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viernes, 17 de junio de 2016

Leyendas y cuentos cortos venezolanos (8) Varios autores

Imagen en el archivo de  Alba Meche




ÁNIMA DE PICA-PICA (Mercedes Franco)
Es el espíritu benéfico de un músico popular, muy pobre y muy querido por todos, que vivió en el estado Miranda y se caracterizaba por su gran bondad. A su muerte, empezaron a ocurrir pequeños milagros, las personas resolvían sus problemas, las cosechas se daban en abundancia. Los vecinos le atribuyeron estos sucesos al ánima de Pica-pica y comenzaron a pedirle favores, a encenderle velas y rezarle.



ÁNIMAS DE GUASARE (Mercedes Franco)
.Se ven en la Península de Paraguaná, estado Falcón, como una larga procesión doliente, que reza en voz alta, llevando velas encendidas. Dicen que son las almas de una gran hambruna que azotó a la región en 1912, cuando murieron por esta causa muchas personas.



APARICIÓN (Mercedes Franco)
Dícese de cualquier forma, ser u objeto que siendo irreal, se muestra ante los ojos humanos, ya sea por un único instante o en repetidas ocasiones. Las apariciones tienen lugar generalmente durante las horas nocturnas. Pueden ser benéficas o malignas. Las más comunes son de seres queridos ya muertos, ángeles, o simplemente espíritus desconocidos que desean transmitir algún mensaje. A veces se trata de apariciones diabólicas, en este caso tendrán feo aspecto, mal olor y quizá lanzarán escalofriantes carcajadas. Habitualmente, las apariciones anuncian algo a la persona que las ve: la muerte cercana de alguien, un peligro. Suelen desaparecer en el aire, sin que quede rastro alguno de ellas. Muchos investigadores sostienen que se trata de seres y objetos de la cuarta dimensión, visibles en determinadas circunstancias.



EN LÍNEA (Gabriel Jiménez Emán)
Su permanente necesidad de usar el teléfono le llevó del inalámbrico al radio-contacto, y de éste al celular, y de éste a otro celular más liviano y pequeño, y de ahí a otro modelo que no fuese necesario pulsar o sostener en la mano. Puesto que ya no le hacía falta hablar personalmente con nadie se hizo un implante telefónico cerebral que lo mantiene todo el día hablando consigo mismo en la sala del psiquiátrico.



CABEZAS CORTADAS (Denzil Romero)
Comenta Collin de Plancy en su Diccionario Infernal (París, 1839), citando a M. Salguès y a Plegón, que un soldado poeta llamado Gublio, muerto en batalla dada por Antioco a los romanos, degollado, con la cabeza en la mano, se levantó de repente entre el ejército victorioso, y prorrumpió con voz de ultratumba: Cesa de despojar así, romano a los que a los infiernos descendieron…
Añadiendo, siempre en versos, el inminente fin del imperio, porque un pueblo salido de Asia iría a desolar a Europa, con lo quería denotar la posible irrupción de los turcos en la tierra de los vencedores. Agrega el propio de Plancy que la versión luce incierta. O mienten los que la refieren, o mintió el muerto, puesto que no se cumplieron sus predicciones. Ciertamente, no fueron los pueblos de Asia, sino los del Norte, los que luego derribaron a Roma.
Aristóteles por su parte, atestigua que un sacerdote de Júpiter fue decapitado y que separada ya del cuerpo su cabeza señaló al asesino, que fue preso, juzgado y condenado por ese testimonio. 
Más cerca de nosotros, Norman Mailer, el novelista norteamericano, escritor de unos cuantos cuentos, a pesar de haber manifestado muchas veces su desprecio por el género, pergeñó uno brevísimo. Se titula eso y refiere el caso de unos soldados en el frente de guerra. Atravesaban las alambradas de púas cuando una ametralladora rompió el fuego. Uno de ellos siguió caminando hasta que vio su cabeza en el suelo. Dios, estoy muerto, dijo la cabeza. Y su cuerpo se derrumbó. 
Que yo sepa, historias sombrías no eran conocidas por mi madre cuando me narró la que dijo haber presenciado muchos años atrás, en La Margarita del Llano. Un campesino celoso mató a su mujer. La descabezó de un solo machetazo. Pero, truncada y todo, la cabeza, seguía aduciendo alegaciones sobre su fidelidad y  protestaba su próxima sepultura. El marido atormentado, cogió el monte, tierra adentro y nunca más se supo de él. Los zamuros al fin dieron del cuerpo despojado. Pero la cabeza insepulta terminó necrosándose junto a la troje del patio donde cayó a la hora voleo. Al cabo de los años, permanecía aún con los ojos vivos y abiertos. Cada vez más parecía proponer nuevas probanzas  sobre su agraviada inocencia.
Así me lo contó mi madre, hace mucho tiempo; como Norman Mailer, y Aristóteles, y M. Salguès y Collin de Plancy.   



BABILONIA (Eduardo Mariño)
«Abre los brazos; saluda al amanecer, siguiendo los viejos ritos. Escandaliza a las rosas con la palidez de tu piel.»
Amanecía. Ella salía a los jardines como siempre; en los murmullos del alba, él ya era parte fundamental. Muy cerca de las rosas, se sentía bien. Viva. Confiada en la claridad del alba y en el saludo de los primeros y mortecinos rayos del sol, irisando sus ojos, haciéndolos billar sutilmente con el falso estigma de la libertad.
«Abre las alas; saluda al viento, deja, si quieres, tu sonrisa colgando de alguna cúpula poco prominente. Los mortales encenderán tus tristezas».
No era simplemente una ilusión, el sentirse ligera y flotante entre los brotes y los capullos. Los jardines eran un área de ensueño y transmutación. El contacto con el rocío. Envolverse con la leve bruma de un sueño aún no concluido. Todo a su alrededor era viento, nubes. Sentía el viento en su piel, con un roce un tanto imperceptible, pero inobjetablemente posesivo, absorbente.
«Abre los ojos; estas muerta. Los jardines colgantes de tu ciudad son lugares muy peligrosos para los que gustan soñar despiertos».



VOCES DE RADIO (Enrique Mujica)
Habían llegado los primeros carros a Calabozo, en los principios del siglo. Estaba uno parado en la plaza, a la sombra de los árboles centenarios. Alguien, que ya los concebía como una quimérica maravilla, oyó unas voces en el coche y no vio gente. “Eso era lo que le faltaba a los bichos esos, que hablaran”, dijo sorprendido.



MANERA DE LIBRARSE 
DE LA PERSECUCIÓN DEL DUENDE 
(Luis Arturo Dominguez)
Según se nos ha informado los duendes son varones y hembras. Los primeros se enamoran de las mujeres solteras, viudas o casadas y las duendas persiguen a los hombres. Tales esperpentos se complacen en molestar a los humanos a quienes enamoran y se los llevan para los encantos; se aparecen de noche o de día; no dan tregua a los seres que persiguen, ya que si están comiendo les quitan el alimento; si se están bañando en los pozos de los ríos les esconde la ropa y hacen miles de travesuras verdaderamente sorprendentes. 
Si una muchacha es hostigada por un duende y quieres librarse de tal espíritu, según se afirma, sólo basta con hacer sus necesidades biológicas y, en presencia del hostigador, tomar con las manos excrementos y simular que los consume. Ante semejante escena, el duende se retira inmediatamente y nunca más vuelve a perseguir a sus víctimas porque, se nos ha dicho, tales enanillos son muy escrupulosos.
Con relación a esta creencia y refiriéndose al Estado Nueva Esparta, Jesús Manuel Subero, Expresa:
“En la isla de Margarita hay la creencia que cuando un duende se enamora de una joven la forma de alejarlo es hacer que la niña se ponga a ingerir alimentos en momento de hacer sus necesidades fisiológicas. El duende al verla en esos menesteres la llama cochina, y se aleja”.
Para correr a los duendes enamorados existen muchos procedimientos y artimañas de que se valen con frecuencia las mujeres. En Guatemala, pongamos por caso, algunas jóvenes utilizan la zalea y el jabón, como bien puede verse en la siguiente de Flores, el 24 de enero de 1968, al Licenciado Celso A. Lara Figueroa. La informante narra lo que sigue: 
“El Tzipitío gusta también de las muchachas bonitas, de grandes ojos y pelo largo. Todas las por aquellas regiones. Si algún mortal puede arrancar al Yasy-Yaterè su bastón de oro, adquiere por este solo hecho sus cualidades de Tenorio afortunado.
A pesar de ser invisible el Yasy-Yateré, no faltan algunas personas que aseguren y juren haberle visto en la forma descripta, cuando eran pequeñas”.


HOMENAJE A ALFREDO ARMAS ALFONZO
 (Algunos Cuentos)

                                     
  El Desierto 
En la serranía de Tupurquén, no le echaban tierra a los muertos. Simplemente los colocaban con sus mortajas de huesitos en las sepulturas abiertas, para  que luego decidiesen qué hacer con sus vidas. 
Antiguamente, entre la neblina opaca que borraba hasta la cresta del suelo, el viento vociferaba con la boca de muchas noches. 
Muerto por el paludismo los indios, que comían culebras, muertos los palos del monte a causa de la candela, de Tupurquén acaso sea esta la única y última voz que lo nombra. Entre las aguas salobres de la laguna de Unare, la cal de tantos huesos no configura ningún estrato geológico que pruebe la existencia de otras culturas.


                  Las Pócimas
Las mujeres bretónicas se nombraban en este orden: Flor, Flora, Florinda y la Botón Seco, que no disfruto de la vida. Hablando apropiadamente pues, no eran cinco, porque habrían que descontar a Palo Torcío, que carecía de la naturaleza de sus hermanas a pesar de que ellas lo acostumbraron a eso. 
Las mujeres bretónicas apenas se levantaban del suelo, eran de piel pálidamente moradas bajo la llovía de agosto, deslucidas y sin brillo bajo los resplandores del verano, tenía un vago olor vegetal y su contacto curaba las diarreas de los hombres, por todo lo cual su presencia evocaba el arbusto del mismo uso medicinal que les daba el apellido. De esto, de curar males, se deparaban el sustento mientras poseyeron juventud. Ningún hombre a caballo que se sepa entró al corral de las mujeres bretónicas tras cabalgar veinte leguas para tratarse la tos que deparaba las crecientes de Unare; Güere o Uchire o la lluvia que traía el viento desde Onoto, sin hallar la salud. Flor, Flora, Florinda y hasta el mismo Palo Torcío cuando no se daban abasto sus hermanas, poseían una sola propiedad terapéutica. De verdad: nunca se les usó para otra cosa.
Después que se fueron quedando solas, la clientela habitual debió inventarse sus propios recursos. Pero no sería por eso que las despreció la sociedad hasta la hora de su triste entierro silencioso.



                       Entre Helmintos y Heliotropos
Porque de más de sesenta años el estrago de la edad le hizo perder su naturaleza cautelosa fue que le vinieron a descubrir su misterio a don Hemacrimo. Entonces la gente se explicó lo que el silencioso senecto escondía tras su tela y su conciencia. 
La Niña Vieja que era del general Sangróniz se consiguió unas gallinas Leghorn de esponjado plumaje blanco y alzada cresta roja e inflamada, ojos perspicaces y amarilla garra pesada. Aquella albura ella la asociaba a los heliotropos, ignorando por supuesto, que la flor del heliotropo es azul. La Niña Vieja del general Sangróniz las cuidaba como a los hijos que su implacable castidad cristiana le negó. Comían de su mano, jamás pisaron suelo que no fueran limpio y, de noche, se encaramaban en el seco tronco del pinopino que la Niña Vieja del general Sangróniz preservaba porque lo había plantado de semilla su padre inolvidable y era pues como su hermano de leche, y allí dormían, susurrante y estremecidas. El añoso tallo semejaba un cielo de nubes como esas con que diciembre señala la fecha de la Navidad.
Una mañana, justo los días en que don Hemacrimo entró a trabajarle a la Niña Vieja del general Sangróniz, empezaron a escasear aquellas como flores extrañas que adornaban el pinopino, y cada vez la Niña Vieja del general Sangróniz halló una flor cerrada, ya con rigidez de cadáver, sobre el suelo. Peste no era, porque entonces la peste no se le conocía. Murciélago no era, porque, a parte de una huella sangrienta entre la cola, el murciélago que habita en la oscuridad del valle de Unare no es de aquellos que el doctor Muñoz clasificaría entre los hematófagos. Así hasta la última, cuando, velando entre la oscuridad, la Niña Vieja del general Sangróniz cazo a don Hemacrimo cernido como un gavilán  sobre la caliente carne del ave. Que quede claro que de la boca de la Niña Vieja del general Sangróniz no salió una sola palabra que comprometiera la moral de don Hemacrimo. Ni tan siquiera aquello que la angustió hasta el fin de sus días. Don Hemacrimo poseía un pie de apenas cuatro dedos: tres anteriores y uno posterior unidos por una membrana corta, y los cuatro remataban en una uña corva y amarilla. El pueblo sabe las cosas porque las intuye con ese oído de venado que la Naturaleza le puso.


jueves, 31 de enero de 2013

La Bola de Fuego. Origen, tormento, cuentos, poemas y audio musical (Isaías Medina López)

Realidad, misterio y fantasía de la Cultura llanera.
Imagen en el archivo de Fotollano

Esta leyenda se remonta a la etnia llanera yarura o Pumé,  y se identifica así al demonio "Enandiereme" quien es uno y múltiple a la vez, además, recorre la llanura en un solo pie.  
 A la bola de fuego también le dicen "La Luz" y genera hondas  creencias 
de devoción y de rechazo  (Detalle de una obra de Amilcar Alejo)


Que salga un Hombre valiente
esta noche a la sabana
que hable con la Bola e´fuego
y será rico mañana.


LA BOLA DE FUEGO: el fantasma más antiguo del Llano. Origen, tormento, cuentos, poemas y audio musical (compilación de Isaías Medina López)

El fantasma más antiguo y famoso de los campos de Venezuela y Colombia es la Bola de fuego ("La Luz"): una esfera luminosa que aparece de súbito y con la propiedad de crecer mientras se abalanza, a toda marcha, sobre cualquier persona o animal. Es común que quienes no la han visto la confundan con los llamados "fuegos fatuos", error en el que jamás incurre un campesino. Esta leyenda nace, muchos siglos atás,  en la ancestral etnia indígena llanera de los yaruros o Pumé,  y en ella se identifica así al demonio "Enandiereme", quien es uno y múltiple a la vez, además de su reconocida forma de bolo incendiario recorre llanura en un solo pie, por lo que algunos llaneros llaneros le dicen "El Pata Sola" cuando no está quemándose en ese fuego  eterno que le consume.   
Su aparición se hace célebre con la muerte que acaba (el sábado 27 de octubre de 1561) con la sanguinaria expedición de: “el Tirano Lope de Aguirre”, cuando asoló campos y ciudades de Venezuela hasta su ajusticiamiento en Barquisimeto. Tras asesinar a su propia hija, se rinde  y  su cuerpo es descuartizado por las autoridades coloniales;  sus fragmentos, se colocaron en jaulas esféricas de hierro,  expuestos en las entradas de los poblados, como muestra de la severidad española. Algunos descontentos con tan “poco” castigo, tomaron sus restos enjaulados, los incendiaron en una cubierta redonda de paja, cueros, telas y aceite  y los paseaban a todo galope por los caminos y calles. Los pobladores de entonces sólo veían el rastro de fuego a toda velocidad y desde allí comenzó a regarse la fama infernal de la Bola de fuego. Sin embargo, hay quienes sostienen  que no se trataba de vengadores, sino de seguidores, que querían, así, indicar dos cosas: primero que se podía burlar a las autoridades coloniales y,  segundo: que el alma del Tirano seguía con vida como símbolo de lo infernal. Al respecto, cada quien sacará sus conclusiones.
Miles de cuentos, cantos y estampas teatrales circulan sobre tan terrible presencia. De ellas hemos recopilado algunas, a partir del afamado corrío que nos legara Arístides Rojas y lo culminamos con la célebre pieza (con audio musical) de Nelson Morales “el Ruiseñor de Atamaica”.
Esperamos les pueda ser de utilidad este material.

Isaías Medina López.  

LA BOLA É FUEGO 
(Versión de Arístides Rojas)
En las sabanas de Apure
Cuando está la noche obscura
En forma de bola é fuego
Sale ardiendo una criatura.
Aquella es un alma en pena
Y su estado lastimoso,
Le causa mucha tristeza
Al corazón que es piadoso.
Ya se estira, ya se encoge;
Se hace larga y es redonda,
Y se mete en una mata
Y entra y sale muy oronda,
Es el alma de un tirano
Que nació cuando la guerra
Le quitó a los pobres indios
Sus mujeres y su tierra.
En castigo de sus culpas
Anda por esas sabanas
Con las costillas ardiendo
Y doblando una campana.
Persigue a los caminantes,
Vence a la espada al más diestro,
Pero huye del que le reza
Su salve y su padre nuestro.
Con la señal de la cruz
Se retira del camino,
Huye si uno la maldice
Y prosigue su destino.
Mucho sufre la alma en pena
Y aparece si es llamada,
En los viernes de cuaresma
Y un martes de madrugada.
El que muy cerca la mira,
De la bestia cae privado,
Y se le encarama en la anca
Si es un hombre condenado.
Dicen que mató su hija
Ese tirano maldito,
Y le dio candela a un pueblo
Y maldijo a Jesucristo.
Que no dejó descendencia
Pues de toda la familia,
Que era mucha en aquel tiempo,
No quedó ni la semilla.
Dejó un tesoro enterrado,
Nadie sabe dónde está,
El que le hable al alma en pena
El tesoro encontrará.
Que salga un hombre valiente
Esta noche a la sabana,
Que le hable a la bola é fuego
Y será rico mañana.



Fragmento en FEDERICO Y MANDIGA (de José Jiménez: el Pollo de Orichuna),
"Junto a palma y esperanza
adornaban tu sendero
adornaban tu sendero
cuando a tu lado pasó
convertido en Bola ´e  Fuego
el Retador de la Hombría
en un rucio moro negro
sin percebirse siquiera
que sería tu compañero."

Fragmento en LA SAYONA (de Rafael Martínez Arteaga, “el Cazador Novato”)
"La Bola ´e  Fuego es un bicho
que mide como dos metros
la ahuyentan las maldiciones
le tiene rabia a los rezos."

Fragmento en LEYENDA DEL POETA COLEADOR, FLORENTINO Y EL DIABLO  (de Rodrigo Centella)
"No se ría, patrocinto, usté, dirá que yo soy porfiao, pero eso sí que no me gusta naíta, patrón, ese bicho cuando se pone bravo hasta la tierra se pone toa  temblosa, pega unos enormes pitíos que  echa candela por la boca y la lengua y los ojos se le ponen que parece la Bola ´e  Fuego,  donde se pone a escarbá se pasa por encima del lomo los huesos de la gente que ha matao, y es que pita bien feo, patroncito, cambie de idea, patrón, cambie de idea, patroncito, mire que esos no son juegos."

Fragmento en LA HISTORIA DE LA SAYONA  (de José Jiménez “el Pollo de Orichuna”):
"La Bola ´e Fuego, otro espanto
endemoniado y travieso
que sale los viernes santos
pidiendo por Dios un rezo".

Fragmento en EL ESPANTO DEL TRONCÓN (de Francisco Montoya, “el Tigre de Payara”):
"…de Manglarito a Las Mulas
queda una larga distancia
ahí se ven luces de noche
y se escuchan aparatos
la gente de Buena Vista
dicen que es el mismo espanto
porque lo han visto pasar
por el patio de la casa
de Coco ´e  Mono a Las Piñas
se encumbra sobre el espacio
convertido en Bola ´e   Fuego
se recorre ese pedazo..."   

Fragmento en LA BOLA DE FUEGO. LA PORFÍA (de José Daniel Suárez Hermoso):
"Cerré los ojos y cuando los abro era La Bola de Fuego que estaba  allí como flotando entre la piedra y yo. Mire eso y no le voy a exagerar es grande de verdad, como un camión, la caparazón es redondita, con llamarones azules, rojos, amarillos y blancos, yo creo que se la luz al kilómetro de distancia. Entre guapo y hambriao, me le voy agazapaito pa´  ve si me podía llevarme los pescaos y pegar la carrera. Ahí sí fue, patrón. La Bola de Fuego, pa´ mí que me leyó la mente. Y me iba pa´  un lado y ella también. Yo buscaba alzarme y ella hacía igualito. Ahí se me puso que si hacía como los zorros, me quedaba quieto haciéndome el rendido y después  le caía a la sarta de guabinas me las podía llevar y dejar lejos ese espanto. Así fue. Me hice el muerto, barajusté de golpe y agarro la sarta ´e guabinas y cuando creo que pego el brinco para perderme de to´aquello, siento que estoy flotando, Nada más y nada menos que dentro de La Bola de Fuego,  ¡diga algo, pues! Adentro, pero yo no sé cómo sin quemarme ni un pelito ni sacarle el frío a los pescaos." 

LA BOLA DE FUEGO  (de Nelson Morales, “el Ruiseñor de Atamaica”)Fuente: Nelson Morales (cantante)

Haaai, lalai, lala…
Les voy a contar un cuento
de cuando yo estaba mozo
cuando por allá en el Llano
habían  hombres religiosos
salían visiones malas
buscando en ellos reposo
en El Paso del Uvero
ya para llegar al foco
un Día de La Candelaria
teníanos un baile rumboso
yo sabía que comenzaba
la víspera por la noche
temprano como a las tres
le puse la silla a un potro
y salí con rumbo a la fiesta
un ligero pasitrote
pasé por Los Arrecifes
oscuro como a las ocho
llegué un claro de sabana
que no se le veía monte
me eché dos tragos de ron
giré la vista hacia el norte
vi una bola de candela
que me puso malicioso
de la que no me salvaba
ni el santo de mi devoto.

Haaaaai, lalai, larai…
Cuando veo ese aparato
chamuscándome el bigote
no me acordé más de baile
ni del caballo tampoco,
pero si puedo decirles
que corriendo en ese entonces
no tropecé con los pies
ni un tallo del gamelote
sin saber llegué a la casa
de un viejo guapo y celoso
y al cuarto me le metí
de la señora esa noche
el viejo se despertó
con el tremendo alboroto
le echó mano a la peinilla
a la lanza y al garrote
la doña salió y le dijo,
con palabras cariñosas
“Tú sabes que ese pobre hombre
poco anda por esta costa
y no debes calcular
que ande buscando otra cosa,
lo que viene es asustao”
fíjate que es asombroso,
por esta buena señora
yo me escapé de una cosa
porque el viejo sí le dijo
todavía un poco furioso
“Si no me había dao a tiempo
el collogo se lo estroncho”.

Disfrute de esta canción en: 
https://www.youtube.com/watch?v=XCc2y1GqtHw