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jueves, 16 de junio de 2016

Leyendas y cuentos cortos venezolanos (7) Varios autores

Jóvenes de Cojedes en el archivo José Soto




ÁNIMA SOLA (Mercedes Franco)
Hay muchas leyendas sobre este personaje tan popular. Una de las mas conocidas refiere que se trataba de un soldado patriota, un centinela de avanzada, que sin ninguna compañía, cruzo corriendo una gran distancia para alertar a sus compañeros sobre la cercanía del enemigo. Fue muerto poco antes de llegar a su destino, pero el ruido del disparo logró lo que el soldadito buscaba: las tropas patriotas se replegaron estratégicamente y se prepararon para la lucha en mejores condiciones. Dicen que el alma de aquel heroico joven avisa a las personas de cualquier problema y salva de dificultades a sus devotos, si le reza y se le enciende una vela todas las semanas. Cuando alguien camina de un lado a otro, sin detenerse, se dice que anda “como el Anima Sola”.



ÁNIMA DE GREGORIO RIVERA
 (Mercedes Franco)
Gregorio Rivera era un rico hacendado merideño del siglo XIX. Según la leyenda, los celos lo llevaron a matar a su mujer, que se había refugiado en un convento huyendo de él. Gregorio logró entrar en el recinto, asesinó a su esposa e hirió gravemente a una de las monjas que la protegían. Logró escapar, pero al llegar a su casa, ya estaba profundamente arrepentido de su crimen. Sollozando, imploraba perdón.
Aquella noche, el espíritu de la esposa muerta apareció ante él y le reveló que se le había dado permiso para otorgarle el perdón que tanto ansiaba. Pero la condición era que debía ayudar a todos sus semejantes, hasta que llegara el día del Juicio Final. Gregorio murió al amanecer, sin causa aparente. Desde entonces, la gente de Mérida y sus alrededores comenzó a verlo aparecer en momentos de peligro, ayudando y socorriendo a los necesitados.



ÁNIMA DE LA YAGUARA (Mercedes  Franco)
En la vía hacia el Campo de Carabobo hay una pequeña capilla blanca. Muchos se detienen allí y encienden velas al “Anima de la Yaguara”. Dicen que concede lo que se le pida, siempre que se le recen las oraciones prometidas. El origen de esta vieja tradición venezolana se remonta a fines del siglo diecinueve. 
Hacia 1870 vivía en la aldea de la Yaguara, Maximiliano González, un eficiente cartero que solía ayudar generosamente a cuantos encontraba en su ruta. Un día, la gente vio con tristeza como a Maximiliano se lo llevaba la recluta. A los pocos meses la peste, que hacía estragos entre  las tropas, puso fin a su existencia. Maximiliano fue enterrado como él mismo lo pidiera, en su ruta de cartero.
Pasó el tiempo. Muchos años después, un automovilista que pasaba por el lugar se encontró de pronto atascado en el fango. Llovía mucho y el lodazal se hacía cada vez más espeso. Las ruedas estaban atoradas, y no se veía por allí a nadie que pudiera colaborar para sacar el vehículo del barrial.
De pronto, en medio de la lluvia, apareció un hombre que ofreció cordialmente su ayuda, y al fin lograron sacar el carro. Luego el viajero buscó al desconocido para agradecerle el favor, pero parecía haber desaparecido. Siguió su camino y preguntó por él más adelante. Así supo que se trataba de Maximiliano González, el ánima de la Yaguara.



DIVERSOS NOMBRES DEL DUENDE
 (Luis Arturo Domínguez)
Los duendes equivalen a los supuestos espíritus elementales conocidos en muchos países del mundo bajo diversas denominaciones. Son lascivos y se encariñan con ciertos animales del monte, los cuales utilizan para conducir a los cazadores hasta los encantos para castigarlo por haber violado el día viernes de vigilia; frecuenta los manantiales de aguas cristalinas para seducir a las mujeres inexperimentadas; asesoran a los brujos en sus malas artes y suministran grandes conocimientos de medicina botánica a los curiosos o curanderos.
Jesús Manuel Subero, con respectos a las diversas nominaciones de los duendes de muchos países de Europa, apunta y comenta: 
“El duende recibe distintos nombres en diferentes regiones y países de Europa. Así en Galicia lo llaman “Tardo”, en Asturias” Trasgu”, en Navarra, “Pisadiel”, y en Portugal, “Pasadelo”. Y prosigue: “Según refiere F. Carreras y Candy, en” Folklore y Costumbres de España”, “el mismo Trasgu” te aparece en las inglesas, se encuentra en las alemanas y se topa en las portuguesa y francesas enredando, según el autor citado a los duendes se llama en Inglaterra” Puck”, en Alemania” Kobold”, en Suiza, Troll” en Francia, “Follet”, “Goblin”, “Lutin” y otros nombres. Usa en estas partes gorro rojo. Los escoceses lo nombran” Hudharto Hudkin”, o sea el ”diablo gorro rojo”.  Y sigue:” En Holanda se le dice” Frodiken”y en Rusia,” Doomovoyes” o sea los antepasados” los muertos de la familia” y se dejan a la noche los tizones apagados con poco de rescoldo, para que ellos se puedan calentar. Agrega:” El duende viene a nosotros desde la más profunda lejanía. Consta que son muertos todavía en muchos lugares, y así, en los pueblos del Norte, los juzgaban almas en pena, que vinieron sin riendas en este mundo y están ahora condenados a peregrinar por él y las historias de duende aparecen contadas asimismo en las regiones arcaicas, como si fueran de muertos”.
De igual manera a los duendes se les conocen con los nombres de gnomos, genios, geniecillos, enanos, enanillos, pigmeos, silfos, sílfides, ninfas, ondinas, salamandra, sátiros… En Guatemala, América Central, al duende se le conoce con los nombres de: Tzitzimite, Tzipitio y sombrerón; en Venezuela se le denomina Sombrerudo, Duende y Sátiro. En algunas regiones de Bolivia se le distingue con el nombre de Novende y con relación a este personaje, el destacado estudioso del folklore en la República de Bolivia, José Felipe Costas Arguedas, escribe lo siguiente:
“El novende (o duende) es un ser pequeñito que gasta sombrero grande según unos birrete rojo y verde según otros: con capa o poncho bandaleado en colores varios”. Y sigue “Habita en los tejados de la casa de hacienda o se esconde en el horno de hacer pan. Llama la atención arrojando piedrecitas, silbando o riendo quedamente. Prefiere a los niños y les hace regalos. En el campo persigue a las pastoras y las enamora”.



ENGAÑO TRAICIÓN ESTAFA
 (Luis Britto García) 
Mercaderes ávidos nos cambian sin que lo sepamos porque los cambios mínimos nadie los nota y así los malditos nos sustituyen cédula por cédula hoy por ejemplo en la punta de la nariz mañana en el dedo pequeño del pie nos van quitando nuestro ser e instaurado fracciones mínimas del de otra u otra personas. Naturalmente que al cabo de cinco años sospechamos la estafa y nos enfurecemos pero a esas alturas ya todo es peligroso porque a los mejor somos enteramente la otra persona por quien nos han sustituido y cualquier cambio podría resultados contraproducente.         Así caso asombroso de dos personas transformadas mutuamente en la otra a través de un largo proceso, al terminar éste gritaron, cambiaron de lugar y se fue como si nada hubiera pasado. Las sustituciones nunca son tan simples como en este caso de improbabilidad casi infinita. La variación de materiales es mucho más compleja, el surtido de combinaciones, sorprendente, y la pesadumbre de uno al saber que anda todo repartido por allí inagotable; las amenazas de incesto son vagas, pero persistentes, el sobresalto de reconocerse en cierta córnea cierto poro cierto lunar, indefinido omnipresente. 
Lo bueno de estas cosas es que siempre les pasan solamente a los otros.



UNA OFERTA A DESTIEMPO
 (Gabriel Jiménez Emán)
Le ruego que acepte mi oferta, señorita. –Cásese conmigo y créame que no voy a defraudarla. Le dijo el hombre a la muchacha apuntándole con una pistola.
La muchacha estaba aterrada. Sin embargo sacó fuerzas de sus últimas fibras y le respondió.
-Primero muerta. 
-Usted se lo ha buscado, señorita – dijo el hombre, haciendo fuego.
La bala atraviesa el cuerpo de la muchacha sin causarle ningún daño. 
En ese momento llega el novio de la muchacha, se coloca a espaldas del asesino y le dispara. El asesino también ha sido atravesado por  la bala del novio y la bala no le ha hecho ningún daño, pues también estaba muerto antes de amenazar a la muchacha con la pistola.



JUEGO AL ESCONDITE
 (María Inés Pérez) 
Vera, desnuda, contó hasta cien. Su novio y su amiga corrieron tras los follajes a esconderse, ambos se acercaron a las sombras. Él le pasó la lengua por los labios, ella lo abrazó. 
Vera los buscaba y un rayo de luna iluminó a la pareja furtiva en medio del bosque. La joven los miró estática, lágrimas de cristal corrían por sus mejillas. Su cuerpo blanco, delicado, se esfumó entre la niebla y la tristeza transformó su alma en rocío. 
A la mañana siguiente, unas campesinas encontraron a vera: estaba muerta, cubierta de cristales relucientes, con los ojos abiertos, como si miraran el firmamento.



FRAGMENTO DE LA VISITA (Eduardo Mariño)
Aunque no es frecuente, tuve una breve visita.
Tengo miedo, dicho sea de paso. Todo a mí alrededor murmura inquietamente. Los muertos de mi indiferencia parecen bramar hoy por un barroco festín que jamás debió concluir. Reencarnación falsa. Un murmullo, todo se reduce a un murmullo.
Aún sigo mirando las figuras reclinadas y las geométricas plumas de fénix; hay en ellas, algo estadísticamente pronosticable incluso viniendo de ti. ¿Cada cielo es tuyo? ¿Incluyendo el breve fragmento que diviso en el agujero mayor del techo? Jamás tuve derecho al río que bien pudo llevarme lejos del bosque; lejos, de la licántropa civilización donde te hallé.



HOMENAJE A ALFREDO ARMAS ALFONZO 
(Algunos Cuentos)

1 X 1
En una comunidad de gente de indio nadie pudo explicarse nunca de dónde provino quien mostraba con tanta evidencia de lo sobrenatural una encarnación que no era como la de los santos de la iglesia, ni era como las demás gentes siquiera de toda esta servidumbre ni le guardaba parecido a los amos y a los dueños. 
Esa boca gruesa de yuca zamura, la nariz de jenjíbre el pelo como broza de bachaquero, la corpulencia animal, no se avenía a la medida de los hábitos conocidos: llevar a apotrerar los caballos, recoger el ganado siempre a la misma hora de la atardecer, aceptar que una noche no venga más a la casa la hija, decir hasta cuándo, jurarse que todo iba a terminar el día justo. Saber, por último, que un día que no sabía cuál, el menor de ellos regresaría del dispensario diciendo que la madre se la iban a llevar al hospital para hacerle unos exámenes y ver pasar las ambulancias con su ruido de amortiguadores vencidos en un viaje del cual ella no iba a regresar, ni se iban a poner a preguntar cómo hacer para traerla, bien conscientes de que los demás ya se habían acostumbrados a no reclamar el cuerpo para que sea la gobernación la que resuelva el problema. 
La mañana en que aboyó en una poza del río nadie mencionó siquiera la desgracia de dejar de ser un ser viviente, pero nadie faltó al entierro como para poseer la evidencia de que ya no existía.



                                    La Diferencia

El tal Ocho Tope no procreaba; lo contrario se bebía a sus propios hijos. Un día se hinchó y por cada uno de los poros le supuró la descendencia. La gente creía que eran los gusanos. No eran. Los gusanos carecen de ombligo.

                                   

  Metamorfosis
Capullito de Alelí carecía de manos de mujer. Capullito de Alelí poseía unas manos de pollo muerto y sancochado a las que se le quita el hollejo para aprovechar hasta el deshecho, y se las disimulaba con flores que cortaba del patio de su casa. Capullito de Alelí jamás conoció la invención del guante de raso o de patente, y si así se lo hubieran informado la habrían hecho más infeliz, porque Capullito de Alelí para distraer su locura apenas si podía concederse la luz de la luna en menguante.



                                 La Necesidad
No hallaron agua ni en La Candelaria ni en El Palote; en todo ese trecho se habían sacado las quebradas. Enrumbaron hacia Purgüey, viendo a ver si alguna piedra de moler de las que quedaron en el sitio cuando el brigadier Morales le pegó candela a San Juan Capistrano retenía una poquita, pero aquello también era un desierto y un cujizal tramado. Entonces se tuvieron que beber el líquido que le servía para la paternidad. Con ese recurso extremo nacieron de nuevo.


martes, 30 de abril de 2013

EL ÚLTIMO PENSAMIENTO DE GOLIAT Y OTROS RELATOS (Francisco José Aguiar Ruiz)

Mujer de Cojedes en el archivo de Carlos González


MUERTE SÚBITA
Como manejaba perfectamente el arte de reprimir, como no estaba habituada a arrojar platos o decir unas cuantas groserías a modo de expresión, sufrió una implosión y se desplomó en el acto. Los que la conocían se limitan a expresar con un tono lastimero lo siguiente: ¡sólo tenía 26 años!


LA MARIONETA
Pinocho, (la marioneta) al final adquiere forma humana.
La paradoja:
Martínez, (el humano) al final se convierte en una marioneta
y sin necesidad de hadas madrinas. Sólo requirió alcohol. Ríos de alcohol.


INCONCIENCIA
Es duro saber que moriste sin haberte dado cuenta. Venías en tu auto y por no torcer a la izquierda caes al vacío. Caes y ni siquiera tienes la dicha de haber sentido algo. Por andar dormido le ahorras a la muerte el hecho de que te cierre los ojos.


PASE AL CIELO
El pase para entrar al cielo es un ticket dorado. Lo sostuve fuertemente mientras esperaba mi turno. Observé un tiempo prudencial, el tiempo necesario para caer en cuenta de que en el cielo nadie hace preguntas, nadie tiene criterio propio: sólo se rigen por las normas del monarca. Rompí el ticket ─ decidí ─ no salvarme.


OLVIDO FATAL
Convulsionaba. Mi atención sólo se concentraba en la efervescencia de su boca ─ su esposa lo había envenenado ─ ¿y saben por qué? Todo porque se le olvidó el aniversario de bodas.


EL CIRCO
Un circo necesita varias carpas, trapecistas, payasos y unos animales enjaulados.
En el pueblo las carpas son las edificaciones gubernamentales. Los payasos, trapecistas y animales enjaulados, los políticos. La gente común; los espectadores. Estamos ubicados por secciones según nuestra ideología o ismo, según nuestro color o bando, según estemos con el oficialismo o con la oposición. Pero esto no es lo relevante; lo relevante es que el circo cumple con su misión, la misión de día a día darnos un gran espectáculo.   


         EL LUDOPATA
Apuesta el alma. Arroja los dados: el doble seis no sale.


ENCUENTRO DE CRONOPIOS
Cuando Cortázar ─ el cronopio mayor ─ estrechó mi mano, los famas murmuraron: estos escritores se las traen. Desperté exaltado de alegría y mi prima (la muy esperanza) ni siquiera se tomó la molestia de acompañarme.


EL FILÓSOFO
Como no sabía hacer nada excepto pensar y pensar. En la entrevista laboral que le hicieron le preguntaron: ¿qué profesión tiene usted? Cayó en cuenta que no lo iban a contratar así que dijo la verdad ─  soy filósofo.


ÚLTIMO ALIENTO
Después de entender el absurdo de vivir, morir no sería tan pesado: esto fue lo que pensó el minuto, antes de que llegara el segundo; número cincuenta y nueve.


LA EXPRESIÓN MÁS RARA DEL PLANETA

¡Me gustaría ser pobre!


MEMORIA FOTOGRÁFICA
Ella que se sabe hermosa, toma la cámara, alza la mano y clic, se toma una foto, dos fotos; muchas en diversas poses. En una enarca la espalda, en otra se coloca la mano izquierda en la cintura, en todas sonríe, en todas posee ese encanto de gracia sin igual. La observo, hasta con los ojos cerrados la observo. No cabe duda: también he grabado su estampa.


INSTINTOS DE SUPERVIVENCIA
A veces escondo la cabeza como el avestruz. O me hago el muerto como la zarigüeya. O me enrollo como el ciempiés. O me escondo como los conejos. O me acorazo como las tortugas. O me conformo con las sobras como los perros. O me interno en las sombras como las cucarachas. O engaño como el pez piedra. O me escabullo como las ratas.

No me juzguen. Sólo soy un hombre y como cualquier animal poseo instintos de supervivencia.


CUANDO ERA MI NOVIA
Era toda ternura, era toda pasión, era mi vida. Ahora, es sólo mi esposa.


TRADICIONES LITERARIAS
Whitman – whitmaniana
Borges – borgiana
Gallegos – galleguiana
Cortázar – cortaciana
Baudelaire – baudelariana
Quiroga – quiroguiana
Neruda – nerudiana
Goethe – goetheana
Vallejo – vallejiana
Aguiar: ausente.

A QUEMARROPA
Me preguntó a quemarropa: ¿te acuestas con mi mujer? y cómo era verdad ─ me disparó de la misma manera.


CÓMO LO PENSÓ MÁS DE DOS VECES
Hubo un momento de silencio antes de decir: sí acepto.


LO MÁS HERMOSO
Cuando Mailyn sopla el mechón de cabello que le cubre la cara.


LA ARRIBISTA
Antes de abandonarlo tuvo un acto de sinceridad. Escribió una nota donde expresaba lo siguiente: Disculpa, no tengo nada en tu contra, sólo fuiste el medio para lograr un fin.


REFLEXIONES DE UN MUERTO
Un amor mal curado ─ sí, eso es, eso fue lo que me mató. 


EL ERUDITO
Después de leer todos los libros de la biblioteca estatal comprendió que ninguno de ellos enseña a vivir.


EL PARACAIDISTA
Salta, aún teniendo la certeza de que pudiera no abrirle.


SAMADHI
Para un Buda la lámpara de Aladino es sumamente innecesaria.


PEROGRULLADA
Quizá ya todos lo saben pero tengo que decirlo: las palabras más bellas de libertad se han escrito en la cárcel.


EL ÚLTIMO PENSAMIENTO DE GOLIAT
El último pensamiento de Goliat antes de morir fue: no hay enemigo pequeño.


ORIGEN FÁCTICO
No se puede tapar el sol con un dedo, pero esa porción infinitesimal es suficiente, para los que se resisten a ver la realidad.


AMNESIA
Sabía tanto de mí que tuve que creerle ─  con lágrimas en los ojos daba fe ─ que era mi madre.


 AQUELLA MUJER
Tenía tanto que entregar que entregó su vida ─ y lo peor: a cambio de nada.


PANDEMONIO
Sé cómo se siente estar en la estación del metro, en el mercado, en los embotellamientos de la ciudad. . . pero cuando te tengo cerca y mi excesiva timidez me impide decirte algo, siento en carne viva, lo que es ─ un verdadero pandemonio.


EL CUENTO MÁS LARGO
El cuento más largo que he escrito cuenta que una vez escribí el cuento más largo.


Nota: Francisco José Aguiar Ruiz (Cojedes, 1985). Narrador y poeta.  Ha participado en la VI, VII y VIII Feria Internacional del Libro de Venezuela, Capítulo Cojedes y en el 1er Festival Nacional de Poesía de Venezuela Bajo la protección de la palabra en homenaje a Luís Alberto Angulo. Ganó el Concurso Ensayo Histórico 114 años de la Batalla de la Mata Carmelera en abril del 2012. Uno de sus cuentos fue publicado en la revista MEMORALIA número (08) y en la revista arte de leer número (11), una de sus notas literarias. Ha realizado los siguientes talleres: Iniciación a la narrativa breve, por la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello y Aspectos del cuento y su creación, por El Sistema Nacional de las Culturas Populares. Tiene dos libros inéditos, en poesía, OSCURO HOY y en narrativa, EL CUENTO MÁS LARGO.

martes, 2 de febrero de 2010

TRES CUENTOS CORTOS DE JORGE GÓMEZ

"...ella está en casa de su amiga porque ha ido a estudiar"
(Imagen en el archivo del maestro Tulio Torres) 

EL PREJUICIO
Vasta importancia reviste al hecho de que ella está en casa de su amiga porque ha ido a estudiar. Ella está sentada en el balcón con sus libros, sin molestias; la amiga le deja estar sola. El edificio azul de al frente, el apartamento azul de al frente tiene una solitaria silla de hierro en el balcón; ella está observando —descuida el estudio un momento— que no hay otros muebles ni señales de vida. Ella ha puesto su libro a un lado, no se percata a priori de ello porque está pensando en el apartamento vacío, en él, en él y el apartamento vacío y en ella y él juntos en el apartamento vacío. Ahora ella está perdiendo su mirada, el apartamento vacío la está recibiendo y ella se imagina en el suelo limpio y sin muebles, al lado de él, y piensa que él tiene su sonrisa, tiene un poema, un beso que es flor y calle y alero en lluvia y que se está vertiendo en el desorden que ella propicia, y ella ahora está pensando que la mano de él está acariciando su cuello y ella vuelve a sentir el tierno cosquilleo que sus besos le otorgan; ahora ella esboza una sonrisa imaginándose entre los brazos de él, que hace presión sobre su cuerpo y ella se recuesta en el suelo vacío. Entonces él la está besando y acariciando y ella no quiere contener su gana; pero ella está simplemente observando desde el balcón de al frente. Vasta importancia reviste al hecho de que ella está en casa de su amiga porque ha ido a estudiar.


DIOS

En una autopista, sin saber cómo, amaneció un día un Hombre Vulgar, que de repente fue asaltado por una incomprensible avidez de conocimientos. Comprobó que el destino binario de la autopista conducía hacia Mirador y hacia Tempraneros (aunque ninguna de esas poblaciones podía verse al final de los dos horizontes que ofrecía la vía), y empezó a caminar en esta última dirección.
En esto llevaba algunos minutos cuando escuchó detrás de sí el ruido de un carro que se acercaba. De inmediato empezó a hacerle señas para que se detuviera.
Quien manejaba era un señor de bastante edad, con unos gruesos lentes de fina montura, que no interpuso objeción alguna para llevarlo a Tempraneros.
Llevaban cierto tiempo en la vía, cuando el Hombre Vulgar, cuya sed de saber crecía desaforadamente, se atrevió a preguntar al anciano: —¿Qué es lo más importante que hay que conocer?
—Dios —respondió, sin titubeos, el viejo conductor.
—¿Y qué es eso? —preguntó nuevamente el Hombre Vulgar.
El viejo, que lo veía con una sonrisa que denotaba cierto didáctico entusiasmo, respondió —quizás orgulloso de su sapiencia— que eso ni él ni nadie podría respondérselo, porque no había en el mundo persona que lo supiera con certeza.
El Hombre Vulgar se quedó perplejo. Una hora después bajaba del automóvil, al lado de un gran cartelón que decía Bienvenidos a Tempraneros. Al bajar, detuvo una vez más al anciano, con una nueva pregunta:
—Eso, Dios, ¿es algo o alguien?
—¡Alguien! —contestó el viejo, y se internó por las calles de Tempraneros en su auto.
Caminó por el pueblo y encontró a un robusto herrero que examinaba con mirada de conocedor los herrajes de un caballo. Se le acercó y, sin más preludios, le preguntó:
—¿Es usted Dios?
El herrero lo vio de arriba abajo, pero no le prestó mucha atención y respondió secamente, volviendo a examinar la extremidad del caballo:
—Por supuesto que no.
—¿Y quién es Dios? —preguntó el Hombre Vulgar.
Antes de perderse en el interior de la herrería, el herrero respondió, alzando la voz pero con grave desdeño:
—¡El Creador!
El Hombre Vulgar cruzó una de las esquinas de Tempraneros y encontró, sentado en la escalerilla exterior de una casa, a un hombre que garrapateaba unas largas líneas de palabras en una hoja de papel. Esperanzado nuevamente —con la misma estúpida esperanza que lo había animado a caminar, hora y media atrás, por la autopista—, le preguntó:
—¿Es usted Dios?
—No —contestó el hombre para salir del paso y proseguir su labor.
Al Hombre Vulgar, desorientado por el súbito desprecio del hombre, sólo le quedó curiosidad para preguntarle qué hacía.
—Estoy creando —le respondió—: soy un poeta.
—¿Creando? —preguntó con los ojos desorbitados, alarmado, el Hombre Vulgar—. Entonces, ¿es usted el Creador?
El poeta levantó la mirada —aunque no abandonó su actitud despectiva— y, reparando al fin en los desprovistos ojos del Hombre Vulgar, le respondió:
—No. Yo soy un creador, señor. Y deje de burlarse de mí.
El Hombre Vulgar, aunque ofendido, consideró que debía seguir buscando a Dios. Caminó por la misma calle y encontró entonces un gran edificio blanco con una cruz en la punta de la fachada. Desde afuera, y luego de admirar la magnificencia del edificio, avistó a un señor bastante maduro con una especie de bolsa de cuero que lo cubría desde el cuello hasta los tobillos. Entró al edificio y siguió al de la bolsa de cuero, que se iba hacia el interior.
—¡Oiga, señor! —le dijo. El de la bolsa volteó y, al verlo, el Hombre Vulgar descubrió cierto atisbo de bondad en sus ojos.
—Dime, hijo —contestó el de la bolsa, y el tratamiento de «hijo» no hizo sino confundir más al Hombre Vulgar.
—¿Es usted Dios? —le preguntó al fin.
—No, claro que no —respondió, sonriente, su interlocutor.
—Estoy buscando a Dios —dijo entonces, como para justificarse, el Hombre Vulgar.
—Has llegado al lugar indicado, hijo: esta es la casa de Dios.
—Y él está aquí?
El de la bolsa de cuero lo miró extrañado.
—Sí, como en todas partes.
Ante la mirada interrogativa del Hombre Vulgar, agregó:
—Dios está en todas partes.
El Hombre Vulgar se sintió turbado por la incomprensión , turbación que aumentó cuando el de la bolsa dijo, con aires de concluir: —Pero esta es su casa, como todas las que son iguales a esta.
Ese Dios debe de ser alguien muy importante, se dijo el Hombre Vulgar. Así que preguntó:
—Dígame, ¿sabe usted cómo llegar a él?
—Claro —dijo el de la bolsa, dándole al Hombre Vulgar, por fin, cierta esperanza de comprensión—: siguiendo un camino de rectitud.
Entonces entendió.
Salió de la iglesia, de la calle y de Tempraneros y emprendió el trayecto hacia Mirador, donde inequívocamente conocería a Dios, puesto que habría de seguir el camino rectísimo de la autopista que unía a ambas poblaciones.


CONDENADO A MUERTE
Tres días sin saber si en el cielo estaba el sol o la luna llevaba el condenado cuando llegó el oficial a comunicarle la sentencia.
—¿Muerte? —preguntó consternado.
—Fusilamiento. Una ráfaga de metralleta.
El condenado hundió la cabeza entre las manos; el oficial encendió un cigarrillo.
—Hay delitos que no admiten justicia —soltó poco a poco el oficial, como adivinando que en el pensamiento del condenado empezaba a dibujarse el reparo de que no le habían permitido defensa alguna.
—¿A qué hora será?
—A las seis.
—¿De la mañana o de la tarde?
—Eso no importa. Será a las seis.
El condenado volvió a hundir la cabeza entre las manos y dejó ir unos segundos sin pensar absolutamente en nada. Su silencio fue interrumpido de nuevo por el oficial.
—Esta es una ocasión memorable. Diga cuál es su último deseo.
El condenado soltó no sólo el último, sino el único deseo que necesitaba colmar.
—Quiero verla.
El oficial abrió los ojos, represor. Una brizna de compasión le surcó la mirada.
—Eso no. La sentencia incluye la prohibición de satisfacer ese deseo específico.
—Entonces, nada importa. Antes que nada hubiera deseado volver a verla ahora.
—¿No quiere formular su último deseo? Es decir... Algo que sí pueda ser satisfecho.
El condenado no respondió. El oficial se le acercó y comprobó que se había dormido con la cabeza entre las manos. Al salir dejó al lado del condenado los cigarrillos y los fósforos, por si el hombre despertara con ganas de fumar.
Volvió a las cinco y cuarenticinco.
—¿Está listo? —le preguntó.
—Si es la hora, sí —afrontó el condenado.
—Es la hora.
—Vamos, entonces.
El oficial tomó al condenado por el brazo derecho y lo condujo por el estrecho pasillo lleno de puertas; al final una escalera los llevó a un vestíbulo pequeño que desembocaba en un patio interior. El condenado observó instintivamente las paredes del patio; en una de ellas encontró las rojinegras manchas de los fusilamientos anteriores al suyo.
—¿Le vendo los ojos? —preguntó, con esmero, un cabo.
—No, gracias.
El oficial le alargó una mano que él estrechó con sincero afecto; uno de los dos musitó un absurdo hasta la vista que se apagó instantáneamente. El condenado quedó por un momento solo con el cabo que le había ofrecido la venda, y en tres minutos volvió el oficial con el soldado que haría efectiva la sentencia. El oficial y el soldado intercambiaron algunas impresiones que el condenado no pudo oír, y el cabo entró en el vestíbulo.
El condenado resistió su propia serenidad como otra sentencia; siempre había imaginado que su muerte le haría temblar de angustia. Pero todo su cuerpo estaba como dibujado en el muro, lo sentía integrado a un entorno sin vacío, en el que le hubiera sido imposible moverse, cambiar de posición. En el último instante, cuando el soldado cargó la metralleta y se aprestó a apuntarle, pensó en la mujer, recordó sus ojos y su pelo, su olor silvestre y su locura. El soldado y él escucharon la orden de disparo como desde dentro de sí mismos; la primera bala de la ráfaga se preparaba a recorrer su mortífero trayecto cuando el condenado reconoció en los ojos del soldado, en sus finos labios, en su silueta menuda, a la mujer que antes que nada hubiera deseado volver a ver antes de morir.

JORGE GÓMEZ. (Cagua, Aragua, Venezuela, 1971). Es un escritor reconocido internacionalmente como creador y director de Letralia, presentamos de este autor tres cuentos de su narrativa corta.  Fue sucesivamente, entre  1988 y 1989, subdirector y director de la Peña Literaria Cahuakao, en Cagua. Dirigió el semanario El Tabloide, de la misma ciudad, entre 1990 y 1993. Desde 1996 edita en Internet la revista literaria Letralia, Tierra de Letras, la primera publicación cultural venezolana en la red. Ha publicado el ensayo La educación secundaria venezolana: un muerto sin dolientes (Cagua, Editorial El Tabloide, 1985), el libro de cuentos Dios y otros mitos (La Victoria, Senderos Literarios, 1993), la novela corta Los títeres (Tenerife, España, Baile del Sol, 1999), la antología de narrativa venezolana Próximos (Embajada de Venezuela en China, 2006) y la novela El rastro (Libros del Sur, Argentina, 2008). Textos suyos han aparecido en las antologías Narrativa de Aragua (1970-1996) (Maracay, Secretaría de Cultura del estado Aragua, 1997), Mini-cuentos de Aragua (Maracay, Secretaría de Cultura del estado Aragua, 2001), Siete (Badosa, 2002), De la urbe para el orbe (Alfadil, 2006) y Zgodbe Iz Venezuele (Sodobnost, Eslovenia, 2009). Ha obtenido el primer lugar en los concursos de narrativa Semana de la Juventud (Ateneo de La Victoria, 1996), Poeta Pedro Buznego (Casa de la Cultura de El Consejo, 1997) y X Concurso Anual de la Universidad Central de Venezuela (Maracay, 2002). Además, obtuvo el segundo lugar en el 3r Concurso de Mini-Cuentos Los Desiertos del Ángel (Secretaría de Cultura del estado Aragua, 1998). Textos suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, catalán y esloveno.