sábado, 29 de noviembre de 2014

Cuentos Venezolanos de Navidad (7): Ciudad de Magia




Niños llaneros con ofrenda de los Reyes Magos. Archivo de Luisa González




LA CIUDAD DE LOS REYES MAGOS (Isaías Medina López)

La espera de los reyes magos  causa gran ansiedad. Archivo de Fernando Parra



Siguiendo los pasos del poeta Hesiodo, los Reyes Magos fundaron su propia villa, y para recordar el lugar de donde provenían la llamaron Naturalia y con el correr del tiempo Navidad. Capaces, como nunca se había visto,  arrojaron a las arenas del desierto un tapete y sobre este una mazo de barajas y se creó un verde prado colmado de palacios, casas y fuentes llenas de frescura. Y he de allí entonces que se propagara la noticia en los cielos y acudieran hasta ellos las diosas y ninfas empeñadas en aumentar la descendencia divina. Así surgió, entre los esposos,  un tiempo perfecto para el amor celeste.



Las acompañantes de los reyes magos brindaban magia, belleza y luz.
Archivo de Jesús Reina




Y hubo tal complacencia que al poco tiempo había cien hijos varones. Y fue tanto,  el prodigio de sus padres y madres que aquellos retoños nacieron dotados de extraordinarios poderes, y fue así como toda su casta creciera libre de albedrío y pensaran en tomar por asalto los astros que gobernaban este mundo. Reunidos una vez y dispuestos a su hazaña oyeron la voz de los dioses del sueño, quienes atemorizados por esa magia, los sometieran en un profundo letargo y les llevaran muy lejos a un remoto confín del universo donde han crecido como gigantes de infinita talla.
Y al mucho tiempo después, los Reyes Magos, agobiados por el solitario encierro en sus dorados palacios, encendieron, por segunda ocasión,  las luces de Navidad. Y a las puertas de sus mansiones  acudieron las reinas provenientes de la más cruda  de las magias. Y fue así como tras mil días de festejos nupciales y juramentos de riquezas,  las tomaron por esposas y con ellas tuvieron cien nuevos hijos que, también, llenaban de  asombro  a todos los sabios. Y fueron,  entonces,  esos mismos sabios quienes aconsejaron a estos nuevos hijos la creación de un planeta propio para ellos, y resultó que  dieron una gran fiesta y su celebración anticipada fue escuchada por las envidiosas reinas  de las magias oscuras quienes les hicieron beber  un vino que les causó permanente ceguera hasta que abandonaron aquella hermosa ciudad, sin que hoy se conozca nada de ellos.
Y, tras varios años de espera, los Reyes Magos olvidaron esa triste historia y volvieron a confiar en su corazón y,  por una tercera oportunidad,  su amada  capital se abre a una caravana formada por las hijas de otros reyes mortales de todos los pueblos conocidos. Y al recibirlas con amor su linaje vino a poblar las casas de Navidad y fueron criados por hacendosas mujeres sabias, y he de aquel gusto por construir cosas llenas de prodigio, que los hijos de los de los reyes magos y las princesas mortales se empeñaran en crear un nuevo cielo  y enriquecerse vendiendo pociones mágicas para alcanzar la salvación, hasta para las más míseras almas humanas. Y fue así, que los reyes mortales presumiendo que se podían quedar sin su derecho a ascender al antiguo cielo,  impulsaran el secuestro de todos aquellos laboriosos reyes-hijos y vinieran a dispersarlos por todos los confines de la tierra encargados, para siempre,  de entonar cantos bajo el brillo de las estrellas.   
Y fue así como ya cansados de  ver como a sus hijos habían sido dispersados por tantos destinos sin nombre siquiera, los Reyes Magos emprendieron un día su propia caravana. Ocultas sus identidades verdaderas por la gracia de sus poderes mágicos visitaron infinidad de senderos  y se  enlazaron en matrimonio con las más humildes mujeres que les ofrecieran espontáneamente su querencia. Ellas hablaban el sencillo lenguaje de los campos, de las aldeas, de los pueblos que parecen pequeños dibujos en una canción.  Y fue entonces que en modestas chozas y habitaciones, esos dulcísimos amores florecieron sin mancha y es así como procrearon,  esta vez, cien hijas, más hermosas que cualquier sabiduría. Y a  cada una de ellas les dejaron un pedazo de su ciudad encendidos en sus corazones, y todas, desde ese momento han sido llamadas poesía. 

5 comentarios:

Alfredo Cernuda dijo...

Precioso y tierno relato, Isaías, un fuerte abrazo.

Gleiber Alvarez dijo...

Buen uso de las imágenes y de la poesía en el texto, que habla por sí mismo.

Amarily dijo...

Precioso profesor...

amar la poesia es amar la vida dijo...

Hermoso!!! Feliz Navidad. Un fuerte abrazo.

Laura Adriana Cuello dijo...

me fascinaron los relatos, feliz Navidad