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sábado, 24 de noviembre de 2018

Obras ganadoras del Concurso "Letras y Hombres Libres" (Poesía y Cuento)

Llaneros de humilde casta se ha convertido en nobles defensores de la libertad 
que, también reflejan sus poemas y cuentos. 
Imagen en el archivo de Ofelia Rodríguez Pérez


Certamen organizado por la Coordinación de Cultura 
de la UNELLEZ-VIPI, en San Carlos, Cojedes.


VEREDICTO DEL I CONCURSO DE POESÍA “LETRAS Y HOMBRES LIBRES”
Nosotros, Isaías Medina López, Willian Ramírez y Carlos Muñoz, miembros del jurado del I Concurso de poesía  “Letras y Hombres Libres”, reunidos en San Carlos,  Cojedes, una vez leídos y analizados todos las obras presentadas a este certamen, hemos decidido, otorgar el primer premio establecido por las bases, al texto titulado “Tierra de Cerámica”, de la autoría de José Leonardo Albizu, Profesor de la UNELLEZ-VIPI, por expresar de acuerdo a los parámetros del poema y con un lenguaje abreviado y estético, imágenes épicas y heroicas relativas a la figura de Ezequiel Zamora y de nuestros héroes patrios en tierras cojedeñas; de igual manera, determinamos otorgar el segundo lugar  al poema “Mujer, Tierra, Viento y Ezequiel” de la autoría de Yessica Mercedes Aguirre Morales, Profesora de la UNELLEZ- VIPI, y el tercer lugar al texto titulado “Zamora el valiente”, cuya autora es Dariannys Liseth Mercado Aponte, Estudiante del Primer Semestre, Contaduría  de la UNELLEZ- VIPI, quienes también demostraron méritos en el ejercicio del género, apegándose todas las obras al propósito con el cual fue concebido este certamen literario, inspirado con el deseo de avivar el espíritu zamorano en nuestra más antigua Alma Mater cojedeña, la UNELLEZ.


TIERRA DE CERÁMICA (José Leonado Albizu)
Fueron las fuerzas de los combatientes
que iluminaron las batallas
desde Taguanes a la Carmelera
gritos en las sabanas.
Tierra de guerreros
que empuñaban libertad entres sus armas
desde una mirada en los caminos españoles
gritos de virtud entre camaradas.
importantes visitas a esta tierra amada
que Bolívar entre sus calles engalana
importantes fechas que sus historias marcaban
gritos desesperados de Zamora entre la campana.
Tierra de fuerza indígena
que se vio con el yugo cara a cara
desde los principios parió libertadores
gritos de esperanzas "tierra de hombres y mujeres libres".
...la victoria eterna camaradas...


MUJER, TIERRA, VIENTO Y EZEQUIEL (Yessica Mercedes Aguirre Morales)
A Ezequiel,  la tierra
Tierra que acaricia y mancha
tierra de nuestro color
no me mancha pues soy negra
viendo bien negra no soy
si me miro de cerquita
me doy cuenta soy marrón.

Soy marrón, soy marroncita
ese es un bello color
no me mancha pues la tierra
se mezcla con mi piel hoy
y se seguirá mezclando
hasta el día del perdón

Pues yo de la tierra vengo
hija de la tierra soy
me acaricia y no me mancha
como mancha a aquel patrón
que me esclaviza y me explota
y me exige sin perdón.

Da la vida cuerpo y alma
por dos doblones de sol
si yo de la tierra vengo
de la tierra pues yo soy
no me digas que es tu tierra
por papel letra y color.

La tierra me pertenece
pues, esta tierra yo soy
la surco con sutileza
la modelo con amor
la lleno de sabrosura
y la bailo cual danzón

Tanto le alegra a la tierra
 si zapateo un joropón
que me rodea y se levanta
cual polvo en excitación
bailando también conmigo
no se pierde una canción

Si la mojo con semillas
generosa me da dos
tres, cuatro, cinco ocho veces
generosa tierra sos

Si la oigo en el silencio
me grita a todo pulmón
historias de mundo y llano
que en su seno ella acuñó
lo que ocurrió en el pasado
que inmutable ella observó

Grita el viento susurrando
¿porque la sangre brotó?
pregunta y tierra contesta
el hombre por mi luchó
y veo que sigue luchando
lucha y sangra por la hoz
si hay mucho de  mi pa´ todos
dice la tierra en clamor

De una semilla doy mucho
hombre que inconforme sois
que me hierres, me maltratas,
me ensucias con ese hedor
químicos y cosas de esas
pura contaminación.

Tú me compras con papeles
ni si quiera verdes son
y eso que le llamas hojas
de árboles muertos son,

Grita así la tierra al viento
Que no comprende razón
Pero el hombre que la pisa
No escucha esa bella voz,

Voz de la tierra que es madre
de la tierra que es mi amor
pues la tierra no me ensucia
pues de la tierra yo soy
tierra es Ezequiel lo digo
la tierra me lo contó.

La tierra no es mía ni tuya
ni de aquel que la compró
pues que de la tierra somos
pregúntaselo al creador
que al final de nuestro tiempo
tierra somos sí señor.


ZAMORA EL VALIENTE (Dariannys Liseth Mercado Aponte)
                                I
Ezequiel Zamora general del pueblo soberano
héroe de sangre venezolana el que luchó con honor,
Desde muy temprana hora.
Guía del Pueblo Soberano, moriste por la traición
y al morir tu ser humano, murió la Federación.
                                II
En Miranda naciste pero en San Carlos moriste
Un diez de enero de mil ochocientos setenta
Uno de los ciudadanos más valientes
de nuestra tierra Venezuela.
                                III
A manos de una traición,
un disparo de fusil
que entró por su ojo derecho,
mató al que valía por mil
y oprimió todos los pechos.
                                IV
El destino ha sido cruel contigo
Zamora el valiente gran venezolano
que inocente se murió,
siendo su propio cuñado,
el hombre que lo vendió.


VEREDICTO DEL I CONCURSO DE CUENTOS “LETRAS Y HOMBRES LIBRES”
Nosotros, José Gregorio Salcedo, Gladys Vásquez y Efraín García, miembros del jurado del I Concurso de Cuentos Breves “Letras y Hombres Libres”, reunidos en San Carlos, Cojedes, una vez leídos y analizados todos los cuentos presentados a este certamen, hemos decidido, otorgar el primer premio establecido por las bases, al texto titulado “El misterio de San Juan”, de la autoría de María Renata Jiménez Balza, estudiante de la carrera de Contaduría de la UNELLEZ - VIPI, por expresar de acuerdo a los parámetros del cuento y con un clásico y acertado lenguaje, una llamativa y nueva versión sobre la muerte del General del Pueblo Soberano Ezequiel Zamora; de igual manera, hemos determinado otorgar el segundo lugar  al cuento titulado “El caballero de la igualdad” de la autoría de Adrián José Linares Chirinos, también estudiante de la carrera de Contaduría de la UNELLEZ - VIPI, y el tercer lugar al relato titulado “Un Sueño con Zamora: El Académico”, cuyo autor es Jesús Octavio Pacheco Cañas, Profesor jubilado de la UNELLEZ VIPI, quienes también demostraron méritos en el ejercicio del género, apegándose todas las obras al propósito con el cual fue concebido este certamen literario, inspirado con el deseo de avivar el espíritu zamorano en nuestra más antigua Alma Mater cojedeña, la UNELLEZ.


EL MISTERIO DE SAN JUAN (María Renata Jiménez Balza)
Se estimaban lluvias a comienzos de aquel año, cabalgaban bajo el manto de la noche una caravana de 7 hombres cuyo cabrestero, un hombre mayor del que destacaba su tupido bigote negro y sus ojos fieros reflejantes de sus pensamientos liberales. La caravana anduvo por el llano hasta arribar a un campamento iluminado a poca luz de vela, en donde los esperaba un hombre.
-General Zamora, bueno que llega.- la caravana bajó de los caballos atendidos por el caballicero.-Teniente Tiberio, ¿cómo ha estado?- dijo Zamora, acompañando al joven de rango bajo a través del lodazal y el ruido de los trabajadores.
-El trabajo en las trincheras ha avanzado, algunos andan alunaos, pero hemos parado la obra; ¡un guarapo ´e caña pa´l general y los compadres!-. Gritó a un joven mientras camina en dirección al rancho de su propiedad, seguido por  Zamora, quien caminaba a paso ligero. 
-Se notan los avances. Y dígame Compa, además de los enfermos, ¿qué era aquello por lo que con tanto ímpetu me pidió venir? –Dijo al entrar a la casucha.
-Mi General, mientras se hacían las labores, 5 ´e mis hombres se estaban en el cerro y lo que encontraron señor, será mejor que sean ellos los que les digan.- con un gesto de mano se admitió la entrada a los jóvenes. Entre la lumbre de las velas aparecieron 4 muchachos caratos de pies a cabeza. -General- habló el más alto de ellos, que con un gesto del teniente prosiguió a contar –Tábamos ayer trabajando en el cerro San juan, abrimos ahí un hueco pa´l pasadizo de la trinchera, pero Eladio se dio cuenta de que había una pare´ de abajo e nosotros, le abrimos una zanja pa´ ve que era, le lanzamos un mecate y nos entramos los 5 con una vela pa´ alúmbranos.
Entonces, ¿que encontraron? Interrumpió Zamora, con escepticismo. -Mi general, era túnel, cambiamos 2 amorochaos, los demás iban atrás. Estaba hecho e piedra, y hedía a mapurite. Caminamos y conseguimos un promontorio e huesos, se nos espelucó el cuerpo y nos fuimos a regresar pero se nos apagó la vela y a ahí la vimos- dijo aterrorizado, rucio como caballo. -¡Termine de hablar!, el general no tiene toda la noche. Solo cuéntele lo que me contó a mí  –solicito el teniente. –Mi señor, entre la oscuridad dos ojos grandes de pajuía que aturdían cómo ve el  sol, nos encaramamos a subí el mecate pero la cuaima se le lanzó a Argenis y de un zarpazo le comió la pierna, lo jalamos entre todos; encaramos arriba  lo intentamos subí con el mecate pero la cuaima lo jaló. Tapamos la zanja con una ñasca y le vinimos a contar a todos.
-Pero, ¡¿Me dice que una culebra le comió la pierna de un solo mordisco?!- refutó el general. 
- ¡Y se lo hubiera jartao completo señor!- habló otro de los jóvenes. 
Zamora pensativo se levantó de su asiento y dando unas vueltas alrededor indicó con un gesto que deseaba intimidad entre mayores. Ya solos, habló:
–Había yo escuchado rumores sobre túneles construidos por el teniente Juan José Veloz hace ya muchos años, el encargado de la construcción de la iglesia de San Juan, en un intento por elaborar una vía de escape en ocasión de guerra; algunos llegaron a decir que los túneles poseen un guardián. Esto lo oí yo de buena fuente. -¿General y cree que allí haya tal animal?- 
Con una expresión neutra respondió:  -Pues no permitiré que interfiera con nuestra batalla, ¡Ningún espanto, o criatura logrará evitar que esta tierra o estos hombres sean libres!–
A la mañana siguiente con el pecho inflado de valor el general y sus hombres, seguidos de los 4 trabajadores subieron por el cerro, a escasos metros del hoyo distinguieron lo que parecían partes humanas, sin miedo avanzaron pero la tierra bajo sus pies temblaba, ¿terremoto? Pensó el general y preparándose a lo peor desenvainó su espada. De la tierra una serpiente de 15 metros con afilados colmillos arremetió contra el grupillo devorando a 2 de un solo mordisco, los disparos empezaron a hacer eco por el pueblo, pero nada llegaba a hacerle a la gruesa piel del animal. En un intento por evitar la muerte de sus camaradas con una estocada certera logró llamar su atención, ya más cerca con una elocuente ida y venida del sable arrebató un ojo del animal, este se revolcó por el cerro hasta caer al campamento.
-¡Teniente tengo una estrategia para eliminar a la bestia!, -Grito Zamora- ¡Corra con un fusil hasta la torre de la iglesia y ya allí espere a tener un buen ángulo de tiro- confiando en su general el hombre corrió a hacer su trabajo. Aun con el ojo en su sable Zamora bajó corriendo el cerro. En las trincheras, cadáveres dejaba el paso de la serpiente, se oía el terror de los hombres y  ahora el ferroso olor de la sangre invadía el aire. ¿Cómo en tan poco tiempo la tragedia se adueñó del panorama?, era una guerra contra el animal a quien por supuesto pensaban ganarle. La serpiente detuvo su sanguinario desplazamiento al ver de nuevo su ojo, se lanzó de arremetida contra el General. En una estrategia improvisada corrió lo más fuerte que pudo en dirección al santuario, en vano su esfuerzo ya que la cuaima más veloz le alcanzó antes, intentó engullirlo, Zamora se resistió y para no ser tragado clavó su sable en la cuenca del ojo pudiendo salir de sus fauces con la desgracia que su cuerpo interrumpió el tiro del teniente al animal, acabando así con la vida del valeroso general Zamora. La serpiente recuperando la parte mutilada de su cuerpo y oliendo la muerte de su contrincante regresó a custodiar sus túneles. Para no armar zafarrancho, la serpiente y los túneles fueron omitidos de la historia oficial, al igual que el teniente y todo lo pasado aquel día, pero siempre recordaron al General Zamora como un héroe.


EL CABALLERO DE LA IGUALDAD (Adrián José Linares Chirinos)
Había  una  vez  un  joven   llamado  Ezequiel, un  joven  de carácter   aventurero,  heroico,  humilde  y  sencillo que pasó por mucho intentando conseguir  la igualdad para todos los campesinos  y esto lo convirtió en un luchador  incansable,  luchando  contra  grandes  tropas; Ezequiel  poco  a  poco  fue  consiguiendo  su  cometido. 
Aproximándose el día en que tenían que salir de la lucha Ezequiel preparó a sus hombres para la  batalla  aquella   batalla  que quizás el no sabía pero que acabaría con su vida. Ya partiendo hacia la lucha Zamora -como se apodaba Ezequiel y le decían sus colegas más allegados-  se dirigió hacia su tropa diciéndoles palabras de aliento pues lo que les esperaba no era nada bello.
Partieron  hacia  la  batalla  en  sus  caballos  pura  sangre  galopando  hacia  donde  quizás  fuese  su último  destino,  en  el  camino  se  encuentran   a   una  bella  dama  que  iba  por  el  mismo  sendero  que  ellos,  la  dama  cansada  de  andar  les  pide  ayuda  y  un  poco  de  agua,  Ezequiel  que  va de primero guiando a la tropa se detiene a escasos metros de donde esta ella y con aquella voz dulce de hombre valeroso le pregunta.
-¿Oh bella dama qué hace tan semejante hermosura por estos senderos tan solos?  A lo que la dama le responde  con voz  desesperada -¡Solamente he salido a comprar algunas cosas!  Ezequiel  vuelve y le pregunta -¿Has salido sola?  La dama responde -¡Sí   pero me han robado mi caballo y  mis pertenecías por favor  ayúdeme!
Ezequiel da la voz de mando a la tropa para tomarse un descanso y luego continuar con su rumbo, él junto a sus soldados le brindan ayuda a la dama tranquilizándola,  dándole un poco de comida y agua. Ezequiel no pierde el tiempo y se le acerca a la dama preguntándole su nombre.
-¿Cómo te llamas? Dice Ezequiel con voz susurrante, ella le responde -mi nombre es Viviana,  -¡Oh Que bello nombre! Exclama  Ezequiel un poco atontado por  la belleza de Viviana,  aquella noche duraron hablando por  un  rato largo. Al día siguiente ya pasada la noche Ezequiel se levanta y se da cuenta que Viviana ya no está por  lo que él se preocupa y sale a buscarla camina unos escasos pasos y a lo lejos ve a Viviana arrodillada  junto a un pequeño charco de agua rodeado de bellas flores.
Ezequiel le pregunta -¿Oye que te pasa?  Ella con sus ojos un poco llorosos le dijo -¡Nada! solo recuerdos que me invaden la mente, mi hermana y mi madre murieron trágicamente en un accidente dentro de mi casa, un feroz incendio ocurrió de manera imprevista llevándose consigo la vida de las dos eso dejó un gran vacío en mi por eso cada vez que recuerdo eso no puedo evitar llorar.
Ezequiel la toma de un brazo la levanta se acerca y le da un cálido abrazo le dice con suave voz - tranquila eso poco a poco dejara de doler el tiempo será quien te ayude a sanar.
Juntos se levantan y vuelven donde está la tropa, Ezequiel da la voz de mando para volver a retomar el camino, como todo hombre caballeroso el sube a su caballo y le dice a Viviana -ven sube conmigo,  juntos en el mismo caballo comienzan de nuevo su rumbo;  cabalgando por los senderos solitarios desde lejos ven un pequeño pueblito y dice Viviana -¡Oh es ahí donde vivo! Poco a poco llegan al pueblito donde se detienen.
Ezequiel baja del caballo junto a Viviana y ella le dice al oído, no encuentro como agradecerte valiente hombre, se acerca y le da un beso ardiente, Ezequiel confundido por aquel beso le susurra -¡Oye a que se ha debido ese beso¡ Ella alegre le responde, porque he comenzado a sentir algo más por ti que solo admiración. A Ezequiel -asombrado por aquella respuesta- se le ponen los ojos aguados pues él en el fondo sentía lo mismo que Viviana y también sabía que quizás no volvería a ver a la mujer que lo hizo sentir que tenía corazón ya que hace rato no sentía nada.
Casi llorando se despide de Viviana diciéndole que luchará con todo su coraje para poder volver a salvo con ella, con un beso de despedida Ezequiel sube a su caballo y da la voz de mando a su tropa para continuar, pasan los días y las noches y todavía no llegaban a su destino pero estaban muy cerca.
Al fin llegaron al campo de batalla y se encontraron con un ejército armado hasta los dientes con armas pesadas trincheras y demás, Ezequiel detiene a su tropa llega y hace una  pequeña plegaria, vuelve alza su fusil y grita a toda voz  “Tierra y hombres libres”.
Se lanzó contra aquella horda de hombres buscando igualdad pero fue en vanó pronto una bala le atraviesa su ojo derecho ocasionándole la muerte,  cayendo de su caballo en un baño de sangre. Allí quedó aquel hombre tendido en el suelo el mismo que por buena obra buscaba la justicia de los campesinos.
La  guerra continuó y se extiende durante 3 años convirtiéndose en un conflicto armado donde murieron miles de hombres así fue como un 10 de enero de 1860 murió  Ezequiel Zamora  conocido también  como “El general del Pueblo Soberano”.


UN SUEÑO CON ZAMORA: EL ACADÉMICO (Jesús Octavio Pacheco Cañas)
Corren los días 08, 09 de Diciembre del año 1859, anteriores  a la gran batalla de Santa Inés, todo es movimiento para los preparativos de ese encuentro armado de las tropas de Ezequiel Zamora con las tropas republicanas que están gobernando a Venezuela,  y dentro de esa tropa  están presentes personas que provienen de diferentes partes de territorio nacional y entre algunos de ellos se da el siguiente dialogo:
Cámara Macanilla,  ya tenemos 8 días desde que llegamos de San Carlos, invitados para luchar por la causa del General Zamora y todo ha sido movimiento estratégico de todas las personas con las que hemos tratado.
Si cámara Riquiti, yo también estoy dispuesto a dar todo de mí para que esta revolución siga avanzando.
Es así que tenemos que dar todo para ayudar al General Zamora que es el único que se ha mostrado defensor de nosotros los campesinos analfabetos y asalariados de terratenientes.
Si eso es mañana 08 de Diciembre a las 3 de la tarde en plena sabana del hato donde estamos descansando.
Bueno nos vemos mañana para oír el discurso.
Al día siguiente todo era carreras en el sitio, para oír el discurso del general.
Frente a unos 400 hombres en su mayoría campesinos de toda la zona llanera; se acerca imponente el general Ezequiel Zamora a un mesón improvisado y dio comienzo al discurso:
“Camaradas y amigos, bienvenidos a uno de los principales retos de nuestra revolución, como es el encuentro armado del día de mañana, gracias por su asistencia, pues es difícil convencer a la gente, pero yo necesito tener batallones obedientes para poder vencer y sobre todo aplicar una táctica en las trincheras de Santa Inés que ya tengo estudiada en el sitio; pues les digo camaradas ¡levántense, levántense carajo¡ aquí no hay esclavos. Amigos quiero que está conversación esté enfocada al incentivo de la educación, pues muchos de ustedes viven en la oscuridad al no saber leer y escribir, por lo que se debe estudiar y trabajar, trabajar y estudiar; porque debemos prepararnos para los retos que se avecinan; empecé mi formación en la Escuela de Las Primeras Letras  de Caracas de la mano de mi maestro Vicente Méndez,  pero tuve siempre la inquietud de leer y escribir nociones elementales de Gramática y Doctrina Cristiana alimentadas por la sapiencia del Dr. José Manuel García.
Camaradas, debemos instruirnos, ¿Por qué si todos somos hijos de Dios, por qué tengo que ser el sirviente de mi prójimo? Transformémonos cada uno en una escuela y preparémonos para la práctica de la política de la igualdad, pues tengo que hablar siempre con ustedes que son el pueblo y escucharlos siempre, debemos manejar el eslogan de Tierra y hombres libres, gracias camaradas por estar presentes”.
400 hombres contestaron: “¡Tierra y hombres libres, Tierra y hombres libres!”.
Macanilla despierta que estás dando gritos, ahí dormido.
Buenos días Riquiti es que estaba soñando con una batalla por los lados de Barinas y tú y yo estábamos entre los soldados que iban a pelear, pero lo bueno de todo fue el discurso del General Ezequiel Zamora referido sobre todo a las personas que no sabemos leer y escribir incentivándonos a prepararnos para el futuro.

viernes, 11 de noviembre de 2011

EL ARREO: un cuento premiado de Mercedes Franco


Los animales en la sabana, también, pueden ser
encarnaciones de los  misterios más profundos de la llanura
(archivo de Juana Pérez)


Alguien tocaba con fuerza la puerta, de madera. Monótono, insistente, el golpe se repetía con intervalos de pocos segundos. Cuando doña Eliana abrió se dio cuenta de que era el caballo de su marido quien había estado golpeteando la puerta con el casco desde hacía rato. Atravesado sobre la montura, totalmente inerte, yacía Juan. La mujer gritó, espantada, y su hermana corrió a auxiliarla. Entre las dos bajaron al hombre y lo acostaron en su cama. Una jarinita leve como la misma brisa lo empapaba todo.


En medio de su febril inconciencia, papá Juan deliraba a ratos: “Los burros...el arreo...se reían...”. Palabras incoherentes, nada podía deducirse de ellas. Había salido el día anterior con su hombre de confianza y varios peones, llevando unas cuantas mulas cargadas con tabaco en rama y papalón. Y regresaba solo, exánime en su caballo, con aquella fiebre intensa y extraña que lo consumía, en un delirio inexplicable.


A mediodía fue que pudo llegar Don Marcos, el único boticario del lugar, quien lo estuvo examinando y recomendó compresas frías sobre la frente, y una toma de hojas de catuche para bajar la temperatura.


-Este hombre tuvo una visión. Sentenció antes de irse, cabizbajo.


Al atardecer fueron llegando los peones. Calixto Ramos, el capataz, se adelantó, dándole vueltas al sombrero de cogollo. Intentaba balbucear una disculpa:


-No pudimos hacer nada. Yo le advertí al patrón que no disparara.


-A los espantos no se les tira. Acotó el indio Alfonzo santiguándose, con los ojos desorbitados.


Con el rosario en la mano, doña Eliana no respondía, tibias lágrimas inundaban sus manos, sus ojos campesinos, mientras sobaba las deslucidas cuentas de madera. Pero Augusta, la hermana más joven, quiso saber con detalles lo ocurrido. Y el capataz comenzó a hablar vacilante, aún asustado, después de haber apurado una taza de café caliente:


Las mulas iban fresquesitas y nosotros tranquilos. Dejamos el pueblo y cogimos el camino del llano, íbamos ya entrando en aquella espesa mata de sabana, sin salirnos de la trocha abierta, y todo se veía muy claro por la luna. De todas maneras yo, que era el que iba adelante, llevaba prendido mi favorito viajero más que todo por costumbre, porque como ya le digo, no había necesidad. Entonces vimos venir a lo lejos un arreo grande. Como si brincara sólo entre las sombras parpadeaba en la distancia el candilito de kerosén que traían, a veces casi se apagaba, porque venteaba fuerte. El patrón ordenó que nos hiciéramos a un lado para hacerles espacio, porque aunque la trocha es ancha nosotros íbamos por todo el medio. En ese momento nos dimos cuentan de que ellos se movían hacía el mismo lado que nosotros, como imitándonos. A Papá Juan, le molestó aquello, por parecerle guasa, pero no dijo nada. Nos movimos hacía el lado opuesto y nuevamente hicieron ellos lo mismo, como burlándose. Ahí sí el patrón les habló fuerte:


“Amigo, ¿cuál es la chercha?”


En ese momento supimos que el arreo era de burros, por un rebuzno largo y ronco que se oyó, a manera de respuesta. Estaban aún lejos, pero por el bulto notamos que eran muchos. No se distinguían las formas entre la hojarasca del mastranto y los chamizales crecidos, pero sí nos percatamos que eran burros. Pero cosa curiosa, aquellos rebuznos parecían carcajadas. Largas risotadas burlonas, chanceras, que resonaban por la sabana vacía y me erizaban los pelos de la nuca. Se oyeron otros rebuznos, y también parecían risas. En ese momento supe que aquello era algo malo, porque arreció la ventolera, como amenazando aguacero y sentí escalofríos. Me encomendé a las ánimas benditas, convencidos de que nos hallábamos en presencia del propio Satanás, y así se lo dije a papá Juancito. Me contestó con una pachotada, usted sabe cómo es él. Me busqué en el pecho el escapulario de la Virgen del Carmen que siempre llevo al cuello y no lo encontré. Recordé que me lo había quitado un día antes, cuando me bañé en la poza de La Tigra. Ese escapulario estaba “rezado” por Don Roberto y era la “contra” y protección ante todo mal. El patrón sacó el revólver, furioso, como usted misma sabe, él siempre ha sido así, genioso, que yo lo conozco desde muchachito y sé que esa es su naturaleza, como también lo era de su difunto padre, el patroncito Don Juan Ruiz a quien Dios tenga a su diestra. Pues Papá Juan nos ordenó apurar la marcha, y a medida que nos acercábamos aquel extraño arreo, el aire se enrarecía, una súbita pestilencia nos mareaba y nos revolvía las tripas y un frío agudo y repentino se nos metía hasta los huesos. La noche pareció detenerse, la luna se escondió tras unas nubes grandes y gruesas, no se veían las estrellas. Me santigué y comencé a rezar en voz baja. Cuando estuvimos como a unos cien pasos logré ver que el primero de la comitiva, el hombre que conducía el arreo, no tenía cabeza. Así como lo oye. Tampoco tenía cabeza ninguno de los otros jinetes zambos, que cabalgaban tras él, ni siquiera los burros del arreo que eran más de una docena y que seguían rebuznando y riéndose. Como ya se veía que era cosa del mismo diablo, grité con toda la fuerza de mis pulmones: “Ave María Purísima”. Pero el patrón comenzó más bien a maldecir y a echarle tiros a aquello. Le disparó al descabezado que iba delante del arreo y a todos los burros sin cabeza, que se carcajeaban cada vez con mayor fuerza.


Las mulas se nos fueron en desbandada, se internaron en la espesura de aquella mata de sabana que de pronto parecía interminable, enloquecidas de espanto, huyendo de los burros que las perseguían. Lo último que vi fue que un espanto de aquellos, un hombre oscuro sin cabeza, brincó a la grupa del caballo de papá Juan y lo agarró por la cintura, mientras él seguía disparando al aire. El caballo echó a correr desgaritado, montarascal adentro, como arrebatado por el mismo Lucifer, y seguían estallando alrededor de nosotros los rebuznos o carcajadas de aquellos burros infernales. Yo quise ir tras el patrón, ayudarlo, pero una fuerza superior me inmovilizó. Mi caballo se alzó de manos, encabritado, y luego arrancó a todo galope, llevándome lejos. Yo no sabía a donde iba, solo pensaba en mi mujer y en mis hijos. Y así fue como, llegué hasta aquí, con el indio Alfonzo, el compai Chinto y Ramón Piano. Sin darnos cuenta habíamos salido de aquella mata de sabana y llegamos a llano abierto. De allí pa’ lante no supimos qué más pasó.


Calixto Ramos terminó su cuento y en eso entró Don Roberto, el Brujo de La Pica. Se quitó el peloeguama y entrecerrando los ojos azules dijo con su voz lenta y cadenciosa:


Les salió el Arreo de la sabana. Ese es un espanto que vaga errante por estos andurriales desde hace mucho tiempo ya, desde los tiempos del General Bermúdez, cuando los godos todavía mandaban en Venezuela. Dicen que es el alma atormentada de un hacendado de La Cruz de la Paloma, que mató a su hermano para robarle sus tierras y su fortuna el que se topa con el arreo tiene que invocar a la Santísima Trinidad, esa es la contra. Y no se le puede maldecir, ni echarle plomo, porque el espanto “se le pega a la pata”, como le pasó al amigo. Y dicen que no suelta a su víctima hasta que se lo lleva.


La blanca Augusta incendió una vela blanca bajo el cuadrito de la Virgen del Carmen y se hincó a rezar por el cuñado. Al levantarse se santiguó y luego se alejó silenciosa por el corredor, arrastrando su larga falda de zaraza, hacia su aposento, mientras que Doña Eliana permanecía en vela, estático los grandes ojos negros, pasando las cuentas de su rosario junto al marido delirante.


Ya al amanecer papá Juan se fue quedando dormido, mientras una lluvia triste caía sobre el campo verde, sin trinos de pájaros.


Mercedes Franco, la autora de esta interesante creación literaria  es una de las más destacadas autoras de nuestra literatura infantil y juvenil. Nativa de Maturín, estado Monagas. Lic. en Letras. Con cursos de postgrado. Tiene distintas publicaciones y obras premiadas tanto en Venezuela como en el exterior. Reside en Caracas donde labora en distintas universidades. El siguiente texto fue ganador del Concurso Nacional de Cuentos y Relatos: Misterios y Fantasmas Clásicos de la Llanura "Ramón Villegas Izquiel", organizado por la UNELLEZ-San Carlos (1999).  




Nota del editor: El presente texto fue publicado en: El Llano en voces. Antología de la narrativa fantasmal cojedeña y de otras soledades, editado por la Universidad Nacional Experimental de Los Llanos Occidentales "Ezequiel Zamora" (San Carlos, 2007), bajo la compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno.