martes, 22 de enero de 2013

La llaneridad (6) Parte I: Psiquis y temas de la copla

La llanera es fuente permanente de inspiración 


 LECCION III. Eloy Guillermo González 

Confrontamos en esta lección las manifestaciones directas, legítimas, las más inmediatas del alma de un pueblo: su poesía, su música, sus leyendas.
Sería casi imposible precisar la procedencia psíquica de los elementos constitutivos de esas manifestaciones: sin duda duermen muchas en el fondo de la subconciencia, tal vez como con legado ancestral; otras son actos de conciencia, sensaciones presentes: en el momento de la emoción actual, las autosugestiones, las reminiscencias, las analogías, las comparaciones, todas las heterosugestiones suscitan, remueven y empujan ese abultado y confuso caudal de la cenestesia, ese asalto simultáneo de las irradiaciones internas, de los reflejos tumultuarios, que mueven los labios para el canto, fijan la mirada en las visiones y agitan las manos para blandir las maracas y puntear el arpa.
En esa posición, entona el pueblo una elegía a lo que murió o se ausentó, exhala su intensión presente y saluda confiado y risueño a la esperanza de mañana. De todo el arte de nuestro folklore –cantares  y corríos, coplas y refranes, apodos y deformaciones, cuentos y leyendas, supersticiones y creencias–, surge la historia del alma de nuestro pueblo e insurge su actitud del momento y su posición espiritual frente al porvenir. La melancolía en sus manifestaciones psíquicas, es apenas saudade, que no lo retiene ni lo sienta sobre la piedra de los sepulcros; la alegría de su poesía y de su música, es fresca y olorosa como sus campos, anchamente rumorosa como sus ríos, y restallan en ella como reflejos sorpresivos, como rápidos vuelos de aves avizoras, la ironía y la malicia y roncan en los bordones las petulancias de la varonía. Bajo esa fisonomía, con esas características, exalta sus dichas, resiste con reciedumbre la saña del destino, sin que la adversidad logre penetrar hasta los escondrijos de sus energías; y, sonriente de fe, sabio de la vida, perenne en la esperanza, imperecedero bajo las pruebas, pasa pacientemente el trance, musitando el aforismo de mi paisano: detrás de un cerro, está un llano…
Cada abolengo étnico ha traído su aporte al arte popular, conformando este producto mestizo, matizado de paternidades: aborigen, andaluz, africano. El producto sufre las influencias ambientes y aparecen en las modificaciones, inversiones, desplazamientos y transformaciones, los proceso de la adaptación. Ha sido el mismo procedimiento que para el proceso genético; aludiéndolo, escribió Arístides Rojas: «la imaginación popular que en el extremo sur de Europa canta a la mujer y al amor, a la familia y a la patria, participa de la claridades del Mediterráneo, de las tibias y perfumadas brisas del África, y aún del murmullo de la ola que besa las costas andaluzas y las islas Afortunadas… Así, el Cancionero popular de España está sostenido, en todo tiempo, por las bellezas del suelo ibero, por los astros de un cielo azul, constantes pregoneros de la grandeza nacional, desde el día en que sucumbió el romano en tierras cantábricas…»
Observa el mismo Rojas que en el Cancionero español la mujer es el tema ideal, sentimiento siempre joven que celebra al amor, al hogar, a la patria y que es herencia de los días caballerescos de las Cortes de amor, de serenatas y alboradas del bardo y del guerrero al pie de los castillos, o de endechas en presencia de la serrana y la morisca. En América, en cambio, vino a ser absorbido por la naturaleza bravía y esplendida, opulenta e indómita; de manera que el cantor tierno y dulce de los luminosos pueblos andaluces y de los valles de Granada, de las costas malagueñas y de las playas de las Afortunadas, tenía que modificarse y adaptarse a la majestad de los bosques y de los ríos colombianos, a la inmensidad de las llanuras, a la solemnidad de las altiplanicies y de los nevados y a la soberbia de los volcanes. En el Cancionero castellano, la mujer y el amor como tema inmediato y primordial, suspiros y sollozos; en el Cancionero venezolano, la naturaleza agreste, agresiva y rebelde, el valor, la destreza, la agilidad, la voluntad porfiada, la pujanza, el heroísmo: el compatriota del Cid, trasplantado a la América, injerto en el indio y el africano, bajo este cielo y sobre este suelo, transforma al Romancero en Epopeya. Fue preciso para ello que el hispano aportara elementos épicos que no tuvo a su vista ni a su disposición el indígena: el caballo y el toro fueron el complemento de la llanura, su decoración vivaz, y adusta, elegante y tumultuaria; sin esa decoración semoviente y pintoresca, el indio fue un melancólico, un silencioso; su alma languidecía en el parche del tam-tam. De la egregia conjunción del caballo, del toro y de la pampa, brotó como un Anteo el domador, el vencedor del jaguar y del caimán, el púgil cerril, que se bate feralmente en pancracios personales o a la cabeza de la falange lancera, conquistando patria y gloria. Y por ésta, por la gloria, invierte los términos sentimentales del Cancionero: ahora no parte el homenaje de abencerrajes y zegríes; ahora ni se conquista el corazón de la mujer con madrigales, sino con proezas aquileas, que la mujer sabe pagar con admiración y con amor. Ese mestizo, el llanero es prácticamente un hipántropo, un solo cuerpo y una sola alma con el caballo en el vuelo sobre la sabana. El insaciable bebedor de horizontes ocupa el primer plano sentimental: incluyendo a la mujer todo lo demás queda distanciado; a veces desdeñosamente distanciado:

Mi caballo y mi mujer
Se me murieron a un tiempo;
Mi mujer, Dios la perdone;
Mi caballo es lo que siento.

Y cuando sentimentalmente aproxima a la mujer, es para colocarla en el mismo plano que a su caballo:

Mi potro y mi zamba son
las dos cosas más queridas:
y mi lanza y mi bridón…
también son mis preferidas.

Recuérdese el episodio que refiere el general Páez, relativo a la muerte de su caballo en una de las cargas de Mucuritas. Una bala abate al noble animal; el jinete salta a tierra, trepa sobre el flanco de la bestia que agoniza y blandiendo nerviosamente la lanza, distiende el siguiente resorte psíquico, gritando al pelotón de lanceros que por su orden ha fingido que huye: ¡Compañeros, me han matado mi caballo y necesito vengarlo!
No hay mayor indiscreción que pedirle en préstamo al llanero su caballo o su cobija; y así lo expresa él en uno de sus refranes precautelativos: carga tu cobija para que no te pidan prestado tu caballo.
De este hábito de hacerse una pieza con el bruto, resultaron las maravillas de equitación de Junín: grupos de caballos al parecer desmontados galopan por la llanura, pareciendo querer acogerse a los contrarios escuadrones: éstos, engañados, los dejan acercar confiadamente y una vez dentro de la caballería enemiga, surge de improvisto el lancero sobre la montura: era que todo el recorrido lo había hecho adherido horizontalmente al flanco opuesto.
El pueblo compone sin sujeción a reglas: su romance es el galerón, espontáneo, orgánico, sin artificio; es el relato de la hazaña, el himno al valor y en el que el amor es secundario. El alma insigne e incoercible del árabe, transmutada en las tierras de Andalucía, se polariza en este nuevo género de desierto americano y antes que a la morena descendiente de Agar, tiene más cerca de sí al río y al caimán, a la sabana y al jaguar. Los cantares van siempre acompañados por la música: a veces, ésta no es expresión sino de un solo movimiento psíquico o de un rápido episodio físico. (Lamento no poder hacerles oír en esta lección la música popular de algunos de esos detalles, en la cual se perciben la profundidad y la extensión que dan las notas a la letra, como en El Cambao, La Pava, El Araguato, La Cochina, etc.)
El contenido psíquico va mostrándose desordenadamente, bien que la expresión se refiera sólo al objeto, ora a su significado, ya a su trayectoria ideológica; pero casi siempre aparece una sucesión o una simultaneidad de excitantes, que descubren cómo influencias variadísimas, remotas o inmediatas, han llegado a producir un verdadero conglomerado psicológico, en el que se mantiene tal equilibrio de fuerzas, que superficialmente y bajo el aspecto sintético, de la impresión de hallarse el espectador frente a una unidad y a una sencillez que lo son sólo en apariencia. Hasta donde sea posible, vamos a penetrar en la estructura o estática y en la fisiología o dinámica de los cantares. Comencemos por la copla que en estos días ha tenido gran revuelo en un sector parlamentario:

Por ser la primera vez
que yo en esta casa canto,
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo.

El movimiento primario –que ya no es una idea– queda complementado y confirmado en la estrofa que sigue:

Por ser la primera vez
que yo en esta casa canto
me hago la cruz en la frente
para librarme de espanto.

Inmediatamente se hace rápido y presuroso el proceso heterogéneo de los excitantes y de las irradiaciones internas:

Ayúdame, guitarra,
ayúdame, cuatro cuerdas,
que quiero cantar ahora
para recordar mi tierra.

Como primer plano, como terreno básico, su tierra, su ambiente, la sabana ilimite atravesada por los ríos, circundada por los montes, dovelada por un cielo muy alto y muy azul. Allí comenzará la acción:

Guitarrita, guitarrita,
tienes boca para hablar:
los ojos no más te faltan
para conmigo llorar.
…/…
Los pajaritos y yo
nos levantamos a un tiempo:
ellos a cantar sus dichas,
yo a llorar mis sentimientos.
…/…
Las arenitas del río
corren debajo del agua,
debajo de mis cantares
corren las penas de mi alma.
…/…
Yo no canto porque me oigan,
ni porque mi voz es buena:
yo canto porque no caiga
la culpa sobre la pena.

Oigamos ahora a qué distancia ha sido colocado el motivo sentimental que en el cancionero castellano es el primero:

cuando llega a una parranda
donde hay muchachas bonitas,
yo canto con mucha gana
porque divierto la vista.
…/…
Yo le canto al señorío
para que me preste atención:
el hijo e ño Zacarías
se llama Presentación.
…/…
Su me dan licencia canto
y si no, me voy callao,
considerando que me hallo
de mi libertad privao.
…/…
A mí mismo me da miedo
cuando levanto el tañío,
porque me hallo facultoso
y dueño de mi albedrío.
…/…
Cuando revienta mi voz
como que sale del alma,
se escucha a cuarenta leguas
estando la noche en calma.
…/…
Cuando tengo el pecho claro
hago lo que me da gana:
de mi garganta una torre:
de mi lengua una campana.
…/…
Cante, cante, compañero,
no le tenga miedo a naide,
que en la copa del sombrero
cargo la Virgen del Carmen.
…/…
Al son de mi guitarrita
voy a sacar unos versos,
 para que sepan las niñas
cómo cantan los llaneros.
…/…
Para que sepan las niñas
cómo cantan los llaneros,
que puande quiera que pasan
dejan los buenos recuerdos.
…/…
Una vez le regale
un camisón de recuerdo,
unas argollas de plata,
una pava* y un pañuelo. 

(*Pava –según Machado– tomó su origen de unos sombreros de paja, de anchas alas que se usaban en Castilla y en Austria las guardadoras de pavos)

…/…
Entonces ella me dio
un mechoncito de pelo,
 una pluma de garza
que uso siempre en el sombrero.
…/…
Cuando las mujeres quieren
nadie las puede atajar:
Como se ataja el cabello
Con el freno y el bozal.


Nota 1 LECCION III es un capítulo inserto en CURSO SOBRE FOLKLORE (datos de psicología colectiva), leído por el Dr. Eloy Guillermo González, en los «Cursos Libres de Extensión Cultural», organizados por el Instituto Pedagógico Nacional, Caracas,  1939.

Nota 2Eloy Guillermo González. Nació en Tinaco, Cojedes el 25 de junio de 1873 y fallece, en Caracas,  el 17 de julio de 1950. Docente, escritor incansable,  historiador. 

7 comentarios:

Unknown dijo...

Dedicate a la escritura, tienes el don de la palabra y la elocuencia moderada en la experiencia en la vida.

Unknown dijo...

Eloy Guillermo González es quizá el poeta más importante que ha tenido el estado Cojedes. Eloy Guillermo González fue un docente excepcionar , un icono de nuestra literatura, fue un hombre preocupado por su tiempo y esto a su vez lo hizo superar esa barrera pues hoy día su obra tiene vigencia. La llaneridad para él era la copla y la copla es para el llanero, lo que el agua para el sediento. La copla es el llano. Copla y llano siempre van juntos.

Unknown dijo...

Eloy Guillermo Gonzalez,fue quizá el poeta más importante que ha tenido el estado Cojedes, fue un docente excepcionar. Bajo esa fisonomía, con esas características, exalta sus dichas, ya que fue un hombre abnegado por su tiempo y esto lo hizo superar esa barrera pues hoy día tiene vigencia su obra

Unknown dijo...

En esta lección Eloy Guillermo nos hace explorar lo que con recinto hace al llanero la copla... unos de los géneros mas emblemáticos por su alto nivel de esencia de versos muy bien rimados que conllevan una emosión por parte de los copleros a la hora de recitarlos, esencionalmente mágico, muy lleno de profundas alocusiones en fiestas, velorios, celebraciones llaneras que se prestan para estos versos llaneros y guardados por su propia alegría y colorido mestizaje.

Danilo Riobueno dijo...

Comparto (y parafraseo) lo dicho acerca de que es difícil y complejo el origen de los elementos que utiliza cada autor en sus obras y, considero, que en el fondo de su conciencia se encuentran inmersos algunos recuerdos, añoranzas, aspectos vivenciales y deseos algunas veces no aflorados que unido a lo inspirador de vivir o conocer el llano, forman un cúmulo de puntos de partida para los temas a desarrollar o a expresar en cada creación. Indudablemente el sentido perceptivo y expresivo de cada quien harán posible la estética de la producción. Eloy Guillermo González utilizó la copla de forma magistral para dicha expresión de la llaneridad.

Jimena Arbulú dijo...

"Para que sepan las niñas
cómo cantan los llaneros,
que puande quiera que pasan
dejan los buenos recuerdos."

Qué gusto poder haber leído algunas de las coplas de Eloy Guillermo González. Me transmitieron una gran jovialidad en sus expresiones costumbristas, y la posibilidad de familiarizarme con la jerga popular llanera. Muchas gracias por este gran aporte. Saludos.

alfmega Marín dijo...

La verdad es que encuentro esta escritura increíblemente hermosa y didáctica, un saludo y gracias por recopilarla para nosotros.