Un día, Dios se dirigió al bosque, donde
anduvo de un sitio a otro; mientras lo hacía, golpeaba árboles con su hacha.
Así, pasó de uno a otro hasta llegar a uno que dejó salir sangre desde el
momento en que el hacha cayó sobre él. Dios derribó este árbol, y de su madera
labró las figuras de dos niños. En seguida, derribó un segundo árbol, de cuyo
tronco fabricó una caja, y dentro colocó las dos figuras. Luego, llamó un
pájaro, el pájaro carpintero, al que ordenó sentarse sobre las figuras. Luego
cerró la caja con una tapa y la dejó en el bosque.
Días más tarde, la compañera de Dios fue al
bosque y se sorprendió enormemente de escuchar voces. Siguiendo la dirección de
los sonidos, descubrió la caja. Con muchísimo cuidado levantó la tapa. Cuál no
sería su sorpresa al encontrar dos niños y un pájaro. Ella (la compañera de
Dios) se llevó los niños a casa y los crió
hasta que fueron grandes y pudieron convertirse en marido y mujer.
Muchos niños nacieron de esta joven pareja y, eventualmente, se casaron unos
con otros. Al transcurrir unos años, hubo gran número de gente sobre la tierra.
Un
día, Dios bajó entre los hombres y los reunió frente a él. Les contó cómo
habían surgido ellos de las figuras de madera y que, por tanto, todos eran descendientes de una
pareja original de seres nacidos de unos mismos padres y al mismo tiempo. Les
advirtió que, puesto que ahora había gente suficiente sobre la tierra, de allí
en adelante, ningún hombre podía tomar como esposa a hermana.
La gente convino en aquello y prometió guardar
esta ley. Entonces, Dios presentó el pájaro carpintero a los Yupa como su
ayudante en el trabajo, y le dio formas humana.
El último día de la permanencia de Dios entre
los yupa, organizó una fiesta y les enseñó el arte de preparar la “chicha”.
Finalmente, antes de irse, les prometió que, después de esta vida, llamaría a
los Yupa a unírseles allá en su tierra.
EL
MITO DEL ALGODÓN (etnia Guaica)
Texo era un yanomami pequeño de estatura,
pero ágil e inteligente. Mientras todos los demás dormían en un chinchorro de
bejuco, él dormía en uno muy fino y suave de algodón. Los indios que lo
visitaban no podían explicarse cómo había podido confeccionarse un chinchorro
tan precioso. Texo, entonces, acompaño a los curiosos visitantes y les enseñó:
“Escoged una parcelita de terreno, lejos del
plátano, de la yuca y de otras plantas capaces de hacer morir a la de algodón.
Invocad a Teroriwa (espíritu del colibrí), sembrad esta planta y tratad de
conservar la semilla de las plantas viejas, si queréis tener plantas nuevas;
cuando éstas hayan crecido bastante, cortadles las puntas, así las ramas
quedarán más fuertes. Entonces, brotarán las flores y se formarán unos
capullos. Llevad a casa esos capullos, sacadles las motas blancas y ponedlas a
secar al sol, para que se pongan más blancas, luego, quitad las semillas y
abrir la mota y todo estará listo para hilar.”
Seguidamente, Texo les enseñó a hilar a las
mujeres. Cogió una varita derecha y resistente y un pedazo de totuma y con eso
les hizo ver cómo se hilaba el algodón.
Desde que Texo enseñó a los yanomamis a
cultivar el algodón, él ya no lo siembra. Se surte recogiéndolo en los plantíos
de sus alumnos. Es que Texo se convirtió en el colibrí el cual, al hacer su
nido los reviste de algodón.
LEYENDA
DE MACHÁLIKA-WEENI O CERRO LA JUVENTUD (etnia Guarekena)
Para el comienzo del mundo, había una mujer
con tres hijos. Uno de ellos era un despreciado, nadie lo quería. Él era
despreciado por varios motivos: no conseguía trabajo, no conseguía mujer, lo
que aspiraba no lo conseguía. Por eso, en el caño Simakén, se encuentra una
laguna como a 2 kilómetros de la boca de San Miguel que se llama MUNAPANA, es
decir, la puerta de la casa de las toninas, y ahí los tres hermanos hablaron:
¨Hermano, ¿cómo puede usted conseguir trabajo? Si no lo consigue, ¿qué va a
hacer Usted?
Él dijo: ¨Mano, lo que me queda es matarme¨.
Le contestaron: ¨¿Cómo te vas a matar?¨
Él se subió a un árbol, de ese árbol se tiró
al suelo, pero al caer, lo hizo en una laguna. De la laguna salió un hombre que
le dijo: ¨Amigo, ¿Qué te pasa?¨
¨No hombre, yo lo que ando buscando es la
muerte¨´
¨¿Por qué motivo te vas a matar?¨
¨Porque no encuentro trabajo, ni mujer. Por
esos motivos me voy a matar¨, contestó. El hombre, que era yecuana, entonces le
dijo MULULI, así se llamaba el que tenía todos los remedios para conseguir lo
que yecuana necesitaba. Los tenía en el cerro de Machálikaweeni. Este cerro es
la maleta de la medicina que tenía ese señor, el Mulúli, es decir, el araguato.
Él le dijo: ¨No hombre, amigo, es muy
sencillo. Si quiere que yo le consiga ese remedio, acompáñeme para ir a Kuléyana¨.
Entonces, ninguno sabía dónde quedaba ese caño.
Desde que inventaron ese viaje desde la boca
del caño Sike, se fueron ellos, subieron, en cada caño preguntaban a los
porteros o agentes que tenían esa gente en ese tiempo. Le preguntó al portero
del caño Ichani: ¨Señor, ¿nos puede decir, si por este caño se encuentra el
caño Kuléyana?
¨yo acabo de recibir una información del jefe
que tengo en este caño, que no se llama Machálika-Weeni, sino que se llama UKUSILIMA
(o Cerro Jabúa, es decir, con forma de esa fruta); bueno, ese se encuentra en
la cabeza del caño Kuléyana (Sejal).
¨ ¿Cuánto tiempo se gastará por aquí?¨
¨Si se va por el propio caño unos cuatro o
cinco días, va a pasar trabajo. Es mejor que se meta por este desecho¨. Se
metió en una laguna. En esa laguna había dos asientos y por allí lo llevaron
rápido a la boca del caño Kuléyana.
En esa boca se meten dos caños, uno al este y
otro al norte. Al norte el kuléyana y al este el desecho que sale al Casiquiare
(desecho tápu). Luego siguieron, y entonces le preguntó: ¨Amigo, ¿Cuáles son
las medicinas que usted desea tener?¨
¨Yo deseo toda clase de medicinas que me
sirvan a mi persona¨.
En el caño kuléyana hay una laguna; ahí
estaba viviendo la abuela de los dueños de ese cerro. La vieja les permitió
seguir, arribaron a la boca del caño Machálika-Weeni, que es un caño que da al
oeste. Este caño nace en la falda del cerro Machálika-Weeni. Tiene tres picos,
que señalan hacia los puntos cardinales. Uno es borrado al naciente. Solo
tienen tres picachos: más bien hacia el este, oeste y sur. En ellos, se forma
una laguna. En esa laguna está un agua estancada con muchas hierbas y se
estanca en el pozo; es helada. Allí le dijo: ¨Mire amigo, ya lo vamos a curar,
quítate la ropa¨.
Entonces el yecuana se desnudó y Mulúli se montó
encima de él, lo pisó y le sacó todos los bagazos que tenía dentro. Las comidas
malas. Lo puso boca arriba y lo lavó bien lavado. Luego le dijo: ¨Subamos, que
arriba te conseguiré todo para que no te pongas viejo¨. Ahí fue mostrando las
hierbas: ¨Esta hierba es para que no te pongas viejo, esta para conseguir
novia, esta para conseguir trabajo; ahora, estas otras hierbas son malas, son
para atraer a las mujeres casadas. O cosas malas¨. El yecuana era porfiado y de
ahí, contrajo la muerte.
Le dijo Mulúli: ¨eso es todo¨. Cuando vayas a
llegar a la casa, toca el pito. Entonces, cuando faltaban veinte metros para
llegar a su casa, tocó el pito. Las muchachas dejaron lo que estaban haciendo
para encontrarse con yecuana. Desde ese momento conseguía trabajos, mujeres, y
por ese motivo los otros compañeros querían matarlo. Él dijo que no salía de su
casa y que si querían darle trabajo, él iba a su trabajo y regresaba a su casa,
por eso, hoy en día, quien triunfa tiene enemigos.
Al fin lo mataron y después lo quemaron. De
sus restos salieron hierbas; esas hierbas son las pusanas. Él murió en el cerro
Machálika-Weeni. Por eso dicen que hay dos pozos, uno donde llegó y se bañó y
otro donde quedó su cadáver.
LOS
DIENTES DEL JAGUAR Y SU MARCHA SILENCIOSA (etnia Yanomami)
Unos “Wuaika” se encontraron. Habían tejido
una cesta perforada. Los motivos eran perfectamente regulares y la canasta era
bella. Dijeron:
-“Esta será para la cola”.
Unos shamathari habían fabricado una segunda
cesta tan bien echa como la primera. Divisaron a un niño: -“¡Ven acá!”
Le fijaron la primera cesta sobre los riñones
y las nalgas y la segunda sobre la espalda. Luego dijeron al niño: -“Cava un
hueco”.
-“¿Dónde?” -“Allí mismo, donde estás”.
El niño cavó. Tiraba la tierra excavada con
sus manos ayudándose con los pies, como lo hacen los cachicamos. Cuando había
trabajado un buen rato, preguntó:
-“¿Es lo suficientemente profundo?
-¡Cava más!” Cavo de nuevo.
-“¿Y ahora?” -“Está bien así”.
El hueco no era muy profundo y el niño podía
meterse. Se le dijo: -“Vivirás allí, no saldrás de la madriguera”.
Y lo abandonaron. Jaguar pasó por allí. -“¿Quién
ha cavado este hueco? ¿Quién está dentro?”
-“Soy yo”.
-“¡Salte!”
-“No, me prohibieron salir”.
-“Acércate al menos al orificio para que
podamos hablar”.
Dientes enormes le habían salido al muchacho.
Estaba cegado por la luz: “Casi me olvido de
la luz del día” -pensó. Apareció. Jaguar exclamó: -“¡Qué dientes tan grandes
tienes! Los quiero a toda costa”.
-“Deja eso, no se quitan”.
-“¡Qué dientes!”
Jaguar poseía dientes muy pequeños, parecidos
a los que tienen ahora los cachicamos. Los hizo mover y se los retiró: -“¡Aquí están; tómalos!”
Depositó los dientes en un montón delante del
niño-cachicamo. Hicieron el cambio. Jaguar debió hacer fuerzas para introducir
los nuevos dientes, pues los alvéolos anteriores eran muy estrechos.
-“Tú vas a volver al fondo de tu hueco. Pero
no está todavía profundo. ¡Vuelve a cavar!”
El muchacho obedeció. Mientras trabajaba.
Jaguar agregó: -“Debes hundirte más profundo bajo tierra, estás todavía en la
superficie”.
El niño cavó y cavó. Al cabo de un momento: -“¿Así,
quizás?”
-“Cava todavía más”.
El muchacho continuó. Ya no oía más que un
pequeño ruido y Jaguar debía tender la oreja en el orificio del hueco.
-“¿Así, quizás?”
-“Deja de hundirte, conténtate con alargar el
túnel”. Jaguar pensaba que estaba bien lejos.
-“¿Y ahora?”
-“¡Cava
más!”
El niño continuó su tarea.
-“¿Y aquí?”
-“¡Sí,
eso es!”
Jaguar que, más tarde, se volvería cazador de
cachicamos, actuaba ahora contra su propio interés.
Alejándose, reflexionaba: -“¿Por qué se
enterró en ese hueco para vivir solo?”
Cerca de él encontró a Ciempiés. Jaguar hacía
mucho ruido desplazándose; Ciempiés era completamente silencioso. Dijo al
jaguar:
-“Cuánto ruido haces caminando. Si sigues
así, los hombres seguro te matarán cuando se embosquen para cazarte”.
-“¿Cómo haces tú?”
-“Es necesario caminar así”.
Le enseñó cómo tenía que hacer: caminó sin
hacer ruido.
-“Voy a suavizarte la planta del pie”.
-“¿Cómo harás?”
Ciempiés le tomó cada pie y le acarició y
suavizó la planta. -“Es así como tú debes ser. Espera aquí, voy alejarme”.
Se fue sin que hubiera podido discernir el
más mínimo ruido. Luego le gritó: -“¡Desplázate a tu turno!”
Jaguar avanzó: su paso era flexible y
silencioso.
Nota: Textos transcritos de Leyendas Indígenas Venezolanas de Carmela Bentivenga de Napolitano, publicado por Editorias Biosfera (Caracas, 2007)
1 comentario:
Las leyendas indigenas son fascinantes. Tienen la genialidad de lo sencillo para explicar todo.
Un gran aporte Isaías.
Abrazo amigo
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