domingo, 19 de octubre de 2014

Leyendas indígenas (muestra cinco)

Arte indígena en el archivo de Diego Escobar






LA CREACIÓN DE LOS PRIMEROS SERES HUMANOS (Etnia   Yukpa)
Un día, Dios se dirigió al bosque, donde anduvo de un sitio a otro; mientras lo hacía, golpeaba árboles con su hacha. Así, pasó de uno a otro hasta llegar a uno que dejó salir sangre desde el momento en que el hacha cayó sobre él. Dios derribó este árbol, y de su madera labró las figuras de dos niños. En seguida, derribó un segundo árbol, de cuyo tronco fabricó una caja, y dentro colocó las dos figuras. Luego, llamó un pájaro, el pájaro carpintero, al que ordenó sentarse sobre las figuras. Luego cerró la caja con una tapa y la dejó en el bosque.
Días más tarde, la compañera de Dios fue al bosque y se sorprendió enormemente de escuchar voces. Siguiendo la dirección de los sonidos, descubrió la caja. Con muchísimo cuidado levantó la tapa. Cuál no sería su sorpresa al encontrar dos niños y un pájaro. Ella (la compañera de Dios) se llevó los niños a casa y los crió  hasta que fueron grandes y pudieron convertirse en marido y mujer. Muchos niños nacieron de esta joven pareja y, eventualmente, se casaron unos con otros. Al transcurrir unos años, hubo gran número de gente sobre la tierra.
 Un día, Dios bajó entre los hombres y los reunió frente a él. Les contó cómo habían surgido ellos de las figuras de madera y que,  por tanto, todos eran descendientes de una pareja original de seres nacidos de unos mismos padres y al mismo tiempo. Les advirtió que, puesto que ahora había gente suficiente sobre la tierra, de allí en adelante, ningún hombre podía tomar como esposa a hermana.
La gente convino en aquello y prometió guardar esta ley. Entonces, Dios presentó el pájaro carpintero a los Yupa como su ayudante en el trabajo, y le dio formas humana.
El último día de la permanencia de Dios entre los yupa, organizó una fiesta y les enseñó el arte de preparar la “chicha”. Finalmente, antes de irse, les prometió que, después de esta vida, llamaría a los Yupa  a unírseles allá en su tierra.

EL MITO DEL ALGODÓN (etnia Guaica)
Texo era un yanomami pequeño de estatura, pero ágil e inteligente. Mientras todos los demás dormían en un chinchorro de bejuco, él dormía en uno muy fino y suave de algodón. Los indios que lo visitaban no podían explicarse cómo había podido confeccionarse un chinchorro tan precioso. Texo, entonces, acompaño a los curiosos visitantes y les enseñó:
“Escoged una parcelita de terreno, lejos del plátano, de la yuca y de otras plantas capaces de hacer morir a la de algodón. Invocad a Teroriwa (espíritu del colibrí), sembrad esta planta y tratad de conservar la semilla de las plantas viejas, si queréis tener plantas nuevas; cuando éstas hayan crecido bastante, cortadles las puntas, así las ramas quedarán más fuertes. Entonces, brotarán las flores y se formarán unos capullos. Llevad a casa esos capullos, sacadles las motas blancas y ponedlas a secar al sol, para que se pongan más blancas, luego, quitad las semillas y abrir la mota y todo estará listo para hilar.”  
Seguidamente, Texo les enseñó a hilar a las mujeres. Cogió una varita derecha y resistente y un pedazo de totuma y con eso les hizo ver cómo se hilaba el algodón.
Desde que Texo enseñó a los yanomamis a cultivar el algodón, él ya no lo siembra. Se surte recogiéndolo en los plantíos de sus alumnos. Es que Texo se convirtió en el colibrí el cual, al hacer su nido los reviste de algodón.

LEYENDA DE MACHÁLIKA-WEENI O CERRO LA JUVENTUD (etnia Guarekena)
Para el comienzo del mundo, había una mujer con tres hijos. Uno de ellos era un despreciado, nadie lo quería. Él era despreciado por varios motivos: no conseguía trabajo, no conseguía mujer, lo que aspiraba no lo conseguía. Por eso, en el caño Simakén, se encuentra una laguna como a 2 kilómetros de la boca de San Miguel que se llama MUNAPANA, es decir, la puerta de la casa de las toninas, y ahí los tres hermanos hablaron: ¨Hermano, ¿cómo puede usted conseguir trabajo? Si no lo consigue, ¿qué va a hacer Usted?
Él dijo: ¨Mano, lo que me queda es matarme¨.
Le contestaron: ¨¿Cómo te vas a matar?¨
Él se subió a un árbol, de ese árbol se tiró al suelo, pero al caer, lo hizo en una laguna. De la laguna salió un hombre que le dijo: ¨Amigo, ¿Qué te pasa?¨
¨No hombre, yo lo que ando buscando es la muerte¨´
¨¿Por qué motivo te vas a matar?¨
¨Porque no encuentro trabajo, ni mujer. Por esos motivos me voy a matar¨, contestó. El hombre, que era yecuana, entonces le dijo MULULI, así se llamaba el que tenía todos los remedios para conseguir lo que yecuana necesitaba. Los tenía en el cerro de Machálikaweeni. Este cerro es la maleta de la medicina que tenía ese señor, el Mulúli, es decir, el araguato.
Él le dijo: ¨No hombre, amigo, es muy sencillo. Si quiere que yo le consiga ese remedio, acompáñeme para ir a Kuléyana¨. Entonces, ninguno sabía dónde quedaba ese caño.
Desde que inventaron ese viaje desde la boca del caño Sike, se fueron ellos, subieron, en cada caño preguntaban a los porteros o agentes que tenían esa gente en ese tiempo. Le preguntó al portero del caño Ichani: ¨Señor, ¿nos puede decir, si por este caño se encuentra el caño Kuléyana?
¨yo acabo de recibir una información del jefe que tengo en este caño, que no se llama Machálika-Weeni, sino que se llama UKUSILIMA (o Cerro Jabúa, es decir, con forma de esa fruta); bueno, ese se encuentra en la cabeza del caño Kuléyana (Sejal).
¨ ¿Cuánto tiempo se gastará por aquí?¨
¨Si se va por el propio caño unos cuatro o cinco días, va a pasar trabajo. Es mejor que se meta por este desecho¨. Se metió en una laguna. En esa laguna había dos asientos y por allí lo llevaron rápido a la boca del caño Kuléyana.
En esa boca se meten dos caños, uno al este y otro al norte. Al norte el kuléyana y al este el desecho que sale al Casiquiare (desecho tápu). Luego siguieron, y entonces le preguntó: ¨Amigo, ¿Cuáles son las medicinas que usted desea tener?¨
¨Yo deseo toda clase de medicinas que me sirvan a mi persona¨.
En el caño kuléyana hay una laguna; ahí estaba viviendo la abuela de los dueños de ese cerro. La vieja les permitió seguir, arribaron a la boca del caño Machálika-Weeni, que es un caño que da al oeste. Este caño nace en la falda del cerro Machálika-Weeni. Tiene tres picos, que señalan hacia los puntos cardinales. Uno es borrado al naciente. Solo tienen tres picachos: más bien hacia el este, oeste y sur. En ellos, se forma una laguna. En esa laguna está un agua estancada con muchas hierbas y se estanca en el pozo; es helada. Allí le dijo: ¨Mire amigo, ya lo vamos a curar, quítate la ropa¨.
Entonces el yecuana se desnudó y Mulúli se montó encima de él, lo pisó y le sacó todos los bagazos que tenía dentro. Las comidas malas. Lo puso boca arriba y lo lavó bien lavado. Luego le dijo: ¨Subamos, que arriba te conseguiré todo para que no te pongas viejo¨. Ahí fue mostrando las hierbas: ¨Esta hierba es para que no te pongas viejo, esta para conseguir novia, esta para conseguir trabajo; ahora, estas otras hierbas son malas, son para atraer a las mujeres casadas. O cosas malas¨. El yecuana era porfiado y de ahí, contrajo la muerte.
Le dijo Mulúli: ¨eso es todo¨. Cuando vayas a llegar a la casa, toca el pito. Entonces, cuando faltaban veinte metros para llegar a su casa, tocó el pito. Las muchachas dejaron lo que estaban haciendo para encontrarse con yecuana. Desde ese momento conseguía trabajos, mujeres, y por ese motivo los otros compañeros querían matarlo. Él dijo que no salía de su casa y que si querían darle trabajo, él iba a su trabajo y regresaba a su casa, por eso, hoy en día, quien triunfa tiene enemigos.
Al fin lo mataron y después lo quemaron. De sus restos salieron hierbas; esas hierbas son las pusanas. Él murió en el cerro Machálika-Weeni. Por eso dicen que hay dos pozos, uno donde llegó y se bañó y otro donde quedó su cadáver.

LOS DIENTES DEL JAGUAR Y SU MARCHA SILENCIOSA (etnia Yanomami)
Unos “Wuaika” se encontraron. Habían tejido una cesta perforada. Los motivos eran perfectamente regulares y la canasta era bella. Dijeron:
-“Esta será para la cola”.
Unos shamathari habían fabricado una segunda cesta tan bien echa como la primera. Divisaron a un niño: -“¡Ven acá!”
Le fijaron la primera cesta sobre los riñones y las nalgas y la segunda sobre la espalda. Luego dijeron al niño: -“Cava un hueco”.
-“¿Dónde?”  -“Allí mismo, donde estás”.
El niño cavó. Tiraba la tierra excavada con sus manos ayudándose con los pies, como lo hacen los cachicamos. Cuando había trabajado un buen rato, preguntó:
-“¿Es lo suficientemente profundo?
-¡Cava más!” Cavo de nuevo.
-“¿Y ahora?” -“Está bien así”.
El hueco no era muy profundo y el niño podía meterse. Se le dijo: -“Vivirás allí, no saldrás de la madriguera”.
Y lo abandonaron. Jaguar pasó por allí. -“¿Quién ha cavado este hueco? ¿Quién está dentro?”
-“Soy yo”.
-“¡Salte!” 
-“No, me prohibieron salir”.
-“Acércate al menos al orificio para que podamos hablar”.
Dientes enormes le habían salido al muchacho.
Estaba cegado por la luz: “Casi me olvido de la luz del día” -pensó. Apareció. Jaguar exclamó: -“¡Qué dientes tan grandes tienes! Los quiero a toda costa”.
-“Deja eso, no se quitan”.
-“¡Qué dientes!”
Jaguar poseía dientes muy pequeños, parecidos a los que tienen ahora los cachicamos. Los hizo mover y se los retiró:  -“¡Aquí están; tómalos!”
Depositó los dientes en un montón delante del niño-cachicamo. Hicieron el cambio. Jaguar debió hacer fuerzas para introducir los nuevos dientes, pues los alvéolos anteriores eran muy estrechos.
-“Tú vas a volver al fondo de tu hueco. Pero no está todavía profundo. ¡Vuelve a cavar!”
El muchacho obedeció. Mientras trabajaba. Jaguar agregó: -“Debes hundirte más profundo bajo tierra, estás todavía en la superficie”.
El niño cavó y cavó. Al cabo de un momento: -“¿Así, quizás?”   
-“Cava todavía más”.
El muchacho continuó. Ya no oía más que un pequeño ruido y Jaguar debía tender la oreja en el orificio del hueco.
-“¿Así, quizás?”   
-“Deja de hundirte, conténtate con alargar el túnel”. Jaguar pensaba que estaba bien lejos.
-“¿Y ahora?”
 -“¡Cava más!”
El niño continuó su tarea.
-“¿Y aquí?”
 -“¡Sí, eso es!”
Jaguar que, más tarde, se volvería cazador de cachicamos, actuaba ahora contra su propio interés.
Alejándose, reflexionaba: -“¿Por qué se enterró en ese hueco para vivir solo?”
Cerca de él encontró a Ciempiés. Jaguar hacía mucho ruido desplazándose; Ciempiés era completamente silencioso. Dijo al jaguar:
-“Cuánto ruido haces caminando. Si sigues así, los hombres seguro te matarán cuando se embosquen para cazarte”.
-“¿Cómo haces tú?”
-“Es necesario caminar así”.
Le enseñó cómo tenía que hacer: caminó sin hacer ruido.
-“Voy a suavizarte la planta del pie”.
-“¿Cómo harás?”
Ciempiés le tomó cada pie y le acarició y suavizó la planta. -“Es así como tú debes ser. Espera aquí, voy alejarme”.
Se fue sin que hubiera podido discernir el más mínimo ruido. Luego le gritó: -“¡Desplázate a tu turno!”
Jaguar avanzó: su paso era flexible y silencioso.
Se despidieron. 

Nota: Textos transcritos de Leyendas Indígenas Venezolanas de Carmela Bentivenga de Napolitano, publicado por Editorias Biosfera (Caracas, 2007)

1 comentario:

Richard dijo...

Las leyendas indigenas son fascinantes. Tienen la genialidad de lo sencillo para explicar todo.
Un gran aporte Isaías.
Abrazo amigo