viernes, 2 de noviembre de 2018

GLOSAS DE CIEN CORAZONES (Rimas de amor llanero de Yorman Tovar)

Imagen en el archivo de la cantante de música llanera Jeanette Osal

La estrofa (redondilla) que sirve de pié a esta trilogía de “GLOSAS DE CIEN CORAZONES” es de la autoría del poeta venezolano Germán Fleitas Núñez. De esa estrofa he escrito varias versiones. Ese hecho no corresponde a una planificada intención mía, si no que la estrofa es tan bella y persuasiva que incita a la intención de glosarla en momentos, bien de inspiración o bien de ocio. Son muchos los poetas venezolanos que la han glosado. En mi caso particular lo he hecho, porque cada vez que la glosaba, la extraviaba “entre amarillentas hojas y epístolas desvaídas”, dijera Andrés Eloy Blanco. Aquí plasmo las tres versiones conseguidas, en orden cronológico. ¡Claro! Hay coincidencias en la temática, mas es por mera casualidad.

Yorman Tovar


 

GLOSA I

 CIEN CORAZONES TENÍA,

NOVENTA Y NUEVE TE DI

Y EL OTRO LO CARGO AQUÍ

PARA DÁRTELO ALGÚN DÍA.

I

Las fibras de mi emoción

se desbocan al mirarte,

mi voz anhela cantarte

la más sublime canción.

Para ti tengo pasión

y toda la vida mía.

Hoy siento melancolía

de no tenerte en mi lecho

y aquí en el cofre del pecho

CIEN CORAZONES TENÍA.

II

Cien corazones abiertos

al horizonte del alma.

Ellos palpitan sin calma

entre amargos desconciertos.

Fueron tal vez desaciertos

que yo nunca comprendí…

¿Por qué dar todo de mí

sin reservar mis razones?

De un centenar de pasiones,

NOVENTA Y NUEVE TE DI.

 

III

Te di tajitos de luna

en cada beso sensual,

te di caño y morichal

en mi poesía moruna;

en ti jugué mi fortuna

y todita la perdí:

pelo e guama, garrasí,

dados, revólver y gallos,

perdí dos de mis caballos

Y EL OTRO LO CARGO AQUÍ.

 

IV

Y llegué a la encrucijada

de tres confusos caminos.

Mis ojos van peregrinos

por el rumbo de la nada.

De una sola pincelada,

plena de policromía,

trazo la fisonomía

del idilio más ingrato,

del que pintaré un retrato

PARA DÁRTELO ALGÚN DÍA.

 

GLOSA II

CIEN CORAZONES TENÍA,

NOVENTA Y NUEVE TE DI

Y EL OTRO LO CARGO AQUÍ

PARA DÁRTELO ALGÚN DÍA.

I

“Caminos del desamparo”

se lamenta Florentino

mientras se escucha –cetrino-

el canto del tarotaro.

Un despecho sin reparo

le ha truncado su alegría

y a la muda lejanía

le confiesa su amargura:

¡En mi pecho de llanura

CIEN CORAZONES TENÍA!

II

El coplero trashumante,

en ancas de su castaño

le canta su desengaño

al verano calcinante,

la soledad desafiante

lo baña de sol rubí

y el cantor, con frenesí

repite en sus desconsuelos:

¡Yo cargaba cien anhelos,

NOVENTA Y NUEVE TE DI!

 

III

“Por el ancho terraplén”

una copla se le estira,

por Rosángela suspira

“con la sabana en la sien”,

trocha y trocha el palafrén

bajo el espacio turquí…

¡Por qué la vida es así!

dice entre mudos resabios-

¡Te di un beso de mis labios,

Y EL OTRO LO CARGO AQUÍ.

 

IV

Cada hombre es Florentino,

Rosángela es cada hembra,

amor, desengaño, siembra

en los surcos del destino.

Canta el bardo peregrino

en su negra demalía: “

Espérame, vida mía

sobre tu lecho de armiño…

ya enlazaré otro cariño

PARA DÁRTELO ALGÚN DÍA.

 

GLOSA III

CIEN CORAZONES TENÍA,

NOVENTA Y NUEVE TE DI

Y EL OTRO LO CARGO AQUÍ

PARA DÁRTELO ALGÚN DÍA.

I

De mi condición bohemia

tan sólo queda el recuerdo.

El tiempo me vuelve lerdo

y mi copa se hace abstemia.

Ya el destino no me premia

con emoción y alegría,

se alejó el amor que un día

me dio calor en el lecho.

Recuerdo que aquí en mi pecho

CIEN CORAZONES TENÍA.

II

Te di el gorjeo de las aves

parleras de la mañana

y mi canción más galana,

entre agudos y entre graves.

Por tu amor quemé las naves

de mi loco frenesí,

tanto y tanto te escribí,

tantas cuitas amorosas,

y de un total de cien glosas,

NOVENTA Y NUEVE TE DI.

 

III

Te di el cielo tachonado

de simpáticas cabrillas,

te brindé las maravillas

de un poeta enamorado.

Como amante te he brindado

hasta el mundo que no vi.

Hoy siento que te perdí

y contigo la razón,

se me murió un corazón

Y EL OTRO LO CARGO AQUÍ.

IV

Te di el fuego juvenil

de mis ímpetus carnales

y te escribí en dos postales

el poema más febril,

te di mi voz varonil,

fundida en la poesía

y te di la fantasía

que guardaba en mi secreto

y ayer te escribí un soneto

PARA DÁRTELO ALGÚN DÍA.


No hay comentarios: