noches sobre el agua de los caños haciéndolos transparentes y luminosos.
Los ojos del Jebu son muy grandes y relumbran como si fuese de fuego. Sus cabellos, largos y suaves como chorros de rubia miel, le caen por encima de los hombros.
Sus orejas son enormes y le cuelgan a lo largo del cuerpo, una por el lado del poniente y la otra por el del oriente. Las lleva adornadas con preciosos zarcillos, los cuales brillan como el oro y la plata.
Con estas orejas gigantescas Kuai-Mare puede oír el rumor de la brisa por entre los árboles, el ruido del agua contra las rocas, los gritos de los arrendajos, el silbido de las serpientes los rugidos de las bestias feroces, las voces que se escuchan en las regiones de arriba, las que llegan de debajo del agua, y todas las palabras que dicen los hombres que habitan sobre la tierra.
No lleva Kuai-Mare solamente un guayuco como los guaraos, sino que va cubierto de una larga túnica que le baja hasta los pies, y que esta tejida con finísimas fibras.   Cuando el espíritu se mueve, su blanca túnica flota y cruje en el aire, produciendo esa brisa que agita el agua de los caños y que levanta la niebla por encima de los arroyos.
Las manos de Kuai-Mare son largas y blancas, y lo mismo son sus pies, con los que al pisar hace estremecer la tierra, desprendiendo las rocas de los cerros y haciendo crepitar el tronco de los viejos árboles de la selva.
Es este gran Jebu el más poderoso de los espíritus, porque ha creado todas las cosas que existen y también a los otros jebus o espíritus malos. 
Son, pues, hechura suya el jebu Betere, dueño de los vientos fuerte, de los grandes huracanes y de los terremotos. Este espíritu tiene forma de un guarao y siempre lleva la cara tapada con las manos para que no se le escape el viento que lleva dentro de sí. Cuando separa las manos de la boca, vienen los ciclones sobre la tierra y todo lo arrasan.
Otro mal espíritu es Juluna, que es el jebu de los ataques. Cuando Juluna avanza sobre los poblados y se apodera del cuerpo de algún guarao, éste siente unas terribles convulsiones que lo hacen revolcarse por el suelo, rechinar los dientes y arrojar espuma por la boca.
El jebu Inakilo tiene invadida la tierra en forma de moscas, tábanos, galofas y otros insectos que revolotean entre las matas, viven en el fondo de las charcas o se ocultan entre la hierba, mortificando a las gentes con sus terribles picaduras.
Aún existen otros muchos jebus que atacan a los guaraúnos de diversas maneras, como el pájaro Masisikire, cuyo canto anuncia la muerte; el Boracire, al que ven solamente los que van a morir; el Narabao, mal espíritu de las aguas; el Namoni, y el misterioso y terrible Karibe, que es unas veces hombres, otras mujer y otras tigre, y que baja de tiempo en tiempo hasta el Orinoco a comer pescado fresco y roba a los pequeños guaraúnos que encuentra a la orilla de los caños. 
Cuando los jebus quieren beber se lo piden al piache durante la noche, y éste, al despertarse, llama a los guaraos y les dice:
-Mis jebus tienen sed y quieren kasirí. Mañana, con el nuevo sol, tenéis que hacerlo.
Y al siguiente día, mientras en la ranchería todos se afanan preparando varias totumas de kasirí, el piache coge la maraka sagrada y la mueve hacia un lado y hacia otro avisando a los jebus que viven debajo de la tierra; luego a los espíritus de los karekos, que están ocultos dentro de las misma maraka y son unas piedrecitas blancas y redondas escogidas en los ríos, consagradas por el humo del tabaco, la saliva y la sangre del piache, y transformadas con palabras misteriosas en espíritus pertenecientes al Joebo.
Llama por último el piache a los Mejocoji que en aquel momento se encuentran más cerca. Estos espíritus son las sombras de los muertos, que aparecen a los guaraos vivos durante el sueño, y habitan en el cuerpo de algunos pájaros o animales que se llaman brujos, o dentro de los huecos abiertos en la corteza de los árboles.
Así, pues, desde los viejos troncos o por entre las hendiduras de las rocas; de las cavernas profundas de las montañas y del fondo de los arroyos y caños van surgiendo los espíritus convocados por el repique de la maraka y acudiendo en tropel al estómago del piache, donde se sientan cómodamente esperando el kasirí.
Cuando el piache comprende que todos los jebus avisados están dentro de su estómago, deja de tocar la maraka, y entonces se le acerca un guarao y le ofrece la bebida en una totuma nueva, rebosante de kasirí. El piache bebe de ella lentamente hasta el final. Luego vuelven a llenársela una y otra vez, y así se bebe cinco totumas repletas, al acabar las cuales, los jebus aposentados en su estómago están ya completamente borrachos y cantan con vocecilla chillona:
Nosotros estamos borrachos, nosotros estamos borrachos.

Entonces los guaraúnos acuestan cuidadosamente al piache en un chinchorro nuevo y cómodo, para que duerma tranquilo y no tenga motivo de enojo contra ellos.
Y, seguidamente, todos beben hasta quedar completamente embriagados.
Cuando al otro sol el piache se despierta, les dice a las gentes:-Si no hubieras hecho el kasirí a mis jebus, todos vosotros estaríais ahora muertos.
En tanto, allá arriba, durante soles y lunas seguidos, Kuai-Mare permanece en la misma postura, sentado en su trono refulgente y apoyándose contra el respaldo, con las manos cruzadas por detrás de la nuca. Así contempla la vida de las gentes de la tierra y la de las redondas familias de estrellas que habitan cerca del Joebo.
El espíritu es amigo de los buenos guaraos y sólo castiga a los malos en vida y aun después de de muertos. Pero algunas veces se enoja contra las gentes, y entonces viene la lluvia y habla entre las montañas con palabras de trueno que retumban en el fondo de los caños, arrojando luego palos sobre las matas y las personas, y alzando piedras de fuego que incendian árboles.
Entonces el güisidatu sale a ahuyentar a las nubes. Las sopla con su aliento y las conjura con las manos abiertas y con la intención de su mirada, mientras dice: Márchate, lluvia; márchate, lluvia. Acábate, lluvia: acábate, lluvia.

En otras ocasiones el furor de Kuai-Mare es tan grande, que se levanta de su trono y se pone a pasear por los caños revolviendo las aguas.
Se eleva entonces el gran Orinoco hasta cubrir casi las más altas rocas que sobresalen de su superficie; se desbordan los ríos y el agua empapa y envía sobre los poblados a los malos jebus de la fiebre, que atacan a los niños, mujeres y hombres guarúnos, los cuales se mueren lentamente dentro de sus chinchorros, viendo crecer el agua del invierno y avanzar por entre los caños más anchos a los grandes manatíes.
Cuando esto sucede, los güisidatus se dirigen al Jebu a ja-noko o Casa del Gran Espíritu, y sacan de sus cajas o toro-toros las marakas sagradas, para preparar la fiesta del Ka-nobo.
Se arranca la hierba crecida y la broza que obstruye el camino de la Casa del Jebu y se limpia la plaza que hay delante, levantado luego allí una pequeña choza para guardar  el harina, de las ofrendas.
La fiesta está dedicada a la resplandeciente Yajuma, madre de Kuai-Mare, para que ella pida al espíritu que de fin a las calamidades enviadas sobre los guaraúnos.
Bien de mañana se hacen las tortas de yuruma, las cuales se depositan después en el Jebu a ja-noko hasta la noche.
Y en cuanto el sol deja de iluminar las palmeras y el agua de los caños empieza a reflejar la claridad del gran espíritu, el güisidatu, seguido de todos los guaraos, se acerca a la Casa del Jebu, y se detiene ante ella para dar principio a la fiesta de Ka-nobo o de Idamotuma, que quiere decir de nuestros antepasados.
Todos los guaraos se adornan para esta ocasión con largas plumas en la cabeza y se colocan brazaletes en las piernas, debajo de las rodillas y en los tobillos; se pintan las orejas, la nariz y los labios de rojo oscuro y los salpican luego de lunares blancos y de un color rojo más vivo. En el resto del cuerpo se marcan líneas rojas y azules.
Cuando ya están reunidos en la plazoleta, el güisidatu se sienta encima de un tronco y se fuma lentamente su tabaco; luego coge la maraka y la mueve de cierta manera a la vez que empieza a cantar, invitando al espíritu a que se presente para comer todo lo que se le ha preparado.
En cuanto acaba la canción, alza la maraka lo más alto que puede y la suena con energía para llamar la atención del espíritu. Luego la baja y se le acerca a la boca, escuchándose entonces la voz del gran Jebu, que se hace oír a través de los propios labio del güisidatu con un sonido delgado y tenue, con el que pregunta para qué se le llama.
El güisidatu saluda con respeto a Kuai-Mare y le explica cómo la enfermedad y la muerte han caído sobre rancherías y los guaraos desean que cese su ira y acoja favorablemente la ofrenda de las yurumas, las cuales le son presentadas en aquel momento, en medio del silencio y de las salutaciones.
Después que Kuai-Mare ha aceptado la ofrenda, los guaraos, muy contentos, se reparten las tortas de yuruma en pequeños pedazos y luego comienzan a bailar el jatabu o baile de los arcos, al son de la música del esemoy, que es una flauta hecha con huesos de venado, y beben y bebe kasirí de las grandísimas totumas colocadas en el centro de la plaza, durante días y noches, hasta ser rendidos por el cansancio.
Así queda desagraviado el gran espíritu, que vuelve a sentarse en su trono y refleja la luz sobre la tierra de abajo.
Y por las noches, cuando los guaraos miran hacia el Joebo, ven brillar las sombras de los güisidatus –separadas del cuerpo por la muerte o por haber desobedecido algún mandato del Jebu-, que ya convertidas en espíritus cruzan rápida y fugazmente por el mar de arriba como si fuesen estrellas que se corriesen de un lado a otro.


Nota: Este documento fue tomado de Kuai-Mare. Mitos aborígenes de Venezuela,  de María Manuela de Cora, publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas (2005). Transcripción de Isaías Medina López y Aury Aponte. 

6 comentarios:

GERARD FOZ BOSCH dijo...

que maravillosa historia popular sobre las deidades. me ha gustado mucho y me ha parecido muy interesante y lleno de frescura. muy agradecido

Anónimo dijo...

hola Isaias, es bella la historia de los mitos indígenas de tu país,hermoso, saludos amigo

Unknown dijo...

Bueno se podría decir que es un excelente texto ya que podemos ver que los Indígenas tenían una gran fe respecto a su tribu que le gustaban celebrar todas sus fiestas con sus vestimentas cabe destacar que es muy linda la historia, aquí en Venezuela es donde se ha visto las llanuras y los cuentos de coplas mas interesantes.

Unknown dijo...

Bueno se podría decir que es un excelente texto ya que podemos ver que los Indígenas tenían una gran fe respecto a su tribu que le gustaban celebrar todas sus fiestas con sus vestimentas cabe destacar que es muy linda la historia, aquí en Venezuela es donde se ha visto las llanuras y los cuentos de coplas mas interesantes porque en este texto Bure-Kua-mana manda sobre todos los demás naguara o sea que tienen un lider y pues es interesante los tiempos de antes ya no son como los de ahora porque ahora nadie hace caso en este caso a los padre que vendrian siendo el lìder ya no hacen caso y en el tiempo de antes asi no fuesen sus padres era el lìder y tenian que obedecerlo.La fiesta está dedicada a la resplandeciente Yajuma, madre de Kuai-Mare, para que ella pida al espíritu que de fin a las calamidades enviadas sobre los guaraúno es interesante porque aceptan las ofrendas que hacian.

ziortza moya dijo...

Excelente Isaías!!

Marina Seischi dijo...

Excelente! Curiosidades indígenas são muito interessantes!
Estou aprendendo muito com estas publicações!