lunes, 5 de agosto de 2013

Leyenda "La Historia de La Sayona": Texto original y audio musical completo

Ni siguiera su madre pudo sacarla de sus pesares que le llevarían al crimen
(archivo de Alcaldía de Tinaco)

Letra: José Jiménez  "el Pollo de Orichuna". ElencoMiguel Antonio Abrahán (Narrador);
Salvador González (Coplero 1; C1); José Alí Nieves (Coplero 2; C2 y Severiano; S)
José Jiménez (Coplero 3; C3 y Mateus; M); Rosita Barrero (Timotea y Mamá de Casilda)
Reina Lucero (Casilda y La  Sayona); Juvenal Rodríguez Tabare (Burro Tusero)
Luisa Rodríguez Torres (Hija de Pancho Rengifo); Manuel Pérez Lovera (Pancho Rengifo)
Joseito Romero (Viajero del Camino); Ismael Rodríguez (Ecos y lamentos de la  Sayona)
El poeta José Vicente Rojas declama dos versos de un poema de Rafael Martínez Arteaga.

C1: Desde el Llano adentro vengo
tramoleando este canta
Cantaclaro me han llamado,
Cantaclaro me han llamado:
¿quién se atreve a replicar?
Yo nací en esta ribera
del Arauca vibrador
soy hermano de la espuma,
de las garzas, de las rosas.
soy hermano de la espuma,
de las garzas, de las rosas
y del sol, y del sol.
Narrador: Alma Llanera, joropo de don Pedro Elías Gutiérrez y Rafael Bolívar Coronado, considerando como el segundo himno de Venezuela. Como el joropo es folklor y folklor es la esencia y sentir del pueblo mismo, con el que le brindamos a todos los estados de Venezuela y el exterior; La leyenda de la Sayona,  hecho ocurrido en un pueblo llanero, y como el llanero es del tamaño del compromiso que se le presenta, no le importa noche oscura para echar una travesía, cruzando aguasales, montes, caños y ríos para llegar a un baile de arpa, donde retumbe un joropo, un poema, un corrío y un coplero que llega con la garganta clarita, sin temor a los  espantos ni a visiones del camino; su ambición es la canta, las mujeres y la parranda.
C1: Me arrulló la viva diana
de la brisa en el palmar
y por eso tengo el alma
como el alma primorosa
y por eso tengo el alma
como el alma primorosa
del cristal, del cristal
amo, canto, río, sueño,
con claveles de pasión,
con claveles de pasión
arrullando en un desfile
al potro más corredor
yo nací en esta ribera
del Arauca vibrador
soy hermano de la espuma,
de las garzas, de las rosas
y del sol….

C2: Uno le dijo al gallero
para guardar el secreto
en cambio  que otros regaron
la historia de un hombre muerto.

C3: Corría por el vecindario
de boca en boca este cuento
millones de comentarios
se escuchaban al respecto.

C2: Las mujeres por agravio
decían que estaba bien hecho
por creer en el  resabio
que el amor es incorrecto.

C3: Cuenta un viejo que el Sinfín
es un hombre igual a Nelson
que lleva sobre la espalda
un saco lleno de huesos.

C2: La Bola ´e Fuego, otro espanto
endemoniado y travieso
que sale los viernes santos
pidiendo por Dios un rezo.

C3: La ahuyentan las maldiciones
le caen en gracias los rezos
y sale en los boquerones
de los montes más espesos.

C2: La Sayona, otro demonio
con cuatro cuartas de pecho
le propone matrimonio
al borracho por despecho.

C3: Luego cuando quedan solos
se transforma en esqueleto
como una cara de rana
y  dientes largos y gruesos.

C2: El Sinfín y el Silbón 
tienen cierto parentesco
uno sale en Portuguesa
el otro en Apure adentro.

C3: Los que caminan de noche
les pueden echar el cuento
porque se han topao con ellos
en los campos y en los centros.

Severiano: Mira, morena, el próximo joropo lo bailamos tú y yo: ¿oíste?
Timotea: Bueno, pero se conforma con lo que yo sé.
Severiano: No importa mija, yo me conformo.
Severiano: Pero  ¿dónde vives tú, morena?
Timotea: Yo vivo en Orichuna Abajo, donde llaman Las Playitas.
Severiano: Mira mija y, ¿cómo te llamas?
Timotea: Me llamo Timotea,  ¿ y tú?
Severiano: Severiano,  quiero decirte una cosa, espero que no te ofendas; yo estoy enamorado de ti y quiero que seas mi mujer, aunque sea por un ratico.
Timotea: No, mi amor, mucho lo siento, pero yo no quiero que Casilda vaya andar buscándome por´hay pa´ matame, mire, y usted, se va a lleva su buena broma; Protacia me contó que esa mujer se priva y se vuelve loca de lo celosa que es, y  además está embarazada, ¿verdad?
Severiano: No, mi amor, esos son embustes de la gente, lo que pasa es que toda esa cuerda de bellacos son muy envidiosos, se la pasan diciendo que yo y que soy mujeriego, y que esto, y que pa´ allá, y ya me tienen el rancho ardiendo.
Timotea: Ajo, ustedes, los hombres, son todos igualitos, tienen tres y cuatro mujeres y andan buscando más.
Severiano: Mira, mi amor, yo te juro por,  bueno, no hallo ni por quién jurarte pues, que yo no tengo a nadie, soy un hombre soltero, libre sin compromiso, dispuesto a lo que tú digas.
Timotea: Si, ya lo vamos a ver, el sábado hay un  baile en Paso Ancho y yo sé donde vives tú, así es que allá te voy a buscá, no me importa que tu mujer se muera de rabia.
Severiano: Bueno mi amor, búscame, pero,  vas  a ser mi mujer desde horita mismo, ¿sí, mija?
Timotea: Déjame pensarlo. El sábado te digo.
Narrador: Así comienza la historia de la Sayona, espanto que persigue a los hombres parranderos y mujeriegos. Se dice, que fue una mujer que le dio muerte a su hijo y a su propia madre, pero la madre antes de morir la maldijo convirtiéndola en el azote más terrible de los hombres que andan en la oscuridad, en la sabana, en los montes, en los pueblos, caseríos y ciudades y por todos los caminos de Venezuela y Colombia. (Se oyen efectos de cantos de gallo) Despunta muy alegre y fresca la mañana de aquel sábado tan esperado por Severiano, ya que ese día, tendría la respuesta decisiva por Timotea. Severiano anhela convertirla en la sexta de su grupo de mujeres. Corren las horas del día y llega el atardecer, inspirado en aquellas dulces palabras del sábado anterior, comienza una copla.

S: Esta noche me hago ´e  cuenta
que soy libre y no tengo amo
y me hago el desentendido
delante de mis paisanos
yo soy como el toro viejo
que ya ni pito, ni bramo,
pero si pego un pitío
recojo todo el rebaño.
Con la negra Timotea
es que yo vivo soñando
si no se viene conmigo
esta noche del parrando
la seguiré donde vaya
así me pasen cien años
pero tiene que ser mía
porque estoy enamorado.

Narrador: Casilda, que está llena de celos, de odio y de rabia, no pudo más que reventar.
Casilda: Claro, sí  eso es lo tuyo; me tienes a mí, tienes a la perra esa de la esquina y tienes la india, esa cucarachera piojosa en la costa el caño y andas buscando más.
Narrador: Pero, Severiano, trata de tranquilizar a su mujer, para que calme los celos.
Severiano: Ya, ya, mujer,  ya vas a comenzar con lo mismo de siempre, vas a tener que decirme quién es el lengua larga ése, que viene a meterte chisme, debe ser un desgraciao  que está interesao en ti ¿Por qué más va a ser?
Casilda: Sí, chisme, chisme. Seguro que las dos viejas esas que tienes atravezá son embustes también, que quisiera volverme bruja bien mala pa´ agarrá por los pelos a todas esas viejas quitamachos, quien no te conozca  que te compre, segurito que andas como perro entiempao, atrás de esa otra vieja.
Severiano: No, no, no, no  vale,  si me pongo a ponerte cuidao me vuelvo loco, búscame la ropa porque me voy es ya.
Narrador: Severiano le echa mano a su cuatro y emprende viaje con destino al baile de Paso Ancho. Contento y entusiasmado cantaba estas coplas en voz baja.
S: Yo no tengo hijo chiquito
ni perrito que me lata
ni me importa noche oscura
pa´ robarme una muchacha
porque al paso ´e mi caballo
la puedo llevar en anca.
La gente dice que soy
como la jalea de parcha
que el que la prueba una vez
la idea nunca se le pasa
y si no come bastante
siempre vivirá con ansia.

Narrador: Severiano va feliz y se alegra aún más porque ya comienza a oír el arpa y los copleros del baile, pero en el rancho, Casilda, no sabe la desgracia que le espera. Había un fulano, a quien apodaban  “Burro Tusero”, esperando que Severiano saliera para atacarle la mujer, valiéndose de los chismes, más infames, para ponerlos en mal vivir.
Burro Tusero: ¡Buenas noches, Casilda!  ¿Qué estás haciendo?
Casilda: Pasa chico, que estoy acostada.
Narrador: Casilda, que tenía dos meses de haber dado a luz, estaba con fiebre y nerviosa, pero sin embargo lo hizo sentarse a su lado.
Burro Tusero: Se fue tu querido marido, ¿verdad?
Casilda: Sí, se fue, ese anda por Los Aguanales, ¿qué más?
Burro Tusero: Casilda, Casilda, ¿hasta cuándo, mi amor?, estoy cansado de decirte que te vayas conmigo. Yo te quiero, te amo, te adoro, pero tú ves el sol por él, bueno no importa, si supieras la última… pero no te la voy a contar.
Casilda: ¿Y cuál es la última?
Burro Tusero: No, no, no, no te digo nada, ¿ pa´ qué?, si tú no me pones cuidao, me voy más bien.
Narrador: Las horas de la noche avanzan lentamente y Casilda insiste en que el Burro le cuente.
Casilda: No, no, Burrito, dime, dime, yo te pongo cuidao, mi amorcito, pero me cuentas, ¿sí?
Narrador: Burro Tusero, seguro de no fallar en sus deseos, le dice que su propia mamá se acuesta con su esposo Severiano.
Burro Tusero: Bueno, es pa´ que te des cuenta que ese hombre no te quiere, mira, ayer pasé por casa de tu mamá y estaban los dos acostaos, abrazaítos.
Casilda: ¿Qué? ¿Con mi mamá?
Burro Tusero: Sí…
Casilda: ¿Mi mamá?
Burro Tusero: Sí, tu mamá. Lo vi con estos ojos y esos tienen tiempo viviendo, donde quiera los encuentro.
Narrador: Casilda se aterroriza al saber que su mamá vive con Severiano.
Casilda: No, Burro, mi mamá, no,no, no puedo permitir esto y a mi mamá mucho menos. Lo arreglaremos por la mañana.
Narrador: Burro Tusero no resiste el pánico y arranca a correr para su casa. Casilda decide esperar a su mamá en horas de la mañana. ¿Qué pasará cuando la mamá de Casilda venga a traerle la taza de café como siempre acostumbra? Mientras se desliza la lóbrega noche, Severiano discute  verso a verso con otro coplero por el amor de Timotea.
Severiano: Ay, mire cámara, me dijeron  ique, usted  que le estaba cantando a mi negra Timotea, pero eso sí, pa´  llevásela pues.
Mateus: Bueno vale: ¿qué quieres tú, que le cante a los machos?
Severiano (S): No es que le cante a los machos, cámara, sino que esa mujer está comprometía conmigo y usted, muy bien lo sabe. Vamos a cantarle  los dos, si tú te la ganas peleamos y si yo me la gano, bueno, usted, verá qué es lo que va hacé.
Mateus (M): Bueno, vamos a echále pichón.  Maestro, arpista, arránquese ahí con un joropo bueno:
Camarita Severiano,
Usted, que viene llegando
para que cante conmigo
aquí lo estoy esperando.

S: Oiga, cámara Mateus,
salí de casa temprano
a cantar con el que fuera
esta noche en el parrando.

M: Yo siempre tengo en  costumbre
cuando me hallo parrandeando
de enamorar  a las mujeres
directamente cantando.

S: Yo  también  tengo lo mismo
Compréndalo, usted, paisano,
y si me toca pelear
con mucho gusto lo hago.

M: Morenita Timotea,
ahora que te veo bailando
acuérdate vida mía
de lo que hablamos temprano.

S: Piénsalo bien, mi negrita,
que no puede andar brincando
tenemos un compromiso
¿qué broma te está pasando?

M: Amorcito de mi vida,
soy yo, quien te está llamando,
no le hagas caso a ese loco
que lo que está disvariando.

S: Cuidao, cámara Mateu,
mire que se está pasando…
loco será su papá,
usté y todos sus hermanos.

M: No hagas caso Timotea,
que yo lo estaba cazando
él anda buscando pleito
desde que venía llegando.

S: Ponga cuidao, Timotea,
lo que a mí me está pasando
fue que la gente me dijo
que él te estaba enamorando.

M: Te voy a decí una cosa,
camarita Severiano,
esa mujer me la llevo
así me lleven los diablos.

S: Tenga cuidao usté, Mateu,
no vaya a andar desandando
de que amanezca aventao
no tiene nada de raro.

M: Compa,  si piensa matarme
tiene que hacerlo temprano
porque más tarde en mi casa
estoy con Timotea acostao.

S: Le voy a decí una vaina
no me esté mamando gallo
yo no me juego con sute
por no amanecer chorreado.

M: Sepa y entienda,  ño loco,
que yo no  juego con nadie
modere  sus palabras
porque, usté, está equivocado.

S: Tú dices que me equivoco
y yo digo lo contrario
aquí te va un pescozón
ño abusador depravado.

Narrador: Mateu le riposta y le arranca la camisa con desesperación, Timotea interviene en favor de Mateu, y Severiano al ver la acción de Timotea se llena de ira, y de un solo pescozón la sacude contra el suelo, con tan mala suerte que al caer se  raja la cabeza con una piedra y muere instantáneamente, pero interviene el Comisario y le da la voz de arresto.
Comisario: ¡Estás preso, criminal! Mataste  esa mujer, camina conmigo, te dije ya.
Narrador: Los efectos de la fiesta pararon en esto: Severiano a la cárcel, Timotea al cementerio,  Mateu asustado y nervioso coge el  monte a la fuga. Pero en la casa de Casilda las horas de la mañana eran aterradoras. Casilda al ver llegar a su progenitora enloquece furiosamente y le mete candela al rancho, teniendo a su hijo adentro (se oyen llantos de un recién nacido); mientras las llamas incontenibles desvastan el humilde rancho, Casilda cuchillo en mano, le asesta tres cuchilladas a su pobre madre, que herida mortalmente, exclamaba agonizando: 
Madre de Casilda: ¡Me has quitao la vida, Casilda! ¡Me has quitao la vida, Sayona!¡Le has quitao la vida a tu propia madre, que te trajo al mundo!¡Maldita serás toda la vida! Sin Dios y sin Santa María andarás por todo el mundo, en busca de los hombres pa´ aliviar tu pecao, pero no lo lograrás, porque te acordarás de este momento, y perderás al hombre que te acompañe. Permita Dios y que así sea.
Narrador: Casilda o la Sayona, como lo llamó su mamá, al oír estas palabras se fue transformando; los ojos se le pusieron rojos que casi echaban candela, se desgarró la ropa y creció de tal forma que sobrepasó los árboles, los colmillos le crecieron tanto que parecía un león y cuando unos viejecitos empezaron a rezarle para ver si la salvaban, salió a la carretera y sólo se oía un grito desolador que estremecía los mastrantales como si fuera un ventarrón (se oye un alarido con voz de mujer);  A partir de este momento comienza la macabra aparición de una mujer que ataca a los hombres que andan por travesías con las noches oscuras. La leyenda se extiende a lo ancho de los caminos, tal como aquí les informamos.
Hija de Pancho Rengifo: Ah, mamaíta, tu sabes que la mujer esa que iba machucando a don Trino, anoche iba matando a tu ahijao, por´hay en el lavandero.
Esposa de Pancho Rengifo: ¡Ay Dios mío! Muchacha, ¿y está muy mal?
Hija de Pancho Rengifo: Mamá, de la fiebre que tiene está hablando disparates.
Esposa de Pancho Rengifo: Dios mío, a mí sí me da miedo esas cosas; fíjese el tiempo que tuvo loco don Trino y así tu papá quiere irse a jugá  gallos pa´ Mantequeral.
Pancho: Sí hombre, no ves que yo soy tan tonto pa´ dejáme machucá. Si es mujé la machuco yo a ella, y si es hombre que se disfraza ya me le va a quitá las conchas a este chaparro con el filo el lomo.
Hija de Pancho Rengifo: Papaíto, no digas eso, si tú vieras como está Ponsolino no fueras pa´ ninguna parte.
Pancho: No  hombre, hija, yo soy hombre que me agarro con cinco y a todos les doy combate, ¿ahora le voy a tené miedo a espantos? Ja, ja, já, ¡No juegue, esa es la última! Páseme los gallos, mija, que me voy. Me esperan mañana.
Narrador: Pancho Rengifo, hombre muy parrandero, a quien apodaban “el Macho”, porque nunca creía en nadie, monta en su caballo y pone rumbo al baile y riñas de gallos. Cuando ya se aproxima al Paso de Buría se encuentra con un viajero.
El Viajero del Camino: Compañero de camino, ¿ pa´ ´ónde va poray, tan apurao?
Pancho: Pa´ las fiestas de Pedro Lara, compay, que dicen que hay  unos gallos muy buenos.
El Viajero del Camino: Pero, esos gallos son pa´  mañana, compañero.
Pancho: Sí, compañero, pero esta noche hay un baile, que no me lo puedo perder ni que estuviera pulgao.
El Viajero del Camino: No, compañero, sí ese baile es pa´ mañana también. Usted, ¿no sabe que por aquí no se puede pone fiesta de noche?
Pancho: ¿Cómo que no se puede poné qué?
Décima sexta voz: Mire compañero, aquí después de las nueve de la noche, no puede andar fuera de la casa, porque en cualquier parte, que usted, ande se encuentra con la Gritona.
Pancho: Será con la Sayona.
El Viajero del Camino: Esa es la misma, compañero, y  aquí mismo al pasar  el caño donde hay una palma y un matapalo gacho, ahí le sale a la gente, dicen que ique es alta, pelo largo, muy elegante, y  se les pone alante diciéndoles que la sigan y los que la siguen después que los tiene perdidos, los convida a que se acuesten con ella, pero después que se acuestan se vuelve un esqueleto bien feo, enormes  dientes y les pega un grito en la oreja que los deja locos por mucho tiempo.
Pancho: Ja, ja já. No me eche broma, compañero. Usted, ¿cómo que no le gustan las mujeres? Usted, ¿cree que a mí me sale una mujer convidándome y la voy a perdonar? Nooó.
El Viajero del Camino: Compañero, no se burle, mire que esas cosas no son pa´ juguete ¿Por qué no se regresa conmigo, más bien, compañero? Mañana nos vamos juntos.
Pancho: No hombre, compañero, a mí me llaman el Macho, en la fiesta nos vemos.
Narrador: Pancho continúa su marcha confiando que el baile era esa noche, pero antes de llegar al Paso, se encontró un rancho viejo, donde estaba una mujer en el tranquero vestida toda de blanco.
Sayona: Mire señor, ¿pa´ dónde va por´hay?
Narrador: Paró Pancho en silencio, pensando si sería verdad lo que le contó “el Viajero” y la mujer insiste.
Sayona: ¡Señor!, es con usté. Respóndame que tengo miedo.
Pancho: ¿Qué quiere, qué se le ofrece, qué se le ofrece, qué se le ofrece?
Sayona: Yo me llamo Verónica y voy pa´ la fiesta ´e Mantequeral, pero me da miedo  irme sola. Usté, ¿no quiere llevame?
Pancho: Es que yo no sé dónde queda eso.
Sayona: Bueno, yo le digo por dónde es.
Pancho: ¿Y el marío suyo dónde está?
Sayona: No, yo no tengo hombre. Usté, ¿no quiere representarme en el baile?
Pancho: Bueno, vamonó
Sayona: ¿De dónde viene por´hay?
Pancho: Yo vengo de La Mata Negra. Y usted, ¿vive sola en esa casa?
Sayona: Sí, yo vivo sola, porque así puedo llevá al que yo quiera.
Pancho: A pues, claro que sí ¿Y si yo le digo que me lleve, usted, me lleva?
Sayona: Bueno, ¿por qué no? Pero, ¿yo le gusto?
Pancho: Claro que me gusta. Cuando usté, me dio la mano sentí algo, como deseos de está con usted.
Sayona: A mí también, me provocas mucho, pero, ¿no sé qué dices?
Pancho: Bueno, que el bocao que está pa´ uno, lo mejor es coméselo ¡Al distapá!
Sayona: Vamos a devolvernos, ¿quiere?
Pancho: Claro que quiero, devolvámonos, pues.
Narrador: El “Macho” Pancho, sin darle más tiempo a que la mujer reaccionara de otra forma, le echa el brazo al cuello y la toma de una mano, trata de descubrirle la cara para acariciarla, pero la mujer comienza a desvestirse. ¿Y cuál sería la sorpresa cuando la mira desnuda? Se le transforma en un esqueleto demasiado horrible y le pegó un grito en la oreja que lo dejó sin sentido (se escucha un fuerte alarido).
Sayona: ¿Te gusta las mujeres fáciles, verdad? Aprovécheme machito, que eso es lo tuyo. ¡ Ah, Toma, sucio inmundo! (se oyen nuevos alaridos, bofetadas y golpes).
Narrador: Pancho empieza a lanzar puñetazos, cabezazos y patadas al esqueleto pero no logra pegarle, mientras que el esqueleto se lanza contra él, golpeándole fuertemente,  Pancho sigue furioso; pero no logra nada y está tan agotado que se va a parar y se cae, se está desmayando… ya no levanta los brazos, se está cayendo, ya no tiene fuerzas… se cayó y el espanto sigue encima rematándolo.
Sayona: Aaaauu…uu, oouuu…
Narrador: Llega la mañana del día siguiente y comienzan las fiestas de  Pedro Lara. Pasan las horas del nuevo día y llega el atardecer, cuando viene un hombre desnudo y la piel desgarrada por los espineros, la gente piensa que es un animal y corren a su captura, pero éste, sólo  tenía en mente la imagen del espanto y los confundía con él (Se oyen los alaridos de Pancho), los gritos que pegaba eran tan espeluznantes y despavoridos que asustó a toda la gente y se les perdió a la carrera.
Declamador: Unos galleros que pasaban por el matapalo gacho lo encontraron en agonías de la muerte.
Narrador: Pero, como estaba irreconocible, uno de los del grupo piensa que es el hermano y empieza a llamarlo.
Gallero 1: ¿Eleuterio? ¿Eleuterio, qué te pasó, hermanito? Compadre Agapito, este es Eleuterio, compadre.
Gallero 2: No hombre, compadre, ese  no es, pero, vamos a ver quién es.
Narrador: Cuando ellos tratan de identificarlo, él mismo le responde con voz agotada por el cansancio.
Pancho: Yo soy Pancho, yo soy Pancho, no me abandonen, llévenme a mi casa, ay, una mujer muy fea, muy fea, tenía la cara como una rana y el cuerpo era un esqueleto y unos dientes demasiado grandes, ahí viene, quítenmela, quítenmela, no me dejen, no me dejen, no me dejen llevar, llévenme a mi casa, ahí viene, me va a llevar.
Narrador: La Sayona estaba con ellos, y no la veían, pero piensan que el hombre se estaba muriendo, preparan una cruz de mastranto y empiezan a rezarle; así fue que pudieron quitársela de encima. Dice la leyenda que le tiene mucho miedo a la cruz. Dicen que su misión es perseguir a los hombres para descansar de penas, y que cada hombre que cae en sus manos es un pecado menos para ella. Esto que, ustedes, terminan de oír ha sucedido, y sucede,  en las noches oscuras y solitarias del Llano adentro.

Audio Musical completo en: 

https://www.youtube.com/watch?v=wBAN4lGA_fo



sábado, 3 de agosto de 2013

La Nevera de Barro y otros cachos llaneros (Rafael Arias)

Mujer llanera (archivo de Richar Rangel)

Un enorme caudal de agua y fuego comenzó a brotar en medio de la casa. 


*LA NEVERA DE BARRO (Rafael Arias - Agustín Padrón)
El otro día mi mujer me dijo: -Augusto, ya estoy cansada de beber agua caliente,  ¿por qué no compras una nevera?      
-Es muy cara, además ¿dónde la vamos a instalar?, si aquí no hay electricidad, ya que vivimos muy lejos del pueblo. Recuerda que el año pasado gasté cien rollos de alambre, para traer la luz hasta acá, pero los monos y los araguatos  me lo arrancaron y tumbaron los postes que había enterrado. -Bueno, Augusto, va tener que buscarle una solución, porque, además, quiero hacer unos posciclos para vender y así ayudar en los gastos de la casa. -Sí es verdad, vieja; hay que buscarle la solución a este problema, pero,  ¿qué hago?
-Usted  es una persona que inventa  mucho; me dijo mi mujer.  Me fui a costar, para ver si tenía un sueño que me iluminara y sacarle la solución al problema. Este otro  día, cuando me desperté, tempranito como siempre lo hago, al salir al patio, al sentir el frío que estaba haciendo por la lluvia que había caído, se me vino a la mente como un rayo una idea, que no se me había ocurrido antes:  fabricar una nevera de barro. Ahí mismo agarré mi machete y mi barretón y me fui a un lugar donde nadie me viera, pues le quería dar una  sorpresa a mi mujer, pasé tres días fabricando aquella maravilla, al cuarto día le dije a mi mujer: -Mi negra, ya le tengo su nevera. -Gracias, mi viejo, yo sabía que usted me iba a complacer, pero, ¿dónde está?, sí usted no ha ido al pueblo a comprarla.
-No señor, nada de comprar. Yo la inventé y hay que tener mucho cuidado, porque la hice tan buena, que al abrirla, nada más con la brisa, uno se puede congelar. En ese momento pasó Carlito, el hijo mío, corriendo hacia donde tenía la nevera, no tuve tiempo de decirle que no abriera la nevera. Se sintió un gran frío en todo el lugar y vimos,  como mi hijo Carlito, se fue poniendo blanquito hasta que se congeló. La verdad es que esa nevera enfría sin mamadera de gallo.

*LOS PATOS GUIRIRÍ  (Agustín Padrón: adaptado por Rafael Arias -Ganador de El  Silbón de Oro 1989)

Bueno, resulta cuñao, que un día le digo  a mi mujer: 
–Mi amor, voy a tené que buscá un salao, porque ya no queda.     –Está bien, Augusto;  Me contestó.  
Agarré mi burrito Ponciano, que así se llama y nos fuimos. Cuando estamos en el medio del monte, a orillas de una laguna, veo que el mundo se pone oscuro “¡Bendito sea Dios! Va a llover”, pero cuando miro pa´ arriba no es ninguna nube de agua; era una nube de patos guirirí que iba pasando. Al otro lado de la laguna había un palo de joba, amarillito de lo cargado que estaba y abajo tenía el suelo cubierto, parecía una alfombra: amarillito. Pa´ sorpresa mía los patos comenzaron a bajar y aquello se puso que parecía un poco ´e gente en un operativo de Mercal, eso era demasiado “¡Ay, mamá! Aquí nos pusimos a valer; ahí está el salao, por lo menos unos tres meses para toda  la familia”. Fui a buscar la escopeta,  pero no la cargaba. “¡Bendito sea Dios! ¿Qué hago ahora?” Ja, pero como el llanero es del tamaño del compromiso que se le presenta, busqué en mi morral un rollo de guaral, agarré una joba, se la amarré en la punta y luego se la lancé en medio de esa patamenta, en eso un pato vio la joba con el guaral y se la comió.
-Ustedes saben que los patos tragan y cagan de una vez. Cuando un pato la soltaba, otro  la tragaba y así agarré, en el guaral y la joba: Trescientos patos quedaron ensartaos. Agarré mis patos y se los amarré a mi burrito. Nos fuimos muy contentos, pues teníamos suficiente salao. Mientras íbamos hacia la casa me dije “Voy a echá un sueñito recostao sobre esa almohada de plumas”. Allí veo que los árboles se iban poniendo pequeños, pero no; eran los patos que habían salido volando y me llevaron con burro y todo.

*LOS CONEJOS  (Agustín Padrón y Rafael Arias - Ganador de El Silbón de Oro 1993)
Resulta que un día le digo a mi mujer: -Mujer voy a tener que salir a buscar el salao porque ya se nos está acabando. -Bueno, Augusto, vaya pues. Agarré mi burrito Ponciano y nos metimos monte adentro, cuando estamos en medio de la montaña se apareció una bandada de conejos, como de ciento veinte conejos, le digo a mi burro: -Ay, mamá, aquí está el salao.
Busqué mi escopeta, es entonces que me di cuenta que no la traía “¿Qué hago ahora?”. Mientras tanto, los conejos como que se habían dado cuenta que yo no cargaba la escopeta, se comenzaron a reír y saltaban de un lado para otro. Ah, pero como yo soy un hombre aprevenido busqué en mi murrial un poco de pimienta negra, mientras tanto los conejos se seguían riendo y saltando como burlándose de mí. Machuqué bien machucá la pimienta, busqué una piedra bien puyua y coloqué allí la pimienta y me escondí en un mogote. Ustedes saben que los conejos son muy curiosos: se acercaron uno a uno a huele  la pimienta y esta les producía  estornudos que cuando estornudaban le pegaban la frente a la piedra, así agarré los ciento veinte conejos, pues caían tiesitos al pegarle la frente a la piedra con la pimienta.

LA AVIONETA DE MADERA (Agustín Padrón-Rafael Arias)
Resulta que después de que los patos salieron volando y me llevaron con burro y jamuga, veo que esos bichos volaban muy alto, tan alto que las nubes quedaron abajo, “Ahora, ¿qué hago?” Ah, me acordé que la semana pasada había terminado una avioneta de madera de yagrumo. Inmediatamente llamé a mi compadre Anselmo para que se trajera la avioneta para que nos rescatara. De repente veo a lo lejos que viene mi compadre. Entonces saqué la soga, la lancé y amarré la avioneta por la cola y fue así como logramos bajar. Para celebrar hicimos un sancocho de cien patos donde comió todo el pueblo, aprovecharon además de pasearlos a todos en la avioneta con un motor de lavadora. Eso fue verdad y ya han pasado tres meses de cuando pasó eso y seguimos comiendo patos.

*LA PESCA CON CHIMÓ  (Agustín Padrón -  Rafael Arias)
Bueno, esto me sucedió cuando salí de pesca hace como una semana, me pasó casi igual que don Augusto. Me llevé a mi burrito “El Matador”, pa´ traer los pescaos que salí a buscar pa´ el salaito ´e la casa. Llegamos a una gran laguna, donde jervía el pescao, ahí me di cuenta  que no llevaba atarraya ni anzuelos ni nada, lo único que llevaba era la cajeta ´e chimó, entonces, se me ocurrió algo que podía darle solución a mi problema, pues yo no quería regresarme a la casa sin el salao. Bueno, comencé a jacé pelotitas de chimó y las lanzaba al agua, y me busqué un rolo, una maceta, pues y me senté a la orilla de la laguna a esperar. No había esperado mucho cuando los pescaos comenzaron a salí pa´ escupir el chimó;  ahí era cuando  yo les daba con la maceta por la cabeza y los mataba muertitos, fueron tantos los que maté que me llevé dos sacos de esos que llaman saca.

*LAS LLAVES  (Agustín Padrón - Rafael Arias)
Mire, cuñao, esto me pasó un día antes de vení pa´ cá. Resulta que salí como a las cuatro ´e la mañana pa´ el pueblo de El Baúl, allá en Cojedes, me llevé a mi hijo Carlito, que es el mayor de los hijos míos. Cuando vamos en el sitio de Las Galeras, en El Pao, le digo a Carlito: -Mire, mijo, nos vamos a detené porque tengo ganas de ir al monte a hacer una necesidad, quédese aquí mientras regreso. Miré, eso estaba bien oscuro, que uno se ponía las manos en la cara y no las veía, me metí con cuidado en  el monte, hice mi necesidad, cuando regresé Carlito, estaba dormido, me dispuse a continuar el camino, le meto la llave al carro y lo prendo, pero el bicho no arrancaba sino que echaba pa´ atrás, le tiraba los cambios pa´ ve, pero no seguía pa´ lante, sino   pa´ atrás “¿Qué le pasa a este perol?” Me santigué, pues pensé que era un espanto o que no me convenía ir pa´ El Baúl, intenté de nuevo, pero nada, el carro seguía pa´ atrás, entonces me dije “Yo no voy a insistir, yo mejor me regreso pa´ Tinaco”. Y así fue, me vine de regreso hasta que llegamos a las seis de la mañana a Tinaco, ya estaba amaneciendo, ya se veía, pero todavía estaba medio oscuro, cuando llegué a un poste de luz me detuve para ver qué había sucedido.
         -¿Que a qué no saben qué fue lo que pasó? Le había metido la llave al revés a la suichera y por eso era que el carro no arrancaba pa´ lante.

*LAS ALPARGATAS (Agustín Padrón - Rafael Arias)
Resulta, cuñao, que yo me encontraba pescando en el puente de La Caja, allá en Tinaco, cuando de pronto se me cayó una alpargata en el pozo, allí mismo me zambullí, nadé tanto que cuando volví a salir estaba en el río Apure, allí le pregunté a  unos garzones si habían visto la alpargata y me dijeron que iba río abajo hacia el Orinoco, me zambullí de nuevo y cuando salí estaba en el río Orinoco, nadé hacia la orilla que estaba cundía de caimanes, caminé sobre ellos para ver si estaba mi alpargata. De repente veo un gran caimán amarillo con la boca abierta y entre los colmillos tenía la alpargata, el bicho me miró sin importancia y siguió allí, echaote, entonces le dije: -Mira, Caimán, esa alpargata es mía, ¡dámela! -No te la voy a dar. -Ah, conque no me la vas a dar y tú ¿sabes quién soy yo?-Y a mí, ¿qué me importa? -Yo soy Augusto Padrón. -¿Có…có…cómo? ¿Augusto Padrón? Lo hubiera dicho antes, ¿el gran Augusto Padrón, él de Tinaco, que se le pasa pescando en el Puente de La Caja?: -El mismo que viste y calza. -¿En qué puedo servirle, don Augusto?: -Bueno, llévame de nuevo a Tinaco.
Y así  fue;  me le monté en el lomo y me llevó de nuevo al Puente de La Caja, donde me estaba esperando  el pueblo. Pensaban que me había ahogado y así fue que recuperé mi alpargata.


*EL TIGRE NADADOR (Rafael Arias -Ganador de La Tinaja de Oro 2008)
Un día voy con mi burrito Cornelio, muy tranquilos por esos montes, cuando,  de repente, llegamos a un río bien bonito, pero más bonita era la cascada que caía en un pozo cristalino, que invitaba a que uno se bañara en él, y así fue, me dispuse a echarme un chapuzón, mientras, Cornelio, pastaba muy cerca de allí en una pequeña sabana, cuando ya me voy a lanzar al pozo veo que Cornelio pasa como un  celaje, se lanza al pozo y cruza pa´ el otro lado, en eso veo hacia atrás y veo una maceta ´e tigre que me está mirando fijamente, listo pa´ caerme encima; la única solución era lanzarme al pozo. Me lancé, pero veo que el tigre también se lanza. Ahí la vi fea, porque no había dónde cojé, menos mal que llevaba mi machete rozador, de esos que cortan un pelo en el aire, pero pensé “Ese bicho es muy grande;  me da un solo manotazo y me quita el machete”. Al  bicho ya lo tenía como a tres metros, entonces que decidí nadar cascada arriba, pero para sorpresa mía el tigre también comenzó a nadar, estilo perrito,  hacia arriba. Ah, no, ahí sí es verdad que la gata se subió a la batea.  Pero, por cosas de Dios, me acordé del machete y corté la cascada de un solo machetazo y se fue ese tigre hacia abajo y cayó de platanazo en el pozo, y aproveché pa´ terminar de subir, al llegar arriba ya estaba Cornelio esperándome, me le monté, emprendimos una veloz carrera hasta llegar a la casa.

         
*LOS CHÁCHAROS Y LOS BAGRES (Rafael Arias)
Caray, caramba, a mí me pasó algo parecido, pero muy distinto. Resulta que yo me fui también a buscar el salaito y pasé todo el día sin conseguir nada. A eso de las siete de la noche, pasaba por ese mismo puente y escuché un gran borbollón y unos rugíos, pero como estaba oscuro no podía ver nadita, busqué la linterna para ver lo que estaba pasando bajo el puente, pero antes lancé la atarraya y esta quedó estiraita quedando la mitad en el agua y la otra mitad en la arena, yo sí noto que me jalaban hacia el agua y después hacia la arena con mucha fuerza; “¿qué es esto?” Me jalan pa´ el agua y me jalan pa´ la arena. Me puse el mecate de la atarraya entre los dientes, mientras buscaba la linterna en el murrial, pero cuando la voy a prender se le acabaron las baterías, entonces me acordé que había pescado un temblador, ahí mismo se lo metí alumbrando toda la sabana, mientras tanto, la atarraya se movía de un lado para el otro, entonces alumbro abajo.
         -¿Qué a que no saben qué era lo que había agarrado en la atarraya? Pues nada menos que cuatro báquiros o chácharos y cuatro bagres, por eso era que la atarraya se movía hacia el agua y hacia la arena. Los báquiros jalaban hacia la tierra y los bagres hacia el agua.              

*EL TIGRE Y LA MULA (Recopilación de Rafael Arias)
Un día, como hace seis meses, me fui con mi mula a matar un tigre, que está acabando con las vacas de mi fundo de cinco mil cabezas. Bueno, lo cierto, es que voy bien apertrechao, le puse el sudadero y la jamuga para ir más cómodo, ya que tenía que recorrer bastante camino, como siete leguas más o menos. Caminamos y caminamos, todo el día, hasta que todo se fue poniendo oscuro por la llegada de la noche, no sé cuándo había oscurecido totalmente, cuando siento que la mula para las orejas y se queda parada sin querer caminar, yo no entendía lo que estaba pasando, en ese momento, que estoy luchando con la mula,  para que continuara marchando, siento un olor a camaza, entonces me doy cuenta de que ese olor significaba que el tigre estaba bien cerca, no había terminado de pensar, cuando siento que cae sobre nosotros algo muy pesado; era el tigre. En ese momento se comenzó una gran pelea en medio de la oscuridad;  allí se formó una gran pelota entre el tigre, la mula y yo, porque yo permanecía montado en la mula, más agarrado que una vieja en moto. Esta lucha duró como una hora. Ya todo estaba completamente oscuro cuando logramos soltarnos del tigre, entonces, fue entonces que le metí el talón a la mula para que corriera más. Corrimos y corrimos, que al final de la carrera llegamos al pueblo. Cuando llegamos a una luz, como a las cinco de la mañana, me doy cuenta que no iba montado sobre la mula, sino que iba montado sobre el tigre, pues la mula se la había comido en la pelea. Ahora, como no tengo mula, ando, por todos lados, montado en mi tigre, mansito por la carrera que se había pegado la noche de la pelea con la mula.
     
*LAS ÑEMAS (Recopilación Rafael Arias)
Un día iba yo en mi tractor rastreando la tierra, cuando de pronto veo una gran camada de huevos de babos, como yo tenía una gallina que no salía de una culequera, decidí recoger las ñemas y llevármelas para la casa, para ponérselas a la gallina. Se las puse y la gallina se puso muy contenta. Como a los quince días,  en una noche que ya me voy a dormir,  oigo un alboroto que venía de donde tenía a la gallina con los huevos, me levanté inmediatamente y fui a ver  lo que estaba pasando, cuando llego al lugar veo con sorpresa que todo estaba lleno de babitos. Me llamó la atención que los babitos decían “pío, pío, pío” y que me comieron dos sacos de maíz que tenía guardado en el galpón. Ahora, cuando en las mañanas, les echo comida a los animales, los primeros que salen son los babogallos, que los estoy preparando para la feria y peleas de gallo que se realizan en mi pueblo, donde esperan con ansiedad y curiosidad ver en acción esta clase de gallos de pelea, que ya han matado a todos los gallos de raza allá en el campo, de los cuales estoy agarrando las pumas y las espuelas para ponérselas a los babogallos.

 * LA REBELIÓN (Rafael Arias)
El otro día regreso yo del pueblo, con mis dos burritos cargados de mercancía, para la bodeguita que tengo en el campo. Al pasar por el pozo de La Cascada veo que el agua jervía de tanto pescao había, pero como voy cargado no los podía pescar en ese momento, pero me dije a mí  mismo “Mañana vengo a sacar todos esos pescaos” y me fui. Al otro día, muy tempranito, con mis dos burros y cuatro sacos  y la atarraya me llegué hasta donde estaban los pescaos, no fuera que otro se me fuera adelantar. Llegamos allí, pero todo estaba en silencio; seguramente los pescaos no se habían levantao. Me acerqué al pozo, me di cuenta que no había un pescao, comencé a mover el agua, en eso que estoy en lo que les digo, siento que me cae una lluvia de piedra, eso parecía una guerra, yo, logro taparme con la atarraya. “¿Quién me está tirando piedra?”. Miro por todos lados y nada. No he terminado de pensar cuando me cae otra lluvia de piedras, pero más grandes, me fui hacia donde estaban los burros, me escondí detrás de ellos, fue allí que me di cuenta de dónde venían las piedras, era los pescaos que se habían escondido detrás de la cascada y me estaban  tirando piedra, era que me habían escuchado cuando dije que los iba a sacar toditos ¡Qué pescaos tan vivos! Se habían  rebelado. -Si no lo creen pregúnteselos a mis dos burros que esos no dicen embustes.


Nota: Textos transcritos del Libro: 100 Cachos. Antología de la Narrativa Fantástica Oral de Cojedes, compilación de Isaías Medina Lopez, editado por la UNELLEZ en San Carlos (2013). 

viernes, 2 de agosto de 2013

Cuentos de toda gracia: Manuscritos de Ronnis Almidio Padrón Quintero

Imagen del archivo de Massimo Calanchi


Una simple taza de sopa animó mi curiosidad



EL CAZADOR
Salió mi abuelo de cacería a la montaña y se llevó una escopeta de pitón. Cuando iba caminando vio una huella de un venado, llegó y cargó la escopeta, más adelante encontró la huella de un picure, volvió a cargar la escopeta, vio las huellas de un cochino y volvió a cargar de nuevo. Volvió a cargar de nuevo cuando vio las huellas de un tigre y estaba un poco asustado. A medida que caminaba se le aparecían más huellas. Cuando vio hacia delante volvió a cargar y se fijó que todos los animales estaban en la pata de un cerro. Se acercó vio que eran muchos animales y cargó de nuevo la escopeta hasta llenarla hasta el tope. Apuntó hacia ellos y disparó una hora y todo se veía blanco de puro humo, fue tanto el impacto que mi abuelo quedó sordo por tres días, cuando casi a la semana se disipó el humo, había quedado todo desforestado y estaban todos los animales muertos, por aquel medio tirito que echó. Duró dos meses cargando animales. Le dijo a un compadre que le ayudara para  hacer un pequeño sartén. Empezaron su trabajo. Cada martillazo que echaban no se escuchaba en la otra punta según lo grande que era aquel sartén. Pregunta el compadre para qué era ese sartén y mi abuelo le dijo para echar juntos todos los animales que maté de un sólo tiro.

EL MAESTRO Y LA MUERTA
Un día un maestro salió a dar clases  a un lugar muy lejano. Su modo para llegar a su trabajo era una burra vieja que tenía. Una noche que pasó por un camino, se dio cuenta que  había una mujer en el camino y la montó para darle la cola hasta la casa de la muchacha. Al poco tiempo se dio cuenta que la joven llevaba mucho frío, le prestó su chaqueta y siguieron el paso. Llegaron  a un pueblito y la joven le dice que la deje por allí. Cuando el maestro iba un poco más adelante se dio cuenta que le había  dejado la chaqueta a esa joven. Cuando el maestro viene de regreso al siguiente día se para donde había dejado a la joven, llegó y tocó la puerta, toca y toca. Al rato sale una mujer y le abre la puerta. El maestro pregunta por la joven que le tenía la chaqueta y la señora le contesta: -¿Cuál joven? 
El maestro le dice: -Una joven muy linda,  a la que yo le di la cola anoche y se quedó con mi chaqueta. La señora le comenta: -Esa joven era mi hija,  que cumplió ayer doce años de muerta. 
Le insiste el maestro:-No puede ser, yo la dejé anoche aquí, en su casa.
Los dos fueron al cementerio y allí encontraron el nombre de la mujer en una cruz y su chaqueta encima de esa misma cruz. El maestro empezó a volverse blanco, tieso y frío como una tiza. Después se fue borrando de a poquito. Desde ese día no volvió el maestro a pasar por estos caminos viejos.

LA RAYA
Un día,  mi tío Severiano Castillo salió con mi  tío Laureano a pescar para un pozo. Al llegar el  pozo estaba blanquito de pura sardinas y coporos. Dijo Severiano: -Pero, Laureano, vamos a lanzarle un tiro a esa vaina. Acomodan la batería, meten el cable en el pozo y suena ese escandaloso ¡Boooon! Ese pozo se vacía bello de la pescamentazón  que se miraba fuera del agua. Dice mi tío Laureano: -No, chico, eso hay que meterse pa´ bajo. No ves que los más grandes quedan muertos abajo. Se metió mi tío Severiano al agua con un cuchillo en la boca. Se mete al agua y espera y  nada que sale. Dice mi tío Laureano: -Ah vaina, Severiano sí dura, menos mal que sabe nadar.
Pasó una hora y nada. Dos horas y nada todavía. Comenzó mi tío Laureano a desesperarse, agarra el morral y coge la vuelta del caño a buscar ayuda, pero en esa ve un borbollón de agua rojito de sangre. Dice mi tío: -Se murió Severiano. Pero en lo que ve mejor, se da cuenta que es Severiano, quien sale con una asadura como de una vaca. Mi tío Laureano le dice a Severiano:-Chico, yo pensé que te habías muerto. ¿Qué es eso que traéis ahí?-No chico, lo que pasa es que cuando estoy en lo más hondo, como a sesenta metros bajo el agua, veo una vaina que se alborotó. Cuando voy a ver es que esa vaina se me viene encima y comienzo a echarle cuchillo. - Pero, chico, ¿qué fue lo que mataste?
- Bueno, lo que maté fue un pichón de raya, pero pequeño. Mira,  tenía  doscientos kilos. Y yo deseando que me saliera la mamá ¡Pero qué tanta vaina! Lo único que me pude traer fue este pedacito de asadura, porque venía nadando parriba tan rápido,  para darte la novedad,  que toda esa carnamenta que traía se me desboronó toiíta en ese agüero.

EL CAIMÁN
Según cuenta mi abuelo esta historia parecería un embuste. -Pero yo ya estoy muy viejo para estar inventando vainas, me dijo muy serio. Así fue como pasó el  caso. Un día me puse a pescar y zumbo un anzuelo al agua, pero como ya estaba viejo me quedaba dormido y cuando sacaba el anzuelo no tenía ni presa ni carnada. En una de esas  vuelvo a lanzar el anzuelo y me vuelvo a quedar dormido, entonces me despierta un templón y un ronqueo que se mecieron hasta las piedras ¡No juegue! Era el hijo del caimán del caño que apenitas tenía trescientos kilos, o a la mejor un poquito más, como quinientos para no exagerar la cosa, allí veo que  el anzuelo se él había metido de la boca pa´ dentro hasta la punta de la cola. Así pues tiro el sombrero al aire para distraerle la vista, cuando se embelezó le echo yo un solo templón y me lo traje completito con lo de adentro pa´ fuera.

EL PERRO
Pasa un día, que yo, Amelio Padrón, estaba viviendo yo en Buenos Aires. Para allá llega un tío mío, me dice: - Amelio, poray, en San Carlos, hay una competencia al perro que sea más grande. - ¿Qué voy a estar ganando yo con ese bichito?, le contesto. -Bueno  chico, pero llévalo a ver si gana algo. Insistió. -Lo voy a llevar, pero usted, me acompaña.  Nos vamos con mi abuelo. Cuando llegamos ya había comenzado la competencia. El primero que desfiló fue un pastor alemán, después pasó otro bien grande, de los Estados Unidos. Dijo el juez que ese bicho sería el ganador. Cuando le van a dar el premio, detengo todo aquel alboroto.
-Un momento, ese premio es mío. 
-Pero, ¿dónde está su perro?, dice muy molesto el juez. 
-Déjeme que vaya a buscarlo, le contesto. Lo que estoy viendo es que no sé cómo voy a traerlo, porque ese animal sí que es grande de verdad. El juez cambia la cara y dice: -Bueno, si quiere yo le presto ese camión, que está a la orden. 
-Noooooooo, ¿cómo cree? No cabe. 
-Está bien, entonces tráigase una muestra, por lo menos. Porfío el juez. 
-Eso sí se puede. Ya vengo. Al llegar al rancho, allá en Buenos Aires, veo unos perritos que los estaba matando la pulga y la sarna. En eso levanto la mirada y diviso una maceta de morrocoya  bien vieja, sesteando en el ranchito de al lado. De una vez se me prende una idea. Agarró la morrocoya vieja, la meto en un saco y me regreso para el concurso del perro más grande. Al llegar el juez pregunta medio caliente: 
- Ajá. ¿Dónde está la muestra?
 -No, ya va. No pude hacer más nada. Lo único que puede traer, del perro mío, fue esta garrapata que tenía pegada en la oreja.

LA IGUANA
Un día mi tío Severiano Castillo estaba en el conuco socalando el maíz y sale un animal corriendo a toda carrera. -Como es un cachicamo más bien, se dijo para sus adentros. Reparó mejor, después de ese susto, y tiró la vista hacia delante. El monte se estremecía. Cuando el barajuste le viene cerca le tira un machetazo patantiá. Al ver que se aquieta el barajuste, repara que es una iguana. El machetazo no la había herido y después de verla bien la soltó. Siguió socalando y de nuevo ve que la iguana se le viene adelante. No le paró, pero al rato vuelve la iguanita. Ahí fue que reparó que el animal lo estaba buscando porque era tiempo de iguanas y ella quería regalarle sus huevos ¡Ha bueno!, se dijo y la abrió con mucho cuidado, porque era un animal pequeño. Después se preguntó ¿Cómo será que sacan estos huevos? Empezó a sobarle la barriga  y cayeron los primeros huevos: Doce. Al ver que no le cabían en la mano de lo grande que eran los huevos de ese animalito, se los metió en el mocho ´e pantalón. Así estaba. Sacando huevos por docena y rellenan se hasta que ya casi no podía moverse y el animalito seguía botando ñemas. Escucha un ruido y entonces decide cortarle el cordón a  la  iguana para que no siga botando ñemas y se vaya. El ruido eran sus hijos que tenían una bulla porque cada uno venía con dos tobos como de ocho kilos de peso llenitos de huevos de iguana, se reunieron y sacando fuerzas de cada quien lograron llevarse la carga. Los muchachos le dijeron que eran de una sola iguanita, que se les había aparecido.
Ya llegando a la casa, mi tío escucha otra remezón en el conuco, el no pudo  voltear  de lo relleno que venía y los muchachos tampoco, porque venían simbraos con el peso, pero se le puso, que era la misma iguanita que aún no terminaba de botar todas las ñemas que tenía en el vientre.


LA MUERTA DE LA MATA DE LA  MANDARINA
Una vez en Buenos Aires, por un sitio llamado Aguirre, salía una muerta en una mata de mandarinas. Persona que pasara por ahí lo asustaba. Allí también había un hombre guapo que no le tenía miedo a nada. Al oír de su valentía, alguien le cuenta de ese caso:  -Mira en La Mata de La Mandarina, pasando la quebrá, hay una muerta asustando a todo el que pase por allí. -Noooo, chico, deje quieto que se aparezca a mí. Ja.
Un día que el hombre va pasando cerca de La Mata de La Mandarina   se acordó del reto. En eso venía una tempestá muy grande, con relámpagos que alumbraban todo y vio para el mandarino, divisando la muerta, vestida de blanco. Cuando se quitó la claridad de los rayos, desapareció. Así estaba cada rato. El hombre guapo se dijo: A esta muerta la voy agarrar. Se llegó hasta el mandarino, esperando que en el próximo relámpago apareciera la muerta. Cuando le sale ese espanto le echa un manotazo. El hombre pensó: Esta condená lo que quiere es otra cosa. Se fue para su  casa. Al llegar y prender un cabo ´e  vela, le sale la muerta. Le agarra un brazo y se le desapareció. Le agarra el otro y también se le desaparece. Cuando se le tiro encima aquel espanto se puso bien bravo y se fue bufueando por todo el camino. Desde esa noche no se la ha visto más. 

Estos relatos son del registro de Ronnys Almidio Padrón Quintero: quien nace en Camoruco, estado Cojedes, el 21 de febrero de 1992. Cursó estudios en la Universidad del Deporte. Desde joven participa  en eventos literarios como contador de cuentos. Este es su primer libro de manuscritos y fue consignado en el año 2007. Los cachos de este cuaderno son narraciones legadas por sus familiares  Roso Amelio Padrón (nacido en 1944) y Severiano Castillo (nacido en 1936), personas muy respetadas en el estado Cojedes.

Textos tomados del libro: 100 CACHOS: ANTOLOGÍA DE LA NARRATIVA  FANTÁSTICA ORAL DE COJEDES (Compilación, Prólogo-Estudio, selección  y notas de Isaías Medina López; 2013) Publicado por la  UNELLEZ-VIPI, en San Carlos, Cojedes, Venezuela. Edición de la Coordinación de Postgrado  y la Coordinación de Investigación