El gran secreto del alimento de los dioses solamente lo conocía aquella familia.
Imagen en el archivo de Dani Yasmín Castillo
EL
ALIMENTO DE LOS DIOSES
En tiempos de la creación,
Dios dio vida e independencia a una gama de animalillos de una característica general única, la misma
era, la de dar a luz durante la noche y
así eliminar para siempre las tinieblas. La forma de su cuerpo era
especialísima, ya que disponían de un forro protector en forma de cuero muy
fino y de color rosado que al frotarse unos contra otros despedían esa
luminosidad que eliminaba la oscuridad, la misma se asemejaba tanto a la del
sol que nunca se sabía donde comenzaba uno y terminaba otro. Dichos seres no
son ni siquiera familia de los conocidos cocuyos.
Esta virtud tan particular les fue con el
tiempo nefasto, a pesar de no ser fácil de encontrarlos, les tocó un destino
destructor que aún hoy es lamentable y solo queda el recuerdo.
Cuenta la historia que un
día a un Dios pagano le llamaba la atención la virtud de dichos animalillos y
de manera más que accidental, durante
una de sus largas y bulliciosas fiestas, no se sabe, si de día o de
noche, se comió, en uno de sus bostezos, a una gran cantidad de estos seres generadores
de luz en las tinieblas. El alimento que
suministraban estos animalillos incrementaba
dentro del Dios pagano, una particular sensación de felicidad y
bienestar que nunca sintió. Al igual que él, otros Dioses se dieron a la tarea
de perseguir a los seres de la luz, para sentir iguales momentos de felicidad y
bienestar colectivo, de esta manera fueron desapareciendo, quedando sólo con el
nombre eterno de “El Alimento de los Dioses”.
Debido a ello, los Dioses
paganos también desaparecieron, al faltarles el alimento de su existencia, jamás
quisieron probar algo similar o distinto a los seres de la luz.
De esta forma el invento
empleado por el Supremo Creador, para liberar al hombre de la noche o penumbra
quedó eliminado y así tuvo que conformarse con tener la oscuridad al lado de la
luz.
LA OCTAVA NOTA MUSICAL
En mi afán de explorador de la escritura
antigua, llegó a mis manos de la manera más sencilla un diario rico en
metáforas que data del siglo XVIII y que fue escrito por un extraordinario
compositor húngaro. El diario está escrito con desgarradora frialdad y en él
encierra no sé si la visión de un iluminado o la creación de una aventura
fantástica. Mi amigo Rafael Cruces es
testigo fiel y auténtico de esta historia que encontramos por casualidad en una
librería de Gdask el pasado año y no es hasta hoy que me permito darlo a
conocer, sería la ignorancia que a veces me oprime o el que nadie logre
creerme.
No podría decir en dos palabras en el día de ayer. La tarde se mostraba fría y excitante, los árboles que bañaban mi cuarto, hacían un llamado, pensaba y cavilaba en cosas diferentes a las expuestas y rebuscaba extraer la inspiración. Las tarde se convertía en noche, y no sé, por qué inconveniente las hojas del árbol me hablaron, su significado exacto lo ignoro, lleno de mayor de las interrogantes me avancé hasta la ventana de vidrio, sus formas geométricas jugaban con la tenue luz de la luna que envuelta en un amarillo manto y rodeada de una gran nube, sonreía a mi presencia. Me creía un pez en un árbol en esa noche taciturna y triste?...
Ya en la venta observé el patio en toda su magnitud, la extraña sensación que me invadía se fue transformando en algo místico, hasta convertirse en una extraordinaria sinfonía. El patio se llenaba de una tenue neblina y había anochecido más pronto que otras ocasiones, el reflejo de la luna en la pequeña fuente adyacente al árbol, se deshacía con la llegada de la neblina. El sonido de esa gran sinfonía, que creo, solo mis oídos lograban capturar en toda su magnitud, hacíanme un llamado más que embrujador y su mágica presencia me excitaba.
La casa estaba completamente sola, y podía palpar cada una de las cosas que más me llamaban la atención desde que habitaba esa mansión. El reloj de la pared marcaba las seis y treinta de la tarde y sus números romanos parecían jugar con las agujas a su paso, el gran péndulo emanaba en momentos, la luz que reflejaban las velas del candelabro que sobre la mesa del comedor adornaban más ese sitio tan agradable de la misma. El gran sillón de verde color me parecía más repugnante que otros días y sus dos compañeros de color escarlata expulsaban con mayor fuerza su indeseable tinte. Toda la casa me parecía distinta a medida que bajaba las escaleras me sentía en una dimensión desconocida y las paredes surtían un vaivén que electrizaba mis vellos; es como si se me impidieran bajar al encuentro de la sinfonía embrujadora.
Ya postrado en la entrada de la casa trataba de tomar el picaporte, y éste se desvanecía ante mis ojos, pensé que soñaba, pero imposible captar tantas cosas en un sueño y sólo le acredité este pequeño desconcierto al miedo de enfrentarme a esta sinfonía. Solucionado el problema con solo cerrar y abrir los ojos me encontraba fuera de la casa y en contacto directo con la majestuosa melodía. En el momento de pisar la grama del patio, una lluvia de violines hizo su aparición y los sonidos más graves que jamás mis oídos habían percibido traspasaban mis entrañas, cada nota emitida de la partidura extrasensorial me parecía extraña. Las grandes composiciones universales habían sido mi afición y trabajo durante toda mi vida y esa pieza la conocía. Pensé atribuirla a Hayden por la versatilidad de las cuerdas, pero cambié de opinión al percibir un majestuoso solo de oboe. Traspasé compositores y melodías, desde Hendel hasta List, sin omitir a Mozart o Beethoven, como el virtuosismo de Mendelson, pero ninguna de ellas podía ser, ni siquiera encajaba en esta belleza sinfónica.
Fui caminando mi humanidad hasta los más internos parajes del gran patio hasta llegar a la fuente de ángeles. Mayor fue mi sorpresa al sentirlo bailar al son de la música, pero la niebla impedía ver la ejecución del baile con mayor esplendor que el apreciado. Pensé en una polka, mas no era cierto y me conformé con sentarme en una roca de mármol cercana a la fuente y embrujarme con tan singulares allegros. En el embrujo de la noche busqué por un momento a la luna, mas ésta se había fugado a otros sitios y de paso se perdía de tan significativo momento, sólo yo presenciaba esta grandeza del más allá. Dormido por las virtuosísimas notas del cello, me estrujé los ojos para observar mejor a los ángeles bailar y uno de ellos me dijo: Acercaos joven lacayo, sentaos a contemplar las maravillosas notas que os brindamos. Sólo esta vez podéis escuchar magnificas impresiones musicales y recordé con esas palabras las experiencias sufrida por un amigo, Nesthor Taching, quien me confió en una oportunidad haber escuchado una melodía parecida y en la misma situación unos treinta años atrás y casi le cuesta la vida por lo misterioso e impredecible de esa ocasión. Me resistía a creer en algo similar, pero los hechos se estaban repitiendo nuevamente en lugares distintos.
Cegado por los altisonantes movimientos tan agresivos, en ese momento me ofusqué al mirar más fijamente la fuente y pude traspasar mi sensibilidad a otras tierras, unas llenas de jazmines con unos olores indescifrables, pero que dejaban su marca muy hondo de mí. De pronto lo inevitable se hizo presente, lo que no quería se repetía como una novela, una serpiente se presentó arrastrando su baboso cuerpo por la hierba y las hojas secas acompañaba a una Venus hermosa, parecida a una doncella, la misma portaba en su diestra un reluciente puñal, blandeando la muerte. La cosa no pasaría de un simple adorno, si no impulsara su paso fuerte contra mí, encontrándome en tan grave situación busqué la forma de huir sin escuchar la conclusión de la obra; me topé con la puerta de la casa pero como la anterior ocasión el picaporte desapareció de mi alcance, siendo en esta oportunidad imposible su aparición. Es como si mi atrevimiento molestara a los dioses creadores de esta sinfonía hermosa. Acorralado por la Venus y la babosa serpiente no me quedaba más remedio que resignar mi vida, esos momentos me parecieron interminables y los dediqué a recordar las malas acciones que pude haber cometido, pero por más que pensaba no encontraba alguna. Creo que el haber hecho de la música mi vida y ser, no representaba ningún crimen ante los hombres creadores, entonces ¿Por qué morir de esta forma?... La Venus y la babosa serpiente se acercaban y yo balbuceaba un perdón que no lograba expulsar, las manos me temblaban y a ratos cuando la Venus y la babosa serpiente se colocaron en mi rededor, sonaba la última nota de la sinfonía cuando el puñal de la Venus desgarraba mi pecho, emanando de mis venas y arterias la sangre hirviente de un hombre que jamás pudo concluir su última obra.
Este es el relato. Al terminar su lectura pude comprender la trascendencia del mismo, de lo cruel del mismo, no me quedaron fuerzas para conservar el manuscrito, temiendo la herejía se repitiera con mi persona, lo dejé extraviado en la Biblioteca Nacional de Teherán para así despejarme de todo maleficio, mi vida aún es larga para correr riesgos.
No podría decir en dos palabras en el día de ayer. La tarde se mostraba fría y excitante, los árboles que bañaban mi cuarto, hacían un llamado, pensaba y cavilaba en cosas diferentes a las expuestas y rebuscaba extraer la inspiración. Las tarde se convertía en noche, y no sé, por qué inconveniente las hojas del árbol me hablaron, su significado exacto lo ignoro, lleno de mayor de las interrogantes me avancé hasta la ventana de vidrio, sus formas geométricas jugaban con la tenue luz de la luna que envuelta en un amarillo manto y rodeada de una gran nube, sonreía a mi presencia. Me creía un pez en un árbol en esa noche taciturna y triste?...
Ya en la venta observé el patio en toda su magnitud, la extraña sensación que me invadía se fue transformando en algo místico, hasta convertirse en una extraordinaria sinfonía. El patio se llenaba de una tenue neblina y había anochecido más pronto que otras ocasiones, el reflejo de la luna en la pequeña fuente adyacente al árbol, se deshacía con la llegada de la neblina. El sonido de esa gran sinfonía, que creo, solo mis oídos lograban capturar en toda su magnitud, hacíanme un llamado más que embrujador y su mágica presencia me excitaba.
La casa estaba completamente sola, y podía palpar cada una de las cosas que más me llamaban la atención desde que habitaba esa mansión. El reloj de la pared marcaba las seis y treinta de la tarde y sus números romanos parecían jugar con las agujas a su paso, el gran péndulo emanaba en momentos, la luz que reflejaban las velas del candelabro que sobre la mesa del comedor adornaban más ese sitio tan agradable de la misma. El gran sillón de verde color me parecía más repugnante que otros días y sus dos compañeros de color escarlata expulsaban con mayor fuerza su indeseable tinte. Toda la casa me parecía distinta a medida que bajaba las escaleras me sentía en una dimensión desconocida y las paredes surtían un vaivén que electrizaba mis vellos; es como si se me impidieran bajar al encuentro de la sinfonía embrujadora.
Ya postrado en la entrada de la casa trataba de tomar el picaporte, y éste se desvanecía ante mis ojos, pensé que soñaba, pero imposible captar tantas cosas en un sueño y sólo le acredité este pequeño desconcierto al miedo de enfrentarme a esta sinfonía. Solucionado el problema con solo cerrar y abrir los ojos me encontraba fuera de la casa y en contacto directo con la majestuosa melodía. En el momento de pisar la grama del patio, una lluvia de violines hizo su aparición y los sonidos más graves que jamás mis oídos habían percibido traspasaban mis entrañas, cada nota emitida de la partidura extrasensorial me parecía extraña. Las grandes composiciones universales habían sido mi afición y trabajo durante toda mi vida y esa pieza la conocía. Pensé atribuirla a Hayden por la versatilidad de las cuerdas, pero cambié de opinión al percibir un majestuoso solo de oboe. Traspasé compositores y melodías, desde Hendel hasta List, sin omitir a Mozart o Beethoven, como el virtuosismo de Mendelson, pero ninguna de ellas podía ser, ni siquiera encajaba en esta belleza sinfónica.
Fui caminando mi humanidad hasta los más internos parajes del gran patio hasta llegar a la fuente de ángeles. Mayor fue mi sorpresa al sentirlo bailar al son de la música, pero la niebla impedía ver la ejecución del baile con mayor esplendor que el apreciado. Pensé en una polka, mas no era cierto y me conformé con sentarme en una roca de mármol cercana a la fuente y embrujarme con tan singulares allegros. En el embrujo de la noche busqué por un momento a la luna, mas ésta se había fugado a otros sitios y de paso se perdía de tan significativo momento, sólo yo presenciaba esta grandeza del más allá. Dormido por las virtuosísimas notas del cello, me estrujé los ojos para observar mejor a los ángeles bailar y uno de ellos me dijo: Acercaos joven lacayo, sentaos a contemplar las maravillosas notas que os brindamos. Sólo esta vez podéis escuchar magnificas impresiones musicales y recordé con esas palabras las experiencias sufrida por un amigo, Nesthor Taching, quien me confió en una oportunidad haber escuchado una melodía parecida y en la misma situación unos treinta años atrás y casi le cuesta la vida por lo misterioso e impredecible de esa ocasión. Me resistía a creer en algo similar, pero los hechos se estaban repitiendo nuevamente en lugares distintos.
Cegado por los altisonantes movimientos tan agresivos, en ese momento me ofusqué al mirar más fijamente la fuente y pude traspasar mi sensibilidad a otras tierras, unas llenas de jazmines con unos olores indescifrables, pero que dejaban su marca muy hondo de mí. De pronto lo inevitable se hizo presente, lo que no quería se repetía como una novela, una serpiente se presentó arrastrando su baboso cuerpo por la hierba y las hojas secas acompañaba a una Venus hermosa, parecida a una doncella, la misma portaba en su diestra un reluciente puñal, blandeando la muerte. La cosa no pasaría de un simple adorno, si no impulsara su paso fuerte contra mí, encontrándome en tan grave situación busqué la forma de huir sin escuchar la conclusión de la obra; me topé con la puerta de la casa pero como la anterior ocasión el picaporte desapareció de mi alcance, siendo en esta oportunidad imposible su aparición. Es como si mi atrevimiento molestara a los dioses creadores de esta sinfonía hermosa. Acorralado por la Venus y la babosa serpiente no me quedaba más remedio que resignar mi vida, esos momentos me parecieron interminables y los dediqué a recordar las malas acciones que pude haber cometido, pero por más que pensaba no encontraba alguna. Creo que el haber hecho de la música mi vida y ser, no representaba ningún crimen ante los hombres creadores, entonces ¿Por qué morir de esta forma?... La Venus y la babosa serpiente se acercaban y yo balbuceaba un perdón que no lograba expulsar, las manos me temblaban y a ratos cuando la Venus y la babosa serpiente se colocaron en mi rededor, sonaba la última nota de la sinfonía cuando el puñal de la Venus desgarraba mi pecho, emanando de mis venas y arterias la sangre hirviente de un hombre que jamás pudo concluir su última obra.
Este es el relato. Al terminar su lectura pude comprender la trascendencia del mismo, de lo cruel del mismo, no me quedaron fuerzas para conservar el manuscrito, temiendo la herejía se repitiera con mi persona, lo dejé extraviado en la Biblioteca Nacional de Teherán para así despejarme de todo maleficio, mi vida aún es larga para correr riesgos.
BAJUR
Reencontrando mis viejos libros, esos que adquirí en mi último viaje ala India , di con un pequeño
Prometeo de historias de vidas fantásticas. El señor del detal me aseguró que
entregaba en mis manos, una verdadera joya de los cuentos del Rey Jassink,
quien nunca gobernó su país, motivado a los constantes combates y luchas que lo
arrojaron a un exilio perenne, dedicándose a la fecunda e ilustrísima tarea de
escritor. Entre los cuentos que recoge esta joya única en el mundo destaca el
que les voy a relatar, me disculpan si omito algunos pasajes del mismo, todo
esto se debe a la condición en que se encuentra, todo se debe a que fue
manuscrito y a las constantes vueltas que daría por el mundo.
Cuenta la historia que en el siglo XIV existió una dependencia del correo Indú que funcionaba en un pueblo desaparecido llamado “Ziur”. En esta dependencia del correo un señor llamado Bajur es el protagonista principal de la historia.
Reencontrando mis viejos libros, esos que adquirí en mi último viaje a
Cuenta la historia que en el siglo XIV existió una dependencia del correo Indú que funcionaba en un pueblo desaparecido llamado “Ziur”. En esta dependencia del correo un señor llamado Bajur es el protagonista principal de la historia.
Bajur inconsciente de lo sucedido en el
exterior, deja pasar las horas en el constante pensamiento de su antiguo
trabajo. No recuerda cuando lo abandonó, así como sólo recordaba que fue por
causa de su salud. El endemoniado trabajo de despachador del correo de Ziur la
agotaba constantemente y fue mermando sus condiciones físicas, pasando a ser un
viejo prematuro. Cuentan los pobladores que a los cuarenta años de edad parecía
veinte mayor. Se fue arrugando paulatinamente hasta volverse un amasijo incontable.
Solamente la niña Gabish, quien se encargaba de darle alimentación más por
misericordia que por obligación, tenía contacto con Bajar en sus últimos años de vida.
Las horas finales de su trabajo transcurrieron en las más modestas de las acciones, estaba por entrar la navidad, el viento frío se sentía llegar, se translucía una gran temporada de a no que por su jefe inmediato que desistió de sus servicios, se confundía a cada momento, intercalando la correspondencia y su vista se hizo cada vez más escasa. Todo ese cambio tan repentino le hizo revertir sus ideas sobre la vida y sus maravillas, llegando a pensar que la muerte es el único don que da Dios a sus hijos perder las esperanzas sobre los hombres.
Una dulce ancianita llamada Constand le hizo ver otras cosas, la conoció en la plaza del pueblo, un día que decidió dar rienda suelta a su vida. Desde ese momento comenzó a surtir efecto de la vena poética oculta de Bajur. No había día que su inspiración no expulsara versos de increíble profundidad, y comenzó a considerar que la vida tiene otras facetas que desconocemos. Bajur se veía en todas partes, dejó su refugió para encontrarse nuevamente con la naturaleza, su semblante fue adquiriendo otro matiz, el de escritor.
La niña Gabish como todos los días se dispuso a llevar la comida del noble anciano, estuvo durante largos minutos tocando la puerta de su chalet sin encontrar respuestas. El viejo no estaba como todos los días a la espera de su comida. ¿Dónde estará Bajur? Se preguntó asombrada la niña – A lo mejor en el parque inspirándose con la viejecita Constand.
Es de saber que aunque Bajur se inspiraba en tan dulce señora, jamás le había dirigido la palabra, el miedo lo consumía por dentro y prefería mantener todo en secreto. Sólo su interior lo complacía en sus amores.
Pasaron los días sin saberse de él, nadie conocía su paradero. Su desaparición quedo como una leyenda, luego de revisar su chalet sólo encontraron algunos papeles viejos arrugados sobre el escritorio, tejiéndose una aventura pueblerina con su desaparición y todo el que tenía la dicha, como yo de viajar a Ziur, cualquier persona tenía una manera muy particular de contar la historia de Bajur, el viejo-joven que se enamoró y que jamás apareció.
Como se dijo que era un poeta consumado, por los amores secretos que mantuvo por Constand, aunque no se encontró sino un poema suelto que se dijo que era de su autoría, las personas los creaban diciendo que le pertenecían.
Las horas finales de su trabajo transcurrieron en las más modestas de las acciones, estaba por entrar la navidad, el viento frío se sentía llegar, se translucía una gran temporada de a no que por su jefe inmediato que desistió de sus servicios, se confundía a cada momento, intercalando la correspondencia y su vista se hizo cada vez más escasa. Todo ese cambio tan repentino le hizo revertir sus ideas sobre la vida y sus maravillas, llegando a pensar que la muerte es el único don que da Dios a sus hijos perder las esperanzas sobre los hombres.
Una dulce ancianita llamada Constand le hizo ver otras cosas, la conoció en la plaza del pueblo, un día que decidió dar rienda suelta a su vida. Desde ese momento comenzó a surtir efecto de la vena poética oculta de Bajur. No había día que su inspiración no expulsara versos de increíble profundidad, y comenzó a considerar que la vida tiene otras facetas que desconocemos. Bajur se veía en todas partes, dejó su refugió para encontrarse nuevamente con la naturaleza, su semblante fue adquiriendo otro matiz, el de escritor.
La niña Gabish como todos los días se dispuso a llevar la comida del noble anciano, estuvo durante largos minutos tocando la puerta de su chalet sin encontrar respuestas. El viejo no estaba como todos los días a la espera de su comida. ¿Dónde estará Bajur? Se preguntó asombrada la niña – A lo mejor en el parque inspirándose con la viejecita Constand.
Es de saber que aunque Bajur se inspiraba en tan dulce señora, jamás le había dirigido la palabra, el miedo lo consumía por dentro y prefería mantener todo en secreto. Sólo su interior lo complacía en sus amores.
Pasaron los días sin saberse de él, nadie conocía su paradero. Su desaparición quedo como una leyenda, luego de revisar su chalet sólo encontraron algunos papeles viejos arrugados sobre el escritorio, tejiéndose una aventura pueblerina con su desaparición y todo el que tenía la dicha, como yo de viajar a Ziur, cualquier persona tenía una manera muy particular de contar la historia de Bajur, el viejo-joven que se enamoró y que jamás apareció.
Como se dijo que era un poeta consumado, por los amores secretos que mantuvo por Constand, aunque no se encontró sino un poema suelto que se dijo que era de su autoría, las personas los creaban diciendo que le pertenecían.
Voy en busca de la muerte
más a mi edad
un nuevo amor es:
la muerte misma,
para iniciar una nueva vida
Solo este poema quedó inscrito en la puerta de su chalet para testimoniar su vida única y enigmática que pasó a ser museo nacional, debido a la leyenda tejida a su alrededor…
No puedo hablarles más de la vida de Bajur, hasta aquí llega el texto, como dije al principio, en algunas partes faltan escritos, pero quise ser lo más fiel posible con esta historia increíble de este señor que vivió en el pueblo de Ziur, de quien sólo quedan algunas ruinas dispersas al noroeste de Bangladesh a unos quinientos kilómetros internándose en el desierto. Esta historia es real y si no llegan a creerla pueden preguntar en la Oficina de Correos de Ziur que el pasado año fue reconstruida.
Nota: Francisco Javier Frías Vilera, nació en San Carlos, Cojedes, el 25 de abril de 1959. Es un autor premiado y con obra publicada en narrativa y poesía en ámbitos regionales y nacionales. Comenzó a publicar en 1979, cuando participó como fundador del grupo literario Nuevo Tramo. Editor de textos literarios. Estas piezas narrativas son tomadas de su obra: Crisanto (relatos), publicada por el Fondo Editorial de las Letras Cojedeñas, en San Carlos, 1989.
3 comentarios:
Preciosísimos testimonios documentales que agradezco enormemente tener ocasión de conocer!! me siento privilegiada, muchas gracias Isaías, un gran trabajo impagable.
Disfruto mucho leyendo tus entradas, tienen sabor y olor a cosas importantes, gracias Isaías.
Muchas gracias por tan buena lectura amigo, sos muy generoso al compartirla. Abrazo =)
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