Mujer del Llano en el archivo de La Voz de Joropo
Jóvenes llaneras de Cojedes durante un festival de narraciones del Llano
Enjalma llanera para bestias de carga
(archivo de Radio Comunitaria Baúl 105.5 FM)
CUATRO RELATOS SOBRE
LA MULA MANIÁ DE LA MATA CARMELERA
Yorman Tovar
Yorman Tovar
1- El Llano es -si se quiere- la región más fantasiosa de Venezuela. El llanero es un ser supersticioso por naturaleza, gracias al mestizaje de las tres castas que conforman su raza, sobre todo, las herencias aborígenes y africanas. Cualquier incidente es un incentivo para el surgimiento de una leyenda, un mito, un corrío o un relato oral, de esos que se difunden, de una generación a otra, preservándose en la memoria colectiva. Así nacieron numerosas leyendas y relatos sobre fantasmas y reaparecidos de la llanura: “Florentino y El Diablo”, “El Silbón”, “El espanto del Troncón”, “Juan Machete”, “El Diablo del pastizal”, “El ánima del taguapire” y “El ánima de Mata e `Silva”. Una de esas canteras de leyendas y relatos es la Historia Patria : desde la Conquista , pasando por la colonización, la Independencia , la Guerra Federal , hasta nuestros días. Una de las creencias más fantásticas la representa “La Mula Maneá ”, y se refiere a la muerte del Presidente y caudillo de la “Revolución Legalista”, General Joaquín Crespo, muerto de un lanzazo o de un balazo en un sitio del estado Cojedes: “La Mata Carmelera ”, específicamente entre los caseríos Camoruco y Camoruquito, por la carretera nacional, en la llamada “Curva de Guabina”, sitio donde han ocurrido los más tétricos accidentes automovilísticos; y según dicen los lugareños de esos caseríos, se deben, más a la mala influencia de “La Mula Maneá ”, que a la imprudencia de los conductores.
Cuentan los relatos orales que el día en que ocurrió el magnicidio de Crespo, este andaba remontado en una mula blanca que le habían traído de las sierras peruanas, y en el momento en que comenzó la escaramuza, entre balas y lanzazos, a Crespo se le encabritó la mula y no pudo dominarla, y fue cuando el viejo zorro lancero Luis Loreto Lima (a quien se le atribuye la muerte del caudillo) aprovechó para lancearlo. Este magnicidio, al igual que el de Zamora en San Carlos dan muestra de que en Cojedes no se juegan con nadie para darle el pasaporte a cualquier caudillo, por más peligroso y poderoso que este sea. Desde el día de la muerte de Crespo, el ánima en pena de este General condenó a la pobre mula a ser un eterno fantasma, reaparecido o espanto de caminos.
Lo cierto es que la mula no respeta si es de día o de noche, ni escoge las víctimas a espantar; y pobre de aquel que no sepa que es un espanto, porque la bicha, aparte de espantar, muerde y patea al que no sepa rezar. Dice la leyenda que la única manera de quitársela de encima, a pesar de que fue su jinete quien la condenó a ser un espectro, es rezar un Ave María o invocar tres veces el ánima de Joaquín Crespo de esta manera:
¡Ánima de Joaquín Crespo,
no te pongas resabiá!
Sálvame, que no me mate
Tu vieja mula maneá.
2- Felipe Meléndez y Monche Camacaro, dos experimentados camioneros, que en la década de los 50 y 60 transportaban madera de las selvas de Guanarito y de Capitanejo hasta el “Aserradero Coromoto” de Acarigua. Un Miércoles Santo su patrón, Don Pablo Yústiz Ramos, les encomendó llevar unas cargas de samán blanco a un aserradero de San Carlos. A las tres de la tarde partieron de Acarigua en sendos “Roleros” (un Ford de Meléndez y un “Reo” de Camacaro). Justo a las 4:30, en la “Curva de Guabina” se le reventó una punta de eje al Ford del catire Felipe. Monche Camacaro que iba más atrás se detuvo a auxiliar a su compañero. Por desgracia no pasó nadie conocido que pudiera ayudarlos, entonces decidieron colgar sus hamacas entre los tojines de los camiones, dormir allí hasta ese otro día para regresar, uno de ellos, a Acarigua en busca de ayuda. Exactamente a las seis, a Felipe Meléndez le dieron ganas de defecar, cogió unas hojas de periódico y se internó en el monte. No se había terminado de agachar cuando escuchó el recio cabalgar de una bestia, que entre la semipenumbra venía hacia él. Felipe se subió los pantalones y echó a correr. Camacaro que sí tenía cierta noción del espanto, recordó la manera de repelerla, y gracias a la oración del Ave María, pudieron deshacerse del aparecido de la mula. Esa misma noche descargaron, a orilla de carretera el camión “Reo” de Camacaro y se regresaron a Acarigua, y el catire Felipe ofreció un rosario de agradecimiento la noche del viernes santo al ánima de Joaquín Crespo.
3- En mayo de 1959, Tomás Espinola (alias) “El Gabán” y su “pareja” de vaquerías Manuel Jacinto Mora (alias) “El coplero de la noche” salieron desde “Los Cortijos” en Guanare con una punta de ganado. Una noche acamparon en Apartaderos. La peonada encerró el ganado, “El Gabán” y Manuel Mora, encargados de dirigir la faena, decidieron explorar el camino que transitarían al día siguiente. Esa tarde, cuando pasaron por San Rafael de Onoto, Don Rafael Torres (un viejo boticario) les advirtió acerca del espanto de “La Mula Maneá ” y la manera de alejarla. Cuando pasaban por “La Mata Carmelera ” notaron que sus caballos se encabritaban, y que ellos, jinetes vergatarios, no podían detener los animales. “El Gabán” se cayó del caballo, el animal se perdió entre los montes, mientras veía una mula blanca con una manea en una pata se le venía encima. El hombre lanzaba sombrerazos a la mula y esta avanzaba más y más sobre su víctima. En ese momento apareció su compañero Manuel Mora, quien como buen poeta hizo uso de la copla acostumbrada como amuleto, y así ahuyentó el espanto. Tomás Espinola quedó privado en el terronal y Mora lo revivió, dándole a oler caña blanca con chimó. Ese otro día negociaron el ganado en Apartadero y regresaron a Guanarito.
4-Algo similar les ocurrió a los copleros portugueseños Cheo Hernández Prisco “El Coplero Coleador” y Alfonso “El Negro” Palacios. Era la una de la madrugada, regresaban de Tinaquillo, donde habían cantado en unos toros coleados. Cuando se acercaban a la “Curva de Guabina”, Cheo notó que, extrañamente, su flamante y melosa camioneta, con tres días de sacada de la agencia, se recalentó. Frenó el vehículo y se bajaron con una linterna a revisar. En ese preciso instante vieron una bestia blanquita que corcoveaba graciosamente, no muy lejos de la carretera. Hernández, como buen llanero, diestro en equinos, se fue acercando y notó que era una mula; Palacios, más resabiado, se quedó mirando. Cheo se le acercaba a tientas a la mula y Palacios observaba que la bicha quería atacar a su compañero. De repente la mula logró tropezar a Cheo y este cayó aporreándose una costilla. “El Negro”, que es medio brujo y sumamente bellaco en vainas de espantos recordó que una vez Don Paulo Emilio Díaz le había relatado lo que le ocurrió a “El Gabán” y Manuel Mora. Palacios comenzó a rezar el Ave María y cuando soltó los cuatro versos de la copla, la mula se desapareció misteriosamente. “El Coplero coleador” se levantó ayudado por Palacios, prendieron la camioneta, que ya había recobrado su temperatura normal y continuaron el camino. Esa misma noche, Alfonso Palacios se inspiró y, produjo estos versos:
Cuentan los relatos orales que el día en que ocurrió el magnicidio de Crespo, este andaba remontado en una mula blanca que le habían traído de las sierras peruanas, y en el momento en que comenzó la escaramuza, entre balas y lanzazos, a Crespo se le encabritó la mula y no pudo dominarla, y fue cuando el viejo zorro lancero Luis Loreto Lima (a quien se le atribuye la muerte del caudillo) aprovechó para lancearlo. Este magnicidio, al igual que el de Zamora en San Carlos dan muestra de que en Cojedes no se juegan con nadie para darle el pasaporte a cualquier caudillo, por más peligroso y poderoso que este sea. Desde el día de la muerte de Crespo, el ánima en pena de este General condenó a la pobre mula a ser un eterno fantasma, reaparecido o espanto de caminos.
Lo cierto es que la mula no respeta si es de día o de noche, ni escoge las víctimas a espantar; y pobre de aquel que no sepa que es un espanto, porque la bicha, aparte de espantar, muerde y patea al que no sepa rezar. Dice la leyenda que la única manera de quitársela de encima, a pesar de que fue su jinete quien la condenó a ser un espectro, es rezar un Ave María o invocar tres veces el ánima de Joaquín Crespo de esta manera:
¡Ánima de Joaquín Crespo,
no te pongas resabiá!
Sálvame, que no me mate
Tu vieja mula maneá.
2- Felipe Meléndez y Monche Camacaro, dos experimentados camioneros, que en la década de los 50 y 60 transportaban madera de las selvas de Guanarito y de Capitanejo hasta el “Aserradero Coromoto” de Acarigua. Un Miércoles Santo su patrón, Don Pablo Yústiz Ramos, les encomendó llevar unas cargas de samán blanco a un aserradero de San Carlos. A las tres de la tarde partieron de Acarigua en sendos “Roleros” (un Ford de Meléndez y un “Reo” de Camacaro). Justo a las 4:30, en la “Curva de Guabina” se le reventó una punta de eje al Ford del catire Felipe. Monche Camacaro que iba más atrás se detuvo a auxiliar a su compañero. Por desgracia no pasó nadie conocido que pudiera ayudarlos, entonces decidieron colgar sus hamacas entre los tojines de los camiones, dormir allí hasta ese otro día para regresar, uno de ellos, a Acarigua en busca de ayuda. Exactamente a las seis, a Felipe Meléndez le dieron ganas de defecar, cogió unas hojas de periódico y se internó en el monte. No se había terminado de agachar cuando escuchó el recio cabalgar de una bestia, que entre la semipenumbra venía hacia él. Felipe se subió los pantalones y echó a correr. Camacaro que sí tenía cierta noción del espanto, recordó la manera de repelerla, y gracias a la oración del Ave María, pudieron deshacerse del aparecido de la mula. Esa misma noche descargaron, a orilla de carretera el camión “Reo” de Camacaro y se regresaron a Acarigua, y el catire Felipe ofreció un rosario de agradecimiento la noche del viernes santo al ánima de Joaquín Crespo.
3- En mayo de 1959, Tomás Espinola (alias) “El Gabán” y su “pareja” de vaquerías Manuel Jacinto Mora (alias) “El coplero de la noche” salieron desde “Los Cortijos” en Guanare con una punta de ganado. Una noche acamparon en Apartaderos. La peonada encerró el ganado, “El Gabán” y Manuel Mora, encargados de dirigir la faena, decidieron explorar el camino que transitarían al día siguiente. Esa tarde, cuando pasaron por San Rafael de Onoto, Don Rafael Torres (un viejo boticario) les advirtió acerca del espanto de “
4-Algo similar les ocurrió a los copleros portugueseños Cheo Hernández Prisco “El Coplero Coleador” y Alfonso “El Negro” Palacios. Era la una de la madrugada, regresaban de Tinaquillo, donde habían cantado en unos toros coleados. Cuando se acercaban a la “Curva de Guabina”, Cheo notó que, extrañamente, su flamante y melosa camioneta, con tres días de sacada de la agencia, se recalentó. Frenó el vehículo y se bajaron con una linterna a revisar. En ese preciso instante vieron una bestia blanquita que corcoveaba graciosamente, no muy lejos de la carretera. Hernández, como buen llanero, diestro en equinos, se fue acercando y notó que era una mula; Palacios, más resabiado, se quedó mirando. Cheo se le acercaba a tientas a la mula y Palacios observaba que la bicha quería atacar a su compañero. De repente la mula logró tropezar a Cheo y este cayó aporreándose una costilla. “El Negro”, que es medio brujo y sumamente bellaco en vainas de espantos recordó que una vez Don Paulo Emilio Díaz le había relatado lo que le ocurrió a “El Gabán” y Manuel Mora. Palacios comenzó a rezar el Ave María y cuando soltó los cuatro versos de la copla, la mula se desapareció misteriosamente. “El Coplero coleador” se levantó ayudado por Palacios, prendieron la camioneta, que ya había recobrado su temperatura normal y continuaron el camino. Esa misma noche, Alfonso Palacios se inspiró y, produjo estos versos:
Miren lo que le pasó
al gran Cheo Hernández Prisco
que una mula, paso arisco
lo pateó y lo mordisqueó.
Cheo Hernández se cayó
acostado entre terrones,
se orinó en los pantalones,
y a punta de versos reacios
lo salvó el negro Palacios
con copla y con oraciones.
Gracias doy a Paulo Emilio,
el que me logró enseñá
aquella copla que espanta
a esa bestia encabritá:
¡Ánima de Joaquín Crespo,
no te pongas resabiá!
Sálvame, que no me mate
tu mula vieja maneá.
Nota de Yorman Tovar: Estas tres historias reales son testimonios contados por sus protagonistas que aun viven. Felipe Meléndez en Acarigua, Monche Camacaro en El Palmar de Turén, “El Gabán” en Guanarito, Manuel Mora en El Samán de Apure, Cheo Hernández, todavía de manga en manga de coleo y Palacios en La Capilla (Guanarito)... ¡por si alguien tiene dudas!. El viejo Camacaro asegura que la condición para salvarse es andar “emparejao” con algún compañero, porque si se anda solo, la víctima corre el peligro de morir en ese misterioso lugar cojedeño.-
Nota del Editor: Este material involucra a tres de los más representativos de la cultura llanera del estado Portuguesa:
Nota del Editor: Este material involucra a tres de los más representativos de la cultura llanera del estado Portuguesa:
1-Yorman Tovar (Compilador y coautor). El Mayor Trovón. Nació en Guanarito, estado Portuguesa, el 26 de noviembre de 1955. Destacado autor de éxitos discográficos, profesor universitario, investigador, maestro y teórico de postgrado de los saberes del Llano, poeta, decimista y declamador con diversos poemarios publicados, vencedor y jurado en distintos eventos musicales y literarios (nacionales e internacionales) de la cultura llanera. Articulista de periódicos y revistas con más tres décadas de experiencia. Productor radial y líder de gremios de literatura y universitarios. Antologista de la poesía popular venezolana. Su obra, siempre en crecimiento, supera la veintena de libros publicados.
2-Cheo (José Manuel) Hernández Prisco. Nació en Papelón, estado Portuguesa, el 16 de febrero de 1942. Experimentado cantautor y contrapunteador, maestro de nuevas generaciones de cantautores del Llano. El Cantor Número Uno de los Toros Coleados es figura obligada en los catálogos, emisoras radiales, páginas Web, y la discografía de la música llanera y el deporte del Coleo.
3-Alfonso Palacios. El Negro. Nació en Guanarito, estado Portuguesa, el 6 de febrero de 1947. Recio contrapunteador, arreglista y cantautor. Sus temas (El Gabán Coleador, El Comegente, Parranda en La Cañada ), los interpretan por igual voces experimentadas y nuevos talentos de la canta criolla; Armando Martínez, Juan De Los Santos Contreras, Cheo Hernández Prisco y Julio Pantoja, entre otros.
El cuaderno, titulado por su compilador, el poeta Yorman Tovar, Tres sucesos con el espanto de “La Mula Maneá” recrea cuatro narraciones que forman parte del enorme grupo de testimonios sobre la infame Mula Maneá de la Mata Carmelera, quizá el espanto al que se le atribuye el mayor número de muertes en todas las llanuras de Venezuela y Colombia.
Isaías Medina López
3 comentarios:
Siempre nos ensena unas historias muy interesante y por eso le doy las gracias por darme la posibilidad de conocerlas y acercarme mas a su pais. Un saludo cordial.
Los llanos son los espacios que mas se prestan para desarrollar los misterios que en ellos se encierran, y en realidad son misterios que llenan de asombro y se hacen innumerables, considero, respetando su criterio del autor, que son expresiones y manifestaciones de la misma naturaleza que junto al "el miedo" que nunca falta a la hora de encontrarnos con este tipo de cuentos, se hacen realidad y se les da vida. tal como se desarrolla esta historia.
Los cuentos y leyendas de nuestro pueblo son expresiones y manifestaciones que están arraigadas al día a día del llanero a su gentilicio, costumbres, tradiciones las cuales se mantienen a través de nuestros ancestros con los que muchos podemos y debemos identificarnos para así decir estoy orgulloso de ser venezolano.
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