Llanera en el archivo de Pablo Araque
Los primeros habitantes del Llano marcan su influencia en la poesía llanera
(Archivo de Angello Jesmy Chiguiere García)
La Llaneridad. Nada es más llanero que sentirse llanero. Querer ser está muy por encima del lugar de nacimiento; se es llanero porque se quiere serlo. La llaneridad es un asunto del ánimo. El pájaro que alegre canta en medio de la sabana, el potro brioso que rompe el silencio de los pastizales, y el jinete que en medio de ambos deja escapar una copla festiva y altanera que toma de sus ancestros, se unen en el reclamo misterioso e incomparable que formula el horizonte plano - la madre llanura- dentro del espíritu. Pero, vivir la llaneridad implica el saber de voces que hablan del llanero desde otras miradas, como las estos dos grandes escritores del siglo XIX: Rafael María Baralt (zuliano) y Nicanor Bolet Peraza (caraqueño).
Isaías Medina López
Texto de RAFAEL MARÍA BARALT (1)
"Mucho diferían de los habitantes de la región de los bosques y del litoral, los de las llanuras que en el país decían por esto mismo llaneros; hombres cuyas costumbres y carácter, por una singularidad curiosa, eran y son más tártaros y árabes que americanos y europeos. El clima abrasador de los desiertos y las inundaciones de su territorio lo obligaban a adoptar de un vestido muy sencillo y moran ordinariamente en cabañas a las riberas de los ríos y los caños, en incesante lucha con los elementos y las fieras. Sus ocupaciones principales son la crianza y el pastoreo de los ganados, la pesca y la caza; si bien algunos cultivan pequeñas porciones de terreno para obtener raíces comestibles. Esta vida activa y dura, sus marchas continuas y su necesaria frugalidad desarrollan en ellos gran fuerza muscular y una agilidad extraordinaria. Pobres en extremo y privados de toda clase de instrucción, carecen de aquellos medios que en las naciones civilizadas aumentan el poder y disminuyen los riesgos del hombre en la faena de la vida. A pie o sobre el caballo que ha domado él mismo, el llanero, a veces en pelo, casi siempre con malísimos aparejos enlaza a escape y diestramente al toro más bravío o lo derriba por la cola, o, a la usanza española lo capea con singular donaire y brío; un conocimiento perfecto de de las costumbres y organización de los animales del agua y de la tierra le ha enseñado, no solo a precaverse de ellos, sino a arrostrar sus furores.
Acostumbrado al uso constante de su fuerza y de los artificios para defender su existencia contra todo linaje de peligros, es por necesidad astuto y cauteloso; pero injustamente se le ha comparado en todo con los beduinos. El llanero jamás hace traición al que en él confía, ni carece de fe y honor como aquellos bandidos del desierto: debajo de su techo recibe hospitalidad el viajero, y ordinariamente se le ve rechazaron noble orgullo el precio de un servicio. No puede decirse de él que sea generoso; mas, nunca por amor al dinero se le ha visto prostituirse, como raza proscrita, a villanos oficios. Igualmente diestros, sobrios y valerosos que las razas nómadas del África, aman como ellas el botín y la guerra, pero no asesinan cobardemente al rendido, a menos que la necesidad de las represalias o la ferocidad de algún caudillo no les haga un deber la crueldad. Tres sentimientos principales dominan en su carácter: desprecio por los hombres que no pueden entregarse a los mismos ejercicios y método de vida, superstición y desconfianza. En medio de esto tiene el llanero prontitud y agudeza en el ingenio. Sus dichos festivos siempre, y en ocasiones profundamente epigramáticos, participan del donaire y gracejo de la natural de los hijos de la risueña Andalucía. Como todos los pueblos pastores, son aficionadísimos a la música y el canto, e improvisan con mucha gracia y facilidad sus jácaras y romances. Lo más común es que dos de ellos canten alternativamente acompañándose con la guitarra: y así con frecuencia se oyen resonar sus trovas en los caseríos, en los hatos, en las riberas de los ríos, ora en los días festivos, ora cuando en las noches de vela, al suave resplandor de la luna rumia el ganado tranquilamente en la pradera. El llanero, en fin, ama como su verdadera y única patria las llanuras. A ellas se acostumbra fácilmente el habitador de las montañas; pero fuera de ellas, sus hijos hallan estrecha la tierra; el agua, desabrida; triste el cielo".
Textos de NICANOR BOLET PERAZA (2)
I-"Varios escritores y bardos le habíamos saludado con simpatía y
entusiasmo, ora que su gallarda figura de Centauro cruzase por el horizonte de
la pampa ondeando la soga ó agitando la lanza, ora que las treguas del trabajo
ó del pelear, cantase sus proezas y amores, con esa su poesía sencilla,
pintoresca y espontánea, que por fuente de inspiración tiene: el sol ardiente,
el aire voluptuoso, el espacio inmenso: amor y libertad por todas partes".
II-"El llanero es fuerte y valiente; audaz y al propio tiempo precavido. Su
perpetua riña con el toro bravío, sus lances frecuentes con el tigre carnicero,
su constante ejercicio sobre el caballo, le han dado músculos de atleta y
corazón de héroe. Pero en la cruda acepción de la palabra, no es un salvaje.
Podría decirse, por el contrario, que es un docto de la gran Academia, en donde
se gradúan: de diplomático el zorro, de previsor el ciervo, de hábil capitán el
toro, de diestro cirujano el cuervo, de insignes músicos é inspirados poetas el
turpial, el arrendajo, y toda la tropa lírica que canta alegres himnos a las
auroras y dulces canciones de amor a sus hembras".
III-"El monte gigante, con su altiva cumbre mirando el cielo, inspira ideas
de dignificación si quien lo mira sabe ascender con él en espíritu; pero si
acontece que el espectador es incapaz de alientos para los altos vuelos, lo que
el monte altivo le habrá de inspirar será tan sólo la idea de la vana
superioridad y la de la inferioridad é impotencia propias. La llanura
amplísima, por el contrario, con su nivel sin tropiezos, en donde sin ellos,
corren también los vientos, corren los caballos, corren los pensamientos, todos
ellos indómitos, todos supremos, inspira al hombre la noción de una libertad
arrogante, de una igualdad soberbia, cual es siempre soberbio el desierto,
imagen del extenso nivelado que las revoluciones de ideas dejan a su paso. Ni
montañas ni señores. Eso dice el llano a sus criaturas d. Y quienes tales voces oyen, el aliento del sol, al
arrullo de los vientos libres, al cantar de todas las cosas que hacen poesía a
su derredor, tienen que ser románticamente rebeldes, ardientemente amorosos,
heroicamente bravos".
IV-"Bajo las palmeras de nuestros llanos no se ha sentado todavía el poeta
que debe cantar la vida, hazaña y amores del llanero venezolano, Y ya es tiempo
de de poner la lira nacional en este sencillo poema de la naturaleza, con la
más original y fiel de sus criaturas; porque el Progreso que es enemigo de la
tradición, va invadiendo ya aquellas patriarcales llanuras, y va despojando de
sus sencillas costumbres y de su pintoresco lenguaje, y de su primitivo traje,
y de todos sus encantos de originalidad al varón independiente y rudo que como
soberano la puebla en brava lucha y amable sociedad con las fieras, en trato
desconfiado ó en gallardía valiente con los hombres, y en sumiso rendimiento a
la mujer. El verdadero llanero se nos va".
(1) RAFAEL MARÍA BARALT. Lexicólogo, escritor y poeta. Nació en Maracaibo, el 3 de julio de 1810 y falleció en Madrid, el 4 de enero de 1860. Fue autor de importantes diccionarios y tratados que le valieron los méritos para ser electo como el primer latinoamericano miembro de la Real Academia de la Lengua Española.
(2) NICANOR BOLET PERAZA. Nace en Caracas en 1838 y fallece en Nueva York, en 1906. Escritor, historiador, dramaturgo, cuentista, periodista corresponsal en La Habana y Buenos Aires y editor. Se le considera uno de los maestros del costumbrismo en Hispanoamérica. Según Carlos Sandoval (2004): “Exiliado en los Estados Unidos de Norteamérica, ejerce la redacción de la Revista Ilustrada de Nueva York (1885) y en 1893 funda la célebre Las Tres Américas, incontestable vehículo para la difusión de la literatura hispanoamericana hasta 1906”. (3) Estas notas fueron tomadas de: El Llanero de Víctor Manuel Ovalles (Caracas, 1906).
1 comentario:
Siempre es interesante saber. Muy buena entrada. Un abrazo, Isaias
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