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domingo, 9 de octubre de 2011

JOEL HERNÁNDEZ Y LA INTERTEXTUALIDAD LLANERA

Imagen en el archivo de Elkin Cardozo



INTERTEXTUALIDAD LITERARIA DEL PASAJE LLANERO DE JOEL HERNÁNDEZ CON DOS NOVELAS GALLEGUIANAS Y LAS CANTAS DE ARVELO TORREALBA (Texto de Yorman Tovar)


INTRODUCCIÓN
La literatura llanera venezolana del siglo XX ha sido objeto de numerosos estudios sistematizados, por medio de diversas perspectivas: etnográficas, folklóricas, religiosas, sociológicas e históricas –entre otras-. Sin embargo, no existe ningún estudio basado en la intertextualidad de nuestro acervo literario con otras corrientes, estéticas y movimientos literarios, lo que puede considerarse una debilidad por parte de la investigación académica, y abordar esta temática de tanta relevancia, puesto que la intertextualidad es una constante en los anales de la literatura oral llanera, y de la cual no se han encontrado antecedentes. El objetivo de este trabajo consiste en demostrar los rasgos intertextuales entre Doña Bárbara y Cantaclaro de Gallegos y una de las Cantas de Arvelo Torrealba con cuatro canciones llaneras de Joel Hernández:  “María Nieves”, “El bongo”, “El amansador” y “Viejo soguero”. Para este propósito se precisa de los estudios descriptivos, que en opinión de Arias (2006: 25) miden de forma independiente las variables formuladas en los objetivos de investigación, aún cuando no se formulen hipótesis”.
La poesía musical llanera, herencia del romance español de los cantares de gesta de la edad media, es una expresión perenne en su lar nativo desde la conquista. Consiste su filosofía en preponderar la vida de sus rudos moradores: el ambiente y la particular idiosincrasia que recoge en su seno todas las costumbres y tradiciones, resumidas en el vocablo llaneridad: conjunto de cualidades, condiciones espirituales, religiosas y culturales, incluyendo las debilidades humanas que caracterizan al llanero; es decir, sus modos de vida dentro de un contexto geográfico, histórico y sociológico, del cual se siente inmensamente orgulloso y se cree absoluto dueño.


ANTECEDENTES
Los estudios literarios en occidente, desde la década de los 60 son afrontados por algunas teorías, entre las que destacan dialogismo y polifonía de Mijail Bajtin (1895-1975). Martínez Fernández (2001: 53), interpretando a este teórico asume que dialogía es “el carácter dialógico del discurso, la base del concepto de intertextualidad, es decir: relación de voces propias y ajenas, individuales y colectivas”; y agrega (Idem) que “todo enunciado está habitado por la voz ajena”. Por su parte, Sábato (1979: 26) sostiene que “nada es novedoso. Lo habitual es que un gran creador sea el resultado de todo lo que le precede, entrando a saco en las obras de sus antecesores y realizando formalmente esa síntesis que caracteriza al nuevo prócer”. La poesía nativista arveliana, con la excepción de algunos sonetos y dos poemas en versos libres incluidos en Música de cuatro (1928), es octosilábica, la misma medida que, preferiblemente, utiliza la música llanera.

ANÁLISIS DE RESULTADOS
La poesía musical llanera, a pesar de su manifiesta oralidad tradicional, es una estética literaria que, aún cuando no es apéndice ni herencia de la poesía nativista, registra como esta entre sus formas, recursos semánticos (metáforas, símiles, anáforas e imágenes) y estructuras coincidentes (polirrimia y polimetría), características que concretan entre ambas una supuesta analogía. En la parte que corresponde a la influencia de la novela regional en el pasaje de Hernández, ésta sólo se percibe en la temática trasladada, de la prosa a la poesía. El mismo cantautor (2004) revela en torno a estas influencias:
"Mi obra está muy influenciada por Rómulo Gallegos. Hay temas extraídos de su obra. María Nieves que era el que pasaba la punta de ganao por el “Paso Apure”, entre San Fernando y Puerto Miranda, es una obra eminentemente galleguiana".

Intertextualidad Gallegos-Hernández
Expresa Joel Hernández (Ídem), en referencia a las dos novelas de Gallegos: “La significación que en mi canto al nativismo llanero tienen sus obras, es que Doña Bárbara y Cantaclaro son como mis libros de cabecera”. El testimonio del poeta hace suponer la marcada influencia de un autor sobre otro, es decir el intertexto, “goce estético” al que Mendoza Fillola (2000: 91) define como “reconocimiento de rasgos de estilo” o “establecimiento de algunas relaciones y de interconexiones con referentes de igual o de distinto signo artístico o de código expresivo”. Obsérvese la descripción que hace Gallegos en Doña Bárbara (2000: 269) de la faena de conducir ganado vacuno, tras la huella de un vaquero experto en el oficio: el cabestrero o “cabrestero”, como se dice en el Llano:
Promediaba la tarde cuando Antonio dio orden de que se procediera al aparte. María Nieves penetró en el rodeo gritando a los novillos madrineros, y éstos, que ya conocían la voz del cabestrero y ya estaban acostumbrados a la operación, salieron del rebaño a detenerse en el sitio donde se formaría la madrina del hato.
Adviértase la primera parte del poema musical “María Nieves” de Hernández (1982: pista 1) y nótese el grado de intertextualidad e influencia galleguiana:


¡Quién vendrá de cabresterooooo!
¿quién vendrá de cabrestero
de aquella punta e` ganao
que levantando un polvero,
poquitico a poco viene
viene con paso cansao
viene con paso cansao.
Seguro que es María Nieves
el mejor de los llaneros
que el Cajón de Arauca tiene.
¡Ajila, ajila novillo!
es la voz del cabrestero
y el rebaño se entretiene,
y el rebaño se entretiene.


Véase ahora el párrafo de Doña Bárbara (Ibíd.: 299) y compárese con la segunda parte del poema “María Nieves” (Ídem):

Es María Nieves agigantándose en la empresa de la esguazada de los grandes ríos donde acecha la muerte. Va a exponerse a la tarascada mortal de los caimanes y sólo lleva el chaparro y una copla en los labios. Ya están llenos los corrales del paso del Algarrobo. Se va a tirar al Arauca una punta de ganado y los jinetes ya están colocados a lo largo de la manga para defenderla del empuje del tropel de reses. Ya María Nieves se dispone a conducirla a la otra orilla, a cabestrearla a nado. Es el mejor “hombre de agua” de todo el Apure y nunca se le ve tan contento como cuando lleva al cuello, en pos de sí los cuernos. Ya está en el agua sobre su caballo en pelo y conversa a gritos con los canoeros que navegarán al costado de la punta para no dejarla regarse en el río.

He aquí la intertextualidad íntegra, que va, desde la prosa novelística al pasaje de Hernández:


¡En el paso el Algarroboooooooo,!
en el paso el Algarrobo
del hermoso Arauca mío
ya están tirando la punta,
ya están tirando la punta
en el torrente bravío,
en el torrente bravío.
El novillo madrinero,
el novillo madrinero
nada en pos de María Nieves,
mientras que los canoeros
luchan porque no se riegue
en el agua el caramero,
en el agua el caramero.
María Nieves va cantando
coplas deañejo sabor,
lleva en la diestra el chaparro
contra el caimán protección,
desafiando los caribes,
la raya y el temblador.


Otro de los notables ejemplos de esta influencia galleguiana en el poeta portugueseño se visualiza en el poema musical “El amansador” (1982: pista 3) en donde se perciben frases de Cantaclaro (2000: 116-117) y de Doña Bárbara (Ibid: 159), es decir: parafraseos de párrafos galleguianos en canciones de Hernández. En Cantaclaro se percibe mediante el diálogo que mantiene el personaje Florentino o Cantaclaro con un peón de “Hato viejo”:

-¿Y nada más, compañero? –pregunta Florentino, al cabo de una pausa.
-Nada más, que es bastante.
-Pues ya van a salir ustedes de dudas, porque lo que soy yo monto el rucio cuésteme lo que me cueste, y desde ahora les doy mi palabra de contarles lo que me suceda.
-¡Qué se va a hacé! – concluyó el peón-.
Atravesó la mata y aplicándole las espuelas al rucio lo encaminó hacia las antiguas fundaciones de Hato viejo.

Joel Hernández en “El amansador” (1982.: pista 3), en lugar del peón, menciona a “Juan”, es decir: “Juan Parao”, personaje de Cantaclaro:
No crea, Juan que yo le tengo
miedo a ese rucio mosqueao
a ese potro de la punta
bravo, arisco y resabiao.
permiso le pido a usted
a usted que es el encargao
para quitarle la espuma
de la que viene bañao.
Seguro que se la quito
pues la espuma le he quitao
a tantas bestias cerreras
del llano de Juan Parao.


El coro de la segunda parte del poema mantiene intertextualidad con una frase pronunciada en Doña Bárbara por el personaje Santos Luzardo en diálogo con su primo Lorenzo Barquero acerca del propósito de –como interpreta Soutiño (2003: 112-113) “destruir al centauro, figura divina y monstruosa mitad hombre, mitad animal, que encarna una parte de la naturaleza instintiva del hombre”:

-¡Imagínate!-como porque, siendo tuyas, aquellas palabras tenían que ser para mí la elocuencia misma. Sin embargo, me impresionó una de las frases: “Es necesario matar al centauro que todos los llaneros llevamos por dentro”, dijiste. Yo, claro está, no sabía qué podía ser un centauro ni mucho menos lograba explicarme por qué los llaneros lo llevábamos por dentro; pero la frase me gustó tanto y se me quedó grabada.
Joel Hernández en su canción (Ibíd.) afronta barbarie y civilización: el instinto salvaje, nervio vivo del llanero, pide que “le den llano” a su centauro para que corra libre, no obstante, reflexiona como Barquero, intertextualizando la frase civilizadora de Rómulo Gallegos en voz del personaje, cuando habla de amansar sentimientos y pasiones:


Dénmele, dénmele llano
al revés y al derecho
al centauro que llevamos
los llaneros en el pecho.
Que si el hombre amansara
su sentimiento y pasión,
haríamos de esta tierra,
compadre, un mundo mejor.


En otro pasaje titulado “El bongo”, Hernández (Ibíd.: pista 5) sigue manteniendo la misma intertextualidad que hizo con Doña Bárbara. Obsérvese el capítulo “Con quién vamos” (Ibíd.: 59):

Un bongo remonta el Arauca bordeando las barrancas de la margen derecha. Dos bogas lo hacen avanzar mediante una lenta y pesada maniobra de galeotes. Insensibles al tórrido sol los broncíneos cuerpos sudorosos, apenas cubiertos por unos mugrientos pantalones remangados a los muslos, alternativamente afincan en el limo del cauce largas palancas, cuyos cabos superiores sujetan contra los duros cojinetes de los robustos pectorales y encorvados por el esfuerzo le dan impulso a la embarcación, paseándosela bajo los pies de proa a popa, con pausados pasos laboriosos, como si marcharan por ella. (...) En la paneta gobierna el patrón, viejo baquiano de los ríos y caños de la llanura apureña, con la diestra en la horqueta de la espadilla, atento al riesgo de las chorreras que se forman por entre los carameros que obstruyen el cauce, vigilante al aguaje que denunciare la presencia de algún caimán al acecho.

Hernández re-crea el párrafo en su lírica composición titulada “El bongo” (1982: pista 5):


¡Sudoroooooosos!
con precisos movimientos
caminan por la cubierta
los bogas, con pasos lentos.
¡Y se apoooooooyan!
en sus musculosos pechos
la palanca de araguato
que hunden en el blando lecho.
Poco a poco avanza el bongo,
eludiendo las caramas,
el patrón de los bongueros
ya preguntó: ¿con quién vamos?
Vamos con Dios y la virgen,
contestan los palanqueros.
Aferrado a la espadilla
maniobra el patrón, atento
a la temida chorrera
a la recostá e` un siniestro
y a los miles de peligros
que acechan a los bongueros
y que hacen trambucarse
dando en agua, por completo
con bongo y tripulación,
con la carga y los viajeros.

Intertextualidad: De Arvelo Torrealba a Joel Hernández
Márquez Rodríguez (1999: XV) sostiene que la poesía de Arvelo Torrealba se manifiesta en la conjunción de cuatro elementos indisolubles: el tema popular extraído del llano y de la vida del llanero (hombre, afán, paisaje); las formas métricas y estróficas populares de particular significación en la poesía y la música del llanero, el contenido reflexivo, existencial que universaliza la angustia del poeta y la expresión estética trasvasada en imágenes de la más variada especie.
Entre esos elementos indisolubles resalta el símbolo del caballo y la importancia que tiene para el llanero. Crespo (2004: 13) habla de la dualidad caballo-hombre llanero: “Ambos lo mismo, ambos uno y ninguno, hendiendo el bajío, el arenal y la candela, abriéndose paso entre la centella y los ríos ahogados en su propia sanguaza. ¿Cómo no iba a juntarse con una criatura de su semejanza”. En Cantas (2005: 45), Arvelo, a manera de diálogo, expresa en octosílabos, el orgullo del llanero que va a ensebar la soga del cuero del toro que mató a su fiel caballo. Una muestra de hombría y fidelidad, al tomar venganza por la muerte de su noble bruto:


Aguárdeme, compañero,
en el botalón del patio
que voy a ensebar la soga
que piqué del cuero sardo.
La soga del cuero sardo.
El cuero sardo del toro
que antier me mató el caballo.


Joel Hernández, en voz de Freddy Salcedo (1999: pista 8) intertextualiza estos versos de Alberto Arvelo Torrealba, recrea y amplía su texto con una versificación distinta, conforme a la modalidad de su tonada pasaje “Viejo soguero”:


Viejo soguero,
viejo soguero,
¿por qué usted no pica el cuero
del toro sardo cachú?.
El que me mató el caballo,
mi caballo cabos negros
cuando cogía cachilapos
en sabana abierta a la luz
de la luna de enero.
Caballo
como el mío no había nacido,
ligerito como el viento,
yo con él y él conmigo. (...). Soguero,
pique pues el cuero sardo
y en el botalón del patio
tálleme una buena soga.


Este parafraseo intertextual del argumento del poema arveliano, revela lo afirmado por Mendoza Fillola (2000: 59): la imitación “podría ser la relación entre la producción de un maestro reconocido y la de sus seguidores, según normas de reconocimiento y aceptación”. “Una nueva reestructuración creadora”, bajo la que se integran varios componentes reutilizados con nueva funcionalidad. Una influencia que Joel Hernández recalca con suma firmeza: “Yo lo reconozco que entre los que incursionamos en el nativismo llanero, es muy difícil conseguir a alguien que haya escapado de la influencia de esos escritores como Rómulo Gallegos y Arvelo Torrealba”.


CONCLUSIONES
La poesía Nativista de Joel Hernández y la de Alberto Arvelo Torrealba, son manifestaciones poéticas heterogéneas, disímiles en algunos aspectos, pero coincidentes en exaltar la identidad nacional, las hermosuras y riquezas del paisaje autóctono llanero, en cuyo seno palpitan costumbres y tradiciones venezolanas.    
Sin embargo, a pesar de ser dos estéticas paralelas en los anales de la literatura venezolana, coinciden en sus formas estróficas (rimas y métricas); en sus características (usos de recursos como metáforas, imágenes y símiles); y sobre todo, en el escenario que les nutre de inspiración: el llano, entorno geográfico donde también se sustentó la llamada novela regional encarnada en Rómulo Gallegos, que también ha ejercido ciertas influencias en poetas orales llaneros. Todos estos elementos, tantas veces reiterados, tanto en la escrituralidad como en la oralidad, han dado origen a la intertextualidad entre la poesía musical llanera de Joel Hernández, en concordancia con el nativismo poético arveliano y las novelas Doña Bárbara y Cantaclaro de  Gallegos, expresión de literatura realista, pero tan autóctona como la canción llanera.



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Arias, Fidias. (2006). El Proyecto de investigación Introducción a la metodología científica. Caracas: Editorial Episteme.
Arvelo Torrealba, Alberto. (1999). Obra poética. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana-Fundación Cultural Barinas.
Crespo, Luis Alberto. (2004). El caballo llanero. El horizonte vivo. Imagen, 37, 12-13.
Gallegos, Rómulo. (2000). Doña Bárbara. Caracas: Biblioteca El Nacional.
Gallegos, Rómulo. (2000). Cantaclaro. Caracas: Editorial Panapo de Venezuela, C.A.
Hernández, Joel. (2004). Entrevista no estructurada. Araure-Portuguesa.
Márquez Rodríguez, Alexis. (1999). En Arvelo Torrealba. Obra poética. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana-Fundación Cultural Barinas.
Martínez Fernández, J. (2001). La intertextualidad literaria. Madrid: Ediciones Cátedra.
Mendoza Fillola, Antonio. (2000). Literatura comparada e intertextualidad. Madrid: Editorial La muralla.
Sábato E. (1979). El escritor y sus fantasmas. México: Seix Barral.
Soutiño, C.T. (2003). Lorenzo Barquero: el intellectual en expiación. Investigaciones Literarias UCV,11, 105-116.

DISCOGRAFÍA
Hernández, Joel. (L. y M.). (1982). María Nieves. En Joel Hernández (Intérprete). Joel Hernández su voz... su música. [LP Lado A surco 1]. Caracas: Foca Records, C.A.
Hernández, Joel. (L. y M.). (1982). El amansador. En Joel Hernández (intérprete). Joel Hernández su voz... y su música. [LP Lado A surco 3]. Caracas: Foca Records, C.A,
Hernández, Joel. (L. y M.). (1982). El bongo. En Joel Hernández (Intérprete). Joel Hernández su voz...y su música.[LP Lado A surco 5]. Caracas: Foca Records, C.A.
Hernández, Joel. (L. y M.). (1999). Viejo soguero. En Freddy Salcedo (Intérprete). 20 éxitos de Freddy Salcedo. [CD pista 8]. Caracas: Araguaney.

viernes, 8 de enero de 2010

Palabras oscuras: Intertextualidad y Plagio (Antonio Cruz)

La dignidad literaria siempre capta aplausos (archivo de Martiza Torres Cedeño)





Hace un tiempo, el poeta Carlos Figueroa me dijo que no comprendía a quienes copian. “¿Para qué plagiar y privarnos del placer de crear?”, se preguntaba.
A su vez, Ulises Juárez Polanco, en un artículo sobre el plagio, plantea que “Roland Barthes señaló que todo texto es un intertexto, ya que otros textos están presentes en él” (...); “todo texto es un tejido de citas anteriores. Eso ha llevado a la interpretación de que escribir equivale a reescribir, ¿entonces toda literatura es reescritura?”.
En estos tiempos, en que por Internet circulan miles de escritos a los cuales se accede fácilmente haciendo un clic en nuestra computadora, las diferencias entre reescritura y plagio no son tan claras. Ni siquiera la promulgación de nuevas leyes ha logrado evitarlo y creo que no hay todavía una legislación que acerque una solución definitiva para este problema. Tal como aseguran numerosos autores, “el concepto de plagio es impreciso”. Es más, en esta sociedad “virtual”, por llamarle de alguna manera, en la que palabras como “ciberespacio”, “página web” o “blog” son parte del lenguaje cotidiano, el plagio ha llegado demasiado lejos. Comas, Sureda, Ortego y Urbina, en un artículo extractado del buscador más famoso de la red, afirman que “El plagio (...) no es un fenómeno nuevo. Ahora bien, la mayor parte de investigaciones y análisis recientes que sobre el tema se han desarrollado señalan que: a) el aumento acelerado en los índices de penetración de Internet en nuestra sociedad y b) la mayor facilidad de acceso a contenidos e información que se pueden encontrar en la red, han provocado un auge en las prácticas de plagio (...). El uso de Internet parece favorecer el truco, la trampa y la copia ya que (...) es fácil apropiarse de documentos, imágenes y archivos. Un par de retoques pequeños permiten camuflar los textos y transformarlos en propios con facilidad”.
Probablemente algún lector avezado pueda descubrir similitudes entre lo escrito por un autor y lo que escribió otro pero, a veces, hasta para los expertos, resulta complejo distinguir estas cuestiones. Pruebas al canto: el ya citado Ulises Juárez Polanco en su trabajo “Toda escritura, ¿una reescritura?” se refiere al plagio en directa alusión a la novela de Sergio di Nucci, Bolivia Construcciones. Un prestigioso jurado (integrado por Carlos Fuentes y Tomás Eloy Martínez, entre otros) premió la obra, en la que un joven y agudo lector (Agustín Viola) descubrió la trascripción literal de numerosas páginas pertenecientes a la novela Nada, de Carmen Laforet, que fuera premio Nadal en 1945. A raíz de ello, al escritor de marras se le retiró el premio concedido (un caso exactamente igual al que menciona Jorge Carrasco en su artículo “Plagio en la literatura” en referencia a la escritora Paulina Wendt y que ha comenzado a repetirse de manera alarmante). Lo llamativo es que literatos reconocidos resultaran también engañados, aunque alguien con suficiente tino me dijo que “...nadie tiene la obligación de leer todo lo que se escribe”. Según esta premisa, los jurados que premiaron y después des-premiaron a Di Nucci quedan absueltos de culpa y cargo.
En su defensa, Di Nucci, citado por Juárez Polanco, alegó que “la reescritura es un principio constructivo de la novela”. “Hubo ya trabajos académicos que identificaron y elogiaron ese procedimiento (...). Con sólo introducir una única modificación un mismo texto cuenta otra historia”. Según Di Nucci “él nunca quiso perjudicar a Laforet, sino más bien mostrarla, homenajearla”, pero Juárez Polanco se pregunta: “¿Es posible homenajear a alguien sin que se le mencione durante el homenaje? (...). ¿Tendrá Di Nucci razón en que basta una única modificación en un texto para contar otra historia?”. Como vemos, la cuestión no es tan fácil.
En su libro Relatos críticos, Nicolás Rosa se pregunta: “¿el plagio debe ser entendido como ‘reescritura’, como ‘etimología generalizada’?”, y un poco más adelante sostiene que “el concepto de plagio se ha venido modificando desde su traslación del orden societario a la concepción jurídica del mismo”.
A partir de los aportes de Mijail Bajtin, tal como expresa Silvia Barey en De la escritura y sus fronteras (este libro y el de Nicolás Rosa cambiaron significativamente mi modo de pensar cuando llegaron a mis manos) y con los aportes de Gennette, Barthes, Todorov y Julia Kristeva, entre otros, se ha generalizado la opinión de que todo texto es, en mayor o menor medida, “cita o refundición de otro”. Barey argumenta que: “...en una cadena construida a partir de textos, en una sociedad construida a partir de textos” es imposible que texto alguno sea absolutamente original.
Borges, en el prólogo de su magnífica Historia universal de la infamia, afirma que sus cuentos son, en alguna medida, una reescritura de los clásicos por él leídos. “(Estas historias) son el irresponsable juego de un tímido que no se animó a escribir cuentos y que se distrajo en falsear y tergiversar (sin justificación estética alguna vez) ajenas historias”, dice textualmente. Ahora bien, ¿alguien puede afirmar que hay plagio? Me parece que no; es más, cuando redacta la biografía de Tadeo Cruz (el mítico sargento que se solidarizara con Martín Fierro) nuestro ilustre ciego toma una historia prestada a José Hernández para componer una genialidad.
Los ejemplos de reescritura o intertextualidad son muchos. Basta con recordar a Monterroso que retoma el texto de Homero para escribir su cuento sobre Ulises (nadie duda cuál es su fuente de inspiración, pero tampoco podemos afirmar que no sea algo original) o a Joyce que a partir de la misma historia escribe una novela memorable.
También es necesario contemplar lo que pasa cuando las tradiciones orales se trasladan a la palabra escrita. Según estudiosos, dicha redacción conlleva cierto tipo de reescritura o de “plagio virtual”. No hace falta hilar demasiado fino para darnos cuenta de esto. Las numerosas transcripciones de nuestros mitos y leyendas vernáculos (como por ejemplo el Kakuy, la Salamanca o el Alma Mula, por citar algunos) no difieren prácticamente entre sí y no recuerdo que nadie haya mencionado la palabra plagio. Entonces, a esta altura, es pertinente preguntarnos: ¿qué es el plagio?
En un trabajo titulado Corrupción y anticorrupción; plagio y valores, que firman Elba Baquero, Carmen Sofía Pérez y Analinda Sánchez Sartenejas, hay algunos conceptos a tomar en cuenta. Las autoras, en consonancia con la definición del diccionario Larousse, dicen que plagio (del latín plagium) es la “acción de imitar servilmente una obra” aunque alegan que dicha definición es “un tanto limitada”. Más adelante dicen que el plagio “puede ser consciente o no consciente; se refiere a si la fuente ha sido citada correctamente, colocada dentro de comillas o si por el contrario no se menciona el origen de la idea”.
Para el Diccionario de la Real Academia plagio es la “acción y el efecto de plagiar” y plagiar es “copiar en lo sustancial las obras ajenas, dándolas por propias”. Pero también esta definición resulta incompleta en muchos casos.
Un artículo que, curiosamente, extracté de Internet, asevera que “el concepto de plagio no es para nada preciso”; lo define como algo que requiere que de una vez por todas se descubra y se explique su exacto significado y afirma que “nos encontramos en una situación nada sencilla. La definición de plagio es ambigua y confusa. Además la creación artística actual se encuentra en un momento convulso y complejo. El plagio, la referencia y la cita manipulada son constantes en el arte actual. Por lo tanto, la línea que parece marcar y señalar la diferencia entre lo original y lo plagiado, en la creación artística, es más delgada de lo que podríamos pensar”.
Alfredo Bryce Echenique (que fue noticia por las más de veinte acusaciones de reproducción dolosa y que se defendió arguyendo que ha publicado 24 libros aunque esto no es en lo absoluto prueba de decencia literaria), los mencionados Di Nucci y Wendt, Rosa Quintana, Stephen Ambrose, Alex Haley y hasta un conocido autor de obras de autoayuda, que copió más de sesenta páginas a otro escritor, son algunos de los que figuran en una larga lista de acusados de plagio.
La polémica está abierta; por mi parte sostengo que el plagio, ya sea consciente o inconsciente, es un acto de traición bidireccional, al lector y al verdadero autor, y no caben dudas de que de ello se sale solamente volviendo a los principios éticos más elementales aunque por el momento no vislumbro un final feliz para esta problemática.
Daniel Cassany, en Describir el escribir, sostiene que “escribir consiste en construir significados con palabras”. Se me ocurre que, si con el paso del tiempo encontramos la manera de codificar de manera apropiada las formas del lenguaje y los símbolos de la escritura, digo, si para “construir” nuestros escritos, en lugar de “cambiar el color de los ladrillos”, los usamos de una manera absolutamente diferente y construimos algo novedoso, seguramente nos habremos de acercar a buen puerto, pero para ello se hace necesario instalar un debate franco que condene con firmeza este acto de estafa a los lectores y de apropiación indebida del trabajo ajeno.
Mientras tanto yo dejo flotando en el aire el “¿Para qué plagiar y privarnos del placer de crear?”.


INTERTEXTUALIDAD VERSUS PLAGIO (La confusa frontera entre la decencia literaria y la escritura tramposa) Antonio Cruz (Letralia, Año XIII • Nº 192, 4 de agosto de 2008)