Pasamos varios días en EL PORTUGUESA,
dando tiempo a que nuestros caballos se repusieran de las fatigas de las rudas
marchas precedentes, contando además con sumarnos otra manada que se había
dejado todo el verano en las siempre verdes sabanas del río, y que se
encontraba en perfectas condiciones. Entre tanto nos ocupábamos en cazar,
pescar, y bailar, bastando las gentes de aquellas cercanías para nuestras
diversiones. Todas las mañanas montábamos a caballo para ir a coger un novillo
para las comida, y el resto del día era empleado en recorrer los bosques y las
sabanas vecinas en nuestros caballos, que parecían adivinar la vida que les
aguardaba más allá del PORTUGUESA, siendo necesaria toda la inteligencia y
sagacidad de los llaneros para descubrir sus escondrijos y llevarlos de nuevo a
los corrales.
Baile del joropo. Archivo de la Fundación Amigos de Venezuela Arpa de Oro
Dedicábamos las noches al baile y al canto, a la luz de media
docena de candiles o lámparas de tierra quemada, llenas con manteca de caimán.
Como las casas quedaban muy diseminadas a lo largo de las orillas del río,
enviábamos numerosos mensajeros con el propósito de invitar a los compañeros
para el fandango, que es como se llaman estas fiestas nocturnas, los que venían
en canoas o a través de los lodazales según la ocasión.
Y
ahora, refinado y cortés lector, figuráos vos mismo un bizarro conjunto sin
distinción alguna de color, edad o posición, bajo un caney abierto o barracón
escasamente alumbrado, y tendréis una idea de nuestras soirées
dansantes, cuya alegría y gentileza
bien hubieran podido ser envidiadas por las más elegantes reuniones. La
orquesta se componía de una guitarra casi tan grande como la mano que la
rasgueaba; un arpa de enormes proporciones; y de un par de ruidosas maracas,
formadas por la corteza del fruto de la calabaza, y llenas con las semillas de
una Maranta o plomo indio. Ninguna música se considera completa sin su
acompañamiento, que, por lo que pude juzgar, ocupa el lugar de las castañetas o
de los menos románticos buesos de los negros trovadores. Se les adapta a
un mango de madera para que el artista las pueda sacudir con facilidad,
acompañándose con gestos y contorsiones expresadores de sus diversas emociones. Un correspondiente coro de cantadores, sacados de nuestra comitiva, se añadió a
los músicos.
Todos los llaneros aman apasionadamente la música, y despliegan en
ella un gran talento, y componen muchas lindas canciones de carácter nacional,
que llaman tonos o trovas llaneras. Son pocos los que no están
dotados del poder de la versificación, y hay entre ellos muchos improvisadores
famosos. Siempre que dos de estos se encuentran, se traban en competencia por
la corona de laurel. Durante horas enteras se prolonga la amistosa lucha, y
solamente se termina cuando uno de los bardos es gentilmente silenciado por el
otro. El vencedor entonces es declarado león de la fiesta, y
recibe por ello, no sólo las felicitaciones de sus admiradores, sino también
las sonrisas y mirada de los ojos más centelleantes de la reunión.
Causa
asombro, verdaderamente, mirar cómo los hombres que no conocen ni una letra del
alfabeto, componen e improvisan poesías, que aunque de rudo carácter, siempre
están llenas de interés y de intención. Muchos de sus cantos y baladas narran
las hazañas y actos de valor de sus propios héroes, mientras otras cuentan sus
aventuras amorosas.
La bandola no tiene ningún parecido con la que usan
comúnmente los negros de los Estados Unidos. De hecho es una guitarra de
grandes dimensiones en algo parecida al antiguo laúd. La guitarra de los
Llanos, es la inversa de su parienta la bandola, por ser extremadamente
pequeña, y con sólo cinco cuerdas, por lo que la llaman Cinco. A pesar
de eso, es un instrumento muy ruidoso, y está dispuesto su cordaje para sonar
simultáneamente al correr de los dedos de la mano derecha, movidos
continuamente de arriba abajo, mientras los de la izquierda las comprimen en el
momento requerido. Los
bailadores no se enlazan, como es costumbre entre gente más culta, sino que
bailan solos dándose ocasionalmente las manos durante breves momentos, para
separarse y dar vueltas alrededor de sí mismos. Una mujer recorre primero la
sala con doble y rápido paso en busca de
pareja, y al encontrar el que desea, agita sobre él su pañuelo con mucha
gracia, invitándolo a aceptar, y da comienzo en el acto a sus evoluciones hasta
que la mujer se retira. El hombre entonces, inclina el cuerpo cortésmente e
invita a otra mujer, y así hasta el final de la próxima danza: es lo que se
llama el galerón. En él sólo los más hábiles toman parte, porque requiere una gran flexibilidad en las
articulaciones de los miembros para ejecutar perfectamente todas las
complicadas y graciosas actitudes de los cuerpos, que constituyen el encanto
principal del baile.
Tienen
gran variedad de otras danzas, como La Maricela, El Raspón, La Zapa, etc., casi
todas del mismo carácter, y diferenciándose principalmente en el contrapunteo
de las estrofas cantadas con acompañamiento de música. La Maricela, es,
entre todas, la danza más excitante, a causa de las palabras satíricas que el
trovador de la velada dirige a cada pareja que pasa, La facilidad con que
improvisa los versos es muy divertida, y
sería capaz de aturdir al mejor improvisatori napolitano. Algunos
enderezan sus satíricos tiros contra la apariencia, etc., de los bailadores, y
nadie deja de entender la parte crítica.
GOLPE DE ASAMBLEA En los bailes populares de los Llanos se denominan “Golpes de Asamblea” aquellas piezas bailables en las que pueden tomar las maracas y cantar cuantos lo tengan a bien. Generalmente alternan tres o cuatro cantadores, y la emulación que se establece entre ellos, degenera en desafíos y riña. Para evitar esto intervienen con algunas coplas los encargados de velar por el orden de la reunión. Si la querella no es grave sino puntillos de amor propio, la cosa no pasa a mayores y se humedece con algunas copas. Los temas son humorísticos, amorosos históricos, referencias de lances personales, piropos a las parejas, etc. Las tonadas más usuales: “golpes”, “jazmines”, guacharacas, “mariselas”.
Golpe de
Asamblea
-Escuche, vale Galindo,
escuche y le cantaré,
ya pinta canas el indio
desde que la cosa fue.
Escuche, vale Galindo
lo que le cuento lo sé
no porque me lo contaran
que a conversa no doy fe.
Lo cuento porque me vide
en lo recio del plomero;
fui lombriz en bachaquero;
y cuando atención le pide
quien lo quiere complacer
estimo de su deber
si a toda soga lo mide
refrescarle la garganta
porque el asunto que canta
para referido entero,
cada cosa en su lugar
hace punto refrescar
la cañada del guarguero.
-Escuche, vale, la primera,
escuche, vale, el bordón:
mire que se pierde el son
y su cuento no aparece;
vamos a ver si merece
que se le preste atención.
-Ágora mesmo diré
para que lo sepan todos
lo que le pasó a los godos
camino de Santa Inés.
-Diga, pues, vale que fue.
Yo estaba en ese lugar
y también puedo contar
ese susto que pasé.
Yo la fui con los centrales
más no la fui por mi gusto
y yo vale pasé el susto
junto con los federales.
-En Valencia la recluta
fue too bicho de uña,
y topó este negro Acuña
con la comisión mas bruta.
Me metieron a la fila
y entre empujones y plan
camino del llano van
los reclutas a la jilas.
-No vengan a llorar sus cuitas
en medio de esta reunión
¡vivan la Federación
y las animas benditas!.
-Las ánimas me prestaron
su bendito escapulario
y la Virgen del Rosario
que fue toda mi esperanza
en aquel atolladero me libró
de que una lanza
de algún diablo federal
me fuera hacer un ojal
en este lustroso cuero.
-Farías más
amarillo
que un ojo
con itericia
no es un
gueso la melicia
que le gusta
a mi colmillo.
-Negro no se amarillea,
negro se
pone tierroso:
negro ojo
blanco es miedoso
para eso de
una pelea.
-Depende de
cómo sea
yo soy un
negro faculto
y al que me
largue un insulto
lo acuesto
en una batea.
-No se lo
dije por mal
pero si por
mal lo toma,
que este
indio cobija coma
no parece
natural.
-Yo soy
viejo federal,
algo en el
pecho me queda
y no hay en
esta vereda
quien se me
venga al bozal.
-Y no digo
que soy guapo
mas si este
negro se enoja
yo no veo
quien lo recoja
si le hace
espuma el guarapo.
-Dejen el
pleito señores,
déjenlo para
después;
no sigan
entre estas flores
el pleito de
Santa Inés.
-Contaré en
otra ocasión
lo que les
diba contar.
-Bueno,
dejemos pasar
la
cualesquiera impresión.
Tal vez una
ofuscación
un
charrabasquirrón
de esos propios de
las mocedades,
palabras no
quiebran guesos
pero
quiebran voluntades.
-Vamos a
parar el golpe
y cambiar el
argumento,
señores, los
baildores
a descansar
un momento.
-Vamos a
parar el golpe,
busquen,
señores, asiento,
obsequien a
su pareja
para que
tomen aliento,
que las
ganas de beber
es la
cosquilla que siento.
Nota: Esta transcripción fue efectuada por Isaías Medina
López y Nancy Mujica, fue tomada del libro: Escenas rústicas en Sur América o la vida en los Llanos de Venezuela (publicado en 1862) de Ramón Páez y corresponde a la edición de la Academia Nacional de la Historia (Caracas, 1973)