viernes, 25 de enero de 2013

Sentí tus manos tocar mi cuerpo. Varios autores cojedeños

Tejido de múltiples formas coloridas es es la literatura
(Imagen en el archivo de Fernando Parra)

VISITA NOCTURNA (Deysi  Santamaría, Tinaquillo, 1987)

En el rincón de mi cama,
sentí tus manos tocar mi cuerpo,
un murmullo en mi oído que decía
¡te deseo!
Abrí mis ojos muy despacio
para ver si era el frío del invierno
y sin voltear la mirada
fijé la sombra del deseo.
Parecía que estuvieras cerca
en esta noche de invierno,
y no estuvieras a millas
cerca de otro cuerpo.
Humedeceré mi almohada
sintiendo tus deseos
imaginando ser tuya
aunque sea en mis sueños.

Deysi Karina Santamaría Varona. Ganadora del Concurso Municipal de Literatura del Municipio Lima Blanco, en el certamen “La Gran Explosión Cultural”, Ministerio del Poder Popular para la Cultura, 2012. Egresada de la Mención Castellano y Literatura de la UNELLEZ-San Carlos.


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AUSENCIA DE TI (Luisana González, San Carlos, 1986)

Los caminos recorren el pasado,
las calles el presente,
de mi corazón depende el futuro,
si existiera la necesidad de un lugar
exacto como lo imagino.
Si pudiera alcanzar la estrella
que ilumina mi casa,
si llegase mi voz a la luna,
entonces no estaría aquí
pensando en una ilusión imposible.
Si sólo salieran las estrellas
sin salir el sol jamás,
para que así, siempre fuese testigo
la noche que nace en tu mirada
y muere en el olvido.
No recorriera está ausencia que
ahoga mi llanto y alimenta mi tristeza,
necesitaría un juez
para que dicte sentencia a mi alma,
y sintieras exactamente mi lugar,
en cambio realizaría un juego
sin tener recompensa
una vida nueva
no me faltaría esta ausencia de ti.

Luisana González. Ganadora del Concurso Literario del Municipio San Carlos y del Concurso Literario del Estado Cojedes, del certamen “La Gran Explosión Cultural”, Ministerio del Poder Popular para la Cultura (2012). Egresada de la Mención Castellano y Literatura de la UNELLEZ-San Carlos.


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PROHIBIDO (Rosa Isabel Pérez Rojas, San Carlos, 1992)

Hay una luz en tus ojos
que me hace abrir el corazón,
hay algo divino en tus labios
que me hace estremecer.
¿Quién tiene la culpa?
¿Quién te despojo de mi camino?
¿Quién insertó la espina?
Dime, ¿te has olvidado de mí?
Yo estoy aquí, en la soledad,
extrañando tu piel, tus labios.
En gran distancia estamos,
yo, melancólica sobre el lecho,
tú, tal vez, en la felicidad.
Esta lluvia tan inmensa
me impide salir del túnel;
oscuro, frío, lejos de ti.

Rosa Isabel Pérez Rojas. Ganadora del III Concurso de Libros Artesanales de la UNELLEZ y de la VI Feria Internacional del Libro de Venezuela, FILVEN 2010. Egresada de la Mención Castellano y Literatura de la UNELLEZ-San Carlos.


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ERES (Luis Enrique Frías, San Carlos, Cojedes, 1960)

Eres la dulce calma
que derrotó el viento
la que espera en silencio
el regreso de los días
la del suelto cabello con el corazón de fuego
la de angostos lares que humedecían la vida
la que lleva en la mirada
una radiante luz que ciega la adversidad
la que alimenta la calma
con delirante sonrisa que conmueve
la que desnuda los porqués
si el amor se esconde o gira en secreto con la noche.

Luis Enrique Frías. Antologista y ensayista. Autor premiado en el III Concurso Nacional de Cuentos y Relatos: Misterios y Fantasmas Clásicos de la Llanura "Ramón Villegas Izquiel" (UNELLEZ-VIPI). Coordinador de Promoción Sociocultural y del Instituto de Cultura del Estado Cojedes.


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MADRE  (Miletza RodríguezSan Carlos 1980)

Ráfagas de tristeza sucumbe a los suspiros de tu alma
Infinito corazón de latidos de truenos
Hospitalaria
La luna llena pernocta en su mirada
Cósmica implora a las estrellas brillo perenne
Oídos agudos oye el llanto de la primavera
Naturaleza noble
embarazó una vez para parir siempre
Artesana de aliento
Labriega esperanzas ajenas
Paciente, consuela al iracundo hijo
Madre, hecha cielo, nube blanca, brisa de mayo, agua de las
cuatro estaciones
Siempre tus brazos tendidos, no espera por suplicas
Madre ¿Cómo amas? Dime el secreto
Perdón, no quise ofenderte
Quiero despertar convertida en tus sueños.

Miletza Rodríguez. Actriz y poeta, egresada de la Escuela Regional de Teatro del Estado Cojedes. Coordina el Departamento de Artes Visuales del Instituto de Cultura del Estado Cojedes. 


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Textos de Sasha Nazareth Moncada Díaz (Maracaibo, 1989).

A Mariño

Observo distante la silueta de un par de sombras, suaves sombras entretejidas que no desisten de amarse, no existe rechazo, no existe distancia ni desencuentro al que no puedan sobreponerse, lejana está para ellos la oquedad del abismo, pues su amor es un lazo eterno.

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En aquel día, Jehová castigará con su espada dura grande y Fuerte al Leviatán, serpiente tortuosa, y matará al dragón que está en el mar.
Isaías 27: 1

Temo la noche y sus angustias, el laberinto y la muerte, el filo de la daga sobre el dragón, temo lo que soy y lo que fui, la herida y la burla, mis dudas y mis resquemores, mi vasto silencio, temo a tu nombre –aroN- que me persigue.


***/***
Quedaron fragmentos de sol para sellar las calles donde vagamos, irremediablemente, por el mundo, hacia profundos abismos, donde hemos de marcharnos, siguiendo las sutiles señales de viejos demonios.

***
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia?
- Borges.

El corazón, siempre el corazón y sobre él la nota oscura del desamparo.

Sasha Nazareth Moncada Díaz.  Tallerista literaria, ensayista y poeta ganadora de concursos literarios regionales y nacionales. Egresada de la Mención Castellano y Literatura de la UNELLEZ-San Carlos.


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¡SOLO SOY UN PERSONAJE!  (Rosaurans CoelloSan Carlos, 1983)

Eran las veintidós horas pasados unos dos mil setecientos segundos de la oscuridad que acabó a la llegada del alba, yo estaba dentro de mi mundo, ese al cual escapaba de vez en cuando, observando la hora, me encontraba en un parar o seguir, me sentía de lo mejor, solo que aunque siempre hacía lo mismo nunca me había extralimitado en tiempo; me encontraba a lo largo de mi existencia siempre entre dos corrientes la que me hacía ser y sentirme plena y la de ser pasiva por la tranquilidad de los seres quienes me aman y yo amo. Ahí me encontraba no recuerdo bien si en la Ciudad Marquesa o en la Capital del Piedemonte Andino, en un lugar rodeada de mil historias y tal vez unas más, y yo haciendo otra de mi creación, aun y cuando seguía pensando en marcharme o quedarme opté una vez más por olvidarme de mí y pensar en quien más me importa y me largué a mi hogar. De ti no supe hasta el otro día. Pero, me puse a pensar en todo lo trasmitido en aquel lugar predicativo de muchas opciones persuasibles y en el cual fui el centro de atracción de alguien al cual indiqué su continuar y una canción no directamente musicalizada que le quedó sembrada en su mente que estoy segura que aun en el presente sigue latente dentro de él, porque siempre soy así digo y doy justo lo que necesitan los demás y no en ni para mí. De esa noche no quedó nada, para mí solo una llamada en la cual te repliqué: olvídalo ¡Solo soy un personaje!

Rosaurans Coello Ganadora del Concurso Literario del Municipio El Pao y del estado Cojedes, en el certamen “La Gran Explosión Cultural”, Ministerio del Poder Popular para la Cultura (2012). Egresada de la Mención Castellano y Literatura de la UNELLEZ-San Carlos.


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CAZA DE COCHINOS  (Deyssi  Silva, La Sierra, 1991)

Cuando una persona es fanática a la caza, es notorio; en su casa no falta una escopeta, un buen cuchillo, un machete y una buena cantidad de perros. Yo pasé gran parte de mi vida en una casa así, el esposo de mi madre es un buen cazador.
Hubo una vez en la que llevábamos varias horas en el monte, pero los perros no olfatearon algo. Nos fuimos a la casa con las manos vacías y nos quedamos con las ganas de comer carne fresca ese día.
Al llegar al patio de la casa, nos dimos cuenta que “bravo” el perro favorito, no había regresado; estuvo a punto de regresar a buscarlo, pero yo le dije que no se preocupara y que fuésemos a comer, y así lo hizo.
Unas horas más tarde, escuchamos los ladridos del perro por una ladera. El hombre se quedó escuchando por un rato, vamos a ir a ver qué le pasa a aquel perro, que parece que encuevó a un animal. Agarramos camino de nuevo cuando estaba ya oscureciendo.
Llegamos al lugar y el perro estaba casi ahogado de tanto ladrar. Nos fijamos en los alrededores y nos dimos cuenta que habían muchas huellas de canino de monte cerca de la cueva. Revisamos si no tenía otra salida. Como no tenía, buscamos unas varas largas y las labramos en la punta y comenzamos a tantearla con ellas.
Yo estaba pendiente con el machete y él con la escopeta. Salió el primero, tan rápido que ni siquiera lo vimos, venia el segundo y él, le pudo asentar un tiro en el medio de la frente que lo dejó tirado en el acto.
Así el tercero, el cuarto y el quinto, ya yo no podía halar otro bicho de eso por lo pesado que estaban, allí fue cuando él me dijo; ¡mira chico!, así está bien ya, vamos para la casa, no sigamos matando esos animales por el gusto, dejemos para otro día.
Yo me puse a desenrollar el mecate que tenía el último cochino muerto que lo tenía en el cuello, y como estaba inclinado y con las piernas abiertas, sale una cochina a toda prisa de la cueva y cuando yo la veo, viene es hacia mí, me dio miedo, pero cuando iba pasando por el medio de mis piernas me dio tiempo para cerrarlas, y ahí la tuve, asustado claro; con un grito fuerte y claro me grita Amílcar, ¡soltala muchacho que va a moldé!

Deyssi Elizabeth Silva Fuentes Narradora oral, poeta y contadorta de cachos llaneros. Tallerista del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, 2012. Egresada de la Mención Castellano y Literatura de la UNELLEZ-San Carlos.


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UN PASEO POR EL MERCAO (Robins Sánchez, San Carlos, 1991)

Llega una viejita al mercao, con las paticas sequitas, sequitas como una garza, de tanto camino andao. En su hombro una marusa negrita como el petróleo, polvosa y acabaíta de tantos años de uso.
Paseando por los estantes, veía y veía a cada instante lo enorme que era el recinto, que parecía un laberinto de tantas cosas que habían, sin decidí lo que hacía agarró un desodorante pa´ matá el violín que la acompañaba hace días, también un desinfectante pa´ limpiá su rancho viejo. Caminando y caminando llegó frente al cajero, el cual le peló el muelero y tomó toa la mercancía sacando lo que valía cada cosa que llevaba y la suma resultada fueron cuarenta y siete bolos. La viejita sin pensarlo, pagó con seguridad, con un boliva na más.
Sorprendido, el cajero, pega un grito estrepitoso, ¡Qué vieja tan descará, cómo me vas a pagá con ese piche boliva, no vez que tu cuenta arriba a casi cincuenta bolos!
La viejita le responde, entre pena y recelo y le dice al cajero que si se puede esperá: abre la marusa de onde saca una bolsa, de la bolsa una mochila onde guardaba el monedero envuelto en un pañuelo. La anciana saca el dinero y se lo entrega al cajero, quien molesto le responde: ¡Doña, todavía hace falta dinero!
Pasaron varios minutos y la cola más se alargaba, pues mientras más se tardaban se llenaba toa la sala. La señora despavoría por los gritos de la gente, le pregunta nuevamente al cajero del mercao: ¿Y cuánto es pué?
Lentamente el cajero le responde: ¡Son cuarenta y siete bolos!
¿Tiene o no pa´ pagá, lo lleva o no lo lleva?
La doñita asustaíta brota las paraparas di ojo y otra vez le dice:
¡Ya va mijo, esperece ay, claro que sí tengo!
En ese justo momento revisó la fea marusa y saca una morocota, abriendo el cajero la boca como un mono chimpancé.
Eso es pa´ que vea usté lo que siempre hace la gente, lo ven a uno de repente, solamente por lo físico sin dase cuenta naíta de lo que vale el viviente.

Robins Oswald Sánchez.  Diseñador, locutor y narrador oral. Egresado de la Mención Castellano y Literatura de la UNELLEZ-San Carlos.

Nota: Todos los presentes textos literarios son tomados de Memoralia Nº 9;  revista de Humanidades y Educación de la UNELLEZ (San Carlos, 2012)

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