A la hora de contar cuentos mejor es no fiarse de una llanera
(archivo de "Háblame de puro Llano, compa")
El feroz apetito del caimán llanero es tan temible como su apariencia
Esta obra se considera, dentro de los estudios de los géneros literarios venezolanos, como un "caso" o "cacho"; pieza narrativa, propia de la cultura del hato, completa y corta, de gran signo fantástico, muy dada a describir el sentido material y espiritual de la vida llanera y campesina.
BARTOLITO Y LOS CAIMANES
MÁS GRANDES DEL MUNDO
Bartolito colgó su chinchorro de las puntas salientes de una gran canoa abandonada en la playa del río. Cómodo ya, de sus otros únicos bienes agarró su tapara de aguardiente y su cuatro y le ofreció a San Rafael pararse al amanecer a pescar como nunca antes en su vida. Refrescándose con un buen trago y unas viejas coplas altaneras cayó en el profundo sueño del fatigado por el trajín del caluroso día.
Al despertar, se vio sumido en una oscuridad que creyó ser la de la media noche, pero sin que brillara la luna ni ninguna estrella amiga. Completamente extraviado buscaba la clave del tenebroso misterio, caminando hacia delante con cautelosos pasos, mientras tanteaba con las manos temeroso a cada instante de tropezar con algo malo; cuando con gran sorpresa, su atención fue atraída por la naturaleza pegajosa del suelo, y por lo viscoso y tibio del alrededor, como si se tratase de unas paredes vivientes, que por todos lados encontraban sus dedos extendidos.
El descubrimiento de todas estas cosas estaba acompañado por la desagradable convicción de haberse engañado al tomar la boca abierta de un dormido caimán por un bongo viejo; repuesto de su sorpresa como buen llanero se aprestó a sacar provecho de la adversidad. Invocando nuevamente su repleta tapara y su cuatro, pensaba en cómo escapar de aquel inmenso animal, al que todos llamaban “el caimán más grande del mundo”.
Al tomarse un reconfortante trago recobró su espíritu festivo y al entonar el viejo canto del Bonguero Perdido sintió que de lejos una voz le hacía replica a su cantar. Aún a sabiendas de que debía tratarse del eco que retumbaba en la enorme barriga de aquella monstruosa criatura se dispuso a caminar por donde lo guiara su propia canción. Mientras caminaba se dio cuenta que sus ojos se habían adaptado a la oscuridad, miró, pues hacia los lados y divisó racimos de cambur, y cajas de catalinas y quesos que seguramente el caimán devoró de alguna de las canoas de mercadería que solían perderse con todos sus tripulantes en la inmensidad del Llano. También en un extraño apilamiento se divisaban las osamentas desgastadas y blanquecinas de quienes jamás volverían a surcar por aquellas llanuras de Dios.
Así se la pasó no se supo cuántos días, pero caminaba a sus anchas, comía, bebía y sacaba a su guitarra los amados tonos del Llano, casi como acostumbrado a respirar entre las pegajosas paredes del vientre del caimán. Por fin, y en tanto degustaba tristemente la última gota de su fiel tapara, se iluminaron de repente los muros de su calabozo viviente con un débil rayo de luz en la distancia. A la carrera y como pudo todo sus pertenencias y confirmó que su animal y carcelero había dejado las aguas para dormir su siesta en la arena, y así fue como recordó Bartolito qué son los hábitos de esa fieras. Al mirar abiertas de par en par las fauces del caimán descolgó el chinchorro de los colmillos que él había fatalmente tomado por las costillas salientes de una abandonada canoa.
La bestia al sentir que Bartolito pisoteaba en veloz marcha su lengua sintió el instinto animal de engullir su presa, pero como por cosas de San Rafael, misteriosamente, no lo hizo. Al fin y al cabo él era “el caimán más grande del mundo” y Bartolito no representaba ninguna diferencia en medio de tantos hombres, animales y embarcaciones que con fiereza deboraba a su antojo. Sin inmutarse dejó salir a esa pequeña presa.
Cuando ya el sol terciaba el mediodía, el caimán sintió que todo su inmenso cuerpo caía arrojado de la playa del río por un gigantesco chorro de agua. Desacostumbrado a ser sacudido por fuerza alguna, el enorme animal se recobró muy lentamente, cuando atento buscaba la causa de aquel insulto a su majestad se quedó paralizado desde la punta de la cola hasta la cabeza ante un poder infinitamente descomunal; a primera vista semejaba ser una inmensa isla navegando a toda prisa, luego pudo apreciar mejor a su agresor, se trataba de Bartolito, que esta vez con alegría pasaba por el medio de las aguas cantado desprevenido sobre la frente del “caimán más grande del río”.
Nota 01: Este relato (originalmente en inglés y luego en francés) aparece insertado en el texto; “Wild Scenes in Sout América or Life in the Llanos of Venezuela”, obra de Ramón Páez publicada en la imprenta de Charles Scribner (New York City), reeditada en español como "Escenas rústicas en Sur América o la vida en los Llanos de Venezuela". La versión libre, que ofrecemos es una traducción del francés efectuada por Caupolicán Ovalles y entregada por este poeta a Isaías Medina López el 23 de abril de 1987, en la antigua casa del poeta Alberto Arvelo Torrealba, en la ciudad de Barinas. Ramón Villegas Izquiel y José Daniel Suárez, preguntaron si tal pieza era el primer cuento de fantasmas llaneros publicado en otros idiomas, a lo que el erudito maestro José León Tapia respondió, tajantemente: “Eso es cierto”.
Ramón Páez: Nació en Achaguas, estado Apure, en 1810 y falleció en Calabozo, estado Guárico, en 1894. Diplomático y primer experto nacional en botánica y fauna llanera reconocido en Europa y en todo nuestro continente.
Caupolicán Ovalles: Nace en Guarenas, estado Miranda en 1936 y muere en Caracas en 2001. Abogado, poeta, novelista, periodista, bibliófilo y co-fundador de los grupos literarios “El techo de la ballena” y “Tabla redonda”. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1972.
Nota 02: Esta versión fue publicada en: "El Llano en voces: Antología de la narrativa fantasmal cojedeña y de otras soledades", editado por la UNELLEZ (San Carlos, 2007), bajo la compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno.
Nota 02: Esta versión fue publicada en: "El Llano en voces: Antología de la narrativa fantasmal cojedeña y de otras soledades", editado por la UNELLEZ (San Carlos, 2007), bajo la compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno.
1 comentario:
Impresionantes esta historia de como un hombre puede sobrevivir dentro de un caiman tan gigantesco, todo esto sigue siendo un mito.DIOS ES EL UNICO que sabe como es la realidad de las cosas, y me enfoco en esto porque seimpre he vivido la realidad y no cuentos de camino. Al final es una historia verdadera o falsa.
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